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Etiqueta: brecha social

¿Somos masoquistas?

Álvaro Vega

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Pareciera que los costarricenses nos estamos acostumbrando a convivir con los problemas y hasta disfrutarlos, es decir, convirtiéndonos en masoquistas: un comportamiento enfermizo que encuentra placer en soportar lo insoportable y sufrir lo insufrible. Una resignada aceptación de los problemas más álgidos, algo así como que es mejor padecerlos que enfrentarlos y solucionarlos. Nos resistimos al cambio sustantivo entreteniéndonos con paliativos y mensajes-masajes (McLuhan) populistas que actúan como analgésicos.

Los informes sobre el Estado de la Educación del Programa Estado de La Nación año tras año nos desafían a cambiar de rumbo. Los problemas se acumulan y hoy estamos heredando a las nuevas generaciones un futuro de menos oportunidades y condiciones laborales cada vez más precarias. Naturalizamos la devaluación de la calidad educativa y, con en ello, empobrecemos más al país. Cómplices de todo ello: los sucesivos gobiernos de las últimas cuatro décadas que se entregaron a la política neoliberal de menos Estado social y más mercado; menos distribución y más crecimiento-concentración económica; menos soberanía alimentaria y más apertura comercial; menos Costa Rica solidaria y más Globalismo desigual.

 De esta manera, no solo arrastramos las consecuencias sociales de la “generación perdida” de la década de 1980 por la aplicación de esa política, sino que, bajo las condiciones actuales de reducción presupuestaria para la educación y devaluación sustantiva de su calidad, teniendo una mayor cobertura, según el más reciente “Informe del Estado de la Educasión”, continuamos abonando el terreno para nuevas generaciones igualmente devaluadas en educación, destinadas a convertirse en maquileras de un sistema que sigue apostando por mano de obra barata y condiciones laborable de sobreexplotación con jornadas extendidas no remuneradas.

Los índices de pobreza estancados y una desigualdad creciente. No hay forma de que los gobiernos “tomen el sartén por el mago” y se decidan por una política tributaria verdaderamente justa y progresiva que revierta cualitativamente esa tendencia. Hacemos todo lo contrario, con un Plan Fiscal que favorece a los ricos y golpea a los pobres y la clase media, una Ley de Empleo Público que supuestamente trata de nivelar los salarios, cuando de lo que busca es de desmantelar el Estado Social de Derecho. Una política de salarios decrecientes que desestimula el trabajo profesional de calidad en el sector público. Es decir, leyes y acciones para ahondar las brechas sociales y, con ello, crear condiciones para que florezca el mercado informal del narcotráfico y se eleven los índices de violencia criminal.

Todo ello no es otra cosa que masoquismo, y al estilo costarricense donde todo lo digerimos y reciclamos con chistes; también hoy con descalificaciones donde se apela al lenguaje violento que busca “serruchar pisos” y hacer “bullyng”, para desviar la atención sobre los problemas reales. Una actitud evasiva enfermiza y complaciente con quienes nos han venido, desde hace rato, vendiendo falsas promesas mesiánicas.

Ha llegado la hora de despertar del letargo. No dejarnos anestesiar con esas promesas de reinos venideros. Decidirnos a “tomar las riendas” de este “caballo desbocado” que acelera su trote, para conducirnos al despeñadero. No podemos permitirnos, seguir mirándonos en el espejo de una patria irreconocible, por lo socialmente violenta y cada vez más polarizada. Llegó la hora de encarar la realidad. Dejar el comportamiento masoquista que nos está volviendo dóciles y débiles, destinados a soportar lo insoportable. Y, a pesar de todo ello, sintiéndonos “felices”, es decir, “jodidos y agradecidos”.

La lucha contra la corrupción en Latinoamérica

José Luis Pacheco Murillo

El tema de la corrupción y la lucha por erradicarla se ha extendido por todo Latinoamérica. Hoy Panamá vive momentos muy difíciles. Ya es conocida la situación salvadoreña. Además, de alguna manera en países como Perú, Honduras, Chile, Colombia y México el tema de la corrupción fue el caballo de batalla para que los pueblos de esos países decidieran elegir gobiernos progresistas o de izquierda. Sucederá lo mismo en Brasil en las próximas elecciones con el regreso, muy probable, de Lula al poder.

También los temas de campaña han sido la pobreza galopante en todos los países, pues quienes han gobernado históricamente en América Latina no se han preocupado por una verdadera, justa y equitativa distribución de la riqueza, sino que los gobiernos se han dedicado a salvaguardar los intereses de unos pocos y haciendo crecer la brecha social en nuestros países. Eso aunado a la inflación que cada día crece más y que es un golpe a las clases más desposeídas pone en riesgo la estabilidad social como sucede en Argentina.

Y la problemática es mayor cuando no se vislumbran liderazgos fuertes que logren unidad de países y regiones para enfrentar conjuntamente problemas similares como el narcotráfico, el aumento en precios del petróleo y las exportaciones para mejorar las economías y ni se diga de las migraciones que se dan entre los mismos países latinoamericanos como sucede con venezolanos, nicaragüenses, argentinos y colombianos.

El problema común y que alimenta muchísimo las formas en que los pueblos latinoamericanos se comportan de cara a elecciones y toma de decisiones en sus países es la baja en los niveles de educación. La calidad de la educación en nuestros países es cada día más baja y en ocasiones se une a la deserción escolar para enfrentar la situación de pobreza y que lleva a muchas familias a ligar sus hijos con narcotráfico en una alianza fatal y que lleva a mayor inseguridad y violencia en nuestros países.

Un panorama caótico y lamentable en el que hay apenas buenas intenciones por parte de algunos gobernantes, pero con férreas oposiciones de los que históricamente han manejado las riendas de nuestros países. Y ante un Estados Unidos que sigue sin prestarle mucha atención a nuestra región y sin darle la ayuda necesaria. Los famosos tratados de libre comercio (TLC) fueron y han sido un trueque desigual y que han empobrecido aún más a nuestros países con las imposiciones de los grandes contra los pequeños tanto en comercio como en oportunidades.

Dios quiera que Latinoamérica pueda encontrar la ruta y logre las metas de desarrollo que se merecen nuestros pueblos.

Es necesario resolver las causas del endeudamiento y el despilfarro que beneficia a unos pocos y genera desigualdad

José Luis Pacheco Murillo

Cada discurso, cada manifestación y cada comunicación que realiza el presidente de la República, es motivo de grandes titulares en alguna sección de la prensa y además, de discursos efusivos por parte de algunos legisladores en la Asamblea Legislativa. En ambos casos, como decimos en esta tierra bendita, “buscándole el pelo en la sopa”, por ningún lado destacando algo positivo, por el contrario, tratando de debilitar cualquier acción y de mal interpretar cualquier término que les permita atacar eso que se pretende hacer.

Además, no se le da el mismo espacio ni se le presta la misma atención a aquellas acciones que, por lo menos para algunos, son acciones importantes, por ejemplo, el inicio del proceso para bajar el precio del arroz o de las medicinas, lo que sin duda beneficiará a miles de personas. Tampoco se hace referencia a las acciones de sus ministros sobre cuestiones importantes.

Ayer, escuchamos sobre el inventario parcial que ha hecho el gobierno sobre los alquileres que se pagan por parte del Estado a particulares, creando una comisión para que se dé un informe, en una semana, sobre los detalles de esos alquileres. Desde luego que eso debe tener a muchos preocupados, quizá muchos con ligámenes políticos o de relación con ese sector de la prensa o con algunos diputados o diputadas.

Es necesario preguntarse ¿por qué han pasado tantos gobiernos y no se han preocupado por esos temas que hoy salen a la luz pública?

Es evidente que el gasto público se ha multiplicado en demasía y que ha obligado a obtener empréstitos para hacerle frente a ese gasto, sin que los gobiernos anteriores hicieran algo para hacer lo que ahora se pretende hacer y así mejorar la calidad de vida de los más necesitados. Precisamente por eso es qué desde hace años venimos aplicando la brecha social con enormes diferencias.

Dios quiera que se puedan resolver muchas cosas más de las que requerimos para evitar tanto endeudamiento y tanto despilfarro de dinero que solo ha beneficiado a unos pocos y de ahí la desigualdad que hoy vivimos.

La internacional de la avaricia

Luis Fernando Astorga Gatjens

En la semana anterior, se reportó que desde que se inició la pandemia de la Covid-19 hasta el presente, seis grandes compañías farmacéuticas de Estados Unidos y Europa, que desarrollaron vacunas contra la enfermedad, ganaron 227 mil millones de dólares en valor de mercado.

De esta manera, las farmaceúticas Pfizer, Moderna, Biontech, AstraZeneca, Novavax y Johnson & Johnson aumentaron ya sus abultadas fortunas, de manera astronómica. Un reducido grupo de accionistas y ejecutivos se tornaron más ricos al emerger esta enfermedad que ha marcado la vida del planeta en los últimos dos años y medio.

Se trató entonces de un pingüe negocio mediante el cual se transfirió un torrente de recursos públicos a estas empresas ya que las compras del inmunizante, lo hicieron los Estados.

Algunos líderes políticos (particularmente de países del sur planetario) clamaron para que se suspendieran las patentes y que se permitiera la libre producción de los antígenos, durante el periódo más grave de la pandemia. Pero tanto estas farmacúticas y líderes políticos alineados con sus intereses, negaron esta posibilidad de manera tristemente rotunda. De esta manera, pusieron en grave riesgo la salud de millones de personas que habitan los países más pobres. Es seguro que muchas muertes y complicaciones derivadas de la Covid-19 se hubieran evitado si las ganancias económicas se hubiesen pausado, en un corto lapso de tiempo, para dar prioridad al más elevado interés humanitario.

Sin embargo, no solo la farmacéuticas se han visto beneficiadas con la pandemia. Como ha venido denunciado Oxfam la riqueza de los diez hombres más ricos del mundo se ha duplicado mientras que los ingresos del 99 % de la humanidad se ha visto reducido. De esta manera, la pobreza y la desigualdad se ha incrementado en forma significativa.

Gabriela Bucher, Directora Ejecutiva de la mencionada ONG lo dice con medidiana claridad: “Los milmillonarios han tenido una pandemia de lujo. Los bancos centrales han inyectado billones de dólares en los mercados financieros para salvar la economía, pero gran parte ha acabado en los bolsillos de los milmillonarios, que se han aprovechado del auge de los mercados bursátiles. Con las vacunas se pretendía poner fin a esta pandemia, pero los Gobiernos de los países ricos han permitido que los milmillonarios y los monopolios farmacéuticos corten el suministro a miles de millones de personas. Esto podría traducirse en un incremento de todas las formas imaginables de desigualdad. La previsibilidad de esta situación es indignante, y sus consecuencias son letales”.

La pandemia abrió una enorme oportunidad para la solidaridad. Pero la avaricia de un reducido grupo de seres humanos le ganó la partida. Con ello, la brecha de desigualdad entre países ricos y pobres se ha ampliado y dentro de los países, la brecha social y económica entre sectores y grupos sociales también se ha hecho más honda.

Con datos del año anterior, en América Latina se amplió el enorme abismo que ha existido históricamente entre los pobres y los propietarios de grandes fortunas. El número de multimillonarios en la región latinoamericana se incrementó de 76 a 107 y la fortuna acumulada por este selecto grupo casi se duplicó: Pasó de US$ 284.000 millones a US$ 480.000 millones, según el análisis realizado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La avaricia (“afán de poseer muchas riquezas por el solo placer de atesorarlas sin compartirlas con nadie”) siempre ha existido. Empero con la pandemia escaló de manera exponencial. ¿Qué hay de nuevo para que se haya dado este repudiable fenómeno.

Lo nuevo nos viene de finales del siglo anterior. Se trata de la pandemia neoliberal que como un terrible matapalo se ha apoderado de la política y, con ello, de la economía, de la sociedad y de la cultura de la mayoría de los países del orbe.

Diversas expresiones de un neoliberalismo extremo han bloqueado que se fijaran impuestos a las enormes fortunas concentradas en pocas manos, para enfrentar el incremento de la pobreza y la desigualdad.

En Costa Rica, ni siquiera se insinuó tal posibilidad ya que hubiese sido aplastada por la mayoría legislativa neoliberal que imperó desde el 2018 al 2022. Tampoco un impuesto solidario que pudieran pagar los dueños de grandes fortunas, hubiese contado con el apoyo de las cámaras patronales.

La avaricia neoliberal es como un agujero negro, que no deja ni rastros de solidaridad y de preocupación por el bien común.

El Papa Francisco al caracterizar lo que hoy prevalece en el mundo y que nos plantea el enorme desafío de su erradicación, lo expresa claramente: “Veo un modelo de vida económica y social caracterizado por tantas desigualdades y egoísmos, en el que una exigua minoría de la población mundial posee la mayoría de los bienes, y que a menudo no duda en explotar a las personas y los recursos”.

(9 de mayo, 2022).

UNA: MEP debe ser vigilante para evitar exclusión de estudiantes en vulnerabilidad social

Identificar a la población preescolar, escolar y colegial que no regrese a las aulas en el primer mes del curso lectivo 2021 y ejecutar acciones claras para lograr su retorno es fundamental para evitar la exclusión de niñas, niños y adolescentes en condición de mayor vulnerabilidad socioeconómica, afirma Roxana Rodríguez, directora del Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y la Adolescencia de la Universidad Nacional (Ineina-UNA).

Para ello, la especialista considera que el Ministerio de Educación Pública (MEP) debe mantener una constante vigilancia, con el apoyo de otras instituciones como el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) y las municipalidades, de manera que se trabaje coordinadamente para promover la permanencia de los estudiantes en el sistema educativo.

“Particularmente es preocupante la exclusión de las niñas y las adolescentes en pobreza, quienes son más vulnerables a la sobrecarga de tareas domésticas y a la explotación sexual”, advierte la especialista.

En su criterio, el regreso a las clases presenciales es clave, tomando en cuenta que la modalidad virtual adoptada debido a la pandemia, ha evidenciado de una forma muy clara las brechas sociales y educativas que ya existían en el país, donde miles de personas menores viven en pobreza o en pobreza extrema.

“Si hay exclusión de cualquier tipo, hay un incumplimiento del Estado de velar por el disfrute de los derechos contenidos en la Convención de los Derechos del Niño”, ya que la exclusión produce por sí misma el no disfrute de muchos derechos, advirtió la especialista de la UNA.

Presencialidad necesaria

La enseñanza a distancia ha visualizado la inequidad de acceso a los bienes sociales, entre ellos la tecnología. Tomando en cuenta las grandes diferencias que hay en el país en materia de tecnología, Rodríguez afirma que la presencialidad en las aulas de escuelas y colegios favorece una reducción en la exclusión educativa, especialmente de estos sectores más vulnerables socialmente.

La especialista llama la atención, además, sobre el hecho de que la familia no siempre cuenta con las herramientas para apoyar el proceso de aprendizaje; los docentes, como profesionales, son más efectivos en esta tarea.

En el caso de las familias de sectores en vulnerabilidad social, la escasez de herramientas es notoria. Una encuesta del programa Estado de la Nación -citada por la académica del Ineina- muestra que la probabilidad de que la familia afirme estar muy preparada para apoyar a los menores en sus tareas escolares es 2,4 veces más alta cuando tienen educación secundaria completa y universitaria, que cuando tiene secundaria incompleta o menos.

Pero hay más argumentos a favor de la presencialidad, sobre todo, porque –subraya Rodríguez- el aprendizaje es un proceso integral, que no incluye solo el contenido curricular sino las interacciones que el estudiantado tiene con sus pares y sus docentes.

En ese sentido, entre las principales ventajas de la asistencia presencial a la escuela destacan las siguientes: la escuela es un ambiente rico y amplio de interacciones con pares que permite a las personas menores formar su identidad personal y social; la inmersión presencial estimula el desarrollo de funciones ejecutivas, es decir, control de comportamientos, atención, memoria, elaboración de metas, planeación, entre otras; los centros educativos son factores de protección contra la violencia hacia los niños, niñas y adolescentes.

¿Qué significa volver a la escuela?

Desde el punto de vista del desarrollo, la directora del Ineina recalca que la escuela es un espacio vital y socializador. ¿Quién no recuerda alguna anécdota de la escuela, sus mejores amigos, los partidos de futbol, jugar en el recreo, las risas, las historias de docentes que marcaron diferencia? “La escuela marca la vida emocional de los niños, de ahí la importancia de interacciones positivas que les permita aprender no solo contenidos curriculares, sino sobre sí mismos y sobre valores sociales, tales como la tolerancia, el respeto y la colaboración, entre muchos otros”.

¿Y qué dicen los niños y las niñas? El Ineina -adscrito al Centro de Investigación y Docencia en Educación (Cide) de la UNA- elabora una consulta a las personas menores de edad sobre qué significa para ellas volver a la escuela. “Creo que tendremos una mejor respuesta escuchando sus opiniones sobre lo que significa volver a clases”, dice la académica de la UNA.

La evidencia, por su parte, indica que el acceso a una educación de calidad promueve grandes beneficios en la población menor de edad, tanto en el aprendizaje como en su desarrollo emocional y social. A estos beneficios tienen derechos todas las personas menores; la exclusión implica incumplimiento de derechos fundamentales garantizados por normativa nacional e internacional.

Es por eso que la directora del Ineina llama a la reflexión. “Como sociedad no podemos permitir que las personas que viven en las condiciones más vulnerables, especialmente los niños, las niñas y adolescentes, sean más golpeados por la crisis financiera y de salud que enfrentamos. Esta situación nos llama a cuestionarnos y decidir qué clase de sociedad somos: una que sacrifica y olvida a las personas que menos tienen, o una sociedad solidaria que protege a quienes más lo necesitan”.

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Diálogo permanente para darle rumbo al país

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Caminamos, o más bien nos arrastramos, a tientas, con perdón de los inteligentes y ágiles no-videntes. No hemos tenido el liderazgo ni el espíritu patriótico para cerrar el ciclo neoliberal que nos tiene al borde del precipicio, mientras algunos persisten en hacer malabares para enderezar esa barcaza de mil agujeros.

No quieren entender que no se puede poner “remiendo nuevo en paño viejo” y que “el vino nuevo requiere odres nuevos”. Pues bien, o nos decidimos por lo nuevo o nos resignamos al hundimiento.

Obviamente, hay salidas paliativas o placebos que pueden entretener al paciente para que aprenda a convivir por un tiempo con la enfermedad. Pero, más temprano que tarde caerá en coma. El plan fiscal fue esa medicina paliativa. Ahora se pretende -algunos lo piden con gritos de desesperación- que el préstamo del FMI sea la tan esperada “vacuna”, no importando que sus efectos secundarios resulten peor que la enfermedad: venta de activos del Estado, reducción en la inversión social, en fin, lo que ya sabemos de las viejas recetas que solo han servido para empobrecer, acrecentar las brechas sociales y polarizar a la sociedad intensificando el conflicto.

Se dice que es posible negociar con el FMI bajo un nuevo paradigma que al parecer vienen impulsando algunos de sus más altos funcionarios. Pero, un país sin rumbo no tiene esa capacidad de negociación. Y para peores el gobierno desacierta por partida doble. Se hace una propuesta de negociación cargada hacia los impuestos, en su mayoría regresivos, y sin claridad respecto a la reactivación social: empleo, endeudamiento ciudadano, apoyo a pequeña y mediana empresa, salvaguarda para desempleados, etc. Y se convoca a un diálogo, con visión tecnocrática, elitista y restringida.

Después de esos traspiés, y gracias a la iniciativa de la Junta Directiva del Banco Popular, se alcanzó a sentar a diversos sectores en una mesa más amplia, con miras a una concertación para salir de la crisis. Lamentablemente, algunos persisten en reducirla al problema fiscal y a buscar solucionarla limitándose a bajar el mal llamado “gasto” público; un cuento más de los que “vienen de todos lugares y también de Puriscal”. Resulta esperanzador, sí, porque también asisten quienes tienen una mirada más abarcadora y son de luces más altas.

Pues bien, quizá el mejor dividendo que podamos sacar de esta iniciativa no sea tanto que sus propuestas conduzcan a dar ese salto cualitativo hacia la Costa Rica postneoliberal, pero sí nos haga apreciar y valorar lo importante y decisivo que resulta el diálogo intersectorial para darle rumbo a este país.

Efectivamente, como se ha señalado, la democracia participativa tiene que ser, ante todo, deliberativa. El espíritu del diálogo permanente por parte de una ciudadanía crítica y propositiva, así como de gobiernos receptivos que saben ejercitar el arte de la política, que es el de la negociación y la búsqueda de acuerdos entre intereses diversos y en conflicto. Es decir, donde el pueblo tiene que ser protagonista y no mero espectador.

Llegó el tiempo de superar el caudillismo presidencialista y el elitismo tecnocrático, propios de una cultura política desfasada. Apostemos al dialogo intersectorial permanente para darle rumbo a este país.

Imagen: http://www.codajic.org

Enviado por el autor.

La incertidumbre y el miedo ante los dogmas y falsas promesas

Juan Huaylupo[1]

Cada momento en la vida de las personas, grupos y sociedades, son particulares e inéditos. Para muchos las actuales circunstancias son situaciones dramáticas que han modificado su forma y expectativas de existencia y relaciones, independientemente de su situación económica o de clase. Esto es, nadie en un sistema inequitativo, interdependiente y contradictorio del presente globalizado, puede garantizar un modo de vida, una posición social o económica que sea segura o perdurable, por el contrario, la incertidumbre es consustancial a la sociedad y al sistema.

A pesar de las evidencias cotidianas de inseguridad e inestabilidad, los propietarios y sus acólitos reclaman con cinismo ser víctimas de la crisis económica actual, cuando son actores directos que, con la complicidad gubernamental, han profundizado la brecha social entre ricos y pobres. La omnipotencia y la autosuficiencia de los mercaderes, es solo aparente, pues son evidentes sus debilidades, ante consumidores pobres, endeudados, sin trabajo o con jornadas reducidas causadas por empresarios y que fueron complacientemente autorizadas por el gobierno. Asimismo, el gobierno amenaza y juzga de irresponsables a las mayorías por criticar las nuevas cargas tributarias, los salarios y pensiones confiscadas. Esto es, se empobrece intencionalmente a quienes son precisamente los que sostienen la economía con su trabajo, consumo y la creación de las condiciones sociales y políticas para la reproducción del sistema imperante. La provocación y el abuso de los empresarios y del Estado, es una errática y riesgosa actuación de su miedo hacia los trabajadores y los pobres.

Es absurdo como contradictorio, la insolidaridad de los propietarios y gobierno con las condiciones de mínima subsistencia creadas a los trabajadores, no solo históricamente, también en la actual coyuntura. Es una infamia privilegiar los negocios privados, mientras se arriesga la salud y existencia de los asalariados empobrecidos y sobreexplotados. El repudio de gobernantes y ricos contra los pobres y trabajadores, se revierte en ilegitimidad e ingobernabilidad, así como, al final de cuentas, en ganancias insuficientes y quiebras que polarizan las empresas.

La política genocida del gobierno y empresarios durante la pandemia, es ocultada con el descalabro fiscal, las amenazas y prácticas impositivas, la reducción de salarios, el uso de los ahorros de los trabajadores, conculcación de derechos conquistados, así como, con el aumento de precios de los servicios públicos, de las medicinas y de las tasas impositivas a los que menos tienen. Así, se revela la orientación social del poder en Costa Rica. No obstante, se busca encubrir las intencionalidades privadas con escaramuzas dilatorias de diálogo, sin garantía alguna de consenso con empresarios que se creen dueños del destino de la población y del país, y con un Estado débil, pusilánime, diletante y que no representa la pluralidad social nacional. En estas condiciones políticas, no es posible vislumbrar una solución digna, justa ni equitativa para las mayorías de nuestro país.

La relación de la democracia con lo público, con lo común a todos, es sin duda una ilusión en la actual crisis económica y pandémica, porque no son decisiones democráticas ni públicas, cuando se privilegia a unos y perjudica a muchos, cuando en nombre de la nación se cercena derechos, se viabiliza mayor explotación y exacción de los salarios y recursos de los pobres y trabajadores. No obstante, los discursos de alabanzas nacionalistas y democráticas, no cambian las tendencias que favorecen a los privilegiados de siempre, de los que están protegidos por el poder estatal, los liberales y los que imaginan poder recrear las condiciones laborales y de los negocios del pasado. En las actuales circunstancias organizativas y propositivas, es una ilusión democrática revertir las tendencias vigentes.

La falsa conciencia de quienes detentan el poder, colectivizan una visión ideológica individualista que imagina una realidad controlada y manejada a su antojo, con una autosuficiencia de la que carecen. En un contexto de pobreza, explotación y sin libertad, no es posible suponer que la corrupción, el dinero, el miedo ni la violencia puedan garantizar la perpetuación del poder ni la conservación de los privilegios privados, como es un absurdo, reeditar los fracasos políticos y sociales de regímenes totalitarios del pasado. La incertidumbre en un espacio social contradictorio e interdependiente no puede ser controlada ni modelada por ningún poder. Una paz con exacerbación de la explotación, sin democracia ni respeto a derechos conquistados, es el preludio de un poder sin futuro.

La ideología necesaria del capitalismo, el liberalismo, impone al Estado y a los otros, la cosmovisión individualista y privatizadora de los ricos y poderosos como verdades absolutas a la sociedad, de la cual se sirven, pero es una subjetividad que no posee la capacidad de modelar las condiciones concretas de una realidad incierta y diversa.

Los tiempos del capitalismo han sido heterogéneos, el salvaje, que conocemos y vivimos, no es el mismo de otros tiempos. El dominio financiero contemporáneo está logrando empobrecer a la humanidad, enriqueciendo al oligopolio bancario conformado por 28 bancos que “producen” el 90% de las monedas, frente al 10% de los bancos centrales de todos los países, que controla la tasa cambiaria y la tasa de interés bancaria, así como movilizan recursos financieros que superaban, en el 2012, la deuda pública de 200 países. Se estima que solo 14 de ellos poseen más de 710 billones de dólares, superando en 10 veces el PIB del mundo. Este oligopolio domina la economía, crea inestabilidad e imponen condiciones y chantajes al endeudamiento y a las recurrentes crisis fiscales de los Estados.

Sin embargo, paradójicamente el poder del capital financiero es solo aparente, dado que no es autónomo, depende de las actividades que recrean incesantemente valores apropiables, así como estos, requieren para crecer y expandirse, de los trabajadores y consumidores para privatizar los productos del trabajo y de los recursos de los compradores. El sector financiero crece, sin ser autónomo ni autosuficiente. En 1929, en Wall Street, hubo quienes se enriquecían en plena crisis económica, pero esto fue breve porque en octubre de ese año, se desmoronó la bolsa de valores y para algunos, las vías del metro fueron la solución a sus tragedias monetarias. La riqueza financiera se disuelve sin la concreción y creación de nuevos valores económicos que desfalca.

El capitalismo era para Adam Smith la única y mejor forma organizativa económica que ha existido, no obstante, es el modo como se han creado formas de esclavitud para la explotación e inequidad social, que destruye culturas, democracia, naturaleza y medio ambiente, así como, es una economía que pone en peligro la propia existencia humana.

La polaridad contemporánea social actual es inmensa, según OXFAM, el 82% de la riqueza generada en el mundo en el año 2017, fue para el 1% más rico de la población mundial, en Costa Rica tres personas ganan el equivalente a los ingresos de dos millones de sus pobladores. No obstante, la inmensa riqueza privada y la profunda brecha social, los ricos no son inmunes al hambre, la enfermedad, el desempleo y el incesante empobrecimiento de los que crean riqueza y tributan, de los que compran y consumen, o de los que crean las condiciones para la riqueza privada.

Los ricos no son autosuficientes. Sin salarios o con salarios africanizados, no hay compradores, tampoco hay ganancias, no hay créditos, tampoco se evitará la crisis con la apropiación de los bienes, recursos y salarios por los dueños del dinero. ¿De qué sirve al sector financiero apropiarse del dinero y los recursos del mundo?, ¿de qué sirve al capitalismo el enriquecimiento de pocos en un planeta de miserables empobrecidos? ¿qué pueden hacer los dueños de la riqueza en la pandemia, el hambre y la violencia? Estas tendencias de ningún modo pueden caracterizarse de capitalismo, es la feudalización bancaria que, al adueñarse de la riqueza destruye capital, Estado y civilización.

El crecimiento económico o la optimación de las ganancias privadas, es el dogma del capitalismo, el decrecimiento o disminución de las ganancias activa todas las alarmas del pánico, del miedo de negociantes, gobiernos y economistas. Las naciones y el mundo en crisis son presurosas en paliar las ganancias privadas, incentivar y subsidiar sus inversiones privadas o condonar las deudas de los ricos. De este modo, las crisis se resuelven transitoriamente en ciclos de endeudamiento público y radicales prácticas de empobrecimiento social.

Sin embargo, a pesar de los daños a la colectividad y la nación que ocasiona la economía capitalista en el presente, es un sistema que se encuentra socialmente internalizado, es inconsciente, ideológica e implícitamente aceptado. No requiere legitimación social, porque forma parte de nuestra cotidianidad y porque se ha creado, desde la academia y las leyes, la imagen de ser incontrovertible. Los dogmas se imponen, aun cuando no existen verdades absolutas ni universales, en la ciencia ni en el derecho. La economía se niega a sí misma el ser ciencia, porque no explica la realidad económica, solo aplica sus dogmas y obvias deducciones para hacer que los ricos sigan empobreciendo a los ciudadanos y al país. Tampoco esa economía está comprometida con las personas, las sociedades ni la humanidad, los evidentes y nefastos efectos son vistos como colaterales e inevitables. Las actividades lucrativas de los empresarios, tiene en la economía, una ideología y una epistemología formalista, que justifica tautológicamente el sistema económico imperante. Las crisis económicas ponen de manifiesto transparentemente, la crisis cognoscitiva de la economía.

[1] Catedrático. Escuela de Administración Pública. Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Costa Rica.

 

Imagen: https://bancoalimentosaraba.org

Lo que cambiará post-pandemia

Óscar Madrigal, abogado

Muchas cosas cambiarán después de esta pandemia, pero esas cosas y los asuntos sociales y de Estado no lo harán automáticamente, de manera mecánica, sino que requieren del empuje de los movimientos sociales y políticos para que el país avance. Cuando no se genera una fuerza innovadora, las sociedades se estancan, se inmovilizan y tienden inercialmente por volver al viejo estado de cosas. En estas circunstancias, como lo ha mostrado la historia, por regla general ocurre una descomposición social, que se traduce en más pobreza, desigualdad y desesperación.

De aquí surge la imperiosa necesidad de la articulación del movimiento social y del movimiento progresista para desarrollar un programa que permita a la sociedad costarricense planear y avanzar en un nuevo concepto de sociedad.

Esa nueva alternativa de sociedad deberá fundamentarse en nuevos conceptos. Pienso en los siguientes:

1-. Ciudadanía. La ciudadanía debe concebirse de manera activa, contralora y propositiva. Los ciudadanos dejan de ser solo sujetos de momentos electorales, para asumir el poder ciudadano desde la sociedad misma para pedir cuentas, exigir cumplimiento de promesas o censurar a todos los ciudadanos que ocupan puestos de dirección en el Estado.

2-. Nación. La globalización como ha sido concebida ha mostrado ser insuficiente para afrontar los problemas globales. El concepto de Nación debe ser retomado para asumir el compromiso de desarrollo económico nacional y para exigir normas internacionales que resguarden los intereses laborales y económicos de todos los países.

3-. Soberanía. Solo mediante un concepto de soberanía que recupere el poder de decisión nacional en cuanto al apoyo a la producción nacional, así como la capacidad del país de mantener una política internacional independiente, sea manteniendo una neutralidad y respeto por a la autodeterminación de los países.

4-. Producción. El desarrollo productivo seguido hasta ahora debe cambiar de paradigma. El crecimiento económico desmedido sin considerar a la Naturaleza y la igualdad social es insostenible. El crecimiento del PIB no debe ser un único parámetro de medición de la riqueza social o natural. El respeto por la Naturaleza debe sustentarse en el apoyo y desarrollo de un fuerte movimiento ecologista para revertir los daños que estamos ocasionando a nuestro Planeta.

5-. Igualdad. La brecha social que cada vez se agranda más entre unos cada vez más ricos y otros cada vez más pobres, debe revertirse inmediatamente. La distribución de la riqueza, que es producida por los trabajadores, debe hacerse de manera equitativa. La igualdad de derechos humanos y patrimoniales entre hombres y mujeres es la única forma de mantener un desarrollo realmente humano.

6-. Solidaridad y humanismo. La sociedad debe fundamentarse en nuevos conceptos de solidaridad para que el desarrollo se vea como responsabilidad de todos, pero también para beneficio de todos. El humanismo es el fundamento del respeto a los derechos humanos de todas las personas como un atributo natural: creencias religiosas, preferencias sexuales, políticas, etc., la política es la no discriminación.

La democracia es el mecanismo político que permitirá el acceso de todos los grupos sociales y partidos políticos, en un plano de igualdad, a los medios de comunicación y a los procesos electorales.

Estos son algunos conceptos que debemos asumir para la sociedad post-pandemia. No son, lógicamente, los únicos, ni tal vez lo mejor elaborados, pero pueden ser una base de pensamiento.  De ellos se deducirán medidas concretas, como debe ser.