Ernesto Cardenal y su poesía a los noventa años

Rogelio Cedeño Castro

Rogelio Cedeño

Rogelio cedeño Castro.

 

Mientras el entonces presentador radial y destacado académico, sociólogo y poeta chileno Bernardo Beco Baytelman corría con su micrófono, tratando de entrevistar a Ernesto Cardenal, en los jardines del viejo Pedagógico de la Universidad de Chile, gritándole a voz viva: “poeta”, “poeta”… no puedo sino recordar que yo, por mi parte, no lograba salir de la inmensa y asombrosa alegría de haber escuchado, apenas hacía unos minutos, la exposición y el recital de aquel bardo nicaragüense que, ya por entonces, se había convertido en objeto de mi juvenil admiración. La verdad es que no puedo precisar ahora, después de varias décadas transcurridas, la fecha en la que ocurrió la primera y la única vez que tuve un encuentro visual con aquel poeta de boina y barba blanca, granadino de buena cepa, llamado Ernesto Cardenal (Granada,1925), un hecho que estuvo acompañado de emoción por la emotiva lectura a viva voz de algunas de sus obras, por parte del autor, quien en estos días del año 15 del nuevo siglo, se apresta cumplir los noventa años, en medio de la nostalgia de quienes hemos sabido apreciar no sólo su prolífica obra literaria, sino también su participación en la vida cívica de su hermoso y sufrido país, aunque también se trata de un aniversario presidido por la alegría de que todavía permanezca entre nosotros, dándonos luz con sus valiosas y enérgicas tomas de posición u opiniones valientes, acerca de los más diversos temas, como es el caso de la presunta construcción de un canal en Nicaragua, por parte de una empresa china, la que se ha convertido en una grave amenaza ambiental para todo el istmo centroamericano. Lo que sí es cierto, de toda certidumbre, es que tales sucesos acontecieron en un viejo auditorio del Pedagógico, de la por entonces Sede Oriente de la Universidad de Chile, en el barrio o comuna santiagüina de Macul, allá por el mes de noviembre de 1971, en medio de una de las primaveras más inolvidables de toda mi vida y cuando me resonaban en la mente los versos de poemas como Hora O, Oración por Marilyn Monroe, el Estrecho Dudoso y otros, que conocíamos a partir de la lectura reciente, apresurada y entusiasta que habíamos realizado poco tiempo atrás. Hoy, en medio de este presente que se disuelve a cada instante, no me queda sino recordar con emoción y una cierta nostalgia también al Beco Baytelman, hombre alto y emotivo, que nos deleitaba todas las noches con sus lecturas en la Radio de la Universidad de Chile, especialmente con el cuento de medianoche que mi mujer y yo esperábamos con ansia hasta esa hora, alegrándonos mientras escuchábamos la letra de una canción que decía “Blanca corría la luna y yo corría tras ella…”, una especie de leitmotiv con que se anunciaba la lectura tan esperada de uno de esos cuentos, no importa si eran de Cortazar, García Márquez o alguno de los grandes narradores estadounidenses o europeos. Por cierto que Beco Baytelman falleció prematuramente en el exilio, en México durante el año de 1982, en estos días su recuerdo acudió vivamente en nuestra memoria, sobre todo por su condición de hombre apasionado por la cultura, en medio de las tragedias que nos trajo aquella asonada militar del 11 de septiembre de 1973, la que terminó por lanzarlo lejos de los lares que lo vieron nacer.

Todavía puedo sentir las vibraciones y el entusiasmo del público sentado en el auditorio del Pedagógico, conformado principalmente por estudiantes chilenos y de otras nacionalidades que nos habíamos agrupado en ese sitio. Algunos de aquellos poemas de Cardenal, en especial Hora Cero, eran verdaderos murales, donde las características del despliegue de los elementos de toda una saga, se daba cuenta de las inmensas tragedias vividas por los pueblos de la América Central, a lo largo del siglo anterior.

Nuestro contacto con Solentiname, un itinerario esencial del autor que más nos ocupa en estos días, fue un hecho reciente gracias al granadino, de grata memoria, José Roberto Pacheco Aguilar(1948-2011), quien nos llevó a conocer y a disfrutar de aquellas islas, hace apenas unos pocos años, acercándonos in situ a las utopías y ensueños del autor del Evangelio de Solentiname, pero también de obras como La Revolución Perdida que es también la tercera de sus memorias, las que han venido siendo publicadas a lo largo de la última década. ¡Salud poeta Ernesto Cardenal en este su noventa aniversario!

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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