Rel-UITA: “Gracias por su comprensión”, nos escribió Chiquita

La decisión unilateral adoptada por Chiquita Brands Costa Rica de cerrar el departamento de operaciones portuarias en Limón, despidiendo de forma ilegal a la totalidad de trabajadores y trabajadoras y tercerizando las labores que tenían asignadas, es una muestra más de la inmoralidad de la compañía frutera de capital brasileño

  • Con Carlos, trabajador despedido por Chiquita

 

Giorgio Trucchi

Carlos tenía 15 años trabajando como técnico en refrigeración en el departamento de operaciones portuarias de Chiquita Brands. Daba mantenimiento y reparaba los contenedores que la transnacional usaba para la exportación de fruta.

“El sábado 2 de marzo, cuando entré a trabajar, ya el ambiente se sentía bastante pesado. Sabíamos que algo estaba pasando porque durante toda la semana estuvieron sacando contenedores de la terminal, y el predio se fue vaciando poco a poco.

Los jefes nos habían vendido la idea que lo que estaban haciendo era espacio para meter a más de 1.000 contenedores nuevos. Con esta justificación pretendían que todo el mundo estuviera quieto y tranquilo, sin embargo la preocupación crecía.

Terminé de trabajar a las 3 de la tarde y me fui para la casa a descansar. De repente, el domingo, llegó por WhatsApp el comunicado de Chiquita avisando que todo se había acabado, que ya no teníamos trabajo.

Lo más absurdo de todo es que el escrito terminaba con una línea que decía: ‘gracias por su comprensión’, una siniestra ironía. Después de tantos años y tantos esfuerzos, la empresa nos despachaba con un mensajito y nos agradecía por la compresión.

Me quedé sorprendido. Había rumores de que podía haber despidos, pero nunca el cierre total del centro de trabajo. Todo fue muy humillante y me siento total y absolutamente indignado por la forma en que nos despidieron, violentando la convención colectiva y las leyes nacionales.

Lo mínimo era mirarnos a los ojos e informarnos de la decisión. Nos trataron como objetos y nos tiraron a la calle sin dar la cara. Para los dueños de Chiquita ni siquiera somos peones. Somos como piezas, ladrillos de Lego que pueden usar y botar como les da la gana.

Le di mi juventud y no valoraron nada de lo que yo hice para la compañía. Sencillamente nos desecharon porque para ellos ya no éramos necesarios”.

Carlos está casado y tiene un hijo y una hija. El mayor inició este año la carrera de ingeniería, mientras que la pequeña está en séptimo grado.

“Ahora debo ver qué hago, porque en Limón no se encuentra trabajo. Lo poco que hay está totalmente precarizado. Todos estamos en la misma situación. Hablamos de miles de personas directa o indirectamente afectadas por estos despidos inmorales.

Afortunadamente estamos organizados y vamos a pelear nuestros derechos. Desde que la propiedad de Chiquita pasó a manos de los brasileños (Cutrale-Safra) buscaron siempre como acabar con el sindicato.

Sin el Sintracobal y las alianzas estratégicas que tiene a nivel nacional e internacional no hubiéramos podido resistir y hacernos respetar durante todos estos años”.

 

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