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Jesús era palestino

Por La Cadejos

Jesús fue un hombre de carne y hueso.
Caminó descalzo.
Sintió hambre, miedo y ternura.
Rió con sus amigues.
Lloró frente a la injusticia.

Jesús era palestino.
Era semita.
Nació en una tierra ocupada.
Creció bajo un imperio que vigilaba, castigaba y mataba.
Su pueblo conocía la pobreza, el despojo y la humillación.
Todo eso lo vivió en su propio cuerpo.

Jesús eligió el amor cuando el odio parecía normal.
Eligió el perdón cuando la venganza era tentación.
Eligió la ternura como fuerza política.
Su sabiduría nació del dolor de su pueblo.
Su fe nació de la esperanza terca de quienes no se rinden.

Jesús es ancestro de un pueblo oprimido.
De un pueblo que hoy sigue siendo bombardeado.
De un pueblo que hoy entierra a sus hijes, madres, padres…
Gaza sangra.
Gaza duele.
Gaza grita.
Y el mundo calla.

Jesús miraría Gaza con los mismos ojos con que miró a les crucificades de su tiempo.
Con dolor profundo.
Con rabia justa.
Y con una esperanza que no se deja matar.

Duele recordar el genocidio gazatí.
Duele el silencio internacional.
Duele la hipocresía de quienes se dicen cristianas, católicas, musulmanas o judías,
pero apoyan la muerte,
el negocio,
y tratados como el TLC entre Costa Rica e Israel,
manchados de sangre palestina.

Jesús no firmaría tratados con el opresor.
Jesús no bendeciría bombas.
Jesús no justificaría el colonialismo ni el sionismo.
Jesús estaría del lado de les pobres,
de les desplazades,
de quienes resisten con dignidad.

Recordar que Jesús era palestino no es provocación.
Es memoria.
Es verdad histórica.
Es un acto de amor.

Jesús fue y es un héroe del pueblo.
Un hombre sencillo.
Un rebelde del amor.
Una esperanza viva para un futuro digno del pueblo palestino
y para todes nosotres.

Hoy lloro por Gaza.
Y lloro porque Jesús era palestino.
Y porque su mensaje sigue siendo claro:
amar,
cuidar la vida,
y no callar nunca frente a la injusticia.

Jesús era palestino.

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