Los terroristas que acosan a Danielito y Rosarito

He conocido varios en los últimos meses. Todos muchachos en sus veintes. En su mayoría estudiantes universitarios que dejaron atrás las aulas para venirse para Costa Rica. Y, vea usted, todos muchachos gais. Al menos los que he conocido.

Se les nota lo peligrosísimos que son: con sus rostros juveniles –a veces casi infantiles– y la afectividad que, espontánea y natural, les fluye por cada poro, como en cada palabra que pronuncian les estalla el amor por su patria y, a veces, la angustia por una madre o un padre que dejaron atrás. Se saben en peligro, y saben que volver a Nicaragua significaría cárcel o, quizá, su muerte.

Por norma les abrazo a cada vez que les veo y de inmediato les plantó un gran beso en el cachete (entre amigos gais eso es normal; ahí perdonen los señores hetero que de seguro dirán: “¡qué playada!”). De tan nervioso que me ponen, termino compartiendo con ellos, bien un café, o acaso una cerveza. Todo depende del lugar o la hora.

Les he ayudado en lo que me ha sido posible. En el Movimiento Diversidad Costa Rica les hemos ayudado en lo que nos ha sido posible.

Al cabo, yo la verdad quisiera que el mundo entero estuviese poblado de terroristas como ellos. Habría mucho más amor y solidaridad en el mundo. También mucha más paz.

 

Texto tomada de la página de Facebook de Luis Paulino Vargas Solís

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