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Etiqueta: Pancha Carrasco

Pancha Carrasco, una mujer que supo interpretar el tiempo histórico que le tocó vivir…

Vladimir de la Cruz

Pancha Carrasco, una mujer que supo interpretar el tiempo histórico que le tocó vivir, que lo vivió intensamente, con compromiso, con entrega total a los ideales que esos días le inspiraron que debía cumplir y asumir, y así lo hizo.

(Intervención de Vladimir de la Cruz, en el curso del Programa Mentoría Pancha Carrasco, de Liderazgo para Mujeres Policías de Alto Rango Policial, impartido virtualmente, por Andrea Alvarado Álvarez, Coach Ontológico Relacional, en el Ministerio de Seguridad, el día 20 de agosto del 2020).

Conocemos como Pancha Carrasco a una mujer valerosa, que rompió esquemas en su época, audaz, atrevida, decidida, muy determinada, que tenía objetivos claros de vida, muy organizada con su vida, rebelde en su época, de fuerte personalidad, segura de sí misma, inquieta, con la cultura que le daba su época, que enfrentó estereotipos sociales y políticos, desprejuiciada del papel que la época le asignaba a las mujeres, que la llevó a asumir papeles militares con gran responsabilidad, y maestría cuando tuvo que hacerlo, destacándose en este sentido, quizá, como la Primer Mujer del Ejército Nacional, con alto rango militar, “General de División”, lo que en cierta manera se le reconoció en los actos de su funeral en 1890, porque así se celebraron sus exequias fúnebres. Era de porte elegante y cierta belleza, de fuerte y firme mirada.

Se llamó Francisca Carrasco Jiménez, pero fue conocida por “Pancha”.

Nació a principios del siglo XIX, al finalizar el período colonial en Costa Rica, un 8 de abril de 1816. Nació en la capital de la Colonia costarricense, en Cartago, en Taras, en la “Calle del Desmonte”, en su casa, como se acostumbraba en aquellos tiempos, y todavía hasta bien avanzado el siglo XX, en que muchos niños y niñas seguían naciendo en los hogares, con parteras, y mujeres con prácticas de nacimientos.

Sus padres fueron José Francisco Carrasco Méndez, un comerciante y María Trinidad Jiménez, ambos podrían considerarse de clase media de la época.

En su casa aprendió las primeras letras, a saber escribir y leer, teniendo una muy buena caligrafía, lo que fue una preocupación doméstica en su enseñanza, no muy corriente en aquellos tiempos. Su buena letra, se ha dicho, sirvió para que en ocasiones sirviera para copiar los Mensajes del Presidente Mora, que eran enviados desde el frente de batalla a las autoridades del Gobierno en San José.

La Casa de Enseñanza de Santo Tomás recién se había establecido en 1814, y es hasta los gobiernos del Primer Jefe de Estado, por lo demás educador, Juan Mora Fernández, que se impulsan escuelas, en municipios, abiertas a la enseñanza de niños y niñas, al finalizar la década de 1820.

A los 18 años se casó por primera vez, con Juan Manuel Solano. Luego tuvo un segundo matrimonio con Espíritu Santo Espinoza, y un tercer matrimonio, después de enviudar dos veces, con Gil Zúñiga quien la trasladó a vivir en San José, en el Barrio de la Puebla.

Esos días eran los de la construcción del Estado costarricense. Formábamos parte de la República Federal de Centroamérica, siguiendo desde la Independencia, los pasos de la unidad política regional centroamericana, que hasta esos días habíamos tenido, bajo la dominación española, pero ya en época independiente.

Eran días intensos de construcción del naciente Estado costarricense, de su fisonomía y de sus estructuras políticas, de su construcción y evolución constitucional, ya con el Partido de Nicoya incluido, con algunos conflictos internos, y con Nicaragua discutiendo, en los organismos regionales centroamericanos, a los que pertenecíamos, la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica, dándosenos constantemente la razón de esa Anexión a los nicoyanos y a los costarricenses.

La capital de San José se erguía poco a poco como el principal centro político del país, la economía cafetalera estaba en amplia expansión hacia el oeste del Valle Central, los Montes de los Aguacates, en Atenas, de Alajuela, hasta 1844 se explotaron en sus minas. Se había introducido la imprenta en Costa Rica y empezaron a aflorar periódicos con gran contenido y debate político.

En 1835 se estableció la división territorial en tres Departamentos, el Occidental, el Oriental y el de Guanacaste, que luego en 1848, con el surgimiento de la República, bajo el Gobierno del Dr. José María Castro Madriz, hicieron surgir las primeras cinco Provincias, San José, Alajuela, Cartago, Heredia y Guanacaste, y las Comarcas de Puntarenas y Limón.

Vivió Pancha Carrasco intensamente los días del gobierno de Braulio Carrillo, de sus importantes reformas políticas, institucionales y jurídicas. Le tocó vivir su destitución de la Jefatura de Estado, con motivo de la llegada de Francisco Morazán, quien se hizo del gobierno a la fuerza, durante el año de 1842, convirtiéndose Pancha Carrasco en una activa anti morazanista, al punto que se dice que el 29 de mayo de 1842, en un acto público, se bajó de su caballo, tomó algunas piedras del suelo, que se las empezó a tirar a Francisco Morazán y a quienes le acompañaban.

Cayó Morazán del Gobierno en setiembre de 1842, y luego el país se enrumbó con más fuerza a salir de la Federación Centroamericana, lo que ya había iniciado Braulio Carrillo.

La situación tensa con Nicaragua continuaba a propósito de la Anexión del Partido de Nicoya. El Gobierno se preparaba militarmente, poco a poco, para enfrentar, si fuera del caso, una agresión o una guerra con Nicaragua, en ese sentido.

En 1848 el Dr. José María Castro Madriz declaró la República de Costa Rica, motivo por el cual en los años siguientes Costa Rica se proyectó mejor en el plano internacional estableciendo relaciones diplomáticas con varios países. Ya, desde 1843 se habían empezado los contactos de exportación de café a Europa.

Asumió, en 1849, Juan Rafael Mora Porras la Presidencia de la República, a la cual fue reelecto hasta 1859, cuando le depusieron del gobierno y, un año más tarde, le asesinaron el 30 de setiembre de 1860, en Puntarenas, cuando le fusilaron, como un crimen de Estado, sin que se le haya hecho hasta hoy el Funeral de Estado que se merece el Héroe de las Batallas contra los filibusteros norteamericanos, el Benemérito de la Patria, el Héroe y Libertador Nacional.

Durante el gobierno de Juan Rafael Mora se produce la llegada de los filibusteros norteamericanos, dirigidos por William Walker, a Nicaragua, y a Centroamérica, aprovechando contradicciones y luchas políticas en Nicaragua, donde llegó a ejercer puestos importantes en el aparato militar y en el Gobierno, donde llegó a establecer, a finales de 1855, esclavitud en Nicaragua, y amenazó con extenderla a Costa Rica y a Centroamérica.

Esto provocó que el Presidente Juan Rafael Mora Porras, desde diciembre de 1855, advirtiera al pueblo costarricense del peligro que Walker significaba. La Iglesia católica costarricense, ya establecida en el país, con el Obispo Anselmo Llorente y La Fuente, al frente, se sumará a la causa del Presidente Mora, enviando sacerdotes a los frentes de combate, bajo la Jefatura del Capellán del Ejército del Presbítero Francisco Calvo.

Así el Presidente Mora se vio obligado en marzo a movilizar el Ejército Nacional y a los voluntarios, que a su llamado, se sumaron para ir a defender la Soberanía, la Independencia y la Libertad de Costa Rica y de los costarricenses, pero también la de Nicaragua y con ello la de Centroamérica.

La tropa costarricense que se movilizó hacia Nicaragua, a principios de marzo de 1856, en Liberia, conoció la noticia de que los filibusteros habían penetrado el territorio nacional y se hallaban en la Hacienda Santa Rosa. Allí en Liberia se organizó el ataque a los filibusteros en la Hacienda Santa Rosa, que culminó con un éxito rotundo en la Batalla del 20 de marzo de 1856, con una duración de trece minutos.

En la tropa costarricense se había alistado para ir a combatir Pancha Carrasco, junto con su esposo Gil Zúñiga, llena de patriotismo, al llamado de las Proclamas del Presidente Juan Rafael Mora, lo que no era usual en esos días, por su condición de mujer, de mujer casada, y por las costumbres y tradiciones de aquellos años. Hizo su marcha, al frente de combate, en la movilización que salió de San José el 4 de marzo de 1856 comandada por el General José Joaquín Mora Porras, hermano del Presidente.

Como Pancha Carrasco era conocida por sus actitudes públicas, valerosas e independientes, desde la época de Morazán, se le incorporó, para servir a la Patria, como vivandera del Estado Mayor, estando cerca de los principales conductores de la Guerra y del propio Presidente Juan Rafael Mora. Como vivandera atendía la cocina, la atención de la ropa de los miembros del Estado Mayor, y también de atención de heridos, cuando de ello se trataba. También se señala que sirvió en el Ejército “en calidad de cantinera”. Ella misma se llegó a titular “asistenta del General en Jefe del Ejército y de su Estado Mayor”, y ella misma se reconoció como la única mujer “soldado al lado de los más valerosos oficiales” … “y denodada patriota”.

Derrotados los filibusteros y expulsados del país, en la Batalla de Santa Rosa, la tropa costarricense avanzó sobre el territorio nicaragüense, hasta la ciudad de Rivas, donde el 11 de abril, se llevaría a cabo la más fiera Batalla, de muchas horas, contra los filibusteros, también exitosa para el Ejército costarricense, con una enorme cantidad de bajas.

Aquí, en la Batalla de Rivas, Pancha Carrasco se distinguió por su valor, su disposición a entregar su vida y empuñando fúsil combatió fieramente contra los filibusteros. Incluso se le reconoció su importante papel en la recuperación de un cañón durante los combates. Se reconocía su buena puntería en el uso del fusil. Más tarde, también en la lucha por recuperar los sitios militares de la Vía del Tránsito, Pancha Carrasco estuvo acompañando a la tropa hacia el Río San Juan y el Lago de Nicaragua.

En su regreso a San José, enfrentando la peste del Cólera, también se distinguió al lado del General José María Cañas, en la atención de heridos y enfermos, ayudando a enterrar a los fallecidos.

Permaneció Pancha Carrasco en el Ejército hasta su retorno a San José con motivo del repliegue que tuvo que hacerse por la peste del cólera que los azotó, y que afectó al país terriblemente.

Al regreso a Nicaragua, después de haber superado los estragos de la peste del cólera, Pancha Carrasco, de nuevo se une a la tropa, en lo que se ha denominado la Segunda Campaña contra los filibusteros, dispuesta a enfrentar los riesgos de los combates.

Terminada la Guerra contra los filibusteros, en 1857, cuando se hicieron reconocimientos a los combatientes, el Presidente Juan Rafael Mora Porras, le brindó un reconocimiento especial a Pancha Carrasco. La condecoró dándole una Medalla que en su inscripción decía: “Costa Rica agradecida premia el Valor. Santa Rosa, Rivas, San Juan, Presa de Valores, Castillo, Fuerte San Jorge”.

Unos años después se le otorgó una pensión de guerra, de quince colones mensuales, que el gobierno de Bernardo Soto le dio en reconocimiento a sus importantes servicios realizados durante la Campaña Nacional contra los filibusteros norteamericanos.

Después de la Guerra Nacional Pancha Carrasco acentuó su carácter de mujer independiente, que reclamaba y defendía sus derechos, superando en mucho la actitud que para esa época tenían las mujeres, marginadas de la vida social pública, de la defensa de derechos propios, de enfrentarse a la sumisión hogareña y a la autoridad machista, de entonces, de los esposos.

Un rasgo particular de ella, ya en su vida civil, después de la Guerra Nacional contra los filibusteros, es que se enfrentó, en el campo judicial, a su esposo por agresión y maltratos físicos, exigiendo su divorcio, sentando en este sentido un importante precedente de la lucha, de la liberación femenina, que es muy propia hoy de las mujeres contra este tipo de situaciones, lo que coloca a Pancha Carrasco, en esa lucha, como una mujer fuera de serie, que lo fue.

Su última lucha, probablemente fue acompañar al pueblo costarricense, en las calles, en las movilizaciones populares que se hicieron, con participación de mujeres, en noviembre de 1889, para defender el resultado de las elecciones, que se sentían amenazadas de ser burladas. El Presidente José Joaquín Rodríguez, en conocimiento del papel que jugaron las mujeres en esa lucha, y movilización, impulsó, sin éxito, el reconocimiento de voto de las mujeres. Allí debió estar Pancha Carrasco, un año antes de su muerte.

Cuando murió el 31 de diciembre de 1890, era una mujer pobre, que vivía de su pensión.

El Gobierno de la República decretó con motivo de su muerte Duelo Nacional y se le rindieron honores militares, al “Grado de General de División”, con presencia de las principales Autoridades políticas del país, del Clero nacional y del Cuerpo Diplomático, acreditado en Costa Rica, siendo enterrada en el Cementerio General de San José.

En 1994 la Asamblea Legislativa la Declaró “Defensora de las Libertades Patrias” y el 8 de marzo del 2012, de nuevo la Asamblea Legislativa la honró Declarándola “Heroína Nacional”.

En Guadalupe de Cartago hay un Colegio que lleva su nombre y la Oficina Filatélica de Costa Rica emitió también una estampilla con su Figura.

Pancha Carrasco en su figura y reconocimientos públicos evoca no solo a la mujer, que como ella, se integró al Ejercito a colaborar en distintos trabajos de atención a los soldados, sino que también destaca el importante papel que desempeñaron todas las mujeres de Costa Rica, desde la retaguardia de los combates, contribuyendo con el Estado, con el mantenimiento del Ejército y con la producción del país.

La inmensa movilización de voluntarios al Ejército para ir a combatir a los filibusteros norteamericanos, salió principalmente de los campos de producción. A ellos les sustituyeron las mujeres. Había que seguir produciendo para la economía nacional, para mantener los gastos de guerra, y había que producir alimentos para los casi 10.000 soldados movilizados. La mujer costarricense así se convirtió en un elemento de apoyo estratégico de la Guerra Nacional contra los filibusteros norteamericanos.

En el Reconocimiento glorioso que se le ha hecho a Francisca Pancha Carrasco, está hecho también el reconocimiento a todas las mujeres de Costa Rica, que con sus trabajos, ayudaron a mantener la economía y la producción nacional, en esos años, que ayudaron a sostener el costo de la guerra, al Ejército y a sus soldados.

A veces refieren a Pancha Carrasco de profesión militar. En mi opinión ella no tenía esa profesión, que era reservada, en esa época solo para los hombres, pero sí se ganó un lugar en las filas del Ejército costarricense que nadie se lo puede negar.

Fue sobre todo una mujer que supo interpretar el tiempo histórico que le tocó vivir, que lo vivió intensamente, con compromiso, con entrega total a los ideales que esos días le inspiraron que debía cumplir y asumir, y así lo hizo.

Esa es nuestra Pancha Carrasco, Nuestra Heroína Nacional.

Un Monumento a la Mujer Costarricense

Vladimir de la Cruz

Ante la celebración del bicentenario de la Independencia, que se realizará el próximo año, la Academia Morista Costarricense, que recoge en su actividad la memoria viva relacionada con la Campaña Nacional de 1856-1857, contra la presencia filibustera norteamericana, en Costa Rica y en Centroamérica, y especialmente la memoria y reivindicación histórica del Benemérito de la Patria Juan Rafael Mora Porras, tiene programada una intensa actividad para el año venidero. En parte de esa actividad está todo lo relacionado con la Semana Morista que se lleva a cabo en la última semana del mes de setiembre, que recuerda el 30 de setiembre, cuando fue injustamente fusilado el Presidente Benemérito Juan Rafael Mora Porras, a quien aún no se le ha hecho un Funeral de Estado, como he señalado en un artículo anterior.

Estamos en una situación nacional que cuesta pensar en gastos, con motivo de la Pandemia, pero aun así no se pueden evitar los actos conmemorativos relacionados con la fecha del Bicentenario. Y dentro de ellos hay que pensar en eventos y actividades que deben promoverse, con posibilidad de realizarse.

Durante la lucha por la Independencia en Centroamérica son destacadas las notas y noticias relacionadas con las mujeres guatemaltecas movilizándose hacia el Palacio de los Capitanes Generales, para presionar y apoyar a quienes allí estaban dirigiendo la lucha política en favor de la la Independencia del Reino de Guatemala, o de la Capitanía General de Guatemala, de la que formábamos parte junto con el resto de las Provincias de Centroamérica, o Partidos, como también se les llamó después de las Reformas Borbónicas, movimiento que dio origen al Acta de Independencia del 15 de Setiembre de 1821, con la que Guatemala declaró su Independencia, y giró instrucciones para que así se comunicara al resto de las Provincias, convirtiéndose dicha Acta en el detonante de la Independencia que declararían en los siguientes días El Salvador, el 21 de setiembre, Nicaragua y Honduras, el 28 de setiembre, luego Nicaragua rectificó el Acta del 28 de setiembre, y reafirmó su Independencia, y finalmente Costa Rica, y el Partido de Nicoya, el 29 de octubre de 1821, con lo que se cerró el ciclo de pronunciamientos que conduciría luego a la constitución de la República Federal de Centroamérica.

Los años siguientes, para todos los países centroamericanos que recién iniciaban su vida independiente, fueron muy parecidos en cuanto a su construcción constitucional y estatal, por más intensas que fueran, las luchas políticas internas, de los diferentes grupos económicos, sociales y políticos que se iban formando.

El marco de la Republica Federal no impidió al interior de cada uno de estos países las luchas internas, y las diferentes constituciones políticas que los fueron modelando, del mismo modo que desde nuestra perspectiva, con Braulio Carrillo, optamos por abandonar la Federación porque no nos deparaba beneficio alguno, situación que contribuyó para que otros países centroamericanos tomaran, poco a poco, posición similar a la nuestra, hasta que la Federación finalmente se acabó.

La presencia de Francisco Morazán, en 1842, en el gobierno de Costa Rica, no logró asentar a Costa Rica de nuevo en la ruta federal. Derrocado Morazán, en setiembre de 1842, se reafirmó el camino de la separación hasta que el Dr. José María Castro Madriz, en 1848, le dio la estocada final a este proceso, declarando el 31 de agosto la República de Costa Rica. A partir de este momento iniciamos nuestra vida independiente con más fuerza y más reconocimiento internacional.

La Guerra de 1856 y 1857 puso en peligro esta Independencia, no solo la nuestra sino también la de Centroamérica. Por ello la Guerra Nacional fue una defensa y afirmación de la Independencia Nacional. Por ello la celebración del Bicentenario de la Independencia de 1821 une ambos acontecimientos.

William Walker venía con la intención de esclavizar estas repúblicas y anexarlas a los Estados sureños de los Estados Unidos. En este cometido estableció, gobernando Nicaragua brevemente, la esclavitud, en Nicaragua, en 1855. La amenaza sobre Costa Rica era más grande. Walker envió emisarios al país, con propósito similar, que fueron rechazados, y desde diciembre de 1855 el presidente Juan Rafal Mora Porras empezó a preparar a la población para la tarea militar que se avecinaba. El recién nombrado Obispo, Anselmo Llorente y la Fuente, le apoyó y se sumó a la Iglesia Católica Costarricense, con sacerdotes, acompañando a las tropas costarricenses, en sus diferentes columnas de combate.

Los hombres de Costa Rica, en un 20% de su totalidad, el 10 % de la población nacional, fue movilizado a la Guerra Nacional. Salieron esos combatientes de los campos de trabajo, de labranza en general, de la agricultura del café en expansión en esos años, de las haciendas ganaderas y de las plantaciones de caña del Valle Central. A ellos se iban sumando hombres del interior del país, y luego de la Pampa guanacasteca, la caballería de esa zona, también dejando sus campos de trabajo…pero, no dejando sus campos de trabajo al garete. Aquí empezaron a jugar un papel muy importante las mujeres costarricenses.

Las mujeres costarricenses, abuelas, suegras, esposas de los combatientes, madres, de ellos e hijas, asumieron sus papeles productivos. Se incorporaron más decididamente a la producción nacional en todos los campos que fue necesario. El país no podía dejar de producir. Había que mantener la economía de guerra que la Campaña Nacional demandada, y había que producir alimentos para los soldados, la tropa que alcanzó alrededor de los 10.000 movilizados al combate. Este trabajo estuvo en manos, principalmente, de las mujeres costarricenses, anónimas todas ellas, pero que no le zafaron el bulto a la demanda patriótica que se exigía.

Algunas mujeres se integraron al Ejército como como cocineras, vivanderas como Francisca “Pancha” Carrasco, que lo fue del Estado Mayor, como lavanderas, como enfermeras o ayudantes en los Hospitales de Campaña que se llevaron al combate, y en otras tareas que les fueron demandadas. Pocas mujeres fueron combatientes. No era la época para que las mujeres participaran de las actividades militares como soldados activos, lo que no impidió que mujeres como Pancha Carrasco asumiera tareas militares cuando fue necesario y se distinguiera en ellas, y con buena puntería.

En el Reconocimiento Nacional, que se la ha dado a Pancha Carrasco, como la mujer destacada de esa Guerra Nacional, en la Galería de Héroes Nacionales, allí se le ha hecho un reconocimiento a todas las mujeres, que anónimamente participaron en esos eventos y que con su trabajo contribuyeron a sostener a las tropas en sus combates.

Los actos conmemorativos a la celebración de la Independencia Patria, del próximo año, debería contemplar la posibilidad de realizar un Gran Monumento a la Mujer Costarricense, a la mujer en general, a la mujer anónima que participó de estas gestas políticas y patrióticas, desde la Independencia, y la de la Campaña Nacional, reconociéndoles en este Monumento su participación, su colaboración, reconociéndoles su viudez a las que perdieron sus maridos en la Guerra, a las madres que perdieron sus hijos, a las mujeres que con motivo de sus esposos e hijos caídos se convirtieron en cabezas de familia sosteniendo sus hogares y sacando adelante a sus familias, reconociendo a las que tuvieron que atender la epidemia del cólera y sus consecuencias, que provocó la muerte de 10.000 costarricenses más de los ya caídos, en los campos de guerra, y luchando con sus atenciones a los enfermos para que la peste no se propagara más, logrando que la tropa en corto plazo, de nuevo, se integrara a los campos de batallas, con nuevas movilizaciones de soldados hasta Nicaragua, en lo que se ha llamado la Segunda Campaña Nacional.

La mujer educadora, la Maestra en el Hogar y en la Escuela, cuando aún no se había desarrollado un potente sistema educativo, fue el baluarte de la formación de valores humanos, cívicos, familiares y patrióticos, desde el Hogar. La Madre Maestra, la que se extendió a la “Niña” escolar, que desempeñaba ese importante papel, fue pilar también de la formación democrática nacional desde la Escuela pública costarricense, desde el siglo XIX hasta hoy, en todo el sistema educativo nacional. Las Maestras siguen siendo en cierta forma parte de ese ejército de mujeres anónimas…

Las madres jugaban un papel muy importante. No podemos olvidar a Juan Santamaría cuando al asumir voluntariamente su responsabilidad de ir a quemar el Mesón de Guerra, donde estaban los filibusteros en Rivas, su último pensamiento fue para su Madre, al pedir, ante la inminente posibilidad de muerte, que “cuidaran de su Madre”, lo que el Estado y el Gobierno costarricense hicieron y reconocieron otorgándole una pensión, la cual, después, le fue incluso ajustada económicamente.

Las mujeres anónimas siguen estando presentes en la vida de cada uno de nuestros hogares y familias. Hoy cerca de 700.000 mujeres están incorporadas al proceso productivo, como asalariadas. De ellas más de 300.000 son cabeza de familias, lo que significa que son el principal ingreso económico de sus hogares aun cuando tienen esposo o compañero. Son el soporte de los casi 300.000 desocupados que alcanza hoy el país, por el impacto de la pandemia, por los que han reducido sus jornadas de trabajo y con ellos sus salarios, o han sido suspendidos o despedidos de sus trabajos, dejando de percibir ingresos, y en este sentido son estas mujeres el principal “colchón” de “amortiguamiento” de que en el país no haya luchas sociales más intensas de trabajadores, y de los desocupados, y por esas mismas razones sociales económicas, del mismo modo, por la situación crítica como la que vivimos, y se vivirá por varios meses, intensificándose, puedan llegar a ser también el principal motor de lucha social o el detonante de luchas sociales que aún no hemos visto.

La Mujer Costarricense, en su anonimato, es la mujer que todos tenemos en nuestros hogares, que hemos tenido en nuestras familias, con nuestras madres, abuelas, bisabuelas, con nuestras esposas, hermanas e hijas, que muchas veces se desdibujan al ser las esposas de fulano, las madres de sutano o las hijas de mengano.

Es hora de que reconozcamos el papel de la Mujer Costarricense. Los festejos de la Independencia deben hacernos meditar sobre el papel de la mujer en la sociedad costarricense.

Hacer un Gran Monumento a la Mujer Costarricense como elemento esencial en la forja y el desarrollo de la sociedad y la democracia costarricense es una deuda que tenemos como sociedad.

Allí, en otros países, donde las mujeres se han destacado en guerras, en las luchas nacionales, sociales y populares, se les ha reconocido su papel, también de manera anónima, como por ejemplo, “Las Soldaderas” de la Revolución Mexicana, que son un ejemplo de ellas. En la antigua Unión Soviética había monumentos a esas mujeres que de distinta manera destacaron en la historia de esa gran nación, en sus distintos momentos históricos, y se les reconocía su papel.

Igual ha sido con los soldados caídos que anónimamente se les recuerda con tumbas, o monumentos alusivos, a los “soldados desconocidos”. Don Pepe Figueres, en su gobierno de 1970-1974, exaltó a los caídos de los dos bandos de la guerra, aludiendo al recuerdo de la Guerra Civil de 1948 cuando hizo el Monumento en Dota, y otros eventos donde distinguió anónimamente a los caídos en esa guerra, valorando en cada uno de ellos sus objetivos y sacrificios por los cuales dieron sus vidas.

En Costa Rica nos debemos también, en los Cementerios Nacionales o municipales, a construir la Tumba de los Caídos en la Guerra de 1856. Esta lista ya existe. Es una obligación moral de todas las municipalidades, con apoyo del gobierno, de impulsar estos monumentos en los cementerios que bien podrían servir también para que cada 20 de marzo, 11 de abril, u otras fechas patrias relacionadas, allí se les rinda culto y recuerdo a los que cayeron dando su vida por la Patria. También se podrían hacer murales en los parques centrales de cada Cantón con la lista de los caídos, de cada Cantón, en la Guerra Nacional de 1856-1857.

Lo inmediato por ahora es luchar porque se haga un Gran Monumento a la Mujer Costarricense, con motivo de la celebración del Bicentenario de la Independencia Patria, y Centroamericana, que en él se reconozca, de esa manera, a todas las mujeres del país, que desde sus distintos trabajos, ocupaciones, en el hogar o en la producción en general, tienen, y con ellas exalte a todas las madres costarricenses, como los árboles de la vida nacional, que han producido a los hijos del país, como recuerda la canción patriótica.

¿Las “Feminazi”?

Alejandro Machado G

Arranco solicitando una disculpa por este clickbait o comúnmente llamado ciberanzuelo editorial, pero es porque estoy rotundamente convencido, de que al adjetivo “feminazi” al que llama un sector para descalificar las formas y consignas de miles de mujeres que cuestionan el estatuo quo, está tratando de dejar de lado esos esfuerzos de mujeres heroicas, que van desde aquellas de la campaña del 56-57, hasta esa que se levanta a hacerte el desayuno.

Compararlo con el fascismo ideológico nazi que significó la muerte de niños, niñas, mujeres y familias es algo grave y poco serio. En Costa Rica, dichosamente fue lo contrario, más bien fueron decenas de mujeres que marcharon al lado de hombres, las que contribuyeron en la libertad del pueblo, caminando largas horas para defendernos y nacer libres.

Mientras acá en 1856-1857, centenares de mujeres que marchaban atravesando selvas y topándose cualquier tipo de animal ponzoñoso para mantener a nuestras tropas, en marzo de 1857 en New York, miles de mujeres obreras textiles a esas que llamas “feminazis”, marchaban exigiendo mejores condiciones laborales. Posteriormente, la escalada de sus luchas por justicia social desembocó en que 120 mujeres murieran calcinadas en un incendio de la empresa textil por la que marchaban.

¿Por qué les pasó? ¿Por “feminazis”? ¿Los estudios de género son una farsa? Los estudios de género y las luchas de esas “feminazis” no solo va desde esas mujeres de la campaña o la figura de Pancha Carrasco y su excelente puntería, se da progresivamente en las aulas, en la educación, en la organización. Por ejemplo, a sabiendas de que no podían estudiar, con valentía muchas se atrevieron, se vistieron “como hombres”, se matricularon en el Liceo de varones y hasta se colaron en maratones internacionales.

Pese haber marchado en 1856-57, esas “Feminazis” no podían votar, estudiar, participar de la política. Ejemplo, Pancha Carrasco muere con una modesta pensión. La clave ha sido, lo que no podían hacer solas, lo hicieron juntas. Los esfuerzos de las “feminazis” creando la liga feminista de la mano de doña Ángela Acuña y otras sufragistas “feminazis internacionales”, que venían batallando contra opresión fueron elementos fundamentales.

¿De cuál opresión hablaban? De los argumentos que radicaban en la visión del caballero y la zapatilla de cristal: “No voto a favor de que las mujeres voten, porque no deseo tanto daño para la mujer costarricense”. Y así sucesivamente, los Don Juanes aparecían, “No creo que las mujeres deban votar pues no hay nada más sucio que la política y debemos hacer todo lo posible por mantenerlas al margen de la misma”.

El vehículo de la organización, la educación y lo feminazi fue lo que hizo que lo privado fuera algo público, logrando que el 30 de julio de 1950, la mujer ejerciera por primera vez el derecho al sufragio en comicios regionales y el 26 de julio de 1953 a nivel nacional.

Estas luchas pueden significar algo perverso para un sector, y es todo lo contrario. Es uno de los mayores logros reivindicativos para la democracia. Que no es un asunto solo de mujeres. En diario de 1951, señalaba “se a cabo la paz, se a cabo la tranquilidad. Las mujeres del 15 de mayo, las mujeres del 2 de agosto, serán simples grupillos anémicos y amorfos, a la par de las grandes concentraciones de mujeres que harán sacudirse a la república de punta a punta”.

A decir verdad, a 69 años de ese párrafo, qué visionario y vigente es. Abramos espacios y que nadie se quede atrás.

Gestor y promotor social

* Cédula 1-1437-0171

Imagen: http://bibliotecaescuelasanmartin1639.blogspot.com/2018/03/francisca-pancha-carrasco-benemerita-de.html