Seca electoral
Manuel Delgado
Es desconsolador leer las noticias en estos días, y no por Zapote (que ya ni nos sorprende) o Valencia (que tanto quiero), sino por los magros resultados electorales en Brasil y Chile.
Definitivamente, y por más que los presidentes hablen de democracia, ni Lula ni Boric cuentan con el apoyo de sus pueblos.
Parece estar claro que la clase obrera brasileña le ha vuelto la espalda a su viejo líder sindical, que ha debido conformarse con pírricas victorias en al puro norte del país, lejos, muy lejos de los centros industriales de São Paulo, Minas Gerais, Curitiba o Porto Alegre, para no citar más. La gran mayoría de los municipios obreros vecinos de São Paulo, donde Lula fue el candidato más votado en las elecciones de 2022, quedaron en manos de partidos de centro-derecha y derecha.
En Chile, dice el periódico del Partido Comunista, “la derecha avanzó [y] el oficialismo retrocedió… casi la totalidad de los partidos oficialistas, de izquierda y el progresismo presentaron un retroceso… En términos políticos la derecha tiene razones para celebrar y sentir una positiva proyección a lo que serán los comicios parlamentarios y presidenciales del 2025”.
La actitud hostil hacia Venezuela de ambos, pero sobre todo de Lula, es de vieja data, pero no es arriesgado pensar que en las más recientes estas elecciones tuvieron una responsabilidad. Se oponen a la revolución bolivariana por oportunismo, pensando en los votos que hay que ir a ganar en condiciones tan adversas.
Pero la lección principal no está allí. Se trata de que, en ese juego de acercamiento a sus derechas, ambos gobiernos han decepcionado a sus electores. Las grandes expectativas se quedaron en muy poco y las reformas impulsadas no convencen a un electorado que quiere transformaciones.
El sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas, hablaba de “revoluciones sin cambios revolucionarios” para explicar el desencanto de este tipo de gobiernos. Ese ha sido, me parece a mí, la principal falla de la izquierda latinoamericana: su reticencia a ser realmente de izquierda, su tendencia a “mejorar” su imagen haciendo suyos no solo el lenguaje sino incluso las metas del enemigo, procurando ser simpáticos para las oligarquías frente a las cuales nunca resultarán suficientemente simpáticos.
Ahora, por cierto, los cambios van a ser más difíciles. Por ejemplo, el PC chileno (que está en parte dentro del gobierno y en parte fuera del gobierno) señala que con esos malos resultados los cambios van a ser más difíciles e, incluso, que es posible que haya cambios, se entiende retrocesos, en el gabinete.
Dios no coja confesados.
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