De “indeseados” al derecho a ser consultados
Por Bernardo Archer Moore
Durante más de un siglo, las personas negras en Costa Rica fuimos consideradas “indeseadas”: una raza sin derecho a nacionalidad ni a poseer tierras.
Las leyes de colonización del siglo XIX nos excluyeron por el color de la piel, y los decretos migratorios de inicios del siglo XX reforzaron esa discriminación.
Éramos extranjeros en nuestra propia tierra.
Lo sé, porque mis padres lo fueron durante la mayor parte de sus vidas.
Pero el tiempo y la resistencia de nuestros mayores abrieron grietas en ese muro de exclusión.
Con la Constitución de 1949 comenzó un proceso lento, pero firme, de reconocimiento de derechos.
Y el 19 de septiembre de 2025, la historia dio un giro:
La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió la Resolución N.º 2025-029985, reconociendo por primera vez que los pueblos tribales afrocostarricenses, como Cahuita, tenemos derecho a la consulta previa, libre e informada.
Esto significa que toda decisión del Estado —política, administrativa o de desarrollo— que afecte nuestros territorios o nuestras formas de vida debe ser consultada con nosotros.
Y lo más importante: esa consulta es vinculante.
Esta transición —de la invisibilidad a la autoridad colectiva— marca un antes y un después.
No solo para las instituciones acostumbradas a imponer sin escuchar, sino también para nuestras propias comunidades, que por generaciones aprendieron a agachar la cabeza ante el poder.
Así como la Ley N.º 35 de 1915 dejó huella al abrir por primera vez la puerta a la titulación de tierras de “negros y chinos”, esta nueva resolución marcará el inicio del fin del despojo institucionalizado que hemos sufrido en el Caribe costarricense a manos del ITCO, IDA, INDER, ICT y MINAE.
Hoy, los descendientes de quienes fueron negados legalmente tenemos el derecho —y el deber— de ser consultados, escuchados y respetados.
Eso es justicia histórica.
No se trata solo de Cahuita.
Esto no se trata únicamente de Cahuita, sino de todas las comunidades de la República que hoy deciden abrazar su herencia africana en lugar de ocultarla por vergüenza, producto del estigma histórico que durante siglos se asoció con la negritud.
Hoy comprendemos que ya no es el gobierno quien determina nuestro destino.
Somos nosotros mismos quienes estamos entre la pobreza y la prosperidad.
Gracias a SIBU, nuestro poder supremo, hemos comenzado a ver la luz al final del túnel.
Esa luz representa la dignidad, la unidad y la esperanza que siempre nos pertenecieron.
Muchos han escuchado la noticia,
pero pocos comprenden su verdadero alcance.
Acostumbrados a vivir en la sombra del pasado, no todos logran ver todavía la claridad del porvenir que se asoma en el horizonte.
Tomará tiempo, sí… pero eventualmente lo harán.
Esa es mi esperanza.
Que el Todopoderoso bendiga a todos nuestros pueblos.


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