Msc. Eyleen Paniagua Rojas
Ex directora de Centros Educativos, públicos y privados
Premio Nacional de Educación, Mauro Fernández 2002
El Dr. José María Gutiérrez, galardonado con el Premio Magón 2022, en una reciente entrevista realizada por Jenniffer Jiménez de la Universidad de Costa Rica, nos invita a reflexionar y a emular sus conceptos en relación al papel de la ciencia en la cultura, la educación y la sociedad. Asimismo, se evidencia su integridad como profesional y su visión y misión humanista y solidaria.
Es claro el aporte de una casa de enseñanza, como la Universidad de Costa Rica y otras instituciones de educación superior públicas y privadas, como entes generadores de desarrollo, en todos los ámbitos, a través de la formación que ofrecen a los ciudadanos cada una de sus facultades y escuelas, en donde convergen los saberes científicos, tecnológicos, culturales y artísticos, entre otros. En este sentido, es encomiable la labor emprendida por el Instituto Clorito Picado y los valiosos aportes del Dr. Gutiérrez, que han trascendido nuestras fronteras.
Como bien destaca el Dr. Gutiérrez, la docencia, investigación y acción social deberían ser los principios que rijan el accionar de todas las instancias educativas. De hecho, los que hemos tenido contacto con la enseñanza en Costa Rica, vivenciamos cómo desde el nivel de preescolar, primaria y secundaria, estos principios están presentes. De manera implícita la docencia constituye el arte de enseñar; la investigación se fomenta a través de las ferias científicas escolares y estas, más otras múltiples acciones de investigación científica y social, deben permear los hogares y comunidades, en procura de mejorar la calidad de vida.
Tenemos que emular acciones como las del Dr. Gutiérrez e incentivar el cultivo de la ciencia en el quehacer humano, de manera que las instituciones educativas se conviertan en canalizadores del conocimiento, desarrollado científicamente y de manera empírica, a través de las distintas experiencias cotidianas que acompañan el diario vivir, para que se conviertan en herramientas innovadoras, propulsoras de cambio cultural, y crear conciencia de la responsabilidad que debe permear y transformar nuestra manera de vivir. Impronta que se debe interiorizar y reflejar, en las acciones responsables del individuo y la sociedad.
Los gobiernos, líderes por excelencia de la voluntad de los pueblos, sobre los que recae gran parte del compromiso de satisfacer las necesidades de los electores que confiaron en sus intenciones y capacidades, en procura del bienestar de la mayoría, deben impulsar políticas públicas que garanticen un mayor desarrollo del conocimiento científico y cultural. Por consiguiente, dotar de los recursos necesarios a programas y proyectos, como el del Instituto Clorito Picado, que con su aporte puedan marcar un nuevo rumbo para el país y el planeta, constituye una obligación moral incuestionable. Además, procurando, como destaca el Dr. Gutiérrez, una vinculación de los saberes científicos, tecnológicos, artísticos, morales y espirituales, para enriquecer nuestra experiencia vital y comunitaria, articuladas y engarzadas en nuestra identidad. De esta manera, superar conductas y comportamientos erráticos que hoy amenazan con la extinción misma de la especie humana. El egoísmo y la ambición desmedida por tener cada vez más, donde se privilegian los grandes intereses del mercado, han conducido a que no se consideren las consecuencias sociales y ambientales de esas acciones, lo que ha significado que se pierda el sentido de lo esencial y trascendente; así, la humanidad involuciona y se acerca cada vez más a su propia extinción. De ahí que la tarea fundamental de la ciencia, la tecnología y la educación, es formar para sustentar la vida, de manera que el ser humano sea un aliado de los procesos naturales o aprendidos, descubiertos a través de la investigación, para generar bienestar, salud y equidad. Donde también la ciencia se convierte en arte, manifestación por excelencia de la magnificencia creadora de la humanidad; y tenga un lugar seguro, donde fluir e influir como elemento transformador de la sociedad y la emoción humana, con plena conciencia de la existencia del otro; se ponga al servicio de lo excelso, bueno y fecundo del alma; el cincel certero, capaz de decantar lo más sublime de la existencia.
Por ello, liderazgos como el del Dr. Gutiérrez, visionarios, creativos y comprometidos, desde su quehacer científico, con las poblaciones más necesitados y vulnerables, siempre preocupados para que la ciencia esté al servicio de las gentes y las comunidades y no de intereses meramente mercantilistas, son imprescindibles para construir un mundo más solidario, donde se enaltece el sentido de vivir como colectividad. Es decir, una ciencia al servicio de una cultura de la vida digna. Apoyar el talento y disposición de este singular y brillante científico humanista, y con él de las nuevas generaciones de científicos costarricenses, constituye una obligación innegable, para todos los entes involucrados en dictar pautas y políticas encaminadas al desarrollo del país y con plena aceptación de la corresponsabilidad que se tiene con el mundo entero.