Vladimir de la Cruz
Pancha Carrasco, una mujer que supo interpretar el tiempo histórico que le tocó vivir, que lo vivió intensamente, con compromiso, con entrega total a los ideales que esos días le inspiraron que debía cumplir y asumir, y así lo hizo.
(Intervención de Vladimir de la Cruz, en el curso del Programa Mentoría Pancha Carrasco, de Liderazgo para Mujeres Policías de Alto Rango Policial, impartido virtualmente, por Andrea Alvarado Álvarez, Coach Ontológico Relacional, en el Ministerio de Seguridad, el día 20 de agosto del 2020).
Conocemos como Pancha Carrasco a una mujer valerosa, que rompió esquemas en su época, audaz, atrevida, decidida, muy determinada, que tenía objetivos claros de vida, muy organizada con su vida, rebelde en su época, de fuerte personalidad, segura de sí misma, inquieta, con la cultura que le daba su época, que enfrentó estereotipos sociales y políticos, desprejuiciada del papel que la época le asignaba a las mujeres, que la llevó a asumir papeles militares con gran responsabilidad, y maestría cuando tuvo que hacerlo, destacándose en este sentido, quizá, como la Primer Mujer del Ejército Nacional, con alto rango militar, “General de División”, lo que en cierta manera se le reconoció en los actos de su funeral en 1890, porque así se celebraron sus exequias fúnebres. Era de porte elegante y cierta belleza, de fuerte y firme mirada.
Se llamó Francisca Carrasco Jiménez, pero fue conocida por “Pancha”.
Nació a principios del siglo XIX, al finalizar el período colonial en Costa Rica, un 8 de abril de 1816. Nació en la capital de la Colonia costarricense, en Cartago, en Taras, en la “Calle del Desmonte”, en su casa, como se acostumbraba en aquellos tiempos, y todavía hasta bien avanzado el siglo XX, en que muchos niños y niñas seguían naciendo en los hogares, con parteras, y mujeres con prácticas de nacimientos.
Sus padres fueron José Francisco Carrasco Méndez, un comerciante y María Trinidad Jiménez, ambos podrían considerarse de clase media de la época.
En su casa aprendió las primeras letras, a saber escribir y leer, teniendo una muy buena caligrafía, lo que fue una preocupación doméstica en su enseñanza, no muy corriente en aquellos tiempos. Su buena letra, se ha dicho, sirvió para que en ocasiones sirviera para copiar los Mensajes del Presidente Mora, que eran enviados desde el frente de batalla a las autoridades del Gobierno en San José.
La Casa de Enseñanza de Santo Tomás recién se había establecido en 1814, y es hasta los gobiernos del Primer Jefe de Estado, por lo demás educador, Juan Mora Fernández, que se impulsan escuelas, en municipios, abiertas a la enseñanza de niños y niñas, al finalizar la década de 1820.
A los 18 años se casó por primera vez, con Juan Manuel Solano. Luego tuvo un segundo matrimonio con Espíritu Santo Espinoza, y un tercer matrimonio, después de enviudar dos veces, con Gil Zúñiga quien la trasladó a vivir en San José, en el Barrio de la Puebla.
Esos días eran los de la construcción del Estado costarricense. Formábamos parte de la República Federal de Centroamérica, siguiendo desde la Independencia, los pasos de la unidad política regional centroamericana, que hasta esos días habíamos tenido, bajo la dominación española, pero ya en época independiente.
Eran días intensos de construcción del naciente Estado costarricense, de su fisonomía y de sus estructuras políticas, de su construcción y evolución constitucional, ya con el Partido de Nicoya incluido, con algunos conflictos internos, y con Nicaragua discutiendo, en los organismos regionales centroamericanos, a los que pertenecíamos, la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, dándosenos constantemente la razón de esa Anexión a los nicoyanos y a los costarricenses.
La capital de San José se erguía poco a poco como el principal centro político del país, la economía cafetalera estaba en amplia expansión hacia el oeste del Valle Central, los Montes de los Aguacates, en Atenas, de Alajuela, hasta 1844 se explotaron en sus minas. Se había introducido la imprenta en Costa Rica y empezaron a aflorar periódicos con gran contenido y debate político.
En 1835 se estableció la división territorial en tres Departamentos, el Occidental, el Oriental y el de Guanacaste, que luego en 1848, con el surgimiento de la República, bajo el Gobierno del Dr. José María Castro Madriz, hicieron surgir las primeras cinco Provincias, San José, Alajuela, Cartago, Heredia y Guanacaste, y las Comarcas de Puntarenas y Limón.
Vivió Pancha Carrasco intensamente los días del gobierno de Braulio Carrillo, de sus importantes reformas políticas, institucionales y jurídicas. Le tocó vivir su destitución de la Jefatura de Estado, con motivo de la llegada de Francisco Morazán, quien se hizo del gobierno a la fuerza, durante el año de 1842, convirtiéndose Pancha Carrasco en una activa anti morazanista, al punto que se dice que el 29 de mayo de 1842, en un acto público, se bajó de su caballo, tomó algunas piedras del suelo, que se las empezó a tirar a Francisco Morazán y a quienes le acompañaban.
Cayó Morazán del Gobierno en setiembre de 1842, y luego el país se enrumbó con más fuerza a salir de la Federación Centroamericana, lo que ya había iniciado Braulio Carrillo.
La situación tensa con Nicaragua continuaba a propósito de la Anexión del Partido de Nicoya. El Gobierno se preparaba militarmente, poco a poco, para enfrentar, si fuera del caso, una agresión o una guerra con Nicaragua, en ese sentido.
En 1848 el Dr. José María Castro Madriz declaró la República de Costa Rica, motivo por el cual en los años siguientes Costa Rica se proyectó mejor en el plano internacional estableciendo relaciones diplomáticas con varios países. Ya, desde 1843 se habían empezado los contactos de exportación de café a Europa.
Asumió, en 1849, Juan Rafael Mora Porras la Presidencia de la República, a la cual fue reelecto hasta 1859, cuando le depusieron del gobierno y, un año más tarde, le asesinaron el 30 de setiembre de 1860, en Puntarenas, cuando le fusilaron, como un crimen de Estado, sin que se le haya hecho hasta hoy el Funeral de Estado que se merece el Héroe de las Batallas contra los filibusteros norteamericanos, el Benemérito de la Patria, el Héroe y Libertador Nacional.
Durante el gobierno de Juan Rafael Mora se produce la llegada de los filibusteros norteamericanos, dirigidos por William Walker, a Nicaragua, y a Centroamérica, aprovechando contradicciones y luchas políticas en Nicaragua, donde llegó a ejercer puestos importantes en el aparato militar y en el Gobierno, donde llegó a establecer, a finales de 1855, esclavitud en Nicaragua, y amenazó con extenderla a Costa Rica y a Centroamérica.
Esto provocó que el Presidente Juan Rafael Mora Porras, desde diciembre de 1855, advirtiera al pueblo costarricense del peligro que Walker significaba. La Iglesia católica costarricense, ya establecida en el país, con el Obispo Anselmo Llorente y La Fuente, al frente, se sumará a la causa del Presidente Mora, enviando sacerdotes a los frentes de combate, bajo la Jefatura del Capellán del Ejército del Presbítero Francisco Calvo.
Así el Presidente Mora se vio obligado en marzo a movilizar el Ejército Nacional y a los voluntarios, que a su llamado, se sumaron para ir a defender la Soberanía, la Independencia y la Libertad de Costa Rica y de los costarricenses, pero también la de Nicaragua y con ello la de Centroamérica.
La tropa costarricense que se movilizó hacia Nicaragua, a principios de marzo de 1856, en Liberia, conoció la noticia de que los filibusteros habían penetrado el territorio nacional y se hallaban en la Hacienda Santa Rosa. Allí en Liberia se organizó el ataque a los filibusteros en la Hacienda Santa Rosa, que culminó con un éxito rotundo en la Batalla del 20 de marzo de 1856, con una duración de trece minutos.
En la tropa costarricense se había alistado para ir a combatir Pancha Carrasco, junto con su esposo Gil Zúñiga, llena de patriotismo, al llamado de las Proclamas del Presidente Juan Rafael Mora, lo que no era usual en esos días, por su condición de mujer, de mujer casada, y por las costumbres y tradiciones de aquellos años. Hizo su marcha, al frente de combate, en la movilización que salió de San José el 4 de marzo de 1856 comandada por el General José Joaquín Mora Porras, hermano del Presidente.
Como Pancha Carrasco era conocida por sus actitudes públicas, valerosas e independientes, desde la época de Morazán, se le incorporó, para servir a la Patria, como vivandera del Estado Mayor, estando cerca de los principales conductores de la Guerra y del propio Presidente Juan Rafael Mora. Como vivandera atendía la cocina, la atención de la ropa de los miembros del Estado Mayor, y también de atención de heridos, cuando de ello se trataba. También se señala que sirvió en el Ejército “en calidad de cantinera”. Ella misma se llegó a titular “asistenta del General en Jefe del Ejército y de su Estado Mayor”, y ella misma se reconoció como la única mujer “soldado al lado de los más valerosos oficiales” … “y denodada patriota”.
Derrotados los filibusteros y expulsados del país, en la Batalla de Santa Rosa, la tropa costarricense avanzó sobre el territorio nicaragüense, hasta la ciudad de Rivas, donde el 11 de abril, se llevaría a cabo la más fiera Batalla, de muchas horas, contra los filibusteros, también exitosa para el Ejército costarricense, con una enorme cantidad de bajas.
Aquí, en la Batalla de Rivas, Pancha Carrasco se distinguió por su valor, su disposición a entregar su vida y empuñando fúsil combatió fieramente contra los filibusteros. Incluso se le reconoció su importante papel en la recuperación de un cañón durante los combates. Se reconocía su buena puntería en el uso del fusil. Más tarde, también en la lucha por recuperar los sitios militares de la Vía del Tránsito, Pancha Carrasco estuvo acompañando a la tropa hacia el Río San Juan y el Lago de Nicaragua.
En su regreso a San José, enfrentando la peste del Cólera, también se distinguió al lado del General José María Cañas, en la atención de heridos y enfermos, ayudando a enterrar a los fallecidos.
Permaneció Pancha Carrasco en el Ejército hasta su retorno a San José con motivo del repliegue que tuvo que hacerse por la peste del cólera que los azotó, y que afectó al país terriblemente.
Al regreso a Nicaragua, después de haber superado los estragos de la peste del cólera, Pancha Carrasco, de nuevo se une a la tropa, en lo que se ha denominado la Segunda Campaña contra los filibusteros, dispuesta a enfrentar los riesgos de los combates.
Terminada la Guerra contra los filibusteros, en 1857, cuando se hicieron reconocimientos a los combatientes, el Presidente Juan Rafael Mora Porras, le brindó un reconocimiento especial a Pancha Carrasco. La condecoró dándole una Medalla que en su inscripción decía: “Costa Rica agradecida premia el Valor. Santa Rosa, Rivas, San Juan, Presa de Valores, Castillo, Fuerte San Jorge”.
Unos años después se le otorgó una pensión de guerra, de quince colones mensuales, que el gobierno de Bernardo Soto le dio en reconocimiento a sus importantes servicios realizados durante la Campaña Nacional contra los filibusteros norteamericanos.
Después de la Guerra Nacional Pancha Carrasco acentuó su carácter de mujer independiente, que reclamaba y defendía sus derechos, superando en mucho la actitud que para esa época tenían las mujeres, marginadas de la vida social pública, de la defensa de derechos propios, de enfrentarse a la sumisión hogareña y a la autoridad machista, de entonces, de los esposos.
Un rasgo particular de ella, ya en su vida civil, después de la Guerra Nacional contra los filibusteros, es que se enfrentó, en el campo judicial, a su esposo por agresión y maltratos físicos, exigiendo su divorcio, sentando en este sentido un importante precedente de la lucha, de la liberación femenina, que es muy propia hoy de las mujeres contra este tipo de situaciones, lo que coloca a Pancha Carrasco, en esa lucha, como una mujer fuera de serie, que lo fue.
Su última lucha, probablemente fue acompañar al pueblo costarricense, en las calles, en las movilizaciones populares que se hicieron, con participación de mujeres, en noviembre de 1889, para defender el resultado de las elecciones, que se sentían amenazadas de ser burladas. El Presidente José Joaquín Rodríguez, en conocimiento del papel que jugaron las mujeres en esa lucha, y movilización, impulsó, sin éxito, el reconocimiento de voto de las mujeres. Allí debió estar Pancha Carrasco, un año antes de su muerte.
Cuando murió el 31 de diciembre de 1890, era una mujer pobre, que vivía de su pensión.
El Gobierno de la República decretó con motivo de su muerte Duelo Nacional y se le rindieron honores militares, al “Grado de General de División”, con presencia de las principales Autoridades políticas del país, del Clero nacional y del Cuerpo Diplomático, acreditado en Costa Rica, siendo enterrada en el Cementerio General de San José.
En 1994 la Asamblea Legislativa la Declaró “Defensora de las Libertades Patrias” y el 8 de marzo del 2012, de nuevo la Asamblea Legislativa la honró Declarándola “Heroína Nacional”.
En Guadalupe de Cartago hay un Colegio que lleva su nombre y la Oficina Filatélica de Costa Rica emitió también una estampilla con su Figura.
Pancha Carrasco en su figura y reconocimientos públicos evoca no solo a la mujer, que como ella, se integró al Ejercito a colaborar en distintos trabajos de atención a los soldados, sino que también destaca el importante papel que desempeñaron todas las mujeres de Costa Rica, desde la retaguardia de los combates, contribuyendo con el Estado, con el mantenimiento del Ejército y con la producción del país.
La inmensa movilización de voluntarios al Ejército para ir a combatir a los filibusteros norteamericanos, salió principalmente de los campos de producción. A ellos les sustituyeron las mujeres. Había que seguir produciendo para la economía nacional, para mantener los gastos de guerra, y había que producir alimentos para los casi 10.000 soldados movilizados. La mujer costarricense así se convirtió en un elemento de apoyo estratégico de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos.
En el Reconocimiento glorioso que se le ha hecho a Francisca Pancha Carrasco, está hecho también el reconocimiento a todas las mujeres de Costa Rica, que con sus trabajos, ayudaron a mantener la economía y la producción nacional, en esos años, que ayudaron a sostener el costo de la guerra, al Ejército y a sus soldados.
A veces refieren a Pancha Carrasco de profesión militar. En mi opinión ella no tenía esa profesión, que era reservada, en esa época solo para los hombres, pero sí se ganó un lugar en las filas del Ejército costarricense que nadie se lo puede negar.
Fue sobre todo una mujer que supo interpretar el tiempo histórico que le tocó vivir, que lo vivió intensamente, con compromiso, con entrega total a los ideales que esos días le inspiraron que debía cumplir y asumir, y así lo hizo.
Esa es nuestra Pancha Carrasco, Nuestra Heroína Nacional.