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Etiqueta: Gabe Abrahams

Alain Mimoun y su largo camino hacia el oro olímpico

Gabe Abrahams

Alain Mimoun, o Ali Mimoun Ould Kacha (1921-2013), nació el 1 de enero de 1921 en el distrito de Maïder en la ciudad de Telagh, Argelia, en una familia árabe y bereber de campesinos muy pobres.

Mimoun fue el mayor de siete hermanos y un alumno aplicado en la escuela primaria. Al terminarla, solicitó una beca para continuar sus estudios, pero las autoridades coloniales francesas no se la concedieron.

Tras ese revés, Mimoun trabajó de obrero de la construcción y en una ferretería y decidió que quería marcharse a Francia en busca de un futuro mejor, lo cual consiguió en 1939 al alistarse en el ejército francés.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Mimoun participó en numerosos combates contra la Alemania nazi y sus aliados, a la vez que inició su relación con el atletismo. Estuvo presente en la campaña de Túnez, en la campaña de Italia, en la invasión aliada de Francia, etc.

Concluida la guerra, Mimoun abandonó el ejército, se fue a vivir a París y empezó a dedicarse en cuerpo y alma al atletismo, consiguiendo, en 1948, su primera gran gesta deportiva. En los Juegos Olímpicos de Londres de ese año, Mimoun terminó segundo en la prueba de los 10.000 metros y se colgó la medalla de plata olímpica.

Un año después, en el Campeonato del Mundo de campo a través, llamado por aquel entonces Cross de las Naciones, Mimoun ratificó su condición de gran campeón al conseguir proclamarse Campeón del Mundo individual y por equipos con Francia.

Ya en 1950, Mimoun siguió con su racha de excelentes resultados. En el mundial de campo a través, volvió a triunfar al lograr ser subcampeón mundial individual y campeón mundial por equipos. Y, en el Campeonato de Europa de atletismo, quedó segundo en las pruebas de 5.000 metros y 10.000 metros.

1952 fue uno de los mejores años de la carrera deportiva de Alain Mimoun. En los Juegos Olímpicos de Helsinki, quedó segundo en las pruebas de 5.000 metros y 10.000 metros, ganando otras dos medallas de plata olímpicas. Y, en el Campeonato del Mundo de campo a través, repitió su actuación de 1949, proclamándose tanto campeón individual como por equipos.

En 1954 y 1956, Mimoun volvió a ser Campeón del Mundo individual de campo a través, consiguiendo también la plata y el oro por equipos respectivamente.

En 1956, antes de los Juegos Olímpicos de Melbourne que se iban a celebrar en otoño, Mimoun tenía en mente lograr el oro olímpico que se le había resistido hasta la fecha. Antes de los Juegos, Mimoun abandonó el islam y se convirtió en católico, supo que iba a ser padre por primera vez y deseó con todas sus fuerzas alcanzar el oro olímpico. Envuelto en esa situación, el 1 de diciembre de 1956 el veterano corredor participó en la carrera de maratón de los Juegos y puso las cosas en su sitio.

Bajo un calor sofocante y teniendo como máximo rival al mítico Emil Zátopek, pasada la mitad de la prueba, Mimoun lanzó un ataque a un ritmo sostenido y se marchó hacia la meta en solitario, cruzándola finalmente en medio de un público entregado. «Cuando entré en el túnel del estadio y salí a la pista, aclamado por 100.000 espectadores, viví los mejores minutos de mi vida», explicó Mimoun más tarde.

Tras su gesta olímpica, en el Campeonato del Mundo de campo a través de 1958, Mimoun aún pudo proclamarse subcampeón del mundo individual y por equipos. A partir de entonces, quedó en el puesto 34 en el maratón de los Juegos Olímpicos de Roma 1960, ganó alguna medalla por equipos en mundiales y consiguió títulos franceses. En 1966, alcanzó el último.

Después de su retirada del deporte de alta competición, Mimoun se convirtió en una figura de culto y recibió innumerables reconocimientos. En Francia, recibió hasta cuatro premios Legión de Honor. El día a día del corredor a lo largo de su extensa carrera deportiva, sin embargo, había sido muy distinto a la imagen que las autoridades francesas pretendían transmitir con sus premios.

En octubre de 2002 y marzo de 2012, Mimoun reconoció públicamente que, en medio de sus grandes éxitos deportivos, había sufrido unas pésimas condiciones laborales, una vivienda insalubre y hambre en Francia, por no recibir ayudas del Estado francés. Mimoun explicó lo siguiente: «Yo era camarero en un café. No tenía suficiente para comer. Gané cuatro medallas olímpicas mientras vivía en una pequeña casa de dos pisos. Un apartamento de una habitación sin calefacción, ducha ni WC». Mimoun mostraba en sus explicaciones la otra cara de la República Francesa.

Alain Mimoun pasó los últimos años de su vida rodeado de su mujer Germaine y su hija Pascale-Olympe, teniendo al deporte como el centro de sus actividades. Con su corazón dividido entre su Argelia natal y Francia, llegó a la vejez corriendo o haciendo caminata rápida cada día durante 15 km.

Alain Mimoun finalmente falleció el 27 de junio de 2013 a la edad de 92 años en Saint-Mandé, cerca de París, siendo enterrado el 9 de julio de 2013 en el cementerio católico de Bugeat, en concreto en una capilla particular que se había hecho construir tras su conversión al catolicismo. Dejó una larga lista de gestas deportivas y un gran recuerdo entre los aficionados. Fuera de las oportunistas declaraciones de los políticos franceses, la mejor declaración sobre Mimoun tras su fallecimiento la realizó su compañero Michel Jazy. Una declaración que retrataba a Mimoun. «Alain fue un modelo a seguir para mí. Me despertaba a las 5:30 de la mañana para salir a correr y por la noche me obligaba a acostarme a las 20:30», explicó Jazy. Todo dicho.

Ha pasado ya más de una década desde el adiós de Mimoun y su figura ha sido colocada cada vez más en el lugar que le corresponde. Hubiese sido injusto que no fuese así. Hubiese sido injusto que el mejor fondista argelino y francés de todos los tiempos no fuese recordado con la intensidad que merece.

Hoy, medio centenar de estadios de atletismo franceses llevan su nombre. También más de una decena de calles de toda Francia. Justicia, pura justicia histórica.

Volodimir Golubnichi, el campeón soviético de la marcha atlética

Gabe Abrahams

Volodimir Golubnichi nació el 2 de junio de 1936 en Sumy, ciudad ucraniana perteneciente en aquellas fechas a la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).

En sus primeros años de vida, Volodimir Golubnichi padeció graves penurias por culpa de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La Alemania nazi llevó la guerra hasta dentro de las fronteras de la URSS y la población sufrió mucho. Específicamente en Sumy, donde había nacido y residía Golubnichi, los nazis crearon una prisión y un batallón de trabajos forzados para judíos y, en dos operaciones, asesinaron a unos 1.000 de ellos y a decenas de gitanos.

Tras concluir la Segunda Guerra Mundial con la derrota de la Alemania nazi, el joven Volodimir Golubnichi se aficionó al esquí de fondo y, en 1953, inició sus estudios de instructor de ese deporte en el Instituto de Educación Física de Kiev.

En ese instituto, Zosima Petrovich, profesor del mismo y excampeón soviético de halterofilia, sin embargo, le convenció para que realizase una transición a la marcha atlética, la cual se produjo con gran brillantez.

Ya en 1955, con solo 19 años, Volodimir Golubnichi pulverizó la plusmarca mundial de los 20 km de marcha atlética, logro que conmocionó al mundo del deporte por la juventud del marchador soviético.

Un año después, en 1956, Golubnichi padeció una infección hepática y no pudo acudir a los Juegos Olímpicos de Melbourne, aunque, lejos de venirse abajo, se sometió a una dura rehabilitación durante un año y regresó con éxito a la competición. Quienes le dieron por perdido, se equivocaron.

En 1958, un Volodimir Golubnichi totalmente recuperado batió de nuevo la plusmarca mundial de los 20 km de marcha atlética con un registro de 1 hora, 27 minutos y 4 segundos, récord que se mantuvo inalterado casi una década, y el mundo del deporte se volvió a entusiasmar con el joven marchador soviético que regresaba en su mejor nivel.

En 1960, en los Juegos Olímpicos de Roma, Volodimir Golubnichi estuvo a la altura de lo que de él se esperaba y alcanzó el anhelado oro olímpico, aquel que se le había escapado cuatro años antes por su enfermedad. En la prueba de los 20 km de marcha atlética, venció con brillantez y se proclamó Campeón Olímpico, confirmando todas las expectativas.

Arribados los Juegos Olímpicos de Tokyo de 1964, Golubnichi no pudo revalidar su oro olímpico y tuvo que conformarse con el tercer puesto en los 20 km de marcha atlética, tras el alemán Dieter Lindner y el mítico marchador británico Ken Matthews. La dura derrota iba a ser vengada por el marchador soviético en su siguiente olimpiada.

Así, en los Juegos Olímpicos de México de 1968, Golubnichi respondió a lo ocurrido en los anteriores Juegos, logrando una nueva victoria en la prueba de los 20 km. Los últimos metros de la competición resultaron una apasionante pelea entre él, su compatriota Nikolái Smaga y el marchador mexicano José Pedraza, conocido como «El Sargento Pedraza», que concluyó a su favor. Las imágenes de esa pugna agónica hasta la línea de meta son parte de la historia del deporte y el olimpismo.

Gracias a su gesta, Golubnichi se convirtió en doble Campeón Olímpico y la marcha atlética de la URSS tocó el cielo en las alturas mexicanas.

En la siguiente década, Volodimir Golubnichi aún fue capaz de ganar una medalla de plata en los 20 km de los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 y de lograr un séptimo puesto en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 con cuarenta años de edad. Nada fácil en una distancia tan corta. A todas esas hazañas deportivas, añadió Golubnichi una medalla de oro en el Campeonato de Europa de 1974, otros pódiums europeos y una larga lista de campeonatos nacionales de la URSS entre los años 1960 y 1974.

Fuera del ámbito competitivo, Golubnichi recibió varias distinciones en la URSS, en la Ucrania postsoviética, en su ciudad de Sumy y en la IAAF, la Federación Internacional de Atletismo. Por ejemplo, en 1969, recibió la Orden de la Insignia de Honor soviética y, en 1999, el Certificado de Honor del Gabinete de Ministros de Ucrania, siendo incluido, en 2012, en el Salón de la Fama de la IAAF.

En los últimos años de su vida, Volodimir Golubnichi fue miembro del Comité Olímpico Nacional de Ucrania y presidente de la Unión de Atletas Veteranos de Sumy, entre otros cargos, residiendo en una discreta vivienda rodeado de las medallas y trofeos acumulados a lo largo de su exitosa carrera deportiva. Su relación con el deporte perduró hasta su último aliento.

El 16 de agosto de 2021, dos meses después de cumplir los 85 años de edad, falleció en Sumy Volodimir Golubnichi, el plusmarquista y doble campeón olímpico de los 20 km de marcha atlética, el atleta que condujo a la URSS al máximo nivel en esa especialidad. Su muerte fue muy llorada por el mundo del deporte y los medios se acordaron de él. Con el adiós del campeón soviético, se cerró una etapa genuina y brillante de la marcha atlética, una etapa en la que los marchadores simplemente caminaban rápido y la épica predominaba, quedando entre nosotros el recuerdo de ella y la memoria de uno de sus más extraordinarios protagonistas.

Modest Feu, modernismo y arquitectura obrera

Gabe Abrahams

Modest Feu i Estrada nació en 1870 en la casa situada en el paseo de Sant Antoni número 15 de Santa Maria de Sants, actual barrio de Sants de Barcelona. Su padre fue Baldiri Feu y su madre Madrona Estrada.

Baldiri Feu tuvo dos pasiones, la arquitectura y la política, las cuales serían heredadas por su hijo Modest Feu. Baldiri fue maestro de obras y construyó a finales del siglo XIX diversos edificios en Santa Maria de Sants. También ocupó un puesto en una Junta Revolucionaria surgida de la Gloriosa, sublevación militar de 1868 que destronó y exilió a la reina Isabel II.

Titulado arquitecto el 3 de febrero de 1893, Modest Feu contrajo matrimonio con Maria Riqué i Esteve, con la cual tuvo dos hijos, Jaume y Concepció.

En su primera etapa como arquitecto, Modest Feu se decantó por el modernismo y construyó una serie de edificios de ese estilo arquitectónico. Los edificios de viviendas que construyó estuvieron en los barrios de Sants y l’Eixample de Barcelona y las fábricas y almacenes en poblaciones del Área Metropolitana de Barcelona. Las fábricas y almacenes modernistas de Feu fueron pura arquitectura obrera.

Algunos de los edificios de viviendas modernistas de Modest Feu más destacados fueron la Casa Tomàs Vendrell (1900-1908), la Casa Ramon Pujol (1901-1902), la Casa Consol Grassot (1902), la Casa Jaume Estrada (1906), la Casa Miquel Tusset (1911-1914), la Casa Joaquim Pau i Maria Benosa (1912) y la Casa Andreu Capdevila i Amigó (1922).

Los edificios de fábricas y almacenes modernistas de Feu más notables fueron la Fábrica Trinxet de l’Hospitalet de Llobregat (1905-1916), obra realizada con el arquitecto Joan Alsina; los Magatzems Figueras de Molins de Rei (1916); la Fábrica Géneros de Punto Farrés del barrio de Sants de Barcelona (1918-1922) y la Fábrica Bagaria de Cornellà de Llobregat (1920-1925).

Restaría por añadir a estas dos listas de edificios la Casa Pedemonte de Sant Andreu de la Barca, obra tardía de Feu de los años 1930-1931.

La calidad de los edificios enumerados es grande. Los edificios de viviendas destacan por su categoría artística. Los edificios de fábricas y almacenes por su arquitectura obrera de buen nivel. Entre los primeros, sobresalen las casas Jaume Estrada, Consol Grassot y Joaquim Pau i Maria Benosa, situadas en los números 54, 145 y 180 respectivamente de la calle de Sants, a escasa distancia unas de otras. Entre los segundos, destaca la Fábrica Trinxet, situada en la calle de Santa Eulàlia de L’Hospitalet de Llobregat. El edificio de la fábrica, del cual solo se mantiene en pie una parte, está en la línea de la arquitectura obrera de ladrillo visto.

Tras su etapa modernista, Modest Feu no se estancó en ese estilo y evolucionó a principios de los años veinte hacia el noucentisme, construyendo de nuevo edificios de viviendas y fábricas. La gran mayoría de los edificios de Feu de estilo noucentista volvieron a estar en el barrio de Sants, con la excepción de algún edificio situado en otros barrios cercanos de Barcelona como Hostafrancs, Badal, Les Corts y Maternitat i Sant Ramon.

Si en su etapa modernista Feu edificó varias fábricas y almacenes de arquitectura obrera, en su etapa noucentista se centró en la construcción de viviendas de trabajadores reforzando su relación con ese tipo de arquitectura.

Algunos de los edificios de viviendas de estilo noucentista de Modest Feu más destacados fueron la Casa Juan Casas (1921); las dos casas de Antoni Pi de la Serra (1922 y 1926); el conjunto de viviendas de la calle de l’Aviació (1922); la Casa Gran (1925); el conjunto de viviendas de la calle del Danubi y los pasajes de Jordi Ferran, Madrona Piera y Pere Rodríguez de 1928-1932; y el conjunto de viviendas del pasaje de Xile de 1931-1934. La fábrica más notable de esa etapa de Feu fue la Fábrica Hermanos Climent del barrio de Sants de 1925.

Prácticamente, la totalidad de los edificios de viviendas enumerados fueron para obreros. Feu se dedicó en ese periodo noucentista de su carrera de arquitecto a la construcción de viviendas para trabajadores y, en definitiva, a la arquitectura obrera, apostando por la sencillez y la elegancia.

A las listas de edificios de Feu de estilo noucentista, cabe añadir la Casa Joaquim Teixidó del barrio de Badal de Barcelona, obra de los años 1924-1928 realizada por Feu con el arquitecto Adolf Florensa como edificio de viviendas de obreros. Florensa representó en España a la Escuela de Chicago y restauró edificios históricos como el Monasterio de Poblet o la Catedral de Barcelona.

A su actividad arquitectónica, añadió Modest Feu otras inquietudes. Le gustó la música y fue miembro del coro del Orfeó de Sants. Tuvo inclinaciones políticas y fundó la sección del antiguo distrito VI de Barcelona del partido Lliga Regionalista. En sus últimos años de vida, admiró a Francesc Macià, el presidente catalán de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), y se decantó por su figura y opción política. El catalanismo de Feu quedó reflejado en algunas de sus obras con el símbolo de la senyera, la bandera de Cataluña.

Pasados los sesenta años de edad, Modest Feu enfermó de cáncer de pulmón por su hábito de fumar en exceso. Y, con solo 63 años, falleció en Sants el 30 de abril de 1933, siendo enterrado en el cementerio católico del lugar y dejando un importante legado arquitectónico para la posteridad. A Modest Feu le sobrevivieron su viuda Maria Riqué y sus hijos Jaume y Concepció, dedicándose el primero a la arquitectura igual que su padre y su abuelo.

En el año 2012, dos arquitectos técnicos que conocían la obra de Modest Feu me comentaron durante una reunión que su calidad era excepcional, cosa que se podía comprobar en la volta catalana (bóveda catalana) y en las escaleras utilizadas por él en sus edificios.

Ya en marzo del año 2016, conocí a un nieto de Modest Feu en el barrio de Sants, conversamos largo y tendido sobre su obra y me enseñó en su domicilio particular la silla modernista y el diploma de arquitecto de su abuelo. Me pareció admirable que Feu llevase su arte hasta su silla de trabajo. Artista pleno. El nieto de Feu me ratificó que este siempre buscó que sus construcciones dignificasen a los trabajadores.

Posteriormente, en varias de mis caminatas Multiday, pasé ante alguna obra de Modest Feu. Y, ya en 2022, lo expliqué en mi libro Caminatas de 1.000 millas, Barcelona 2017 y Aragón 2018.

Parece evidente que el presente artículo dedicado a Modest Feu era inevitable para mí. Se lo debía. La obra de Feu sigue en pie y es recordada. Esperemos que el tiempo la mantenga entre nosotros y no acalle su recuerdo.

Alfréd Hajós: natación y arquitectura

Gabe Abrahams

Alfréd Hajós nació en Budapest el 1 de febrero de 1878, en el seno de una familia judía con el nombre de Arnold Guttmann. Su padre fue Jakob Guttmann, un judío checo, y su madre Rosalia Löwy, una judía húngara. Tuvo cuatro hermanos.

Alfréd Hajós aprendió a nadar con su padre a la edad de cuatro años en una piscina construida a orillas del Danubio. Y, tras observar con 13 años cómo este se ahogaba, decidió que quería ser nadador profesional e inició sus entrenamientos para conseguirlo.

En 1895, con solo 17 años, Alfréd Hajós se proclamó Campeón de Europa de los 100 metros estilo libre. Y, un año más tarde, acudió a los Juegos Olímpicos de Atenas, compitió y triunfó. Alfréd Hajós, con solo 18 años, consiguió vencer en la prueba de los 100 metros estilo libre con un tiempo de 1 minuto y 22 segundos y en los 1.200 metros estilo libre con un registro de 18 minutos y 22 segundos. Una gloria olímpica temprana.

Antes de la prueba de los 1.200 metros, Hajós se cubrió el cuerpo con una capa de grasa de un centímetro de grosor para intentar atenuar el frío, pero a pesar de eso lo padeció con extrema dureza. Después de la prueba, reconoció que era tal el frío dentro del agua que hubiese preferido salirse de ella que ganar.

Alfréd Hajós fue el primer Campeón Olímpico de natación de la historia y el más joven de los campeones de los Juegos Olímpicos de Atenas de 1896.

Concluidos los Juegos de Atenas, Hajós revalidó su título europeo de 100 metros estilo libre y se dedicó a otros deportes como el atletismo y el fútbol con notable éxito. En 1898, se proclamó Campeón de Hungría de atletismo en las pruebas de 100 metros lisos, 400 metros vallas y lanzamiento de disco. Y, desde ese año hasta 1904, militó en el Budapesti Torna Club, equipo de fútbol con el que consiguió el título de la Liga de Fútbol de Hungría de los años 1901 y 1902. En 1906, en el ocaso de su carrera deportiva, Hajós también ejerció de seleccionador nacional de fútbol de Hungría.

Alfréd Hajós tuvo otra devoción fuera del deporte, la arquitectura. Se graduó en la Universidad Politécnica József de Budapest como arquitecto en 1899 y, de inmediato, se decantó por el estilo Art Nouveau o modernismo, aunque más tarde evolucionaría hacia otros estilos.

En 1910, año en el que junto a Vilma Blockner tuvo a su único hijo Endre, Alfréd Hajós diseñó la fábrica Dozzi József Szalamigyár Rt de Budapest. Y, en 1913, el Gimnasio Ján Francisci-Rimavský, situado en Levoča, actual Eslovaquia. Dos obras modernistas destacadas.

Ya en 1915, Alfréd Hajós diseñó el Grand Hotel Aranybika de Debrecen, Hungría, un edificio modernista extraordinario, en este caso con 192 habitaciones, cafés, restaurantes, spa, teatro y un salón ceremonial, junto a diversas estancias internas repletas de simbolismo.

En los años veinte, Alfréd Hajós firmó otras obras deportivas destacadas en Budapest como el Estadio Ferenc Szusza (1922), el Estadio Millenáris Sportpálya (1928) o el Estadio Nacional de Natación (1930), el cual actualmente lleva su nombre.

En 1924, Hajós presentó un diseño a la competición de arte que se organizó en los Juegos Olímpicos de París 1924 y consiguió la medalla de plata, en un concurso en el que el jurado no otorgó ninguna medalla de oro. Fue otro éxito en su trayectoria.

Tras unirse el gobierno húngaro a la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la situación para los judíos húngaros se agravó y Hajós tuvo que limitar su actividad e, incluso, esconderse. Finalizada la guerra, la URSS ocupó el territorio de Hungría, estableciéndose la República Popular Húngara en 1949, y Hajós retomó su actividad como arquitecto. Pasó a ser el asesor técnico de la Oficina de Diseño para la Construcción de Edificios del nuevo Estado húngaro, participando en la reconstrucción de grandes edificios públicos. Fueron sus últimas grandes obras.

En 1953, el Comité Olímpico Internacional le otorgó a Alfréd Hajós el diploma al mérito olímpico. Y, a posteriori, los Hall of Fame de natación y de los deportistas judíos lo incorporaron en sus listas. Entre 1954 y 1955, Hajós escribió sus memorias, las cuales vieron la luz tras su muerte en 1956.

Al igual que otros atletas y campeones olímpicos como Thomas Green, Harold Abrahams o Ralph Metcalfe, Alfréd Hajós fue miembro de la masonería. Y, al igual que Abrahams, fue un converso al cristianismo.

Alfréd Hajós falleció en Budapest el 12 de noviembre de 1955, siendo enterrado en la tumba de la familia de su esposa del cementerio hebreo de la calle Cozma de Budapest, a pesar de su conversión al cristianismo. Su mujer Vilma Blockner le sobrevivió trece años.

El Estado comunista de la República Popular Húngara no se olvidó de Alfréd Hajós tras su fallecimiento. En 1966, el Ayuntamiento de Budapest le puso su nombre al paseo situado junto al Estadio Nacional de Natación. Y, en 1968, el Estado húngaro abrió el Museo de Educación Física en reconocimiento a Alfréd Hajós.

Alfréd Hajós dejó una huella imborrable con sus dos oros olímpicos en natación y los grandes edificios que construyó. El mundo del deporte y la arquitectura lo recuerdan, no lo han olvidado. Sus logros y sus obras son testigos de su excepcional talento.

Armando Maunier, un campeón del baloncesto republicano

Armando Maunier Fernández del Villar.

Gabe Abrahams

Armando Maunier Fernández del Villar nació en Barcelona el 11 de julio de 1907. De padre francés y madre española, Maunier fue educado en la Barcelona de principios del siglo XX como francés por expreso deseo de sus padres.

Siendo muy joven, Armando Maunier empezó a jugar al baloncesto en la escuela francesa de Barcelona y, después, pasó a formar parte del club Sociéte Sportive Patrie, una entidad fundada en la capital catalana por la colonia francesa en 1910 que creó una sección de baloncesto masculino en 1922 y otra de femenino en 1929.

Armando Maunier, poco a poco, creció como jugador de baloncesto en la Sociéte Sportive Patrie jugando en una posición que hoy sería la de base y consiguió proclamarse Campeón de Cataluña con su club en varias ocasiones.

En 1935, Maunier también ganó el Campeonato de España con la Sociéte Sportive Patrie al derrotar en la final del mismo al Rayo Club de Madrid por 23-19, aunque al año siguiente se tuvo que conformar con el subcampeonato español al vencer el club madrileño a su Patrie en la final por 23-20.

En 1935, Maunier fue seleccionado para representar a la Segunda República Española en el primer Campeonato de Europa de baloncesto y esa cita resultó clave para su trayectoria deportiva.

En ese primer Campeonato de Europa de baloncesto, se inscribieron once selecciones. Primero, España jugó una eliminatoria previa en el campo de Chamartín de Madrid ante Portugal, ganando por 33-12. Superado el obstáculo, la selección de la Segunda República Española jugó ya en la sede del campeonato, Ginebra, su primera eliminatoria, venciendo a Bélgica por 25-17. En las semifinales posteriores, España derrotó a Checoslovaquia por 21-17. Y, en la final del día 4 de mayo, España perdió ante Letonia por 24-18.

Gracias a su brillante actuación, la selección de baloncesto de la Segunda República Española consiguió la medalla de plata en el europeo, a la vez que su jugador Rafael Martín Hassan alcanzó el honor de ser declarado Mejor Jugador del Campeonato. Armando Maunier tuvo una actuación destacada. Léon Bouffard, presidente de la FIBA entre 1932 y 1948, declaró: “España es un formidable equipo, que a una técnica depurada une un entusiasmo y una rapidez desconcertantes”.

La medalla de plata en el Campeonato de Europa de 1935 fue un gran éxito para el baloncesto español, el deporte republicano y Armando Maunier y sus compañeros de selección.

En 2012, la película letona Dream Team 1935, dirigida por Aigars Grauba, rememoró el éxito de la selección de baloncesto de Letonia en el Campeonato de Europa de 1935, recreando las imágenes de la histórica final que disputaron Letonia y la selección de la Segunda República Española.

Poco más de un año después de la gesta europea, el 18 de julio de 1936, se produjo un Golpe de Estado en España contra la Segunda República y estalló la Guerra Civil Española (1936-1939). En octubre de ese año, Armando Maunier y la selección de baloncesto de la Segunda República, de la cual era capitán por aquel entonces, acudieron a Francia a disputar varios partidos, logrando vencer al Etoile Rouge de Toulouse y a la selección de los Pirineos.

A principios de 1937, Maunier temió por su condición de republicano y se exilió en Toulouse, convirtiéndose en jugador del Etoile Rouge de Toulouse con el que se había enfrentado en octubre del año anterior. Con su club francés, en el cual militaban otros jugadores españoles exiliados como Raould Armand, ganó el Campeonato de Francia de 1938 y 1939.

En 1937, siendo ya jugador del Etoile Rouge de Toulouse, Maunier fue seleccionado por Francia para jugar un partido contra la selección de la Segunda República Española en París. España derrotó a Francia por 38-24. Pero, a los pocos días, Maunier y el Etoile Rouge de Toulouse vengaron a la selección francesa, al derrotar a España por 34 a 23.

La guerra y el exilio provocaron que todo un subcampeón de Europa con la Segunda República Española de la talla de Armando Maunier acabase enfrentándose a ella, tanto con la camiseta de Francia como con la del Etoile Rouge de Toulouse. Maunier declaró en El Mundo Deportivo de Barcelona, uno de los medios clásicos del deporte catalán en el cual colaboraba puntualmente desde hacía un tiempo, que la situación había sido emocionalmente muy complicada para él.

En 1939, el temor de Armando Maunier a ser perseguido en España por republicano que le condujo al exilio francés en 1937 tomó formas reales. Finalizada la Guerra Civil e instaurada la dictadura de Franco, las autoridades del régimen prohibieron la Sociéte Sportive Patrie, el club de Maunier, por su relación con las instituciones de la Segunda República Española y las de la República Francesa.

En aquel tiempo convulso, Maunier padeció otras situaciones poco comunes. Por ejemplo, tuvo que casarse tres veces con su esposa Carmela. Primero, se casó en el consulado de Francia y en el Ayuntamiento de Gràcia de Barcelona y, después, en una iglesia católica de Marsella.

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Armando Maunier limitó su actividad como jugador de baloncesto en el Etoile Rouge de Toulouse hasta retirarse en marzo de 1943. En esa etapa, además dirigió a la selección de los Pirineos, ejerció de periodista y corresponsal del diario El Mundo Deportivo y se convirtió en miembro de la rama interior de la Resistencia francesa, dedicada a luchar contra la Francia de Vichy y la ocupación nazi.

La labor de Armando Maunier en la Resistencia francesa, desde su ingreso en junio de 1942, no está muy documentada. No obstante, su presencia como periodista en actos importantes del gobierno de la Francia de Vichy hace pensar que sus informaciones pudieron ser claves para la Resistencia francesa. Por ejemplo, Maunier fue el comentarista de radio del partido de baloncesto jugado el 7 de marzo de 1943 en Toulouse entre la Francia de Vichy y la España franquista, con asistencia del ministro francés Joseph Pascot. La imagen de Armando Maunier autografiada que encabeza este artículo corresponde a ese día.

Tras el final de la guerra y la victoria de los Aliados en 1945, Armando Maunier siguió viviendo en Toulouse y ejerciendo de periodista y corresponsal en Francia del diario El Mundo Deportivo. Escribió con asiduidad de baloncesto, ciclismo, tenis…

En 1960, Maunier abandonó Francia y emigró a México, su segundo exilio. En las tierras mexicanas, continuó su labor periodística. Cada vez que tuvo ocasión, intentó perpetuar la memoria de la Sociéte Sportive Patrie y de la selección de baloncesto de la Segunda República Española que conquistó la medalla de plata en el europeo de 1935.

Pasaron las décadas y, entre colaboraciones para medios, Armando Maunier llegó a la vejez, lejos de Barcelona y Toulouse, falleciendo finalmente en 1998 a los 91 años de edad, en México. La noticia pasó desapercibida para la prensa española.

A pesar de que el franquismo y el régimen que le sucedió olvidaron a Maunier y a la selección de baloncesto de la Segunda República, los aficionados al deporte de la canasta los han tenido presentes hasta el día de hoy. Una medalla en un campeonato europeo tiene su peso como ya demostró la película letona Dream Team 1935 de 2012.

Decía el filósofo francés Michel de Montaigne: “El hombre es sin duda un tema maravillosamente inútil, diverso y ondulante”. La cita de Montaigne tiene que ver con el polifacético Armando Maunier, con el diverso Maunier si utilizamos la terminología de Montaigne, quien fue un gran campeón tanto en el deporte como en la vida.

Emma Sharp, 1.000 millas contra la intolerancia

Gabe Abrahams

Emma Sharp fue una caminadora pionera que consiguió una gesta histórica al completar una caminata de 1.000 millas en 1.000 horas en 1864. Fue la primera mujer en conseguirlo.

Emma Sharp nació en Bradford (Inglaterra) en 1832 o 1833, según las diferentes fuentes consultadas. Durante el siglo XIX, Bradford alcanzó su esplendor como centro internacional de la industria textil, en concreto de la lana. Y Emma Sharp y sus familiares fueron parte de esa realidad social y del obrerismo del Bradford industrial de la época.

Emma Sharp se casó muy joven con John Sharp, un mecánico que más tarde se convirtió en un obrero del complejo industrial Bowling Iron Works, y ambos tuvieron dos hijos. En 1853, nació Isaac y, en 1860, siete años después, Emma Jane.

Al cumplir los treinta años, Emma Sharp se interesó por las caminatas de grandes distancias, es decir las caminatas Multiday. Y, tras tener noticias de que una caminadora australiana había tratado de alcanzar sin éxito la distancia de las 1.000 millas, decidió intentarlo ella con la peculiaridad de que las 1.000 millas las llevaría a cabo en 1.000 horas.

Como referencia anterior en el tiempo, Emma Sharp tenía la caminata de 1.000 millas en 1.000 horas realizada por el escocés Robert Barclay Allardice en 1809. El famoso Capitán Barclay, miembro de una familia de cuáqueros y pariente también de los fundadores del Barclay Bank, había completado su hazaña de recorrer 1.000 millas en Newmarket, Inglaterra.

Emma Sharp quiso demostrase a sí misma que podía caminar 1.000 millas y también quiso demostrarle al mundo que las mujeres eran tan capaces como los hombres de realizar tamaña gesta. La tataranieta de Emma Sharp, Kathy Nicol, explicó en una entrevista hace pocos años que «Emma Sharp caminó 1.000 millas para demostrar que podía hacerlo y para poner a las mujeres en el mapa».

Emma Sharp empezó su caminata de 1.000 millas el 17 de septiembre de 1864 y la concluyó 42 días después, es decir el 29 de octubre del mismo año. Durante las seis semanas que duró el reto, Emma Sharp caminó muchas horas cada día por un circuito reducido de 120 yardas, en los alrededores del pub Quarry GAP en Dick Lane, cercano a Bradford, descansando y reponiendo fuerzas en una estancia del pub preparada para tal menester.

Durante la caminata, Emma Sharp se enfrentó principalmente a dos problemas. En los inicios de la misma, se le hincharon los tobillos, pero con el paso de los días se recuperó. Durante todo el transcurso de la caminata, además, padeció una prensa y un público hostiles. La prensa la criticó con argumentos machistas, señalando su ropa «masculina» o cuestiones similares, y el público le siguió el juego, utilizando unos y otros todo tipo de estrategias para que no finalizase la caminata. Emma Sharp observó que el ambiente hostil hacia ella iba a más y, en los últimos dos días de la caminata, portó una pistola, con lo cual demostró que sabía defenderse y que su voluntad de terminar las 1.000 millas era simplemente inquebrantable.

Ante miles de espectadores, con su pistola, un bastón corto en una mano y un sombrero de paja, Emma Sharp cruzó la línea de meta a las 5:15 de la mañana del 29 de octubre de 1864 y se convirtió de esa forma en la primera mujer en completar una caminata de 1.000 millas en 1.000 horas.

Emma Sharp culminó su gran caminata, gracias a saber superar tanto sus problemas físicos como la intolerancia machista de su tiempo.

Las 500 libras esterlinas que ganó Emma Sharp, por medio de las entradas que pagaron miles de personas para verla caminar, fueron empleadas por la caminadora para fundar una empresa. Con el dinero, Sharp fundó un negocio de fabricación de alfombras en Laisterdyke, en el área de Bradford.

Emma Sharp caminó 1.000 millas siendo joven para este tipo de esfuerzos, pero nunca más llevó a cabo un reto similar. De hecho, no se tienen muchos datos sobre su vida tras su gran gesta. Se sabe, eso sí, que falleció en 1920 según la mayoría de las fuentes, es decir cuando se encontraba cerca de los noventa años, una edad muy avanzada para la media de su época, y que dejó descendencia. Una descendencia que, por cierto, la recuerda, dando a conocer su memoria. Su nieta Ann Land conservó el bastón que llevó su abuela Emma durante su caminata de 1.000 millas. Y su tataranieta Kathy Nicol habló hace algunos años en entrevistas de su tatarabuela Emma, su caminata y su lucha en pro de la igualdad de las mujeres.

Tras el fallecimiento de Emma Sharp, y ya pasada la mitad del siglo XX, surgieron otras caminadoras de grandes distancias extraordinarias tras su estela como la rusa Barbara Moore, sobre la que escribí en su momento un artículo biográfico, o la inglesa Ann Sayer, la cual había destacado en remo a nivel internacional antes de dedicarse a las caminatas de largo recorrido. Todas ellas le debieron mucho a Emma Sharp, la gran caminadora del siglo XIX, y a su memorable caminata de las 1.000 millas, ya que, en cierta forma, les abrió el camino por el cual varias décadas después transitaron.

Emma Sharp ha pasado a la historia por ser la primera mujer que consiguió caminar 1.000 millas en 1.000 horas, una gesta extraordinaria en un tiempo difícil para el deporte femenino y la igualdad. Pero también ha pasado a la historia por su valiente lucha contra la intolerancia de su tiempo, lo cual provocó que las caminatas Multiday tuviesen entre sus practicantes a mujeres y que hayan llegado así hasta nuestros días.

Por todo eso, que no es precisamente poco, la memoria de Emma Sharp ha permanecido en el tiempo, a pesar de haber transcurrido más de un siglo y medio de su enorme gesta de las 1.000 millas y más de un siglo de su fallecimiento. A día de hoy, son muchos los que la recuerdan y la admiran. Y son muchos los que la tienen muy presente. Pura justicia.

Gheorghe Gruia: la zurda que maravilló al mundo

Gabe Abrahams

Gheorghe Gruia nació en Bucarest, la capital de Rumanía, el 2 de octubre de 1940 y pasó los primeros años de su vida bajo la dictadura fascista de Ion Antonescu que gobernaba su país.

Desde junio de 1941, el régimen de Antonescu participó en la Segunda Guerra Mundial junto a la Alemania nazi y la Italia fascista. Pero, en 1944, la ofensiva de la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) lo derrocó, hecho histórico que condujo al establecimiento de la República Socialista de Rumanía.

Tras el final de la guerra mundial, el joven Gheorghe Gruia creció rápidamente hasta alcanzar su 1.92 de altura y una corpulencia muy notable y poco a poco empezó a destacar en varios deportes como el voleibol, el atletismo y el balonmano.

En 1957, coincidiendo con su ingreso en la Escuela Militar de Oficiales, Gheorghe Gruia debutó en la Liga Nacional de voleibol rumana, destacando por su condición física. En 1959, también participó en los campeonatos nacionales rumanos de atletismo de su categoría ganando dos medallas en jabalina y triple salto, lo cual demostró una vez más su talento deportivo. Y, en 1961, por fin, se decantó por el balonmano, decisión que le conduciría a la cima de ese deporte.

Con el club Steaua de Bucarest, Gheorghe Gruia ganó su primera Liga Nacional de balonmano en 1963, título que volvería a conseguir en los años 1967, 1968, 1969, 1970, 1971, 1972 y 1973. En 1968, el jugador coronó su trayectoria con el Steaua al proclamarse Campeón de Europa de clubs, tras derrotar en la final del campeonato al HC Dukla Praga de Checoslovaquia por 13-11.

Con la selección rumana de balonmano, Gheorghe Gruia igualmente tocó el cielo. En 1964, en Checoslovaquia, Gruia ganó su primer campeonato del mundo de balonmano al vencer Rumanía en la final a Suecia por 25-22. En 1970, en Francia, el jugador ganó su segundo mundial de balonmano al vencer Rumanía en la final a la RDA (República Democrática Alemana), por un ajustado 13-12.

La actuación de Gheorghe Gruia fue determinante en los dos triunfos mundialistas de Rumanía, tanto que lo consagró definitivamente como un jugador extraordinario. Jugando de lateral derecho y utilizando su exquisita zurda, el mundo se asombró con su talento y su zurda pasó a ser conocida como «la zurda de oro».

Dos años después de su última gran gesta, Gheorghe Gruia participó en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, quedando la selección rumana que él lideraba en tercera posición tras Yugoslavia y Checoslovaquia. La medalla de bronce supo a poco, aunque para él a título personal no fue tan amarga al conseguir ser el máximo goleador del torneo olímpico con 37 goles. A todos esos logros, el jugador añadió una medalla de bronce en el mundial de balonmano de 1967.

Siguiendo la trayectoria de Gheorghe Gruia, hay un dato estadístico que no se puede pasar por alto. Y es el que muestra el dominio apabullante de los antiguos países comunistas de la Europa del Este en las principales competiciones internacionales de balonmano de aquellos años. La RDA, Rumanía, Yugoslavia, o Checoslovaquia desfilan por todos y cada uno de los pódiums de las competiciones de la época.

De 1973 a 1978, retirado de la competición, Gheorghe Gruia fue Catedrático de balonmano en la Academia Militar de Rumanía, algo lógico por su condición de militar. Y, en 1978, tras dejar ese trabajo y emigrar a México, pasó a convertirse en el nuevo seleccionador nacional mexicano. En su nuevo destino, también ejerció de Catedrático de balonmano en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y de director de deportes de la cadena Televisa, entre otras actividades profesionales.

En 1992, a ocho años del cambio de siglo, la Federación Internacional de Balonmano reconoció a Gheorghe Gruia como el mejor jugador de balonmano de todos los tiempos, lo cual corroboró que fue el mejor jugador de balonmano del siglo XX.

En 1999, Gruia viajó durante unos días a Rumanía después de dos décadas de ausencia y se sintió algo decepcionado con lo que encontró. El paso del comunismo al supuesto paraíso capitalista no era lo esperado. El régimen rumano de Nicolae Ceaușescu tenía errores propios del estalinismo, pero la democracia representativa del Capital tampoco parecía el camino. Tras regresar a México, Gruia se separó de su mujer con la que había vivido durante décadas y tenido a su única hija.

En 2009, el gobierno rumano le concedió a Gheorghe Gruia un reconocimiento importante, la Orden Del Mérito Deportivo, y apareció publicada su biografía Gruia, Mister Handbal, de Horia Alexandrescu.

Unos años después, el 9 de diciembre de 2015, Gheorghe Gruia falleció de un paro cardiaco en la Ciudad de México a los 75 años de edad. La noticia causó conmoción entre los aficionados al balonmano y al deporte en general. Una parte importante de la historia del balonmano del siglo XX decía adiós.

Pasada una década del fallecimiento de Gheorghe Gruia, su recuerdo sigue estando presente entre las instituciones del deporte. Por unanimidad, le siguen reconociendo como el mejor jugador de balonmano del pasado siglo XX. No es poco para aquel joven rumano de talento innato que se decantó por el balonmano, tras unos prometedores primeros pasos en el voleibol y el atletismo. No es precisamente poco… Y es que el tiempo ha dejado claro que sus logros y sus gestas son únicas, casi irrepetibles.

Galina Zýbina y la gesta de las lanzadoras soviéticas

Gabe Abrahams

Hubo un tiempo en el que las lanzadoras soviéticas lo ganaron prácticamente todo y provocaron que la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) dominase el atletismo femenino a nivel mundial. En los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 y de Melbourne de 1956, las lanzadoras soviéticas ganaron cuatro oros olímpicos (Galina Zýbina, Nina Romashkova, Tamara Tyshkevich, Inese Jaunzeme) y consiguieron un total de trece de las diecinueve medallas disputadas en las pruebas de lanzamientos.

Repasar la biografía de la lanzadora Galina Zýbina, sirve para conocer los logros de esas extraordinarias lanzadoras y el dominio sobre el atletismo femenino que ejerció la URSS a nivel mundial gracias a ellas. Toda una gesta colectiva.

Galina Zýbina nació el 22 de enero de 1931 en Leningrado. Su padre era bombero y su madre cartera.

Durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la joven Galina y su familia, compuesta por sus padres y tres hermanos, padecieron el brutal asedio de Leningrado por parte de los ejércitos nazi y finlandés, un asedio que duró desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944.

El hambre y el frío generados por el asedio nazi-finlandés afectaron gravemente a Galina y sus familiares, tanto que ella quedó muy debilitada y su madre y uno de sus hermanos fallecieron. Su padre también murió en el frente el 10 de enero de 1944.

Concluida la Segunda Guerra Mundial en 1945 tras la derrota de la Alemania nazi y sus aliados, Galina Zýbina empezó a practicar atletismo y, al poco tiempo, se convirtió en una magnífica lanzadora de peso, jabalina y disco.

En el Campeonato de Europa de 1950 disputado en Bruselas, la joven atleta ya fue capaz de ganar la medalla de bronce en la prueba de lanzamiento de jabalina, por detrás de su compatriota soviética Natalia Smirnitskaya y de la austriaca Herma Bauma.

Dos años después, en 1952, Galina Zýbina consiguió un éxito aún mayor al alcanzar la medalla de oro en la prueba de lanzamiento de peso en los Juegos Olímpicos de Helsinki, por delante de la alemana Marianne Werner y de la también soviética Klavdiya Tochonova. Su lanzamiento de 15.28 le supuso el oro olímpico y las plusmarcas mundial y olímpica. De las nueve medallas olímpicas en disputa en las tres pruebas de lanzamientos, siete fueron a parar a la URSS.

En el Campeonato de Europa de 1954 celebrado en Berna, Galina Zýbina logró de nuevo la medalla de oro en lanzamiento de peso, superando en esta ocasión a sus compatriotas soviéticas Mariya Kuznetsova y Tamara Tyshkevich. Su lanzamiento de 15.65 la condujo a la medalla de oro y a la plusmarca europea. Galina redondeó su actuación en el campeonato al lograr la medalla de bronce en la prueba de lanzamiento de disco, tras quedar detrás de otras dos de sus compatriotas soviéticas, Nina Romashkova e Irina Beglyakova, las cuales alcanzaron las medallas de oro y plata respectivamente. Las seis medallas europeas en disputa en las dos pruebas de lanzamientos viajaron hacia la URSS.

En los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956, Galina Zýbina volvió a triunfar al lograr la medalla de plata en lanzamiento de peso, siendo superada por Tamara Tyshkevich. Durante la competición, hubo un duro enfrentamiento entre ambas, pulverizándose la plusmarca olímpica varias veces. De las nueve medallas olímpicas que hubo en disputa en las tres pruebas de lanzamientos, seis fueron para la URSS.

Tras su plata olímpica, en 1957, Galina Zýbina se casó con Yury Fyodorov, con quien tuvo un hijo dos años después. A raíz de eso, se vio obligada a bajar el ritmo de sus entrenamientos y no pudo brillar en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, ocupando una discreta séptima posición en lanzamiento de peso. Fyodorov fue comandante del crucero Aurora entre 1964 y 1985, cuando ya era un buque museo. Medio siglo antes, en octubre de 1917, el crucero Aurora había realizado el disparo que dio inicio a la toma del Palacio de Invierno de Petrogrado y a la Revolución Rusa, en la cual los sóviets (consejos de obreros) se hicieron con el poder y crearon la URSS, el primer Estado obrero de la historia.

A partir de 1960, Galina Zýbina recuperó su ritmo de entrenamientos y su nivel competitivo habitual, triunfando otra vez en los campeonatos de Europa y los Juegos Olímpicos. En el Campeonato de Europa de 1962 disputado en Belgrado, consiguió la medalla de bronce en la prueba de lanzamiento de peso, logro que repitió en los Juegos Olímpicos de Tokyo de 1964, en ambas ocasiones por detrás de su compatriota soviética Tamara Press.

Debido a su edad, Galina quedó fuera del equipo de la URSS que acudió a los Juegos Olímpicos de México 1968 y, en 1969, siendo ya veterana, se retiró de la competición.

En los años posteriores a su retirada, Galina Zýbina trabajó como entrenadora de atletismo en Estonia, entonces parte de la URSS. Finalizado ese trabajo, siguió apoyando actividades deportivas en su país. Hoy, con 93 años, Galina Zýbina es una de las grandes campeonas del atletismo femenino del siglo pasado que permanecen vivas. Parte importante del grupo de lanzadoras soviéticas que condujo a la URSS a dominar el atletismo femenino en el siglo pasado, su biografía es historia del atletismo y del deporte y sirve para recordar la extraordinaria gesta colectiva de las lanzadoras soviéticas. Una gesta colectiva que ha trascendido el paso del tiempo.

Lina Radke, una campeona olímpica en la RDA

 

Por Gabe Abrahams

Lina Radke, nacida Karoline Batschauer, fue la primera Campeona Olímpica de la historia de los 800 metros. En un tiempo difícil para el deporte femenino, ella peleó contra la adversidad y triunfó. Esta es su apasionante historia.

Oro olímpico

Karoline Batschauer nació en Karlsruhe, Alemania, el 18 de octubre de 1903. Sus padres fueron Felix Batschauer, cerrajero y mecánico de profesión, y Magdalena Fitter.

En 1917, Karoline Batschauer se mudó con su familia a Baden-Baden, lugar en el que su padre trabajó de maquinista en la fábrica Batschari. Y, a principios de los años veinte, inició sus entrenamientos y competiciones como corredora, junto a su único hermano Emil.

En 1926, consiguió su primer éxito deportivo al ganar la prueba de los 1.000 metros del Campeonato de Alemania con la camiseta del SC Baden-Baden. Y, en 1927, con su nuevo club Karlsruher FV, venció otra vez en el campeonato alemán, en esta ocasión en la prueba de los 800 metros, estableciendo su primera plusmarca mundial de la distancia con un registro de 2:23.8.

En ese mismo año de 1927, Karoline Batschauer se casó con su entrenador Georg Radke y ambos se mudaron a la ciudad de Breslau. Desde entonces, pasó a llamarse Lina Radke.

Animada por sus éxitos deportivos, la joven corredora intensificó sus entrenamientos de cara a los Juegos Olímpicos de Ámsterdam de 1928 y su sacrificio la condujo a la gloria olímpica.

El 1 de julio de 1928, con la camiseta de su tercer club, el VfB Breslau, Lina Radke demostró encontrarse en un gran momento de forma al batir su propia plusmarca mundial de los 800 metros con un registro de 2:19.6. Días después, logró su tercer título alemán de la distancia.

Ya en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, el día 2 de agosto, Lina Radke no falló y se impuso de manera brillante en la final de 800 metros, dejando atrás a la japonesa Kinue Hitomi y a la sueca Inga Gentzel. Su registro de 2:16.8 le supuso lograr la medalla de oro y alcanzar su tercera plusmarca mundial de los 800 metros.

Cabe señalar en este punto que, en los Juegos de Ámsterdam, se disputaron por primera vez pruebas de atletismo femenino, contra el criterio de Pierre de Coubertin -fundador de los Juegos Olímpicos modernos- y los conservadores del Comité Olímpico Internacional (COI). Concluidos los Juegos, el COI eliminó los 800 metros, alegando que las atletas no los soportaban. Hasta los Juegos de Roma de 1960, no se recuperó la distancia. Las teorías de Coubertin y el COI fueron hechas mil pedazos cuando las mujeres compitieron en largas distancias décadas después y alcanzaron registros incluso mejores que las antiguas plusmarcas masculinas.

Tras los Juegos de Ámsterdam, Lina Radke siguió entrenando y compitiendo y volvió a destacar en los campeonatos alemanes. En 1930 y 1931, consiguió ser subcampeona alemana de los 800 metros, siendo superada por Marie Dollinger. Y, en 1930, logró la plusmarca mundial de los 1.000 metros.

En 1934, después de participar en los Juegos Mundiales para Mujeres, una competición femenina disputada entre 1922 y 1934 y existente gracias a la feminista francesa Alice Milliat y su Fédération Sportive Féminine Internationale (FSFI), Lina Radke se retiró de la competición definitivamente y se dedicó a ejercer de entrenadora en su club, el VfB Breslau.

Desde esas fechas, se apartó de toda actividad pública, por ser contraria al gobierno alemán nacionalsocialista. Y, en 1937, junto a su marido Georg Radke, tuvo al que sería su único hijo, Norbert.

La RDA

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) fue un tiempo de calamidades y penurias. Duro, difícil de llevar. En esos años, Lina Radke padeció todo tipo de dificultades. Por ejemplo, su marido Georg Radke pasó un tiempo en un campo de prisioneros soviéticos.

Al concluir la guerra, Lina fue expulsada de Breslau, que se había convertido en polaca, encontrando refugio junto a su marido e hijo en Torgau, una población situada en el este de Alemania. En el viaje de Breslau a Torgau, Lina perdió un objeto muy especial para ella, perdió su medalla de oro olímpica. Torgau se encontró bajo el control de la URSS hasta que en 1949 pasó a ser parte de un nuevo estado comunista, la República Democrática Alemana (RDA).

Asentados en Torgau, Lina Radke y su marido George Radke ejercieron de entrenadores y consiguieron logros destacados en la joven RDA. Por ejemplo, su discípula Elli Sudrow se proclamó campeona nacional de 800 metros en 1951 y 1953.

En 1956, ambos vieron recompensada su labor, cuando el Comité Olímpico de la RDA reprodujo la medalla de oro olímpica de Lina, extraviada durante su viaje de Breslau a Torgau, y se la entregó como reconocimiento.

En 1961, el matrimonio Radke puso fin a su estancia en la RDA y se marchó a vivir a Karlsruhe, la ciudad natal de Lina, en ese momento perteneciente a la República Federal de Alemania (RFA). La marcha de la Alemania comunista hacia la Alemania capitalista fue motivada por el deseo de su hijo Norbert de dedicarse a ser músico de jazz.

El regreso a Karlsruhe

Al poco tiempo de su regreso a Karlsruhe, las esperanzas de Lina Radke de recibir apoyos para su actividad deportiva se desvanecieron. Lina comprobó que ni su antiguo club, ni la Federación de Atletismo de la República Federal de Alemania, ni el Comité Olímpico del país, tenían intención de ayudarla. La única excepción fue el ayuntamiento de Karlsruhe, quien en 1973 le entregó la medalla de oro de la ciudad por su trayectoria. Quedan pocas dudas de que la buena relación del matrimonio Radke con el deporte de la RDA fue lo que motivo la falta de apoyos.

A raíz de esa situación, Lina Radke vivió retirada de toda actividad pública durante sus últimos años de vida como en los años de la Alemania nazi, pasando al anonimato más absoluto. Tanto que el 8 de octubre de 1983 un cargo deportivo se encontró con la sorpresa de que, al ir a felicitarla por su 80 cumpleaños, sus vecinos le dijeron: «¡La señora Radke murió hace seis meses!».

Lina Radke efectivamente falleció el 14 de febrero de 1983, con 79 años, siendo enterrada en el cementerio de Mühlburg, perteneciente a Karlsruhe, sin que trascendiese la noticia. Su marido Georg Radke le sobrevivió diez años.

Tras su fallecimiento, Lina Radke recibió escasos reconocimientos. El motivo no fue otro que su buena relación con el deporte de la RDA, como ya le ocurrió en vida. Con el paso de los años, no obstante, las instituciones políticas y deportivas trataron mejor a la atleta. En 2021, se inauguró el Pabellón Lina Radke en Karlsruhe. Y, en 2022, la World Athletics, es decir la Federación Internacional de Atletismo, le dedicó a la corredora una placa conmemorativa en el Estadio Olímpico de Ámsterdam, lugar en el que ella tocó el cielo.

No podía ser de otra forma…

Lina Radke, una corredora excelente envuelta en una época difícil, peleó contra la adversidad y ganó. Fue la primera Campeona Olímpica de los 800 metros. Su trayectoria y su gesta olímpica son pura historia del deporte del siglo XX. Son imborrables.

Alice Coachman, la primera campeona olímpica negra

Gabe Abrahams

En mi anterior artículo dedicado al atleta de color Ralph Metcalfe, expliqué sus logros en el deporte y la política, conseguidos en medio de la segregación racial de Estados Unidos. En el presente artículo dedicado a la atleta Alice Coachman, narro otra historia de grandes éxitos deportivos y segregación.

Alice Marie Coachman Davis (1923-2014) nació el 9 de noviembre de 1923 en Albany, Georgia, Estados Unidos. Fue la quinta hija de Fred y Evelyn Coachman, los cuales tuvieron un total de diez hijos.

Alice Coachman asistió a las escuelas Monroe Street Elementary School y Madison High School. Y, por ser negra, fue segregada y no pudo practicar atletismo junto a sus compañeras blancas. La segregación en Estados Unidos fue ley (leyes Jim Crow) hasta 1967, legislación cumplida tanto en los Estados del sur como en los del norte sin excesivas contemplaciones.

En 1939, Alice Coachman prosiguió sus estudios en la Escuela Preparatoria de Tuskegee, Alabama, gracias a una beca otorgada por sus condiciones atléticas, graduándose con una licenciatura en Confección en el Instituto Tuskegee en 1946. Tres años después, también consiguió una licenciatura en Economía en el Albany State College.

Desde 1939, la carrera deportiva de Alice Coachman fue espectacular. Entre ese año y 1948, Coachman ganó diez veces la prueba de salto de altura en los campeonatos de atletismo de Estados Unidos, venciendo además en otras pruebas como los 100 metros lisos y el relevo 4×400 metros.

Por culpa de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Coachman no pudo competir en los Juegos Olímpicos de 1940 y 1944. Aunque, una vez terminó el conflicto, sí pudo hacerlo finalmente en los Juegos Olímpicos de Londres de 1948. En medio de una disputa emocionante, Coachman ganó la prueba de salto de altura al derrotar por unos pocos centímetros a la británica Dorothy Tyler, Subcampeona Olímpica de la especialidad en los anteriores Juegos de Berlín de 1936.

La victoria le supuso a Alice Coachman colgarse el oro olímpico y convertirse en la primera mujer negra en alcanzar tamaña gesta.

Tras su triunfo, Alice Coachman fue recibida por las autoridades de Estados Unidos. En su ciudad natal, Albany, esas autoridades segregaron a los ciudadanos negros que acudieron a recibirla, separándolos de los blancos, a la vez que a ella le negaron el saludo por ser negra. Un caso similar al que padeció doce años antes el atleta Ralph Metcalfe, cuando tras alcanzar el oro olímpico el presidente Franklin D. Roosevelt se negó a darle la mano por su condición de negro.

Después de los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, Alice Coachman se retiró del atletismo y se dedicó a la educación. Se casó dos veces y tuvo dos hijos de su primer matrimonio. Además, fundó la Alice Coachman Track and Field Foundation, con el objetivo de ayudar a los atletas con pocos recursos económicos.

Pasada una década del final oficial de las leyes de segregación, en 1975, Alice Coachman fue admitida en el USA Track and Field Hall of Fame. En 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, también recibió un reconocimiento público. Y, en 2004, fue incluida en el United States Olympic Hall of Fame. La segregación racial pesaba sobre las conciencias de muchos cargos deportivos norteamericanos, lo cual motivó que más de una institución otorgarse premios a deportistas negros que en el pasado habían sido injustamente tratados por el mero hecho de serlo.

En 1998, Alice Coachman recibió otro importante reconocimiento. La Alpha Kappa Alpha Sorority, la primera fraternidad de mujeres negras de Estados Unidos, le otorgó la membresía de honor. Fundada en 1908, desde sus inicios, la fraternidad luchó a favor de las mujeres de color, teniendo entre sus miembros a personajes relevantes e, incluso, a diversas medallistas olímpicas como Tonique Williams-Darling, Vonetta Flowers, Debi Thomas o Zina Garrison.

Alice Coachman falleció en Albany, Georgia, el 14 de julio de 2014, de un paro cardíaco. Su muerte fue llorada por el mundo del deporte, el olimpismo y las gentes de la tierra que la vio nacer, muchas de ellas afrodescendientes. Solo dos meses después del desenlace, el 25 de septiembre, falleció Dorothy Tyler, su rival y compañera en el pódium de los Juegos de Londres de 1948. Ambas estuvieron muy cerca, tanto en el deporte como en el final.

Transcurrida una década del fallecimiento de Alice Coachman, su ciudad natal Albany tiene una avenida y una escuela con su nombre a modo de homenaje y las instituciones deportivas internacionales la tienen muy presente. No hay aniversario de sus hazañas atléticas que pase desapercibido. No hay aniversario de su gesta olímpica que no se conmemore. La primera mujer negra que consiguió una medalla de oro en una olimpiada se ha ganado un hueco en la historia del deporte. Justicia, tal vez, solo justicia es la palabra.