Por Memo Acuña. Sociólogo y escritor costarricense
Sobre la obra teatral “La danza de la ira cosquillitas” protagonizada por Marian Li, Premio Nacional de actuación Ricardo Fernández Guardia en Teatro Espressivo.
La primera escena muestra a Odette desfigurada. Juro que vi en ella varias caras mientras su cuerpo colapsaba sin control en el centro del escenario. Es apenas el primero de cientos de microtemblores que suceden en escena, que juntos dibujan una gran falla tectónica representando el flagelo del abuso infantil en un país como Costa Rica.
Confieso que desde esa primera escena comprendí que hay momentos en la vida que te preparan para decir lo que debes decirle a una sociedad “violentamente pacífica” como esta. Gracias Marian Li, la actriz, por poner en el cuerpo y la subjetividad de Odette las cosas que deben decirse fuerte y claro, sin miedo.
Hoy vengo a decir con vos.
La puesta en escena, una vez más, de la trepidante y brutal obra teatral llamada originalmente “Cosquillitas” y que en esta nueva temporada se ha denominado “La Danza de la ira”, nos muestra la destrucción-reconstrucción de una mujer que siendo niña y por años experimenta abuso sexual por parte de un conocido de su familia.
Usando el arte, la danza como herramienta de sanación, Odette transita por varias facetas que la descomponen y la recomponen al mismo tiempo. Desde su zona rota, desde su voz quebrada pero fuerte, desde su constante lucha para perdonarse, la danza como recurso, el arte como medicina persisten.
“La danza de la ira”, un texto teatral escrito por Andrea Bescond (en francés Les Chatouilles ou la Danse de la Colere), invita a gestionar la ira de manera que esta no quede atrapada en el cuerpo y en las emociones.
Por eso el arte. Por eso el teatro. Por eso la danza. Por eso, entiendo la contundencia con la que Odette, Marian, presentan el dolor, el enojo, la frustración de chocar contra pared primero con quienes la violentaron y segundo contra un sistema institucional omiso y a menudo revictimizador.
La noche que fuimos a ver este espectáculo había cierta, tanta energía en el ambiente. Se sentía. La luz, un personaje más en la puesta en escena, detallaba los contornos de la actriz y sus 15 personajes a cuestas. Como si la violencia no terminara de fragmentarnos, volarnos en mil pedazos que luego terminamos por juntar del suelo para reconstruirnos.
Repararnos. Sanarnos.
Por eso esa primera escena que fragmenta a la mujer que se da cuenta de lo que un día siendo niña, le hicieron sin poder decir ni una sola palabra para defenderse.
Vengo a decir con vos, Marian. Gracias por darme la valentía para hacerlo.
En 2023 el 9-1-1 captó 3.494 reportes de diversos abusos de tipo sexual contra menores de edad. Esta cifra es escandalosa, de miedo, de terror. Es que un solo niño, una sola niña que esté siendo violentada de esa forma a esta hora, nos convierte en una sociedad “violentamente pacífica”. Nada de mitos fundacionales, sociedades igualitarias, pacifismo mentiroso.
En el Poder Judicial los casos que llegan son alarmantes:8.000 en promedio anual. Pero los procesos son lentos, agotadores, revictimizantes en todo caso.
Y si a esto agregamos que son más los hechos no denunciados por que el abusador solicita mantener el secreto, por temor, por complicidad familiar, por negligencia, por tantas cosas…estamos hablando de una sociedad rota, partida, desfigurada también en mil pedazos.
La noche que vi el espectáculo con el cual la actriz Marian Li ganó el Premio Nacional de actuación Ricardo Fernández Guardia en 2023, entendí que más que junto con la negligencia, el silencio es una laceración para la dignidad de las personas que sufren o han sufrido esta brutalidad en sus cuerpos y mentes.
Agradezco a Teatro Espressivo por abrir el arte a estos temas y hacerlos parte de nuestras necesarias reflexiones.
Debemos hablar. No callarnos más. Para no seguir rompiéndonos como personas, como colectivo. Y debemos acompañar los procesos de reparación con escucha, orientación, guía. El arte también es una salida. Siempre.
Con esa guía y esos instrumentos es que vengo a decir entonces, porque no debe haber más silencio:
Soy Memo Acuña, sociólogo, actor, escritor, comunicador, Premio nacional de literatura en la rama de ensayo 2019, Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional en Costa Rica.
Yo tambiénsoy fragmentos y me reparo. Todos los días.
Escribo esta reseña desde mi condición de sobreviviente, para que ojalá alguien que lea estas palabras acuda, hable, salve. Se salve. Sobreviva.
Perdono al Memo niño que sufrió lo que hicieron con el y le digo que en el futuro todo estará bien. Que aquí estoy yo para abrazarlo.
Que para decir esto que digo sin miedo y fuerte, sobreviví.
Aquí estoy.