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Etiqueta: Garantías Sociales

Que los diputados den el ejemplo con la jornada 4-3

Vladimir de la Cruz

La jornada de trabajo de Costa Rica, de 8 horas diarias, fue establecida en diciembre de 1920. Esta jornada fue regulada constitucionalmente desde 1943, en la Constitución de 1871, cuando se agregó, a esa Constitución, el Capítulo de las Garantías Sociales, aprobado ese año, junto con las jornadas nocturna y la jornada mixta, diurna nocturna.

En esa Reforma constitucional de 1943 se dio un Pacto Social y Político histórico, entre el Gobierno de Rafael Ángel Calderón Guardia, la Iglesia Católica jefeada por el Obispo Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, y el jefe del Partido Comunista, Manuel Mora Valverde, todos ellos hoy reconocidos como Beneméritos de la Patria.

La Guerra Civil de marzo y abril de 1948 produjo el ascenso al Gobierno de José Figueres Ferrer, también reconocido como Benemérito de la Patria, quien el 8 de mayo de 1948 al asumir el Gobierno, declaró la Fundación de la Segunda República, período histórico que seguimos viviendo. En ese primer año de su Gobierno convocó a la Asamblea Constituyente que trabajó durante el año 1949, aprobando la Constitución Política actual.

En esta Constitución se recogió, en el Capítulo de Garantías Sociales, las reformas hechas en 1943, ligeramente ampliadas, estableciendo, de esa manera, el régimen laboral del país, en sus jornadas de trabajo, lo ya establecido desde 1920 y 1943. Esto también se llevó al Código de Trabajo, aprobado en 1943, vigente en sus aspectos fundamentales hasta hoy, con las reformas laborales aprobadas en el Gobierno de Miguel Ángel Rodríguez, La Ley del Trabajador, y las reformas laborales del 2009, con el perjuicio y limitaciones que se le ocasionaron por las reformas legislativas del 2018-2019 en el Gobierno de Carlos Alvarado Quesada.

La legislación vigente establece la jornada máxima diaria en 8 horas diurnas o en 6 nocturnas, y un sistema mixto diurno nocturno. Cualquier hora adicional se paga con un 50% más de su valor. Así, por ejemplo, si se paga a ¢100 la hora, la extraordinaria se pagará a ¢150. Si bajo este sistema se trabajan 12 horas, las primeras ocho se pagan por ¢800 y las segundas cuatro horas extras por ¢600, para un total de ¢1400 por jornada diaria.

Desde hace muchos años, en este siglo, se viene discutiendo la posibilidad de establecer una jornada laboral de 12 horas diarias. Así se discutió en la Asamblea Legislativa en el 2004. De establecerse esa jornada, en el ejemplo anterior, todas las horas se pagan igual, a ¢100 cada hora, con lo cual se incrementa el tiempo de trabajo, a 12 horas y su pago a ¢1200 diarios, con lo cual se rebaja el pago en ¢200, al no pagarse 4 horas extras, sobre las primeras ocho horas trabajadas.

También se elimina la jornada mixta y se ahorran los patronos los pagos diferenciados.

Esta jornada del 4-3 repercute en los beneficios sociales del aguinaldo, el salario escolar, las prestaciones, y en el largo plazo en la pensión, pues, al no pagarse los incentivos y beneficios de horas extras, no se contabiliza su monto proporcional en estos derechos. Así, la reforma debilita estos beneficios y derechos sociales.

La rebaja en el pago diario por la jornada de 12 horas, diarias por cuatro días a la semana, también produce proyectivamente una rebaja en lo correspondiente al pago de aguinaldo, y en el acumulado histórico para las futuras pensiones de los trabajadores que tenderán a más bajos ingresos jubilatorios.

En la vida diaria es también una rebaja de dinero que incide en la reducción de la capacidad adquisitiva del salario, respecto a los precios de los productos básicos de consumo, la canasta básica, entre ellos, que suben de precios todos los días, bajo muchos pretextos. De hecho, los salarios suben en escalera mientras los precios de los artículos de consumo suben en ascensor.

Así, con la jornada de trabajo de 12 horas, se trabaja más por día o por noche, se recibe menos dinero y se pagan los productos de consumo cada vez más caros, porque en correspondencia con estas posibles modificaciones a la jornada, y los salarios, no se congelan los precios de los artículos de primera necesidad, ni se congelan los alquileres que paga la gente, ni se congelan los pagos de los servicios públicos, como agua, servicios y ciertas tasas municipales, el servicio de recolección de basura, electricidad, y cualquier otro servicio público, como los peajes de vehículos, que en una situación de crisis y de congelamiento real, que hay de salarios y pensiones, también deberían someterse a congelamiento sus alzas. En este campo las Defensorías de los Habitantes y la de los Consumidores son simples papeles pegados en la pared, carecen de los sentidos de vista, el oído y la voz.

¿Cómo podemos ver en su efecto práctico esta jornada 4-3? Veámoslo así: Los trabajadores, en su desplazamiento al trabajo, emplean de una a dos horas más, antes de llegar a sus trabajos, desde que se levantan, bañan, visten, desayunan y toman los buses, a veces uno, dos o tres buses.

Igualmente gastan este tiempo para regresar a sus hogares. En la jornada laboral de 12 horas, si un trabajador entra a las 7 de la mañana, saldrá de su casa alrededor de las 5 a.m. y regresará alrededor de las 8:30 ó 9 de la noche. Así, durante 4 días a la semana este trabajador se alejará de su hogar por un lapso entre 14 y 16 horas cada día.

En el supuesto de que el cónyuge trabaje igual jornada y coincida en los días, ambos estarán juntos durante 3 días a la semana, pero los otros 4 dejan al garete a toda su familia. Con esta jornada, ningún sistema familiar se fortalece ni se integra.

Por otra parte, los niños ya no tendrán el apoyo de los padres en sus estudios, y estarán más solos y abandonados familiarmente. Y, si los cónyuges no coinciden en sus días laborales, uno trabajando de lunes a jueves y el otro de jueves a domingo, nunca se verán. La Familia, pilar de nuestra sociedad, se debilita, se fragmenta, entra en crisis y se pospondrá la creación de familias en tanto se postergarán las posibilidades de matrimonios o de vivir en parejas para la procreación.

Y, si por ese abandono laboral de sus hogares los esposos tienen que contratar personas para el cuido de sus hijos, les implica un gasto adicional más, y una reducción en sus ingresos, si pudieran pagar esos servicios, porque las fábricas, empresas e instituciones no tienen guarderías, ni aulas, para que los hijos de sus empleados, durante estas jornadas, sean atendidos en guarderías o puedan recibir clases, con maestros y personal contratado para esos efectos.

Tampoco hay una política social estatal que impulse fortalecer la creación de guarderías y de aulas en las empresas o fábricas, porque los empresarios no tienen tampoco esta visión de la responsabilidad social empresarial de esta manera, ni tienen ningún interés en ello, ni ninguna sensibilidad social en este sentido.

En el año 2004 y siguientes, el gran representante de los empresarios, hoy privado de su libertad, preso en su domicilio, Samuel Yankelewitz, decía que esa jornada era a favor de la familia, porque permitiría mayor integración familiar. Igual decía que iba a favorecer el estudio y la superación profesional de los trabajadores. Pero ¿a qué hora van a poder estudiar los trabajadores con jornadas de 12 horas diarias? Los colegios nocturnos, han venido debilitándose y, con estas jornadas acabarán por cerrarse todos, lo cual disminuye las posibilidades de superación y fortalecerá el incremento de la pobreza y de la pobreza extrema, que ya es muy alta en el país. Familiarmente, con esas jornadas, ¿en qué momento se podrá realizar plenamente una pareja matrimonial, para sus propias relaciones y las relaciones con sus hijos?

La modificación que se quiere hacer el régimen de jornadas laborales es violenta, anticonstitucional, inhumana, anticristiana y anti familiar, es especialmente contra la niñez de la clase trabajadora.

Es violenta porque regresa al régimen laboral del siglo XIX existente en Europa, en Estados Unidos y en los países que experimentaban el desarrollo de sus revoluciones industriales, y en la mayoría de los países, donde las jornadas se excedían de las 10, 12, 14 o más horas diarias, situaciones socioeconómicas que provocaron, a la vez, las diferentes luchas sociales de los trabajadores, que por ello se dieron, la lucha por la legislación laboral y social, y la lucha por la jornada de 8 horas que se logró en 1886, y a partir de 1890, cuando se generalizó a nivel mundial su lucha. La jornada de 12 horas es volver a los sistemas laborales del siglo XIX, sin duda alguna.

Los que se inspiran en la doctrina social de la Iglesia Católica, si realmente son cristianos, y practican el cristianismo, con base en esa doctrina, más allá de la apariencia de asistir a los rituales como las misas, a las que muchos van tan solo por la vista social, para que los vean en la Iglesia, para guardar las apariencias, deben estudiar, por lo menos, las encíclicas papales relacionadas con los temas sociales y laborales, y las que tratan de la justicia social, de la visión cristiana del trabajo, de la justa retribución salarial del trabajador, como jornadas de trabajo, derecho de huelga y organización sindical, derecho a un justo salario.

Estas Encíclicas, las que recomiendo, son: la Rerum Novarum, la Quadragesimo Anno, Mater et Magistra, Pacem in Terris, Populorum Progressio, Octogesima adveniens, Laborem Exercens, Sollicitudo Rei Socialis, Centesimus Annus, Caritas in veritate, Laudato si y Fratelli tutti.

A sacerdotes también les recomiendo su lectura, si no lo han hecho, o su relectura, por si se les han olvidado conceptos claves para entender por qué hay que estar contra la jornada de trabajo de 12 horas diarias, y en contra del proyecto de ley de las jornadas 4-3. También deberían repasar el Código Social de Malinas de 1927.

Los diputados, de tradición cristiana, católica, u otra manifestación cristiana, si no actúan de conformidad con estos valores, son unos verdaderos fariseos parlamentarios, son verdaderos hipócritas, son simples fingidores de principios y valores cristianos, que ni conocen ni practican, simuladores, por ello inmorales o amorales, y falseadores reales del cristianismo y sus valores fundamentales, relacionados con el mundo del trabajo y de los trabajadores. De hecho, carecen de estos valores, aunque finjan creer en ellos, y aunque los invoquen de vez en cuando, al menos para su discurso político.

Dentro de un modelo de desarrollo neoliberal, nada social, como el que se impulsa, lo que se busca es bajar costos de producción disminuyendo el pago de salarios y de los beneficios sociales adicionales de los trabajadores, aumentar la riqueza de los empresarios y aumentar la pobreza de los trabajadores. Los defensores de estas reformas no ocultan que están vinculadas estrechamente a los requerimientos de la globalización, con la apertura comercial que se ha pretendido con los tratados firmados por el país, y con los nuevos procesos de inversión económica que se esperan lograr.

Con esta reforma a la jornada de 8 horas, se pretende regular nuevas modalidades de trabajo que se están tratando de imponer y generalizar en todas las actividades empresariales y productivas del país. El confite del engaño está en decirle a los trabajadores que es optativa. Tal vez sea optativa para una parte de los que ya están trabajando. Para los nuevos trabajadores esa será su jornada, sin opción de la de 8 horas.

Una modalidad de la jornada 4-3 es la llamada jornada laboral anualizada, que está concebida sobre prácticas europeas del trabajo estacional debido al invierno y las nevadas en actividades agrícolas.

Para esta jornada, se toman en cuenta todas las 52 semanas del año, a razón de 48 o 36 horas semanales de trabajo, según sea la jornada diurna o nocturna. En consecuencia, jornada anual de 2400 horas diurnas y 1800 nocturnas, que incluye los 15 días de vacaciones.

Quienes acepten esta jornada la trabajan intensamente, de seguido, en jornadas de 10 horas de manera que se trabajan 240 días diurnos o 180 nocturnos, quedando prácticamente tres o seis meses libres.

Durante estos meses libres, de mantenerse una relación estable, la empresa suspende el contrato de trabajo, con todas las implicaciones legales que eso significa.

Por este camino también se violan y pierden derechos y beneficios sociales. Veamos:

1.- El pago de aguinaldo, salario escolar o prestaciones se haría en proporción al trabajo de 240 días y no de 365 días, con lo cual el trabajador recibe menos dinero. El patrono se gana el equivalente al aguinaldo completo y 2 meses de salario.

2.- Al dejar de pagar las obligaciones sociales del Seguro Social y Banco Popular durante el período de suspensión laboral, el trabajador pierde 3 cuotas de pago por año, que le van a faltar para cuando tenga que hacer el cálculo de su pensión. Así, el trabajador tras laborar 35 años para tener derecho a su pensión tendrá que ampliar su jornada de trabajo en 105 meses, es decir en 9 años más, para poder tener el total de las cuotas anuales a razón de 12 por año que pide el Seguro Social. Por eso también, hay tendencia a ampliar el plazo de años y de cuotas de pago, al Seguro Social, para tener derecho a la pensión. Por otra parte, el patrono se ahorra estos 9 años de pagos de Seguro Social y de Banco Popular.

Uno de los problemas sociales más graves que se va a presentar asociado a este régimen de jornadas es la contratación por el salario a la baja.

Con la masa de desocupados, que ronda los 500.000, la lucha por el empleo no importa cuál sea la jornada, va a ser por la contratación de cualquier jornada y el salario más bajo. Hacia eso están empujando con esta Reforma que pretende imponer la jornada 4-3. A ello se agrega el valor ideológico de estar afirmando que la pobreza y la extrema pobreza no tienen solución, que lo que se trata es de que no crezca, cuando constantemente crece.

Sobre esta violencia laboral va a aumentar la violencia sobre el sector doméstico y las amas de casa. El trabajo supone una actividad, un empleo y un salario. Las amas de casa realizan su trabajo sin que se les reconozca socialmente su trabajo y por ello carecen de salario, por el trabajo que realizan. Su jornada con el establecimiento de la jornada 4-3, para ellas va a aumentar, a 16 o más horas diarias, porque se tendrán que levantar más temprano y acostar más tarde para atender a sus compañeros de hogar, junto con las tareas propias del hogar, en sus dobles o triples trabajos, esposas, madres y trabajadoras de su hogar.

Hace algunos años se reguló el trabajo del servicio doméstico remunerado, se reguló la jornada de 12 horas de trabajo que tenían las empleadas domésticas y se estableció la jornada de 8 horas para ellas.

Esto se vuelve a alterar con la jornada 4-3 violentamente.

La incorporación de los jóvenes, de los excluidos de la educación, de los trabajadores informales, violentará más sus condiciones de vida y trabajo, con esta nueva jornada que se pretende imponer. Se trata de cambiar también el papel y el valor del trabajo.

El trabajo ha creado una fuerza social poderosa, al movimiento obrero, aunque sea débil orgánicamente en el país. El movimiento obrero hoy no es el del siglo XIX, ni el del siglo XX. Hoy es un concepto más amplio, los trabajadores en sus diversas modalidades de asalariados, que incluye importantes segmentos de las clases medias golpeadas en sus ingresos, salarios o pensiones, aliados estratégicos de los trabajadores con salarios e ingresos más bajos, porque a sectores de la clase media los están empujando hacia los sectores pobres de la sociedad.

La nueva Asamblea Legislativa debería desarrollar un Foro, por lo menos, de una semana de trabajo intenso, con todos los sectores involucrados en esta reforma laboral que se pretende. Un Foro con los empresarios, patronos y sus cámaras empresariales, con todos los sectores sociales, los sindicatos por medio de sus Federaciones, especialmente, con los sectores cooperativos y solidaristas, con representantes de los partidos políticos, que incluya a los que no están en la Asamblea legislativa, y que participaron en las últimas elecciones, si tienen algo que decir en esta materia, los sectores académicos de las universidades del país, públicas y privadas, de las Escuelas de Derecho, a la Oficina de la Organización Internacional del Trabajo, que tiene sede en el país, representantes del Patronato Nacional de la Infancia, del Instituto Nacional de la Mujer, INAMU, de las organizaciones de mujeres que hay inscritas en INAMU.

Los diputados deberían dar el ejemplo de la jornada 4-3. De hecho, trabajan de lunes a jueves, solo cuatro días, en sus comisiones y el Plenario. Los viernes no trabajan parlamentariamente. Sábados y domingos tampoco trabajan legislativamente. Tan solo los jefes de fracciones legislativas atienden la prensa por la mañana del viernes para hacer un balance, ante los periodistas, de lo realizado durante la semana y exaltar el control político que realizan.

Queremos ver a todos los diputados, con los funcionarios de sus oficinas, y el resto del personal legislativo trabajando la jornada 4-3, con efectivos tres días de descanso para todos ellos. Esto sí sería un buen ejemplo para todos los trabajadores a quienes se les quiere recetar la bondadosa jornada 4-3. ¡¡¡Apruébenlo para ustedes, señores diputados!!!. Den el ejemplo. La misma reforma legislativa que se necesita hacer para los trabajadores se puede hacer para todo el personal de la Asamblea Legislativa, incluidos los diputados, que marquen reloj de 12 horas efectivas. Los reto públicamente.

El tiempo de trabajo de las comisiones, y la entrada de los diputados a sus oficinas, no les permite atender todas las Comisiones. Tampoco lo pueden hacer por el tamaño de las fracciones, todas excepto una, menores de 10 diputados.

Si los diputados tuvieran una jornada real, efectiva, de 12 horas diarias, como se pretende que la tengan los trabajadores del país, podrían atender más comisiones de trabajo y podrían ser más efectivos en su labor parlamentaria.

Si los diputados trabajaran 12 horas diarias, supongamos de 7 a.m. a 7 p.m., darían un gran ejemplo al país con lo que pretenden imponer a todos los trabajadores. Hasta podrían aprobar más y mejores Proyectos de Ley.

Pero esa jornada implica que todos los trabajadores de la Asamblea Legislativa, casi 1000 que tiene, tendrían que estar igual que ellos, con jornadas de 12 horas efectivas de trabajo, para acompañarlos desde que lleguen a las 7 a.m. hasta las 7 p.m. ¿Estarán de acuerdo estos trabajadores en dar el ejemplo de la jornada 4-3? Y, ¿por qué no, también en la Casa Presidencial, con todo su personal, con una jornada 4-3?

En todo esto, el Patronato Nacional de la Infancia, que vela por la integración de la familia, del niño particularmente, las organizaciones de mujeres, los sindicatos y la Iglesia Católica, especialmente, guardan silencio. De las otras iglesias representadas políticamente también están en silencio.

Si fuera buena jornada la de 12 horas ya la habrían establecido países industriales como Estados Unidos, Francia, Alemania, Inglaterra. Sin embargo, la tendencia en ellos es bajar la jornada de trabajo a 7 o 6 horas diarias. En Europa varios países están con jornadas de 35 y 36 horas semanales.

Hay que detener la reforma laboral que impulsan todos los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa. pues empeorará las condiciones de vida y de trabajo de la población costarricense. Diputados, den el ejemplo. Empiecen ustedes con jornada 4-3.

 

Compartido con SURCOS por el autor.

NO SE DEBEN ENTREGAR DERECHOS

Martín Rodríguez E.

La estrategia del Gobierno del sector empresarial es, sentar a la mesa a «todos» los actores sociales para legitimar un atropello más a los derechos de la clase trabajadora y del pueblo.

NADA HA SIDO GRATIS, ningún derecho alcanzado, ni en la seguridad social, laboral o económica, ha sido un regalo, ni del gobierno, ni de los empresarios.

TODO, absolutamente todo, ha sido ganado en las calles, con un pueblo en lucha para mejorar sus condiciones laborales y económicas y las de su familia. Para poder tener casa, educación, alimento y vestido para sus hijos e hijas.

LA CLASE TRABAJADORA de los años 1920´s, 40s, 50´s, 60´s y 70´s, lucharon en las calles, fueron golpeados, encarcelados y asesinados por la policía para poder obtener el derecho a la jornada de 8 horas, las garantías sociales, la salud, la educación, el agua, la electricidad, la vivienda y el Código de Trabajo.

HOY PERDEMOS TODO, hipotecando lo más preciado, el futuro de jóvenes, niños y niñas, que vivirán lo que a inicios del Siglo 19 se vivía, la esclavitud laboral, el hambre y la miseria.

MIENTRAS en muchos países europeos han reducido la jornada laboral de 48 a 35, 32 y hasta 29 horas semanales, en Costa Rica pretenden esclavizarnos.

SI PERMITIMOS este nuevo ataque contra la jornada laboral de 8 horas, preparemos a los jóvenes a vivir en esclavitud.

EN LA ENCRUCIJADA, solo queda un único camino, y estamos legando a ella. Como en una calle ciega, amenazados por delincuentes, solo queda organizarse y luchar.

LAS ORGANIZACIONES SINDICALES, y todo el pueblo costarricense, se enfrenta a la decisión más determinante de la historia de este Siglo, ASUMIR CON VALENTÍA y enfrentar a la narcomafia políticoempresarial que pretende robarse TODO y llevarnos a más desempleo, pobreza y miseria.

DOS COSAS PODEMOS HEREDAR a nuestros hijos e hijas, la actitud valiente en lucha por sus derechos o la claudicación y esclavitud ante un régimen mafioso que opera desde el poder político.

1 de junio de 2022

LA GUERRA CIVIL DEL 48: Una lectura historiográfica distinta

Trino Barrantes Araya
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Alfonso Pardo Martínez
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Introducción

Recorrer historiográficamente los hechos políticos de 1948, obliga a armarse de un cuerpo teórico, para no quedar enredado en los intersticios y el tejido con que se ha escrito la historia oficial. En cualquiera de las corrientes, son los vencedores a los que se le ha otorgado la potestad de esa narrativa.

Algunos historiadores dan por sentado la lectura obligada de la Huelga de Brazos Caídos, como antecedente inmediato que supone las bases de los fenómenos que precipitarán más tarde la Guerra Civil (Calderón Hernández, 2002; Molina, 2002, Contreras, 2008, Lehoucq, 19912). Obviamente para explicar los hechos político-militares de 1948, estamos en la obligación de explicar muchos otros factores que precipitaron este conflicto armado. Pero los hechos del 48, no serían completos si no se tiene como marco de referencia el papel del Partido Vanguardia Popular, la política de alianzas y los capítulos de las Garantías Sociales, el Código de Trabajo, la aparición de la Caja Costarricense del Seguro Social y la fundación de la Universidad de Costa Rica. Obviamente, estos aspectos gustan ser soslayados por una parte de los historiadores y principalmente por la historia oficial.

Otros/as han señalado, a partir de los actores sociales, nuevas propuestas para describir el carácter tan violento que asumen estos hechos históricos. Un gran esfuerzo a partir de las memorias de los niños y niñas nacidos en el marco de la guerra. Interpretaciones y explicaciones desde lo militar, lo diplomático o confrontando relatos, recopilan de manera dialéctica visiones distintas del acontecimiento vivido en dicho momento.

I.- Los niveles de los contextos: Lo internacional y lo nacional

La Crisis Económica de 1929-1933, la inestabilidad económica resultado de la Segunda Guerra Mundial, el nuevo mapa bipolar surgido a partir de 1945. La nuevas vías y propuestas para el desarrollo de nuestras economías bajo la hegemonía del imperialismo norteamericano. El marco generado a partir de la “Guerra Fría” representan, sin lugar a dudas, el marco coyuntural de la situación internacional en que queda inscrito nuestro país y consecuentemente la Guerra Civil del 48.

En lo interno, es fácil adivinar que la década de los años 40, tienen en sus cimientos el germen que va a potenciar más tarde el caldo de cultivo en donde se precipitan los hechos político-militares del 48.

Nuevas divisiones políticas, consolidación de lecturas ideológicas diferentes, partidos minoritarios que asumen un papel protagónico, tal es el caso de Confraternidad Guanacasteca, el papel mediático de la prensa y las acusaciones mutuas respecto al fraude electoral, van dándole cuerpo al tejido en donde tendrá lugar el conflicto señalado.

Una pequeña burguesía intelectual, conducida por el Centro de Estudios de Problemas Nacionales, un cierto corrimiento del Partido Vanguardia Popular a las tesis gobiernistas, los pequeños empresarios políticos; nuevas políticas de alianza tendrán como resultado una polarización política cada vez mayor.

Todo lo anterior nos lleva a un hecho desencadenante que tendrá sus prolegómenos más marcados con los efectos generados a partir de las elecciones de 1948. Esta campaña polarizó dos visiones político-electorales, claramente diferenciadas. Por una parte, la figura de Otilio Ulate, encabezando el Partido Unión Nacional y por la otra, el Dr. Rafael Ángel Calderón Guardia, líder indiscutible del Partido Republicano Nacional. Monseñor Sanabria, Manuel Mora Valverde, el Partido Vanguardia Popular, el papel decidido de los sindicatos bajo la ideología marxista, forman ese complejo tejido donde se dan estos acontecimientos.

Es necesario tener presente, como lo reseña Iván Molina, que a pesar del contexto de fraude que sirve de aureola a las elecciones de 1944, se introdujo una de la más importante reforma al Código Electoral en 1946, la cual tuvo como objetivo independizar la organización de los comicios electorales por parte del Poder Ejecutivo, para dejarlo en manos del Tribunal Nacional Electoral (2002:181.

El otro elemento que es importante tener presente en esta aproximación, fue la creciente polarización política dentro de la misma oposición entre Cortés y Ulate, que de alguna manera será el que incida más directamente en el desencadenamiento de los conflictos de 1948 (Contreras,2008:190).

Actores sociales más relevantes en los hechos político-militares de la Guerra Civil de 1948

Debemos reiterar en esta apartado que, un aspecto que influyó decididamente en el espacio político en los años cuarenta, fueron las reformas sociales, orientadas a favorecer a las grandes mayorías y consecuentemente a potenciar su nivel político-ideológico (http://www.museocostarica.go.cr/es_cr/en-detalle/la-guerra-civil-de-1948-una-sintesis.html?Itemid=115)  Pero, con esa misma rigurosidad que vemos los antecedentes de este conflicto, estamos en la obligación de ver objetivamente los hechos ocurridos en el mismo contexto de la guerra. Estos factores y los nuevos actores sociales imprimen un sello de larga data a este acontecimiento (http://historia.fes.ucr.ac.cr/dialogos.htm).

No se trata de darle un lugar de privilegio a los actores que conoce el discurso oficial, a saber: Teodoro Picado M, José Figueres Ferrer, Otilio Ulate Blanco, Santos León Herrera. De igual envergadura es dar lectura al papel del Partido Social Demócrata, el Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, el Ejército de Liberación Nacional, la Legión del Caribe (Schifter, 1980:68 y 75) y, la doctrina social de la iglesia, el aporte del Partido Vanguardia Popular y claro está, la fracción oficialista.

Sobre la Legión del Caribe, Guillermo Villegas H, en su narrativa testimonios del 48, sostiene como tesis central que varios militares (Juan Rodríguez, de la República Dominicana, Rosendo Argüello, de Nicaragua, Horacio Julio Ornes, entre otros, se hicieron presentes en Costa Rica y su papel en el conflicto fue muy importante, además del aporte en la proporción de armas para darle un contenido real al proceso de la guerra (Cfr, Villegas, PP.: 199, 208, 210).

Recordemos aquí, tal y como lo señalamos en nuestra introducción en este apartado es necesario referir a la Huelga de Brazos Caídos de 1947. Aunque en esencia, este movimiento fue un paro patronal, lo cierto también es que sus demandas fueron aceptadas como definitivas por el Tribunal Nacional Electoral. Cabe destacar que los actores sociales más importantes de este evento lo constituyeron los trabajadores del sistema bancario nacional y los comerciantes. Aunque una buena masa de la clase trabajadora y otro poco más de contingentes sociales populares también sumaron su fuerza a este paro (Cfr. Manuel Rojas, Pp.: 109-110 y 150).

Cuarenta días que sacudieron el suelo patrio: La Guerra Civil de 1948

Distingamos, pues, dos grandes factores que está en la base de este conflicto. En primer lugar, existe, como tesis central por gran parte de la historiografía costarricense que, el “conflicto político-electoral” es sin duda la “chispa que encendió” la apacible pradera del suelo costarricense. Tal vez el punto más álgido del acontecimiento tuvo lugar el 12 de marzo de 1948, cuando los militares y soldados del Ejército de Liberación Nacional toman San Isidro del General, con el grave acontecimiento del asesinato del coronel gubernamental Rigoberto Pacheco; pero de la misma envergadura son los acontecimientos que se suceden en San Ramón de Alajuela, con la muerte de los figueristas Catalino Murillo y Federico Arce (López,2000:292).

A estos eventos político-militares le siguieron el día 13 de marzo con la toma de San Cristóbal Sur y sucesivamente la toma de San Marcos de Tarrazú y Santa María de Dota, por parte del Ejército de Liberación Nacional.

El autor citado, Juan diego López, en su texto: Los cuarenta días de 1948: La guerra civil de Costa Rica, reseña que dos días después los seguidores de Picado toman Buenos Aires, posteriormente el 9 de abril arranca la Marcha Fantasma. Operación bélica conducida por el ELN, que culmina el 12 de abril con la toma de Paraíso y Cartago. Más tarde, con la ayuda de la Legión del Caribe, bombardean Limón y el Ejército de Liberación Nacional se apunta un triunfo más,  tomándose el centro de esa provincia y el puerto de Moin. (http://www.slideshare.net/Socialesdigital/costa-rica-en-la-decada-de-los-40-134602245).

Vale reseñar que el papel jugado en todo este proceso de lucha civil, por los dirigentes comunistas, bajo el alero del Partido Vanguardia Popular, son imprescindibles para entender los alcances del conflicto al que referimos.

El final de la Guerra Civil lleva a un breve espacio de transición en el cual, en el gobierno de los 18 días, le corresponderá a Santos León Herrera, asumir la presidencia de la República. Su gran logro, poner fin, oficialmente, al conflicto político-militar en que se vio envuelto nuestro país. Pero en ese mismo orden, también se dictaron los decretos que pone en manos de los vencedores el aparato militar costarricense, los cuarteles, la Fuerza Armada y la Fuerza Policial.

En esta suerte de impase político, el 10 de mayo se establece formalmente la Junta Revolucionaria, a la cual le corresponderá el ejercicio del poder durante los dieciocho meses siguientes. Este gobierno de facto asume el nombre de Junta Fundadora de la Segunda República y de inmediato se abocó a convocar la Asamblea Nacional Constituyente.

Paralelo a la Constituyente, los nefastos Decretos Ley de la Junta Fundadora de la Segunda República, proscribiendo los sindicatos clasistas y al mismo partido comunista bajo el nombre de Partido Vanguardia Popular, tienen su epílogo más amargo en el asesinato impune de los mártires del Codo del Diablo. Necesitamos, entonces, reescribir la historia desde las voces de las grandes mayorías.

Sin lugar a dudas, estos acontecimientos siembran las bases del Estado Social de Derecho mediante el Estado Benefactor que tendrá lugar en los próximos quinquenios.

Una página que requerirá de un nuevo examen es la firma del Pacto de Ochomogo. Sin la verdadera y correcta interpretación de estos hechos históricos, no se le está otorgando a nuestra historia el contenido objetivo que como ciencia requiere. Si un atroz crimen como el que se ejecutó contra los mártires del Codo del Diablo, no se aclara, nuestra historia seguirá cargando grandes vacíos.

 

Imagen ilustrativa.

MÁS ESTADO SOCIAL, NUNCA MENOS

Álvaro Vega Sánchez, sociólogo

Los logros y avances de la Costa Rica de la segunda mitad del Siglo XX, que la llegaron a colocar entre los punteros en desarrollo humano, social y sostenible en América Latina, fueron el resultado de apostar siempre por más Estado Social y nunca por menos.

Cuatro iniciativas fueron claves y determinantes para que el país se catapultara como uno de los más avanzados del continente: la apuesta por las garantías sociales de los años 1940; por la educación, la energía eléctrica, las telecomunicaciones y los acueductos de los años 1950; y por la conservación y la sostenibilidad de los años 1960. De ahí, nuestras grandes fortalezas: salud, educación, seguridad socio-laboral, electricidad, agua potable y sostenibilidad eco-ambiental. Todo ello, como resultado de un Estado Social innovador, regulador y solidario.

Inducidos por la crisis energética de los países del mundo rico, que se trasladó como crisis de la deuda a los países pobres y de ingreso medio, se asumió a partir de los años 1980, por mandato de los organismos financieros internacionales, la consigna neoliberal de menos Estado social y más mercado. Perdimos el rumbo y caímos en picada en el abismo de la desigualdad y la pobreza, en buena medida, hoy convertida en miseria. Involucionamos, así, de la sociedad de perfil de clase media hacia la de perfil medieval de ricos y pordioseros.

En la actualidad, además de ser azotados por la Pandemia del Covid 19, estamos siendo azotados por las propuestas y acciones contra el Estado Social. Se pretende solucionar los graves problemas de la crisis fiscal y la deuda pública con medidas simplistas y sesgadas, como la regla fiscal indiscriminada, la política de salarios decrecientes en el sector público, la reducción y fusión de la institucionalidad social, entre otras. Todo ello, para no tener que volver sobre la impostergable tarea de propiciar acciones y medidas para contener la evasión fiscal e impulsar un adecuado sistema de recaudación y una mayor justicia tributaria.

Quienes hoy plantean la necesidad de un modelo de Estado eficiente y moderno, solo piensan en menos Estado Social. No en cómo construir un país con una economía social y solidaria robusta, y que contribuya a un uso equilibrado y sostenible de los recursos naturales y ambientales del país, es decir, donde su norte no sea el simple crecimiento económico al servicio de los grandes negocios nacionales y extranjeros.

El país tiene el gran desafío de retomar el rumbo por la “vía costarricense”, que siempre ha implicado más Estado Social y nunca menos. Lamentablemente, éste es cada vez más socialmente anémico y con una tendencia que favorece la oligarquización de la sociedad. Es decir, un Estado al servicio de grupos de gran poder económico y político. Transitamos, así, del Estado Social al Estado Oligárquico.

La actual Asamblea Legislativa apresura su agenda, pretendiendo dejar un legado en materia de “reactivación económica”, con una fórmula que se plantea como casi milagrosa: la descentralización de las zonas francas, para llevarlas a las regiones periféricas, económica y socialmente más deprimidas del país. Se sigue apostando al modelo de “zonas de enclave” de limitados impactos sociolaborales, como se ha mostrado también en el caso de la Gran Área Metropolitana. No se vislumbran esfuerzos significativos que potencien las condiciones y capacidades locales y regionales para impulsar y fortalecer iniciativas de pequeños y medianos emprendimientos con impactos sociolaborales sustantivos.

Para heredar a las nuevas generaciones, una Costa Rica donde la salud, la educación, el trabajo “decente” y la vivienda digna, entre otros, sean derechos garantizados para todos sus habitantes, necesitamos apostar por más Estado Social, nunca por menos.

 

Enviado a SURCOS por el autor.

¿EL ASALTO DEL SIGLO?

Walter Antillón

En memoria de Curruso y Macho, zapateros de Barrio Amón,
comunistas de hueso colorado.

En memoria de los sindicalistas Luis Ángel Serrano y Chepito
Meléndez Ibarra, y del abogado Antonio González,
modestos e invencibles paladines de la Justicia Social.

La pregunta es ¿se produjo en Costa Rica, en la segunda mitad del Siglo XX, un proceso histórico de incalculables consecuencias, durante el cual, aprovechando la inercia represiva de la Guerra Fría, diversos gobiernos, en connivencia con la oligarquía nacional y transnacional y la Iglesia Católica, y con la ayuda de la Embajada y los medios comerciales de comunicación de masas, impidieron sistemáticamente a la mayoría de los trabajadores del sector privado (excepto el caso de los bananeros y algún otro) el ejercicio de sus derechos constitucionales y legales a formar sindicatos, plantear huelgas y suscribir contratos colectivos de trabajo, negándoles con ello la invaluable experiencia de luchar unidos por sus derechos, disfrutar de ventajas económicas, jurídicas y sociales como las obtenidas en esas luchas por agrupaciones similares? Y también si, en su condición de componentes mayoritarios de la clase trabajadora ¿les fue impedido participar decisivamente, como tal clase, en la organización política, económica y social del País?

No siendo factible para mí sustentar las respuestas en indagaciones historiológicas de mi cosecha, tarea para la que no estaría capacitado, seguí el consejo bibliográfico de Marielos Aguilar en su artículo Dónde investigar la historia de nuestros trabajadores (Revista Estudios, Universidad de Costa Rica. Nos. 12 y 13, pág. 87-99, 1995-1996), sumando a su lista algunas otras obras de interés. Pero también me valgo de mi propia memoria, mis vivencias e impresiones de josefino nacido hace noventa años, con una experiencia de vida como juez, abogado, académico y político militante. En todo caso, asumo la responsabilidad por las afirmaciones conclusivas de este artículo.

Introducción

Uno de mis abuelos, heredero de una tradición oligárquica en el sector de la agricultura, se afanaba en explicarme a principios de los años cuarentas, cómo el Código de Trabajo traería una enconada discordia al campo de las relaciones entre los peones y los patronos, al introducir deberes y derechos legales donde, dentro de una atmósfera de armonía, afecto y respeto, siempre habían regido por un lado los deberes morales del patrón de proteger como un padre a sus peones, cuidando de que nada les faltara para su bienestar personal y familiar, y por el otro lado los deberes morales del trabajador de dar su mejor esfuerzo en beneficio de la hacienda. Y una consecuencia de esta relación patriarcal había sido un sentimiento general de obediencia de los peones con respecto a su patrono. Porque, en efecto, cuando llegó el momento histórico en que se reconoce el derecho de los trabajadores a votar en las elecciones políticas, por mucho tiempo este ‘derecho’ llevó implícito, para el trabajador del campo, el deber de hacerlo por el candidato que indicaba el patrono; y eso marcó durante mucho tiempo una constante, significativa diferencia entre el campo y la ciudad que no siempre se valora.

Resultaría entonces, según él, que aquella sacrosanta relación laboral (obviamente asimétrica, pero inspirada en la caridad cristiana) habría sido pisoteada o mancillada al ser convertida en un frío y desconfiado intercambio de prestaciones económicas jurídicamente equiparadas, definidas en último término por el juez laboral. Pero lo que el abuelo no quería entender, o se resistía a aceptar, era que a partir de la esencial igualdad de los seres humanos postulada por la Revolución Francesa e incorporada a las Constituciones, la relación laboral propia del sistema capitalista era la nueva forma que asumía la diferencia entre dos clases sociales con intereses antagónicos; y que la lucha histórica por los derechos del obrero y del campesino había sido un esfuerzo gradual por regularizar la justicia en aquella relación, partiendo prácticamente de cero. Porque a pesar del reconocimiento abstracto de la igualdad y la libertad como derechos fundamentales que los capacitaban para contratar, los trabajadores carecieron por muchos años, no sólo de los institutos jurídicos para compensar sus debilidades socio-económicas frente al patrono, sino incluso de los derechos políticos que les permitiesen reclamarlos y conseguirlos en tanto clase social específica.

Recordemos que en el año 1848, con la fundación de la Segunda República se realizaba en Francia las primeras elecciones universales y directas, lo que significó el primer reconocimiento pleno de los derechos políticos del proletariado en el Mundo. A partir de entonces ese reconocimiento se va extendiendo por diferentes países de Europa, de manera que la clase obrera se incorpora a la palestra política con su especificidad como nuevo protagonista, y toma parte en los acontecimientos dentro de cada país, con los resultados que la Historia conoce.

Siguiendo a nuestros historiadores, voy a describir el proceso histórico que conduce a las sucesivas generaciones de trabajadores costarricenses desde unos primeros intentos de unión mutualista, ciertos grados de conciencia de clase; hasta la represión sindical masiva, la resistencia de ellos, etc. Con ese propósito empezaré con una lista de (I) LAS NOCIONES básicas que usaré en el curso del artículo, que son CLAVE de su buena comprensión; para luego entrar en (II) LA HISTORIA, distribuida en varios capítulos, a saber: 1) mutualismo y sindicalismo; 2) del sindicato al partido; 3) la derrota político/militar de los trabajadores; 4) represión y persecución sindical; el aplastamiento y el ‘shock’; 5) los decenios de la ignominia del sector laboral privado; 6) los sindicatos públicos defienden la integridad nacional; 7) la última agresión neoliberal; 8) conclusiones.

Obras consultadas: Eric Hobsbawm: Historia del Siglo XX; Crítica, Barcelona, 2013. Eduard Dolleans: Historia del Movimiento Obrero; Eudeba, Buenos Aires, 1961; Tomo II. Pablo González Casanova: Historia del Movimiento Obrero en América Latina; Siglo XXI, México, 1985, Tomo 2. Alfredo González Flores: Conversación con el Pueblo; Tipografía Nacional, San José, 1916; ID: La crisis económica de Costa Rica; Trejos Hermanos, San José, 1936. Oscar Aguilar Bulgarelli: Costa Rica y sus hechos políticos de 1948 (Problemática de una década); Editorial Costa Rica, San José, 1969. James Backer: La Iglesia y el Sindicalismo en Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1975. Vladimir de la Cruz: Las luchas sociales en Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1984. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica 1943 -1971; ICES-Porvenir-Flacso, San José, 1989. Víctor Hugo Acuña – Iván Molina: Historia Económica y Social de Costa Rica (1750 -1950); Porvenir, San José, 1991.

I.- LAS NOCIONES CLAVE

El Sistema Normativo Laboral es el conjunto de las normas legales y constitucionales promulgadas para garantizar el mínimo insuprimible de los derechos de la persona en cuanto trabajador.

Las Instituciones del Derecho del Trabajo son mecanismos normativos y técnicos con los que se busca contrarrestar las ventajas jurídicas y fácticas que, en principio, tiene el patrono sobre el trabajador, a fin de que la prestación del trabajo garantice seguridad, respeto y una vida digna al trabajador y a su familia.

El Derecho Colectivo del Trabajo es la doctrina que estudia las normas y las instituciones relacionadas con los Sindicatos, las Convenciones Colectivas de Trabajo y las Huelgas.

El Sindicato es el órgano que la Constitución y la ley ofrecen al trabajador para que, en conjunto con sus colegas pueda negociar con el patrono, desde una posición de fuerza, los términos en los que se desarrollará la prestación del trabajo, con la facultad de echar mano, si es necesario, de los instrumentos colectivos de negociación y de lucha que el ordenamiento contempla al efecto.

La Convención Colectiva es la institución jurídica mediante la cual patronos y sindicatos crean, de común acuerdo, normas reguladoras de todos o algunos de los aspectos de las relaciones de trabajo para los trabajadores de una o más empresas, o ramas de producción, o de uno o más sectores profesionales.

La Huelga es la institución jurídica que autoriza a varios o todos los trabajadores de una empresa, rama productiva o sector profesional a dejar de realizar su trabajo por tiempo fijo o indefinidamente, con el objeto de conseguir determinados beneficios.

Los derechos a sindicalizarse, a ir a la huelga y a dar vida a la convención colectiva constituyen derechos fundamentales de los trabajadores consagrados en el Código de Trabajo, la Constitución y diversos Tratados y Declaraciones Regionales e Internacionales.

Obras consultadas: Mario de la Cueva: Derecho Mexicano del Trabajo, Porrúa, México, 1949. Ludovico Barassi: Tratado de Derecho del Trabajo; Alfa, Buenos Aires, 1953. Bernardo van der Laat: La huelga y el paro en Costa Rica; Juricentro, San José, 1978. Gino Giugni: Derecho Sindical; Cacucci, Bari, 2001.

II. LA HISTORIA

1) Mutualismo y sindicalismo entre 1890 y 1920.

En la Costa Rica de fines del Siglo XIX y comienzos del XX, cuya economía de exportación girará entonces alrededor del café y del banano, ya existe una pluralidad de agrupaciones laborales y artesanales de carácter predominantemente mutualista que van a desempeñar un importante papel en las décadas anteriores a 1920, en relación con los acontecimientos nacionales y mundiales de índole económica, política y social: los hechos intestinos alrededor de las presidencias de don Rafael Iglesias, don Ascensión Esquivel, don Cleto, don Ricardo y don Alfredo González; la dictadura de Tinoco, etc.; y los conflictos internacionales relacionados con los Imperios Británico, Alemán, Austro-Húngaro, Ruso y Turco, la República Francesa, y los Reinos de Italia, Holanda, Bélgica y Servia, que conducen a la Primera Guerra Mundial, con intervención posterior de los Estados Unidos (1914-1918); a la Revolución Rusa de 1917 y la Unión Soviética; al Tratado de Versalles de 1919 y al fin de los Imperios Alemán, Austro-Húngaro y Turco, etc.

Lo que me interesa señalar es que todos estos acontecimientos nacionales e internacionales van a afectar negativamente la economía de países como el nuestro, y esos efectos van a repercutir más y más severamente en la siempre precaria situación de la clase trabajadora y artesanal, provocando las llamadas Huelgas de 1920 que el historiador Víctor Hugo Acuña resume así:

El lunes 2 de febrero de 1920, estalló en San José una cadena de huelgas de diversos gremios y categorías de trabajadores en demanda de un 20% de aumento de salarios y de la implantación de la jornada de trabajo de ocho horas. El movimiento fue iniciado por la Sociedad de Ebanistas y Carpinteros y rápidamente fue secundado por otros sectores laborales capitalinos: albañiles, panaderos, tipógrafos. empleados del tranvía, trabajadores ferrocarrileros, obreros y obreras de algunas de las pocas fábricas existentes, etc. A lo largo de aquel mes de febrero, la oleada huelguística se difundió a otras ciudades del país, en especial al puerto de Puntarenas, y al campamento minero de La Unión en Miramar. En su inmensa mayoría las diversas huelgas alcanzaron sus objetivos puesto que el gobierno y casi todos los patronos aceptaron satisfacer sus reivindicaciones…” (Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas; Cenap-Cepas, San José, 1986, pág. 7).

En lo ocurrido en esas jornadas llaman mi atención los siguientes aspectos:

1º) a partir de la huelga de la Sociedad de Ebanistas y Carpinteros que inició el 2 de febrero de 1920 en San José, el movimiento se propaga de día en día a más de diez otros gremios y categorías de trabajadores de la Capital y Provincias: los del tranvía y de los trenes, los mineros, albañiles, obreros y obreras de fábricas, panaderos, cocheros, tipógrafos, marineros, peleteros, mecánicos, zapateros, pureros, sastres, empleados públicos (estatales y municipales), herreros y otros;

2º) al calor del movimiento, la agremiación de los trabajadores en sus distintos oficios se multiplica; se fundan sociedades, mutuales, asociaciones, uniones, federaciones y sindicatos; y esta tendencia no para al terminarse las huelgas del 20, sino que continúa en los años siguientes;

3) el objetivo de todos los movimientos del año 20 fue la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas diarias y un aumento salarial del 20%;

4º) ambas demandas fueron satisfechas de inmediato por el Gobierno, las Municipalidades y los patronos en general, excepto el caso de la United Fruit Company y el caso de los muelleros;

5º) El movimiento fue acompañado y asesorado por organizaciones culturales y gremiales fundados en los años anteriores, como el Centro de Estudios Sociales Germinal, la Confederación General de Trabajadores (CGT), el Centro Socialista, la Sociedad Federal de Trabajadores y el Centro Juventud Obrera;

6º) La prensa nacional (La Gaceta, el Diario de Costa Rica, la Tribuna, la Prensa Libre, el Heraldo de Puntarenas) informó sobre el movimiento huelguístico antes, durante y después de los diferentes sucesos en forma objetiva, respetuosa e incluso elogiosa para los trabajadores;

7º) Don Francisco Aguilar Barquero, Presidente Provisorio, admite la justicia de los reclamos de los trabajadores y los asume en lo que atañe a los que están al servicio del Estado (Editorial de La Gaceta, 4 de febrero de 1920);

8º) Los trabajadores fundan sus propios partidos políticos: El Partido Obrero “Conquista y Derecho” (1919), el Partido Reformista (1923) y el Partido Comunista (1931).

9º) En Costa Rica el voto proletario se admitió oficialmente por primera vez con las elecciones de 1913, aunque la posibilidad de votar se había generalizado, de hecho, desde la vigencia de la Constitución de 1871; pero, en todo caso, sólo para los varones.

Obras consultadas: Vladimir de la Cruz: Luchas Sociales cit. Víctor Hugo Acuña: Los orígenes de la clase obrera en Costa Rica: las Huelgas de 1920 por la jornada de ocho horas; Cenap-Cepas, San José, 1986. Manuel Rojas Bolaños: Lucha social y guerra civil en Costa Rica. 1940 – 1948; Porvenir, San José, 1989.

2) De los sindicatos a los partidos

Lo cierto era que el panorama mundial entre 1917 y 1920 lucía muy inquietante: la Constitución de la Revolución Mexicana, la Revolución Bolchevique, el final de la Gran Guerra, el Movimiento Espartaquista en Alemania, Bela Kuhn en Hungría, la fundación de la OIT, la caída de cuatro grandes Imperios (Rusia, Alemania, Austria, Turquía), la Constitución progresista de Weimar, etc., eran demasiadas señales juntas que indicaban un vuelco mundial hacia la izquierda; y esas señales fueron advertidas tanto por la burguesía como por muchos sectores del mundo laboral costarricense, que además acababan de asistir al derrocamiento de la Dictadura de los Tinoco. Todo eso coadyuva al rápido triunfo de las aspiraciones de los trabajadores huelguistas del año 20: ¿jornada de 8 horas cuando lo usual eran 12 y a veces más? ¿aumento de nada menos que el 20 por ciento del salario, cuando lo normal era el cuentagotas?

Pero lógicamente la luna de miel con el Gobierno de Acosta iba a durar poco y terminó en ruptura; aunque la burguesía no pudo evitar que la mayoría asalariada se agrupara en el flamante Partido Reformista liderado por el General Jorge Volio Jiménez, y sucesivamente contribuyera en forma decisiva a llevar al poder a don Ricardo Jiménez como Presidente y a su primo, el propio Jorge Volio, como Vicepresidente en 1924. Lo cierto es que la situación de la clase trabajadora no varió esencialmente desde las mejoras producto de las huelgas del 20. La ruptura entre el Presidente Jiménez y su Vicepresidente no se hizo esperar, en un contexto económico recesivo de nuestros productos básicos de exportación (café y banano) (Víctor Hugo Acuña – Iván Molina: Historia Económica y Social de Costa Rica cit., págs. 148/9); de modo que, aparte de la creación del Banco Nacional de Seguros, por iniciativa del Secretario don Tomás Soley, por un lado, y la creación de una Secretaría del Trabajo y la comisión para la redacción de un Código de Trabajo (1928) por iniciativa del Secretario don Carlos María Jiménez Ortiz, por otro lado, la clase trabajadora no obtiene mayores ventajas en el período. Por el contrario, en el Proyecto de Código Penal redactado por José Astúa Aguilar (1924) se contempla la huelga como delito, lo cual significaba un retroceso vergonzoso en contraste con los países civilizados.

A partir de 1929 la situación de la clase trabajadora va a empeorar como resultado de la Gran Crisis Económica Mundial, cuya etapa aguda se prolongará hasta 1932. En esas condiciones se funda en 1931 el Partido Comunista de Costa Rica, con un programa que privilegia la promulgación de las garantías sociales y el Código de Trabajo; y cuyo bautizo de fuego le será administrado por el gobierno de don Cleto González Víquez y por el Congreso Legislativo en 1932, en la forma de un neto rechazo legal.

Este acto del gobierno de don Cleto es la expresión más franca del pensamiento de la burguesía nacional, y va a aparecer y reaparecer durante las décadas siguientes en boca de cortesistas, calderonistas, ulatistas, figueristas: para esos pequeño-burgueses ticos el Comunismo resultaba intolerable, muy probablemente porque formula una crítica radical contra lo que para ellos eran dogmas: la propiedad privada, la libre disposición del capital por su titular, la distribución capitalista de los ingresos de la empresa, etc., y por proponer como alternativa la colectivización de los bienes y la distribución de los ingresos según las necesidades de los trabajadores; de modo que para ellos, el Comunismo deberá ser erradicado sin ningún miramiento junto con la doctrina que lo sustenta, aunque de ese modo haya que pisotear la libertad de conciencia y los derechos políticos de una parte de la comunidad ciudadana.

Pero en aquel momento preciso don Cleto ya está de salida, y don Ricardo, que vuelve al poder por tercera vez, muestra de nuevo su talante liberal autorizando el funcionamiento del Partido (que ya se aprestaba a entrar con el nombre de Bloque de Obreros y Campesinos en los comicios municipales del 32, en los que conseguirá dos escaños). Porque para entonces el apoyo popular al Partido y la movilización obrera en general han seguido creciendo, y tanto la burguesía como la Iglesia han olfateado el peligro y arremeten con todos los fierros para frenar aquel proceso. La propia administración de don Ricardo tiene a mecate corto a los activistas del Partido: llueven las detenciones y las multas, y el trato duro contra los conatos de huelga de los panaderos y los zapateros (1933); aunque por otra parte establece el salario mínimo y el órgano mixto para fijarlo (1933). Y frente a la huelga bananera de 1934, el gobierno Jimenista no prodiga la intervención policial y más bien presiona a la ‘Yunai’ para que transe con los huelguistas, en buena medida porque éstos lograron demostrar ampliamente, ante una Comisión del Congreso, las pésimas condiciones en que la Compañía mantenía a sus trabajadores.

Y algo parecido va a ocurrir durante los cuatro años de la administración de León Cortés, en las que tanto éste como su delfín el doctor Calderón Guardia hacen ostentación de anticomunismo y anti-sindicalismo. Pero los sindicatos han continuado creciendo en todo el País, bajo la dirección del Bloque de Obreros y Campesinos (Partido Comunista) y de la Confederación General de Trabajadores. ¿Cómo pararlos? Ese será el dolor de cabeza de la burguesía en los próximos años.

En efecto, la administración Calderón Guardia, que arranca en 1940 con el beneplácito de la oligarquía y con la consigna de frenar el preocupante avance del Comunismo y del Sindicalismo que han invadido Costa Rica, va a estar durante sus primeros dos años bajo el ataque de los diputados comunistas debido a la incipiente corrupción administrativa, a sus contratos sin licitación y a su conducta pródiga hacia el capital extranjero (contrato eléctrico con la ‘Bond & Share’; con las petroleras ‘West India Oil Co’ y ‘Texas Oil Co’ ). Calderón crea la Universidad de Costa Rica y la Caja Costarricense de Seguro Social, pero incurre en, o tolera insólitas barrabasadas contra el poderoso sector oligárquico de los ticos-alemanes y, llegando al medio período, la situación de caos, abuso y descrédito se le hace insostenible. En ese contexto, la alianza con los comunistas es una providencial huida hacia adelante: haciéndose cargo de la contraposición entre las clases populares que presionan por cambios sustanciales y la oligarquía conservadora que trata de impedirlos, promulga en 1943 el Capítulo de las Garantías Sociales de la Constitución, y seguidamente el Código de Trabajo con el apoyo de la Iglesia Católica y del Partido Vanguardia Popular.

El Profesor Mauricio Castro Méndez lo resume así:

“…El clímax llega en los 40 con 2 bloques de alianzas conflictivas. Uno promovía reformas y otro buscaba impedirlas o ignorarlas. Sus integrantes tenían intereses contradictorios que evolucionan en el paso del ‘liberalismo autoritario’ a la ‘ventana democrática’ frente al fascismo a principios de los 40, que posibilita una alianza reformista en diversos países, y el tránsito luego a la Guerra Fría (1944)…”. (Evolución histórica del Derecho Colectivo de Trabajo en Costa Rica; en Fernando Bolaños et al: CURSO DE DERECHO LABORAL; Continental, San José, 2021; pág. 151/2).

Considero obligada una digresión sobre ¿quién redactó ambos proyectos? Mi convicción es que el trabajo lo realizó básicamente el estudiante de Derecho y efímero militante comunista Oscar Barahona Streber, copiando en parte y adoptando el artículo 123 de la Constitución y la Ley Federal del Trabajo de México; y lo hizo bajo la guía y colaboración no oficiales de Manuel Mora, y con la ayuda explícita de juristas como don Fernando Baudrit, don Enrique Guier y otras personas de no segura identificación. Barahona Streber era muy talentoso, audaz, inescrupuloso y de una egolatría simplemente infinita (lo conocí ya maduro, a su regreso al País, en circunstancias muy significativas; y trato de imaginarlo de 25 años, buscando dar cima a la enorme tarea de crear un Código de Trabajo con la modestísima formación que justo trataba de redondearse en nuestra Facultad de entonces) ¿Pudo, él solo, con el barniz jurídico de sus 25 años, resolver los complejísimos problemas del codificador: identificación de la materia propiamente laboral, concepción teórica, sistematización de capítulos y secciones, escogencia, configuración y redacción de las fórmulas normativas, etc.; tratándose de un tema entonces novedoso y muy delicado, prácticamente desconocido en Costa Rica, como el Derecho del Trabajo? (A esa edad y en esas condiciones ¡ni Kelsen! ). En cambio, es posible imaginar que un joven despierto y laborioso, subido en las anchas espaldas de la muy completa y excelente Ley Federal del Trabajo mexicana, comparándola con algún otro Código y apoyado en la experiencia de colegas maduros, pudo captar razonablemente su trabazón sistemática y su lógica interna, para calcar y adoptar el articulado resultante a los requerimientos y orientaciones ideológicas de Calderón Guardia y sus colaboradores.

Igualmente creo que fue don Manuel Mora quien aconsejó al joven Barahona usar la legislación mexicana como guía y modelo principal de los proyectos de Garantías Sociales y de Código, y que, en efecto, fueran éstos los modelos adoptados y adaptados, porque: a) los comunistas ticos conocían dichos textos, por sus buenas relaciones con los camaradas mexicanos, y porque plausiblemente se inspiraron en ellos al redactar el Programa Mínimo del Partido en 1931, que en materia laboral disponía: establecimiento del seguro social a cargo del Estado, para el desempleo, accidentes de trabajo, enfermedad, maternidad, vejez. La abolición del trabajo a niños menores de 15 años, reglamentación del trabajo: a igual trabajo igual paga, jornada de ocho horas, salario mínimo, leyes de organización sindical y derecho de huelga, vivienda, igualdad jurídico-política de la mujer; ley de servicio civil, etc. ; b) porque en aquellas fechas, la única Constitución que contenía un capítulo completo de garantías sociales era la mexicana de 1917. Y si es razonable pensar que Barahona tuvo que usar de modelo aquella Constitución, con mayor razón hubo de servirse de la Ley Federal mexicana, que era entonces el Código laboral más prestigioso de América Latina. De modo que, si aceptamos que Barahona siguió en esto la indicación de don Manuel ¿no es razonable suponer que también aceptó sus consejos, siendo don Manuel, como abogado comunista, un obligado conocedor precisamente del Derecho de Trabajo, y siendo Barahona un joven principiante?

Aunque él lo negó siempre, hay razones para pensar que Oscar Barahona Streber militó discreta o secretamente en el Bloque de Obreros y Campesinos (BOC), aproximadamente entre los años 1937 y 1942. En un informe de 1939, el Embajador yanqui Hornibrook lo incluye entre las figuras destacadas del BOC; y los Servicios de Inteligencia de Estados Unidos lo situaban en 1942, al igual que a su esposa de entonces, la escritora socialista Yolanda Oreamuno, en la condición de ‘dirigentes del Partido Comunista’ (Communist Party leaders) y con el siguiente comentario: “…se considera que es otro de los simpatizantes silenciosos del Partido…” (lo de silencioso se debía a que, en aquellos años, ocupaba un cargo en el Ministerio de Salud, absolutamente incompatible con una militancia comunista, dados aquellos tiempos). Y es significativo el hecho de que su padre, el abogado nicaragüense Humberto Barahona Briones, antimperialista y seguidor del General Augusto César Sandino, fue expulsado de Costa Rica en 1939 por condenar públicamente las relaciones entre los gobiernos de León Cortés y el tirano Anastasio Somoza García, que había asesinado a Sandino en 1934; y es el periódico comunista ‘Trabajo’ el que denunció y reclamó enérgicamente, en primera plana, por la expulsión de don Humberto, pocos días después de acaecida.

En todo caso, me parece importante observar que, como lo ha notado el Profesor Mauricio Castro Méndez, la consigna de Calderón Guardia y sus secuaces contra los sindicatos, quedó reflejada en una serie de inconsistencias y debilidades institucionales plasmadas en el texto del Código con respecto a esa materia, obra del joven Barahona Streber, quien obviamente las redactó siguiendo instrucciones de Calderón. Debilidades que serán aprovechadas en los años sucesivos por los abogados y los jueces patronalistas, para contribuir a escamotear las garantías que la Constitución había consagrado en defensa de las instituciones de la huelga, el sindicato y la convención colectiva, históricos bastiones de los derechos de los trabajadores en todo el Mundo. Y allí comienza la tragedia del Derecho Laboral costarricense porque, sin una efectiva y coherente implantación de las instituciones del Derecho Colectivo de Trabajo, el llamado ‘Derecho Individual’, o derecho de la relación singular de trabajo quedaba completamente en el aire.

La promulgación de la normativa laboral de 1943 definió la contienda en sentido afirmativo; pero esto no calmó los ánimos patronales, aunque se trataba de una legislación muy moderada, hasta omisa, con respecto a los derechos de los trabajadores. Pero la oligarquía la rechazó ásperamente: y al rechazo visceral de la oligarquía se sumó la creciente desaprobación de la Embajada Norteamericana y una parte de la propia Iglesia Católica, por lo que consideraban una peligrosa influencia del Comunismo en el Presidente Calderón. Esa desaprobación se va a acentuar años después, en la última etapa del Gobierno de Teodoro Picado, hasta culminar en el período de la Revolución de Figueres (Conf. Jacobo Schifter: Las Alianzas Conflictivas; Libro Libre, San José, 1986; pág. 167 y sigtes.). Desde aquel primer momento los líderes de la oligarquía tica y las transnacionales no han descansado en su tarea de continua erosión de las instituciones laborales del País.

Obras consultadas: Ana María Botey, Rodolfo Cisneros: La crisis de 1929 y la fundación del Partido Comunista de Costa Rica; Editorial Costa Rica, San José, 1984. Iván Molina: Los pasados de la memoria. El origen de la Reforma Social en Costa Rica (1938-1943); Euna, Heredia, 2008. ID: Yolanda Oreamuno: una contribución fotográfica y documental (1931-1956) CIHAC, San José, 2019. Jacobo Schifter: Las Alianzas Conflictivas; Libro Libre, San José, 1986. Mauricio Castro: Evolución histórica del Derecho Colectivo de Trabajo en Costa Rica; Continental, San José, 2021.

3) La derrota político/militar

Costa Rica es un monumental ejemplo de la voluntad de establecer el control religioso a costa de la destrucción de sindicatos laicos influidos por el pensamiento marxista. Más aún, de aprovecharlos para hacer política partidaria por intermedio de la influencia confesional. Edelberto Torres Rivas

Evoco algunas estampas de los años 40; años golpeados por la crisis, la inflación y la especulación. Yo era un colegial en los días de la Huelga de Brazos Caídos (1947) y creía entender lo que pasaba por lo que oía decir en casa: que el Gobierno estaba haciendo todo muy mal. Mi familia había sido Calderonista y después Picadista, pero en el año 47 ya no lo era; entre la ‘gente conocida’ ya nadie lo era: los ricos y la clase media se habían pasado en masa a la oposición como reacción al peligro comunista; posiblemente, allá en el fondo, por el temor inconfesable de llegar a ser (o volver a ser) pobres, a vivir en un régimen de escasez e inseguridad, como ‘el hambre en Rusia’, de acuerdo con las versiones difundidas entonces. El resto del año 47 pasó bajo una atmósfera de zozobra e incertidumbre; la contraposición entre ambos bandos se radicalizó; por los dos lados menudearon actos de violencia: las calles eran patrulladas por los famosos ‘mariachis’; los jóvenes opositores Tuta Cortés, Federico Apéstegui, Pepino Delcore y otros, dinamitaron distintos sitios en San José; el militarón cubano Tabío hizo asesinar al doctor Carlos Luis Valverde en la puerta de su casa. En medio de esa escalada de violencia y repudio se difundió el pronunciamiento esperanzador de Figueres alzándose en armas contra el Gobierno: dos meses después había ganado la guerra y todos fuimos a aclamar la entrada de sus tropas en San José: el Desfile de la Victoria.

¿Qué había pasado? Al final de la contienda quedaron enfrentados dos contingentes: 1º) por el lado del Gobierno (no para defender a éste sino para proteger las garantías y los derechos laborales recientemente conquistados), estaba únicamente la fuerza militar improvisada formada por partidarios y simpatizantes del Partido Vanguardia Popular; el Ejército Nacional (la Unidad Móvil, etc.) ya no existía físicamente; y Somoza, a pedido del Departamento de Estado, había repatriado el batallón de su Guardia Nacional enviado a Costa Rica en apoyo del Gobierno; y 2º) por el lado de los rebeldes estaba la brigada de la llamada ‘Legión del Caribe’ y los miles de voluntarios ticos que se fueron uniendo a Figueres.

La victoria rebelde había sido facilitada por un acuerdo celebrado entre José Figueres y Manuel Mora (en presencia del Padre Núñez) en el llamado ‘Pacto de Ochomogo’, el 17 de abril de 1948, en el que Mora accedía a deponer las armas ante las fuerzas figueristas con tal de que no se derramara más sangre; y de que las garantías sociales y el Código de Trabajo fueran respetados, así como la vida y la libertad de los combatientes comunistas. Mora y el Partido calculaban que, salvaguardados las Garantías Sociales y el Código en lo que a sus derechos concernía, los sindicatos, el Partido y toda nuestra clase obrera dispondrían a futuro de una ‘cabeza de playa’: un punto firme para continuar un proceso de avance paulatino hacia una factible justicia social en Costa Rica; y creían contar para ello con una fuerza sindical muy apreciable por su número y calidad. Hay que decir que también pactaron con Figueres porque estaban seguros de que, si en el mejor de los casos lograban derrotarlo con las armas en aquel momento histórico, los Estados Unidos intervendrían e impondrían un gobierno dictatorial a la medida de sus intereses: porque eran años muy crudos de la Guerra Fría. Entonces pactaron cruzando los dedos, con una tenue esperanza de que Figueres mantuviera su palabra, aunque sabían que no le iba a resultar cómodo hacerlo, por las presiones a que sería sometido por los yanquis, resueltos más que nunca a aprovechar la ocasión de borrar el Comunismo de un país como Costa Rica, parte de ‘su patio trasero’. Lo cierto es que, en aquel momento, a Figueres le convenía poner a los comunistas fuera de la escena nacional por tiempo indefinido, para descabezar un movimiento social vigoroso que de otro modo estorbaría la realización de sus propios planes.

Y en efecto, Figueres cumplió una parte de lo prometido: respetó e hizo respetar en términos formales, tanto las Garantías Sociales de la Constitución como el Código de Trabajo; pero pisoteó su palabra de honor en lo demás, porque ordenó o permitió el asesinato, la prisión y la expulsión de dirigentes, militantes y sindicalistas del Partido Vanguardia Popular; decretó la proscripción de dicho Partido (Decreto Nº 105); y el Padre Núñez, testigo de honor y ahora ministro de Trabajo, gestionó la disolución de la Confederación General de Trabajadores, así como despidos masivos de empleados; y el Decreto 306 de la Junta autorizaba a los patronos particulares a despedir sin responsabilidad a quienes habían sido ‘caldero-comunistas’, y otros primores semejantes. Luego los constituyentes figueristas concurrieron a la aprobación del artículo 98 de la nueva Constitución, cuyo texto dispuso la ilegalidad de Vanguardia Popular; de modo que en los siguientes 26 años, el TSE con sus distintas integraciones procedieron al rechazo de la inscripción de toda agrupación política sospechosa de izquierdismo.

¿Qué ocurrió entonces con los miles de ciudadanos que se habían organizado en sindicatos de todas clases, y que votaban por Vanguardia? Todos ellos, ahora seguidores de un partido legalmente inexistente, con sus dirigentes presos o expulsados del País, con sus militantes desempleados, condenados, perseguidos, atemorizados y carentes de guía y conducción; es decir, los comunistas y su amplia clientela política y sindical, aunque trataron por años de resistir el ataque en distintas formas, lo cierto es que se sentían indefensos, a merced de los atropellos, que no cesaban de caerles de todos lados: de parte de los funcionarios ministeriales, de la policía, los patronos y otros enemigos provenientes de la Iglesia Católica, del Solidarismo y de los partidos rivales. Qué cúmulo de atropellos y brutalidades: muchos de ellos me contaban que en aquella época la policía no los dejaba ni respirar: pasaban más tiempo en la cárcel que en libertad; y no se trataba ya del duro y arbitrario régimen de facto de la Junta Fundadora, sino de presuntos Estados de Derecho como se presume fueron los períodos de Chico Orlich, Otilio Ulate o Trejos Fernández.

Como iremos viendo, en la Costa Rica posterior al 48, la condición para que el obrero, el campesino o el empleado no fueran hostilizados o atropellados al menor pretexto, era no ejercitar aquellos vergonzosas pseudo-derechos a la sindicalización y a la huelga.

Obras consultadas: Oscar Aguilar Bulgarelli: Costa Rica y sus hechos políticos de 1948; ECR, San José, 1969. Jacobo Schifter: La democracia en Costa Rica como producto de la neutralización de clases; en Chester Zelaya y otros: ¿DEMOCRACIA EN COSTA RICA? Cinco opiniones polémicas; Euned, San José, 1977. ID: Las Alianzas Conflictivas, cit. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y Organización Sindical, cit. Oscar Castro Vega: Fin de la Segunda República. Figueres y la Constituyente del 49; LIL, San José, 1996.

4) Represión y persecución sindical; el aplastamiento y el ‘shock’.

La guerra del 48 terminó por virtud de un acuerdo, y vino la paz: la Junta Fundadora de la Segunda República convocó la Constituyente y, después de promulgada la Constitución de 1949, entregó el poder al Presidente Ulate, iniciándose así un período de transiciones pacíficas del poder por virtud de elecciones “directas, secretas y libres” que llega hasta nuestros días. Pero ¿fue éste, realmente, un período de paz? El sociólogo Manuel Solís reflexiona sobre dicho período de la siguiente manera:

“…no han sido suficiente(mente) exploradas las implicaciones (para el País, para su institucionalidad y para su concepción de ciudadanía) de que la dirigencia política de la segunda mitad del siglo recién pasado se forjara luchando a muerte entre sí, y arrastrando a sus seguidores por caminos violentos. Y que luego, volviendo sobre sus pasos, esa misma dirigencia política le impusiera a la colectividad la tarea de olvidar lo ocurrido, enajenando (volviendo ajena) una porción fundamental de su memoria y de su historia. ¿Cuán sólido puede ser lo que así surge? Bien podría ser que parte de lo que entendemos, o se nos presenta, como una cultura de paz fuese más bien una forma ideológica-cultural de desentendernos de esta historia. Los cauces por los que se llegó a la paz política conseguida en la segunda mitad del siglo anterior dan motivos adicionales para pensar que la agresividad y la violencia que desaparecieron del espacio electoral se quedaron circulando en la nueva institucionalidad, en ámbitos distintos de los electorales. La exclusión de la violencia política no impide que las prácticas arbitrarias o patrimonialistas se conserven en otros campos…” (La Institucionalidad Ajena, cit. págs. xvi y xvii)

En efecto, tal como lo repasamos en páginas anteriores, vemos que son los años del predominio socialdemócrata, fuertemente autoritario y abusivo, de la Junta Fundadora; y después, del flamante Partido Liberación Nacional, con sus logros de entonces, por todos conocidos (nacionalización bancaria, etc.), y con sus reprobables decisiones: las detenciones masivas, la eliminación física de destacados políticos y sindicalistas, la represión ideológica; la proscripción del Partido Vanguardia Popular y de la Confederación General de Trabajadores (para dejar la CTC Rerum Novarum liberacionista como única opción). Los Decretos que creaban el Tribunal de Sanciones Inmediatas, el Tribunal de Probidad y el Tribunal de Ética para funcionarios de la docencia mostraron la voluntad de la Junta de golpear y escarmentar a los vencidos; al igual que el Decreto que autorizaba al Gobierno y a los patronos particulares a despedir sin responsabilidad patronal a todos los funcionarios públicos que simpatizaban con Vanguardia Popular. Y lo que vino inmediatamente después.

Porque lo que vino después, que ha durado decenios, fue la cuidadosamente planeada, violenta e ilegítima eliminación (por amputación) de cientos de sindicatos inscritos; y la posterior represión de toda iniciativa del sindicalismo de izquierda; represión que se cebó predominantemente en los trabajadores de la empresa privada; preventivamente sostenida mediante la sucesiva, sistemática persecución sindical (que duró hasta el presente Siglo) por parte de un sector mayoritario de los patrones, con la connivencia de jueces, abogados y funcionarios ministeriales. Pero este shock, que se combina y refuerza con el sentimiento de orfandad de aquella generación de trabajadores por la desaparición de su Partido y su Confederación, sentidas por ellos, en el momento, como pérdidas definitivas, en medio de una situación de temor, inseguridad y pobreza extrema; este shock, repito, no se dirigió a destruir la semilla del Comunismo, como se decía. En realidad se dirigió a destruir la incipiente formación de los trabajadores costarricenses como ‘clase para si’: su conciencia de clase. Y lo consiguió en gran medida.

Mauricio Castro describe la ‘Reacción Conservadora’ que se produjo entonces, y que, según sus cuentas, duró 22 años (1948-1970):

“…La reacción conservadora se dirigió sobre todo a la persecución sindical (CTCR) y a la cooptación de la CCTRN. Se disolvieron 194 sindicatos (de 1948 a 1953), el 90% de los sindicatos vigentes en 1948, aunque luego del golpe de Estado el 80% estaba inactivo. La persecución desde la guerra incluyó ajusticiamientos, fusilamientos, torturas, encarcelamientos y exilios. La disolución de sindicatos se concentraría en períodos liderados por socialdemócratas, la junta militar (48-49), la administración Figueres (1953) y de Francisco J. Orlich. Para 1953 solo el 2.33% estaba sindicalizado, buena parte en sindicatos independientes contribuyendo a la fragmentación sindical y la acción sindical se desarrolló en el sector privado en un contexto de represión, anticomunismo e ilegalización. El sindicalismo opositor inicia su recomposición con la CGTC (1953) pero su acción era muy difícil. Los 12 conflictos colectivos planteados en 1952 por la FOBA son rechazados por jueces de trabajo y en 1959 la compañía bananera se niega a cumplir con la ley de aguinaldo, lo que provocó una huelga masiva que triunfó, pero fue seguida de una estrategia antisindical que desintegró la UTG, que incluyó “el despido, la represalia, la lista negra y la persecución policiaca (…) el halago y el soborno”, así como el arreglo directo con no sindicalizados y la idea de la “armonía obrero – patronal” para rechazar la negociación colectiva…” (Ob. cit., pág. 161/2).

Del concepto de ciudadanía social (Castro), o sea, de la incorporación social del movimiento obrero (Schifter)

Es a partir de entonces (1949) que transcurren los que he llamado ‘Los decenios de la ignominia’, con sus gravísimas consecuencias políticas, económicas y sociales. Pero retrocedamos un poco y recordemos que hasta finales de los 40 venía conformándose una sólida estructura sindical de amplia base popular que, de continuar por ese camino, estaba llamada a transformar a Costa Rica en un solvente Estado Social de Derecho, con una clase trabajadora fuerte, titular de lo que se ha llamado ‘ciudadanía social’; consciente de sus derechos, adiestrada para la negociación y el conflicto, y con un considerable peso específico en la palestra política.

La experiencia de la vida sindical que se vive en los decenios anteriores a 1948 creaba y fortalecía la conciencia de colectividad, que es fundamental para la construcción del sindicato, de la cooperativa, del partido político. Lo describe admirablemente el historiador y filósofo Eric Hobsbawm:

         “…Lo que proporcionaba a los movimientos y partidos obreros su fuerza era la convicción justificada de los trabajadores de que la gente como ellos no podía mejorar su situación mediante la actuación individual, sino sólo mediante la actuación colectiva, preferiblemente a través de organizaciones, en programas de asistencia mutua, huelgas o votaciones, y a la vez, que el número y la peculiar situación de los trabajadores manuales asalariados ponían a su alcance la actuación colectiva…” (Ob. cit., pág. 308).

Además, es obvio que el ejercicio colectivo de los derechos sindicales es condición sine qua non de un efectivo ejercicio de los derechos políticos. Esto vale para lo que diremos más adelante acerca de la actitud y el comportamiento que tendrá la gran mayoría de los asalariados de bajo nivel frente a la política nacional, sobre todo de cara a las elecciones.

En palabras de Mauricio Castro:

“…La democratización societal requiere de la ciudadanía social, es decir, el estatus que se otorga a las organizaciones de personas trabajadoras para el ejercicio de derechos colectivos frente al Estado y las organizaciones privadas. Un régimen con competencia electoral, pero con restricciones a la libertad sindical es un régimen democratico restrictivo…” (Ob. cit. pág. 165)

Esto último es esencial porque nos da las pistas para entender en las páginas siguientes las dimensiones político-electorales de la lesión que se ha causado en Costa Rica a la clase trabajadora.

Pues bien, volviendo a lo nuestro, ese deseable proceso de asimilación del movimiento obrero dentro de la comunidad ciudadana (la ‘ciudadanía social’ vigente y corriente en tantos países de Europa, en Estados Unidos y Canadá desde fines del Siglo XIX) era algo cuyo desarrollo en el ámbito nacional resultaba extremadamente oportuno y conveniente en la Costa Rica de la Segunda Postguerra, en términos de ‘bien común’, democracia y derechos humanos, tenía un enorme obstáculo en su camino: al tratar de asegurar una efectiva participación de los trabajadores en los destinos del país, y una redistribución progresivamente más equitativa de la riqueza nacional, afectaba los intereses de una clase empresarial poco competitiva, que nunca había pagado justos impuestos, y cuya fortaleza nunca estuvo en su productividad, sino en sus privilegios y en la explotación del trabajo; y afectaba asimismo los intereses de las transnacionales habituadas a los incentivos estatales y comprometidas a aumentar gradualmente los dividendos de sus accionistas.

En consecuencia, la oligarquía y las transnacionales buscarían la manera de hacer abortar o, al menos desvirtuar aquel entramado constitucional y legal de base nacido en 1943, en espera del momento oportuno que permitiera derogarlo definitivamente (y regresar al amanecer del Siglo XIX, al añorado ‘capitalismo salvaje’).

Obras consultadas: Eric Hobsbawm: El Siglo.XX, cit. Marielos Aguilar: Clase trabajadora y organización sindical en Costa Rica cit. Manuel Solís: La Institucionalidad Ajena. Los años cuarenta y el fin de siglo; UCR, San Pedro, 2008. Naomi KLEIN: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008.

5) Los decenios de la ignominia sobre el sector laboral privado

En mi opinión, si bien es cierto que por los hechos de Alcoa en 1970, y por la eliminación de las trabas constitucionales a los partidos de izquierda en 1975, se produce un importante reverdecimiento de la actividad sindical, señaladamente en el sector público, en las bananeras y poco más, puede hablarse de la producción de un cierto efecto de ‘democratización societal’ (Castro, ob. cit., pág. 165), me parece que no conviene dejar la impresión de que se trató de un proceso homogéneo, que benefició por igual a toda la comunidad asalariada. No creo que sea así: la verdad es que, ni en ese período ni en ningún momento cesó la impune persecución sindical en las empresas privadas, la cual que se mantuvo prácticamente invariable con sus despidos ‘preventivos’, las listas negras de los despedidos, los operativos administrativos, legales y judiciales; la inexorable campaña goebbelsiana de los medios de comunicación al servicio de la oligarquía; las campañas permanentes de la Iglesia Católica; y el desmoralizador espectáculo de arbitrariedad y favoritismo montado por el gobierno en las empresas bananeras y similares, fuera de la Meseta Central, en las que los excesos de la Compañía eran disimulados, pero la policía reprimía a los trabajadores en huelga con extrema brutalidad. Este conjunto de calamidades que se abaten sobre todo contra el asalariado de la empresa privada meseteña, se traduce en una negación del status indispensable para el ejercicio de los derechos colectivos frente a los patronos.

Tengo la experiencia directa, fruto de los años que serví como abogado de la CGT, de los esfuerzos (verdaderos ‘Tormentos de Sísifo’) de compañeros como Chepito Meléndez Ibarra, Luis Ángel Serrano, Domingo Rojas y otros, en la minuciosa, agotadora labor de convencimiento y asesoría de cientos de trabajadores fabriles en la Meseta Central y en Guanacaste, para que se organizaran en sindicatos y siguieran sus indicaciones precisas, las tácticas que la experiencia les había enseñado, so pena de la ocasión perdida, más despidos en serie, etc. ; sus pírricas victorias y su tesón indomable para empezar de nuevo, cada vez, en un ambiente en el que el enemigo implacable no eran sólo el empresario y sus oficiales, sino también la Iglesia, la Policía, los inspectores y otros funcionarios públicos.

¿Cuál es la fuerza de este shock cuyos efectos se prolongan sobre las sucesivas generaciones de trabajadores y sus familias?

Es evidente que, durante varias generaciones, aunque al comienzo hubieran luchado resistido la agresión, masas de trabajadores han carecido de aquel status, de aquella ciudadanía social: miles de obreros costarricenses han pasado sus vidas sin saber lo que es organizarse junto a sus compañeros para, invocando la protección de las leyes laborales, asegurarse mejores ingresos, más seguridad laboral, más vacaciones, mayor participación en la empresa, etc.; cientos de miles que nunca llegaron a gozar de las ventajas que procura una convención colectiva o una huelga justa; cientos de miles que, por el contrario, han asistido resignados o iracundos, pero impotentes, al deterioro inexorable de su nivel de vida, etc.

No conozco ninguna investigación que nos brinde respuestas directas a esas conjeturas ¿Cómo se vivió por dentro esa etapa restrictiva de los derechos de un importante sector de la comunidad costarricense? ¿Cuáles fueron las verdaderas causas de los cambios experimentados? ¿Cuáles serían las hipótesis más plausibles para construir una explicación?

Moviéndonos siempre en el terreno hipotético, aquí tendríamos que distinguir con nitidez los efectos de aquella política represiva que se instaló en el ambiente e influyó sobre cada una de las generaciones de asalariados que, cada vez de manera distinta, tuvieron que soportarla y convivir con ella:

a) los que sufrieron los brutales golpes de la Junta Fundadora (1948) y gobiernos inmediatamente sucesivos eran sindicalizados que habían vivido la época expansiva de su movimiento y que, en general, creían en el sindicalismo y en una perspectiva de izquierda; y resistieron en una buena proporción; pero claro que ya entonces tuvieron que registrarse deserciones y abjuraciones en sus filas;

b) la siguiente generación (1978), que en su infancia y juventud vivió el período de ilegalidad y clandestinidad del Partido, sufriendo la persecución y las pobrezas familiares, heredó el reflejo de abstención surgido entre sus mayores y vivió formas no traumáticas de la deserción y el abandono de la lucha;

c) los que vivieron el cambio del Siglo (2008), la desaparición del Socialismo Real y la hegemonía neoliberal en la forma del bombardeo propagandista contra el sindicalismo y contra los comunistas.

En años recientes han sido objeto de estudio, bajo el nombre de “Doctrina del Shock”, ciertas prácticas gubernativas que consisten en aprovechar situaciones colectivas de conmoción (naturales o preparadas) para hacer pasar medidas drásticas convenientes a los intereses del gobierno y perjudiciales a la comunidad afectada, medidas cuya implementación sería mucho más difícil en tiempos normales (conf. Naomi KLEIN: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008).

Observa Klein: “…Tanto en Chile como en Argentina los gobiernos militares utilizaron el caos inicial del golpe para lanzar con éxito su ataque contra el movimiento sindical. Claramente se trató de operaciones planeadas con mucha antelación, pues las redadas sistemáticas empezaron el mismo día del golpe. En Chile, mientras todas las miradas se dirigían al asediado Palacio Presidencial, otros batallones fueron enviados a fábricas en lo que se conocía como «cinturones industriales», donde las tropas llevaron a cabo redadas y arrestaron a gente. <<Durante los días siguientes», según el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, hubo redadas en varias fábricas más, «lo que llevó a arrestos masivos de personas, muchas de las cuales fueron luego asesinadas o desaparecieron». En 1976, el 80 % de los prisioneros políticos de Chile eran obreros y campesinos. El informe de la Comisión de la Verdad de Argentina, Nunca Más, documenta una intervención quirúrgica similar contra los sindicatos: «Hemos visto que una gran parte de las operaciones [contra los trabajadores] se llevaron a cabo el mismo día del golpe o inmediatamente a continuación». Entre la lista de ataques a las fábricas, un testimonio es particularmente revelador de cómo el «terrorismo» se usó como pantalla de humo para perseguir a activistas pro obreros no violentos. Graciela Geuna, prisionera política en el campo de tortura conocido como La Perla, describió cómo los soldados que la vigilaban empezaron a ponerse nerviosos con una huelga que iba a tener lugar en una central eléctrica. La huelga iba a ser «un ejemplo importante de resistencia a la dictadura militar» y la Junta no quería que tuviera lugar. Así que, recordó Geuna, los «soldados de la unidad decidieron convertirla en ilegal o, como ellos dijeron, «montonerizarla»» (los montoneros eran un grupo guerrillero que el gobierno ya había derrotado). Los huelguistas no tenían nada que ver con los montoneros, pero eso no importaba. Los «mismos soldados que había en La Perla imprimieron panfletos que firmaron como «montoneros», panfletos en los que incitaban a los trabajadores a la huelga». Los panfletos se convirtieron entonces en la «prueba» necesaria para secuestrar y asesinar a los líderes sindicalistas, tortura patrocinada por las empresas En ocasiones los ataques a los líderes sindicales estaban coordinados con los propietarios de los lugares de trabajo. Demandas interpuestas en los últimos años han aportado algunos de los ejemplos mejor documentados de intervención directa de filiales locales de multinacionales extranjeras.” (págs. 179/180)

¿Podríamos decir que a partir de 1949 la acción terrorista de las autoridades que asesinaron, agredieron, lesionaron, encarcelaron a granel a los líderes sindicales, activistas, obreros y campesinos sindicalizados, des-inscribieron ilícitamente de los Registros del Ministerio a cientos de sindicatos y alentaron a los patronos para que incurriesen con plena impunidad en actos de persecución sindical, en la confección de listas negras de trabajadores, etc., para conmocionar el ánimo de miles de obreros y campesinos y sus familias, constituyó una forma de aplicación, avant la lettre, de la ‘doctrina del shock’?

Repasemos los efectos propiamente sindicales del shock, a los cuales se refiere Mauricio Castro en los siguientes términos:

“…Como resultado de la reacción conservadora se llegó a la virtual desaparición del sindicalismo en el sector privado que llegó al 3% (54.025), incluyendo sindicatos de campesinos no asalariados, frente a un 83,7% en el sector público (241.404 trabajadores).109 En el sector privado sobreviven 13 convenciones acordadas antes de 1980, todas de empresa y casi todas relacionadas con el banano. La OIT estimó que la negociación colectiva cubría a un 3% de los asalariados en el 2001…” (Ob. cit., pág. 176)

Después de que los crímenes, detenciones, vejaciones y persecución sindical desatada a partir del 48, y la consiguiente indefensión y subalternidad de los trabajadores costarricenses, sobre todo del sector privado (prolongadas por varias décadas y respaldadas por una campaña sistemática en los medios de comunicación) alcanzaron las dimensiones de lo irremediable en el imaginario popular, creando una atmósfera generalizada y silenciosa de temor e inseguridad económica y política en aquel importante segmento de la población; parece ser que se produjo la aparición de la cultura de mimetismo político y conformismo laboral que luego fue predominante en dicho segmento; y apareció una moral nueva, en la que se encomiaba la observancia de las directivas de la empresa, mientras que estaban vedadas, por ejemplo, las prácticas que condujeran al sindicalismo (equivalente a comunismo). La palabra ‘comunista’ denotaba una condición infamante que acarreaba menosprecio, desempleo y ruina (jueces costarricenses de entonces dictaminaron que ‘comunista’ era una injuria igual o peor que ladrón o criminal).

Esta perversa y prolongada maquinación, que cercenó y satanizó por largo tiempo la acción de sindicalizarse: una opción que era legítima en cualquier país civilizado, terminó por sumir a la clase trabajadora costarricense en un estado de miedo crónico a ser visualizado como sindicalista, socialista, comunista, y produjo en miles de costarricenses una reacción defensiva de negación de sí misma, de mimetismo (invisibilización) cuyo resultado en la realidad social costarricense fue la presencia de todo un extenso sector social ideológicamente ‘neutralizado’, desunido y paralítico: políticamente ‘domesticado’, como cínicamente (pero certeramente) lo calificó don Pepe Figueres. Consiguió, en suma, que cientos de miles de trabajadores costarricenses sintieran que los derechos laborales que la Constitución y el Código consagran, no eran en realidad sus derechos, y que en el plano político, para ellos estaba cerrada la posibilidad de manifestar públicamente (menos aún delante de sus patrones) su natural, instintiva preferencia por candidatos de izquierda. El trabajador termina razonando así: ingresar a un sindicato y votar por la izquierda son actos inconvenientes, dañinos, no recomendables, porque cualquiera de los dos me acarrea el despido, y el despido significa el hambre, las enfermedades y la muerte.

Invocando de nuevo el ejemplo de Chile, es notorio que al restablecerse la democracia, los partidos de izquierda (sobre todo el más grande: el Partido Comunista) se encontraron sensiblemente diezmados. Lo cual causaría extrañeza a muchos, puesto que los sufridos partidos de izquierda no eran obviamente los culpables de todos los sufrimientos padecidos por el pueblo chileno con el golpe, la masacre, la tortura, los desaparecidos, las detenciones, las deportaciones. Pero a raíz del shock del golpe Pinochetista había ocurrido algo así como si el pueblo quisiera castigarse después de recibir el brutal, prolongado e inmerecido castigo. Los sectores populares mostraban una tendencia abstencionista, o abandonaban explícitamente las posiciones de izquierda.

También en Costa Rica, cuando se eliminó el segundo apartado del artículo 98 constitucional y el Partido Vanguardia Popular recobró la legalidad, se encontró con que su militancia se había contraído sensiblemente: el shock había surtido sus efectos también en el campo político. Contra toda razón y justicia, los pueblos tienden a reverenciar el poder y no perdonan a los vencidos.

Obras consultadas: Elizabeth Lira: Consecuencias psicosociales de la represión política; en A. Blanco y M. Sabucedo: Psicología y Derechos Humanos, Icaria, Barcelona, 1998. Manuel Garretón: Balance y perspectivas de la democratización política chilena, en Menéndez-Carrión, Amparo y Joignant, Alfredo (ed.) La caja de Pandora: el retorno de la transición chilena; Planeta, Santiago, 1999. Naomi Klein: La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós, 1ª ed. Buenos Aires. 2008). Nicolás Maquiavelo: Discurso sobre la Primera Década de Tito Livio, en ‘Obras Políticas’, Ateneo, Buenos Aires, 1957.

6) Los sindicatos públicos defienden la integridad nacional

Los trabajadores del sector público en cualquier país están llamados a jugar un papel muy destacado en la política nacional durante el Siglo XX. El hecho de que muy temprano en la historia se les reconociera un cierto grado de inamovilidad gracias al régimen establecido por un Estatuto del Servicio Civil, sus sindicatos no pudieron ser desarticulados mediante despidos de efecto inmediato, como ocurría en la empresa privada, de modo que se consolidaron y acuñaron una experiencia de lucha que va a ser valiosísima a partir de la segunda mitad del Siglo XX, como veremos a continuación en el caso de Costa Rica.

Los sindicatos del sector público han llegado a ser muy numerosos gracias a las circunstancias relatadas, y al hecho de que se trata de un personal con un grado entre medio y alto de instrucción, muy favorable a la adquisición de capacidades para la disciplina y la lucha sindical.

Las principales agremiaciones de empleados públicos son: la Asociación de Educadores (ANDE), que nace en 1942 y que, en mi criterio, es una gran confederación sindical con nombre y status de asociación; UNDECA, en la Caja Costarricense de Seguro Social, que es de 1954; la Asociación de Profesores de Segunda Enseñanza (APSE) fundada en 1955; ASDEICE, que es la primera que se forma en el ICE (1955); la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP), fundada en 1958; y en 1968 se funda el Sindicato de Empleados del Banco Nacional (SEBANA); y el Sindicato de Educadores Costarricenses (SEC) en 1969; y el Sindicato de Empleados Universitarios (SINDEU) en 1970; y Sintrajap de JAPDEVA; y los médicos de Siprocimeca; y el Fit–Ice, y Anttec, etc., etc. En realidad los sindicatos del sector público son muchísimos; La CCSS, por ejemplo, alberga más de treinta; y su crecido número ha jugado un importante papel en la marcha de los acontecimientos. Pero lo que ha sido de una extraordinaria relevancia en la historia patria ha sido la calidad moral de esos sindicatos públicos. Como decía José Martí, hay momentos en que la moral de la Patria está encarnada en un reducido grupo, o en una persona:

La aprobación del Contrato/Ley de Alcoa en la Asamblea Legislativa, en los últimos meses de la Administración Trejos Fernández fue adversado a comienzos de 1970 por un masivo movimiento estudiantil coordinado por la FEUCR, el cual gozó de un amplio respaldo popular, y fue apoyado por el movimiento sindical, particularmente por los sindicatos de educadores (entre los que destacó el SEC, con una participación constante durante todo el proceso). De modo que la gesta de Alcoa no se generó en el seno del sindicalismo, pero para éste constituyó una rica experiencia de movilización de masas, que aprovecharía en sus luchas de los años futuros.

Si no recuerdo mal, la poderosa transnacional Millicom negoció su instalación en Costa Rica por acuerdo con el gobierno de Oscar Arias (1986-1990), y operó efectivamente durante la Administración Calderón Fournier; pero los sindicatos del ICE determinaron que su funcionamiento era ilegal, trataron infructuosamente de que el Gobierno y el propio ICE hicieran valer aquella ilegalidad; y finalmente fueron a la huelga, ya durante la presidencia de Figueres Olsen (1995). El movimiento triunfó, y el Gobierno firmó el levantamiento de la huelga con los 11 sindicatos del ICE involucrados en la lucha. Pero de todo esto, lo que me parece más hermoso es que se trató de la primera vez que un grupo de sindicatos de una empresa pública tomó a su cargo la tutela de los intereses de toda la comunidad costarricense, en contra de las cúpulas gubernativas compuestas por el Presidente, los Ministros y los Directores del propio ICE, que eran los que tenían institucionalmente a su cargo la tutela de dichos intereses populares y, alevosamente, los estaban sacrificando.

Esto se va a repetir en los movimientos siguientes, que tienen lugar en los últimos treinta años de nuestra historia, donde vamos a ver siempre a sectores del pueblo (¡que eso son los sindicatos!) supliendo el papel de protectores de los intereses nacionales, en sustitución de los que fueron elegidos y nombrados por el pueblo para que cumplieran con ese papel.

El ICE es justa y unánimemente calificado como una institución benemérita y amada por el pueblo costarricense, porque ha impulsado con patriotismo y eficiencia la electrificación, la industrialización, la intercomunicación, la modernización y por ahí también la democratización y el bienestar del País. Forma, junto con la Caja, los dos mayores tesoros institucionales de nuestro pueblo; y al igual que la Caja, su existencia estorba a la voracidad insaciable de los mercachifles neoliberales, quienes en la presidencia de Miguel Ángel Rodríguez le prepararon el tristemente célebre ‘Combo’ (2000). Y de nuevo fueron los sindicatos del ICE, con fuerte apoyo popular y el respaldo de muchos otras organizaciones gremiales, quienes se extenuaron en la tutela de aquella institución que los burócratas y los políticos neoliberales querían desmantelar alegremente.

Y de nuevo veremos a los sindicatos públicos formando en el 2004 el Movimiento Cívico Nacional durante la presidencia de Abel Pacheco, protestando contra el monopolio RITEVE; y otra vez los vemos en el 2007 formando filas con el pueblo para el Referéndum del TLC; y así hasta el presente.

Lo que en realidad ha ocurrido en Costa Rica es que, frente a la monótona caravana de los gobiernos neoliberales y su política privatizadora y desmanteladora de la Res Publica, la única contraparte que va quedando, con capacidad de ponerles freno, son los sindicatos del sector público: las mujeres y los hombres que constituyen la masa de los técnicos, los administrativos, los geólogos, los banqueros, los jueces, los jardineros, los ingenieros, los conserjes, los enfermeros, los albañiles, los trabajadores sociales, los entrenadores, los economistas, los historiadores, los médicos, los oficinistas, los químicos, los cocineros, los profesores, los laboratoristas, los choferes, los investigadores, etc., que forman dichos sindicatos. El Frente Amplio, mi partido, que comparte en gran medida los ideales patrióticos de dichos gremios, no tiene por el momento los votos necesarios, aunque abunda en ideas claras, buenos proyectos y colaboradores laboriosos y honestos.

La Reforma Procesal Laboral, una iniciativa colectiva de laboriosa gestación que empeñó el esfuerzo de juristas y sindicalistas, y que tuvo el patrocinio de la OIT, fue promulgada en los estertores de la Administración Chinchilla Miranda, mereció el veto de la Presidenta saliente y la sanción del entrante. Fue el único intento logrado en tantos decenios de corregir al fin muchos de los achaques congénitos de nuestro viejo Código del Trabajo de 1943, sobre todo en materia de derecho colectivo y derecho procesal laboral. Mauricio Castro dedica al tema una síntesis conclusiva que vale la pena reproducir en lo conducente:

“…El derecho laboral colectivo se desarrolló en Costa Rica a partir del unilateralismo (ley y mecanismos impositivos) y en las 3 etapas de reconocimiento de la ciudadanía social, el ejercicio de la libertad sindical tuvo enormes limitaciones jurídicas, políticas y culturales que han impedido su consolidación. La incorporación laboral en los 40 partió de la desconfianza hacia los sindicatos, por lo que el Código de Trabajo incluyó potentes mecanismos de disciplinamiento sindical, que mostraron toda su potencia en las etapas de reacción conservadora. Aún con esas limitaciones, cuando se legitimó políticamente a los sindicatos y se reconoció el conflicto capital-trabajo, se produjo una explosión de afiliación, negociación, medios de solución de conflictos y huelgas…”. (pág. 193)

Obra consultada: Mauricio Castro: Ob. cit., pág 193. BID/CLAD: Análisis comparado de las relaciones laborales en la Administración Pública Latinoamericana. Argentina, Costa Rica, México y Perú; Bid, Washington, 2012. Felipe Martínez Kaechele: Libertad sindical en los funcionarios públicos; Universidad de Chile, Santiago, 2017. Adolfo Braga: Las relaciones sindicales en el empleo público; Universidad de Teramo, 2020. Lorenzo Bordogna: Problemas de las relaciones sindicales en el sector público. La experiencia italiana en perspectiva comparada; en Stato e Mercato Número 36, Milán, dic. 1992.

7) La última agresión neoliberal

En las últimas huelgas: la de 2017 de los funcionarios del Poder Judicial, y la del 2018, en la que participaron sobre todo los sindicatos de educadores, con apoyo parcial e intermitente de otras fuerzas, contra la promulgación de la llamada Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas (iniciativa del gobierno anterior con un nombre sugestivo, reasumida por el nuevo Gobierno sorpresivamente ultrarreaccionario, que aprovechó los daños de la desidia fiscal de las administraciones anteriores para decretar la emergencia fiscal y predicar su santa cruzada contra los empleados públicos, tratando así de minar los últimos bastiones de la resistencia popular y del Estado Social de Derecho). En los avatares de esa lucha tuvimos la ocasión de experimentar la unanimidad de los tres Poderes en concierto con la UCAEP, los mass media a su servicio y una opinión pública reaccionaria y hostil; en suma, una representación local del Capitalismo transnacional clara y resuelta, en un despliegue de fuerzas para imponer su modelo autoritario.

La Huelga contra la Ley de Fortalecimiento Fiscal fracasó: la Ley entró en vigencia con algunas limitaciones y fue diligentemente aplicada; pero además de eso la Asamblea, el Ejecutivo y la Sala Cuarta reaccionaron al unísono para tratar mediante nuevas leyes y decretos, de desvirtuar la parte más significativa de la reciente Reforma Procesal Laboral y despojar a los institutos de la Huelga y la Convención Colectiva de todo su poder, atropellando la Constitución y los Convenios Internacionales.

Mauricio Castro comenta ampliamente el episodio:

Las reformas y las huelgas del Poder Judicial (2017) y por justicia tributaria (2018) produjeron la tercera reacción conservadora (2018 …), que busca la imposición unilateral de las condiciones de trabajo. Se produce en un contexto de polarización y conflictos sin espacios de negociación. A la deslegitimación sindical y la calificación del conflicto como una patología, se suman reformas unilateralistas. Se legalizó la disminución unilateral de jornadas con disminución salarial (ley 9832); se creó un mecanismo “express” para suspender contratos (42248-MTSS); se apoya imponer una jornada ordinaria de 12 horas diarias 4 días de la semana. La emergencia sanitaria y la crisis fiscal han colocado la unilateralización en el sector público disfrazada de exigencia económica. Se limitó la huelga en el sector público en contra de la doctrina de OIT (ley 9808) que además buscaba facilitar la disolución sindical, aunque este aspecto debió abandonarse (SCV 20596-19). En general la Sala Constitucional abandonó la doctrina de la OIT. La Ley de Fortalecimiento Fiscal (9635) intentó limitar los convenios en su contenido esencial (salarios) y planteó su denuncia obligatoria…”. (Ob. cit. pág. 191)

Es público y notorio que en abril de 2019 el Gobierno presentó a la Asamblea Legislativa un proyecto de Ley Marco de Empleo Público, que se tramita bajo el Número 21.336. El mayor interés que suscita para los efectos de este ensayo es que expresa claramente las intenciones del Gobierno que venían ocultas en la Ley de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas: controlar todas las instancias del Estado y los entes públicos menores desde una especie de super-ministerio del Poder Ejecutivo: el Ministerio de Planificación, de manera de mediatizar la independencia de los Poderes y de las autonomías establecidas en la Constitución. El Diablo vendiendo escapularios: gobiernos neoliberales blindándose de super-poderes para de ese modo perpetrar cómodamente y sin resistencias su macabro desmantelamiento: sin el control de la Justicia, sin la crítica de la Academia y sin la protesta del Pueblo.

Conclusiones

Si leyéramos Historia Patria, confirmaríamos sobradamente el dato de que dos centenares de sindicatos de empresa que nacieron alrededor de los años cuarentas del Siglo XX, junto con otras mil iniciativas informales en el mismo sentido, en el contexto de un vigoroso pero incipiente movimiento social, todas al amparo y bajo la ilusión de Garantías Constitucionales, de un flamante Código de Trabajo y de la movilización popular, fueron negados, ilegalizados y desmantelados ilegítimamente en la década siguiente, aprovechando el triunfo de una rebelión armada y las políticas anticomunistas de la Guerra Fría; y también nos enteraríamos de que esas políticas represivas incluyeron el fomento de una prolongada, mortífera e impune persecución de aquellos sindicalistas, con cínica inobservancia de la flamante Constitución de 1949 y del Código de Trabajo: una persecución de trabajadores propiciada por el Ministerio de Trabajo, predicada por cientos de curas católicos y tolerada por los jueces del Ramo; la cual facilitó la conducta patronal del despido inexorable y sistemático de los trabajadores que intentaran formar un nuevo sindicato en las empresas, y a su inclusión en una lista negra que les dificultaría volver a tener un trabajo asalariado.

Recalcamos, por si quedan dudas, que esa práctica represiva, ilegal e inconstitucional, condujo al resultado de que, salvo en las zonas bananeras, desde hace más de medio siglo, prácticamente desapareciera el sindicato en la empresa privada en la Meseta Central y en muchas otras partes del Territorio (engañosamente sustituido en muchos casos por la asociación solidarista).

Así las cosas, la prolongada ausencia de una fuerza sindical en el sector privado, que reclamara eficazmente el mejoramiento de la situación laboral del dependiente, del obrero, del campesino, disponiendo incluso del arma de la huelga; así como la ausencia prolongada de convenciones colectivas económico-sociales que garantizaran una distribución más equitativa de las ganancias de las empresas y el gradual mejoramiento de los asalariados, llevaron a la configuración capilar pero incesante de aquel déficit en sus derechos y sus garantías laborales que ha sido, al fin y al cabo, la causa principal del deterioro de su tenor de vida; y los ha puesto en la necesidad de acudir a dos o más empleos; de aceptar trabajos informales por debajo del salario mínimo, sin seguridad social y con largas jornadas laborales; aislados y vulnerables, con los deletéreas efectos que todo ello les ocasiona en el orden moral, familiar, económico, de salud, etc. Todo esto es así, aunque en ciertos momentos los datos numéricos puedan hacer pensar que las cosas en el sector sindical privado son equiparables a las del sector público.

Es oportuno insistir en que en el empleo público los sindicatos han podido en general resistir las arremetidas de los gobiernos, por la feliz circunstancia ya conocida de que el empleado no puede ser despedido a voluntad (como sí le ocurre sistemáticamente al trabajador privado) sino que se requiere demostrar su supuesta falta mediante un proceso administrativo cuya decisión final puede ser impugnada en vía judicial. Lo cual, en la práctica, se ha traducido en una estabilidad como situación normal, que a los empleados públicos les ha permitido consolidar una experiencia sindical de varios decenios: ir a la huelga y firmar convenciones colectivas para mejorar sus salarios, su seguridad laboral, su régimen de pensiones, etc.

Afortunadamente tuvo que ocurrir que llegara el día en que la situación laboral en el sector privado fue conocida, analizada y divulgada por organismos científicos y agencias financieras internacionales (CEPAL, INEC, OCDE, PNUD, BM), cuyos hallazgos han permitido revelar otros aspectos de su desventajosa situación; como que, por ejemplo, a diferencia del otro sector, el temor, la apatía, la desmovilización y la indefensión de los trabajadores privados hayan conducido a que entre 1984 y 2009 el salario mínimo medio en términos reales sólo creciera a una tasa media anual de 0,7%; y que, por ende, la desigualdad salarial (con respecto del empleado público) se haya ido ensanchando significativamente año tras año.

Posiblemente algunos lectores recuerden que a principios de junio de 2018, los medios de comunicación divulgaron un estudio del Banco Mundial sobre pobreza y desigualdad en el Mundo. Entre esos medios, por ejemplo, EL PERIÓDICO CR del 2 de dicho mes, el cual nos brindó la siguiente información que reproduzco en lo que atañe a Costa Rica:

“…Aarón Chinchilla EP. Un estudio de análisis del Banco Mundial determinó que Costa Rica es el noveno país del mundo con mayor desigualdad económica. Para elaborar la investigación, se determinó evaluar el Producto Interno Bruto (PIB) de cada país, la capacidad de compra de las personas respecto a sus ganancias (paridad del poder adquisitivo por habitante) y el Coeficiente Gini, que mide la desigualdad en el mundo. El estudio determinó que ocho países de América Latina y el caribe además de dos africanos son los más desiguales del Mundo…” (las negritas son mías)

“…Caso Costa Rica: Jornadas Largas acompañan alta ineficiencia y bajos salarios. Indicadores de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han determinado que Costa Rica es un país en donde se trabaja mucho (2.212 horas por año), pero posee baja productividad, además de que los ingresos generales no permiten que las personas superen la línea de la pobreza.

“…El análisis “Working, But Still in Poverty” de la OCDE ha detallado que la cantidad de hogares, en Costa Rica, con personas jefas de hogar en edad laboral, tienen un ingreso por debajo de la línea de pobreza…”

“…Para el caso costarricense, el experto (economista chileno Jorge Rodríguez Grossi) aseguró que, es importante denotar que estos valores, cercanos al 0.5 (arrojados por el Coeficiente de Gini), han venido incrementándose desde la década de 1980, en donde rondaba valores cercanos al 0.31-0.32; lo cual denota que las políticas económicas después de 1980 (el Neoliberalismo galopante a partir de Luis Alberto Monge), han ido en decrecimiento de la distribución del ingreso y la falencia de un sistema tributario progresivo y acorde a las necesidades del siglo XXI…” (los paréntesis y las negritas son mías).

El economista y estadígrafo italiano Profesor Corrado GINI (1864-1946) inventó en 1912 el ‘coeficiente’ que lleva su nombre, que es una herramienta analítica para medir la desigualdad salarial de las personas en un lugar y un tiempo dados. Y es gracias a dicho señor que podemos conocer el coeficiente que corresponde a Costa Rica al día de hoy; enterarnos de que ese concreto guarismo significa una grave desigualdad; de que una consecuencia de ello es que la ‘Suiza Centroamericana’ es el noveno país más desigual del Mundo; y que en la lista del PNUD que ordena los países según su desarrollo humano, ocupa el sexagésimo-sexto (66) lugar, de un total de 168.

Esa desigualdad se expresa también, en lenguaje económico, en los términos de una ‘brecha’ en la distribución del PIB entre aquéllos a los que mayores ingresos se asigna, y los que menos reciben. Y en el caso de Costa Rica tenemos que en el 2016, el ingreso promedio por persona (contando a los menores) del grupo que constituye el 20% más rico, fue de 1.079.788 colones, es decir, 19 veces mayor que el del 20% más pobre, que fue de 56.713 colones (contando, también, a los menores).

No se trata de pensar que los ticos inventamos la desigualdad social: Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, ha reafirmado recientemente la idea de que:

‘La desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades latinoamericanas y caribeñas que se ha mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento y prosperidad económica. Aunque hubo avances importantes en los últimos 15 años, América Latina y el Caribe sigue siendo la región más desigual del mundo, por sobre el África Subsahariana (la segunda región más desigual), y presenta un índice de Gini promedio casi un tercio superior al de Europa y Asia Central’ (CEPAL: PANORAMA SOCIAL DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE; Informe2019).

A mayor abundamiento, algunos datos extraídos del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica (Nuestro enojo ciudadano por la falta de dinero; UCR Noticias, 13 de octubre de 2021) nos indican que

         1.- el nivel de pobreza, que en 2017 alcanzara al 20.5% de la población, al finalizar el 2021 alcanza cerca del 30%. Lo que significa que, si en 2017 teníamos un millón cien mil pobres en el País; y noventa y nueve mil treinta y cuatro hogares costarricenses en extrema pobreza, al terminar el 2021 tenemos un millón ochocientos cincuenta mil POBRES, es decir, el 30% de la población; y un coeficiente de Gini de 5.19

“…En Costa Rica la desigualdad crece. Ésta es la diferencia en el monto de ingresos que reciben las personas y que provoca que un segmento de la población reciba una fracción relativamente pequeña del ingreso, en relación con otro segmento que concentra una proporción mucho más grande.

La desigualdad medida por el coeficiente de Gini en Costa Rica para el 2020 se ubica en 0,519 y su evolución refleja que ha ocurrido un crecimiento de la desigualdad durante las últimas décadas…” (Ob. y lug. cit.).

En vista de lo anterior, concluye el informe CEPAL/MINEX/MIDEPLAN: El enfoque de brechas estructurales. Análisis del caso de Costa Rica, en 2016:

“…El estancamiento de la pobreza y el aumento de la desigualdad económica están provocando la fragmentación de la sociedad costarricense, una de cuyas manifestaciones es la pérdida de la educación como agente de movilización social. Dentro del marco de este análisis, se establecen dos dimensiones relevantes de la brecha de pobreza y desigualdad: la pobreza extrema y la desigualdad de ingresos…” (pág. 92)

Según dicho estudio, Costa Rica (en sólo 3 años) pasó de tener 85 personas que concentraban un capital de más de 30 millones de dólares (2012), a 100 personas (2015) que, en conjunto, acumularon una riqueza que representaba la tercera parte del PIB; y las nefastas consecuencias de ello se reflejan en términos de inseguridad ciudadana, penetración del narco, regreso del analfabetismo, mortalidad infantil, etc.

Entonces pienso yo sea de extrema conveniencia que los trabajadores del sector privado, desde los empleados de comercio y los obreros industriales hasta los jornaleros de las fincas, se hagan la siguiente pregunta: ¿esos catastróficos resultados hubieran sido los mismos si durante el último medio siglo hubiese existido un enjambre de sindicatos de la empresa privada, organizados en sus confederaciones, celebrando periódicamente sus convenciones colectivas y con plena disponibilidad del derecho de huelga?

Mas me parece evidente que uno de los efectos de aquella ilegítima pero impune represión contra toda actividad sindical en el sector privado de la zona central y más desarrollada de Costa Rica, de la que hablábamos antes, que se prolongó por un buen medio siglo, se está manifestando ahora, en forma casi diríamos especular, convertida en forma de brecha económica y de Coeficiente de Gini: porque aquello que fue un verdadero asalto a los derechos de los pobres ¿el asalto del siglo?) fue perpetrado silenciosamente en Costa Rica, y mantenido en la sombra por muchos años, pero estalló con estruendo en el Coeficiente de Gini y en la actual Brecha Económica: una parte muy considerable de lo que se sustrajo de los bolsillos de los asalariados del sector privado que forman el quintil más pobre, aparece del otro lado de la brecha, formando parte de las ganancias del quintil más rico. En otras palabras: hurtada que fuera la riqueza que debió traducirse en bienestar de los trabajadores privados, viene a reaparecer, en cambio, acumulada al otro lado de la brecha, formando parte del ingreso de los ricos (!!).

Como los indicios de un oculto crimen, aquellos dos indicadores vienen a revelar acusadoramente la violación de los derechos sindicales de los trabajadores del sector empresarial, el aplastamiento de toda tentativa de sindicalización, la ausencia de convenciones colectivas que hubieran puesto un poco de equidad y de humanidad en la distribución de las ganancias de las empresas. Porque ¿qué es la brecha económica sino la confesión de una iniquidad perpetrada por el quintil más rico en daño del quintil más pobre de la población?

Los empleados públicos, por el contrario, aprovechando sus garantías constitucionales para sindicalizarse, tuvieron el coraje de pelear para celebrar convenciones y hacer huelgas para ampliar la esfera de sus derechos, e incluso para enfrentarse a políticas públicas contrarias al bien común.

Para su eterna vergüenza, los políticos y los funcionarios públicos costarricenses, en vez de castigar la persecución sindical y abstenerse de interferir en el ejercicio de los derechos sindicales de los trabajadores privados que garantiza la Constitución, a fin de que dichos trabajadores accedieran a una razonable y sostenida expansión de sus derechos mediante sus instrumentos legales de lucha: la convención colectiva y (como ultima ratio) la huelga, los dejaron caer hasta el fondo; y ahora cínicamente pretenden más bien destruir los sindicatos públicos y privar a los empleados públicos de aquellas armas legítimas, para reducirlos a la impotencia: a la misma impotencia en que han mantenido a los trabajadores del sector privado durante tres generaciones.

Hay que repetirlo fuerte y claro: los decenios del sacrificio forzado de los derechos sindicales de los trabajadores del sector privado de Costa Rica, que en su tiempo se tradujeron en desamparo e indefensión, y en la miseria y la desdicha de innumerables familias humildes, terminaron al cabo siendo concausa, retardada pero acumulativa, de la infame brecha económica que pone un abismo entre los ricos y los pobres. Pero pensar en aquellos decenios de sacrificio debe también mover la conciencia de los trabajadores costarricenses: enseñarles a identificar a sus verdaderos amigos, …y a los otros.

Estoy convencido, además, de que el vacío político producido por la ausencia de una populosa clase trabajadora organizada y beligerante, que hubiera sido un fuerte interlocutor en la palestra política, poniendo en la balanza del poder el peso de sus legítimos intereses para sacar lo mejor de cada partido y de cada gobierno; repito: la ausencia de esa clase trabajadora unida y consciente que Costa Rica bien se merecía por sus tradiciones de civismo, hizo posible el deslizamiento y la degradación de un socialcristianismo y una socialdemocracia ideológicamente anémicas y sin contrapesos, hacia aquel neoliberalismo oportunista y chapucero que ha sido la tónica de quienes nos han venido gobernando:

a) con las consecuencias político-jurídicas disolventes que hoy se reflejan por doquier: se reflejan en el control politiquero consumado sobre las cúpulas judiciales y otros órganos de garantía; se reflejan en los contubernios entre los Poderes para asegurarse la impunidad de los excesos y de los compadrazgos en las altas esferas de la política y la economía que nos condujeron al Cementazo; en el desmantelamiento del MOPT y la concesión de las obras a un oligopolio que nos condujo a Cochinilla y al Diamante; en el abandono de toda política asistencial constructiva, junto a la carta blanca de los empresarios en la aplicación de la infame “flexibilización de las relaciones laborales”; en el ataque a los últimos bastiones institucionales del servicio público (la CCSS, el ICE). Todo lo cual se tradujo en la violación reiterada y flagrante de los derechos humanos económicos, sociales y culturales consagrados en beneficio de nuestro Pueblo por la Constitución y las Convenciones Internacionales.

b) con las nefastas secuelas económico-financieras que se transparentaron en el sempiterno e inducido desequlibrio fiscal, en el creciente desempleo, en la profunda y acusadora brecha entre ricos y pobres que se ha ensanchado bajo los pliegues del modelo del derrame.

c) con la artera política legislativa del Gobierno Alvarado, en connivencia con los partidos Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana y los Pentecostales, tendientes a debilitar las instituciones de control jurisdiccional y a eliminar las universidades públicas, los sindicatos del sector público y, por esa vía, toda forma de crítica racional y de resistencia ciudadana.

¿Cómo podrán nuestra clase gobernante y el País entero reparar el inmenso daño económico, social, moral y político infligido a varias generaciones de trabajadores costarricenses a partir del 48, por haberlos privado ilícitamente de su derecho a formar sindicatos, y de los legítimos y esenciales servicios de dichos sindicatos que el Código de Trabajo, la Constitución y las Convenciones Internacionales habían creado en beneficio de aquellos trabajadores? Usando la fuerza, el terror, la injusta violencia, el abuso y la mentira ¡les pintaron como crímenes los que no eran sino sus legítimos derechos!

Está a la vista que Costa Rica no tiene ejército, pero tampoco le permitieron tener mayorías de trabajadores capaces de defenderse de la inanidad y la domesticación que les han decretado sus gobiernos. A fin de cuentas, como predijo el escritor y mártir argentino Rodolfo Walsh, muchas más vidas serían arrebatadas por la «miseria planificada» que por las balas.

¡Cómo retumba esta frase en el País de los muchos maestros y ningún soldado!

SOY UN PRIVILEGIADO

Adriano Corrales Arias*

A fin de año me jubilo luego de casi treinta años de servicio en la educación superior, en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, para ser más exacto, y tres o cuatro años en la primaria y secundaria, además de algunos “camarones” como empleado o trabajador informal. Recibiré de pensión, más o menos, un sesenta por ciento de mi actual salario. De golpe y porrazo abandonaré ese estamento social conocido como “clase media” para engrosar la ancha banda de la pobreza, según el galopante nivel devaluativo de la moneda nacional y el encarecimiento del costo de la vida. Los ahorros y “pluses” salariales de más de treinta años de vida laboral y académica se irán al carajo. Tampoco sirvieron más de veinte años de estudios e investigaciones para obtener un salario digno y acorde con el esfuerzo. Los avances de la contrarreforma neoliberal te desvalorizan como profesional, funcionario público y trabajador intelectual. Pero soy un privilegiado.

Sí, para la oligarquía y la masa intoxicada por el discurso único de los medios desinformativos de aquella, soy un privilegiado pues recibo un “salario de lujo”. La atroz campaña de la contrarreforma ha calado tan hondo que hoy compañeros trabajadores nos destazan en público, sin comprender que, precisamente, los “privilegios” de los cuales gozamos, obedecen a años de luchas, sacrificios personales y colectivos, represiones y conquistas; no han sido regalos de nadie sino conquistas del movimiento social. Desconocen – por ello lo obvian con facilidad – que ellos mismos deben gozar también de esos “privilegios”, mismos que sus patrones les birlan al no reconocerles siquiera el salario mínimo. Dichos “privilegios”, reconocidos en castellano históricamente como derechos y garantías sociales – por los cuales hubo incluso una guerra civil – deberían ser pan de cada día para todos los trabajadores costarricenses; por eso la equiparación debe ser ascendente, no descendente, como propone y ejecuta el gran empresariado, y malinterpretan miles de incautos intoxicados. El borrado lingüístico y semántico, correlativo al de la misma historia, hace que entre nosotros, trabajadores del estado, independientes y de la empresa privada, nos veamos como enemigos, cuando en realidad el verdadero enemigo es la clase social que promueve la nueva manera de leer la legislación y la historia: quienes evaden y eluden impuestos y cargas sociales, legitiman y exportan capitales a paraísos fiscales y explotan mano de obra nacional y migrante sin contemplaciones; léase, la oligarquía nacional y sus socios transnacionales, consorcios y trusts amparados por el FMI, el BM y otras garroteras mancomunadas con los países más poderosos del planeta.

Pero hay otro privilegio, el verdadero: “la suerte” corrida en mi historia de vida. Aludo al hecho de cursar estudios superiores gracias a sendas becas para estudiar en Europa y realizar un posgrado en mi alma mater, la UNA. Todo ello gracias al Estado Social de Derecho, es decir, a las reformas sociales de los años cuarenta, bajo una alianza inédita en el mundo conformada por la iglesia católica, el partido comunista y parte de la rancia oligarquía cafetalera, acuerpada luego por una socialdemocracia aclimatada en el trópico centroamericano. Me explico: si mi infancia y adolescencia fuesen hoy, no podría estudiar. Mi familia era de escasos recursos con doce hijos (todos vivos afortunadamente a la hora de escribir esto) y unos padres trabajadores e incorruptibles: él comerciante, pasando por artesano, agricultor, empleado, funcionario público; ella ama de casa realizando trabajos de toda índole tales como lavado de ropa para la CCSS, entre otros, para aportar a la exigua olla doméstica. En las actuales condiciones jamás podrían haberme enviado, junto a mis otros hermanos, a la escuela pública, luego al Liceo San Carlos y, mucho menos, a la Universidad Nacional. No tendrían recursos para enviarme desde “Villa Quesada” a la meseta central a subsistir con decoro por los alrededores de la “U”. En los gloriosos años setenta pude hacerlo gracias a becas de la Municipalidad de San Carlos, de la misma universidad, la cual me ofreció, además, residencia estudiantil y servicio de comedor, y luego del Ministerio de Relaciones Exteriores a través del convenio educativo/cultural con la antigua URSS. Por eso me considero privilegiado.

Por cierto, la universidad que dejo es otra. A mi ingreso en ella – inicios del año 1992 – era una de las cuatro públicas del país, la cual, a pesar de haber sido creada para fortalecer los procesos de industrialización de la clase dominante nativa con una estructura vertical y cuasi militar (no existían facultades ni escuelas o departamentos, sino “divisiones”), había sido transformada en una universidad democrática, participativa y abierta a la comunidad costarricense con una misión de servicio para el fortalecimiento de la ciencia y la técnica al servicio de la economía nacional, especialmente de los sectores más desprotegidos. Esa metamorfosis se logró gracias a un inédito, combativo y lúcido movimiento estudiantil, cuyas luchas en los años 1981/82 consiguieron flexibilizar aquel cascarón empresarial/tecnocrático. Así, la institución pudo salir de la modorra colonial cartaga creando una Sede Regional en San Carlos, misma por la cual – benditas paradojas de la vida – había luchado en mis años de colegial (fui expulsado del Liceo San Carlos por organizar una marcha solicitando dicha sede para la región norte) y más tarde un Centro Académico en San José. Hoy repito, es otra; la contrarreforma la ha alcanzado y, con aliados internos, ha sufrido un proceso de descapitalización ya no solo material, sino sobre todo cultural e ideológico, sumiéndola en una institución cada vez más vertical, antiacadémica, tecnocrática y aislada del entorno y de los problemas que aquejan a las grandes mayorías. El proceso de cooptación neoliberal y de privatización ha sido intenso y su actividad académica, especialmente en términos de investigación, extensión y acción social, se ha restringido ostensiblemente. Lo peor, todo a ojos vista de una comunidad académica y un movimiento estudiantil sumidos en la anomia, el temor, la dispersión y el confort intramuros, dado que han sido objeto de ese borrado o lavado ideológico, semántico e histórico que produce una tabula rasa en cuanto a nuestras memorias e identidades.

La contrarreforma neoliberal desestructuró el Estado Social de Derecho, con ello la educación pública y la seguridad social, bases de nuestra otrora imperfecta pero robusta democracia. Lo grave: convenció a miles de costarricense que así debe ser, que la privatización es buena, que la ciencia, los saberes y los derechos a la salud pública y al empleo con salarios y garantías dignas como una pensión justa, no son necesarios. La masa se lo tragó. De hecho, quienes más necesitan del Estado Social de Derecho se convirtieron en sus acérrimos enemigos y en militantes contra los trabajadores públicos y los necesarios servicios de un estado que se debe a las personas. ¡Divide y vencerás! Es el mayor triunfo de la contrarreforma: convencer a humildes trabajadores, transmutados en “colaboradores”, de que sus derechos son nocivos porque obedecen a consignas de comunistas y servidores de satán. Para ello movilizaron millones de colones provenientes del mismo estado, ya no solo evadiendo o eludiendo impuestos, máxima sangría del déficit fiscal, sino sirviéndose de figuras corruptas como la deuda política, las compras estatales o la concesión de obra pública. Y siguen engordando a mediocres “profesionales”, vividores o viles predicadores devenidos en “políticos”, a medios corruptos de incomunicación masiva y empresas mal habidas que explotan mano de obra, sobre todo migrante.

Pero los privilegiados somos nosotros, no ellos, nuevos ricos que arrasaron con impunidad uno de los proyectos sociopolíticos más innovadores y eficaces de América Latina y del mundo, construido, como se ha indicado, gracias a un inédito contrato social. ¿Imperfecto?, claro que sí, como toda obra humana, pero perfectible y renovable de acuerdo a los tiempos que corren sin tanto sacrificio social; las bases del estado, a pesar de la galopante corrupción y de la pérdida de soberanía, todavía lucían estables para soportar cambios a favor de las grandes mayorías sin graves convulsiones. Pero la gula de una oligarquía insaciable no lo ha permitido. Lo dicho y lo deplorable: con la venia de una masa domesticada, según aserto de uno de los artífices de la erección de un estado socialista exitoso en medio de dictaduras y de países en cruentas guerras intestinas y bajo la constante amenaza del imperio del norte. Ese enroque ideológico y semántico produce grotescas caricaturas propagandistas afirmando, por ejemplo, que los últimos gobiernos neoliberales son conducidos por socialistas o comunistas. “Miente, miente, miente… que algo queda”.

*Escritor.

Requerimiento ante Ministerio de la Presidencia en defensa de las garantías sociales

SURCOS comparte el siguiente documento en el cual la señora Magalli de la Trinidad Acosta Garro, presentó un requerimiento en defensa de las garantías sociales. En el documento se realiza un análisis exponiendo las consecuencias que la crisis producida por la pandemia del COVID-19, ha generado al régimen de pensiones, a las garantías sociales de la clase trabajadora, además, se señala el debilitamiento que se ha producido, y cómo el Gobierno no ha tomado las medidas necesarias para responder a dicha problemática que ha afectado a tantas personas.

Se adjunta el documento, y se le invita a revisar el texto completo, con el fin de ampliar más la discusión sobre este tema.

Oficina de acceso a la Información 17 de septiembre de 2021

Ministerio de la Presidencia.

República de Costa Rica

La suscrita señora Magalli de la Trinidad Acosta Garro, identidad 107320686, domicilio en Alajuela, San Ramón, con correo electrónico facultado por el Poder Judicial como medio de notificaciones acostatrinidad@outlook.es con teléfono 88630725.

Quien en días anteriores y bajo el expediente número 21-017425-007-CO, con recurso de amparo en virtud de las garantías sociales de nuestro país, toda vez el principio de solidaridad y de reparto de las riquezas a cargo del Estado costarricense.

Señaló lo siguiente:

1-Pandemia Covid 19, produce en forma directa e indirecta en toda la población económicamente activa una seria crisis económica.

2-La Caja Costarricense de Seguro Social, hace esfuerzos no sólo en materia de todos los recursos humanos técnicos, administrativos, médicos, especialistas, para socorrer a la población de la República de Costa Rica.

3-La población menos afectada financieramente es la vinculada en forma directa, (empleados públicos) o indirecta todos sus proveedores. Ya que el presupuesto del Estado le hace frente a todos esos gastos mediante los presupuestos ordinarios y extraordinarios del país. 

4-Los diferentes regímenes de pensiones tanto privados como públicos, reciben rendimientos que no han sido tan afectados como sí lo son los regímenes de la Caja Costarricense del Seguro Social, toda vez la población más vulnerable, trabajos informales, independientes, empresas, fabricas, comercio, etc., ni hablar de lo sufrido en el régimen No Contributivo de la CCSS, mismo que en un período se determinó en forma inhumana no conceder este beneficio a las personas más necesitadas de nuestro país, ellos ; personas con discapacidad, ancianos (as) en abandono, condición de extrema pobreza que ha alcanzado límites insospechados en la nación, o sea nosotros como pueblo.

5-Las personas que desean y tienen derecho a una pensión por el Régimen de Invalidez Vejez y Muerte, no han podido acceder a su derecho legítimo porque la economía del estado, misma que está comprometida por la población económicamente activa, y que por la pandemia han visto su derecho violentado. Prueba de ello, la tienen los magistrados de la Sala Constitucional, el mismo Ministerio de Hacienda, la Dirección de pensiones de la CCSS, la Defensoría de los Habitantes, y yo también como afectada por no poder definir mi situación de traslado de cuotas obrero-patronales etc. de la JUPEMA de Contabilidad nacional al régimen de Invalidez Vejez y Muerte de CCSS. Son muchas las personas que han acudido a la Sala Constitucional para validar sus derechos sin embargo tengo pruebas escritas que no hay efectivo para hacerle frente a estos derechos legítimos de tantas personas, que no han podido pensionarse, o peor y más doloroso muchos según puedo probar por mis correos electrónicos 27 de esa lista de espera ya no están con nosotros, sí esos costarricenses murieron sin ver cumplidos sus derechos tan bien ganados.

Sin embargo, la Pandemia Covid 19 es a mi parecer y el del mundo que nos ha afectado en salud, educación, seguridad, aumento de delincuencia por hambre, desempleo, veamos los pescadores de Puntarenas, etc. Costa Rica no escapa a esto y por ser país tercer mundista, bueno es de esperar que las consecuencias se sigan sintiendo y aumentando en los próximos 4 o 5 años. No soy economista, pero soy ciudadana de este país y tengo derecho a manifestar mi simple opinión. Espero equivocarme.

6-La constitución Política de la República de Costa Rica, en forma visionaria tiene plasmado en su capítulo o título de las Garantías Sociales, el deber del Estado con el trabajo, sus empleados, sus pensiones, etc. 

Cito

Garantías Sociales

Se conoce como Garantías Sociales a una serie de reformas políticas progresistas realizadas en Costa Rica en los años 40, a raíz de la alianza entre diversas figuras políticas y religiosas, en beneficio de las clases trabajadoras. Si bien hubo diversos actores detrás de ellas, los tres principales dirigentes de las mismas fueron:

Creación de la Caja Costarricense del Seguro Social,1​ que universalizaba los servicios médicos. Mediante la promulgación de la ley de la Caja todos los empleadores debían obligatoriamente asegurar a sus asalariados y realizar los pagos correspondientes a las cuota obrero-patronales, lo que permitía al asegurado, su cónyuge y su familia inmediata ascendente o descendente, recibir atención médica por medio de los servicios de la Caja. Todos los menores de 18 años residentes en el país indistintamente de la nacionalidad están automáticamente asegurados por el estado. Las personas no aseguradas (desempleados, por ejemplo) igualmente pueden recibir los servicios de la Caja a crédito y generalmente en costos menores que un servicio médico privado.2

Es sabido de todos la emergencia nacional y económica del sector de la población económicamente activa del país, estamos en crisis, una seria crisis, que si no se trata pronto nos va hundir en una depresión económica pocas veces vista. 

TITULO V

DERECHOS Y GARANTÍAS SOCIALES

Capítulo Único

ARTÍCULO 50.- El Estado procurará el mayor bienestar a todos los habitantes del país, organizando y estimulando la producción y el más adecuado reparto de la riqueza.

Toda persona tiene derecho a un ambiente sano y ecológicamente equilibrado. Por ello, está legitimada para denunciar los actos que infrinjan ese derecho y para reclamar la reparación del daño causado.

El Estado garantizará, defenderá y preservará ese derecho.

La ley determinará las responsabilidades y las sanciones correspondientes.

(Así reformado por el artículo 1º de la Ley No.7412 de 3 de junio de 1994)

Como puede ver corresponde al estado en su figura máxima hacer cumplir estas garantías en plena pandemia Covid 19.

Cito: mi opinión. El régimen de pensiones que nos corresponde a la CCSS, poseen mayor rendimiento y no han tenido que reajustar sus planes debido a que sus economías así se los permiten, ese dinero acumulado y que ha ganado más interés incluso en tiempo de pandemia pues están cobijado en su gran mayoría por grupos de profesionales que han tenido su sustento del Estado costarricense, éste a su vez de la población activa y de leyes que les permiten recoger impuestos y etc. 

ARTÍCULO 73.- Se establecen los seguros sociales en beneficio de los trabajadores manuales e intelectuales, regulados por el sistema de contribución forzosa del Estado, patronos y trabajadores, a fin de proteger a éstos contra los riesgos de enfermedad, invalidez, maternidad, vejez, muerte y demás contingencias que la ley determine.

La administración y el gobierno de los seguros sociales estarán a cargo de una institución autónoma, denominada Caja Costarricense de Seguro Social.

No podrán ser transferidos ni empleados en finalidades distintas a las que motivaron su creación, los fondos y las reservas de los seguros sociales.

Los seguros contra riesgos profesionales serán de exclusiva cuenta de los patronos y se regirán por disposiciones especiales.

(Así reformado por el artículo único de la ley N° 2737 de 12 de mayo de 1961) 

Cito:

Es tarea de la Junta Directiva de la CCSS, hacer valer el reparto de riquezas de los rendimientos en un porcentaje que acuerden en el tiempo que tarde en consolidarse nuevamente la economía del estado costarricense, mismo que mantiene la economía de estos regímenes de profesionales que sirven en la función pública. (sobre los rendimientos que ya tienen en conocimiento público) no afectados por la pandemia.

ARTÍCULO 74.- Los derechos y beneficios a que este Capítulo se refiere son irrenunciables. Su enumeración no excluye otros que se deriven del principio cristiano de justicia social y que indique la ley; serán aplicables por igual a todos los factores concurrentes al proceso de producción, y reglamentados en una legislación social y de trabajo, a fin de procurar una política permanente de solidaridad nacional.

Cito:

No es política, no es religión, no es economía capitalista, no es un gasto es un deber y derecho IRRENUNCIABLE. 

Es un principio cristiano de justicia social. Aplicables a todos por igual sector privado y público, el Covid nos dañó a todos. Afectando la salud, el empleo, la producción, etc.

Es la Solidaridad nacional la llave para hacer frente a todos los retos de nuestra querida República de Costa Rica.

Espero dejarle debidamente informado en espera de que contemos con una solución pronta y pacífica a nuestra crisis humanitaria.

Como es de esperar la misión legal, no me corresponde, soy una ciudadana, pero ustedes como presidencia de la República de Costa Rica, pueden hacer valer la Constitución Política y por ley la junta directiva de la benemérita Caja Costarricense del Seguro Social.

Sin otro particular se despide de usted; atenta servidora

Magalli de la Trinidad Acosta Garro

Identidad 107320686

Correo: acostatrinidad@outlook.es / 8863 0725

Crisis del IVM y de la CCSS, realidad y perspectivas

El pasado 18 de junio, en el programa Alternativas se estuvo conversando sobre «Crisis del IVM y de la CCSS, realidad y perspectivas«

Se contó con la participación de:

  • Jorge Coronado, Sociólogo de la UCR, Especialidad en Economía Política de la Escuela Libre de Estudios Superiores de Berlín/Alemania Estudios en Ciencias Políticas de la UCR
  • Martha Elena Rodríguez, directora CCSS en representación de los y las trabajadoras sector sindical, Secretaría General Adjunta UNDECA

En este programa los (as) panelistas conversaron acerca del origen e importancia del régimen del IVM, así como del acontecer actual de este; De acuerdo a Jorge Coronado el régimen del IVM ha garantizado seguro de salud y pensiones a la población, además junto a la CCSS ha permitido que este país tenga indicadores de salud reconocidos a nivel mundial, garantizando la protección social; A pesar de esto este sistema se ha venido deteriorando, y con la crisis provocada por la pandemia del COVID 19, esta crisis se ha incrementado, provocando que la sostenibilidad del mismo se vea a amenazada.

Lo anterior ha provocado que la cobertura de este régimen se disminuyera, generando que miles de trabajadores y trabajadoras no tengan la posibilidad de acceder a esta protección social, precarizando las condiciones de vida de muchas personas.

Del mismo modo Martha Elena Rodríguez menciona como el gobierno y algunos partidos políticos han impulsado una serie de reformas que lejos de mejorar deterioran aún más este régimen. Desde hace varios años el Fondo Monetario Internacional ha venido planteando una serie de reformas regresivas para los regímenes de pensión, además, la OGDE plantea que debe haber un solo régimen, a la medida de lo que quieren los organismos financieros internacionales. Estos modelos históricamente han fracasado.

Asimismo, se señala como es necesaria una reforma al régimen del IVM, sin embargo, la que se está proponiendo no solucionar la crisis de este régimen, todo lo contrario, su implementación afectaría a toda la clase trabajadora, por lo que se hace un llamado a una reforma en la cual se convoque al dialogo social, que cuente con la participación de diversos sectores.

Necesaria una reforma, pero no la actual, se debe dar a través del diálogo social, que incluya a todos los sectores

Para ampliar la discusión de este tema en el siguiente enlace pueden acceder a la transmisión completa del programa https://fb.watch/6cXH3CdIU4/

Festín de candidaturas y Estado Social de Derecho

Luis Fernando Astorga Gatjens

Al igual de como brotan de la tierra los abejones en abril (que ya no tan en mayo), en las últimas semanas, muchas ciudadanas y ciudadanos, se han lanzado al ruedo político anunciando sus pretensiones de encabezar la fórmula presidencial de algún partido político.

Se han mirado al espejo de la política nacional (tan venida a menos, a decir verdad) y se han preguntado: “¿Por qué no yo?” Y de inmediato, han dado una respuesta afirmativa que ya es compartida, en sus propósitos y ambiciones, por algunas docenas.

Han hecho sus cálculos de todo tipo: Ya sea de competir y ganar las elecciones internas de su agrupación política, de asegurarse cuotas de poder para negociar o, bien, para dejar su nombre en el imaginario colectivo, para futuras contiendas electorales.

Ante tantas ofertas que brotan, las pre-candidatas y pre-candidatos han tenido y tienen el grave problema de que cada vez les ha de costar más, presentar propuestas realmente originales, que le ganen el pulso al ya frondoso rosario de ofrecimientos y promesas, que se han venido acumulando.

Este fenómeno se muestra más grave aún en virtud de que prácticamente todas las pre-candidaturas, que se han enunciado, están metidas dentro de una pecera marcada por una limitada y estrecha visión neo-liberal, aun cuando el país se esté ahogando en medio de un océano, donde esta doctrina económica y política tan ampliamente dominante, más que solución alguna forma parte de la causa estructural de la multicrisis que enfrenta la sociedad costarricense, en estos días tan duros y difíciles para la mayorías, para nuestro pueblo.

Al compás de esta política neo-liberal impulsada desde el decenio de los años ochenta del siglo pasado, por el Partido Liberación Nacional (PLN) y, muy entusiastamente, por Oscar Arias, se ha venido debilitando el Estado Social de Derecho al mismo tiempo que ha crecido la desigualdad social, que afecta ya a millones de costarricenses.

Fruto del esfuerzo combinado de quienes impulsaron las Garantías Sociales en los años cuarenta (Rafael Ángel Calderón Guardia, Monseñor Sanabria y Manuel Mora Valverde) y del compromiso asumido por José Figueres Ferrer en el Pacto de Ochomogo, el Estado Social de Derecho costarricense, se desarrolló e hizo que Costa Rica se convirtiera en un país singular, en el contexto latinoamericano e internacional de naciones.

Sin embargo, en los años ochenta anteriores empezó una cuenta regresiva para el valioso Estado de Derecho que tanto nos costó construir como sociedad. Esta deriva destructiva y erosionadora, primero fue lenta y paulatina, pero en este azaroso presente pandémico, es una acción desenfrenada y frenética, en todos los frentes tanto en el Gobierno como en la Asamblea Legislativa.

Una plutocracia voraz y egoísta, que contrala a esos dos poderes, directa o indirectamente, y tiene un control casi monopólico de los medios informativos del país, es la principal responsable de esta “cruzada” que busca destruir lo que tanto nos costó construir.

Y les recuerdo el significado de plutocracia: “Forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos”. O bien: “Clase social formada por las personas más ricas de un país, que goza de poder o influencia a causa de su riqueza”.

La nociva influencia de este sector ultra-minoritario de la sociedad costarricense ha deteriorado la democracia y la ha vaciado de contenido. Cuando para avanzar en el desarrollo del Estado Social de Derecho deberíamos haber evolucionado de una democracia representativa a una llena de participación social y popular amplia, como lo dicta el artículo 9 de la Constitución Política, los niveles de participación política y ciudadana se han debilitado.

Asimismo, esa plutocracia angurrienta y sus principales medios de “comunicación”, han fijado las reglas y límites a los partidos que controlan a su antojo, a las precandidaturas y al debate político. Debate político que hoy no es otra cosa, que discusión politiquera donde las ocurrencias y frases efectistas, buscan ocultar la falta de compromiso con las mayorías y con el Estado Social de Derecho, de los que forman parte de este festín de candidaturas.

Todas estas candidatas y candidatos, tímidos y temerosos, que no se salen del guion neo-liberal, cuando el país necesita de políticos que oten el horizonte, con mirada de estadistas que le devuelvan la esperanza a las y los desesperados (que crecen en cantidad e indignación), son como “abejones de mayo” que vuelan muy bajo y se arrastran en el suelo hasta que la historia de esta Patria bicentenaria, les repudie y les olvide de una vez y para siempre.

(26 de abril 2021)

La marcha de una Democracia bicentenaria

Vladimir de la Cruz

La democracia costarricense es una forma de vida desarrollada desde los albores de la Independencia, el 29 de octubre de 1821, la fecha costarricense de su Declaración, que se originó con el detonante en Centroamérica con la Declaratoria de Independencia de Guatemala, el 15 de setiembre de 1821, la sede de la Capitanía General y del Reino de Guatemala, que hizo que El Salvador se pronunciara por la Independencia el 21 de setiembre y, Nicaragua y Honduras el 28 de setiembre.

Desde 1821 hasta 1823 el inicio de la Independencia condujo, en Costa Rica, al establecimiento de Gobiernos provisionales, transitorios, Junta de Legados y Juntas Superiores Gubernativas, hasta que de nuevo, en un afán de reconstruir la unidad política que se tenía de la región antes de la Independencia, se encaminaron estas comunidades, en 1823, y luego en 1824, a fundar las Provincias Unidas de Centroamérica, y la República Federal de Centroamérica, que bajo un modelo federal las agrupó, gestando al interior de cada una de ellas el nacimiento de Estados, con sus particulares órganos de Poder y Constituciones Políticas.

En Costa Rica la Junta de Legados, de mediados de noviembre de 1821, estableció una Comisión redactora de una Constitución, que se aprobó el 1 de diciembre de 1821, “Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica o Pacto de Concordia”, la primera de la región en época independiente, siguiendo los lineamientos clásicos de los contractualistas y de la propia Constitución de Cádiz de 1812.

Al mismo tiempo se evidenció desde el origen mismo de la Independencia la autonomía y separación real que vivían estos Estados, desde finales de la colonia, por múltiples razones, que hicieron que a partir de 1837 el modelo de la República Federal de Centroamérica se desintegrara, a pesar de los esfuerzos que hiciera en 1842, Francisco Morazán, desde su llegada al Poder en Costa Rica, por pocos meses.

Los mecanismos inmediatos que siguieron a la Independencia para el desarrollo del Estado y la vida independiente, además de declarar abolida la esclavitud en Centroamérica en 1824, pasó, en el caso costarricense, por la llegada al Gobierno, desde 1824 hasta 1833, del Primer Jefe de Estado, educador de formación, que impulsó la educación tempranamente de niños y de niñas, encomendándole esta tarea a las municipalidades en gestación. Desde entonces Costa Rica, a diferencia de los restantes países, o estados centroamericanos, apostó a la educación popular, fortaleciéndola de distintas maneras con el correr de los años, hasta hoy, lo que sigue siendo una distinción en la región.

La ausencia de una lucha militar por la Independencia no impulsó, en Costa Rica, estructuras militares ni caudillos surgidos de estas luchas que se impusieran en el Poder. Tampoco la lucha militar fue necesaria porque no había una fuerza militar colonia que derrotar.

El Ejército como institución se desarrolló especialmente a partir de 1835, y alcanzó su mayor esplendidez en la lucha nacional libertadora contra la presencia de los filibusteros norteamericanos, encabezados por William Walker, que se había establecido en Nicaragua en 1855, donde aprovechando contradicciones políticas en ese país, se impuso y hasta estableció la esclavitud, que quería expandir a toda la región, motivo por el cual el Gobierno de Costa Rica, jefeado por Juan Rafael Mora Porras decidió avanzar sobre Nicaragua para acabar con esa usurpación del poder por Walker y para evitar su llegada a Costa Rica, como para asegurar la Independencia existente, que lo hizo a finales de marzo de 1856, cuando invadió el territorio nacional y fue derrotado el 20 de marzo. A partir de ese momento dos nuevas derrotas, el 10 de abril, en Sardinal, territorio costarricense y el 11 de abril, en la ciudad de Rivas, en Nicaragua, produjeron la derrota de los filibusteros, interrumpida, en toda la línea, en ese momento, por la peste del cólera que se desató, lo que obligó a suspender las acciones militares hasta que de nuevo, en el segundo semestre de 1856, continuaron los combates, con mayor presencia de los ejércitos centroamericanos que se sumaron al costarricense, hasta que en 1857, el 1 de mayo, William Walker se rindió y fue expulsado de Centroamérica. En 1860 intentó de nuevo invadir Centroamérica, y apoyándose en los intereses británicos en la región llegó a Honduras donde fue capturado y fusilado.

Las contradicciones internas por el Poder en Costa Rica produjeron la caída del gobierno del Presidente Mora Porras y, en 1860, ante un intento de recuperarlo fue detenido y ejecutado, con otro de los héroes de la lucha contra los filibusteros, el General José María Cañas, de origen salvadoreño y cuñado suyo.

Los siguientes diez años se impusieron dos militares, Máximo Blanco y Lorenzo Salazar, detrás de los mandatarios civiles, anulando el recuerdo de la Campaña Nacional contra los filibusteros y la imagen de los conductores de la Guerra, los Mora, Juan Rafael y su hermano, el General Joaquín Mora, y el propio General Cañas.

En 1869 el Presidente Jesús Jiménez limitó el poder de estos militares, impuso la educación primaria obligatoria, gratuita y costeada por el Estado, afirmando una vez más esta vocación democrática apoyada en la educación.

En 1871, bajo el gobierno del General Tomás Guardia Gutiérrez, cuyo gabinete era de civiles, se aprobó el Código Militar estableció controles civiles y políticos sobre el Ejército y el aparato militar. Desde entonces se impulsaron políticas para ir debilitando al Ejército, sus militares y reforzando el aparato educativo, con nuevas reformas de educación pública a partir de 1885.

En 1877 el General Guardia desaplicó la pena de muerte, y en 1882, la abolió proclamando del Derecho a vida con rango constitucional, elemento que también distinguió a Costa Rica en la Región y desde entonces en el mundo, entre los pocos países que entonces la había eliminado como castigo supremo.

Respecto al Ejército a principios del siglo XX se hizo una modificación al Escudo Nacional eliminándole dos cañones que estaban en su base, afirmando de esa manera este “civilismo” en marcha que había de la institucionalidad costarricense.

Con el breve golpe de estado, de 1917 a 1919, el Ejército se volvió a fortalecer, pero caída la dictadura, por acción popular, de nuevo el Ejército se debilitó hasta, que, en la década de 1940, resultado de la guerra civil de marzo y abril de 1948, se impuso un gobierno de facto, jefeado por José Figueres, quien gobernó hasta 1949, y tomó la decisión en diciembre de 1948 de abolir el Ejército como una institución permanente del Estado costarricense.

Desde entonces ningún costarricense sabe lo que es el Ejército como institución, ni sus militares, ni son convocados a ejercicios militares o a incorporarse al ejército, por circunscripción, conscripción, alistamiento o servicio militar obligatorio militar, como parte de su formación ciudadana.

Desde la abolición constitucional del Ejército, Costa Rica no puede participar en eventos militares, ni campañas militares, ni guerras ajenas. Esto ha sido confirmado por la Corte Suprema de Justicia, cuya Sala Constitucional estableció que tampoco puede dar apoyos a actos de guerra de otras naciones o Estados.

Las contradicciones generadas del mismo proceso productivo y del desarrollo económico del siglo XIX, hicieron surgir grupos económicos y clases sociales en formación, que de distinta manera se enfrentaron por la lucha del control político nacional, originando 10 Constituciones Políticas hasta 1871.

A partir de esta Constitución que desarrolló un régimen presidencialista fuerte, y por los vínculos con el mercado europeo e internacional, a partir de 1849, con las exportaciones de café, se logró mayor estabilidad política y gobiernos estables de duración cuatrienal.

Los procesos electorales fueron la principal fuente de poder. Con limitaciones en el ejercicio del sufragio se fue formando la democracia electoral costarricense. Desde 1890 con el surgimiento de partidos políticos se impuso la llegada a órganos de elección popular solo a través de partidos políticos. La elección directa se impuso sobre la de segundo grado en 1913, la elección secreta sobre la pública se impuso en 1924 y la elección universal, con el reconocimiento de voto a la mujer, se logró en 1949. En 1974 se bajó la ciudadanía de los 21 años a los 18.

Un elemento distintivo de la sociedad costarricense, respecto a la centroamericana, fue el desarrollo de libertades ciudadanas y políticas, y de derechos ciudadanos y Derechos Humanos, junto con Garantías Sociales, de rango constitucional desde el inicio constitucional en el siglo XIX hasta hoy.

Del mismo modo un aparato electoral, el Tribunal Supremo de Elecciones, con rango de Poder Estatal, independiente, alejado del control de los gobernantes, desde 1949, afirman la democracia nacional, le generan confianza institucional y popular a los resultados electorales, y al acatamiento popular de esos resultados.

Educación, elecciones por medio de partidos políticos, ejercicio político electoral como práctica de la vida ciudadana marcaron la diferencia también con el resto de los países centroamericanos, donde predominaron dictadores, tiranos y militares autoritarios en ejercicio del Poder.

A finales del siglo XIX el Presidente Barrios de Guatemala intentó sin éxito formar de nuevo la República Federal. Intentos unionistas vinieron después desde la sociedad civil sin éxito también.

El desarrollo de gobiernos autoritarios, despóticos, militaristas en la región alejaron esta posibilidad de reunión política. Costa Rica se alejó más de ese proyecto. Los intentos integracionistas vinieron de fuera, de la presencia económica extranjera en la época del imperialismo. Sin embargo, continuaron y a inicios de la década de 1950 se impulsó la Organización de Estados Centroamericanos, que políticamente no condujo a nada, pero estimuló la creación de la Secretaría de Integración Centroamericana, SICA, que si funciona, y bien, en el ámbito de las actividades económicas y comerciales.

Los sucesos ocurridos en Centroamérica, con motivo de las revoluciones y movimientos insurgentes, especialmente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala condujeron a salidas políticas para restaurar la democracia política y sociedades democráticas que descansaran en la práctica de libertades y Derecho Humanos, que poco se ha logrado en esa dirección, pero que ha sido importante. Los Acuerdos de Esquipulas no fueron un acuerdo político para establecer el unionismo centroamericano. Tan solo fueron, importantes en ese sentido, para alcanzar la paz en la región, y estabilizarla.

Ante el bicentenario de la Independencia en Centroamérica estos 200 años transcurridos solo han afirmado la separación política de los países de la región, a los que se han integrado en el SICA Panamá y República Dominicana. Los organismos Regionales de tipo político que surgieron de los acuerdos de Esquipulas, la Corte de Justicia y el Parlamento, Costa Rica los ha rechazado, y no hay manera de que pueda integrarse a ellos mientras no se produzcan cambios sustantivos en su integración.

Por ahora los festejos del Bicentenario de la Independencia a nivel Centroamericano tan solo serán una fiesta especial en la región, que cada país también celebrará en su especificidad.