Ronald Salamano
Médico uruguayo
Cada 20 de mayo, la principal avenida de la ciudad de Montevideo, acoge a cientos de miles de ciudadanos de diferentes partidos políticos, religiones, etnias, etc. Que en estruendoso silencio recorren esta avenida teniendo en su cabecera la foto de los desaparecidos del período dictatorial (1973-1985). Al final de la marcha, de ese estruendoso silencio emerge un Presente ¡¡¡ multitudinario a medida que se nombran a cada uno de los desaparecidos, finalizando el evento con la entonación del himno nacional. Diversas actividades de memoria prologan en los días previos esta manifestación final.
El 20 de mayo de 1976 en la ciudad de Buenos Aires eran secuestrados, torturados, asesinados y sus cuerpos mutilados, el senador de la República Zelmar Michelini perteneciente al Frente Amplio y el presidente de la cámara de diputados Martín Gutiérrez perteneciente al partido Blanco, junto a ellos aparecieron también en las mismas condiciones una pareja de jóvenes militantes.
Estas dos personalidades políticas se encontraban refugiadas en la capital argentina organizando la resistencia contra la dictadura militar que en junio de 1973 había dado un golpe de estado. La responsabilidad de esta monstruosidad recayó en agentes militares uruguayos que actuaron con total impunidad, secundados por patotas represivas argentinas.
Cobijados por el plan Cóndor, este fue el inicio del secuestro y desaparición de cientos de uruguayos en la vecina orilla, siendo decenas los desaparecidos en nuestro país. Miles fueron encerrados en prisiones políticas con hostigamientos permanentes, previamente a ser torturados antes de su prisión. En esta década infame de los 70, tuvimos el “honor” de ser el país con más presos políticos de acuerdo a la densidad de población.
Por eso, todos los 20 de mayo, los uruguayos salimos ordenadamente, sin violencia urbana a preguntar: ¿Dónde están?, queremos verdad y justicia para aquellos que cometieron delitos de lesa humanidad y que caiga por una vez y para siempre, la impunidad que gozaron para perpetrar dichos crímenes.
Quizás con la intención de diluir en el tiempo estas responsabilidades, los responsables pretenden que olvidemos, pero el tiempo en una mágica intervención acrecienta año a año la voz de ancianos, adultos y jóvenes que suman voluntades para que el Uruguay pueda restañar sus heridas y proyectarse hacia el futuro como lo que fue y debe ser, un ejemplo de democracia para el mundo.