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Etiqueta: escritor

La lucha ha valido la pena

Alberto Salom Echeverría

Fue recientemente el afamado escritor Sergio Ramírez, quien planteó lo perturbadoras que pueden resultar hoy las novelas de Charles Dickens, escritor inglés del siglo XIX, “por su descarnada exposición del delito incubado en la miseria.” (Cfr. Ramírez Sergio. “La Nueva Edad de la Fe”. Artículo periodístico, La Nación. 16.04.2023. “Página Quince”). Aludiendo a este ejemplo, el escritor nicaragüense, pero de talla internacional ha querido combatir la “nueva fe moralista”, bajo cuya tutela se censura, hasta hacer desaparecer de los colegios, si fuera posible, en especial del llamado “cinturón bíblico” en los Estados Unidos, aquella literatura cuestionadora de la realidad como también lo fueron las obras de Orwell preventivas de lo que el propio autor denominó “el orden totalitario”, el cual querría desde semejante autoritarismo reinventar la escritura del pasado. Pero, la verdad es que, no se necesita vivir en un país totalitario nos dice también Sergio, para que se establezca la “edad de la fe”.

Se trata, explica Ramírez, de un nuevo puritanismo mediante el que se quiere implantar en los Estados Unidos y más allá, una nueva fe religiosa, supremamente intransigente y castigadora. Lo más delicado es que este puritanismo pretende hacerse global. Así en este mundo interconectado, las influencias ideológicas y culturales emanan, sobre todo del norte pudiente y prepotente al sur subdesarrollado y desventurado. Esta nueva moral ha llegado como ave migratoria de rapiña, dispuesta a estacionarse en los países del sur, para hurtar nuestra herencia cultural e imponernos una superestructura neocolonial, una ideología moralista y prepotente que juzga y condena, muy conveniente a los intereses de las capas y élites dominantes de la sociedad.

Desde esta perspectiva, no se quiere ni estudiar el delito, ni interesa comprenderlo; más vale darle la espalda a la ciencia, esta sencillamente no debe estorbar, pues no tiene incumbencia en estos asuntos que pertenecen insisto, a una moral que mira a la sociedad “desde arriba”, una moral puramente punitiva; el delito se condena y se castiga con rudeza y punto. “Castigo Divino” como se denomina una novela de Sergio Ramírez, es lo que debe predominar en la sociedad con el afán de preservarla libre, impenetrable e imperturbable del magma del pensamiento cuestionador y crítico que, la puede socavar desde abajo.

He recordado hoy las lecturas de Dickens, que trajo a colación en estos días, el mismo escritor Sergio Ramírez. En sus amenas y soberbias lecturas, Dickens se adentra con agudeza en la sociedad victoriana del siglo XIX que, en muchos sentidos conservan su vigencia hasta el día de hoy. Será por eso tal vez, que le llaman a Charles Dickens “el cronista de la miseria victoriana” del siglo XIX. En la actualidad, con el término «moral victoriana» se hace alusión a todos aquellos valores que abarcan una fuerte represión sexual, una baja tolerancia ante el delito y un estricto código de conducta social. Esta realidad se pone de manifiesto, entre otras, en algunas de las mejores obras de Dickens como son: “Oliver Twist” (1837-1839), “David Copperfield” (1849-1850), o “Historia de Dos ciudades” (1859).

En “Historia de dos Ciudades”, nos habló de Francia y de Inglaterra, comparándolas entre sí. En un inicio nos narra bellamente el siguiente pasaje que, muy a pesar de su esplendor, también quedaría censurado: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”. De Francia, el autor la describe como una sociedad regida: “Bajo la dirección de sus pastores cristianos, se entretenía, además, con distracciones tan humanitarias como sentenciar a un joven a que se le cortaran las manos, se le arrancara la lengua con tenazas y lo quemaran vivo, por el horrendo delito de no haberse arrodillado en el fango un día lluvioso, para rendir el debido acatamiento a una procesión de frailes que pasó ante su vista, aunque a la distancia de cincuenta o sesenta metros…” En tanto que, su vecina Inglaterra fue descrita como aquella otra que: “Apenas si había […] un átomo de orden y de protección que justificara la jactancia nacional. La misma capital era, por las noches, teatro de robos a mano armada y de osados crímenes. Públicamente se avisaba a las familias que no salieran de la ciudad sin llevar antes sus mobiliarios a los guardamuebles, únicos sitios donde estaban seguros […] En las cárceles de Londres se libraban fieras batallas entre los presos y sus carceleros y la majestad de la ley los arcabuceaba convenientemente.” (Cfr. Dickens, Charles. “Historia de dos ciudades”. Editorial Chapman and Hall, Londres, 1859).

En la sociedad actual costarricense, como ha dicho acertadamente el ex viceministro de justicia del gobierno Solís Rivera (2014-2015) y profesor en la UNA, Marco Feoli, “muchos de los encarcelados cometieron delitos asociados a pobreza y exclusión.” (Cfr. Feoli, Marco. “El papel de las cárceles en la seguridad ciudadana”. Artículo periodístico en La Nación, “Página Quince”. 01.04.23.) Exactamente igual que lo explica Charles Dickens de la sociedad victoriana, donde muchos delitos resultaron incubados en la miseria y como lo narra Sergio Ramírez también; con la única ventaja en nuestro caso que, fue prohibida por decreto la pena de muerte desde finales del siglo XIX por el propio presidente de la República, Tomás Guardia Gutiérrez. Luego se abolió para todos los delitos, no solo ya para el homicidio premeditado y seguro, sino, por otro lado, para el alevoso y demás.

Fue bajo el mandato y por iniciativa de la muy valiente ministra de Justicia y Paz, del mismo gobierno Solís Rivera, que la Lic. Cecilia Sánchez Romero, inició un proceso de reforma sin precedentes en el sistema penitenciario de nuestro país, conducente a modernizarlo, poniendo el énfasis en la educación para la prevención del delito y el tratamiento del delincuente, todo ello encaminado a enfrentar el horrible e inhumano hacinamiento en las cárceles, donde los presidiarios, del orden que fuera, terminan por corromperse; más aún, debido a otros tratos vejatorios y humillantes, amén de violatorios de los derechos humanos. Todo lo cual lo inició la exministra Sánchez, bajo el asedio y el fuego cerrado de esa “moral” hipócrita y aberrante, al son de muchos medios de información, todos clamando al unísono por linchamiento público contra la ministra y sus acompañantes…Y todos también, cerrando filas en contra de la licenciosa aspiración de desatorar las cárceles, porque supuestamente, la libertad de un solo preso, por más que tuviera años de un comportamiento ejemplar en el penal y aunque, en muchas ocasiones, su delito hubiese sido considerado con una serie de atenuantes por los jueces que dictaron sentencia, pondría en peligro la vida y tranquilidad de toda la sociedad. El juicio de muchas personas aferradas a esa moral farisea, falsa o de tartufo que prefiere decir encogiéndose de hombros: ¡No, que se pudra en la cárcel!

La creencia más generalizada es que, quien está en la cárcel, está bien guardado allí; y se hace caso omiso, al hecho de que, una buena parte de los que delinquen, ya por homicidio culposo, ya por robo no agravado, u otros por delitos menores, se forjaron en una sociedad que les negó oportunidades de empleo, de salud y de buena educación y, de feria, se les recetó un encierro que ha estado muy lejos de ser un correccional, ni mucho menos un lugar en el que pudiera rehabilitarse y rehacer su vida. Pero no, oídos sordos para todas estas personas. Una buena parte de la sociedad no las considera como tales; por más que ese sector social acomodado, nunca hayan visitado un penal, tampoco una barriada pobre en la que cunde la desesperanza. La sociedad es la que nos corrompe como decía Rousseau. Pero, por eso puso el acento en la educación de calidad para todas las personas por igual, indistintamente de su condición social. (Léase al efecto “El Emilio” o “De la Educación”, obra escrita en 1762.) O sea, prevención, política social preventiva y educativa, en lugar de cincha, garrote y encierro. Es posible que los resultados no los obtengamos inmediatamente, pero son más seguros cuando se logra disminuir la pobreza y la desigualdad social. Y, claro que mientras vienen esos resultados debe haber seguridad ciudadana, pero una seguridad donde el acento este puesto en la prevención del delito antes de tener que acudir a las políticas represivas.

Entre las realizaciones más importantes, impulsadas por la entonces ministra Sánchez, que son muy poco conocidas en el país, están: haber cerrado las llamadas “tumbas”, un ámbito de máxima seguridad totalmente violatorio de los derechos humanos; haber reducido los niveles de hacinamiento y haber logrado humanizar la ejecución de la pena. La metodología llevada adelante por Cecilia Sánchez y su equipo de trabajo para impulsar la reforma, estribó en un proceso bastante original extraído de la identidad cultural de los costarricenses; como dijo la propia ministra, consistió en: “la promoción de una serie de actividades que permitieron mover a nuestra población hacia el arte, la cultura, el deporte, el acercamiento familiar.” Así fue expresado por ella misma en una entrevista concedida a “El Mundo CR”, previa a su salida del puesto de ministra de Justicia, para pasar a ser directora del “Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD), en el 2017; la primera mujer latinoamericana en alcanzar tan honroso puesto de trabajo, desde donde pudo continuar desarrollando esa misma línea de acción, pero con un alcance mayor, ya que, en el ILANUD, le correspondió hacerse cargo de la problemática carcelaria en toda la región de América Latina.

En las cárceles costarricenses, la modificación del espacio físico era importante, y se modificó en gran medida, pero, hay algo a lo que la ex ministra Cecilia Sánchez le concedió mayor relevancia todavía como fue cambiar el modelo de atención de los privados de libertad. El nuevo modelo que se implementó tenía como eje de atención de la población en las cárceles, inducirlos al estudio y al trabajo, muchos lograron obtener títulos de las universidades y de otras instituciones de educación. La idea consistió en que previo estudio esa población pudiese, una vez capacitada, movilizarse libremente y dedicarse a aquello para lo que se había capacitado, a fin de terminar con la ociosidad en la institución penal, donde el ser humano se degradaba y corrompía, víctima de la ociosidad y rehén por ende de la indolencia, la falta de respeto por sí mismo y por los demás, en cuyas condiciones las personas privadas de libertad carecían de oportunidades para reformarse de los vicios adquiridos las más de las veces, en las mismas condiciones de precariedad en las que habían nacido y crecido. En aquellas condiciones, que hoy están presentes de nuevo, porque se abandonaron muchas de las iniciativas incoadas u originadas por la exministra Sánchez, se reproducían, como se siguen dando hoy vicios, violencia y otros males propios de semejantes condiciones carcelarias. Para que la reforma pudiese continuar teniendo éxito, era y es menester que el propio presidente de la República se involucrara, como ocurrió con el presidente Luis Guillermo Solís, quien le brindó entonces con valentía el respaldo que era necesario.

Se trató de una “Reforma” (escrita así con mayúscula), que valió la pena; ahí han quedado estampadas en la mente y en el corazón de la población que se había visto afectada por las inhumanas condiciones de hacinamiento y malos tratos de nuestro sistema penitenciario, las nuevas oportunidades y el nuevo tratamiento concedidos a todos ellos por los trabajadores que los atendían con una nueva mentalidad, así como debido a las políticas públicas que, bajo la conducción de la ministra Sánchez se aprobaron. Conviene dejar claro, que algunas de las más importantes medidas implementadas, se ejecutaron sin engrosar el personal, simplemente induciendo una reubicación de la población trabajadora; tal fue el caso de la oficina de Inserción Social.

Antes de asumir la dirección del ILANUD, el 1 de enero del 2018, Cecilia Sánchez recibió una honrosa felicitación y el reconocimiento por el presidente de la República y también nada menos que por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la cual calificó los resultados de su labor como ejemplares para la región.

Deseo ahora, remarcar y traer a colación un recuento de su obra, además de lo ya expresado, por la eficiencia y eficacia de los logros alcanzados; parafraseo un informe de rendición de cuentas del propio Ministerio de Justicia y Paz, en un comunicado emitido el 12 de diciembre del 2017:

1.Se logró reducir la sobrepoblación carcelaria a niveles admisibles por los estándares internacionales.

2.Después de que no se construyeran centros carcelarios en el país durante 20 años, la gestión de la ministra Sánchez dejó construidas tres Unidades de Atención Integral en San Rafael de Alajuela, Pérez Zeledón y Pococí de Limón. Los centros tienen capacidad para albergar en total 1.600 internos, con condiciones dignas y posibilidades de estudiar y trabajar para garantizar la reinserción social.

3.También se remodelaron espacios en centros penitenciarios, se mejoraron las condiciones de trabajo de la Policía Penitenciaria y, mediante el Viceministerio de Paz, quedó construida y estructurada la red de los Centros Cívicos por la Paz.

4.El trabajo de la exministra Sánchez también permitió dejar avanzado el nuevo modelo de atención penitenciaria, clausurar las celdas de castigo en el Centro de Adaptación Social La Reforma (conocidas como Las Tumbas), a las cuales hicimos referencia.

5. Se impulsaron proyectos para apoyar a las mujeres y a la población joven, y firmar acuerdos con universidades, municipalidades, organizaciones no gubernamentales y clubes deportivos, así como la implementación del sistema de vigilancia electrónica. En mi condición de exrector de la UNA, tuve el honor y la oportunidad de firmar uno de estos acuerdos con Cecilia Sánchez en calidad de ministra de Justicia y Paz, lo que dio lugar a un meritorio trabajo de jóvenes estudiantes de distintas escuelas de la UNA, entre ellas la de Administración, la de Relaciones Internacionales, la División de Educación Básica del CIDE, y estudiantes del Centro de Estudios Generales, entre otras.

Hoy se vuelve a la política de la improvisación por parte del gobierno, el cual nos receta desdichadamente lo que una vez la misma diputada oficialista Pilar Cisneros, refiriéndose a otro plan, denominó “más de lo mismo”. Leo con honda preocupación el comunicado del pasado 19 de abril de esta administración en el que nos habla de seis reformas de ley, que son un verdadero culto a la improvisación y a la ocurrencia. Como si no supiéramos para empezar cuánto debe durar un buen proyecto en la Asamblea Legislativa para cocinarse, madurar hasta que esté preparado para servir de guía en la solución de los problemas sociales. Con el respeto debido, el presidente Chaves, a sabiendas que en verdad urge una buena política de atención a la inseguridad ciudadana, hoy más que nunca provocada y dirigida por el narcotráfico, el cual, se ha instalado en nuestra sociedad amasando un enorme poder para corromper y usar jóvenes, en lugar de ello, se propone a la sociedad que aceptemos seis proyectos de ley, y algunas peregrinas ideas para atender lo inmediato, sin tocar fondo. En el comunicado nos dice a semejanza del matonismo desplegado por el gobernante salvadoreño: “Queremos una mejor Costa Rica para las próximas generaciones, y solo luchando contra la criminalidad es que lo vamos a lograr. Yo quiero que la gente pueda andar tranquila en la calle, etc…” ¿Y las políticas de fondo para impartir educación, en donde estamos más atascados que nunca? ¿Y la política social preventiva y con planes bien concebidos? Para alcanzar una mejor Costa Rica, ah no “…solo luchando contra la criminalidad es que lo vamos a lograr.” Válgame, Dios. Como muy bien me lo resumió una amiga: “más de lo mismo, más represión, juzgar menores como adultos, más policías, pero menos beneficios penitenciarios y peor aún, cero inversiones en política social y prevención.” “¡Aviados estamos!”, o sea, en buen romance ¿en qué lío nos hemos metido?

José León Sánchez: un gran ser humano

Nunca estarás más lejos de mí de lo que está mi corazón.
José León Sánchez.

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo.

En un reciente homenaje póstumo al escritor José León Sánchez, que se le ofreció en la Universidad de Costa Rica, su esposa, Ahiza Vega, expresó con sentimientos nostálgicos que a José León el país sí lo había reconocido como escritor, particularmente al haberle otorgado Premios Nacionales por su obra literaria en cinco ocasiones, así como el máximo galardón cultural, el Premio Magón. Sin embargo, no alcanzó a ponderar y reconocer sus cualidades humanas. Una persona que, a pesar de haber recibido una dura, prolongada e injusta pena carcelaria, no guardó odio alguno para quienes lo juzgaron, maltrataron y estigmatizaron, provocándole, más allá del flagelo físico, un sufrimiento todavía más profundo, el que toca las fibras del alma humana y busca envilecer su espíritu. Aunque acostumbraba a decir: “mi oficio es amar a México”, también supo amar entrañablemente a su pueblo natal de Río Cuarto y con él a toda Costa Rica.  

Para el cantautor y poeta Julio Vindas, José León Sánchez, el poeta que escribía novelas, se vestía de ternura y tolerancia para no permitir que el odio y la venganza lo habitaran: “Alimenta con su pluma las ubres de la vida, camina intransigente, intransmutable, intransferible, inclaudicable, ¡trashumante!, con un fardo de tolerancia a cuestas, donde guarda el infinito dolor y la invaluable alegría de ser –sencillamente–, ¡él mismo! […] cuando le da la gana, se convierte en raíces podridas de silencio, se transforma en jaguar en celo, almizcle de colibrí, amamanta estrellas, enamora galaxias, y pregona su Amor por una Ahiza, tan infinita como bella, algo así como la presencia de todas las ausencias. José León no solo solloza nostalgia, ¡solloza ternura! […]”.

Tuve la feliz oportunidad de acompañar a José León y Ahiza en dos ocasiones a mi tierra natal, San Carlos, donde se le ofrecieron homenajes por parte de instituciones universitarias, tanto públicas como privadas. Personas como el doctor Álvaro Hidalgo, exdirector del Hospital San Carlos, y los profesores Rocío Murillo y Olivier Hernández de la Universidad Técnica Nacional (UTN), así como el profesor Gustavo Salas de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), fueron claves en los homenajes que se le brindaron en vida a José León. Asimismo, los escritores sancarleños Adriano Corrales y Francisco Rodríguez, quienes siempre supieron destacar, reconocer y difundir los méritos de su obra literaria. La academia y el pueblo sancarleño abundaron en gestos de aprecio y reconocimiento al escritor costarricense más laureado y traducido internacionalmente, como persona de cualidades humanas, afectivas e intelectuales excepcionales.

En ambas oportunidades, fui testigo de esas cualidades:  cercano, accesible y de una sensibilidad admirable para acoger con cariño a todas las personas. Esa era su manera más natural de actuar, y por consiguiente espiritual. Manuel Delgado destaca esa dimensión profundamente humana y afectiva: “M´ hijito nos decía a todos. Parecía mentira que un hombre que llevaba tras de sí tanto dolor y tanta injusticia pudiera guardar (y expresar) tanta dulzura, tanta humildad y, sobre todo, tanto amor por la vida. A mí siempre me intrigó por qué Chepeleón me mostraba tanto aprecio. Luego llegué a la convicción de que era la forma normal de ser y convivir, siempre y con todo ser humano”.  

No solo estamos ante un escritor que se forjó en el crisol del sufrimiento, sino frente a un ser humano que supo dignificarse con múltiples gestos de gratuidad y su incansable lucha por la defensa y promoción de los derechos humanos y la restitución de la rica herencia cultural de los pueblos originarios. En los últimos años, asumió con mística la defensa y dignificación de la mujer presidiaria, y junto a su esposa la recuperación de los aportes de los pueblos ancestrales de “La Gran Nicoya”, así como la traducción del “Quipu de Talamanca”.

¿Cómo explicar que ese gran escritor y ser humano no alcanzase a ser valorado, en su país de origen, como se lo merecía? Al respecto, cabe retomar lo que la insigne escritora Yolanda Oreamuno identificó como un rasgo cultural propio del costarricense: la actitud y el comportamiento de “bajar el piso” (“serruchapisos”), siempre procurando la medianía; esa predisposición para evitar que alguien trascienda la línea media, con lo bueno que podría tener para no endiosar o idolatrar, pero también con lo malo al no reconocer los méritos a quienes se destacan. En este último aspecto, la mezquindad y hasta la envidia nos delata en nuestra pobreza humana y espiritual. Para el filósofo y escritor Martín Buber “se puede calificar de humana a una sociedad en la medida en que sus miembros se confirman recíprocamente. La base de la convivencia humana es doble y sin embargo una sola: el deseo de todos los hombres de que los otros los confirmen como lo que son e incluso como lo que pueden llegar a ser y la capacidad innata de los hombres para confirmar de ese modo a sus semejantes. El hecho de que esta capacidad esté yerma en tan gran proporción constituye la verdadera debilidad y lo cuestionable de la raza humana. La verdadera humanidad solo se da allí donde esa capacidad se desarrolla”.  

Quizá, para poder aquilatar las cualidades humanas y afectivas del escritor José León Sánchez, ahora que no podremos contar con sus calurosos gestos afirmativos de cariño y reconocimiento –y también de irreverencia sagrada–, haya que volver a sus obras, con otra mirada, especialmente atendiendo al perfil de sus personajes protagonistas: los niños, las mujeres, los campesinos, los presos, los pueblos originarios… Asimismo, atender a su apasionada búsqueda por reivindicar la dignidad de esos sectores discriminados y olvidados, para construir un mundo más inclusivo, solidario y amoroso.

Gracias, José León, por darnos una lección de humanidad y afectividad en estos tiempos donde azota el frío de la indiferencia y la violencia, que nos tienen al borde del precipicio como humanidad planetaria.

 

Imagen ilustrativa.

Hasta siempre, Chepeleón

José León Sánchez.

Manuel Delgado

“M’hijito”, nos decía a todos. Parecía mentira que un hombre que llevaba tras de sí tanto dolor y tanta injusticia pudiera guardar (y expresar) tanta dulzura, tanta humildad y, sobre todo, tanto amor por la vida. A mí siempre me intrigó por qué Chepeleón me mostraba tanto aprecio. Luego llegué a la convicción de que era su forma normal de ser y de vivir, siempre y con todo el mundo.

Chepeleón es un símbolo, primero, de nosotros mismos, del fanatismo y falta de tolerancia que nos caracteriza, de nuestra poca solidaridad hacia el caído, hacia el más vulnerable. Fue sentenciado en un juicio dudosísimo siendo casi un niño, solo porque era pobre, huérfano, analfabeto, indígena. Cuando salió de la cárcel en 1980 tuvo que huir, porque aquí se moría de hambre. Esa inquina lo persiguió siempre. Una vez en México le ofrecieron trabajo, pero le demandaban un aval de una institución de enseñanza costarricense. Nadie acudió en su ayuda. Fue entonces que Alfonso Reyes, el gran intelectual mexicano, le tendió la mano y logró que el trabajo se le diera así no más, como se le da a un expatriado o a un huérfano.

Allí en México alcanzó la cúspide de su victoria. Ya era grande, pero allí empezó a peinar sus greñas con las nubes, como hacen los gigantes. Él se decía “un mexicano nacido en el país más bello del mundo”. En esa nación solidaria y acogedora produjo lo mejor de su obra. Allí publicó en 1986 “Tenochtitlan” (perdonen las comillas), en mi opinión una de las mejores novelas costarricenses, digna de compartir mesa con los grandes latinoamericanos.

Esa obra se convirtió un icono en México. Dice una anécdota que una vez Chepeleón andaba paseando por la Ciudad de México y oyó a una joven guía turística explicando a un grupo de visitantes cómo había sido la toma de la ciudad por parte de Hernán Cortés. El escritor se le acercó y le dijo:

— M’hijita, permítame decirle que eso no fue así.

Ella respondió:

— No, señor, así fue como lo digo. Yo lo leí en el libro de José León Sánchez.

Allí en México publicó otras obras célebres, como “Campanas para llamar al viento”, ambientada en Baja California, y “Mujer, aún la noche es joven”, acerca de la vida de Agustín Lara. Esta último, por cierto, se publicó llena de faltas de tipografía, tantas que la editorial recogió toda la edición y tuvo de hacerla de nuevo. Le pregunté qué había pasado a su correctora, una profesional maravillosa en todo sentido, y ella me dijo que lo que había pasado es que José León había mandado el casete equivocado. ¡Vaya error!

Lo visité varias veces en su casa de San Rafael de Heredia. Tenía allí, en el fondo de la finca un cuartito, su biblioteca y estudio, al que su hijo llamaba la Egoteca, y donde guardaba sus trofeos, entre ellos una botella de un tequila que llevaba su nombre. Lo más curioso es que en la pared del fondo él tenía sus libros fijados a la pared con un gran clavo cada uno. ¡Genio y figura…!

Tengo varios autógrafos de él que guardo como el tesoro que son. Uno de ellos se emocionó siempre mucho. Dice: “A Manuel, el amigo de mis tiempos malos”. Cuánto hubiera deseado haberle dado más. Él y yo sabemos que hice lo que pude, sobre todo que lo llevaré siempre en mi corazón.

Hasta siempre, Chepeleón. No olvides que te amamos.

La partida de José León

José León Sánchez.

Freddy Pacheco León

Premio de Cultura Magón 2017, honrado con la Presea Nelson Mandela de la CNDH en julio de 2018, un mes después recibió el Premio Interamericano al Mérito Jurídico, otorgado por la Barra Interamericana de Abogados. Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría en 1967, Mención de Honor de los Juegos Florales Costarricenses-Centroamericanos, en 1969, con la novela «La Colina del Buey».

Se destacó en tierra mexicana con su gran novela histórica «Tenochtitlan, la última batalla de los aztecas», que le hizo ganador de cuatro premios literarios y un doctorado honoris causa, además de haber sido traducida a diversos idiomas.

Su narración sobre el presidio en isla San Lucas, donde injustamente fue confinado cuando adolescente, «La isla de los hombres solos», que atrapa a sus lectores desde su primera página, también fue base para un guión cinematográfico y teatral.

Quien fuere un indígena huetar, condenado a cadena perpetua con tan solo 20 años, después de haber sido torturado, por un crimen que no cometió, se levantó del lodazal al que fue lanzado, para convertirse en uno de los mejores y más prolíficos escritores costarricenses, con novelas, ensayos e investigaciones científicas, algunas traducidas al inglés, italiano, ruso, alemán, holandés, francés y mandarín.

Para mitigar su pena (llevada sin rencor alguno), en 1988 la Sala Constitucional hace una observación sobre el caso José León Sánchez y ese mismo año, la Sala III de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, declara a José León Sánchez, «inocente del crimen de la Basílica». Asimismo, la Iglesia católica, por primera vez en la historia de Costa Rica, pide perdón por haberle declarado autor de un sacrilegio cometido en la Basílica de Los Ángeles en el año de 1950.

Nos honró con su amistad, tanto, que en los muchos intercambios que tuvimos por email una vez nos llamó inmerecidamente «maestro» por lo que había aprendido sobre el valor del agua, como que un litro de agua en el supermercado vale más que un litro de leche o de gasolina. También se interesó mucho por el error que se mantiene en la delimitación con Nicaragua al sur del lago de Nicaragua, en que se incumple el mandato del Tratado Cañas Jerez (tenía que ver con su lugar de nacimiento…).

Hoy lamentamos su muerte a los 92 años. Q.d.D.g.

José León Sánchez Alvarado y su aporte a la grandeza del ser humano

José Luis Pacheco Murillo

Ayer falleció a los 93 años el señor José León Sánchez Alvarado. Esa muerte podría pasar inadvertida como la de cualquier otra persona, sin embargo, este hombre reflejó varias cosas que de alguna manera reflejaron también a nuestra sociedad.

La primera de ellas fue la injusticia del sistema judicial. Fue condenado por un crimen que no cometió y a raíz de de esa circunstancia su vida se transformó completamente. Un trato inhumano, una vida que no merecía a sus veinte años de edad.

Pese a ello, pese a la degradación física y moral, su mente y su espíritu combativo lo llevó en dos oportunidades a buscar la libertad. Pretensiones que fueron cortadas por la acción policial. Pero su mente y su espíritu seguían deseosos de libertad y la encontró en escribir y esa escritura fue la que poco a poco abrió sus alas a esa libertad añorada. Aprendió a leer y escribir en la cárcel y en la cárcel inició su fructífera carrera de escritor.

Ganó un concurso literario en 1963 y eso llamó la atención del sistema y de la injusticia cometida. En 1967 salió de la cárcel, ya con su libro “La isla de los hombres solos” que fue el que le abrió las puertas a un mundo de reconocimientos y de justicia tardía. La Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia lo absolvió del crimen que se le achacó e incluso la Iglesia Católica le pidió perdón por la injusticia cometida.

Su vida, desde su nacimiento fue una prueba constante de sobrevivencia. Fue a muy corta edad a un reformatorio y de ahí escapó a una vida de peligro constante y a sus 20 años detenido y acusado de un crimen por el que se le apodó “el monstruo de la basílica”. Condenado a cadena perpetua, gracias a su esfuerzo personal poco a poco fue logrando ubicarse en un camino de regreso.

Recibió el reconocimiento premio Nelson Mandela y además se le designó como miembro de la comisión de Derechos humanos en México y luchó incansablemente por los derechos de los prisioneros.

Su obra literaria de más de 30 libros, ha dado la vuelta al mundo e incluso su libro “La Isla de los Hombres Solos” se llevó al cine.

Amó profundamente la libertad y dejó plasmado ese amor a través del personaje de su obra, Jacinto, que dijo: “por la libertad yo diera una mano y un ojo, y quizá las dos manos, y quizá los dos ojos”.

Descanse en paz, José León Sánchez y gracias por tu aporte literario, pero especialmente, por tu aporte a la grandeza del ser humano.

Dante Alighieri – El gran amante y su «Divina comedia»

Raffaele Giannetti; Primer encuentro de Dante y Beatriz, 1877, (detalle), Newport Museum and Art Gallery (detalle).

El gran amante y su «Divina comedia»

Juan Jaramillo Antillón

Nació en Florencia, al parecer (no se conoce fecha exacta) en mayo de 1265 y falleció en Ravena, en 1321. Su nombre original era Durante di Alighieri, pero desde niño lo calificaron con el diminutivo de Dante (el constante). Escritor, político y poeta. Casado con Gemma Donati cuando tenía 20 años, su matrimonio duro 36 años y tuvo 4 hijos. Su muerte se debió al paludismo.

Es considerado el primer poeta italiano y su obra la Divina comedia una obra maestra de la literatura universal. Con anterioridad había publicado otras obras, entre ellas, El tratado de la monarquía, en donde se mostraba un activo defensor de la unidad italiana y exponía sus ideas políticas. Por esos tiempos, Italia estaba fragmentada en pequeños estados, cada uno incluso con un dialecto. En su tratado pedía la unión de todos los estados en uno solo con Roma como capital y la separación de la Iglesia y el Estado. El criticaba la corrupción del clero en esa época, e incluso la corrupción de más de un papa. Quienes lean la Divina comedia van a notar las críticas contra diversos papas. Dos siglos después, Maquiavelo basó su política en tratar de crear un gran Estado italiano, uniendo a todos los pequeños estados que se pasaban peleando uno con otro, como en los tiempos de Dante.

Él estuvo involucrado en guerras en el conflicto de los güelfos, apoyados por Florencia, Milán, Boloña, etc. y los gibelinos apoyados por Piza, Siena, Módena, etc. Esos nombres tratan de la italianización de los apellidos de dos familias alemanas que se disputaban el poder del Sacro Imperio Germano, la familia Welf (güelfos) que apoyaban al papa en sus luchas contra otros estados italianos, y los Weiblingen (gibelinos) que se oponían al papa y a su dominio de Italia. Esta lucha entre las dos familias germanas, fueron trasladadas a luchas entre las ciudades Estado italianas. Conviene acordarse de que siglos después William Shakespeare, escribió Romeo y Julieta, un drama de amor y odio entre dos familias italianas que se odiaban y hacían la guerra, los capuletos y los montescos.

Habiendo luchado del lado de los florentinos en la batalla de Campaldino en 1289 durante la guerra entre Florencia y Arezzo, salió triunfador con los caballeros florentinos güelfos que apoyaban a la Iglesia y al papa, contra los gibelinos de Arezzo que se oponían al poder del pontífice. Luego los güelfos se dividieron y a él le toco el grupo perdedor y fue exilado.

Aparte de la actividad literaria y política, estudió y se inscribió en el gremio de doctores y farmacéuticos, pero no ejerció. En el año 1300 fue elegido como uno de los seis magistrados más altos de la ciudad de Florencia. Tiempo después, al cambiar la política, fue desterrado de Florencia y nunca volvió, ya que lo perdonaban si el públicamente se declaraba culpable de haber luchado contra la ciudad, lo que nunca aceptó.

Desde la adolescencia se aficionó a la poesía, al parecer eso sucedió debido a que habiendo visto en una calle de la ciudad de Florencia donde ambos residían a la edad de 10 años a una jovencita de su misma edad llamada Beatriz Portinari, se enamoró de ella, y a partir de ese momento (no habían hecho amistad) quiso con sus composiciones poéticas expresarle todo su amor a tan amable y bella mujer, que parecía un ángel divino.

Aunque ocasionalmente la veía, cuando ella cumplió los 18 años ya estaba casada con un abogado. Sin embargo, el tímido sentimiento de niño se transformó en un amor que dominaría toda su vida, pero de tipo espiritual. Dante se casó también a la edad de 20 años. Beatriz murió cuando tenía 25 años. Dante relata que al enterarse lloró hasta agotarse y su único consuelo fue cantarle su amor en la obra poética Comedia, cuyo comienzo es sombrío y su desenlace feliz. Ese amor platónico por Beatriz fue la razón de su poesía e incluso parece de su vida, aunque como indicamos estaba casado. Se relatan varios amoríos con mujeres antes de casarse.

La obra inicialmente calificada como Comedia, es un poema dividido en tres partes, cada parte contiene treinta y tres cantos, donde él dice escribió sobre un amor puro; fue llamada posteriormente debido a su belleza y grandeza la Divina comedia. Las tres partes son: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Sus personajes principales eran el mismo Dante, que personificó al hombre. Beatriz, que personifica la fe, y al poeta Virgilio que personifica la razón.

La búsqueda de Beatriz le dio valor para realizar un fantástico descenso a los abismos infernales. Los diez primeros cantos se refieren a visiones del infierno y los diez siguientes al purgatorio. A través de estos dos primeros, Virgilio, el antiguo poeta latino se ofreció a servirle de guía, a ruego de Beatriz que le confiaba así a su amado. Y los últimos diez, al paraíso, lugar de los bienaventurados y donde moraba su amada Beatriz.

Las principales partes de los versos que la componen se inician cuando al principio se extravía en el camino y se encuentra perdido en una selva oscura, Dante no sabe cómo salió de ella, subió luego a una colina y se encontró con un leopardo que le cerraba el camino, así como un león y una loba de los que huyó. Se dice que el bosque es la representación de sus propios pecados, y los animales representan a la lujuria, el orgullo y la avaricia. Fue salvado de los animales feroces por Virgilio, quien le dijo, por tu bien, sígueme, seré tu guía y te sacaré de este terrible lugar, aunque te conduciré a través del reino eterno donde presenciarás el sufrimiento y suplicio de los culpables, que claman a grandes voces por una segunda muerte. Incluso hay quienes, en medio de las llamas, esperan poder gozar algún día del perdón y de la visión beatífica.

Luego le dijo Virgilio, subiremos al lugar de los espíritus bienaventurados y un alma más digna que yo te protegerá en ese glorioso viaje. Cuando me despida te dejaré junto a ella. Entonces, Dante recuperó el valor y siguió dócilmente al poeta por los penosos caminos de los eternos condenados penetrando hasta el infierno, un enorme cráter en forma de embudo situado debajo de Jerusalén. Pudo apreciar que estaba lleno de condenados y los peores criminales y, en lo más hondo de este abismo, se encontraba el propio Satanás. Sobre las puertas del infierno se lee: «Los que aquí entréis, abandonad toda esperanza».

Dante franqueó el umbral del infierno, ahí vagan los seres inútiles, incapaces de asumir responsabilidad alguna, ni para sí mismos, ni para los demás.

Después, en la barca del temible Caronte, atravesó con Virgilio el primer círculo donde están los niños sin bautismo, los sabios y filósofos de la antigüedad: Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles, Avicena y muchos otros, no condenados a penas eternas; no sufren, pero ahí están situados debido a que no pudieron recibir el bautismo en vida.

En el segundo círculo están los pecadores carnales, los torturadores, los mentirosos, los herejes, blasfemos y glotones, sumergidos en un charco hediondo. En una caverna muy profunda están los traidores más grandes: Judas Iscariote, Bruto y Casio.

Abandonaron esa oscuridad y llegaron al monte de la purificación, el purgatorio, donde los seres humanos soportan castigo, pero serán perdonados.

De ahí pasamos al paraíso terrestre de Adán y Eva, donde está Beatriz transfigurada pero situada al otro lado de un río que debía aún cruzar.

Como se apreció, el poema detalla un viaje a través de los infiernos para obtener Dante su arrepentimiento y purificarse de sus propios pecados.

La Divina comedia es, a la vez, el drama que se desarrolla en el alma de él y es también el drama de la humanidad vista por un católico. Solamente cuando se arrepintió de sus pecados logró que lo transportaran al otro lado del río para reunirse con Beatriz, y de su mano voló al lugar de los bienaventurados y pudo contemplar al mismo Dios, quien le concedió el poder trasmitir a la posteridad un destello de su gloria.

Notas

Alighieri, D. (1990). Obras completas. Madrid, España: Ediciones Cátedra.
Gonzáles, I. (1986). Antología de la literatura italiana. Barcelona, España: Ed. Ariel.
Petronio, G. (1990). Historia de la literatura italiana. Madrid, España: Editorial Cátedra.
Winthrop, W. (2006). Dante Alighieri. Nueva York, EE. UU.: Cornell University Press.
Wikipedia enciclopedia. (2009). Dante Alighieri.

Compartido con SURCOS por el autor.

Últimos días de los 17 años

Testamentum Ab Eo Tempore

Macv Chávez

Al volver a casa mi mamá fue la más feliz, y como siempre me recibió con los brazos abiertos, contenta por tenerme de nuevo en casa. Aunque, un tiempo después empezó a preocuparse pensando que me habían echado del seminario por algunas visitas que me hizo, debido a su gran preocupación de madre y también a la situación económica del hogar, logrando recibir las generosas propinas que algunas veces me daban unas personas generosas, esas que no solía gastar en nada porque lo tenía todo. Pues, por gracia divina el pago de mi pensión finalmente lo realizaban unas monjas de la cuadra 15 de la avenida Brasil, quienes generosamente ofrecieron hacerlo a raíz de la primera misa que celebró el Padre Carlos Rossell en dicho lugar, un tipo bastante admirable por su capacidad intelectual y sencillez, en aquel tiempo, ahora no lo sé, y todo gracias a una práctica -consciente o inconsciente- que existía en aquel entonces: “la amistad se termina al salir del seminario”; y todo por una fabulosa, “bendita” o sutil prohibición que existía, esa que más de una vez el director espiritual me lo hizo saber, ”para que nadie se viera envuelto en ningún problema de la vida mundana”. Algo que me parecía una estupidez y se lo dije, porque quien quiere ser algo, lo es; y quien no, no, y simplemente fingirá, como muchos lo han hecho por varios años, tanto que algunos se merecen un Óscar por tan maravillosa actuación.

Durante una temporada intenté conservar amistad con algunos, tanto que algunas veces iba a la Catedral de Lima a misa, encontrándome con algún “amigo del seminario”, tanto con los que estaban dentro como fuera. De ese modo, un día fui a visitar a Jean Pierre a la iglesia de las Nazarenas, logrando visitarle por varios días, incluso en el mes morado, porque todavía andaba de ocio y había desarrollado una costumbre religiosa fuerte, por la experiencia del seminario, algo que me llevó a seguir cultivando mi espiritualidad religiosa mientras iba buscando trabajo a través de algunos “amigos”, esos que poco a poco se fueron manifestando como lo que eran en sí, al saber que ya no estaba en el seminario. Cosa que me sirvió para empezar a ver la otra cara de la moneda, recordando un tanto a las clases sociales: si no eres de los suyos, marginado te tienen.

Bueno, entre algunas de esas visitas Jean Pierre, él llega a presentarme a dos sacerdotes, a uno lo conocí el día de mi cumpleaños uno o dos años antes de ingresar al seminario, porque ese día pasé acolitando toooooooodo el santo día -expresaría mi madre un tanto fastidiada, porque siempre ese día lo compartía con mi familia-. Aunque este sacerdote no recordaba mucho de mí, cosa que suele pasar cuando conoces a un sinfín de personas en la vida diaria. Pero, yo tenía la seguridad de que él era uno de los diáconos que fue a la iglesia Santa Ana, con Monseñor Carlos García, el ahora ya Padre Mario. Al otro sacerdote recién lo conocí ahí, tanto que a estas alturas no recuerdo su nombre. Creo que mi torpe mente menciona Fernando, como su nombre, pero no estoy seguro de ello, porque en sí no pasamos nunca a una amistad real, debido a que su invitación a su parroquia no solo fue para ayudarle con la catequesis, sino que tenía la firme intención de replantearme la vocación sacerdotal para terminar ingresando a la diócesis del Callao, cosa que no me gustó en lo más mínimo, porque evidentemente yo había salido del seminario y estaba en una búsqueda superior para dar lo mejor de mi ser en mi quehacer, y por eso acepté gustosamente ayudarle en la catequesis de su parroquia, porque tenía el conocimiento que había adquirido en el seminario gracias a la generosidad de muchas personas, razón por la cual debía ofrecerlo del mismo modo, aunque no voy a negar que los pasajes corrían por cuenta de la iglesia, debido a que mis bolsillos no me permitían semejante privilegio.

Una vez que conocí a estos dos sacerdotes, empecé a acolitar en la iglesia del Señor de Los Milagros, primero con el cura del Callao y luego con el Padre Mario, así con mayúscula por mi admiración a su persona, porque además es un gran amigo y ser humano, con quien al principio pensé que jamás iba a pasar de una relación protocolar de conocerlo y tratarnos bien, como buenas personas, debido a que me parecía bastante serio y distante, de pocos amigos, por así decirlo, cosa que con el tiempo descubrí que no era verdad, porque era un hombre de meditación y gran calidad humana, bastante querido a dónde iba o lo mandaban, porque era una persona admirable, así como un gran sacerdote.

Durante el tiempo que estuve en la parroquia del Callao me dediqué a acolitar, como también a conversar con uno u otro chico del grupo de catequesis, rara vez lo hacía con alguna chica, debido a que había ido a cumplir con una misión o fin: colaborar en la catequesis sin problemas, porque en la parroquia Santa Ana había tenido experiencias de las malas lenguas que decían que andaba con una y otra chica sin siquiera andar con ninguna, salvo con Daniela, una chica por la que me quedé admirado, ya que luego de nuestro primer beso fue bastante romántica, cauta y sabia, como para que nadie se entere, ya que yo había sido elegido para el retiro de postulación al seminario por esos días. Y por eso, al día siguiente de nuestro primer beso y momento romántico, ella me dijo que “no sería una piedra en mi camino” y que me guardaría como un hermoso recuerdo en su corazón, cosa que también logró grabar en el mío, luego de despedirse con un último beso, uno de los besos más hermosos que he recibido, por la grandeza de su corazón.

Por otro lado, no voy a negar que en dicha parroquia, en la del Callao, una que está por Faucett con Santa Rosa, a unas cinco o siete cuadras, más o menos, había dos chicas que me gustaban físicamente, porque me parecían simpáticas, pero nada más allá de un gusto, porque no andaba en afán de buscar enamorada ni nada por el estilo, porque por aquel entonces todavía era un chico con un ideal romántico sanvalentinesco, uno que creía en el amor de los cuentos o floros de hadas y demás pendejadas de las telelloronas mexicanas, esas que nos vendía la televisión desde pequeños; y por ende, si no nacía el flechazo de Cupido, lo demás era simple gusto, razón por la cual solo andaba perdido entre las líneas del espacio-tiempo en el que transcurría mi vida diaria en ese lugar. Y así, conforme pasaban los días, yo iba esperando dejar de tener 17 años, porque aquello me permitiría poder buscar un trabajo para ayudar con los gastos de casa, debido a que siempre hacía falta un dinero extra en el hogar; y por esa situación yo no iba a poder estudiar una carrera, cosa que tampoco me llamaba mucho la atención, porque en principio quería estudiar derecho para meter preso a mi padre por la pensión que no nos hacía llegar durante una larga temporada y por voluntad propia, gracias a su propia formación cultural, bastante mediocre y común en nuestra sociedad, y también gracias a su -antónimamente- adorable mujer, quien logró someterlo a base del uso de ciertos conocimientos ancestrales que la iglesia suele negarlo, pero que la vida y la experiencia de las cosas me ha llevado a saberlo como tal, y todo gracias a un sinfín de experiencias ligadas a dichos eventos paranormales, aunque a veces pienso que es más para anormales, para seres que no han aprendido a ser personas, pero bueno, eso es algo que quizás algún día contaré en algún libro de ciencia ficción, porque considero que es algo bastante interesante, lo suficiente como para plasmarlo en un libro, mientras voy meditando sobre ese asunto como tal, sobre todo ahora que sé que la mujer murió gracias al purificador Covid-19, cosa que me alegró interminablemente, por diversas razones que algún día quizás cuente si es que llego a escribir ese libro. En fin, necesitaba conseguir un trabajo y mis adorables 17 me hacían más jodida la cosa, porque además de eso estaba mi complejo de pendejo “inteligente”, es decir, sentía que tenía la capacidad mental para trabajar en cosas que no me hacen un obrero incapacitado para pensar, cosa que me parecía algo tan bajo para el hombre, gracias a toda mi mediocridad sobre el ser humano y el trabajo, porque lastimosamente la escuela no me sirvió para aprender lo que es vivir en sí, sino en que debía cumplir una función social de pasar de año, estudiar una carrera si la vida me lo permite y tener muchos hijos, como cuy o ratas, depende de qué camino se elija: el bien o el mal. Y este es un pensamiento que está incrustado en el dominante subconsciente de las masas, de esa masa que no es capaz de llegar a más allá de sí mismo ni para sí mismo, o sea, la mayoría de la población, porque somos un país extremadamente pobre de ser y quehacer, por más que paguemos más impuestos y altas tarifas de bienes y servicios, mucho más que otros, a pesar de tener demasiadas riquezas en varios campos de la obtención de la materia prima para la vida digna del siglo XXI.

En fin, aquel entonces yo todavía era un mocoso un tanto maduro en el ser, pero lo suficientemente inmaduro en demasiadas cosas, gracias a mi ignorancia sobre la vida y el ser humano en sí mismo, porque lastimosamente todavía tenemos un gran problema de formación, cosa que me ha llevado a penar y repensar sobre el problema del hombre o la humanidad, ese que lo podría resumir: “en que no nos han enseñado en el hogar ni en las escuelas a ser personas, para dejar de ser animales domésticos, para aprender a velar por nuestras vidas, desarrollando nuestros talentos sin menospreciar el de los otros, como eso que puede tenerlo un obrero, agricultor o cualquier intelectual o profesional, porque finalmente son capacidades humanas que uno desarrolla para dar lo mejor de sí”, cosa que también espero poder hablar mejor en algún otro momento y en otro dizque libro, pero que lo resumiría en eso, en “aprender a ser persona para dejar de ser animales domésticos o masa”.

Entones, mientras estuve dizque ayudando en la catequesis, que no daba, porque el cura ya tenía sus catequistas, que sabían tanto como saben los profesores de las escuelas públicas y de muchas particulares de bajo estatus social, me hice “amigo” de un grupo de chicos, aunque en sí muchos me seguían porque era el chico santo, jajaja, solo porque había salido del seminario y dizque “tenía vocación sacerdotal”, sin enterarse que yo ya me había comido el “sa” hasta finalmente quedarme hoy como el “cerdote”, cosa que sirve para reírnos un rato cuando alguien me recuerda esa época. Y de ese modo, tenía algunas cuantas tertulias con cuatro chicos, con los que más compartía: uno era de mí mismo signo y día de nacimiento, con quien hacíamos el número 10, aunque ahora si nos juntamos haríamos la nota de la lucha anticorrupción de los presidentes del país: 00; otro que era el más alto de todos, quien siempre solía pedirme que le ayudara a expresar algunas palabras en un poema o carta para la chica que le gustaba; otro que tocaba la guitarra bastante bien como miembro del coro; y, finalmente, otro que era lo suficientemente delgado para quedar como el más flaco de los cuatro flacos de ese momento, porque en ese entonces yo tenía una delgadez que en más de una ocasión algunas “amigas” me reclamaban, luego de confesarme que les gustaba en ese entonces, cosa que me daba risa, porque miraban el frasco y no a la persona, algo que me parecía lo suficientemente pobre como para hoy decir que seguro eran fans de la televisión basura. Aunque, en mayoría yo jamás hubiera tenido nada con ellas, no porque no fueran simpáticas ni buenas chicas, sino porque no las sentía a la altura de mis ideales, pues me parecían demasiadas corrientes al babear por una parece que parece linda, no que lo sea en sí, es decir, sin conocer ni saber realmente quién es.

Fue así, cómo una semana antes de cumplir estuve reunido con estos cuatro sujetos en las afueras de la casa del cura, luego de una reunión de la gente de catequesis, esa que él había sostenido con los chicos y en la cual yo andaba como un simple espectador, pero no al cien por ciento, porque siempre me fui casi imposible no opinar ante algo que veía como error o necesidad de aclaración, y por eso en más de una ocasión en las calles siempre termino indicando a la gente que le han dado una mala información sobre su solicitud de referencia.

Aquella tarde el chico del coro empezó a tocar una canción de Alejandro Sanz que todos cantamos a viva voz, casi como enamorados que no fueron aceptados, porque a todos nos gustaban sus canciones. Luego la guitarra pasó por cada mano, girando y girando, tanto que llegué a tocar la primera canción que aprendí en la guitarra: “No puedo amarte” de Gian Marco, esa que me enseñó Raquel Pinglo. Luego volví a coger la guitarra para tocar: “De todo lo mío lo mío es más” de Jean Paul Strauss; y justo ahí, en ese momento, mientras iba tocando y cantando a viva voz, iba pensando que esa es una hermosa canción, capaz de abrirte el interior, como muchas otras que me gustan de otros artistas, como las de Leiva que en estos tiempos escucho sin cansarme, porque es capaz de abrirte el ser, el alma, con tanta fuerza que quieres sacar el dolor de tu ser para manifestarlo de tal forma que te purificas sin herir a nadie, algo así como una especie de catarsis, de rito de purificación, cosa que nos ayuda a mejorar los estados de ánimos, a entristecernos feliz, algo que me da alegría de vivir, porque uno encontraba las palabras que no podía expresar por cuenta propia; y de ese modo, en mis pensamientos, me dije en ese preciso instante: “Es esto lo que quiero ser: Escritor; porque quiero brindar a las personas esas palabras que necesita expresar ante determinadas situaciones, buenas o malas, para que no tenga que enfrentarse ante la impotencia de no saber cómo decirlo, porque nadie quiere enviar un mensaje errado, uno que puede cambiar el rumbo de la historia en favor de uno o absolutamente en contra, logrando dejar un dolor de conciencia o de sufrimiento, simplemente por no encontrar las palabras o expresiones adecuadas para cada situación, esas que logran purificar el ser hasta embellecerlo, porque consideraba que la humanidad necesitaba embellecer su alma antes de anclarse en la miseria, para salir de ella con conciencia, esa que te permite saber las cosas para hacer, para elegir entre el bien y lo mejor”, y por eso en ese momento, por obra y gracia de la divinidad del espacio tiempo, un flash inmortalizaba mi toma de decisión del ser Escritor, justo en el preciso instante que decía en mi interior: “Quiero ser Escritor”. Y por eso esa foto la conservo y la uso hasta ahora, por más que en más de una ocasión me han dicho que debo actualizar mi foto, porque ahora ya no ando así y la gente quiere conocer al hombre de ahora, pero eso a mí no me interesa, porque esa es una forma de recordarme incansablemente, como para nunca olvidarme cuál ha sido mi fin como Escritor, aunque ahora solo ande como dizque Escritor, porque soy consciente de que todavía me falta crecer mucho en la pluma para ser Escritor, y por eso con esta memoria y todos los libros ya publicados y escritos pretendo llegar al final de una etapa que terminará con la publicación de mis obras completas, esa que será al día siguiente de la publicación oficial de las memorias de mi ser “Escritor”.

Entonces, así fue cómo tomé la decisión de dejar de ser el joven que se pone a jugar a transcribir canciones de otros a su propio lenguaje, así como también los sentimientos de los otros para ayudarles con sus parejas, con la firme idea de convertirme en un Escritor, una tarea que algún día espero alcanzar, y mientras tanto sigo ensayando algunas ideas que voy escribiendo en forma de libros para las personas que tienen la necesidad de expresar su ser de alguna forma, ya sea mediante un dizque poema, carta, canción, novela, cuento, relato, artículo, ensayo o cualquier otra cosa que se me pueda ocurrir escribir, solo para dejar palabras a los demás, por si lo llegan a necesitar, buscando acercarlos a la lectura de una forma sencilla, pero dizque profunda.

Finalmente, debo confesar que a los 22 años, luego de andar analizando algunas reacciones de la gente con respecto a la figura o apariencia del ser, junto a algunos absurdos problemas con una dizque enamorada gracias a los comentarios de sus amigas, decidí que era necesario e indispensable seguir usando esa inmortal foto para recordarme la decisión de aquel día, y que no debía usar más fotos, porque finalmente las fotos -en este caso- solo sirven para los que quieran hacerse famosos, y yo no quería hacerme famoso, por más que el día que tomé la decisión también había pensado en que podía hacer mucho dinero como escritor para poder darle lo mejor a mi familia y no tener que andar con los problemas de los ajustes del bolsillo, cosa que era un pensamiento bastante iluso en un país como en el que habito. Pero, en fin, esa idea lo corregí a los 22 definitivamente, decidiendo que lo que quiero es que se conozca a mi ser por medio de mis ideas y no por mi cara ni cuerpo. Y por esa razón siempre evito las cámaras de fotos o videos, para seguir conservando el anonimato de la apariencia, para ser el hombre de las palabras, porque es la palabra la que se queda mientras el cuerpo se va, porque son las palabras las que te llevan de un lugar a otro, al punto de que hay veces que se cruza por mi mente la idea como un divino mensaje: “Ese anonimato en algún momento debe terminar para siempre, porque el sistema así lo exige para llegar a más gente”.

 

Lima, 02 de enero de 2021 a las 02:11 horas

Acerca de un alegato apasionado sobre el libro impreso y la lectura

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

En medio del discurrir de unos tiempos vertiginosos, e incluso violentos, donde los ignorantes, con su desenfrenada insolencia, son ya la correntada de un río inmenso de desolación y de retorno a las edades más obscuras de la historia de la humanidad, no debemos olvidar que el libro sigue siendo el mejor instrumento con el que contamos para enfrentar esa especie de retorno a la barbarie. Cuando la locura mecanizada se agote, quedando reducida a un montón de chatarra descompuesta y oxidada, los viejos libros impresos en el papel, y con el recuerdo de los olores de la tinta que hizo posible el prodigio, estarán todavía ahí para nuestro deleite.

Si bien es cierto, en gran medida, que hemos llegado, como afirman algunas gentes con cierta ligereza, al fin de la llamada Galaxia Gutemberg iniciada con la invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, y que duró al menos siete accidentados siglos, para entrar en una época donde la imagen ha venido a sustituir a los caracteres impresos, como también al pensamiento sistemático almacenado en ellos, propio de cultura de escribas y lectores en que nos habíamos convertido durante esa era, dando paso a una época de los iletrados, en la que cada vez son más las gentes “alfabetizadas” que resultan incapaces de elaborar un textos, o entender una lectura que vaya más allá de unos cuantos párrafos. Nos acercamos de nuevo a la era de los gruñidos.

Dado lo anterior, ahora estamos dentro de lo que constituye una época en que la imagen ha venido sustituyendo a la lectura profunda de los textos de los antiguos maestros, no importa si impresos o manuscritos, como sucede en las llamadas redes sociales, donde se promueve el uso de dibujitos para evitarle al “usuario” o “consumidor” el trabajo de elaborar un texto, siempre con la pretensión de inhibir el deleite de leer un libro o un artículo extenso saboreando sí que quiere, no sólo sus contenidos sino también los múltiples sentidos que asumen en nuestra mente las palabras, material básico que conforma las obras literarias, filosóficas o científicas, con su inmensa variedad de elaboraciones estéticas en términos de la narrativa, y la elevación del pensamiento sistemático hacia las cimas del conocimiento.

Es en medio de estas inquietudes que rondan en nuestras cabezas que un viejo amigo nos plantea lo siguiente: “No sé bien que fue primero: si el libro o la lectura o si vinieron juntos, en un solo paquete de curiosidad insaciable” nos dice el escritor y periodista Carlos Morales Castro al dar inicio a las páginas de su más reciente obra LA PASIÓN DEL LIBRO (Editorial Prisma S.A. San José Costa Rica 2020), donde hace una apasionada defensa del libro impreso con sus tintas, imágenes y colores que tienen la virtud de transportarnos a innumerables e infinitos universos del pensamiento, la lírica y la ficción.

El autor de ese texto nos recuerda cómo nació en él la pasión por la lectura y nos habla de los primeros libros que llegaron a sus manos dentro de lo que constituyó un “amor paralelepípedo” que se fue desplegando paulatinamente desde la lectura de las llamadas “tiras cómicas”, en un medio donde sus padres “con mucha sabiduría pero pocos estudios, apenas si podían leer el periódico del día”(op.cit p.p. 23-24), las primeras lecturas fueron apareciendo de manera gradual hasta llegar al libro en estricto sentido” Las primeras lecturas, tras el diccionario y el catecismo, fueron las tiras cómicas. SUPERMÁN, BATMAN, EL LLANERO SOLITARIO, EL HALCÓN NEGRO, MANDRAKE, LA PEQUEÑA LULÚ, CHANOC, LORENZO Y PEPITA, todos los personajes de Disney, hasta avanzar a los clásicos ilustrados que empezó a editar Novaro de México, a mediados de los setenta” (ibídem). Con el tiempo vendrá el paso del folletín ilustrado o resumido en exceso al libro en toda la extensión de la palabra, dando lugar a una pasión por la lectura de los grandes clásicos de la literatura y el pensamiento filosófico occidental (Bertrand Russell, entre sus favoritos), de ahí en adelante nos confiesa que la lectura sistemática se convirtió no sólo en una pasión sino en una razón de vida.

Se trata de lo que llama “una apuesta incondicional por el libro contra el tiempo y contra sus adversarios de todas las épocas”, nos habla de cómo cuando aparecieron los grandes diarios durante el siglo XIX se creyó quera el fin de la era del libro, lo que con el paso del tiempo no pasó de ser una falsa alarma y así sucesivamente. Después, la amenaza continuó con la aparición de nuevos medios de difusión, a lo largo del siglo XX, como también del desafío a que da lugar el hecho puntual de los innumerables libros que se editan en nuestro tiempo y el imperativo de escoger ¿cuáles leer?, al menos entre aquellos a los que se tengan al alcance, un tema de suyo muy complejo, por lo relativo de esa afirmación.

Nos habla también Carlos Morales Castro, acerca de sus innumerables lecturas, a veces apresuradas, pero siempre obteniendo de ellas un gran deleite e intentando responder a los desafíos que se le plantearon, tal y cómo le aconteció con las repercusiones que tuvo un artículo al respecto que publicó en 1989, el que motivó innumerables reacciones entre sus amigos, entre ellos, Marcelo Blanc, quien en su “purísimo chileno de Valparaíso”(ibid) le dijo “- Ta muy güeno tu artículo sobre libros:”(ibid) o de José Rafael Cordero Croceri quien lo inquirió sobre el desorden de sus lecturas, un tema sobre el cual Morales hace una serie de disquisiciones para concluir: “Que uno puede estar leyendo varios libros al mismo tiempo y que eso no sólo es normal, sino conveniente y muy productivo “(Ibid p. 60), en fin todo un desafío que puede llevar a muchos lectores a los más insospechados descubrimientos, como también a modificar lo que alguien llamó alguna vez “los derechos del lector”.

Invito a los lectores a involucrarse en las lecturas de las páginas de Carlos, pero también a hacer nuestra la reflexión con la que concluye su texto: “debemos abogar por una vida menos belicosa, menos egoísta y, aunque sea un poquito, más solidaria, más humana… Y en eso, el libro sigue siendo un instrumento incomparable” (Ibid. p. 112).

Claro González Valdés, un caballero de la prensa y la academia

Rogelio Cedeño Castro (*)

 

El súbito deceso de mi ahora recordado amigo, el periodista y escritor Claro González Valdés, anunciado durante el día de ayer, sábado 10 de febrero de 2018, tiene la cualidad de ser una de esas noticias que tienden a sumirnos en la perplejidad, son algo así como el resultado de la vertiginosidad de la existencia humana, en esa imparable dialéctica de vida o muerte, donde ambos términos se contraponen en muchos momentos, mientras que otros se complementan o yuxtaponen según sea el caso. Todavía no logro reponerme del asombro que me causó una noticia como esa, como siempre inesperada para nosotros los mortales. Su partida me trajo recuerdos de mi temprana juventud, cuando tuve la satisfacción de conocerlo, lo mismo que a su hermano Francisco, quien se dedicó a la enseñanza de las matemáticas. Era muy joven entonces, hace poco más de medio siglo e intentaba introducirme en el periodismo radiofónico, cuando nos encontramos en el camino, el ya venía del Diario de Costa Rica, de su experiencia al lado de don Otilio Ulate, un gran formador de periodistas a la usanza de aquellos tiempos, después siguió en esa ruta siendo uno de los primeros periodistas que se graduaron de la Universidad de Costa Rica, su inquietud intelectual y su bonhomía lo llevaron por otros caminos. El siguió fiel a los caminos del periodismo y yo me fui por los de la sociología académica, aunque ninguno de los dos abandonó jamás los afanes de escribidor. No tengo porque ponerme triste, en vida nos demostramos afecto y solidaridad que es lo que en realidad vale, estoy en deuda con él, ahora sólo puedo decir contradiciendo en esto al poeta peruano César Vallejo, tuviste también tu vida para demostrarnos tu afán por ella, con ternura y constancia supiste demostrarnos la manera en que amaste a los tuyos. Adiós amigo, te recordaré siempre.

 

(*)Sociólogo y escritor

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“Noches de Estreno con Hugo Díaz”, de Carlos Morales

  • De la Feria Internacional del Libro agosto- setiembre 2017
  • San José de Costa Rica
  • Carlos Morales EUNED San José, Costa Rica, 2017

 

Rogelio Cedeño Castro

Rogelio Cedeno Castro
Rogelio Cedeño Castro

Conmovedor, agradable, además de por momentos nostálgico relato, lleno de imágenes evocadoras sobre las circunstancias y particularidades del auge estético en la producción teatral que se da en Costa Rica, durante los primeros años de década de los setenta y en el transcurso de la siguiente, donde el autor expone además del inusual encuentro entre las artes dramáticas y las artes gráficas que allí se produjo, para dar lugar a una síntesis memorable entre esas dos dimensiones de la estética, las que era preciso explorar o al menos, así lo sintió, el creador y gestor de este bello libro, con el que deja al lector emocionado al cerrar sus páginas, después de una lectura que discurre fluida, por la amorosa perspectiva con que están elaboradas. En estas hermosas páginas, evocadoras y sinceras, el periodista y escritor Carlos Morales Castro, nos da cuenta de su extraordinario periplo existencial de más de veinte años, junto con el gran artística gráfico, Hugo Díaz(1930-2001), el que tiene lugar con momentos de grandes desencuentros iniciales, y otros de gran sintonía que los conducen a emprender la aventura de llevar adelante un extraordinario trabajo, precisamente el de acercar el teatro, en su diario quehacer, a la memoria histórica de una sociedad o país como el nuestro, a través de la genial pluma de Hugo, desde la que fluyen caudalosas las creaciones de sus dibujos, con los que termina por inmortalizar, de cierta manera, a los actores y sus representaciones en el escenario.

También Carlos Morales nos hace un bosquejo contrastante entre la personalidad de Hugo y la suya, de un entonces joven impetuoso, las que a pesar de todo se unieron en esa empresa, que trasladó el trabajo en escena de los actores a las imágenes de la prensa diaria, siempre unidas la crítica teatral a la que Carlos se lanzó muy joven, según nos cuenta el mismo, cuando trabajaba en el diario La Nación y le propuso a su jefe, el recordado Guido Fernández, uno de los gurúes en ese campo, que el haría o quería hacer la crítica teatral en ese diario, frente a la que era prevaleciente en esa época, la que juzgaba blanda, plana y complaciente. Fue entonces cuando Guido le aceptó y le dijo que lo siguiera haciendo, que él sólo expresaría sus discrepancias cuando lo creyera conveniente. Sin duda fue en ese momento en el que Carlos Morales se lanzó a esa aventura, de la que ahora nos da cuenta con toda su maestría, además de sinceridad, y sentido de la perspectiva histórica, dentro de la que se dio el auge de la producción teatral en la Costa Rica de los setenta, del siglo anterior. También cabe destacar la importancia de la gestión del naciente ministerio de cultura, con Alberto Cañas Escalante(1920.2014), quien ocupó esa cartera, pero también fue un dramaturgo y crítico importante, con el que el autor sostuvo una gran amistad, al igual que con Guido Saénz quien además de ministro de cultura, también era actor y escritor, muy importantes ambos para la creación e impulso de las actividades de la Compañía Nacional de Teatro, las que prepararon el terreno para el auge teatral, al que contribuyeron también los numerosos artistas del Cono Sur, como los Catania, Alejandro Sieveking, Bélgica Castro, con su Teatro del Ángel y otros muchos que venían huyendo de las dictaduras militares del Cono Sur. Realmente, pienso que resulta agradable, y vale la pena sumergirse en estas páginas, con sus bellas ilustraciones tan evocadoras.

 

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