El nuevo presidente: una incógnita en sí mismo

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (30)
Tercera época
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

Hace unas cuantas semanas, no muchas por cierto, nos preguntábamos acerca de las incógnitas que nos planteaba la llegada a la Casa Presidencial de El Zapote del nuevo presidente de la República. Con el paso de las semanas y los días estamos en capacidad de afirmar que el propio Rodrigo Chaves es, y seguirá siendo una incógnita en sí mismo durante algún tiempo, dentro del juego o despliegue de los componentes de una ecuación, o de una serie de ecuaciones muy complejas, cuyas variables no pueden ser ignoradas de ninguna manera, so pena de perder contacto con la realidad, o al menos con eso que Nicolás de Maquiavelo llamaba, con cierta determinación, no exenta de ironía, “la verdad efectiva de la cosa”. De ahí la necesidad de evitar, en el análisis de la coyuntura política, la tentación del mero ejercicio retórico con sus trampas en el uso de un lenguaje, por lo general vaciado de sus significados esenciales, el que termina evadiendo lo esencial del problema de fondo planteado en medio de la llegada de un nuevo gobierno: ¿quiénes son los que mandan en Costa Rica? Y ¿por qué sucede que el nuevo presidente, a pesar de no salirse de los dogmas del credo neoliberal, al menos en cuando a los lineamientos generales de su gestión, sigue siendo atacado por una buena parte de la prensa y una serie de gentes de todo el espectro político? Si bien ya habíamos dicho anteriormente que la circunstancia de que don Rodrigo Chaves no forme parte de la camarilla que ha gobernado este país, desde hace casi cuarenta años, haciendo del erario público su coto de caza y su espacio monopólico para sus negociados fraudulentos, su triunfo electoral no dejaba de ser un problema para las élites del poder ante el hecho, implícitamente planteado, de que sus integrantes vieran afectados sus intereses particulares, a partir de algunas de sus decisiones anunciadas en materia fiscal, sobre todo en cuanto a la evasión y elusión, las que alcanzan cifras que se han vuelto inmanejables, como también en lo referente a los graves problemas planteados la llamada regla fiscal, una trampa mortal para el funcionamiento de la administración pública, o los de contratación administrativa, por las reiteradas prácticas oligopólicas y monopólicas que existen en ese ámbito.

Por lo demás, su política salarial sigue siendo la misma de los anteriores gobiernos diz que “progres” del PAC y sus amigos, con bajísimos “aumentos” para los trabajadores del sector privado, los que ni siquiera compensan el crecimiento de la inflación, al mismo tiempo que hasta la fecha los salarios en el sector público continúan congelados, sin que se sospeche siquiera algún anuncio que indique algún cambio salarial para ese sector, dentro de lo que es toda una política ejecutada sobre la marcha y a partir del crítico estado de las finanzas, dejado por los llamados gobiernos progres, siempre dentro de una lógica que resulta un contrasentido para las posibilidades de una reactivación económica, dado que los factores combinados de las políticas de austeridad, impuestas por el equipo económico del PUSC al gobierno de Carlos Alvarado, con Edna Camacho, Rocío Aguilar y Rodolfo Piza al frente, con el decisivo apoyo del PLN y del mimético PAC, junto con otros actores políticos, son de naturaleza recesiva al afectar la inversión y el empleo. Dicho de otra manera, las políticas restrictivas de los “partidos” que formaron la coalición que cogobernó durante los gobiernos anteriores, especialmente a partir de abril de 2018, son las que han hecho disminuir la demanda agregada de bienes y servicios, como un factor negativo que se tradujo en la quiebra de numerosas empresas y negocios medianos y pequeños, a lo largo del año 2019, antes de la pandemia que vino a agravar el deterioro económico y social originado por las políticas neoliberales, que caracterizaron a la década que estaba terminando.

Por otro lado, el escenario cambiante en el ámbito internacional, especialmente en la región con el giro hacia la izquierda en países como Honduras, Chile y Colombia, la particular situación de Nicaragua, y el conflicto bélico planteado en Ucrania, que a pesar de su lejanía geográfica, ha traído un encadenamiento de consecuencias socioeconómicas muy graves para todos los países, a escala planetaria, con amenazas de una escalada inflacionaria, a partir de los altos precios del petróleo. Todos estos son factores que han hecho más difícil para el nuevo gobierno de Costa Rica formular una política exterior que considere como propia, tal como ha sucedido con las dubitaciones acerca de votar a favor del candidato de Nicaragua, a quien por acuerdo de los restantes países centroamericanos corresponde la presidencia pro tempore del SICA o Secretaría de Integración Económica centroamericana, por un período de cinco años. De ahí la cautela del presidente Rodrigo Chaves para tomar decisiones en esa materia, lo que le ha traído violentos ataques de los más variados actores sociales y políticos, quienes lo acusan de una  presunta alianza con el gobierno de Nicaragua, en la persona de su presidente, algo que no tiene ningún fundamento, si se tiene en cuenta que se trata del cumplimiento de decisiones adoptadas por gobiernos anteriores, y de compromisos escritos con los demás países del istmo, razón por la que el presidente anunció que será él quien tome la decisión final, después de una serie de consultas con otras cancillerías. En medio de semejante escenario, tan lleno de matices en el horizonte que muchos prefieren ignorar y las múltiples amenazas que se exteriorizan, un día sí y otro no, es que seguimos considerando  que el propio presidente de Costa Rica continuará siendo una incógnita en muchos sentidos, la que solo el tiempo se encargará de despejar, pues solo entonces se evidenciará la naturaleza específica de la ecuación subyacente. No estamos para asumir actitudes simplistas en tiempos que son de suyo muy complejos.