Sueños destruidos

Manuel Delgado

Hace muchos años que no uso reloj, pero cuando era estudiante de secundaria cayó en mis manos un viejo Vulcain que mi padre había adquirido no sé cómo. Ese finísimo aparato que tenía el aspecto de cachivache viejo me acompañó por muchos años, hasta que un día, después de muchas reparaciones, dejó de funcionar. Simplemente se murió de muerte natural. Allá estará en el cielo de los relojes y quizá, si alguien le cuenta de este comentario, me regalará una sonrisa de cariño.

El recuerdo de mi viejo reloj se me vino de pronto cuando leí el libro de Flora Fernández tristemente titulado “El destructor de vidas y sueños”. La cosa es que alguien me dijo que en ese tipo de relojes los expertos estaban en la Relojería Fernández, que quedaba en la Avenida Central, y allí estuve yendo mucho tiempo. Me atendía un señor ya cargado de años y de amabilidad. Era posiblemente el padre de Flora, don Julio, hijo del fundador de la joyería y su segundo propietario, llamado también Julio Fernández.

El libro de Flora trata de esa experiencia de vida de su abuelo y de su padre, y de la destrucción de sus ahorros y con ellos de sus sueños por una de las estafas más sonadas de nuestra época, la del grupo Aldesa.

De una manera documentada y sagaz, Flora desnuda el proceso de la estafa que acabó con los ahorros de muchos costarricenses y que sigue golpeando hoy a empresarios grandes y medianos, a pequeños ahorrantes, a miles de solidaristas y a sistemas de pensiones. Por eso este libro es tan notable, digno de ser leído por todos los costarricenses.

Pero hay otra cosa que me interesa mucho y es el tratamiento humano, la búsqueda de la experiencia vida, del testimonio, del dolor y la queja, del rostro oculto en el momento del llanto. Desde este punto de vista, la obra de Flora es un aporte valiosísimo a la literatura del testimonio, al periodismo de profundidad. La verdad, sobre todo en materia económica y financiera, siempre tiene números. Trabajé como periodista muchos años en este tipo de notas y lo sé de sobra. Pero por encima de las cifras está el ser humano, su dolor inequívoco, su vida irrepetible. Eso lo recoge Flora de maravilla. En primer lugar, su propia experiencia y la de su negocio, la Relojería Fernández.

En esta triste experiencia de despojo hay cosas que no pueden dejar de mencionarse. ¿Cómo es posible que el gobierno de Alvarado haya mantenido como ministra de Hacienda a una persona involucrada en Aldesa y que luego la haya promovido nada menos como superintendente de entidades financieras? ¿Cómo es posible que otra alta jerarca de Aldesa fue jefa del aparato económico del estado y luego fuera promovida como embajadora nada menos que en una entidad internacional, el BID? ¿Cómo es posible que hayan sido arropados jerarcas de bancos y prensa involucrados en este hecho? ¿Cómo es posible que sigan tan campantes en esos puestos? ¿Cómo es posible, en fin, que aquí se les arrebataron los ahorros a miles de costarricenses y sigue sin pasar nada?

El libro recuerda el caso del Esquema Ponzi, ideado por Bernard Madoff, instrumento del fraude de millones de dólares a ahorrantes norteamericanos. Madoff terminó en la cárcel y se hicieron reformas profundas al sistema financiero para proteger a los inversionistas. Pero en nuestro país, como generalmente ocurre, no pasa nada. Vivimos no en una democracia sino en un reino: el de la impunidad.

Y basta. Recomiendo esta obra desde el fondo de mi cerebro y de mi corazón. Desde allí expreso mi dolor y mi sentimiento de odio contra esos pillos. Y desde allí reconquisto al mismo tiempo mi cariño por don Julio, su relojería y mi relojito. Gracias Flora, y adelante.