En la década de los 80, el Instituto Internacional de Conservación y Manejo de Vida Silvestre de la Universidad Nacional (Icomvis-UNA), fue pionero en platear al gobierno, el uso de los planes de manejo como herramienta científica para la gestión de las áreas silvestres del país.
Su creación surge por iniciativa del Servicio de Pesca de los Estados Unidos (FWS por sus siglas en inglés), para crear el Programa Regional en Manejo de Vida Silvestre para Mesoamérica y el Caribe, con el objetivo de formar a profesionales capaces de ejercer un liderazgo que les permita interactuar con otros actores nacionales e internacionales en la búsqueda de los nuevos cambios que requiere adoptar la sociedad actual para lograr el desarrollo humano sostenible en armonía con la naturaleza. 20 años después debido a su propio desarrollo académico y a las nuevas demandas, el programa se convierte en el Instituto Internacional en Conservación y Manejo de Vida Silvestre (ICOMVIS-UNA).
Como parte de las celebraciones del 40 aniversario de su creación, el Icomvis con el apoyo de la Vicerrectoría de Investigación presenta «Intrusos: colisión de mundos», de la artista Deirdre Hyde.
La artista combina su interés en el hábitat que se ha construido y su preocupación perenne sobre la sobrevivencia de la vida silvestre. “Aquellos animales que consideramos superfluos para nuestros propósitos, han estado tradicionalmente relegados a los espacios donde los humanos no quieren habitar, y los animales considerados peligrosos para las personas, son eliminados apenas salen de sus escondites, cada vez más limitados. Gracias a nuestra eficiencia en arrasar con la naturaleza, ahora es más probable ver animales silvestres perdidos entre hábitats humanos que oír noticias de gente perdida en el bosque.
Esta exposición explora el fenómeno que presenciamos durante la pandemia cuando los animales silvestres podían andar sueltos en las calles. Tristemente, cuando una especie silvestre invade espacios humanos los resultados generalmente terminan mal”.
La exposición se inaugura el próximo 29 de febrero, y estará disponible hasta el 29 de marzo en la Biblioteca Joaquín García Monde de la Universidad Nacional.
Hyde es una pintora ingresa radica en Costa Rica, por más de 35 años, se ha dedicado a establecer una crónica de las amenazas en contra de la naturaleza en América Central, y en múltiples ocasiones ha colaborado con el Icomvis-UNA.
Oficina de Comunicación Universidad Nacional, Costa Rica
En el 2015, el artista Julio Escámez donó su obra a la Universidad Nacional (UNA), el próximo 12 de octubre en el auditorio Cora Ferro ubicado en Heredia, y el 16 de octubre en la Embajada de Chile, se mostrará una selección de sus obras: unas de gran formato, documentos, bocetos, dibujos e insumos del artista en calidad de obras inéditas. La exposición se denomina Tramas de la memoria: el universo creativo de Julio Escámez.
“Estamos trabajando en colaboración con la Universidad de Concepción de Chile para estudiar la obra disgregada del artista, que como sabemos pasa la mitad de su vida en Chile y luego se viene para Costa Rica”, dijo Marta Cardoso, coordinadora del Centro de Gestión de Acervo Artístico de la UNA.
Conoció a Gandhi y a Mao Tse-tung, Pablo Neruda era su amigo. Pero, como buen viajero, igual le daba andar en tren, penetrar la Amazonia, probar un té en Cuzco, o caminar por la gran muralla China. Ese era Julio Escámez Carrasco, pintor, muralista, grabador chileno para quien el mundo se hizo pequeño; recorrerlo fue vital. Estudiar también; prestigiosas escuelas de arte en Italia, Alemania, Austria, y la antigua Unión Soviética, fueron algunos de sus centros de formación.
El golpe militar en su país, en 1973, marcaría su vida, también su obra artística. Desde entonces el mensaje de sus obras sería más humano que nunca. Algunos biógrafos, ubican su abundante producción en la corriente del realismo, con un marcado contenido social. Sus temáticas abordan los conflictos del hombre moderno, como la crisis espiritual generada por los avances tecnológicos. Gran parte de su legado artístico está en Costa Rica, la que sería su casa desde 1973, tras el exilio. A partir de ese año, la UNA se convirtió en su hogar. La Escuela de Artes Pláticas, hoy, Escuela de Arte y Comunicación Visual, le vio ejercer como docente hasta su jubilación y en XXX esta Casa de Enseñanza le entregó el 21 de octubre de 2015 el Doctorado Honoris Causa, el artista falleció el 23 de diciembre de ese mismo año.
La exposición, en el auditorio Cora Ferro se inaugurará el 12 de octubre a las 2 p.m. mientras que en la Embajada de Chile iniciará a las 6 p.m. del 16 de octubre. Ambas estarán abiertas al público hasta el 24 de noviembre.
Encuentro
En el marco de esta exposición, durante el 16 y 17 de octubre, se realizará el evento teórico Arte y patrimonio: coleccionismo, conservación y gestión en el siglo XXI, organizado por la Comisión para la Gestión del coleccionismo, resguardo y conservación del patrimonio artístico de la Universidad Nacional, la Escuela de Arte y Comunicación Visual y el Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (Cidea-UNA), con sede en el Auditorio Cora Ferro Calabrese de la UNA.
Esta actividad se desarrolla en el marco del 50 aniversario de la Institución, y tiene como objetivo generar un diálogo compartido sobre experiencias, retos y perspectivas de la puesta en valor del acervo artístico en diferentes escenarios públicos y privados, tomando en cuenta las interacciones que este ejercicio potencia entre investigación, estrategias pedagógicas, teoría y praxis creativa e iniciativas de gestión.
Asimismo, se busca colocar en discurso y debate, la repercusión de acciones vinculadas a la preservación del patrimonio artístico y cultural en el ámbito de las problemáticas más apremiantes del debate crítico global, lo cual implica reconocer, legitimar y ampliar la visión sobre el rol transformador de estas áreas del conocimiento en la sociedad actual, así como favorecer la identificación, divulgación e impulso de espacios de acción colaborativa, transferencia de conocimiento, y desarrollo de proyectos interdisciplinarios de potencial innovador, tanto en el contexto nacional como internacional.
Este evento está dirigido a investigadores, curadores, profesores de enseñanza artística, creadores, historiadores, críticos, estudiantes de arte y gestores culturales, así como a especialistas de otros campos disciplinares con interés en temas como coleccionismo público y privado; conservación y restauración de patrimonio; gestión del patrimonio artístico y cultural y proyectos creativos y/o pedagógicos de puesta en valor de acervo artístico/patrimonial.
Óscar Jiménez presentó en vivo su más reciente producción en el Teatro Nacional de Costa Rica.
Desde: Boa Viagem Producciones por MarFerNanda Schifani García.
Mientras se acerca la noche en un cálido aguacero de fines de septiembre cual preámbulo de octubre, escucho al «Habitante de la noche» que renació un mediodía.
Después de “Guitarra a la carta” en el Aperitivo Musical y “Como brisa de montaña” en Música al Atardecer el guitarrista y multinstrumentista Óscar Jiménez Fernández, vuelve al Teatro Nacional. A presentar por primera vez en vivo, en el marco de la programación del Teatro al Mediodía, su más reciente producción musical, estrenada en medios digitales el 25 de septiembre del 2023.
Artista, investigador, multinstrumentista, licenciado en Música con énfasis en Guitarra por la UCR. Docente del Conservatorio de Música de la Sede de Occidente UCR. Investigador, gestor, profesor y compositor en el Programa de Promoción Cultural de la UNED. Organizador del 1er Encuentro Nacional del Quijongo 2021. Este jóven músico, ha compartido escenario con artistas como Max Goldemberg, Guadalupe Urbina, Mario Ulloa, Quique Sinesi, Simone Ianarelli. En escenarios de Argentina, Brasil, Costa Rica, Uruguay, México, El Salvador, Nicaragua, Perú y otros países.
Como entrando al templo del arte que es, este monumento del patrimonio arquitectónico costarricense, símbolo nacional. El compositor entra, despacio,por la luneta del teatro, sigiloso entre todos los presentes cómo y con “Habitante de la noche”, adentrándose al centro, al ombligo de la ciudad, de las tierras más fértiles, para sembrar, nacer y renacer con sus creaciones. Abriendo esta ceremonia musical con el dulce sonido de la mbira, kalimba o calimba, sanza, instrumento nacional de Zimbabwe.
Para continuar con este rito lanza su “Conjuro” con un dúo de quijongos, primo del berimbau brasileiro y hermano del bajo de cajón caribeño. Acompañado por la cellista y multiinstrumentista Elena Zúñiga de La Orquesta Lunar, cual estrellas musicales de nuestra constelación artística nacional, que agradecen, juegan, danzan y crean con los ancestros.
Luego llegó la señora “Bocaracá”, junto a las percusiones de la música artivista Anyul Arévalo, continuando los caminos desafiantes con alegría, cabalgandole a la vida entre la madera y las cuerdas de la guitarra con los tambores a ritmos veloces, sin parar con determinación y reflexión.
Y “El Cadejos” no recuerdo en qué momento llegó pero como cuenta el autor, fue un encuentro en el medio de la nada, en una meditación a solas, en su caso entre la natura en el mio en medio de tanta gente, viviendo una noche al medio día, intrigante e introspectiva, al son de la guitarra la canción acaricia el miedo para motivar el caminar.
La “Metamorfosis” llega como “El chipiscuilote” un pájaro camaleón, el alado que no se deja ver, pero sin peros, si se deja escuchar claramente, volar y cantar, entre las cuerdas de Diego Díaz, Elena Zúñiga y Oscar Jimenez, atraversando y transformando nuestros sentidos. Solo curiosamente me faltaron los coros que me sorprendieron al re escuchar el álbum, por supuesto siempre hay sorpresas mágicas e interesantes entre las sonoridades de disfrutar la música en vivo y sus grabaciones.
En su momento aparecen los “Niños del bosque” que llegan a enseñar y aprender jugando, las diversidades del camino y el respeto a la naturaleza, junto a los tambores de Fabián Pacheco y Anyul Arévalo. Para finalizar con una íntima reverencia, el charango y su intérprete bajan del escenario a cerrar la ceremonia renaciendo.
Está producción fue posible gracias a la colaboración de los artistas participantes, al apoyo recibido por medio de una dotación anual que brindan Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM) y la Unión de Trabajadores de la Música (UTM) para la elaboración de nueva música original. Con Óscar Jiménez en la producción musical, en alianza con Araima Récords, de los productores y músicos Luis Porras y Andrés Cervilla.
El álbum «Habitante de la noche» es una búsqueda, de perderse, encontrarse, entenderse, de fluir y aceptar los cambios constantes, los inicios, los procesos, los fines, la vida y la muerte, basado en un libro de cuentos homónimo que pronto estará disponible para su lectura.
Realmente un viaje instrumental, de múltiples sonoridades que toca todos los sentidos, que ojala recorra muchos lugares e pueda ser disfrutada en múltiples escenarios y públicos en vivo.
Un bretearte creativo que también podemos disfrutar encontrar, escuchar y si gustamos compartihar, los ocho temas que forman está producción fonográfica, en diversas plataformas como:
El Semanario Universidad. Cultura. Mediante proyecto de Ley 20.560. Teatro Nacional se convierte en el primer símbolo nacional arquitectónico. Por Rita Valverde | rita-1712@hotmail.com 5 ABRIL, 2018
Cesar López es un músico, compositor, guitarrista y pianista colombiano. En 2003, organizó el Batallón de Reacción Artística Inmediata para organizar a los músicos y artistas como una respuesta para calmar los brotes de violencia guerrillera en su país. Cuando ocurría un evento violento que afectaba a las comunidades, los músicos se desplazaban al lugar con guitarras para acompañar a las víctimas.
El grupo se formó después de un atentado con bomba, que dejó 36 muertos y más de 100 heridos. Fue mientras estaba afuera del club bombardeado que López se inspiró para el instrumento que lo hizo famoso: la escopetarra, o «guitarra de pistola», una guitarra hecha de un rifle real.
El pasado 07 de mayo de 2022 Cesar López hizo un video público donde informa que fue amenazado. Con dolor expresa que en su país se llega a creer que el único camino es la eliminación del otro. Sin embargo, el músico no considera el arte como una amenaza, sino como una forma de alentar la vida y la esperanza.
López expresó que no dejará de hacer lo que hace, ni dejará de creer en lo que cree. Recorrerá el país y tocará sus canciones para seguir enalteciendo el valor de la vida.
Concluyó agradeciéndole a la gente que le ha brindado su solidaridad y compañía en estos momentos difíciles.
Entrevista a Dionisio Cabal, realizada por Erika Henchoz/ Fotografía: Alba Solà Pagès (+Cultura)
Esta entrevista se realizó el 26 de noviembre de 2012.
Del distinguido abedul, conocido también como el árbol de la sabiduría, extraemos la savia sabia, por lo demás dulce, de un artista consecuente con su vida y con su obra, incólume a pesar de la -a veces – desidia oficial. Un artista que se ha abierto camino por más de 50 años en nuestro medio cultural.
Dionisio Cabal Antillón es un cantautor costarricense, nacido un 13 de agosto de 1954; compositor, poeta, investigador, promotor cultural y activista político. Un renacentista.
De su savia, da vida y vitalidad a su íntegro concepto de la conciencia social. Aquí, algunas de sus improntas que deja al final de la entrevista:
De la gigante Emilia Prieto dice: Fue ella quien me puso claridad en la cabeza y rumbo en los pies para que pudiera descubrir con gozoso asombro la identidad poético musical.
La primera sensación de estar frente a un buen poema me la da la piel, algo eclosiona en ella cuando unos versos me conmueven, me cambia el ritmo de la respiración, se me corta la voz.
De ideas propias, poco o nada proclive a cambiarlas. Le gusta debatir, pero quien le refute debe hacerlo con mucha propiedad, del tema que sea, pues Dionisio es suficientemente docto. Quienes le conocemos sabemos que es duro en el combate intelectual, consecuente como pocos; puede lucir distante o fuerte contra sus contendientes, aunque al mismo tiempo resulte jovial y dicharachero.
Su mirada, teñida a leguas por las tonalidades del océano, conoce de las profundidades del alma; de mareas altas y bajas.
Hijo de poetas, salió poeta.
Al final de la entrevista, se estrenan en vídeo dos de sus composiciones más emblemáticas. La primera es ‘A Fabián’ (Fabián Dobles), y la segunda ‘Oh Musa impertérrita’, dedicada a la recordada Yolanda Oreamuno. Un homenaje a dos grandes figuras de las letras nacionales.
EH- ¿Cómo nace su relación música-literatura, ¿cómo se origina y qué representa en su vida personal y profesional?
DC- La literatura llegó a mí mucho antes de que yo llegara al banquillo escolar. A mis cuatro años mi abuela Daysi Montealegre me inició en la literatura oral, cosa al parecer muy común en la Costarrica de antaño, tal como cumplía a un pueblo auténtico en donde era normal la transmisión de cuentos y leyendas de boca a oído. Me parece importante decirlo. La cuentística silvestre, cimarrona, amañada por el gusto y el sentimiento popular fue puesta en mi horizonte por aquella amada mujer que me presentó a Uvieta, a Pedro Urdemales, a Los Compadres Güechos, La Cucarachita Mandinga y al mismísimo Tío Conejo con aquel pareado que me hacía reventar de risa: “adiós Coyote culo quemao, por amigo de ser casao”.
Los cuentos que no me contó mi abuela me los contó Chepa, una barveña que ya para entonces tenía todas las arrugas del mundo y liaba sus propios cigarros con tabaco comprado en el Mercado Borbón. Luego, cuando supe leer conocí las versiones de Carmen Lyra. Tengo un imborrable recuerdo de mi madre, leyéndome, durante varias noches, antes de dormir, los tremendistas y maravillosos Cuentosdelaselva, de Horacio Quiroga. Hoy, la sensiblería barata de algunos psico-pedagogos les hace decir que tales lecturas no son convenientes para un infante. A los cinco años yo tal vez hacía un trazo parecido a una letra, entonces, sin saber que la cosa me venía de respirar la densa atmósfera de la poesía de mis padres (Ana Antillón y Antidio Cabal), yo inventaba poemas que mi madre copiaba, por ahí anda uno en papel sobreviviente que comienza diciendo “Un credito (pequeño credo) fue el marciano que a las nubes fue a parar…” de donde podía inferirse que el nihilismo nunca iba a ser mi fuerte.
Después me tocó ir a la escuela, con maestras de verdad costarricenses, normalistas con hálito de Omar Dengo. Rememoro la Escuela Nueva Laboratorio de la U.C.R -recién inaugurada-, y dos maestras, la gran actriz Ana Poltronieri que infundía miedo con su vozarrón virtuosamente histriónico y la niña Emma Gamboa. Recuerdo que después de un paseo a la Fosforera Nacional, en Heredia, se asignó a cada quien hacer una composición sobre lo relevante del caso. Fui entonces objeto de la primera crítica literaria de mi vida, por cierto despiadada, la niña Poltronieri tomó mi texto para ejemplificar sobre el vicio del “queismo”. Cada cuatro palabras enlazaban imágenes, frases y verbos con el “que” a guisa de conjunción. Me sentí humillado, sobra decir, pero algún provecho saqué a la lección y hoy siento gratitud. Pero también por compensación inefable me susurra en la memoria la voz de la niña Emma, leyendo al final de cada día de clase el Pinocho de Collodi, en medio de un silencio absoluto que de pronto era roto por risas o exclamaciones de asombro. ¡Que belleza! Todavía no estábamos contaminados por la prostitución de las grandes obras de la literatura infantil universal, a cargo de Walt Disney.
Fue en 1963, cuando con mi hermana Ana Lucía llegué a Caracas a vivir junto a mi padre y su segunda esposa, la poeta Mayra Jiménez, cuando la literatura entró a mi vida de forma total. Nunca tuvimos aparato de televisión, sabiamente mi padre la vetó, pero a cambio disponíamos de una biblioteca fabulosa de miles de ejemplares escogidos. A pesar de la estrechez económica, raro era el mes que Antidio y Mayra no llegaban con uno o dos libros para nosotros. Así fuimos iniciados de forma envidiable en la gran literatura del mundo, cuento, novela incluso breves ensayos, de todas las procedencias imaginables. La poesía no fue la excepción. Mayra tomaba un cuaderno y a manera de títulos sugestivos escribía diez o doce imágenes, a partir de tal impulso escribíamos-describíamos cuanto nos vibraba entre corazón y cerebro. Posteriormente leíamos y comentábamos lo escrito. Muy tempranamente nuestra sensibilidad fue tañida por Lorca, Juan Ramón, Lope, Machado, Hernández y Darío. En esa época, maravillosa y dura, fui iniciado en la lectura de las literaturas mágicas, cuentos maravillosos, de hadas, sagas y epopeyas de los pueblos de las cinco partes del globo. Ese bagaje no se compra en ninguna academia.
En cuanto a la música, es moneda corriente escuchar que se hereda por predisposición genética, porque quien no hereda un buen oído musical, afinado, no tiene nada que hacer, la voz es súbdita del oído. No puedo presumir de tener un gran oído, pero me defiendo. Mi abuelo Antidio Cabal Fernández, asturiano de cepa, tenía tan bella voz que la gente lo detenía en la calle: “Antidio, cántenos”, le decían y él no pocas veces entonaba con su diáfana voz alguna vaqueirao canto de arrieros diríamos aquí, que son particularmente lucidas cuando las canta alguien que, como mi abuelo Antidio, poseía un buen vibrato. De sus labios aprendí canciones de la guerra civil española. Quedaron tatuadas con fuego de amor y dolor y me rondan siempre, inevitables.
Por la otra parte, una de mis bisabuelas maternas, doña Eva Castro, tocaba muy bien el piano y la mandolina y cantaba. Siendo novia de mi bisabuelo Juan Antillón, cuando éste partió un día hacia el Guanacaste, en aquellos tiempos, albores del siglo XX, sin verdaderos caminos, un viaje azarozo, ella, que no podía dormir de congoja le escribió una canción que he logrado conservar transmitida por mi abuela materna Daysi, nuera de don Juan y doña Eva.
Mi abuelo Francisco Antillón tocaba piano, igual que su hermana, mi tía abuela Haydée que gustaba ejecutar Schubert y Chopin. En mi infancia recuerdo a Marina, hija de Chepa la barveña, cantar alabados, a mi madre cantando “el Diablo se fue a pasear y le dieron chocolate” e incluso hacer falsete cantando La Malagueña, canción mexicana. Luego, durante mi estadía en Venezuela, el asunto se acrecentó, como es obvio. Con mi padre me asomé a la música española, al cante hondo, al jazz, a Luis Armstrong, Benny Goodman, a los boleros de Los Panchos, al maravilloso Mozart y su gran fuerza solar -sin duda lo más grande que ha producido el talento musical de la humanidad, me perdonen Beethoven, Bach y Wagner-.
Mi padre no era sordo musical mas no cantaba “ni los pollitos” aunque a veces pienso que él creía lo contrario y nos daba la lata. Lo que sí hacía -digamos que aceptablemente- era bailar mambo. Admiraba a Pérez Prado. Por su parte Mayra cantaba algunos boleros y tangos, canciones populares y patrióticas de Costarrica y, muy importante, fragmentos de poemas de Rubén Darío, que había aprendido de su madre doña Blanca Rodríguez, herediana raigal. Valga el paréntesis para decir que en Nicaragua nunca tuvieron y posiblemente nunca tengan noción de la admiración patente que el pueblo tico ha rendido a este gran poeta, hermano de nuestro gran Aquileo Echeverría.
Venezuela me abrió su mundo musical, que, sin exagerar, supera con creces al cubano, lo cual es mucho decir. Sus variedades rítmicas, melódicas, tonales, los tópicos líricos, épicos, zumbones, su impresionante organología, la calidad de sus letras, de su lirismo popular vertido en versos que se pasean por todas las formas estróficas conocidas y que solamente México puede igualar o vencer.
La música temporaria de Navidad o de faenas, de fiestas, parrandas y carnavales, sus intérpretes tan completos, lo anónimo, lo culto, lo popular.
Toda Venezuela es cada día un inmenso pentagrama vital, donde la música se respira. Me marcó, me enfermó, me definió. El amor y el respeto por lo propio en el campo musical que ostentan los venezolanos no tienen parangón. Luego la suerte me permitió conocer en persona a Soledad Bravo, a Alí Primera e incluso -en una visita que hizo al Liceo Andrés Bello- al argentino José Piero. Ellos fueron ejemplos nada abstractos en el momento en que di mis primeros pasos.
Al regresar a Costarrica en noviembre de 1969 me aguardaban asuntos determinantes. La huelga contra la ALCOA en abril de 1970, en donde balbuceé parodias de las canciones españolas de mi abuelo. El periodista Luis Fernando Mata Araya y mi compañero de estudios secundarios, Luis Alberto Azofeifa, con quienes fundé el grupo Gente en 1971, primer grupo de Nueva Canción Costarricense. Mi entrañable amiga y maestra, Emilia Prieto a quien conocí a finales de 1973 o principios de 1974, durante la campaña electoral del Partido Acción Socialista, el famoso PASO de don Marcial Aguiluz Orellana, fue ella quien me puso claridad en la cabeza y rumbo en los pies para que pudiera descubrir con gozoso asombro la identidad poético musical de la Meseta Central y los veneros de la historia de las culturas populares, materia a la que he dedicado prolongados tiempos e ingentes esfuerzos.
Jamás imaginé que llegaría a ser eso que llaman cantautor y mucho menos cantante, pero heme aquí, casi 40 años después, sin soltar la guitarra ni el agobio de las urgencias y premuras que nos mueven a cantar lo que cantamos. Hoy no puedo imaginarme sin cantar, sin escribir, sin beber agua. De tal manera, música y literatura, sin ser yo excelso en ninguna, son mi adarga y mi espada. Quiero creer que con ellos me muevo, a lomos del humanismo. Que me llamen artista profesional es como si me llamasen obrero o soñador de profesión. Sueño y hago, hago y sueño.
EH- ¿Cómo explicar la influencia que ejercen sus padres-poetas en su vida?
DC- Definitiva. Por muy lejos que yo crea que alcanzo, individualmente, nunca logro ir más allá del jardín, por demás denso y extenso que delimitaron mis padres alguna vez. Es curioso, porque como padres los perdí a ambos en mi más temprana niñez. Niño me hizo mi abuela, y redondamente feliz, desde mi primer año y hasta los cinco. Me crió ella mientras Ana y Antidio vivían otro mundo y otra casa para poder dedicarse a tiempo completo a la poesía. Lo mismo ocurrió con mi hermana Ana Lucía.
Así que la gran poesía de mis padres tuvo el auspicio de la incondicional solidaridad de mi abuela materna. Luego los recuperé, por separado y en distintas épocas. Ya iba a la escuela y hasta me sabía el Credo cuando llegué al mundo “antidiano”, estaba ubicado en una ciudad semi neurótica, llamada Caracas, por entonces con millón y medio de habitantes, muy lejos de los potreros, pozas y cafetales de nuestra inefable Costarrica de los sesentas, aquella donde, como dice mi padre, las vacas cruzaban la avenida central de San José pasando frente a Chelles.
En cuanto a mi padre, debo decir que conforme fui conociendo su sapiencia, su cultura enciclopédica, su discurrir y transcurrir en la cotidianeidad, su coherencia entre el pensar y el actuar, me hizo imposible, natural, endiosarlo. Y de verdad fue mi Dios. Hubo tanto amor como admiración de mi parte, aunque era un burro en pedagogía. Estricto en grado sumo, trasladó a nuestra convivencia los efectos del rigor vivido durante la guerra civil, era evidente. Y a su manera, pura y dura, templó mi carácter. Como resultado, a los catorce años me fui de la casa. Por aquello de no ser yo menos español que él. Si se entiende. Lo amé con pasión cada día de su existencia, pero, calcando su modo de ser, nunca fui bueno para mercadear afectos.
Después de siete meses en la calle, de donde me sacó la policía para ponerme en manos de Mayra, volví a Costarrica en un vuelo con pausa en Panamá, en el bolsillo izquierdo un ejemplar de “El coronel no tiene quien le escriba” y en el bolsillo derecho el pasaporte al mítico paraíso de las bucólicas ensoñaciones. Tenía quince años cumplidos. Ya en Costarrica enfrenté a mi madre, si es que vale usarse ese vocablo que puede inducir a error. Enfrenté su actitud de palmera ante los vientos, su suavidad pertinaz capaz de horadar una roca de forma imperceptible, su generosidad sin límite, su cultísimo culto al esoterismo, su sentimiento de culpa por tantos años de distancia de sus hijos mayores.
Durante mi estancia en Venezuela, llegué a sublimar la imagen de mi madre biológica. La puse, como diría cualquier campesino meseteño, muy, pero muy en alto. Justo allí donde ningún epíteto la alcanzaba, la imaginaba rodeada de un coro de pariguales: Sor Juana, Góngora, Lope, Garcilaso, Mistral, Ibarbourú. La idealicé y construí en mi mente un espacio donde visitarla. A ella acudía para consolarme en la distancia, a pesar de que mi correspondencia sufría censura previa. Le escribía poemas que aludían a su condición de potencia etérea que desde lo insondable protegía mi ser. Por supuesto, me costó mucho bajarla de ahí, no sé si lo he logrado, todavía en estos días cuando la abrazo, debo luchar contra la sensación de tener entre mis brazos a una mezcla de Santa Bernardita y Teresa de Ávila.
Rescato de ambos el que nunca me hablaron mal el uno del otro. Mi padre decía que mi madre debía tener algún desajuste químico entendido como amable variante de la naturaleza respecto de los demás seres, para poder entender cómo escribir como escribía, le parecía imposible que alguien tan de natural escribiese de la manera en que ella lo hacía, desde los dieciséis años, en un mundo literario como el de la Costarrica de entonces. Repetía con frecuencia una anécdota, cuando José Coronel Urtecho le dijo: “Anita, no me diga que su poesía gusta en Costarrica” y ella “No, para nada” y él concluyó “Me habría extrañado mucho lo contrario”, y así al tiempo que Laureano Albán se mofaba de la poética de mi madre, los poetas de Nicaragua decidieron regalarle el río San Juan.
Y aquí, nobleza obliga, también está, claramente perfilada, la imagen de Mayra Jiménez, que sudó mis fiebres, firmó mis cuadernos escolares, y bailó un son difícil de llevar en la escasés material, mientras se comprometía con las luchas sociales, con su carrera de literatura y con el riguroso empeño de aprender a desbastar el verso. Ciertamente Mayra se hizo poeta trabajando en el irrepetible taller de Antidio, y de allí fueron saliendo, en las noches caraqueñas, sus primeros libros, Los trabajos del sol, Volumnia, Carta al padre, y supimos que ella era ella y que era poeta, mujer y revolucionaria. Mayra, siempre elegante, coqueta incluso, como aquellas jóvenes maestras de la Normal, serias, calificadas y a la vez tan enamoradas de la vida y del amor, Mayra con su escenografía de volutas de humo de cigarrillo, también fue mi madre-poeta, mi poeta-madre.
Como consecuencia de intentar ser objetivo con el mundo de la poesía, que, al cabo es el mundo mismo, nunca he publicado poesía mía, que escribo desde los ocho años, porque a nada le tengo más respeto en la vida que a la poesía, y si uno no tiene calidad, si uno solo va a ser un repetidor, un pajarito más, lo mejor es no publicar. Me causa estupor ver tanto petimetre auto consagrado “poeta” a los veinte años, como si Rimbaud naciera todas las semanas.
La primera sensación que tengo al estar frente a un buen poema me la da la piel. Algo eclosiona y pareciera romperla. Cuando unos versos me conmueven, me cambia el ritmo de la respiración, se me corta la voz, releo para gratificarme en la misma sensación. Puedo llorar y reír de emoción cuando me siento enlazado por la belleza y la inteligencia de un poema cierto. Comparto con Francisco Umbral la idea de que, si bien Cervantes es el más importante autor de la lengua española, Quevedo es el mejor. No obstante, es Lope de Vega, redescubierto a mis cincuenta años, quien logra abrirme la boca con los gestos del asombro. Quevedo es absolutamente genial, pero hay veinte poemas de Lope que son hueso irreductible de la gran poesía española del Siglo de Oro.
Mis padres-poetas, mis poetas-padres me privilegiaron para que no viese la poesía desde los balcones. Para embarrialarme con ella. Poder entender que la subjetividad, viento que impulsa el barco de la estética, también es herramienta para entender-nos, afirmar-nos y construir-nos. Es la intelección que el corazón tiene en relación con la materia, sin lo cual, la vida no tendría sentido y lo humano sería una vulgar charada.
EH- Dionisio, ¿cuál es el poeta más cercano a usted (de cabecera), y por qué?
DC- Aunque reconozco que Miguel Hernández me resulta absolutamente imprescindible, no tengo un poeta de cabecera, tal vez sí una cabecera de poetas. La poesía es una, digamos, la buena, que es la única que cuenta. Nos ladra, nos canta, nos grita, nos pule, nos hiere, nos fragua. En ese sentido tengo tal vez unos cincuenta libros de poesía por cabecera, y de cada libro algunos poemas, Maiakovski, Evtuchenko, Sor Juana, Guillén, Martí, Quevedo, Homero Aridjis, Dulce María Loynaz, Eunice Odio, Blas de Otero, Nazim Hikmet, El Eclesiastés y el Cantar de los cantares, Nicanor Parra, todos los de Nicaragua, Dalton, Safo, Píndaro, Marcial, Leopold Senghor, Bécquer, Lope de Vega, Baudelaire, Whitman, Emily Dickinson, Pound, Ginsberg. William Charles William, Robert Frost, Sandburg, Bob Dylan, Nervo, Storni, Petrarca, Benedetti, Neruda, Vallejo, Lorca, Hernández, John Keats, Blake, Milton, Machado, Gabriel Celaya, Virgilio y Horacio, Rilke, Aquiles Nazoa, Alberti y dejemos la lista hasta aquí.
Hay algunos poetas como Nervo, Neruda y Huidobro, por ejemplo, a los que mi padre les hacía “mala prensa” por razones distintas, más de él aprendí que justamente había que leerlos porque es saludable entender lo que tienen de objetables, la cursilería de Nervo, la inconsecuente relación estético-ideológica de Neruda o la absurda dialéctica del creacionismo de Huidobro.
Amado Nervo, por Fernando Lezama
No puedo dejar de apuntar, tampoco creo que deba justificarme si digo que el libro más importante que leído en los últimos cuarenta años se llama Campo Nublo, de Antidio Cabal. Estoy seguro de que, en años venideros, tal cual empieza a ocurrir, los más calificados poetas, críticos y estudiosos corroboraran mi aserto. De alguna manera sería injusto que yo me abstuviese de opinar sobre el poeta, solamente porque resulta ser mi padre.
He musicalizado decenas de poemas, pero me falta publicar una buena antología de poetas costarricenses. Ana Istarú, Alfonso Chase, Eunice Odio, Arturo Echeverría, Adilio Gutiérrez, Isaac Felipe Azofeifa, Carlos Rafael Duverrán, Mayra Jiménez y obviamente Debravo a quienes algunos consideran el mejor poeta de Costarrica tal vez por lo que tiene de enunciativo en lo social. Pero uno nunca sabe cuál poeta planetario te va a tumbar la puerta del pecho, inesperadamente, y de pronto se te meta entre las cuerdas de la guitarra.
DC- Aunque Machado es de la llamada Generación del 98 ( siglo XIX), por arte de birlibirloque en la conciencia de la corriente poética contemporánea lo tenemos integrado a un movimiento posterior, la llamada Generación del 27, que nos ha marcado superlativamente a quienes nos dedicamos a esto de cantar de vez en cuando la gran poesía; tal vez, Lorca, Hernández, León Felipe y Alberti, nos llaman con fuerza conmovedora porque su destino individual estuvo dramáticamente ligado al gran trauma del principio de la entronización del fascismo en Europa, mismo al que estos poetas se opusieron de manera militante y radical, y justamente esto incluye a Machado de quien parafraseando a Celaya podríamos decir “tomó partido hasta mancharse” y así fue, manchó su prosa y sus versos en defensa apasionada de la República Española, para finalmente morir exilado en Francia en 1939. La campana de la poesía española enfrentando los bordes de la bestialidad resonó en todo el orbe y particularmente en nuestra América.
Y a mí me tocó en herencia algo de ese espíritu y de esa impronta dolorosa del destino de España porque de ese mundo emergieron directamente mi abuelo y mi padre, Antidios ambos, el primero huyendo de la condena a muerte y el segundo del servicio militar franquista que resultaba oprobioso para las conciencias lúcidas y libérrimas como las de Antidio Cabal. Eso puede explicar esa identificación mía con esa poesía.
EH-Dionisio,¿quérepresentaFabiánDoblesensurepertorio? ¿Ese poema-canción cuándo y en qué contexto lo escribió?
DC- Fabián Dobles es quien más me ha inspirado en la búsqueda de lo costarricense. Solamente Emilia Prieto ha tenido en mi trabajo una influencia tan directa. La búsqueda del lenguaje, la semblanza psíquica del ser idiosincrásico (don Luis Barahona lo llamaba el gran incógnito) costarricense, la visión socio histórica del desarrollo de la comunidad costarricense como entidad cultural cohesionada en el mestizaje, la proximidad ideológica más allá de la prédica a favor del socialismo. Fue además de mi maestro, como lo fue de tantos, mi amigo y tuve la alegría de que me compartiera exquisiteces de su pensamiento. Cuando murió, por cierto, asumiendo la hora de la partida con una entereza pasmosa, le lloré a mi manera, escribiéndole una canción que lo proyectara en su grandeza de costarricense, literato y libre soñador.
DC- Diríase mejor los nuevos lotes de escritores y poetas. Pues la verdad, no mucho, algunos nombres me suenan con más fuerza que sus poemas o sus cuentos y novelas. En estos tiempos uno no puede confiarse porque se maneja mejor el mercadeo que la disciplina sobre el papel. En la poesía hay quien escribe un libro por mes o tres por año, eso no es malo, lo malo es que los publican, ya como libro, ya como recital. Es agobiante tanta pirotecnia de ingeniosidad verbal, tanto tono calculadamente iconoclasta y pseudo irreverente. En la novela hay más seriedad y logros, Rodrigo Soto, Dorelia Barahona, Fernando Contreras, Alexander Obando, Carlos Cortés, y un importante etcétera.
EH- ¿Qué proyectos tiene en mente realizar, donde la literatura esté en medio?
DC- Bueno, seré atrevido, en 1986 inicié una novela que creo puedo atreverme a publicar, han pasado sobradamente más de los siete años que el gran poeta latino recomendaba como tiempo de reposo para una obra antes de darla al público. También publicaré una novela que no es exactamente para niños, sino más bien una “novela de niño”, la escribí a los 12 años de edad. Me la encontré y me pareció rescatable, no tocaré una sola palabra y depositaré el original (escrito a mano, con lápiz de grafito en un cuaderno empastado), en la Biblioteca Nacional o donde corresponda.
Estoy en vísperas de dar a conocer la obra del compositor campesino Evelio Granados, de Soledades de Sabanas de Acosta, el disco lleva por título “Evelio Granados, la nueva lírica campesina”, todo un hallazgo según mi entender. Publicaré también la obra casi completa del ramonense Carlos Alfaro Solano, el poeta popular más importante de nuestro país desde Aquileo Echeverría hasta hoy, y cuya obra por cierto tiene un estilo nada en común con las concherías. Publicaré el cuarto tomo de la Colección Emilia Prieto, dedicado al estudio de las retahilas. Pero lo más importante por ahora es un gran homenaje al poeta Antidio Cabal, cuya muerte pasó inadvertida para los medios de prensa costarricense pero no para miles de personas que desde distintas partes del mundo siguen haciendo sus manifestaciones afectuosas.
EH- ¿Dionisio, ¿cómo nace el hecho de unir su mundo literario con la música? ¿cómo cataloga esto que Usted hace y convoca lo mejor de las personas?, ¿qué peso encuentra al unir poesía, lírica, literatura, con música?
DC- Luis Fernando Mata encontró en casa de su novia -que era hermana de mi novia de entonces- unos poemas míos. Sin conocerme casi, se acercó a decirme que él era músico y que aquello le parecía excelente para ser cantado… así empezó… o, mejor dicho, así empecé… empezamos. Entonces decidí cantar, ya marcado por el llamado Nuevo Canto que despertaba con gran fuerza en América Latina, porque creía útil la posibilidad de poder comunicar mi rebeldía en forma de ideas y emociones.
Soy hijo de iconoclastas y formal heredero de muchas luchas cabales y antillones. Me atrae la acción justiciera tanto como la belleza de un hecho estético; creo como Martí en la hora de pedirle peso a la prosa y condición al verso; creo como Alí Primera que un verdadero artista no puede convertirse en comediante de su propio espíritu; creo como Brecht que toda voz genial viene del pueblo, del colectivo y que alguien la asume y sintetiza; creo como Gramsci que debe desterrarse la idea de que el arte es un accesorio de la vida; creo como Silvio Rodríguez que se debe tener claridad en el modo de proceder con todos y cada quien. Por eso canto lo que canto, y no canto para ser cantante. Soy continuador, emulador, seguidor de quienes uniendo la poesía y la música encuentran ocasión de impulsar a los seres humanos a humanizarse realmente en la búsqueda del bien, la belleza y la justicia. Y ello implica la rebelión ante lo injusto y la proclamación de la alegría ante lo bueno y lo bello -que según Platón se contienen el uno al otro-.
A FABIÁN:
OH MUSA IMPERTÉRRITA:
Erika Henchoz es periodista; productora, gestora y difusora cultural. Trabajó para la Editorial Costa Rica y la Editorial Universitaria Centroamericana, EDUCA, en los años ochenta y noventa. Redactora para la Tribuna Económica y el Semanario UNIVERSIDAD; además de colaboradora en otros medios de comunicación impresos y digitales. Actualmente trabaja en la Universidad de Costa Rica.
Se presentó el proyecto de Ley 22.343: “Declaración de Benemeritazgo de la Patria, a la señora Emilia Prieto Tugores”.
Emilia Prieto Tugores (1902-1986) fue una mujer multifacética: artista y grabadora, escritora y pensadora, maestra, comunicadora, incansable luchadora social, investigadora de la cultura popular, cantautora y la más reconocida folclorista de Costa Rica.
El jueves 3 de diciembre, la diputada del Partido Integración Nacional (PIN), Patricia Villegas Álvarez, presentó el proyecto de Ley 22.343: “Declaración de Benemeritazgo de la Patria, a la señora Emilia Prieto Tugores”.
La familia de Prieto Tugores, como reacción al avance de la iniciativa, expresa su gratitud pública tanto hacia la diputada Villegas Álvarez como a los 34 diputados y diputadas de todos los partidos políticos que acompañaron con su firma este Proyecto de Ley.
“Saber que nuestra abuela Emilia, podría recibir el máximo homenaje de Costa Rica, por el valor de su obra humana, nos llena el corazón de gratitud y alegría a todos sus familiares”, declaró Liana Babbar Amighetti, en representación de la familia.
Otorgado desde 1966 por la Asamblea Legislativa, cuando se inauguró el Salón de Beneméritos de la Patria y Ciudadanos de Honor, la distinción de Benemérito de la Patria es un homenaje a aquellos ciudadanos que, por sus méritos o sus obras, se hubieren hecho acreedores al reconocimiento de la nación.
De acuerdo al texto del Proyecto de Ley, “Emilia Prieto Tugores (1902-1986) fue una mujer multifacética: artista y grabadora, escritora y pensadora, maestra, comunicadora, incansable luchadora social, investigadora de la cultura popular, cantautora y la más reconocida folclorista de Costa Rica.”
Francisco “Paco” Amighetti y Emilia Prieto en la Galería Amighetti, en noviembre de 1975. Fotografía tomada por Jorge de Sandozequi (1944-2002).
Recordando a Emilia Prieto
Durante años, la figura de Prieto Tugores ha sido recordada en los diferentes medios de comunicación nacionales, así como en centros culturales y eventos organizados por artistas, asociaciones y agrupaciones folclóricas del país, donde se le han rendido diversos homenajes a su obra.
Actualmente, existe, desde el año 2015, el Premio Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial “Emilia Prieto Tugores”, el cual es gestionado por el Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural, así como el Festival Nacional de Folclor Emilia Prieto Tugores – AGICUP (Asociación Grupos e Intérpretes de la Cultura Popular Costarricense) que llevan su nombre y buscan presentar y homenajear a aquellos personajes que se destacan en el campo de difusión y promoción de la cultura popular costarricense.
En 2005, Emilia Prieto Tugores fue reconocida por el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), en su Galería de las Mujeres, distinción creada a partir del 21 de diciembre de 1999. Este es un espacio cultural que rinde homenaje a todas aquellas mujeres destacadas que han dedicado su vida y obra a la ruptura de estereotipos de género y han luchado por la igualdad y equidad entre mujeres y hombres.
“No se debe llorar la muerte de Emilia Prieto porque su cadáver estaì todo envuelto en los ecos de sus canciones populares, refranes, chistes, decires del pueblo que ella recogió con gran inteligencia y amor, hasta convertirlos en un verdadero patrimonio nacional”, recordó ocho años después de su muerte emotivamente su amiga y colega, la escritora Luisa González Gutiérrez, en un artículo titulado “La obra de Emilia”, publicado en 1994.
“Apasionadamente, por anÞos y anÞos, diìa a diìa, Emilia recogiìa como juntar Santa Luciìas azules por valles, colinas y caminos, las canciones y decires de la gente sencilla que dice las verdades con gran sabiduriìa, gracia y picardiìa, es decir esa filosofiìa limpia y clara como el agua de nuestros riìos”, subrayó también González Gutiérrez.
En el año 1998, en la conocida columna “El Día Histórico” de La Nación, Marta Castegnaro rememoró su legado señalando: “Observadora atenta de toda manifestación cultural del pueblo -al que siempre comprendió y se sintió unida- comenzó su gran labor de rescate de nuestros valores típicos, interesándose en investigar la carreta costarricense y la significación artística de las pinturas que para adornarla realiza el campesino.”
Exposición “Las peras del olmo. Obra gráfica de Emilia Prieto” (2004). Museo de Arte Costarricense (MAC).
Las peras del olmo
En el año 2004, el Museo de Arte Costarricense (MAC) presentó la exposición “Las peras del olmo. Obra gráfica de Emilia Prieto”, aludiendo a su xilografía “El olmo que dio peras”. Una muestra de 130 obras de Emilia Prieto, organizada y curada por las artistas Sila Chanto (1969-2015, QEPD) y Carolina Córdoba. Esta exposición tuvo una gran acogida por parte de los costarricenses y el trabajo realizado por las curadoras para rescatar y destacar su obra gráfica fue de gran relevancia.
“Fue allá, por 1925, cuando obras de mujeres costarricenses emprendieron su camino en una de las revistas más prestigiosas en el ámbito intelectual. Entonces, el maestro Joaquín García Monge tuvo la osadía de publicar los hermosos grabados de Emilia Prieto y de la salvadoreña Lastenia Araujo de Artiñano en su Repertorio Americano (1919-1958)”, destacó Ana Sánchez Molina, en un artículo titulado “El agudo lápiz de Emilia Prieto”, publicado en la revista Áncora de La Nación.
“Cuando aún no había derecho al voto femenino, don Joaquín divulgó la voz de Carmen Lyra, Luisa González, Lastenia, Emilia y otras intelectuales y artistas que fueron parte de la llamada Generación del Repertorio Americano”, destacó Sánchez Molina.
Emilia Prieto junto al ex ministro de Cultura, Guido Sáenz González.
Benemeritazgo
Ante este acontecimiento del Benemeritazgo, se viene a la memoria las palabras del escritor Alfonso Chase, en la presentación del libro “Escritos y grabados” (1977) de Prieto Tugores: “…Ella se planta, por derecho propio, como una figura importante cuyo principal aspecto a contemplar es su trabajo continuo, su interés por las razones políticas que se esconden debajo de la obra artística, y para eso ella, admirable observadora, escribió, pintoì, hizo grabado, investigoì en las fuentes profundas de nuestra cultura popular, para tratar de darnos una visión planetaria de las relaciones entre obra de arte y conciencia política.»
Emilia Prieto junto al escultor y pintor argentino Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz 1980.
Breve biografía
Emilia Prieto Tugores nació en San José el 11 de enero de 1902. vivió su infancia en la ciudad de Heredia, con frecuentes visitas a la finca Guararí, en las faldas del Cerro Guararí. Realizó su secundaria en el Colegio Superior de Señoritas y, en 1921, obtuvo su título de maestra en la Escuela Normal de Heredia. Recibió los siguientes premios nacionales: Premio Nacional de Periodismo Cultural Joaquín García Monge (1984) y Premio Nacional de Cultura Popular (1992; póstumo). Su obra de toda una vida sobre el folclor costarricense incluye los libros «Escritos y grabados» (1977), «¿Por qué ticos?» (1982), «Romanzas ticomeseteñas» (1986 2da.ed.) y «Mi pueblo» (1991, póstumo); más de cien ensayos y artículos en revistas y periódicos; decenas de grabaciones de música tradicional y los guiones de su programa radiofónico en «Somos como somos» (SINART 1980-1985).
Emilia Prieto en su casa en El Roble de Heredia en 1984.
La artista María Enriqueta Guardia Yglesias recibió el PREMIO ICOMOS 2020 por su proyecto PINCEL.
Ella recopiló toda la obra pictórica y la puso al acceso de todas las personas: http://www.artecostarica.cr/artistas. Explore el sitio y conocerán la obra plástica costarricense con detalle.
Imagen tomada de https://www.larevista.cr/la-otra-
Obra escultórica “Yo protesto” del artista Néstor Zeledón
Katzy O`neal Coto,
Periodista Oficina de Divulgación e Información
Francisco Enríquez, Néstor Zeledón, Luis Gerardo Arce y Henning Jensen celebraron la develación de la obra «Yo protesto» (foto Rafael León).
Una enorme mano arriba con el puño cerrado se impone en la fachada del nuevo edificio de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica (UCR) donde se alza como un símbolo de resistencia, de fuerza y de lucha.
Se trata de la obra escultórica “Yo protesto” del artista Néstor Zeledón Guzmán, profesor emérito de la Universidad de Costa Rica, tres veces Premio Aquileo J. Echeverría y Premio Magón en 1992. La obra fue develada el 24 de junio como parte de la celebración del 75º aniversario de esta casa de estudios superiores.
La escultura que se encuentra hoy en la Facultad de Ciencias Sociales es un duplicado de la original que fue esculpida en madera. Ésta fue elaborada en bronce en el Taller de Fundición de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR, a petición del rector Dr. Henning Jensen Pennington.
El maestro Néstor Zeledón García obsequió la escultura a la UCR como una forma de retribuir lo que la Universidad le ha dado (foto Rafael León).
La obra fue concebida por el artista cuando el país se debatía en la lucha entre el Sí y el No al Tratado de Libre Comercio (TLC), como una forma de protestar ante los resultados del referéndum. Para expresar su indignación Zeledón decidió hacer esta escultura que adapta un símbolo universal como lo es el puño alzado, con el cual todos los pueblos del mundo protestan en las calles.
“Creo que todo artista está en la obligación moral de interpretar con su arte todos los sucesos de su país, como de su pueblo, tanto el paisaje físico como el paisaje humano y su problemática social, esto fue lo que me llevó a concebir esta obra” expresó el artista.
El puño en alto es un símbolo universal de la protesta de los pueblos (foto Rafael León).
Movimiento estudiantil
Para Zeledón esta obra es un monumento a la solidaridad estudiantil y a la Autonomía Universitaria. “Espero que sirva de inspiración a los jóvenes de esta facultad para que estén pendientes de defender siempre los intereses de la patria, que sirva de símbolo para la defensa de la patria” apuntó.
Por su parte, el representante de la Federación de Estudiantes de la UCR (FEUCR), Luis Gerardo Arce destacó que históricamente el movimiento estudiantil ha estado en la vanguardia del cambio y acompañando las reivindicaciones de los pueblos que se levantan en busca de mejores condiciones y es en las Ciencias Sociales donde esa efervescencia tiene mayor eco. Destacó que “la escultura que hoy se devela nos recuerda la necesidad de una academia crítica ligada al pueblo”.
La develación de la obra se llevó a cabo el 24 de agosto en la entrada del Edificio de Ciencias Sociales (foto Rafael León).
Autonomía y lucha
Para el rector Dr. Henning Jensen Pennington, rector de la Universidad de Costa Rica, el puño en alto que el artista obsequió a la institución servirá de referencia para las futuras generaciones de universitarios como un símbolo de no rendirse nunca ante los embates y las presiones que amenazan la estabilidad social de nuestro país y la Autonomía Universitaria.
Autoridades universitarias, estudiantes, familiares y amigos del artista aplaudieron durante la develación de la obra «Yo protesto» (foto Rafael León).
El decano de la Facultad de Ciencias Sociales, M.Sc. Francisco Enríquez Solano, destacó que esta obra, que se inaugura en el marco de los 75 años de la UCR, “se convierte en un símbolo de lo que históricamente ha sido nuestra Universidad, donde gracias a la Autonomía que tenemos podemos protestar, independientemente de quien ejerce el poder político en el país”.
Enríquez apuntó que la Facultad de Ciencias Sociales de la UCR ha estado presente en todas las luchas que se han dado en nuestro país no sólo por medio de manifestaciones, sino con foros, mesas redondas y conferencias. Retomando las palabras de Néstor Zeledón, el decano apuntó que esta obra servirá “para recordar que siempre tenemos que estar alerta para defender los intereses de patria”.
La obra «Yo protesto» se une a otras obras que engalanan el nuevo edificio de Ciencias Sociales y hacen homenaje a las luchas sociales que se han gestado en la Universidad de Costa Rica y el país, entre ellas la lucha por la Autonomía Universitaria, la Libertad de Expresión y la lucha del Combo del ICE.