París bien vale tres goles

Hernán Alvarado

El 9 de enero del año en curso, el Paris Saint-Germain (PSG) enfrentó, en el Parc des Princes, al Stade Brestois (Brest). El PSG buscaba alcanzar al Lyon en la cima, mientras que el Brest luchaba a mitad de tabla por romper una carestía de triunfos, habiendo comenzado a remontarla en el partido anterior contra el Reims. Ambos equipos realizaron un buen partido, reflejado en el protagonismo de los guardametas. De un lado, el legendario Keylor Navas (34 años) y, del otro, un joven cancerbero, Gautier Larsonneur (25 años). Ambos tuvieron oportunidad de mostrar sus reflejos y algo más. El partido fue parejo, excepto por la contundencia del PSG, proporcional a la motivación inicial [1].

Los tres goles del Paris Saint-Germain comportan algunas enseñanzas. El primer gol fue de Moise Kean (18) al minuto 16’ y resultó de un tiro de esquina ejecutado por Ángel Di María (11). La bola salió tendida, alejándose de la densa línea defensiva para topar en lo alto al capitán de los parisinos, Marcos Aoás Corrêa (5), alias Marquinhos, quien se había deshecho de su marca con un movimiento sorpresivo. Ahí comienza el gol, con una jugada de manual estilo Pochetino. Marcos la pegó de cabeza hacia el poste contrario, donde rebotó hacia el centro, apenas para que Moise la empujara de cabeza lanzándose hacia adelante.

Justo antes, se vio a Gautier (1) moverse nervioso, hacia adelante y hacia atrás, procurando ajustar su posición con cada evolución de la jugada. Al final se lanza tras aquel balón a su izquierda, pero solo para quedar sin oportunidad cuando este retorna hacia la cabeza de Kean. Igual que la mayoría, este guardameta esperó el tiro de esquina en el centro y no atrás, que es la posición clásica; precisamente por el temor a un remate desde el primer poste. Solo un defensa del Brest, superando el estupor propio del gol, levantó la mano pidiendo un aparente fuera de juego de Moise y Kylian Mabppé (7).

El segundo gol también contiene elementos que resaltar. Se produce en el minuto 81’, cuando el PSG estaba manejando mejor el balón. A tres cuartos de cancha, la media lo mueve hacia la izquierda, con Layvin Kurzawa (20). Este pasa la bola a Mabppé, que le acompañaba por esa banda. De inmediato Layvin se mete en el área, arrastrando a su marcador y abriendo campo para que su compañero avance por el costado. Él sigue marcado por Irvin Cardona (14), al que se suma pronto Ronäel Pierre-Gabriel (20). Kylian hace unos regates distractores hasta lograr lo que parecía imposible: pasar entre ambos defensas. Ahí se originó el gol. Entonces, todas las alarmas se prendieron; el defensa central y el cuarto le salen al paso, mientras el guardameta resguardaba el poste derecho, por la inminencia de un remate. Pero Mabppé hace el letal pase hacia atrás, donde el talento de Mauro Icardi (9) se encarga del resto. El argentino había entrado en el segundo tiempo y había tenido ya una oportunidad de gol. En este segundo chance juega anticipadamente, rompiendo la inercia de la jugada y desmarcándose para recibir con ventaja. Ahí se ve la genialidad de la anotación. Luego solo le queda poner firme el borde interno para que la bola se cuele entre una docena de piernas. En el último momento, el guardameta hace un gesto tardío estirando su pierna izquierda.

Este gol ilustra una cuestión táctica fundamental. La buena actuación del centro delantero y el guardameta depende de la posición, la cual debe seguir, pero también escapar a la inercia de la jugada. A diferencia de Icardi, a Larsonneur se lo tragó el remolino que llevaba a todos detrás del balón. Por eso termina siendo cómplice en la coreografía de este tanto del PSG, mismo que le aseguraba la victoria. Para tener algún chance, el atajador debió haber achicado, en vez de recular. Además, debió buscar ese balón con las manos, no con el pie. Sirven de atenuantes la velocidad de la jugada y la turbia visibilidad del instante.

El tercer gol ocurre dos minutos después (83’), culminando el desconcierto del Brest y es fruto de la colmada confianza del PSG. Se trata de un magnífico remate de Pablo Sarabia (19), desde fuera del área grande, engalanado con un taquito previo del mismo Icardi. Larsonneur pareció en ese instante abatido, aunque achica y se lanza bien. Con todo, debe considerársele uno de los mejores jugadores del encuentro, típica hazaña de gran guardameta.

Del lado de los parisinos, brilló Keylor Navas (1) quien saliera librado en más de 10 aproximaciones de los piratas. Fue factor clave en una sólida defensa que sostuvo la ventaja desde el segundo tercio del primer tiempo, favoreciendo el ataque constante. Más aún, hacia el minuto 70’, Keylor se dio el lujo de salir de su área y jugar con los pies, mostrando una solvencia poco vista anteriormente. Intervención que insufló confianza y no pasó desapercibida, pues un titular consignó que «… salió jugando a lo Neymar». Si Navas desplegase ese talento, se consolidaría como uno de los más grandes de Latinoamérica. Tiene balompié para eso y para rato, así que debería atreverse a salir más de la cárcel mental que se llama área de penal. La circunstancia de un entrenador argentino podría resultarle propicia para eso. En Europa haría la diferencia para superar tanto acoso competitivo.

 

Tal vez influyó también que el PSG estaba de luna de miel con su técnico.
Fotografía principal tomada de Futbol Centroamérica.

Fuente principal: https://gazeta.gt/
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