Por José Luis Callaci
Más allá de lo que puedan creer o defender los admiradores de la Corona inglesa, el conflicto sobre el Archipiélago de Malvinas se inició a partir de un artero e infundado ataque de una potencia colonial que les arrebató a sus dueños una posesión legítima heredada del imperio español. A pesar de la evidencia histórica y la fuerte razón mencionada, a la que hoy se le agregan otras como la geográfica, hay quienes aún se empeñan en deponer sus opiniones echando mano a argumentos muy trillados y fáciles de rebatir. Lo hacen haciéndole eco a los que emanan del 10 de Downing Street, que nos cuentan una historia, pero al revés. Esa fantástica admiración que algunos profesan por el Reino Unido ha llevado a afirmaciones delirantes como el llegar a decir, sic: “que ha sido mejor que las Islas fueran tomadas por el Imperio Británico y no mantenidas por España o tomadas por el Imperio Ruso, el Alemán o el Japonés”. Probablemente alguien considere que deberíamos ser más tolerantes y comprensivos, superar enojos y aceptar que cuando se practican genuflexiones ante los poderosos no existen límites para la perversidad humana. Pero las cosas son como se presentan y hay que llamarlas por su nombre. Desde la resolución 2065 de Naciones Unidas en 1965, en la cual se reconoce la disputa de soberanía y se convoca a las partes a resolver el conflicto por medio del diálogo y la negociación, el Reino Unido viene reusándose al llamado del organismo internacional que a través del Comité Especial de Descolonización el pasado 24 de junio lo reitera y contó con el abrumador apoyo de los países miembros. Los burdos intentos de soterrar los hechos del conflicto con el fin de justificar la ocupación ha servido más bien para que el apoyo mundial a Argentina sea cada vez mayor y más beligerante, llegando incluso a que muchos países hagan suya la Causa Malvinas. Así que ponerse a estas alturas a tratar de justificar la ocupación de las Malvinas, constituye un acto no solo reprochable sino inadmisible y censurable. El intento fallido de recuperación de las Islas por la fuerza de las armas por parte de un Gobierno militar en 1982 independientemente de alguna intención subyacente que haya tenido, no fue una invasión sino una ocupación legítima de lo que le pertenece al pueblo argentino. Esto al margen de lo que podamos considerar: que esa no debería ser la vía, dadas las actuales condiciones, sino la solución pacífica de la controversia. Las guerras entre las potencias coloniales europeas fueron historias de arrebatos de unos a otros. Los ingleses a principios del Siglo XIX intentaron dos veces invadir las colonias del Río de la Plata en poder del Imperio Español y fracasaron. Esa es una parte de la historia. Pero los hechos son contundentes e irrebatibles. España como resultado de acuerdos con otras potencias europeas se queda con el Archipiélago de las Malvinas el cual pasa, luego de la Independencia de sus colonias al Poder de lo que es hoy Argentina, que la ocupa con personal militar y colonos. La usurpación británica se produjo un 3 de enero de 1833 o sea varios años después de la Independencia. Los ingleses tomaron por sorpresa, por la fuerza y sin declaración de hostilidades, Puerto Soledad y expulsaron a los argentinos. Estos son los antecedentes de los justos reclamos de la parte despojada por un acto de violencia sobre el cual hay quienes lo califican como un ejemplo más de simple piratería perpetrado por la Pérfida Albión.