Sobre el asalto del PLUSC a la seguridad social en Costa Rica (Tercera y última parte)

Rogelio Cedeño Castro

Sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).

 

“Para lograr la universalización de los seguros sociales y garantizar cumplidamente la contribución del Estado como tal y como patrono, se crearán a favor de la Caja Costarricense de Seguro Social rentas suficientes y calculadas en tal forma que cubran las necesidades actuales y futuras de la institución. Si se produjere un déficit por insuficiencia de esas rentas, el Estado lo asumirá, para lo cual el Poder Ejecutivo deberá incluir en su próximo proyecto de presupuesto la partida respectiva que le determine como necesaria la citada institución para cubrir la totalidad de las cuotas del Estado” Párrafo cuarto del artículo 177 de la Constitución de la República de Costa Rica (no sabemos sí se encuentra en vigencia o al menos parece que sus postulados no se observan en el régimen de la dictadura en democracia, pues al parecer “aplican restricciones”, dentro del mejor estilo comercial).

 

VII

A lo largo de las casi doscientas páginas de su libro EL GRAN ASALTO DEL PLUSC AL SEGURO SOCIAL (San José Costa Rica 2011), don Luis Alberto Jaén Martínez demuestra, de manera fehaciente, como las autoridades del gobierno central y las sucesivas presidencias ejecutivas y juntas directivas de la caja han venido manejando, de manera irresponsable y cínica, los fondos del régimen de enfermedad y maternidad y el de invalidez, vejez y muerte. En vez de  acatar y de exigir el cumplimiento de lo dispuesto tanto en la constitución política como en la Ley constitutiva de la Caja lo que han hecho es ir cercenando los derechos de los trabajadores asegurados y del conjunto de la población, tanto en lo referente a la atención médica en los hospitales y clínicas de la CCSS como en cuanto a las pensiones y jubilaciones, reformadas en el año 2005, oportunidad en que se condenó a muchos de los jubilados a recibir pensiones de miseria, ya que en una buena cantidad de casos el monto de estas andará por el orden del 43% del monto de los últimos salarios recibidos, en tanto se sigue con la práctica de desviar el uso de los fondos de la seguridad social para otros propósitos, contraviniendo lo establecido en el artículo 73 de la propia constitución política que dice que: ”No podrán ser transferidos ni empleados en finalidades distintas a las que motivaron su creación, los fondos y las reservas de los seguros sociales”(Citado por Luis Alberto Jaén p.64).

Según el autor, el reglamento de pensiones fue reformado por la junta directiva, presidida entonces por el señor Rodolfo Piza Rocafort (candidato a la presidencia de la república por el PUSC para las elecciones de febrero de 2014), en el mes de abril de 2005, en los siguientes términos:”El reglamento anterior disponía que la edad mínima de pensión para los hombres era de 61 años y 11 meses, siempre que hubieran cotizado con 462 cuotas, o sea, 38 años y medio de trabajo. Por cada mes más de vida, necesitaban 6 cuotas menos para pensionarse. Cuando llegaban a los 65 años, sólo  requerían haber cotizado con 240 cuotas, o sea, haberlo hecho durante veinte años. Con el nuevo reglamento aprobado en abril del 2005 y que empezó a regir en octubre del 2006, pero que la División de Pensiones(es decir, los Dioses amos y señores del destino de la gran mayoría de los costarricenses) se apresuró a aplicar anticipadamente, la edad de 61 años y 11 meses y el número de cuotas de 462 como mínimo se mantiene, pero para las personas de 65 años, el número de cuotas para concederles el derecho, se elevó de 240 a 300, y se adecuó de acuerdo con esta elevación, lo correspondiente a las edades intermedias entre 60 y 65 años. Lo anterior quiere decir que una persona, hombre o mujer, para pensionarse a los 65 años, necesita con este nuevo reglamento del 2005, haber cotizado durante 25 años en lugar de 20 como disponía el reglamento anterior”(ibid. p.80). En cuanto a las sumas a pagar por pensión, de acuerdo con el nuevo reglamento aprobado por don Rodolfo Piza Rocafort, dice el autor de este libro que” Además, se dispone que tanto hombres como mujeres pueden anticipar la pensión habiendo pagado solamente 300 cuotas, y cumplido, las mujeres 60 años y los hombres 62, pero en tal caso los montos de pensión se les reducirán hasta en un 34.85% a las mujeres y en un 21.3% a los hombres”(ibid p.81). Pero lo más significativo y ominoso de esta reforma de pensiones, aprobada hace pocos años, con la complicidad de algunos dirigentes sindicales, según afirmaba don Luis Alberto Jaén, es el hecho de que “En todos los casos, el monto de la pensión se calcula con base en el promedio de los salarios devengados durante los últimos veinte años, ”adecuados por la inflación”, y de tal promedio se pagará hasta un 52.5% si el salario es inferior a dos salarios mínimos y luego ese porcentaje se va disminuyendo hasta llegar a un 43% cuando el salario llegue y sobrepase ocho salarios mínimos. O sea que conforme el promedio de salarios va aumentando el porcentaje que se pagará por pensión va disminuyendo (ibid, p. 81).  Este y no otro será el porvenir que dispusieron para la gran población de los así llamados “adultos mayores” los diferentes gobiernos de la dictadura (neoliberal) en democracia y las sucesivas las juntas directivas puestas por ellos, pero lo más grave es que la falta de información adecuada y las dificultades para entender un problema tan complejo, nos ha impedido reaccionar así sea sólo por mero el instinto de conservación, un hecho que pone en peligro la supervivencia de innumerables compatriotas, cuya conciencia aun no se ha visto sacudida.

VIII

Los miles de miles de millones de colones, dentro de lo que constituye un verdadero agujero negro, que han sido desviados por los sucesivos gobiernos, a lo largo de más de medio siglo, han sumido a la Caja Costarricense de Seguro Social y a todo el sistema de atención en materia de salud en una crisis casi total, sostiene don Luis Alberto Jaén en distintos apartados de su libro, la que ha imposibilitado el cumplimiento de la atención debida a los asegurados en lo referente al área de salud, tanto en lo relativo a la atención primaria como en las acciones de la medicina curativa, la que por lo general tiene un costo más elevado. No podemos dejar de pensar, siquiera por un instante, en todas las obras de infraestructura que hubieran podido construirse con esos recursos evitando, de esa manera, miles de penalidades a los trabajadores asegurados, tal y como ha sucedido con el caso de las más de 300 camas que el Hospital Calderón Guardia no ha podido reponer todavía, como consecuencia del incendio ocurrido en el año de 2004, además de contratar los servicios de especialistas de los que, por lo general, carecen los hospitales de las regiones periféricas del país y adquirir, sin dilatorias de ninguna clase, todos los medicamentos que requiere la población del país.

Las pensiones y jubilaciones, contempladas en el fondo de invalidez, vejez y muerte han sido puestas en riesgo, a partir de iniciativas como la mal llamada Ley de protección al trabajador, impulsada por la administración de Miguel Ángel Rodríguez, durante el año 2000, la que de acuerdo con don Luis Alberto Jaén, constituye una desviación de fondos que debieron a destinarse al permanentemente amenazado régimen de pensiones, a cargo de la Caja Costarricense de Seguro Social. Afirma don Luis que. “a esa ley la promovieron como “LA GRAN REFORMA SOCIAL DE NUESTRO TIEMPO” y pensando en el tiempo en que estamos, tal vez tenían razón ¡ Qué tiempo! El del crimen organizado para detentar el poder:” (ibid. p. 40) y agrega, más adelante el autor “La tal ley no es otra cosa que un tamal bien condimentado para iniciar la privatización de los seguros sociales. Y lo lograron. Claro que pasando por encima de la Constitución, pero es sabido que a un adepto a los arcanos del capitalismo, la única ley que le interesa y respeta es la ley suprema del mercado: la ley de la oferta y la demanda…Pues bien, la tal ley de “protección” al trabajador consiste en crear un fondo destinado fundamentalmente a proporcionar a todos los trabajadores una pensión complementaria, de la que en su momento habrán de recibir de la Caja del Seguro Social”( ibídem p.p, 40-41). Dicho de otra manera, con el espejismo de una pensión complementaria bastante dudosa en sus fundamentos se desviaron recursos que deberían haber fortalecido las pensiones a cargo del régimen de invalidez, vejez y muerte.

Conviene reiterar que a pesar de que en los últimos tres años, todo el mundo habla –incluidos algunos de los mayores responsables del drama- de dar una solución al problema de la seguridad social, reduciéndolo a las situaciones administrativas de la Caja del Seguro Social o a dimensiones de orden técnico, a diferencia de que ocurría durante  los largos años en que la voz de don Luis y otros ilustres ciudadanos como don Rodrigo Arias López, actuario de la caja a inicios de la primera década del siglo y profesor de la Escuela de Matemáticas de la Universidad de Costa Rica, permanecía ignorada y casi silenciada por los medios de comunicación social, tal vez con el decisivo concurso de la jugosa pauta publicitaria dosificada por quienes dirigen la institución con los criterios del régimen imperante, pero sobre todo en contra de quienes aportan los recursos para su funcionamiento como son los trabajadores del país; lo cierto es que este problema específico tuvo la virtud de poner en evidencia que todo el edificio estaba carcomido y no sólo algunas de sus vigas, ilegitimidad y no gobernabilidad es el nombre que corresponde a los males que nos aquejan. Ahora ya no hay duda de que todo esto puede derrumbarse, de manera estrepitosa, en una región como la del istmo centroamericano, agobiada por graves problemas sociales y de legitimación de los poderes públicos, al no haberse superado las causas que llevaron al conflicto armado de los años setenta y ochenta del siglo anterior.

IX

A dos años de su partida definitiva, la voz clara y valiente de don Luis Alberto Jaén Martínez resuena todavía en nuestros oídos como un llamado a la conciencia y al cumplimiento del deber ciudadano, como la expresión de esas cualidades que siempre lo caracterizaron a lo largo de toda su vida, de la cual deben sentirse orgullosos tanto Leticia, su compañera de los últimos años, como también Alejandro, Ismene y todos sus hijos y nietos. Para los que tuvimos el honor de ser sus amigos cercanos y compañeros en innumerables episodios de la lucha social, a lo largo de las  décadas recientes, el solo recuerdo de su nombre será una convocatoria a la lucha y a la búsqueda honesta de la verdad, la única que como dicen las viejas tradiciones podrá hacer de nosotros hombres y mujeres libres de verdad.

Suelo recordar sus anécdotas cargadas de vivacidad e invaluables enseñanzas, como cuando me contaba que allá en la primavera de 1940, tal vez durante los meses de abril y mayo, cuando los ejércitos alemanes se disponían a aplastar a Francia y su débil resistencia que terminó en la derrota de Dunkerque con la consiguiente ocupación nazifascista del país de los galos, sólo él y otro compañero de la secundaria, allá en el Liceo de Costa Rica, apoyaban la causa de los aliados, mientras que el resto de sus compañeros de clase eran fervientes admiradores del nacionalsocialismo (pronazis) de Adolfo Hitler. Las cosas cambiaron después del ataque japonés a Pearl Harbor, en diciembre de 1941 y la entrada de los Estados Unidos en aquel conflicto bélico (siempre la doctrina Monroe jugando lo suyo, podríamos decir) que nos llevó a declararle la guerra a los países del eje Roma-Berlín-Tokio y luego a internar a los costarricenses de origen alemán en campos de concentración, cosas que don Luis no dejaba de enjuiciar con severidad, a pesar de que fue esa excepcional coyuntura la que nos permitió avanzar, en el campo de los derechos y garantías sociales para la clase trabajadora costarricense, hoy amenazados por la rapacidad del capitalismo neoliberal y sus fervientes cultores, enquistados en todos los enclaves de poder más importantes de nuestro país

Entre don Luis y yo se que no habrán ni hubieron nunca despedidas, porque parafraseando al Mahatma Gandhi de aquella película de Richard Attenborough, basada en la novela de Dominique Lapierre Esta noche la libertad (Cette nuit la liberté) de 1982, al dirigirse a un amigo suyo, periodista neozelandés o australiano que se despedía de él y se afligía de verlo en las crueles prisiones a que lo sometía el colonialismo inglés, le dijo que entre ellos no habrían despedidas porque ahí donde su amigo estuviera siempre estaría él, desde los más profundo de su conciencia y como un testimonio ante la conciencia universal, dentro de la interminable lucha por la justicia y la libertad del ser humano.

 

Enviado a SURCOS por el autor.