En los laberintos de la gran mentira. Primera parte

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor

El tema de la propiedad sobre los llamados medios de comunicación social, las modalidades que asume el ejercicio del periodismo y la posibilidad de contar con el derecho real a ser informado, de la manera más amplia y objetiva  que sea posible, requiere al menos de la probabilidad cierta de acceder, tanto a las distintas fuentes informativas como al conocimiento de las opiniones de todos los protagonistas políticos y sociales, provenientes de los diferentes bandos que intervienen en un determinado conflicto, ya sea en la esfera de lo local o nacional como asimismo en la internacional, esos son asuntos de vida o muerte para una sociedad democrática, o que pretenda asumirse como tal en cualquier período histórico, de lo contrario estaríamos expuestos a confundir la mentira con la verdad, y a no poder distinguir que es lo ficticio de lo estrictamente real, sumergiéndonos así en los laberintos de la mentira más descarada y perversa.

A diferencia de lo que ocurría, hace por lo menos un siglo, ya ni siquiera contamos con los grandes empresarios periodísticos, a la manera de Randolph Hearst (1863-1951), con sus cadenas periodísticas en los Estados Unidos o de algunos tan célebres en Alemania y otros países europeos, quienes después sufrieron la persecución del régimen nazi, a los que durante  buena parte del siglo anterior se les llamó el cuarto poder, en cambio en el nuevo siglo que empezamos, hace ya un par de décadas, la casi totalidad de los grandes medios de comunicación social (diarios, televisoras y estaciones de radiodifusión), son propiedad de grandes megaconsorcios de los que estos medios son apenas apéndices sobresalientes, y que se encargan de dar una imagen uniformizada y totalitaria del universo social, sin importar en que área geográfica o nación se encuentren instalados. Estos medios son el brazo instrumental de los poderes fácticos, y jamás un cuarto poder orientado hacia el manejo de la opinión pública desde una práctica profesional del periodismo, el que ha sido reducido a un mero entertainment para adormecer a las gentes candorosas.

En países como Costa Rica, Nicaragua, Panamá, por no mencionar otros de la región como Colombia, Argentina y Perú, la totalidad de los diarios responden a los mismos lineamientos e intereses transnacionales, los que son orientados hacia la denostación de formas políticas o culturales que no entren dentro de lo social y políticamente correcto, según lo establecido por la dictadura mediática internacional.

Bastaría con solo abrir las portadas, o revisar sus páginas más importantes, en el caso de cualquiera de los diarios de esos países, para encontrarnos con presuntas “notas informativas” donde el gobierno venezolano, y su presidente, Nicolás Maduro Moros, son denostados además de juzgados y condenados sin posibilidad alguna de contar siquiera con una presunción de inocencia(Beccaria,dixit).

Los ideólogos formadores de opinión de los llamados regímenes liberales de América Latina, o sus portavoces más autorizados, afirman por lo general que en el caso de Cuba, y su sui generis régimen político en esta parte del mundo, la población carece de libertades públicas y de no tener libre  acceso a la información, puesto que los diarios Granma y Juventud Rebelde actúan, según esta versión, como meros boletines de la elite que se encuentra en el poder en esa isla caribeña, desde hace varias décadas, pero sin embargo nos bastaría con ver la primera página de los diarios La Prensa y La Estrella de Panamá, del domingo 24 de febrero de 2019, para darnos cuenta de que no traspasan la frontera o la naturaleza del mero boletín, y de que al igual que los de Costa Rica, Nicaragua, Honduras u otros países vecinos, todos ejecutan la misma melodía con idénticas tonalidades y bemoles. Ese día, con letras en rojo, La Prensa de Panamá decía: Ayuda humanitaria para Venezuela DISTURBIOS, DESERCIONES Y UN RÉGIMEN ACORRALADO y abajo se mostraba la foto de un nada pacífico manifestante, que desde el lado de Colombia(probablemente en la ciudad colombiana de Cúcuta) en la frontera común con Venezuela, se enfrentaba gesticulando hacia los miembros de la Guardia Nacional Bolivariana, además la ilustración llevaba debajo un pie, levantado en negrita que hablaba de los…Cientos de venezolanos (que)se enfrentaron con piedras y palos con militares de su país que intentaban bloquear la ayuda humanitaria exterior que llegó a solicitud del presidente encargado Juan Guaidó…. Mientras tanto, ese mismo día, en la primera página de LA ESTRELLA DE PANAMÁ, en su parte inferior derecha, aparecía un titular que decía LA BATALLA POR EL INGRESO DE LA AYUDA A VENEZUELA, la unanimidad no pudo ser mayor, y bastaría con mirar las primeras páginas de los diarios de Costa Rica de ese mismo día, nadie que tuviera una opinión, siquiera un tanto diferente, tuvo la posibilidad de agregar algo que se saliera del libreto establecido de antemano.

En la Costa Rica del nuevo siglo dejaron de  existir las empresas periodísticas, formadas con el exclusivo propósito informativo e investigativo, se acabaron los diarios como La Tribuna y el Diario de Costa Rica, propiedad del General José María Pinaud y de Otilio Ulate Blanco, respectivamente, los que caracterizaron al ágil periodismo de la primera mitad del siglo XX, que si bien tenían sus intereses y opiniones propias hacían periodismo de verdad, mientras que hoy sucede que el diario de Llorente de Tibás monopoliza los contenidos “informativos” que recibe la llamada “opinión pública”, siguiendo las instrucciones de la dictadura mediática internacional, en tanto que los canales 6 y 7 de la televisión “nacional” de más audiencia tienen muy poco de ese atributo, pues son en buena medida propiedad de intereses transnacionales, sobre todo en el caso de los llamados canales de Repretel, cuyo dueño es un conocido empresario de origen mexicano. Estamos, ni más ni menos, que en el camino de la dictadura perfecta: aquella a la que tanto sus víctimas como sus victimarios han dado en llamar simplemente “la democracia”, mientras que un trasnochado anticomunismo que se opone a un régimen que ya no existe, a un “comunismo” que no existió jamás, pues no pasó de ser un capitalismo de Estado, confirmando el fracaso del capitalismo en general, sirve para asustar y acallar a las voces disidentes, mientras oculta que el rapaz capitalismo financiero de este nuevo siglo tiene a la humanidad al borde su aniquilamiento. Los grandes medios operan como los catones de las virtudes republicanas como en la Roma de la Antigüedad, sin que nadie o casi nadie se atreva a chistar, todos al unísono repiten: The big brother is watching you, l’l see you in a next chance i hope so.

Enviado por el autor.

Sea parte de SURCOS:

https://surcosdigital.com/suscribirse/