Msc. Eyleen Paniagua Rojas Ex directora de Centros Educativos, públicos y privados Premio Nacional de Educación, Mauro Fernández 2002
El Dr. José María Gutiérrez, galardonado con el Premio Magón 2022, en una reciente entrevista realizada por Jenniffer Jiménez de la Universidad de Costa Rica, nos invita a reflexionar y a emular sus conceptos en relación al papel de la ciencia en la cultura, la educación y la sociedad. Asimismo, se evidencia su integridad como profesional y su visión y misión humanista y solidaria.
Es claro el aporte de una casa de enseñanza, como la Universidad de Costa Rica y otras instituciones de educación superior públicas y privadas, como entes generadores de desarrollo, en todos los ámbitos, a través de la formación que ofrecen a los ciudadanos cada una de sus facultades y escuelas, en donde convergen los saberes científicos, tecnológicos, culturales y artísticos, entre otros. En este sentido, es encomiable la labor emprendida por el Instituto Clorito Picado y los valiosos aportes del Dr. Gutiérrez, que han trascendido nuestras fronteras.
Como bien destaca el Dr. Gutiérrez, la docencia, investigación y acción social deberían ser los principios que rijan el accionar de todas las instancias educativas. De hecho, los que hemos tenido contacto con la enseñanza en Costa Rica, vivenciamos cómo desde el nivel de preescolar, primaria y secundaria, estos principios están presentes. De manera implícita la docencia constituye el arte de enseñar; la investigación se fomenta a través de las ferias científicas escolares y estas, más otras múltiples acciones de investigación científica y social, deben permear los hogares y comunidades, en procura de mejorar la calidad de vida.
Tenemos que emular acciones como las del Dr. Gutiérrez e incentivar el cultivo de la ciencia en el quehacer humano, de manera que las instituciones educativas se conviertan en canalizadores del conocimiento, desarrollado científicamente y de manera empírica, a través de las distintas experiencias cotidianas que acompañan el diario vivir, para que se conviertan en herramientas innovadoras, propulsoras de cambio cultural, y crear conciencia de la responsabilidad que debe permear y transformar nuestra manera de vivir. Impronta que se debe interiorizar y reflejar, en las acciones responsables del individuo y la sociedad.
Los gobiernos, líderes por excelencia de la voluntad de los pueblos, sobre los que recae gran parte del compromiso de satisfacer las necesidades de los electores que confiaron en sus intenciones y capacidades, en procura del bienestar de la mayoría, deben impulsar políticas públicas que garanticen un mayor desarrollo del conocimiento científico y cultural. Por consiguiente, dotar de los recursos necesarios a programas y proyectos, como el del Instituto Clorito Picado, que con su aporte puedan marcar un nuevo rumbo para el país y el planeta, constituye una obligación moral incuestionable. Además, procurando, como destaca el Dr. Gutiérrez, una vinculación de los saberes científicos, tecnológicos, artísticos, morales y espirituales, para enriquecer nuestra experiencia vital y comunitaria, articuladas y engarzadas en nuestra identidad. De esta manera, superar conductas y comportamientos erráticos que hoy amenazan con la extinción misma de la especie humana. El egoísmo y la ambición desmedida por tener cada vez más, donde se privilegian los grandes intereses del mercado, han conducido a que no se consideren las consecuencias sociales y ambientales de esas acciones, lo que ha significado que se pierda el sentido de lo esencial y trascendente; así, la humanidad involuciona y se acerca cada vez más a su propia extinción. De ahí que la tarea fundamental de la ciencia, la tecnología y la educación, es formar para sustentar la vida, de manera que el ser humano sea un aliado de los procesos naturales o aprendidos, descubiertos a través de la investigación, para generar bienestar, salud y equidad. Donde también la ciencia se convierte en arte, manifestación por excelencia de la magnificencia creadora de la humanidad; y tenga un lugar seguro, donde fluir e influir como elemento transformador de la sociedad y la emoción humana, con plena conciencia de la existencia del otro; se ponga al servicio de lo excelso, bueno y fecundo del alma; el cincel certero, capaz de decantar lo más sublime de la existencia.
Por ello, liderazgos como el del Dr. Gutiérrez, visionarios, creativos y comprometidos, desde su quehacer científico, con las poblaciones más necesitados y vulnerables, siempre preocupados para que la ciencia esté al servicio de las gentes y las comunidades y no de intereses meramente mercantilistas, son imprescindibles para construir un mundo más solidario, donde se enaltece el sentido de vivir como colectividad. Es decir, una ciencia al servicio de una cultura de la vida digna. Apoyar el talento y disposición de este singular y brillante científico humanista, y con él de las nuevas generaciones de científicos costarricenses, constituye una obligación innegable, para todos los entes involucrados en dictar pautas y políticas encaminadas al desarrollo del país y con plena aceptación de la corresponsabilidad que se tiene con el mundo entero.
El científico fue enfático al indicar que la ciencia es parte de la cultura. Lamentablemente, no se les está dando la importancia debida, afirmó.
Don José María Gutíerrez Gutiérrez o “Chema”. Así le dicen sus conocidos, y hasta los no tan conocidos, por el aire de cercanía y humildad que inspira. Las razones sobran. A Chema, una de las mentes más brillantes de la ciencia costarricense y destacadas en el mundo, nunca le interesó tener un carro y, mucho menos, un celular.
Para él, un celular reduciría notoriamente sus espacios de pausa, reflexión, lectura y escritura que tanto ama. “Así que, por el momento, me sigo resistiendo”, manifestó firmemente.
Sin ninguna de esas ataduras móviles, no es extraño ver al Dr. Gutiérrez caminar, disfrutar de sus recorridos diarios al aire libre con su perrita o bajar de un bus para llegar al Instituto Clodomiro Picado de la Universidad de Costa Rica (ICP-UCR), su segundo hogar por casi 50 años desde que inició como estudiante asistente y que hoy sigue frecuentando aunque está jubilado.
En el ICP-UCR, el Dr. Gutiérrez cultivó todas sus pasiones científicas las cuales empezaron a gestarse muy joven. Primero, se graduó de la UCR en la carrera de Microbiología en 1977 y luego, en 1984, obtuvo su doctorado en Ciencias Fisiológicas en la Universidad Estatal de Oklahoma, Estados Unidos.
Desde entonces, don José María lleva más de 40 años desarrollando su carrera científica en la docencia, acción social y, por supuesto, en la investigación. Especialmente, en la comprensión de cómo actúan los venenos, así como en el desarrollo y mejora de sueros antiofídicos, mismos que cada año ayudan a salvar la vida de casi 600 costarricenses que sufren de envenenamiento por la mordedura de una serpiente venenosa.
Su pasión, trabajo y amor por la ciencia son palpables y están respaldados por la gran cantidad de premios nacionales e internacionales que ha ganado de manera continua. Actualmente, la cifra supera las 20 menciones. ¡Claro! Él no los ve como un logro personal, sino colectivo. Sin las personas que lo han rodeado, jamás lo hubiera logrado, recita en cada presentación o agradecimiento que realiza.
¿Los impactos de cada premio? Muchos. Cada reconocimiento que él recibió enalteció a todo un país, ayudó a abrir camino y a posicionar a Costa Rica como una nación que, si bien está en vías de desarrollo y no posee abundantes riquezas económicas, tiene grandes talentos científicos listos para germinar. Don José María es tan solo un ejemplo de una larga fila de mentes ticas listas para brillar y hoy lo sabe el mundo.
¿El reconocimiento más reciente? Tal vez usted ya lo sabe: el Premio Nacional de Cultura Magón 2022, galardón que solo reciben las personalidades ticas más destacadas que decidieron dedicar toda su vida al crecimiento de la cultura costarricense. Sí, porque aunque usted no lo crea, la ciencia, la innovación y la cultura no están separadas. Ellas se necesitan entre sí para desarrollarse, crecer y germinar.
“Para mí representa un gran honor recibir el Premio Nacional de Cultura Magón. Al otorgársele a una persona del ámbito de la ciencia se está reforzando la idea de que la ciencia, como actividad creativa que es, forma parte del amplio mundo de la cultura, lo cual es muy importante. Debemos tender puentes dialógicos y de mutuo aprendizaje entre la ciencia y otros espacios de la creación cultural”, afirmó el científico.
En efecto. La ciencia procura aumentar el acervo de conocimientos que posee la humanidad para el beneficio colectivo y esto solo se logra con una gran creatividad para identificar, estudiar, proponer y resolver los desafíos que presenta el mundo. Quien no es artista, no es científico y esto don José María lo sabe muy bien. Por eso su carrera, en sí misma, es un arte.
Un arte que le ha permitido ser disruptor y valiente, porque solo con esa fuerza se puede lograr superar obstáculos, unir todo un equipo científico del ICP-UCR y desarrollar un antídoto para algunas de las serpientes venenosas más peligrosas del África sub-Sahariana.
Los países más desarrollados del mundo no consolidaron ese antídoto por sí mismos y Costa Rica, con sus limitaciones presupuestarias, lo hizo posible para ofrecer una opción de vida a personas en alta vulnerabilidad social, muy por encima de intereses mercantiles o de ganancias económicas.
Otras veces Chema deja sin aliento porque, como si se tratara de una puesta en escena que cautiva a la audiencia al percibir un giro inesperado en la obra, él realiza acciones inesperadas. Por ejemplo, incentivar ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la mano con muchos colaboradores costarricenses, que los accidentes ofídicos fueran parte de la lista de Enfermedades Tropicales Desatendidas en categoría A; es decir, entre los padecimientos de mayor impacto para la salud mundial.
Lo anterior generó un precedente sin igual y permitió que la decisión emitida diera la posibilidad de que la OMS, junto con otros países, abrieran nuevas oportunidades de trabajo e investigación internacional. ¿El objetivo? Fortalecer y desarrollar mejores programas de control dirigidos a la prevención y al adecuado manejo terapéutico de esta patología en sus respectivos países.
Sí. El Dr. José María Gutiérrez es un científico, pero ante todo un creativo. El arte creativo edifica, construye, enaltece e inspira a generar una mejor sociedad y el Dr. Gutiérrez lo hace todos los días.
A una persona esforzada, optimista, preocupada y solidaria, siempre interesado en causas sociales, políticas y económicas, no se le podía dejar ir sin un proceso reflexivo en varios aspectos relacionados con su vida, con la cultura desde la mirada creativa y los desafíos de las instituciones públicas ante un modelo neoliberal que pareciera privilegiar el libre mercado antes que el aspecto humanista y cultural. Este hecho se hizo visible en las últimas noticias cuando se comunicó un posible recorte presupuestario a la cultura.
De manera muy gentil, el Dr. Gutiérrez decidió contestar cada una de las siguientes preguntas desde una mirada muy crítica, profundizar algunos aspectos de su libro “Reflexiones desde la academia, universidad, ciencia y sociedad” y, como siempre ha sido su esencia, brindar propuestas para cada reto que vive la institucionalidad pública y el país.
El premio
—Don José María, más adelante vamos a profundizar en los aspectos más reflexivos relacionados con su libro “Reflexiones desde la academia, universidad, ciencia y sociedad”. En esta primera parte empezaremos despacio.
Primero, quiero que me cuente su experiencia con el premio. Usted recibió este 2023 el Premio Nacional de Cultura Magón 2022, que solo se le da a personalidades cuyo quehacer contribuye significativamente en la construcción del conocimiento. Para usted, ¿qué representa y refleja el premio después de invertir, prácticamente, toda su vida en la ciencia?
—José María Gutiérrez Gutiérrez (JMGG): “Para mí representa un gran honor recibir el Premio Nacional de Cultura Magón. Al otorgársele a una persona del ámbito de la ciencia se está reforzando la idea de que la ciencia, como actividad creativa que es, forma parte del amplio mundo de la cultura, lo cual es muy importante. Debemos tender puentes dialógicos y de mutuo aprendizaje entre la ciencia y otros espacios de la creación cultural.
Por otra parte, pienso que este premio reconoce un inmenso esfuerzo país que ha realizado Costa Rica para estudiar, comprender y buscar soluciones al problema de los envenenamientos por mordeduras de serpiente. El premio valora el trabajo de cientos de personas quienes, desde inicios del siglo XX, han dedicado su esfuerzo a este tema. Esto incluye al Instituto Clodomiro Picado, a la Universidad de Costa Rica como un todo, a las instituciones de salud pública (CCSS y Ministerio de Salud) y a muchas otras personas que han contribuido a que Costa Rica tenga una posición de liderazgo internacional en este tema. Así que, más allá del reconocimiento a mi persona, el cual valoro mucho, pienso que se está reconociendo un esfuerzo colectivo de larga data”.
—¿Esperaba recibir el premio o fue totalmente imprevisto?
—JMGG: “Sabía que un grupo de colegas, de forma muy generosa, habían postulado mi nombre para este premio. Pero también era consciente de que en Costa Rica hay muchas personas que han dado aportes muy valiosos en el plano de la cultura y que también merecen este reconocimiento. Entonces, aunque sabía que mi nombre había sido propuesto para el premio, sí fue una grata sorpresa recibir la noticia”.
—Al recibir este premio, ¿qué mensaje cree que transmite al mundo de la ciencia y de la cultura nacional? Principalmente, para todos esas mentes jóvenes que apenas están dando sus primeros pasos en áreas con muchos desafíos económicos, políticos y burocráticos.
—JMGG: “Este reconocimiento me ha permitido enviar varios mensajes a la comunidad nacional. Por un lado, reforzar la idea de que la ciencia es un componente de la cultura, porque la concepción científica de la realidad forma parte del patrimonio cultural de la sociedad. Pero, además, este premio debe hacernos reflexionar, como sociedad, sobre si le estamos dando a la ciencia en particular, y a la cultura en general, la importancia que deben tener en el contexto de una sociedad democrática; y creo que, lamentablemente, no es así.
Somos testigos de un cercenamiento importante de los presupuestos asignados a la cultura y a la investigación científica, al tiempo que vivimos un hostigamiento a las universidades públicas, que son el principal reservorio científico del país. Costa Rica dedica menos del 0,4 % del PIB a actividades de investigación y estos días se han anunciado fuertes recortes al presupuesto de cultura. En este entorno adverso es importante cobrar conciencia de que debemos, como sociedad, procurar que la ciencia y otros ámbitos de la cultura reciban un apoyo creciente y entender que, lejos de ser aspectos prescindibles en la vida del país, constituyen elementos esenciales para edificar entornos colectivos marcados por el bien común, el bienestar y la equidad.
Dicho esto, necesitamos muchas más personas que se interesen por la ciencia, personas jóvenes en quienes recaerá la responsabilidad de desarrollar la ciencia en nuestro país. Estas personas deben ser estimuladas para que puedan desarrollar sus proyectos de vida y el país tiene la responsabilidad de ofrecerles espacios que les permitan desarrollar dichos proyectos. A las personas jóvenes interesadas en la ciencia yo les digo que no renuncien a sus pasiones y que luchen por desarrollar sus potencialidades en este campo. Pero, a la vez, esto debe acompañarse de apoyo por parte de las instituciones educativas y de ciencia y tecnología. Tenemos, como país, la tarea política de abrir espacios para estas nuevas generaciones”.
Sin cultura, no hay desarrollo
—Con la respuesta de esa última pregunta, usted introdujo mi próxima pregunta relacionada con su libro “Reflexiones desde la academia, universidad, ciencia y sociedad”. Usted aborda una visión muy crítica sobre diferentes aspectos relacionados con las instituciones públicas.
Uno de esos aspectos es la preocupación actual hacia los procesos que tienden a minar el estatus público de las instituciones y a cuestionar la misión que han tenido históricamente. Una misión que se vincula a la cultura de una u otra forma. ¿Por qué cree que se da ese intento por socavar el estatus público de las instituciones? ¿Se debe solo a una visión mercantilista producto de un modelo neoliberal que fomenta el libre mercado?
—JMGG: “Desde la década de 1980 se ha impuesto a nivel global un modelo político-económico hegemónico marcado por las políticas neoliberales, modelo que ha tenido una amplia influencia en Costa Rica y el resto de América Latina.
Ese modelo tiende a debilitar el papel de las instituciones públicas en la vida de los países y le otorga al mercado un papel preponderante en la regulación de las actividades económicas y sociales. Estas tendencias, impulsadas a nivel internacional por organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, han llevado a una reducción enorme del papel de los estados y las instituciones públicas y a una creciente privatización de bienes y servicios públicos, así como a un acelerado proceso de degradación ambiental producto de políticas extractivistas.
Todo ello ha conducido a una creciente separación entre los sectores beneficiados por este modelo y la gran mayoría de sectores de la sociedad, que se han visto claramente perjudicados. Se ha generado mucha inequidad, con múltiples consecuencias sociales.
A nivel cultural, este modelo hegemónico ha privilegiado el individualismo, el mercantilismo y la banalidad, lo cual nos aleja como comunidad de prácticas de carácter solidario. Actualmente estamos viendo políticas de austeridad fiscal, lo que algunos han llamado ‘austericidio’, que afectan de manera drástica a las instituciones públicas. Estos procesos debilitan los pactos sociales que ha logrado construir Costa Rica a lo largo de décadas. Es necesario cuestionar fuertemente este modelo y mostrar, de diversas formas, sobre todo mediante movilización social, que hay otras formas de generar política pública, que otro mundo es posible”.
—Ese intento por minar el estatus público de las instituciones no es algo que solo pasa en Costa Rica, sino que está presente a lo largo de la región latinoamericana, como usted detalla en su libro. En el texto, usted explica que muchas universidades de la región han vivido intentos orientados a debilitar sus actividades académicas en disciplinas de ciencias básicas, sociales, humanidades, arte, por considerarlas de “baja rentabilidad y, además, por ser fuente de pensamiento crítico”.
¿Cómo deben responder las universidades e instituciones públicas ante esto?¿Deben responder al modelo económico y priorizar las carreras de más alta rentabilidad? ¿Qué consecuencias podría traer una decisión así?
—JMGG: “Sí, este modelo hegemónico invade todos los espacios de la sociedad, incluyendo los ámbitos institucionales. Al privilegiar una visión mercantilista-reduccionista de la vida colectiva, este modelo propone principalmente políticas que impactan en el ámbito económico y somete a los países a pautas fiscales que deterioran sensiblemente los espacios colectivos y las instituciones públicas.
Estas visiones cuestionan que las universidades sean integrales y privilegien el respeto y el desarrollo de todos los campos del conocimiento, más allá del impacto económico y de mercado que puedan tener. Ese es un aspecto esencial de la universidad pública, el cual está siendo cuestionado fuertemente por estos sectores políticos y económicos hegemónicos.
Si se asumen esos puntos de vista, la universidad pública perdería su esencia integral y humanista, que forma personas con visión amplia y compromiso social, y genera pensamiento para una ciudadanía responsable y democrática y no solo profesionales para llenar las necesidades de determinados sectores del mercado. Afortunadamente, nuestra constitución política respalda la autonomía universitaria, lo cual nos permite defender y sostener nuestro modelo de universidad pública.
Pero debemos estar muy atentos porque hay fuerzas que pretenden minar dicha autonomía, lo cual sería desastroso para nuestras universidades y para el país en general. Las universidades públicas y la sociedad debemos defender a ultranza los valores en los que se cimenta el concepto de universidad pública integral y humanista. Debe quedar claro que las universidades somos conscientes de nuestro papel en el desarrollo económico del país, pero esto debe concebirse en el contexto más amplio de una institución integral y, además, debe basarse en una concepción de desarrollo económico que sea inclusivo y beneficie a muchos sectores de la sociedad y no solo a unos pocos”.
—Eso sí, Don José María, no se puede ocultar el hecho de que Costa Rica ha experimentado una profunda transformación social. Por ejemplo, la Universidad de Costa Rica que se fundó en 1940 se basó en principios que respondían a un entorno sociocultural, político y económico específico. En ese momento histórico se generaron grandes avances en dos pilares que hoy sostienen el país: educación y salud.
Pero, ¿qué pasa hoy? Si bien no hay que priorizar las carreras de más alta rentabilidad y abandonar las otras, ¿cree que las universidades públicas han logrado adaptarse a los cambios en el tiempo y responder adecuadamente a las nuevas necesidades sociales que demanda el país?
—JMGG: “Todas las instituciones públicas debemos tener una actitud autocrítica permanente, la cual nos lleve a procesos continuos de evaluación de lo que hacemos y dejamos de hacer. Esto vale también para las universidades públicas.
En ocasiones esta actitud crítica y de renovación continua no se da producto de la existencia de zonas de confort y de resistencia a cambios que es necesario efectuar. Las universidades públicas deben ser instituciones que ejerciten permanentemente la autocrítica y la reflexión, deben estar en contacto continuo con la sociedad que las financia y a la cual se deben.
Por un lado, debemos tener una actitud de escucha y diálogo con amplios sectores de la sociedad, para conocer sus necesidades y responder a ellas, y también seguir muy de cerca el desarrollo vertiginoso de los campos del conocimiento, para actualizar nuestros planes de estudio y nuestra oferta académica. Pero todo esto debe hacerse manteniendo el ethos de excelencia académica y procura del bien común que establece nuestro estatuto orgánico. O sea, debemos transformarnos permanentemente en tanto mantenemos nuestra esencia”.
—¿Y cómo mantenemos esa esencia que plantea en una dinámica de mercado tan desafiante? Incluso, homólogo a la teoría de Darwin “el más fuerte sobrevive”.
—JMGG: “Lo principal es tener claro cuáles son los valores y la filosofía que debe guiar una institución de educación superior integral y humanista. Esto incluye el respeto epistémico, el respeto al desarrollo integral de todos los campos del conocimiento. Incluye también la noción de que la formación de profesionales debe garantizar una excelente formación especializada en las disciplinas de cada carrera, pero también debe proveer una formación amplia, humanista y de compromiso social, para que las personas graduadas no solo desarrollen sus proyectos de vida individuales, sino que también estén comprometidas con una visión de sociedad en la que prive el bien común, la equidad y el respeto a la diversidad.
Las universidades deben fortalecer su papel como entes de reflexión crítica permanente, hacia adentro y hacia afuera, de manera que le ofrezcan a la sociedad insumos de análisis que permitan avanzar en la construcción de entornos marcados por el bienestar, la solidaridad y la equidad.
En otras palabras, y pese a los embates de diverso tipo, las universidades públicas tenemos la responsabilidad de mantener el ethos esencial que ha marcado nuestro desarrollo, lo cual incluye también una permanente actitud autocrítica con lo que hacemos y dejamos de hacer. Todo esto invita a promover y fortalecer procesos internos de reflexión y discusión en nuestras instituciones sobre cómo podemos mantener ese ethos y, a la vez, mejorar nuestro aporte a la sociedad”.
—Lo anterior también se acompaña de un enorme desafío sobre la visión del sector público, que suele verse como “uno naturalmente ineficiente”. ¿Ha influido esa creencia de ineficiencia del sector público en cómo hoy se percibe la educación superior pública nacional?
—JMGG: “Desde hace tiempo vivimos una campaña concertada de desprestigio del sector público, campaña en la que participan sectores mediáticos, dirigencias políticas y sectores económicos que apuestan por el debilitamiento de lo público. Estas campañas procuran hacer ver lo público como naturalmente corrupto e ineficiente y lo privado como eficiente.
Este tipo de falacias deben ser cuestionadas y desmentidas en lo que tienen de falsas. Costa Rica ha construido a lo largo de décadas una institucionalidad pública que, en medio de defectos, ha logrado generar un estado social de derecho y ha gestado una serie de consensos sociales que han permitido fortalecer el tejido social y el bienestar colectivo. Me refiero a las instituciones de educación pública, de salud pública, de energía y telecomunicaciones, etc.
Esta institucionalidad debe ser defendida y fortalecida a toda costa, pero lamentablemente lo que estamos viendo es un debilitamiento de dicha institucionalidad. Por supuesto que estas instituciones tienen defectos y estos deben ser corregidos con visión autocrítica y propuestas de mejoramiento. Pero esto no significa que no funcionen o que deban ser reducidas para abrir paso a la oferta privada de estos servicios.
La historia reciente nos muestra el impacto terrible que han tenido el debilitamiento del sector público en muchos países de nuestra región, lo cual debemos evitar en Costa Rica. Es curioso que, a nivel global, y luego del fracaso de las políticas neoliberales de desmembramiento del sector público, muchos países se estén ahora planteando un fortalecimiento de ese sector, en tanto en Costa Rica seguimos recitando recetas privatizantes que han mostrado ser muy lesivas en muchos contextos. La defensa de las instituciones públicas demanda procesos de concientización y movilización social e institucional. Que sean los amplios sectores sociales que se benefician de estas instituciones los que alcen la voz en su defensa y fortalecimiento”.
¿Nuevos tiempos?
—Ese último punto que acaba de mencionar es especialmente importante. En su libro usted puntualiza que es vital fortalecer y renovar la relación entre la universidad y diversos sectores de la sociedad no solo en formación, sino en acción social e investigación. Cuando usted habla de fortalecer, se puede inferir que en la actualidad esa relación está debilitada. ¿Estoy en lo correcto?
—JMGG: “Yo no creo que la relación de la UCR con la sociedad se haya debilitado. Por el contrario, pienso que la UCR tiene un fuerte vínculo con múltiples sectores de la sociedad y aporta al bienestar colectivo de múltiples maneras.
No es casual que la UCR obtenga altas puntuaciones en las encuestas de opinión que evalúan la percepción que tiene la sociedad sobre las instituciones. Eso es importante hacerlo ver y darlo a conocer. Sin embargo, eso no significa que nos debamos sentir satisfechos, todo lo contrario. Es necesario desarrollar espacios de reflexión permanente para preguntarnos cómo podemos hacer mejor nuestro trabajo en docencia, en investigación y en acción social, cómo podemos elevar nuestros niveles de exigencia, cómo podemos responder a necesidades urgentes de los conglomerados sociales a los que nos debemos. Y ello exige acciones renovadas en este plano de relación con la sociedad.
Se ha comentado que la UCR participa mucho menos en los grandes debates nacionales. Por un lado, ello debe motivar reflexión sobre cómo podría nuestra institución tener una mayor incidencia en estos espacios. Pero debe también tenerse presente que los mismos sectores hegemónicos que han conducido y conducen las agendas políticas y económicas del país se encargan de desvalorizar las opiniones y los planteamientos que se generan desde la universidad. Debemos ser más proactivos en la búsqueda de interlocutores en la sociedad, no solo entre los sectores políticos, sino también entre amplios sectores sociales, comunitarios e institucionales. Pero el hecho de que haya mucho por mejorar en este aspecto no debe desmerecer lo que esta institución hace por el bien del país.
—¿Esa menor participación se podría relacionar con lo que usted luego menciona sobre el predominio de las agendas individuales sobre las colectivas? ¿Cómo influye esa “mezquindad” que usted menciona varias veces en su libro en ese debilitamiento institucional?
—JMGG: “La UCR es una institución heterogénea, en la que coexisten una amplia diversidad de visiones y perspectivas. Pienso que en nuestra institución se vive permanentemente una tensión entre lo que podríamos llamar, por un lado, agendas individuales y sectoriales y, por otro, agendas colectivas.
No cabe duda de que algunos valores entronizados por el pensamiento hegemónico, centrados en visiones de corte individualista, sectorial y mercantil, tienen asidero en determinados espacios de la universidad. Y se refleja, entre otras manifestaciones, en un desinterés por los temas generales de la institución y del país.
Al mismo tiempo, se gestan permanentemente espacios de exigencia académica y de compromiso social renovados, que procuran responder de manera solidaria a las necesidades de los sectores más vulnerables de la población. Debemos estar claros de que estos planos de tensión existen, para debatir sobre ellos e impulsar aquellas agendas de corte colectivo que buscan el mejoramiento continuo de nuestra contribución al país”.
—¿Y cómo lograrlo, Dr. Gutiérrez? Un aspecto que me llamó poderosamente la atención fue leer que la forma tradicional sobre cómo la academia se acerca a los sectores sociales “ha estado predominantemente marcada por el prurito de la superioridad y la verticalidad”. ¿Sería, entonces, empezar a ser más humildes?
—JMGG: “El fortalecimiento de los vínculos que las universidades tenemos con la sociedad representa un reto permanente, para buscar formas renovadas de interlocución con amplios sectores sociales, comunitarios, institucionales, empresariales, ambientalistas, cooperativos y de otro tipo.
En el meollo de esta interlocución con la sociedad debe estar la visión de que dicha interlocución debe ser dialógica, horizontal, mediante la cual los saberes generados en la universidad dialoguen con la multiplicidad de saberes y necesidades que surgen cotidianamente en la sociedad.
Tenemos mucho que aprender de nuestros contactos con el conglomerado social costarricense. Esta perspectiva dialógica busca superar las visiones de corte jerarquizante y asimétrico que impiden estos ricos intercambios. Por otra parte, esta interlocución debe estar centrada en una perspectiva solidaria, la cual se refleje en el compromiso de la institución con los sectores más desfavorecidos y vulnerables, aquellos que han sufrido las consecuencias de un modelo de desarrollo cargado de inequidad”.
—Hasta aquí queda claro que el intento por minar el estatus público de las instituciones ya sorprende por sí mismo. No obstante, hay un elemento todavía más impresionante que se destaca en su libro y es la actitud de indiferencia que se muestra en las comunidades universitarias. Para usted, ¿cómo se hace visible esa indiferencia y por qué se genera, don José María? ¿Qué se podría hacer para cambiarla? ¿Nos falta identidad hacia lo público?
—JMGG: “Esto es algo que nos debe preocupar y mucho. Al interior de nuestras universidades hay diversas reacciones ante estos embates contra la educación superior pública y la institucionalidad pública en general. Hay sectores en la universidad que no reaccionan ante este escenario adverso y actúan como si no fuera con ellos; pero también hay sectores que se preocupan y movilizan de diversas maneras.
Sin embargo, pienso que hay mucho menos debate y movilización de lo que se necesita en una coyuntura tan complicada como la actual; y me refiero no solo a las personas docentes, sino también a las y los estudiantes y a las personas del sector administrativo.
Creo que tanto las autoridades universitarias, las superiores y las de unidades académicas, así como la base misma universitaria, deberíamos estar gestando espacios de reflexión, análisis y movilización. Las asambleas de facultad y de escuela deberían ser foros de análisis permanente de la coyuntura actual, algo que no veo que ocurra. Esto debe cambiar. Y, como comunidad universitaria, deberíamos también estar muy atentos a los ataques que están sufriendo otros ámbitos de la institucionalidad pública, como la Caja Costarricense de Seguro Social, el Instituto Costarricense de Electricidad y otros. Las universidades debemos gestar frentes comunes con estas instituciones en la defensa de lo público”.
Un entorno creativo
—Para ir cerrando, voy a pasar de página para preguntarle sobre los espacios de creatividad que usted menciona en su libro. ¿Por qué es importante que se empiecen a generar esos espacios de creatividad? ¿Cómo la UCR podría potenciar estos entornos y qué debe hacer?
—JMGG: “La universidad, como centro permanente de creación y de investigación, debe ser un espacio en el cual la creatividad sea un ingrediente fundamental, algo que permee todos los ámbitos de trabajo en docencia, investigación y acción social, así como en administración y vida estudiantil. Pero se percibe, en el devenir universitario, que los espacios de creación tienden a ser estrujados por dinámicas más de corte procedimental y administrativista.
La creatividad en el trabajo académico con frecuencia se ve frenada por una enorme cantidad de procedimientos y procesos de carácter administrativo que, lejos de favorecer lo académico, más bien lo inhiben. Lo procedimental tiende a ocupar espacios y tiempos que deberían ser llenados con trabajo creativo académico.
Esta tendencia hacia la burocratización debe ser combatida a todo nivel. Lo administrativo debe coadyuvar para que crezca la creatividad y los aspectos esenciales de una institución académica. Este problema debe ser discutido y enfrentado con políticas claras”.
—Con esto que plantea me recuerda lo que usted desde hace muchos años ha estado pensando. Específicamente, sobre cómo amalgamar el trabajo académico en la ciencia natural y biomédica con la participación en procesos de carácter social, político y creativo de manera que estas no sean dos esferas independientes. ¿Ya tiene una respuesta a esa inquietud? ¿Son esos espacios de creatividad una de las propuestas?
—JMGG: “La creatividad es un componente que debe abarcar todos los ámbitos del trabajo universitario, en la docencia, la investigación y la acción social. En todos estos espacios se requiere creatividad.
Ahora bien, esta creatividad debe también incluir esfuerzos por integrar de mejor manera estos tres ámbitos de acción académica universitaria. La docencia, la investigación y la acción social no deben transitar por caminos separados. Esto, lamentablemente, es muy frecuente, tanto en la administración superior como en las unidades académicas. Esta tendencia debe ser revertida mediante procesos que lleven a una integración genuina de estos tres pilares de acción.
La investigación debe alimentar tanto la docencia como la acción social. Esta, a su vez, debe proveer insumos que enriquezcan la investigación y la docencia. Y la docencia, especialmente a nivel de tesis de grado y posgrado, debe estar íntimamente vinculada con la generación de conocimiento mediante la investigación.
Por otra parte, ya en el ámbito de la investigación, debemos romper los compartimentos estancos en que muchas veces nos desenvolvemos para abrir espacios de acción inter- y trans-disciplinar, que permitan abordar temas de gran complejidad desde la perspectiva de un genuino respeto epistémico. Esto involucra un mayor acercamiento entre las ciencias naturales, las sociales, las tecnologías, las humanidades y el arte”.
—Finalmente, don José María, ¿cómo ve el futuro de las universidades públicas? ¿Serán universidades cooptadas por la lógica mercantil o, por el contrario, logrará preservar y enriquecer su misión y acción? ¿Qué elemento definirá su futuro?
—JMGG: “El futuro de las universidades públicas, tanto en Costa Rica como en el resto de América Latina, dependerá de las decisiones que tomemos como sociedades y como instituciones de educación superior. El futuro no está escrito, lo debemos escribir con nuestras acciones conscientes y concertadas.
De lo que se trata es de enriquecer el ethos que ha marcado a estas instituciones, centrado en la excelencia académica y la procura del bien común, en la formación de profesionales que sean, a la vez, competentes en sus disciplinas y personas con formación amplia, sentido crítico y compromiso social.
Debemos defender la autonomía universitaria y lo que esto representa, así como fortalecer entornos institucionales caracterizados por la creatividad, el compromiso, la exigencia permanente y la reflexión. Y debemos sumarnos a la multiplicidad de sectores que procuran construir entornos colectivos marcados por la equidad, la solidaridad y la dignidad para todas y todos. Lo que ocurra en nuestras sociedades y en nuestras universidades va a depender de los esfuerzos colectivos que podamos hacer en las décadas por venir”.
Dr. José María Gutiérrez, galardonado con el Premio Nacional de Cultura Magón. Foto: Archivos Universidad de Costa Rica.
El merecido reconocimiento a una inveterada tradición científica en Costa Rica
Luko Hilje
Creado el 24 de noviembre de 1961, el Premio Magón correspondió a un galardón literario en sus inicios. Así consta en el libro Los premio Magón, del recordado amigo Elías Zeledón Cartín, publicado en 1992. De hecho, su denominación corresponde al pseudónimo o hipocorístico de Manuel González Zeledón (1864-1936), célebre escritor costarricense.
Y, como era de esperar, con él se honró a autores de gran fuste, a quienes poco a poco se sumaron otros artistas e intelectuales. En orden cronológico, los premiados fueron Moisés Vincenzi Pacheco, Julián Marchena Vallerriestra, Carlos Salazar Herrera, Carlos Luis Fallas Sibaja, Hernán Peralta Quirós, Carlos Luis Sáenz Elizondo, José Marín Cañas, Fabián Dobles Rodríguez, Luis Felipe González Flores, Francisco Amighetti Ruiz, Juan Rafael Chacón Solares, León Pacheco Solano, Francisco Zúñiga Chavarría, Teodorico Quirós Alvarado, Joaquín Gutiérrez Mangel y Alberto Cañas Escalante. De estos primeros dieciséis galardonados, así como de los que les siguieron, hasta 1991, Elías incluye en su libro muy valiosas reseñas biográficas, que permiten captar mejor los sólidos méritos de cada uno.
Me he detenido aquí de manera deliberada, pues en 1977 se rompió la tradición, al asignar el Magón a un científico: el Dr. Rafael Lucas Rodríguez Caballero. La verdad es que siempre pensé que a don Rafa le habían otorgado el Magón no solo por su labor científica, sino que también porque fue un excelso dibujante, sobre todo de sus amadas orquídeas. En realidad, la resolución del jurado, integrado por Carlos Salazar Herrera, Samuel Rovinski, Virginia Sandoval de Fonseca, Marco Retana y Joaquín Garro, indica que lo fue:
Por su intensa, seria y permanente labor de investigación en el campo de la botánica, con especialidad en las umbelíferas y las orquídeas, que se encuentra registrada en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras, que dio origen a una escuela de investigación en esa especialidad. Su vida ejemplar en el campo de la investigación y de la docencia ha servido de inspiración para los jóvenes científicos, que hoy enriquecen la cultura de nuestro país.
Al respecto, es pertinente indicar que ya en 1971 se había modificado el nombre, para que se llamara Premio Nacional de Cultura Magón, y que sería:
Otorgado anualmente a un escritor, artista o científico costarricense, en reconocimiento a la obra que lleve realizada en el campo de la creación o la investigación hasta la fecha en que se conceda el premio.
Es decir, de manera explícita, esta vez se reconocía que la actividad científica es parte indisoluble de la cultura de una sociedad, sensu lato. Esto no solo es loable, sino que también lógico. De hecho, esa dimensión la recoge el Diccionario de la Real Academia Española, al definir la cultura —en su tercera acepción— como el «conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.».
Sin embargo, en realidad esto no ha calado suficientemente en algunas personas, sectores sociales y decisores políticos. Al respecto, recuerdo que hace exactamente 50 años, cuando se fundó la Universidad Nacional (UNA), tuvimos la cercana colaboración del Dr. Rodrigo Zeledón Araya, microbiólogo y parasitólogo de renombre mundial, así como sobresaliente profesor en la Universidad de Costa Rica (UCR), quien además fue uno de los integrantes de la Comisión ad hoc que le confirió visión, estructura y rumbo a la UNA. En 1975, con el fin de fortalecer los incipientes programas de investigación que deseábamos impulsar en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, una tarde-noche por semana nos quedábamos ahí para que nos ofreciera una especie de seminario, en el que se propiciaban muy ricas discusiones. Y me acuerdo de que, en una de sus presentaciones, de manera lapidaria expresó que «ser científico en Costa Rica es como ser torero en Nueva York».
Pero no lo decía con fatalismo ni desánimo, sino con la profunda convicción de que había que cambiar, y pronto, tan lamentable situación. Y tenía criterio y credenciales para decirlo. Intelectual de pensamiento claro, así como de acciones concretas, además de escribir al respecto por la prensa con frecuencia, para entonces ya había gestado su primera criatura, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICIT), nacido en 1972, y del cual fue su primer director. Y, para dar más amplias dimensiones a sus aspiraciones, después logró la hazaña de fundar el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MICIT) en 1990, e incluso convertirse en el primer ministro del ramo.
Creo que, sumados a su destacada carrera científica, estas realizaciones ameritan y justifican que a este egregio ciudadano —hoy con 93 años— se le otorgue el Premio Nacional de Cultura Magón, distinción que ha seguido alejada del mundo científico. De hecho, desde que se galardonó a don Rafael Lucas, debió transcurrir casi un cuarto de siglo para que se premiara a dos notables investigadores provenientes de los campos antropológico y arqueológico, la Dra. María Eugenia Bozzoli Vargas (2001) y don Carlos Aguilar Piedra (2004), respectivamente.
No obstante, de las disciplinas asociadas con las ciencias exactas y naturales, o con sus aplicaciones agrícolas o biomédicas, habría que esperar un decenio para que, en 2011, se honrara al Dr. Rodrigo Gámez Lobo —eso sí, compartido con Rogelio López, artista de la danza—, virólogo de fama mundial, fundador y director del Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular (CIBCM) en la UCR, así como fundador y presidente del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio). Un lustro después le correspondería el turno al médico Juan Jaramillo Antillón (2016), destacado académico de la UCR, exministro de Salud Pública y prolífico escritor, con casi 40 libros publicados, no solo en el campo de la salud pública, sino que también en las áreas de la historia y filosofía de la medicina y la ciencia.
Así, a grandes trazos, este es el panorama histórico en que hace apenas dos semanas recibimos con verdadero júbilo la noticia de que el Magón de 2022 le fue otorgado al microbiólogo José María Gutiérrez Gutiérrez.
Con Chema, como cariñosamente se le conoce en el ámbito universitario y científico del país, nos une una relación de amistad desde nuestra época de estudiantes. Dos años menor que yo, nos conocimos allá por 1973-1974, cuando el gobierno de turno se proponía entregar la prístina y paradisíaca isla del Caño a manos extranjeras, para instalar casinos y lupanares de lujo, con el fin de atraer turistas millonarios al país, ante lo cual varias asociaciones y partidos políticos estudiantiles de la UCR emprendimos una intensa lucha, que culminó con éxito.
Además, yo era amigo cercano de mis compañeros de estudios Rafael Quesada Vargas y Richard Taylor Rieger, interesados ambos en el estudio de serpientes venenosas, al punto de que Richard trabajaba con el Dr. Róger Bolaños Herrera, visionario fundador del Instituto Clodomiro Picado, uno de los pioneros en la producción de sueros antiofídicos en América Latina. Eso me acercó a Marco Gómez Leiva, bioquímico que coordinaba las actividades del serpentario de la Facultad de Medicina, así como a Luis Cerdas Fallas, quien trabajaba con don Róger, a la vez que ejercía la docencia en la Facultad de Microbiología. Como el edificio de esta colinda con el de la Escuela de Biología, en una que va y otra que viene nos topamos de nuevo con Chema, de quien todos ellos decían que era un verdadero portento.
Y tenían plena razón. Brillante, inquisitivo, analítico y metódico, Chema empezó a desplegar sus dotes de científico, primero como asistente de investigación y después como investigador titular en el Instituto Clodomiro Picado, al punto de obtener en 1980 el Premio Nacional de Ciencia y Tecnología por sus investigaciones acerca de la acción biológica de los venenos de serpientes. Posteriormente, con su formación acrecentada al obtener el doctorado académico en Ciencias Fisiológicas en 1984, en Oklahoma State University, su carrera científica escaló de manera realmente rutilante, como se capta al leer su extensa y rica hoja de vida.
Sin embargo, hay una dimensión más, que un lector desprevenido podría no captar, y es que Chema siempre ha realizado investigación de primer mundo, pero sin omitir su compromiso con la sociedad. De exquisito don de gentes, rebosante de sensibilidad social, y con ese silencio propio del hacedor de ciencia, en eso Chema ha sabido emular en bonhomía y estatura científica a sus dos mayores mentores, a quienes también ha honrado de varias maneras: Clodomiro (Clorito) Picado Twight (1887-1944) y Alfonso Trejos Willis (1921-1988).
Cuando, con apenas 21 años y becado con gran esfuerzo por el gobierno de Costa Rica, en 1908 Clorito partió hacia Francia, su aspiración era convertirse en un biólogo «puro», y así lo hizo, al obtener en 1913 el doctorado en la Universidad de París. Sin embargo, poco antes de graduarse —con una tesis acerca de la fauna asociada con plantas epífitas, o «piñuelas»—, al efectuar una pasantía en el Instituto Pasteur y el Instituto de Medicina Colonial de París, su mente dio un viraje radical. En efecto, para fortuna de Costa Rica, ahí percibió que podía serle más útil a nuestra patria en el campo de la salud pública. Por eso, en vez de visualizarse como investigador en el Museo Nacional o como eventual profesor universitario, eligió el Hospital San Juan de Dios para impulsar su obra científica. Y, al fundar ahí el Laboratorio de Análisis Clínicos, como en una especie de apostolado científico, hizo de este un centro de investigación en campos como la endocrinología, la hematología, la inmunología y los sueros antiofídicos, todo en beneficio de sus semejantes.
Fue a ese prodigioso recinto donde —llevado por su padre— llegó un día un mozalbete llamado Alfonso Trejos Willis, para que le ayudara durante las vacaciones colegiales de este. Sin embargo, aunque su primer encuentro fue algo áspero, como lo relato en el artículo «Dos anécdotas sobre Clorito» (Semanario Universidad, 9-VIII-02), el sabio supo captar y aquilatar el potencial de Trejos, y poco a poco lo estimuló, hasta convertirlo en un destacado investigador; y tanto, que en 1942 publicaban juntos el libro Biología hematológica elemental comparada, cuando Trejos frisaba los 21 años. No obstante, Clorito fue más allá, pues insufló en Trejos no solo el compromiso con su pueblo, sino que también la valentía y el vigor para denunciar por la prensa lo que no le parecía, no solamente en el ámbito propiamente científico, sino que también en otros planos de la sociedad.
Para quien desee conocer acerca de Trejos, he tenido la fortuna de coordinar dos dossiers dedicados a él: «Para recordar al Dr. Alfonso Trejos» (Esta Semana, 21-IV-89) y «En el centenario del Dr. Alfonso Trejos Willis» (La Revista, 3-XI-2021). En ambos tuve la colaboración de Chema, con los artículos «Semblanza del Dr. Alfonso Trejos Willis» y «El aporte del Dr. Trejos Willis a la investigación científica» en el primero de ellos, y «Alfonso Trejos Willis y el desarrollo de las ciencias biomédicas en Costa Rica» en el segundo. Debo decir que, a pesar de la distancia física, pues nunca he laborado en la UCR, sino primero en la UNA y después en el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), hurgar en la vida y la obra de Clorito y don Alfonso ha sido un motivo de reencuentro con Chema a lo largo de los años.
En realidad, a su manera, Chema es el heredero, a la vez que el promotor, de una inveterada tradición científica en el campo de la salud pública, con ciencia de alto calibre, pero también con sentido social, iniciada en 1914 por Clorito —acerca de quien Chema ha escrito también de manera abundante y esclarecedora— y prolongada por Trejos Willis, mentor de Chema. Es decir, como en una carrera de relevos, Chema es el portador de una estafeta de gran significado humano y patriótico, al hacer ciencia de relieve mundial, pero con aplicaciones a la realidad particular de Costa Rica y de otros países del «tercer mundo», porque las labores del Instituto Clodomiro Picado en cuanto a salvar vidas humanas, sobre todo en zonas rurales, sobrepasaron nuestras fronteras desde hace muchos años.
Ahora bien, al igual que sus dos predecesores, Chema no se ha encerrado y aislado en su laboratorio. De ninguna manera. Porque, además de las actividades de acción social que realiza el Instituto Clodomiro Picado —que él dirigió por varios años— para prevenir envenenamientos, o para contrarrestarlos con los sueros antiofídicos que producen, él se ha proyectado con escritos acerca del quehacer y la relación del científico con el mundo en que está inmerso. De ello dan fe varios artículos periodísticos, y especialmente Reflexiones desde la academia. Universidad, ciencia y sociedad (2021), un reciente libro de ensayos en el que con excelente pluma y sobrada lucidez Chema nos alerta sobre las visiones, desafíos, riesgos y avatares de las universidades públicas —hoy víctimas de la miopía de los gobernantes de turno— como entidades ideales para que, con libertad plena y sin apremios financieros, florezca el conocimiento a través de la investigación y el diálogo académico, así como en relación con las necesidades más sentidas de nuestro pueblo.
Pienso que fue todo esto lo que el jurado del Magón valoró, aunque tal vez sin percatarse de que, al conceder el galardón a Chema, en realidad se honra una trayectoria que data de más de un siglo, vale decir, un tenue pero firme hilo conductor que enlaza a Clorito, don Alfonso y Chema, y que, por original, fecundo y prolongado, quizás sea único en América Latina.
El programa radial Alternativas en conjunto con la Comisión de Ciencias, realizó el 17 de marzo el conversatorio “La Ciencia: como modo (estilo) de vida”. En éste participaron las y los panelistas Luis Salazar (programa Alternativas), Alejandra Moya (programa Alternativas), Yérali Cruz (Comisión de Ciencia), Asdrúbal Marín (Comisión de Ciencias), Gabriel Rivel (Comisión de Ciencias), así como a los invitados Oldemar Rodríguez y Sileny Vega.
Oldemar Rodríguez, matemático, recoge varias anécdotas sobre su vida como estudiante de secundaria en asuntos políticos estudiantiles, luego como estudiante en la Universidad de Costa Rica (primer año en la Sede Regional de Occidente) en donde estudió Matemáticas (graduado), Computación y Enseñanza de Matemáticas. Profesor de cálculo desde 1986 a los 19 años de edad, profesor en la UCR, terminó estudios de maestría en Ciencias de la Computación en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) y en donde también sería profesor, profesor de matemáticas en la UNAN-Managua y en la UNAN-León en Nicaragua, profesor en la Universidad de San Carlos en Guatemala, profesor en la Universidad Nacional de Costa Rica, becado por la UCR se gradúa de doctor en Matemáticas Aplicadas en Francia en el año 2000, postdoctorado en Estadística en la Universidad de Stanford, recibió el Premio Nacional de Ciencia y el Premio Nacional de Tecnología Dr. Clodomiro Picado Twight, vicedecano y decano de la Facultad de Ciencias de la UCR, miembro del Consejo Universitario de la UCR, vicerrector de administración en la UCR, profesor en el Tecnológico de Monterrey. Para Rodríguez, la ciencia es una forma de vida, trabajar como matemático ha sido como un deporte, pues como profesor o investigador, enfatiza en que se divierte mucho.
Sileny Vega, cuenta con un doctorado en Psicología por la Universidad de Utah, maestría en Salud Pública y Medioambiente por la Universidad de California en Berkeley, catedrática pensionada por la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Actualmente, realiza asesorías en el campo de la Toxicología y la Salud Ocupacional. Vega comenta que, a pesar de lo que se puede creer cuando se cuenta con tanta experiencia en el mundo de la ciencia y con tantos títulos académicos, en la escuela y en la secundaria, pese a aprobar, nunca fue buena o excelente estudiante. Ya en su vida profesional, primero fue profesora de enseñanza primaria, luego entró a la Universidad de Costa Rica, en donde eligió la carrera de Biología y en donde se graduó como bachiller universitario en Biología y profesora de segunda enseñanza. Posteriormente, en la Universidad Nacional, entró a desarrollarse profesionalmente en la Escuela de Ciencias Ambientales. Preparar a los profesores de primaria y secundaria para que incentiven las ciencias naturales en los niños, niñas y jóvenes para que estos se orienten desde muy temprana edad a las carreras de las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, es un mensaje que Vega enfatiza para construir un mejor futuro para la educación y para la ciencia.
Entre anécdotas y vivencias particulares, ambos invitados cuentan muchos de los eventos que marcaron sus vidas como estudiantes, como académicos o profesionales, así como la pasión por la ciencia que, aún hoy en día, no dejan de experimentar.
El colectivo Mujeres por Costa Rica se manifiesta en contra del proyecto 23.380 “Ley reguladora del Fondo Especial para la Educación Superior” (FEES)
El proyecto del Gobierno de Costa Rica de una “Ley Reguladora del Fondo Especial para la Educación Superior” y las afirmaciones, que a menudo se escuchan por parte de sus funcionarios, sobre estas instituciones, constituyen una de las mayores agresiones de un Gobierno de la República y, evidencian un desconocimiento, impropio del Poder Ejecutivo, sobre su función fundamental.
El proyecto inicia con una conceptualización pobre, y peor aún, equivocada de lo que son las universidades públicas; se desconocen profundamente sus características y la esencia de lo que es una universidad. Cuando señala que “El financiamiento de la educación en Costa Rica no se ha puesto en duda a lo largo de décadas”, es claro que se omite que durante las décadas de 1980 y 1990, ese financiamiento se vio severamente disminuido. En esos años el FEES pasó del 1,15% del PIB al 0,79%, con las consecuencias negativas que muchas personas conocen. La educación no debe entenderse como un gasto, es una inversión: se invierte para generar conocimientos, formar profesionales y técnicos capaces de enfrentar los desafíos de la sociedad costarricense.
Las universidades públicas no son simples casas de enseñanza, formadoras de profesionales, como se deduce del proyecto; son instituciones que generan la mayor parte de la investigación en ciencia, tecnología y las diversas ramas del conocimiento e invierten el 70% de los recursos nacionales para esos fines; en los campus universitarios se encuentra el 72% de institutos y centros de investigación y trabaja el 83% de los investigadores del país. Ese aporte a la sociedad costarricense se hace gracias al FEES y a los recursos propios que generan las universidades mediante proyectos con instancias públicas o privadas, nacionales o extranjeras. La mayor parte de los proyectos se dirigen a sectores sociales productivos específicos, favoreciendo el desarrollo social. Además, es conocido que existe una profunda imbricación entre el quehacer universitario y la sociedad.
No es cierto, como equivocadamente se presenta en el proyecto 23.380, que los presupuestos universitarios se destinan, fundamentalmente, a financiar generosas anualidades y privilegios. En general los salarios universitarios están acordes o por debajo del resto de la administración pública y varios de los aumentos, que inciden en el balance presupuestario, han respondido a disposiciones o resoluciones de tribunales nacionales, como es el caso, de los profesionales del sector salud, en la UCR, en donde un fallo de la Sala Segunda de la Corte de Justicia (10/10/2007), obligó, al acatamiento de la Ley de Incentivo Médicos.
En cuanto a su estudiantado, los presupuestos universitarios han permitido ofrecer una educación de calidad a jóvenes provenientes de 81 cantones del país, un 79% de su totalidad son jóvenes que salieron de colegios públicos o subvencionados y un 21% de colegios privados. De esta forma, nadie que tenga las condiciones académicas ha dejado de estudiar por falta de recursos, debido al robusto sistema de becas que existe; se ha aprovechado el talento rural y urbano, lo que ha permitido que jóvenes que viven bajo el nivel de pobreza tengan la posibilidad de estudiar.
Cuando, además, se señala que las universidades no están cumpliendo a cabalidad su misión porque no están formando los recursos profesionales que requiere el mercado, surge la necesaria pregunta: ¿qué es esa concepción de universidad, que la reduce, exclusivamente, a formar profesionales, principalmente, para la empresa privada y su interés mercantil?. La visión que prevalece en el documento está dirigida a dar prioridad a las carreras que demanda la empresa privada, entonces ¿dónde queda el concepto, tan necesario en tiempos presentes, de un desarrollo integral? ¿Adónde van a dar las carreras de ciencias sociales, del arte y las humanidades?. Esas son, precisamente, las humanidades, las que desarrollan en sus graduados, las destrezas relacionadas con el liderazgo, la creatividad, el pensamiento crítico y el trabajo en equipo, la convivencia que tanto han influido en la idiosincrasia nacional, en fin, con una calidad superior para el servicio social.
No es de recibo la falaz afirmación de que en la educación superior pública se camina sin controles y que las universidades viven exoneradas del cumplimiento de las leyes de la República; por el contrario, siempre se han ajustado a todos los controles de la Contraloría General de la República (presupuestos, refrendo de contratos, etc.), de los mismos organismos de control internos, de los Tribunales de Justicia y de toda la legislación nacional pertinente.
No es admisible, tampoco, una propuesta que irrespeta los procedimientos universitarios en temas diversos, como son la asignación o distribución de los recursos, la regionalización, etc. y, menos aún, que órganos de la coordinación institucional de las universidades sean eliminados o despojados de sus atribuciones en aras de un control total del Poder Ejecutivo. Contrario a lo que se señala, en el proyecto 23.380, las universidades siempre han contado con una instancia de coordinación de la educación superior (CONARE), que quinquenalmente ha elaborado planes de desarrollo universitario (PLANES) y hay un fondo especial denominado FEES. Resulta inaceptable pensar que la educación superior pueda estar administrada, con intereses politiqueros, como se propone en el artículo 4, por cuatro ministros de gobierno o sus representantes, encargados de desarrollar el Plan de la Educación Superior y de promover, fiscalizar y evaluar el FEES.
Un planteamiento gubernamental, que viola la autonomía de las universidades es inadmisible. La Constitución de 1949, fue muy clara y es contundente en ese principio, al darle a la universidad, “independencia para el desempeño de sus funciones y plena capacidad jurídica para adquirir derechos y contraer obligaciones, así como para darse su organización y gobierno propio”. El Estado tiene un compromiso y una obligación con el desarrollo nacional y esto incluye, el respeto de la autonomía universitaria y el adecuado financiamiento de las universidades, como lo señala la Constitución Política.
Por todo lo anterior, la defensa frente a un proyecto que atenta contra los derechos de las universidades se impone, de manera necesaria y urgente; así como ante cualquier otra legislación que vaya en contra de estas instituciones.
Hay que tomar decisiones sobre el rumbo del país, que estas decisiones conllevan, requerimos, pensar principalmente en caminar hacia la sociedad del conocimiento y la información y, en el papel vital de la educación superior pública para un desarrollo compatible con las riquezas naturales que tiene nuestro país. La discusión que se enfrenta en el presente no es solamente técnica o financiera, es política y debe enmarcarse en términos de un desarrollo nacional sostenible, equilibrado, equitativo e inclusivo; justo y acorde con los derechos de solidaridad.
El Colectivo Mujeres por Costa Rica insta a la comunidad nacional a luchar, hoy más que nunca, por defender la perspectiva de que la educación superior sea de calidad, que sea una opción viable y acorde al desarrollo integral de las comunidades, las familias y las personas, y que mantenga su concepción de bien social y no se instrumentalice al servicio de intereses particulares, sino que signifique una oportunidad de movilidad social y una estrategia para lograr equidad y evitar las desigualdades, siendo generadora de identidad cultural.
Por el colectivo Mujeres por Costa Rica Dra. Yamileth González García Dra. Yolanda Rojas Rodríguez Dra. Alicia Eugenia Vargas Porras Dra. Lupita Chaves Salas Dra. Nora Garita Bonilla Bach. Erika Henchoz Castro Dra. Virginia Ramírez Cascante M.Sc. Sandra Cartín Herrera Licda. Arabella Salaverry Pardo, Premio Magón 2021 Licda.Vera Victoria Sancho Mora Dra. Elizabeth Fonseca Corrales Dra. Margarita Bolaños Arquín Arq. Eugenia Solís Umaña Licda. Martha Lorena Moreno Herrera Licda. Josefina Pujol Mesalles Dra. Eiliana Montero Rojas
Colectivo-Reflexión Acción le invita al conversatorio “La ciencia: como modo estilo de vida”, este 17 de marzo del 2023 a través de Facebook Live a las 6 p.m., con repetición los sábados a las 7 p.m., contando con invitados como Sileny Vega, quién es toxicóloga PhD, especialista en salud y medio ambiente, y Oldemar Rodríguez, ex miembro del Consejo Universitario, ex vicerrector de Administración y profesor de la Escuela de Matemática e investigador del CIMPA, UCR.
Para acceder a más información puede visitar la página de Facebook de Colectivo-Reflexión Acción.
Con este novedoso proyecto —surgido en abril del pasado año—, se busca dar respuestas paulatinamente a la demanda de prótesis de cadera que existe en el país. Foto: Estudios Revolución.
Por: Yaima Puig Meneses
Como otro “éxito de la ciencia cubana” catalogó el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el Proyecto cubano de prótesis parcial de cadera presentado este miércoles en el Palacio de la Revolución, en la habitual reunión de expertos y científicos para temas de Salud.
Lo hecho, significó el Jefe de Estado, es otra demostración de cuánto puede hacer “la Unión de Industria Militar, vinculada también a la solución de problemas para la población y un ejemplo de todo lo que se puede hacer con el talento de nuestra gente”.
“Esas son las respuestas que hay que dar todos los días”, valoró Díaz-Canel durante el encuentro, donde se evidenció cuán incalculables siguen siendo el ingenio, la creatividad y la entrega que existen en los más insospechados lugares de Cuba y permiten superar obstáculos en pos de mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo.
Con este novedoso proyecto —surgido en abril del pasado año—, se busca dar respuestas paulatinamente a la demanda de prótesis de cadera que existe en el país, un tema de elevada sensibilidad entre nuestra población, donde las mayores afectaciones están en los adultos mayores.
De acuerdo con la explicación ofrecida por el Doctor en Ciencias Roberto Balmaseda Manet, destacado ortopédico y traumatólogo cubano, el desarrollo de este producto está respaldado por el empeño y talento de especialistas de varias entidades lideradas por el Ministerio de Salud Pública y la Unión de Industria Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. A ellos se unen, entre otros, los esfuerzos del Hospital Ortopédico Docente Fructuoso Rodríguez, de La Habana; la Empresa de Tecnologías Alternativas, TECAL S.A; las universidades de Matanzas y Camagüey; el sector no estatal; y el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED).
Tras una detallada explicación acerca del proceso productivo, innovaciones que fue necesario realizar en equipos y materiales para lograr la calidad requerida en las prótesis, el doctor Balmaseda refirió que en noviembre de 2022 el CECMED, Autoridad Reguladora Nacional, concedió el Autorizo de Uso Excepcional para este producto, que actualmente se encuentra en Fase III de Ensayo Clínico.
Hasta el momento —detalló— se han realizado 38 operaciones en el Hospital Fructuoso Rodríguez. En ninguno de los pacientes, afirmó, se han presentado complicaciones técnicas durante el acto quirúrgico; como tampoco se evidencian reacciones adversas o infecciones tras realizados los implantes.
Añadió, además, que como parte de los resultados obtenidos en estos meses se ha demostrado una excelente estabilidad articular de la prótesis y también de sus diferentes componentes.
A mediano plazo, consideró el renombrado ortopédico, el desarrollo de este producto dotará de soberanía al país en lo referido a la producción de prótesis de cadera. Cuatro meses atrás se inició la fabricación de este producto en la Empresa Militar Industrial Planta Mecánica “Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz”; poco a poco se han ido incrementando las producciones, que pueden llegar a ser de 150 prótesis cada mes. No obstante, satisfacer la actual demanda que existe entre la población cubana requerirá de tiempo y mayores inversiones.
Múltiples innovaciones y la unión de varios saberes se han unido en el propósito de dar mayor calidad de vida a la población cubana. Los doctores han cambiado sus batas de médico para irse a los talleres a supervisar las acciones y los ingenieros y técnicos han debido ampliar sus conocimientos en campos como el de la Biomecánica para respaldar las acciones que se han propuesto.
Este es un proyecto de amplia cooperación, destacó en el encuentro de este miércoles el ingeniero mecánico Eliecer Blanco Rodríguez, quien compartió con los presentes la satisfacción que para él representa poder contribuir a la rehabilitación de las personas.
“La unión de todos nos ha permitido avanzar satisfactoriamente en este proyecto”, valoró durante el intercambio, en el cual también estaban presentes el viceprimer ministro Jorge Luis Perdomo Di-Lella y el titular de Salud Pública, José Angel Portal Miranda.
Y si bien han sido muchos los que han puesto su compromiso e inteligencia en función de este proyecto, el talento del cuentapropista Osbel Fleitas López, técnico medio en Electrónica, fue decisivo para la creación de la máquina de soldar, un elemento innovador e imprescindible para la producción de las prótesis.
De inmenso placer consideró la oportunidad de participar en el proyecto y aportar sus conocimientos. “Existe una integración magnífica entre el equipo de trabajo, lo cual ha llevado a los resultados actuales”, aseveró.
Además del mérito por lo que han logrado, dijo el Presidente cubano, su trabajo abre el camino para el desarrollo de otros tipos de prótesis que también hacen falta en el país.
En video, ¿Cómo se diseño y produjo en Cuba la prótesis de cadera?
En estos días, nos encontramos con la buena nueva de que un grupo de cirujanos estadounidenses implantó el corazón de un cerdo genéticamente modificado a un paciente que no podía recibir un trasplante tradicional debido a su condición médica. Esta operación se realizó el pasado viernes, 7 de enero en el Centro Médico de la Universidad de Maryland.
Es una muy buena noticia para David Bennett, de 57 años, el receptor del corazón, quien asegura sentirse bien pasados tres días después de la intervención quirúrgica a la que fue sometido, pero también para los miles de pacientes que esperan un corazón que les salve sus vidas y que forman una larguísima fila de espera. Compartimos el optimismo de muchos en que el corazón palpite mucho tiempo y le dé una feliz vida al Señor Bennett, pero aunque no se lograra el éxito deseado, este pionero procedimiento médico, sin duda, abre puertas hacia futuros trasplantes exitosos.
Este avance de la ciencia médica nos da esperanzas de cara a un futuro, en que el avance en procedimientos, tratamientos y medicinas pueda salvar muchas vidas o mejorar las condiciones de existencia para muchas personas.
No puedo más que contrastar este avance científico con la conducta de personas de aquí y de muchos países alrededor del mundo, que rechazan la vacuna contra la covid-19 y, peor aún, a través de campañas y acciones (dignas de mejores causas), buscan inducir a otras personas para que no se vacunen.
Hay algunas personas que rechazan vacunarse contra el coronavirus por el temor a verse afectadas por los efectos secundarios que le puede acarrear la inoculación de la vacuna. Es una postura razonable que sin embargo, las 9.370 millones de inoculaciones ya realizadas de la nueva vacuna (en sus distintas versiones), demuestra que se han sobredimensionado tales efectos.
El problema está en quienes rechazan la vacuna basándose en prejuicios y teorías conspirativas. La rechazan aún contra las múltiples evidencias de que las vacunas anti-covid, han evitado la propagación de la enfermedad, han reducido la gravedad de los síntomas y han evitado muchos fallecimientos. Algunos con expresiones de fanatismo medieval afirman que se utilizan fetos para elaborar los inmunizantes, que nos quieren convertir en zombies o que con la vacuna se coloca un chip en el brazo para espiarnos. Se ve que está influenciados por películas y series estadounidenses; casi todas de muy mala calidad y escasa imaginación.
Lo malo de esta postura contra la ciencia y las evidencias médico-científicas de los extremistas anti-vacunas es que de ella participan, incluso, personas con formación educativa superior, cuyos conocimientos debería de dotarlos de herramientas y conciencia para no sumarse a este tipo de cruzadas, que causan daño social.
Estas posiciones han llegado a “contagiar” a diputados de nuestro Parlamento, que utilizan los micrófonos e instalaciones de la Asamblea Legislativa para propagar sus ideas contra la vacuna. Este tipo de conductas que van en contravía de la salud pública deben ser repudiadas por las personas conscientes, que somos la gran mayoría como lo demuestran distintos estudios de opinión.
Que alguien decida no vacunarse, por la razón que sea, no lo debemos censurar siempre y cuando no ande propagando el coronavirus, a diestra y siniestra, sin tomar las medidas necesarias y cumplir con rigor los protocolos preventivos. Sin embargo, hemos podido observar que muchas personas que exhiben posiciones anti-vacunas, en forma irresponsable, no toman medidas para proteger a las personas de sus entornos sociales y de otros ámbitos.
Es un hecho irrebatible que la elaboración de distintos tipos de vacunas anti-covid, en un tiempo récord de menos de un año, representa un enorme avance científico y médico como lo es también que puedan realizarse trasplantes a personas de corazones porcinos modificados genéticamente.
Se ha dicho bien cuando se afirma que la producción de vacunas anti-covid representa un triunfo de la ciencia, pero no una victoria de la solidaridad humana. La mayoría de los países donde se han producido las vacunas, han tenido una conducta prevaleciente egoísta dando prioridad absoluta a vacunar a sus habitantes, en desmedro del impulso de un proceso de vacunación global, que favoreciera tanto a países ricos y de ingreso medio como a países pobres. El rotundo fracaso de la iniciativa Covax impulsada por las Naciones Unidas, es reflejo de tal fracaso.
Es bien sabido que algunas grandes empresas farmacéuticas han visto crecer sus ventas a niveles exponenciales al calor de la producción de las vacunas anti-covid y se han cerrado a compartir sus fórmulas para la producción genérica, aunque fuese hasta alcanzar el control mundial de la pandemia. La avaricia es una enfermedad que carcome la conciencia humana hasta límites irracionales. Los números de estas mega-empresas en las bolsas de valores así nos lo recuerdan.
Pero todo esto no está presente en el magín de los antivacunas. Su preocupación y desvelo es imponer a otros su «doctrina» y autosatisfacerse en sus conspiraciones anti-científicas.
“La ciencia es la clave de nuestro futuro y si tu no crees en la ciencia, entonces nos estás reteniendo a todos hacia atrás”. Frase muy oportuna del científico William Stanford Nye, que tiene mucho sentido en estos tiempos que corren ante los negacionistas de un avance científico como es la vacuna anticovid o la implantación del corazón de un cerdo en un ser humano.
“¡Triste época es la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Quizás Albert Einstein estaba pensando en los anti-vacunas al emitir este potente pensamiento.
En “No miren arriba” (Don´t look up), protagonizada entre otras por Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio y Meryl Streep, la humanidad se enfrenta al desafío de un enorme cometa que impactará contra el planeta Tierra, los denominados eventos de extinción.
Es una película que se distancia de otras producciones apocalípticas que pululan en el cine comercial hollywoodense, y viene a tender puentes con la actualidad política, económica y cultural que vive nuestra sociedad en torno a la pandemia generada por el SARS-Cov-2.
En primer lugar, la película permite destacar el abismo que se presenta entre tecnócratas, ciudadanía y ciencia, negando y hasta retrasando reconocer el riesgo que un cometa tiene para la existencia del planeta (situación de la que tenemos conocimiento con el impacto Chicxulub de hace poco más de 60 millones de años).
Sin bien en los medios de comunicación y en las redes sociales ha existido amplia información sobre el SARS-Cov-2, existe también un correlato desinformativo que lamentablemente ha generado y reforzado un negacionismo del más variado cuño: desde que el virus no existe, que las vacunas generan control vía chips, asociar vacunas y tecnología 5G, y el absurdo etc. que van ampliando a diario.
El posmodernismo no solo cuestiona abiertamente el conocimiento científico, sino que también ha instalado política y culturalmente prácticas donde se vale de todo, desde rezarle al virus para que desaparezca, enseñar en algunos centros educativos que la evolución no existe, o hasta esperar tres días para que un pastor fundamentalista resucitara de su muerte -cosa que nunca ocurrió.
El entramado político y económico que presenta la película si bien en algunos momentos parece un tanto caricaturesco, lo cierto es que refleja muy bien cómo piensan y actúan las élites políticas y económicas. No se le puede informar a las masas sobre el riesgo que implica el cometa por los efectos políticos que tiene para el gobierno de turno; y cuando se informa, se lo hace procurando obtener réditos políticos. En materia económica, cuando finalmente se actúa contra el impacto del cometa, se lo hace en términos mercantiles: una élite empresarial que busca apropiarse de los caros y estratégicos minerales raros que se encuentran en el cometa.
El paralelismo que se establece con la situación de pandemia que vivimos en la actualidad es indiscutible: compañías farmacéuticas que hacen clavos de oro con las vacunas; transnacionales y empresas que se hicieron aún más ricas en estos dos años; empresarios, gobiernos, presidentes y ministerios de salud que antepusieron los intereses económicos en contraposición al derecho a la vida y la salud. El empresariado neoliberal de Lombardía es un buen reflejo de ello, el del alcalde de Texas que estaba dispuesto a morir por la economía, Piñera que se negaba a las restricciones, Bolsonaro con su gripecita, Duque que le pedía comprensión y solidaridad a los más pobres, Macrón que descubrió la importancia del Estado interventor, Trump recomendando ingerir cloro, un fugas ministro de Hacienda que también recomendaba solidaridad entre personas desempleadas o la solicitud reciente de las aerolíneas para rebajar la cantidad de días de incapacidad para las personas de sus tripulaciones que dieran positivo al contagio. Dos años después, la mayor parte de la población del planeta sigue sin un sistema de salario universal que le garantice poder enfrentar la pandemia con dignidad y calidad de vida.
“No miren arriba” también nos confronta con la simpleza, manipulación y chabacanería de los medios de comunicación y las redes sociales que tienen la virtud no solo de disociarnos de la realidad social, sino también de normalizar sus contradicciones y sembrarnos el individualismo en su máxima expresión. Se acerca un cometa, el riesgo de extinción está a la vuelta de seis meses, pero importa más la situación afectiva de dos estrellas de la farándula que se intercambian sus peluches, y que es seguida por millones de personas para quienes el cometa no existe pues solo se vive el hoy mediático.
Mejor no mirar hacia arriba, o hacia ningún lado, es mejor vivir en la más absoluta ignorancia y decadencia; el virus ya se acabó -aunque ómicron nos diga lo contrario, que la economía funcione a toda marcha, que las mascarillas se entierren para siempre.
Mejor no mirar hacia ningún lado, no usemos nuestra inteligencia; y para eso nos brindan el mejor soma, adosado con reality shows, influencers, fútbol, toros, redes sociales, socilités con el alma partida y la cuenta bancaria llena. A fin de cuentas, solo llevamos poco más de 5 millones de muertes, y muchas personas dirán con algo de algarabía, que dichosamente no están entre ellas.
El VI Encuentro Internacional de Pensamiento Crítico 2021 se realizará del próximo miércoles 8 de diciembre al viernes 10 de diciembre del 2021.
Este es un esfuerzo conjunto del Grupo Pensamiento Crítico en colaboración con el Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO), el doctorado en Ciencias Sociales y la Escuela de Sociología de la Universidad Nacional de Costa Rica. Asimismo, participan la Cátedra Franz Hinkelammert del Instituto de Filosofía (Cuba) y la Universidad de Panamá.
El VI Encuentro Internacional de Pensamiento Crítico 2021 se realiza bajo el lema: “Ciencia, filosofía y teología, hoy: entre el orden de dominación y la transformación del mundo”.
Las sesiones se realizarán mediante la plataforma Zoom, con transmisión en Facebook; los enlaces se enviarán al correo que se registre en el formulario de inscripción.
En el PDF adjunto encontrará más información de la actividad.