El trasplante del corazón de un cerdo y los anti-vacunas

Luis Fernando Astorga Gatjens

En estos días, nos encontramos con la buena nueva de que un grupo de cirujanos estadounidenses implantó el corazón de un cerdo genéticamente modificado a un paciente que no podía recibir un trasplante tradicional debido a su condición médica. Esta operación se realizó el pasado viernes, 7 de enero en el Centro Médico de la Universidad de Maryland.

Es una muy buena noticia para David Bennett, de 57 años, el receptor del corazón, quien asegura sentirse bien pasados tres días después de la intervención quirúrgica a la que fue sometido, pero también para los miles de pacientes que esperan un corazón que les salve sus vidas y que forman una larguísima fila de espera. Compartimos el optimismo de muchos en que el corazón palpite mucho tiempo y le dé una feliz vida al Señor Bennett, pero aunque no se lograra el éxito deseado, este pionero procedimiento médico, sin duda, abre puertas hacia futuros trasplantes exitosos.

Este avance de la ciencia médica nos da esperanzas de cara a un futuro, en que el avance en procedimientos, tratamientos y medicinas pueda salvar muchas vidas o mejorar las condiciones de existencia para muchas personas.

No puedo más que contrastar este avance científico con la conducta de personas de aquí y de muchos países alrededor del mundo, que rechazan la vacuna contra la covid-19 y, peor aún, a través de campañas y acciones (dignas de mejores causas), buscan inducir a otras personas para que no se vacunen.

Hay algunas personas que rechazan vacunarse contra el coronavirus por el temor a verse afectadas por los efectos secundarios que le puede acarrear la inoculación de la vacuna. Es una postura razonable que sin embargo, las 9.370 millones de inoculaciones ya realizadas de la nueva vacuna (en sus distintas versiones), demuestra que se han sobredimensionado tales efectos.

El problema está en quienes rechazan la vacuna basándose en prejuicios y teorías conspirativas. La rechazan aún contra las múltiples evidencias de que las vacunas anti-covid, han evitado la propagación de la enfermedad, han reducido la gravedad de los síntomas y han evitado muchos fallecimientos. Algunos con expresiones de fanatismo medieval afirman que se utilizan fetos para elaborar los inmunizantes, que nos quieren convertir en zombies o que con la vacuna se coloca un chip en el brazo para espiarnos. Se ve que está influenciados por películas y series estadounidenses; casi todas de muy mala calidad y escasa imaginación.

Lo malo de esta postura contra la ciencia y las evidencias médico-científicas de los extremistas anti-vacunas es que de ella participan, incluso, personas con formación educativa superior, cuyos conocimientos debería de dotarlos de herramientas y conciencia para no sumarse a este tipo de cruzadas, que causan daño social.

Estas posiciones han llegado a “contagiar” a diputados de nuestro Parlamento, que utilizan los micrófonos e instalaciones de la Asamblea Legislativa para propagar sus ideas contra la vacuna. Este tipo de conductas que van en contravía de la salud pública deben ser repudiadas por las personas conscientes, que somos la gran mayoría como lo demuestran distintos estudios de opinión.

Que alguien decida no vacunarse, por la razón que sea, no lo debemos censurar siempre y cuando no ande propagando el coronavirus, a diestra y siniestra, sin tomar las medidas necesarias y cumplir con rigor los protocolos preventivos. Sin embargo, hemos podido observar que muchas personas que exhiben posiciones anti-vacunas, en forma irresponsable, no toman medidas para proteger a las personas de sus entornos sociales y de otros ámbitos.

Es un hecho irrebatible que la elaboración de distintos tipos de vacunas anti-covid, en un tiempo récord de menos de un año, representa un enorme avance científico y médico como lo es también que puedan realizarse trasplantes a personas de corazones porcinos modificados genéticamente.

Se ha dicho bien cuando se afirma que la producción de vacunas anti-covid representa un triunfo de la ciencia, pero no una victoria de la solidaridad humana. La mayoría de los países donde se han producido las vacunas, han tenido una conducta prevaleciente egoísta dando prioridad absoluta a vacunar a sus habitantes, en desmedro del impulso de un proceso de vacunación global, que favoreciera tanto a países ricos y de ingreso medio como a países pobres. El rotundo fracaso de la iniciativa Covax impulsada por las Naciones Unidas, es reflejo de tal fracaso.

Es bien sabido que algunas grandes empresas farmacéuticas han visto crecer sus ventas a niveles exponenciales al calor de la producción de las vacunas anti-covid y se han cerrado a compartir sus fórmulas para la producción genérica, aunque fuese hasta alcanzar el control mundial de la pandemia. La avaricia es una enfermedad que carcome la conciencia humana hasta límites irracionales. Los números de estas mega-empresas en las bolsas de valores así nos lo recuerdan.

Pero todo esto no está presente en el magín de los antivacunas. Su preocupación y desvelo es imponer a otros su «doctrina» y autosatisfacerse en sus conspiraciones anti-científicas.

“La ciencia es la clave de nuestro futuro y si tu no crees en la ciencia, entonces nos estás reteniendo a todos hacia atrás”. Frase muy oportuna del científico William Stanford Nye, que tiene mucho sentido en estos tiempos que corren ante los negacionistas de un avance científico como es la vacuna anticovid o la implantación del corazón de un cerdo en un ser humano.

“¡Triste época es la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Quizás Albert Einstein estaba pensando en los anti-vacunas al emitir este potente pensamiento.

(12 de enero, 2022).