Pan y circo como estrategia de manipulación: de la Roma imperial del emperador Trajano a la Costa Rica errática y desconcertada en tiempos de Chaves
Henry Mora Jiménez
Introducción
La frase «pan y circo» (en latín, panem et circenses) fue acuñada por el poeta romano Juvenal en el siglo I d.C. para criticar la estrategia utilizada por los emperadores romanos (Trajano y Adriano en particular) de mantener al pueblo sometido y embelesado con alimentos básicos y entretenimiento violento, evitando así que cuestionaran el poder despótico y la inmensa corrupción. Desde entonces, esta táctica de control social ha reaparecido en distintas formas a lo largo de la historia. Hoy, en pleno siglo XXI, aunque los métodos han evolucionado, la esencia sigue siendo la misma: mantener a las masas despistadas y medianamente satisfechas para evitar demandas políticas que cuestionen el estatus quo. En Costa Rica, el gobierno de Rodrigo Chaves parece haber adoptado una versión sui generis de esta estrategia, combinando una retórica populista, el espectáculo mediático alrededor de su personaje y propiciando la polarización social y política para mantener relativamente alta su popularidad.
Orígenes en la Roma imperial
En la antigua Roma, los emperadores comprendieron que el apoyo de la plebe era crucial para mantenerse en el poder. Para lograrlo, implementaron tácticas de distribución gratuita o subsidiada de trigo (panem) y organizando grandiosos espectáculos en el circo, como carreras de cuadrigas y luchas de gladiadores (circenses). Estas medidas no solo evitaban revueltas, sino que también desviaban la atención de problemas como la corrupción, los fracasos en algunas campañas militares y las malas decisiones políticas. Juvenal, en sus Sátiras, lamentaba cómo el pueblo había trocado su participación en la vida pública por la complacencia pasiva que le ofrecían estos efímeros beneficios.
Evolución de la estrategia
A lo largo de la historia, distintos gobiernos y sistemas de dominación han utilizado variantes del pan y circo. En la Edad Media, los señores feudales organizaban festines y torneos para sus vasallos. En el siglo XX, regímenes autoritarios emplearon el deporte (como el fútbol en las dictaduras latinoamericanas) o los medios de comunicación masivos (propaganda en radio y televisión) para generar consenso. Hoy, en la era digital, las redes sociales y el entretenimiento constante (streaming, redes virales, noticias sensacionalistas) cumplen un rol similar: distraer a la población de problemas estructurales como la desigualdad, la crisis climática o la erosión democrática. Los gobiernos actuales, incluso en democracias liberales, recurren a medidas populistas—como bonos asistenciales o espectáculos políticos—para ganar aprobación rápida sin abordar reformas estructurales.
El «pan y circo» en la Costa Rica de Chaves
Rodrigo Chaves, presidente de Costa Rica desde 2022, ha empleado tácticas que recuerdan al viejo panem et circenses, aunque adaptadas al contexto actual (y a sus múltiples limitaciones como político). Repasemos cómo lo ha hecho.
Pan. De forma llamativa, Chaves (empecinado con el ajuste fiscal) no ofrece “pan” verdadero a la población que lo respalda en la encuestas (excepto a sus financistas de campaña, con quienes sí ha sido muy generoso). Al contrario, no hay más viviendas sociales, ni más becas estudiantiles, ni más pensiones del régimen no contributivo, ni aumentos salariales, ni más subsidios para los sectores en situación de pobreza. Y ni hablemos de la educación, de las listas de espera en la Caja o de la infraestructura pública. El pan que ofrece Chaves es pan virtual: no alimenta bocas sedientas ni llena estómagos vacíos. Lo que Chaves alimenta es el resentimiento y el desprecio hacia la clase política tradicional (una tarea nada difícil), aunque paradójicamente, con sus cantos de sirena, su demagogia consumada y sus promesas incumplidas, se ha convertido en el más tradicional de los políticos tradicionales. En efecto, él y su gabinete emplean una retórica anti-establishment populista, estridente y a menudo violenta que no se concreta en mejoras materiales para la población de más bajos recursos, al tiempo que la utiliza para ocultar las abundantes críticas por la falta de respuestas a aquellas promesas de campaña ampliamente incumplidas, escudándose en el “no me dejan trabajar”. Así, el proyecto político de Chaves opera bajo una paradoja reveladora: mientras su narrativa se construye sobre la deslegitimación de la política tradicional, su práctica gubernamental no solo reproduce sus lógicas, sino que las profundiza.
Circo. Pero más efectivo aun para su campaña política permanente, Chaves ha dominado el espacio mediático con un estilo confrontativo y polémico, generando constantes debates en redes sociales y medios—ya sea atacando al Poder Judicial, al TSE, a la prensa, a sus opositores o haciendo declaraciones altamente provocadoras y en absoluto constructivas—que mantienen a la opinión pública entretenida pero distraída de las discusiones más urgentes.
Mientras una parte de la población celebra sus gestos de «ruptura» con la política tradicional, detrás del espectáculo se agravan problemas como el vertiginoso aumento de la desigualdad, la corrupción rampante, la crisis de inseguridad, la penetración del narcotráfico en las instituciones y en la sociedad, la violencia contra las mujeres, el desplome de la agricultura tradicional, el enorme retraso en infraestructura pública, el inaudito empeoramiento de los servicios de educación y salud públicas y la creciente polarización social. Vendió ser el martillo que rompería el sistema, y terminó siendo otro clavo en el ataúd de la esperanza popular.
Conclusión
El pan y circo nunca desapareció; solo mutó. De las arenas romanas a las pantallas de TikTok, los gobernantes se siguen aprovechando de las necesidades básicas y los deseos de entretenimiento de la población para consolidar y abusar de su poder. Costa Rica, bajo el mandato de Rodrigo Chaves, es un ejemplo contemporáneo de cómo esta estrategia se adapta a los nuevos tiempos y a la personalidad de sus actores: con una retórica populista y un circo mediático que, aunque diferente en forma, cumple la misma función que en la antigua Roma: mantener al pueblo distraído, dividido y sobre todo, dócil.
Por tanto, hoy estamos urgidos de ciudadanos que valoren más la dignidad, la libertad y la democracia que la comodidad del vasallaje moderno, de medios independientes que informen verazmente en lugar de solo entretener, y de políticos que enfrenten con agallas y sabiduría el cúmulo de problemas que nos agobian, en vez de distorsionarlos o maquillarlos a su conveniencia.