José León Sánchez: un gran ser humano

Nunca estarás más lejos de mí de lo que está mi corazón.
José León Sánchez.

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.

En un reciente homenaje póstumo al escritor José León Sánchez, que se le ofreció en la Universidad de Costa Rica, su esposa, Ahiza Vega, expresó con sentimientos nostálgicos que a José León el país sí lo había reconocido como escritor, particularmente al haberle otorgado Premios Nacionales por su obra literaria en cinco ocasiones, así como el máximo galardón cultural, el Premio Magón. Sin embargo, no alcanzó a ponderar y reconocer sus cualidades humanas. Una persona que, a pesar de haber recibido una dura, prolongada e injusta pena carcelaria, no guardó odio alguno para quienes lo juzgaron, maltrataron y estigmatizaron, provocándole, más allá del flagelo físico, un sufrimiento todavía más profundo, el que toca las fibras del alma humana y busca envilecer su espíritu. Aunque acostumbraba a decir: “mi oficio es amar a México”, también supo amar entrañablemente a su pueblo natal de Río Cuarto y con él a toda Costa Rica.  

Para el cantautor y poeta Julio Vindas, José León Sánchez, el poeta que escribía novelas, se vestía de ternura y tolerancia para no permitir que el odio y la venganza lo habitaran: “Alimenta con su pluma las ubres de la vida, camina intransigente, intransmutable, intransferible, inclaudicable, ¡trashumante!, con un fardo de tolerancia a cuestas, donde guarda el infinito dolor y la invaluable alegría de ser –sencillamente–, ¡él mismo! […] cuando le da la gana, se convierte en raíces podridas de silencio, se transforma en jaguar en celo, almizcle de colibrí, amamanta estrellas, enamora galaxias, y pregona su Amor por una Ahiza, tan infinita como bella, algo así como la presencia de todas las ausencias. José León no solo solloza nostalgia, ¡solloza ternura! […]”.

Tuve la feliz oportunidad de acompañar a José León y Ahiza en dos ocasiones a mi tierra natal, San Carlos, donde se le ofrecieron homenajes por parte de instituciones universitarias, tanto públicas como privadas. Personas como el doctor Álvaro Hidalgo, exdirector del Hospital San Carlos, y los profesores Rocío Murillo y Olivier Hernández de la Universidad Técnica Nacional (UTN), así como el profesor Gustavo Salas de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), fueron claves en los homenajes que se le brindaron en vida a José León. Asimismo, los escritores sancarleños Adriano Corrales y Francisco Rodríguez, quienes siempre supieron destacar, reconocer y difundir los méritos de su obra literaria. La academia y el pueblo sancarleño abundaron en gestos de aprecio y reconocimiento al escritor costarricense más laureado y traducido internacionalmente, como persona de cualidades humanas, afectivas e intelectuales excepcionales.

En ambas oportunidades, fui testigo de esas cualidades:  cercano, accesible y de una sensibilidad admirable para acoger con cariño a todas las personas. Esa era su manera más natural de actuar, y por consiguiente espiritual. Manuel Delgado destaca esa dimensión profundamente humana y afectiva: “M´ hijito nos decía a todos. Parecía mentira que un hombre que llevaba tras de sí tanto dolor y tanta injusticia pudiera guardar (y expresar) tanta dulzura, tanta humildad y, sobre todo, tanto amor por la vida. A mí siempre me intrigó por qué Chepeleón me mostraba tanto aprecio. Luego llegué a la convicción de que era la forma normal de ser y convivir, siempre y con todo ser humano”.  

No solo estamos ante un escritor que se forjó en el crisol del sufrimiento, sino frente a un ser humano que supo dignificarse con múltiples gestos de gratuidad y su incansable lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos y la restitución de la rica herencia cultural de los pueblos originarios. En los últimos años, asumió con mística la defensa y dignificación de la mujer presidiaria, y junto a su esposa la recuperación de los aportes de los pueblos ancestrales de “La Gran Nicoya”, así como la traducción del “Quipu de Talamanca”.

¿Cómo explicar que ese gran escritor y ser humano no alcanzase a ser valorado, en su país de origen, como se lo merecía? Al respecto, cabe retomar lo que la insigne escritora Yolanda Oreamuno identificó como un rasgo cultural propio del costarricense: la actitud y el comportamiento de “bajar el piso” (“serruchapisos”), siempre procurando la medianía; esa predisposición para evitar que alguien trascienda la línea media, con lo bueno que podría tener para no endiosar o idolatrar, pero también con lo malo al no reconocer los méritos a quienes se destacan. En este último aspecto, la mezquindad y hasta la envidia nos delata en nuestra pobreza humana y espiritual. Para el filósofo y escritor Martín Buber “se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y sin embargo una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros los confirmen como lo que son e incluso como lo que pueden llegar a ser y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes. El hecho de que esta capacidad esté yerma en tan gran proporción constituye la verdadera debilidad y lo cuestionable de la raza humana. La verdadera humanidad solo se da allí donde esa capacidad se desarrolla”.  

Quizá, para poder aquilatar las cualidades humanas y afectivas del escritor José León Sánchez, ahora que no podremos contar con sus calurosos gestos afirmativos de cariño y reconocimiento –y también de irreverencia sagrada–, haya que volver a sus obras, con otra mirada, especialmente atendiendo al perfil de sus personajes protagonistas: los niños, las mujeres, los campesinos, los presos, los pueblos originarios… Asimismo, atender a su apasionada búsqueda por reivindicar la dignidad de esos sectores discriminados y olvidados, para construir un mundo más inclusivo, solidario y amoroso.

Gracias, José León, por darnos una lección de humanidad y afectividad en estos tiempos donde azota el frío de la indiferencia y la violencia, que nos tienen al borde del precipicio como humanidad planetaria.

 

Imagen ilustrativa.