La herejía de ser Tatiana

Osvaldo Durán Castro

Sociólogo ITCR, ecologista FECON

En este país nadie conoció más a Pa Blu Presberu que Tatiana Lobo Wiehoff. Eso no es exageración. Es la constatación de que se metió por completo en la historia de Costa Rica desde el lugar más alejado de la banalidad y los simplismos. Escogió para escribir los asuntos incómodos y desconocidos. Hizo algo así como estripar los diviesos de la historia. Presberu es sólo un ejemplo, entre muchísimos, sobre cómo Tatiana desmontó el discurso del poder con sus escritos y verbo meticuloso y puntilloso. Sus argumentos resultaban tan fundamentados como irrebatibles.

Dedicó muchísimo de su tiempo a estudiar las historias oficiales para demolerlas con una incisiva erudición que molestaba a mucha gente. En sus novelas, reeditadas y premiadas, pasó revista por muchos episodios de la historia anclados en las mentiras del imaginario social y del discurso del poder patriarcal, racista y clasista. Desmontó cada ladrillo de la postal puritana del país. Nos dejó también textos abiertos para continuar investigaciones incómodas como “Parientes en venta”, que resultaban de sus interminables búsquedas en los archivos no deseados del país.

A la casta intelectual difusora del discurso del poder, para nada le encantaba que se pintara la Plaza Mayor de Cartago como el principal sitio de venta de esclavos durante la colonia, porque la esclavitud, como un negocio perfectamente instalado, siempre se intentó negar. En esa obra nos dejó una amenazante propuesta de por qué se habla de “hermanitico” en Costa Rica, “parentesco simbólico que pudo haber surgido del esclavo medio-hermano, que no por estar ligado con lazos de sangre a la familia del amo escapaba a su valor principal: el monetario”. Muchos de los papeles amarillentos de la historia oculta de Costa Rica fueron copiados y transcritos por Tatiana en larguísimas jornadas en la Curia Metropolitana, cuyas puertas le fueron cerradas luego de que le regalara al mundo su “Asalto al paraíso”. Pero por dicha ya había escudriñado demasiado como para entregarnos otras grandes obras como “Entre dios y el Diablo. Mujeres de Colonia. Crónicas”.

Muchas veces compartimos sus manuscritos y papeles que luego serían sus libros. Revolcamos sus cajas y torres de letras a la espera de ser revisadas para escurrirles descubrimientos que resultarían indeseables y agrios para las cabezas conservadoras. Nos pasamos muy buenas horas alrededor de otras historias como “La otra historia de Estados Unidos” de Howard Zinn, o las correrías y negocios de Juanito Mora tan alejados de la inmaculada imagen del prócer intachable. En la pluma de Tatiana todos estaban propensos a ser escudriñados y asoleados. En su discurso, con todas las evidencias del caso, cualquier “prócer” intocable, antiguo o moderno, quedaba en la vitrina como el corrupto, mentiroso o demagogo que hubiera sido.

Hablamos mucho de su trabajo cultural en los pueblos originarios, cuyos conflictos siguen vivos por el desconocimiento y no aplicación de sus derechos. Como símbolo, la foto del texto de la sentencia de Pa Blu Presberu, es sin duda un documento cuya fuerza siempre servirá para mantener despierta la lucha por los derechos de esa población. Esos papeles no hay que guardarlos, sino mostrarlos y compartirlos, sobre todo en estos tiempos de “hiperproducción en los que la humanidad se ha olvidado de ser inteligente”, como reclamada Óscar Wilde. En fin, compartimos desaprendiendo las historias oficiales y buscando una comprensión con mente propia del pasado y la actualidad de nuestros países y pueblos. En esa tarea permanente e impostergable, Tatiana nos deja un aporte inconmensurable.

Ojalá que las nuevas y futuras generaciones, con tanta gente distanciada de los libros, se permitan la oportunidad de sumergirse en los libros de Tatiana, y que las personas jóvenes, como su nieto Nicolás Durán Blanco, que tuvo el privilegio de “pasarle” a computadora algunos borradores y ser dedicado junto con Adela Pita en “Asalto al Paraíso”, nunca se cansen de multiplicar su abundante, desafiante y dichosamente hereje legado.

Tatiana, a pesar de haber nacido en Chile, se hizo más costarricense que la mayoría de acá en términos de conocer, desmitificar, criticar y trabajar para mejorar este país al borde del despeñadero. Ella es un ícono de la inteligencia frente a las mentiras oficiales y la estupidización como mecanismo de control social; por eso marcó un cambio de rumbo en la literatura costarricense.