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Etiqueta: geopolítica

Qué origina los cambios profundos del sistema político

Costa Rica hacia un futuro democrático o al despeñadero de la violencia

Miguel Sobrado

Costa Rica ha vivido transformaciones importantes a lo largo de su historia. Estas no se han producido por decreto, sino por cambios radicales en su economía, sociedad y el contexto geopolítico. Veamos las constantes históricas y aprendamos de ellas.

La primera república se inicia en 1848 con la desintegración de la Federación Centroamericana y el auge de la economía mercantil, cimentada en el cultivo del café y una relación promisoria con la economía europea de la época.

Este nacimiento se da en el momento de la expansión armada norteamericana sobre México, al que arrebata la mitad de su territorio, y se proyecta con la doctrina Monroe como una amenaza para Centro América. Los primeros gobiernos costarricenses, ante este hecho hacen valer su posición geopolítica y le piden el protectorado a Inglaterra, la potencia dominante entonces, lo que da origen al Tratado Clayton-Bulwer por el cual tanto Inglaterra como los Estados Unidos se comprometen a no tomar colonias en la región. No obstante este tratado, los norteamericanos, bajo la figura de “filibusteros”, -una especie de ejército privado financiado especialmente por los esclavistas sureños-, invadieron la región con la intención de conquistar Centro América. De nuevo, Costa Rica hizo valer su importancia geopolítica, formando un ejército profesional, debidamente armado con los fusiles Minie los más avanzados de la época comprados a Inglaterra, estrenados en la guerra de Crimea en 1853, su aliado en esta aventura. Es importante recalcar esta política de alianzas, clave para retener la independencia y el desarrollo posterior del país, en una región de importancia estratégica para el comercio y el control político y militar de la región.

La segunda república se funda 1949, resultado de la confrontación y convergencia de nuevos grupos sociales organizados que no encontraban espacios en el mundo liberal y buscaban nuevos senderos con la luchas sindicales y antimperialistas. Don Manuel Mora, Monseñor Sanabria y Calderón Guardia impulsaron proyectos con amplias alianzas, como el Seguro Social y las Garantías Sociales. Estos transformaron, después de una breve guerra civil, el orden heredado que mantenía los privilegios en un grupo reducido. Un Estado social demócrata, recuperó las conquistas sociales previas y abolió el ejército, nacionalizó la banca, diversifico la producción, amplió y fortaleció la cobertura de la educación; acompañado con políticas proteccionistas y de estímulo al desarrollo de organizaciones locales y regionales y la formación de una clase media importante.

Este modelo, centrado en un desarrollo interno equilibrado, perdió su norte al adoptar las políticas aperturistas neoliberales a finales de la década de los 80s, que eliminaron las medidas de protección al sector tradicional agrario y concentraron la generación de riqueza en las zonas francas, con privilegios arancelarios y tributarios.

Es preciso aclarar que este proceso que generó posteriormente desigualdades y exclusiones crecientes, que ha transformado nuestro país, se adoptó en un contexto de crisis y guerra regional que amenazaba hacer arder toda la región incluyendo a Costa Rica.

Amenaza que fue superada en gran medida por una política exterior de alianzas, con los demócratas en los Estados Unidos de América y la socialdemocracia europea, que permitió hacer florecer el Plan de Paz regional. Este, si bien contuvo la violencia armada inmediata, no impidió el florecimiento del crimen organizado en la región, que se ha transformado en una nueva fuerza con influencia creciente en la economía y políticas regionales.

El establecimiento de relaciones diplomáticas con China abrió nuevas perspectivas para la creación de una zona económica especial tipo chino que abarcaría Limón, San Carlos y Puntarenas, y que debería haber empezado en el 2015. Este proyecto, congelado por los gobiernos del PAC dadas presiones del secretario de Estado norteamericano Bolton, hubiera no solo respondido a las necesidades sociales de los puertos y establecido una barrera frente a los avances del narco en estas regiones, sino que destacaría la importancia geo comercial del país.

¿Cuál es la situación actual del país de cara a la formación de una tercera república?

En las puertas del infierno, pero con la mira en un cielo tico.

El sector de vanguardia económicamente se encuentra en las zonas francas, cuyos dueños disfrutan de exenciones fiscales y en su mayoría residen fuera del país y no comparten los problemas crecientes de infraestructura e inseguridad.

El sector tradicional especialmente el agropecuario está cargado de impuestos y disminuido en cuanto a ingresos, aunque genera empleo de forma directa e indirecta. Es un sector poseedor de experiencia organizativa e innovación importante, pero carece de una propuesta transformadora el país.

Por otra parte, el narcotráfico crece exponencialmente en importancia económica e influencia política, configurando una red de sicarios, reclutados entre los excluidos, que toma cada vez más el control de territorios y se posiciona como bodega de acumulación de la droga que se exporta a EEUU y Europa.

Dentro de este panorama el futuro del país pertenece a los narcos o ¿es posible una alternativa que retome por una parte la importancia de la posición geopolítica del país, colocando el lema de “Costa Rica y Centro América primero” sin conflictos innecesarios… ¿cómo lo hicimos en el pasado y no sometiéndonos a los intereses de una sola potencia?

Esto implica apostar, además de a la geopolítica, por recuperar las experiencias de descentralización y regionalización alcanzadas en las regiones cafetaleras por el movimiento cooperativo y los micro beneficios profundizando la descentralización, al mismo tiempo que integrando al quehacer regional y fortaleciendo el control de áreas estratégicas como la salud, la seguridad, el ambiente y la educación y la capacitación de las grandes mayorías.

¿Marxismo cultural o neoliberalismo disfrazado?

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

Mauricio Ramírez Núñez

En las últimas décadas, los movimientos por los derechos sexuales y de género han logrado avances significativos dentro de las sociedades occidentales. La visibilidad de las comunidades LGBTQ+, la reivindicación de los derechos de las personas trans y el debate sobre la diversidad de identidades han ocupado un lugar central en la esfera pública, impulsando cambios legales y sociales en algunos países. Sin embargo, más allá de estos hechos, surge una pregunta incómoda: ¿en qué medida estas luchas han sido absorbidas o parte del sistema dominante, convirtiéndose en herramientas funcionales para su perpetuación? Más aún, ¿cómo se relacionan con una estrategia geopolítica e ideológica (imperial) de largo alcance contra el mundo no occidental diseñada desde los centros de poder occidentales?

La llamada revolución sexual y de género no surgió de manera espontánea ni fuera del marco de las dinámicas de poder globales de su época. Por el contrario, su desarrollo ha sido impulsado y vendido como un paso más hacia el progreso, la libertad individual y la igualdad real. Eso sí, una “revolución” centrada exclusivamente en el individuo y su identidad, que no altera la estructura real del poder y deja de lado los aspectos colectivos que podrían haber desafiado al sistema capitalista.

Este enfoque individualista, entiéndase, de raíz estrictamente liberal, responde a una lógica promovida por los aparatos de inteligencia de los centros de poder occidentales, particularmente durante la Guerra Fría, como parte de una estrategia geopolítica más amplia. Al ensalzar la libertad individual —entendida como la capacidad de expresión personal, identidad y consumo—, se construyó un discurso que contrastaba directamente con los ideales colectivos y materialistas del comunismo soviético.

La lucha por los derechos individuales, especialmente en temas de género y sexualidad, se convirtió así en una herramienta ideológica para demostrar la supuesta superioridad moral de las libertades del “mundo libre” frente a los modelos comunistas. El mensaje era claro: en las democracias capitalistas, las personas tienen libertad para ser quienes quieran ser, mientras que en los regímenes socialistas esta diversidad estaría reprimida. Esto permitió desviar el foco de atención de las jóvenes generaciones sobre las desigualdades económicas y sociales que también existían (y existen) en las democracias liberales para evitar que se convirtieran en fervientes militantes socialistas y guerrilleros. En aquel momento el ejemplo de Fidel Castro y el Che Guevara era algo que no podían permitir que se propagara en las juventudes disidentes, especialmente en los Estados Unidos y algunos países de Europa.

El capitalismo, con su extraordinaria capacidad de absorción, transformó estas luchas en oportunidades económicas y narrativas funcionales al sistema. Posteriormente las demandas de las comunidades LGBTQ+ por reconocimiento y derechos fueron rápidamente integradas en el mercado global. Desde las campañas publicitarias en el Mes del Orgullo hasta la creación de productos y servicios para estas comunidades. La diversidad se convirtió en un nicho rentable que genera millones al patriarcado, así como a muchos hombres heterosexuales blancos, que, desde los ojos de estas comunidades, son algo así como el mismo diablo.

Sin embargo, esta “integración” no cuestionó ni alteró las bases del sistema, ya que de marxista tiene poco. Como resultado, las conquistas en materia de derechos sexuales y de género no han afectado las desigualdades estructurales. Un pobre que es trans sigue siendo pobre; su identidad puede ser reconocida, pero su posición económica permanece inalterada. En este sentido, la inclusión se convierte en una forma de control simbólico o lo que el filósofo Byung Chul Han llama psicopolítica (control mental): se otorgan derechos parciales que no alteran el statu quo, mientras las jerarquías económicas y sociales permanecen intactas.

La promoción de esta revolución individualista de corte neoliberal, frecuentemente catalogada como «de izquierdas» o incluso como «marxismo cultural» por parte de la extrema derecha, simplemente por no alinearse con valores conservadores o tradicionales, debe entenderse como una extensión posmoderna de la estrategia de Occidente para debilitar el comunismo durante el siglo XX. Esta narrativa, sin embargo, ignora un aspecto fundamental: tanto el liberalismo como el comunismo son ideologías nacidas de la modernidad, profundamente materialistas y con poca o ninguna conexión con lo espiritual.

Mientras el comunismo niega cualquier posibilidad de una realidad más allá de las relaciones de producción y el conflicto de clases, el liberalismo eleva al individuo y a su razón autónoma (voluntad) al nivel de un dogma casi sagrado. Es precisamente esta exaltación del individuo en el liberalismo lo que, paradójicamente, genera confusión en los críticos que asocian las luchas por derechos individuales o la diversidad con un supuesto «marxismo cultural». En realidad, estas luchas son, más bien, una evolución lógica del liberalismo posmoderno que, en su afán de hegemonía, se apropió de ciertas demandas para acomodarlas al marco del capitalismo.

Por lo tanto, la extrema derecha no solo malinterpreta el origen de estas luchas al identificarlas erróneamente con el marxismo, sino que también pierde de vista que el individualismo que critica como «progresista» es, en esencia, un producto de la misma tradición liberal que dice defender. Esto pone en evidencia una contradicción profunda: su rechazo no es contra el individualismo per se, sino contra ciertas expresiones de este que desafían su visión conservadora del mundo, sin comprender que estas formas de individualismo también forman parte de la lógica del sistema que buscan preservar.

En los países del bloque socialista, donde la agenda colectiva y las metas del Estado se imponían sobre los derechos individuales, la diversidad sexual y de género fue históricamente tratada de forma represiva. Este enfoque, basado en la homogeneización de las identidades como parte del proyecto revolucionario, se convirtió en un punto débil que Occidente no tardó en explotar. Esta narrativa no solo reforzó al capitalismo como modelo económico, vinculándolo con conceptos de libertad personal, sino que también sirvió como una estrategia geopolítica para debilitar la influencia del comunismo en los movimientos sociales y culturales, especialmente en el hemisferio occidental. Una vez caída la Cortina de Hierro en el este, la bandera de la diversidad se convirtió en una herramienta ideológica para terminar de minar la cohesión del socialismo, asociándolo con represión en contraposición a la «libertad» ofrecida por el sistema capitalista tras el “fin de la historia”.

El resultado de esta estrategia es evidente en el presente. Hoy, muchos partidos de izquierda en Occidente, que históricamente enarbolaban la hoz y el martillo como símbolo de lucha por los derechos de los trabajadores y la transformación estructural, han desplazado esa agenda en favor de las luchas por la diversidad sexual y de género. Esto plantea una pregunta fundamental: ¿se han hecho neoliberales estos partidos sin darse cuenta?

La realidad es más compleja. En muchos casos, las luchas por la diversidad se han integrado de forma acrítica al sistema capitalista, promoviendo una agenda identitaria que no cuestiona las bases estructurales del modelo económico. En lugar de representar una amenaza al statu quo, estas luchas han sido neutralizadas, convirtiéndose en herramientas funcionales a un sistema que utiliza el discurso de la inclusión como una forma de legitimarse, mientras perpetúa las dinámicas de explotación y desigualdad.

Así, la izquierda y la social democracia occidental enfrentan un dilema: ¿pueden volver a conectar las grandes mayorías excluidas con una agenda revolucionaria integral que cuestione al capitalismo y promueva transformaciones colectivas profundas? ¿O se limitarán a enarbolar banderas simbólicas que no desafían las estructuras económicas y políticas que perpetúan las desigualdades? La respuesta a estas preguntas definirá su relevancia y su capacidad para liderar un verdadero cambio sistémico, al menos en esta parte del mundo.

Es fundamental reconocer que una revolución centrada únicamente en el individuo y promovida desde los centros de poder occidentales (financiero y tecnológico), no puede transformar las estructuras que perpetúan la desigualdad. Que las izquierdas hoy reduzcan sus luchas prácticamente a esto, no quiere decir que sean realmente izquierdas, defensoras del progresismo o garantes únicos de la justicia social.

Una verdadera agenda revolucionaria y social democrática hoy debe empezar por no negar el Estado nación o menospreciar la soberanía, la tradición propia de cada pueblo y sus valores tradicionales. Debe reforzar las luchas colectivas en favor de una educación y salud públicas de calidad, empleos y salarios competitivos y dignos para todas las personas, así como garantizar oportunidades para que cada ciudadano pueda salir adelante. También es esencial priorizar la seguridad, la protección del ambiente, la seguridad alimentaria y la construcción de un mercado con rostro humano, entender el justo equilibrio que se requiere entre estado y mercado, uno que no sea dejado en manos de especuladores ni de manipuladores de la verdad que financian campañas e imponen agendas ajenas a nuestras costumbres, dirigidas exclusivamente al beneficio de unas minorías.

En una verdadera democracia, las minorías se reconocen, se respetan y se protegen, pero nunca se puede perder de vista que el objetivo supremo no puede ser jamás el beneficio exclusivo de minorías económicas o de otro tipo. El objetivo tiene que ser el país en su conjunto, trabajando un proyecto de nación que priorice el bienestar colectivo y las necesidades de las grandes mayorías, sin sacrificar nuestra identidad, tradiciones ni los derechos fundamentales de todas las personas.

Chaves y la destrucción de la neutralidad costarricense

Mauricio Ramírez Núñez
Académico

La neutralidad histórica de Costa Rica ha sido un pilar fundamental de su política exterior, generando enormes beneficios para el desarrollo del país a lo largo de décadas, así como posicionando nuestro nombre en el mundo. En un contexto global marcado por crecientes tensiones geopolíticas, esta postura no solo nos ha permitido posicionarnos como un mediador confiable, sino también mantener relaciones cordiales y constructivas con diversas potencias, independientemente de sus orientaciones políticas o ideológicas. Sin embargo, nunca falta un pelo en la sopa, el gobierno de Rodrigo Chaves parece dispuesto a destruir esta tradición, tomando partido de forma innecesaria y actuando como un brazo ejecutor de los intereses de Estados Unidos en la región, lo que está dañando relaciones estratégicas que llevaban años en construcción.

Una política exterior subordinada

El alineamiento del gobierno de Chaves con las exigencias del norte es evidente. Se ha deteriorado la relación con Rusia, una nación con la que Costa Rica ha mantenido vínculos desde 1872, utilizando como excusa el conflicto en Ucrania. Tanto ha sido así, que el gobierno envió al vicepresidente Stephan Brunner a una “cumbre de paz” organizada por la OTAN en Suiza relacionada con el conflicto en Ucrania, como parte de una campaña global anti-rusa y donde no se invitó a Rusia, un gesto vacío que solo refuerza la percepción de un gobierno sin criterio propio.

Resulta curioso y hasta contradictorio que el gobierno de Chaves, que se autodefine como conservador y cristiano, critique las relaciones con Rusia, un país que comparte muchos de esos mismos valores, especialmente en lo referente a la familia tradicional, mientras refuerza los lazos con Emiratos Árabes Unidos, una monarquía federal sin tradición democrática ni fundamentos cristianos. No estoy en contra de que se fortalezcan las relaciones con Emiratos; al contrario, considero que es una decisión acertada, ya que demuestra que es posible mantener vínculos mutuamente beneficiosos con países cuyas ideologías y sistemas políticos son diametralmente opuestos al nuestro. Esto evidencia que dichas diferencias no tienen por qué ser un motivo de distanciamiento o conflicto.

A esto se suma el distanciamiento con China, con quien establecimos relaciones diplomáticas en 2007 y país que se ha convertido en nuestro segundo socio comercial, utilizando pretextos como el supuesto espionaje de Huawei con el tema del 5G y la influencia del gobierno chino. Espectáculo al que algunos medios de comunicación también se han prestado. Estas decisiones no reflejan una evaluación crítica o autónoma de nuestros intereses nacionales, sino un servilismo preocupante que ignora el contexto global y las dinámicas del Sur Global, del cual Costa Rica forma parte.

La reciente declaración de la embajada china en Costa Rica, rechazando la injerencia de Estados Unidos en nuestras relaciones bilaterales, pone en evidencia la gravedad de la situación. Mientras China muestra disposición para fortalecer vínculos, el gobierno de Chaves se presta para ser un peón en la guerra comercial de Estados Unidos contra la segunda economía más grande del mundo. ¿No es eso acaso dispararnos en el pie? ¿Cuál es el objetivo final, romper con China y volver con Taiwán por el tema de los semi conductores?

Es particularmente alarmante que estas medidas sean selectivas y contradictorias. Mientras se alega moralidad para justificar el distanciamiento con Rusia y China, el gobierno negocia sin reparos un Tratado de Libre Comercio con Israel, pese a los graves crímenes perpetrados por ese gobierno contra el pueblo palestino, algo que el propio Comité Especial de Derechos Humanos de la ONU desde noviembre de 2024 ha calificado de genocidio y a pesar de que existe una orden de captura internacional contra Netanyahu por crímenes de guerra. Este doble estándar muestra una falta de coherencia y pragmatismo en nuestra política exterior que nada tiene que ver con la tradición diplomática del país.

Las consecuencias de un alineamiento innecesario

El distanciamiento de Costa Rica de China y Rusia no solo es absurdo, sino también profundamente contraproducente. No existe ninguna razón lógica para que nos involucremos en disputas geopolíticas que no nos corresponden, especialmente siendo un país sin ejército y con recursos limitados para enfrentar posibles consecuencias económicas o diplomáticas. Rusia y China son actores clave en el escenario global de hoy, guste o no, y Costa Rica debería esforzarse por mantener relaciones constructivas con ambos en lugar de alinearse ciegamente con una potencia que busca imponer su agenda por encima de nuestros propios intereses. Podemos llevarnos bien con todos por igual en el marco del respeto y sin condicionamientos, como lo hemos hecho históricamente a pesar de las turbulencias geopolíticas. Eso es algo que no debemos cambiar por capricho político o intereses particulares de terceros.

Además, es preocupante la ausencia de una crítica seria por parte de los partidos políticos y los medios de comunicación. La falta de perspectiva crítica para cuestionar estas decisiones refleja una peligrosa indiferencia hacia la erosión de nuestra soberanía y neutralidad. Costa Rica no puede permitirse este nivel de ignorancia y complacencia en un contexto internacional tan complejo.

Recuperar nuestra neutralidad

La política exterior de Costa Rica debe regresar a sus raíces: una postura neutral, soberana e independiente que priorice el diálogo, la cooperación y el respeto mutuo. Enemistarse con potencias como China y Rusia no solo es un error estratégico, sino un acto de irresponsabilidad que amenaza nuestra posición en el escenario global. El gobierno de Chaves debe reconocer que la neutralidad no es un signo de debilidad, sino una herramienta poderosa que nos ha permitido prosperar en un mundo de tensiones y conflictos.

Es momento de que los actores políticos serios y pensantes de este país exijan al gobierno una política exterior verdaderamente soberana, guiada por los intereses de Costa Rica y no por los de otros países. La neutralidad no debe ser sacrificada en el altar de intereses ajenos; debe ser defendida como un principio fundamental de nuestra identidad y proyección internacional.

El mundo tal como es (III-final)

Gilberto Lopes

San José, 5 de diciembre del 2024

Componer el mundo por la fuerza

La Guerra Fría nos dejó lecciones útiles para la interpretación de los conflictos internacionales. El de entonces y el de ahora tienen una característica común: tratan, ambos, del fin de una época, marcada por una confrontación de las grandes potencias.

El final de la Guerra Fría estuvo marcado por la reafirmación de la potencia dominante, los Estados Unidos, que había salido fortalecido de la II Guerra Mundial. Fue la reafirmación del mundo capitalista cuyos recursos superaban en mucho las capacidades del mundo soviético cuyas debilidades económicas decidieron su derrota.

Es una historia que está contada de forma convincente en un libro al que ya he hecho referencia otras veces: The triumph of broken promises, de Fritz Bartel. Fue el último gran triunfo del capitalismo y de su potencia más desarrollada: los Estados Unidos. Con su triunfo en la Guerra Fría se transformó en la única gran potencia mundial.

El texto de Bartel nos sugiere una clave de este proceso: la política de la FED, de aumentar las tasas de interés hasta niveles inimaginables entonces, permitió inundar Estados Unidos de recursos. Fue un factor decisivo para derrotar un mundo soviético no solo cada vez más endeudado, sino expuesto a la debilidad de un orden económico sustentado en la energía barata que les suministraba la Unión Soviética. Pero ese éxito fue también la clave del descenso, expresado hoy en una deuda imparable, que consume cada vez más recursos de una potencia en declive: 3.000 millones de dólares diarios en intereses.

Entre el final de la Guerra Fría y el escenario internacional actual lo que ha ocurrido es que la potencia ganadora había llegado a la cúspide de su poder. Desde ahí, y desde entonces, ha venido bajando por el otro lado de la ladera.

Fueron las condiciones internas de cada país la clave para el desenlace de la Guerra Fría. Y no se corre gran riesgo en afirmar que lo serán también en el desenlace de la confrontación actual (a menos que lleguemos a una inimaginable guerra nuclear).

Como dijo Rush Doshi, director de la Iniciativa sobre Estrategia China en el Council on Foreign Relations y subdirector para los asuntos de China y Taiwán en el Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Biden, algunas de las cuestiones más urgentes para la definición de la política hacia China son de orden doméstico, base de la fortaleza norteamericana. “Pero los fundamentos de esa fortaleza se han atrofiado, especialmente desde el fin de la Guerra Fría”, agregó, en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, el 29 de noviembre.

Naturalmente, la Unión Soviética no era una gran potencia capitalista, ni tenía condiciones de enfrentar con éxito a los Estados Unidos. Su capacidad militar fue fundamental para la derrota alemana en la II Guerra Mundial y esto ayudó a enturbiar la naturaleza del conflicto entre las grandes potencias durante la Guerra Fría, a hacer pensar que eran dos potencias con capacidades parecidas. El resultado mostró que no lo eran.

Pero el énfasis en la capacidad militar nubla también la visión de quienes sugieren que Washington puede replicar lo ocurrido entonces para enfrentar los desafíos actuales. No ven el escenario interno, ni la importancia de la capacidad económica en el desenlace de la Guerra Fría. Piensan que con la amenaza militar (peace through strength) pueden repetir la hazaña que atribuyen a las agresivas políticas del entonces presidente Ronald Reagan. Una ilusión que recorre también el patético balance de Josep Borrell, de sus cinco años a cargo de la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, para quien le queda todavía mucho trabajo por hacer “para hablar eficazmente el lenguaje del poder”.

“Si Europa no logra unirse en este momento de cambios tormentosos, no tendrá una segunda oportunidad”, dice el líder de los verdes alemanes y exministro de relaciones exteriores (1998-2005), Joschka Fisher. Su única opción, agregó, es “transformarse en un poder militar capaz de proteger sus intereses y garantizar la paz y el orden en el escenario mundial. La alternativa es la fragmentación, la impotencia y la irrelevancia”.

El peligro es, naturalmente, que lo intenten. Toda apuesta a un triunfo militar en el escenario actual peca de ingenuidad o mala fe, pues todos sabemos que una guerra, con las capacidades nucleares modernas, significará una derrota para todos.

Hoy el escenario de la confrontación es distinto al de la Guerra Fría en un aspecto fundamental. Se trata de la decadencia de la que ha sido la cabeza del orden capitalista mundial y el resurgimiento de antiguas potencias, una historia que tiene en el académico y diplomático singapurense, Kishore Mahbubani, uno de sus principales estudiosos, entre otros, en su libro “El nuevo hemisferio asiático”.

Entre las potencias que resurgen, evidentemente la más importante es China. Pero cuando una potencia como Estados Unidos ha extendido su influencia por todo el mundo de una forma no conocida anteriormente, con su economía capitalista (de creciente concentración de la propiedad privada) y con la ideología liberal que la ha sustentado (fundamento de prácticamente todas las dictaduras, especialmente en América Latina), su decadencia no puede ocurrir sin confrontaciones diversas, en los más variados escenarios en los que ha estado presente.

En particular, en Asia, sede de la potencia que surge, y en Europa, la retaguardia de la verdadera guerra –entre EEUU-China–, donde los intereses de Washington están intermediados por sus aliados en una confrontación con Rusia.

En todo caso el más poderoso, Alemania, ya no está en condiciones de amenazar a ninguna otra potencia, como ha hecho en dos guerras mundiales. Con costo le ha alcanzado por exprimir los recursos de una Europa que ve su influencia en el mundo cada vez más reducida.

Doshi resume los diferentes escenarios de las tensiones en Asia, donde la fortaleza de Estados Unidos deriva de una amplia red de alianzas. Para detener la agresión en el estrecho de Taiwán, o en el mar del Sur de China, Trump deberá sostener las que ya ha construido Biden: Aukus, orientada a proveer a Australia de submarinos de capacidades nucleares; Quad, conformada por Estados Unidos, Australia, India y Japón; y otras iniciativas, de la que participan, entre otros, Corea del Sur, Filipinas y Papúa Nueva Guinea.

Distintos son los escenarios en África y América Latina. En África, la dominación fue colonial, ejercida de manera brutal por las potencias europeas. En América Latina, la dominación norteamericana fue prácticamente total, vinculada a las clases dominantes de los países de la región. De modo que las luchas políticas en esos dos continentes, en esta fase de transición, están condicionadas por las características de la dominación a que han estado sometidas.

Arreglar la casa

La idea se repite de forma reiterada en los análisis de los más variados analistas norteamericanos. Ya citamos a Doshi, cuando afirma que son el arreglo de cuestiones domésticas lo más urgente para la definición de la política hacia China.

También lo trata Robert C. O’Brien, exasesor de Seguridad Nacional (2019-2021), en el primer gobierno de Trump, en un artículo sobre su política exterior, sobre la de “paz basada en la fortaleza”.

En los años 90’s del siglo pasado (o sea, al terminar la Guerra Fría), el mundo parecía alistarse para el segundo siglo norteamericano. Pero las cosas no se han desarrollado así. Las expectativas surgidas entonces contrastan con la realidad de hoy, dice O’Brian: “China se transformó en un formidable adversario militar y económico”. Con Estados Unidos atrapado en “un pantano de debilidades y fracasos”, O’Brian apuesta por una restauración de las capacidades norteamericanas, que le permita seguir siendo “el mejor lugar del mundo para invertir, innovar y hacer negocios”.

Nos recuerda que Trump inició una política de desacoplamiento de la economía norteamericana de la china, elevando los aranceles sobre aproximadamente la mitad de las exportaciones chinas a Estados Unidos. Ahora –afirma– “es el momento de presionar aún más, con un arancel del 60% sobre los productos chinos”.

Por otro lado, propone renovar el arsenal norteamericano. Se lamenta de que la marina tiene hoy menos de 300 barcos, comparados con los 592 que tenía durante la administración Reagan; que el proyecto de desarrollar misiles hipersónicos fue desfinanciado durante la administración Obama.

Pero estos cambios fundamentales deben tomar en cuenta los niveles de la deuda, y la necesidad de reducir el déficit fiscal. “¿Puede Estados Unidos resurgir con una nación dividida, donde las encuestas indican que una amplia mayoría de ciudadanos cree que el país va por el camino equivocado?”, se pregunta.

No hay una respuesta para esta pregunta. Hay muchas. Para el diario francés Le Monde, el camino que Trump deberá recorrer en este segunda mandato es radicalmente distinto al que el país ha recorrido desde el fin de la II Guerra Mundial. “Es el fin de la era norteamericana, la de una superpotencia comprometida con el mundo, ansiosa de mostrase a sí misma como un modelo democrático”.

A Le Monde le preocupa, como es natural, el destino de Europa en ese nuevo mundo. Presiente en fin de la era norteamericana, de una superpotencia comprometida con el mundo. Es una forma de ver las cosas. Pero no es la única. Quizás no es solo Estados Unidos el que ha cambiado sino, principalmente, el mundo. Un cambio que obliga también a Washington cambiar. Lo obliga a buscar nuevas formas de adaptarse.

Las propuestas hechas por Trump son, de cierta forma, un intento original, como explica Branko Milanovic en su artículo “The ideology of Donald J. Trump”. Para Trump –dice Milanovic– Estados Unidos es una nación rica y poderosa, pero no una “nación indispensable”, como le gustaba decir a la exSecretaria de Estado, Madelaine Albright. Es una visión distinta, pero sus propuestas no despiertan certezas, sino renovadas inquietudes.

FIN

El mundo tal como es (II-III)

Gilberto Lopes

San José, 3 de diciembre del 2024

El genocidio como política

“El genocidio como supresión colonial” es el título del sobrecogedor informe de Francesca Albanese, relatora especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados. Fue presentado a la Asamblea General el pasado 28 de octubre.

Al día siguiente se volvía a hablar de genocidio en la Asamblea General, que inició su debate sobre el impacto del bloqueo que Estados Unidos mantiene desde hace más de seis décadas contra Cuba. Era la 32ª vez que se votaba sobre el tema.

Para el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, el bloqueo económico, financiero y comercial de Estados Unidos contra su país califica como otro genocidio.

Estados conoce perfectamente que viola la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional con esas medidas que, según el gobierno cubano, representó pérdidas por 5.056,8 millones de dólares, solo entre marzo de 2023 y febrero de 2024.

La destrucción del enemigo

George Kennan (1904-2005), notable diplomático norteamericano, fue un escritor prolífico. En “Around the Cragged Hill”, un libro sobre su visión personal de la filosofía y la política trata de diversos aspectos del mundo en que le tocó vivir. Entre ellos la relación entre la política exterior y los militares.

Ahí discute la idea de destrucción total del enemigo, objetivo de la guerra para los militares. La destrucción por sí misma, afirma Kennan, no está de acuerdo con esa idea. Piensa que el objetivo de la guerra debe ser otro. No se trata de provocar la máxima destrucción del enemigo, sino de cambiar sus políticas, su forma de pensar.

Si ese es el objetivo, no se trata de provocar el máximo daño, sino el mínimo. “Todos vivimos en el mismo mundo; y si el objetivo de la guerra no es el genocidio (¿y quién, el Occidente, puede concebir que ese sea el objetivo?, se pregunta), entonces el propósito de cualquier conflicto militar es no tanto destruir militarmente el enemigo, sino cambiar su actitud”.

Occidente después de Kennan (o la miseria humana como política)

Kennan fue el artífice de la política de contención de la Unión Soviética, en un famoso artículo –The Sources of Soviet Conducts– publicado en julio de 1947, con el seudónimo de “X”.

Fue ciertamente su mayor éxito como diplomático. Tuvo mucho menos suerte después, cuando empezó a revisar sus puntos de vista con respecto a la URSS, a la OTAN, a Ucrania o a la relación de los países bálticos con Rusia. Se lamenta, en su libro, del poco caso que le hicieron, pese a los muchos reconocimientos que recibió.

“Occidente” no está dispuesto a oír las recomendaciones de Kennan. Su visión sobre “Occidente” y el genocidio luce hoy ingenua.

“El genocidio debe considerarse un componente esencial y decisivo del objetivo de Israel de colonizar completamente la tierra palestina expulsando el mayor número posible de palestinos” … ”dentro de un proceso de expansión territorial y depuración étnica que ha durado décadas y cuyo objetivo ha sido aniquilar la presencia palestina en Palestina”, afirma Albanese en su informe sobre la situación en Gaza.

No se puede leer el informe (por lo menos yo no puedo) sin una mezcla de sensaciones que terminan por resumirse en una profunda indignación contra los niveles de miseria humana que ha alcanzado el gobierno de Israel y que el informe de Albanese expone con lucidez y coraje.

“…la conducta general de Israel tras el 7 de octubre ha provocado graves daños psicológicos a todos los palestinos, tanto a las víctimas directas como a los que son testigos desde el exilio.

“El objetivo general es humillar y degradar a los palestinos en su conjunto.

“Se desnuda a prisioneros y se los tortura cruelmente en masa; los cuerpos de adultos y niños se amontonan y descomponen en la calle; los supervivientes se ven obligados a comer alimentos para animales y hierba y a beber agua de mar, o incluso aguas residuales; se ha mutilado a miles de personas, incluidos niños pequeños que se quedaron sin extremidades incluso antes de aprender a gatear; se destruyen hogares y se viola la vida íntima; y no queda absolutamente nada a lo que regresar”.

No se trata de política reciente, sino de una sistemática. “La inquietante frecuencia y crueldad de las matanzas de personas, cuya condición de civiles es conocida, son representativas de la naturaleza sistemática de una intención de destruir. A Hind Rajab, de seis años, lo mataron de 355 disparos después de pasar horas pidiendo ayuda; Muhammed Bhar, que tenía síndrome de Down, murió como consecuencia de un ataque con perros; Atta Ibrahim Al-Muqaid, un anciano sordo, fue ejecutado en su casa, de lo que luego se jactaron en los medios sociales su asesino y otros soldados; varios bebés prematuros fueron abandonados deliberadamente en la unidad de cuidados intensivos del hospital Al -Nasr, donde sufrieron una muerte lenta y sus restos se descompusieron…”

Historias difíciles de imaginar. Estamos lejos del sueño de Kennan, o de una guerra de legítima defensa, de una lucha antiterrorista con la que el gobierno israelita pretende justificar el genocidio. “Está bien establecido que Israel no puede invocar la legítima defensa contra la población que está bajo su ocupación. La potencia ocupante debe proteger, no atacar, al pueblo ocupado”, dice el informe.

El ejército israelí ha transformado Gaza en un lugar inhabitable para el ser humano. “Cuando la polvareda se asiente en Gaza, se conocerá el verdadero alcance del horror vivido por los palestinos”, dice Albanese. Me parece justo que entonces algún otro general obligue a los ciudadanos de Israel a ver la destrucción causada por su ejército en Palestina. Como hace unos 60 años otro general obligó a una población alemana a ver la que su ejército había causado a los judíos.

Cada vez más a la derecha

Nadie puede decir que no sabía lo que está pasando. Y que ya se anunciaba después de los resultados de las elecciones del 1 de noviembre de 2022 y la conformación del nuevo gobierno israelí, el más extremista encabezado por Benjamin Netanyahu, acusado de genocidio por la Corte Penal Internacional.

Un informe de Naciones Unidas, publicado el 20 de septiembre pasado, denunciaba lo que calificó de un “éxodo sin paralelo en años recientes” en Cisjordania, donde los colonos israelíes expulsaban de sus tierras, con violencia, a los palestinos. En un editorial del 5 de octubre, el diario Haaretz denunciaba que en Cisjordania “el gobierno de Netanyahu estaba violando la ley”.

El objetivo de la ampliación de los asentamientos, considerados ilegales por la ley internacional y por la misma ley israelí, es parte de una política prioritaria para el actual gobierno, orientada a la ocupación permanente de Cisjordania, o a su anexión.

Aliado a los ultraortodoxos y al nacionalismo religioso, dos hombres representan con particular saña la orientación extremista del nuevo gobierno.

Residente en Givat Haavot, colonia enclavada en el corazón de Hebrón, Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional, “es un activista impenitente que multiplica las provocaciones pavoneándose por los barrios árabes de Jerusalén este y apareciendo junto a las milicias de autodefensa judías”, afirma Alain Dieckhoff, director de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), la institución de investigación científica más importante de Francia.

El otro es Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso. “Su vida está totalmente identificada con la colonización judía”, dice Dieckhoff. Nombrado ministro de Hacienda, con competencias específicas en la administración civil de Cisjordania, se ha encargado de promover la expansión de los asentamientos judíos en tierras palestina.

Estados parias

Conocidos los resultados de las últimas elecciones, el presidente norteamericano, Joe Biden, llamó a Netanyahu, para decirle que su compromiso con Israel era “incuestionable”. –¡Felicitaciones amigo!, le dijo.

Como ya lo señalamos, al día siguiente de la presentación del informe de Albanese sobre Palestina, la Asamblea General analizó las consecuencias del bloqueo norteamericano a Cuba.

Para la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) la política de sanciones de Estados Unidos obstaculiza el desarrollo cubano y perjudica el bienestar de su población. La CELAC rechazó la aplicación de leyes y medidas contrarias al derecho internacional adoptadas por Washington, como la ley Helms-Burton, incluidos sus efectos extraterritoriales, así como a la creciente persecución de las transacciones financieras internacionales de Cuba.

El representante permanente de la delegación mexicana ante la ONU, Héctor Vasconcelos y el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, se expresaron contra el embargo. Vieira pidió a Estados Unidos sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo y fomentar un diálogo constructivo, basado en el respeto mutuo y la no injerencia.

El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, calificó de genocidio ese bloqueo económico. Del 18 al 23 de octubre Cuba sufrió un apagón que afectó todo el país. Los hospitales funcionaron en condiciones de emergencia, las escuelas y universidades suspendieron sus clases, la economía se detuvo.

La causa primaria de la falla del sistema eléctrico nacional fue la carencia de combustible que afectó la generación, asociada al estado precario de las plantas. «Ambas consecuencias directas de las medidas extremas de guerra económica aplicadas por el Gobierno estadounidense desde 2019», específicamente diseñadas para impedir los suministros de combustibles y de partes y piezas para sus plantas”, agregó el canciller cubano.

La Corte Penal Internacional reconoció como genocidio la política de tierra arrasada que Israel ha impuesto en Gaza. Crimen que, de acuerdo con el canciller cubano, comete también Estados Unidos con su política de bloqueo a su país. El 30 de octubre la Asamblea General condenó esa violación de la Carta de Naciones Unidas por Estados Unidos, por 187 votos a dos. Nada de eso será acatado por el actual gobierno norteamericano, ni por el que lo sustituirá a partir de enero próximo. Tampoco cesará el genocidio en Gaza, ni la ocupación de Cisjordania, ni habrá respeto por la ley internacional.

No es extraño entonces que los dos países –Estados Unidos e Israel– hayan votado juntos –y solos– contra la condena al bloqueo norteamericano, con desprecio por la voluntad unánime del mundo.

FIN

El mundo tal como es (I-III)

Gilberto Lopes

San José, 1 de diciembre del 2024

Las guerras y las deudas

Con la deuda mundial acercándose a los cien billones (trillion en inglés) de dólares, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda a los gobiernos reducir el déficit y prever nuevas reservas para hacer frente a la crisis que seguramente vendrá, probablemente más pronto de lo que nos imaginamos, advirtió el mes pasado su directora, Kristalina Georgieva.

Las cifras dieron pie a diversas reflexiones. David Dodwell, director ejecutivo del Hong Kong-APEC Trade Policy Study Group, destacó que, en Washington, ven con preocupación como, por primera vez, el servicio de la deuda superará el presupuesto militar: 870 mil millones de dólares, frente a 822 mil millones. Con una deuda de más de 36 billones de dólares, solo en intereses Estados Unidos paga alrededor de 3.000 millones diarios.

Impresionantes también son los datos sobre las consecuencias económicas de la guerra israelí en Gaza: los daños en infraestructura son estimados por organismos financieros internacionales en 18,5 mil millones de dólares. Limpiar 37 millones de toneladas de escombros puede tomar 14 años (o más), mientras que restaurar la economía tomará siete décadas.

En medio de la tragedia humana, de los cerca más de 40 mil muertos, mujeres y niños la mayoría, la economía de Gaza se hundirá un 14% este año, comparado con el año pasado. En todo el territorio palestino ocupado la economía se desplomará un 35%.

La otra guerra, en Ucrania, ha hecho que los gastos militares del país aumenten hasta representar 37% del Producto Interno Bruto (PIB) y un 58% de los gastos del gobierno. En Rusia esos gastos representan casi 6% y 16% respectivamente.

Con las tensiones aumentando en prácticamente todo el mundo, los gastos de la OTAN alcanzaron, el año pasado, 1,34 billones de dólares, de los cuales más de dos tercios corresponden a Estados Unidos. Representaron 55% de los gastos militares mundiales, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estocolmo de investigaciones sobre la Paz (SIPRI).

El desorden del mundo

Para ilustrar ese mundo quizás nos sirva la idea de Richard Haass, expresidente del Council on Foreign Relations –un prestigioso think thank norteamericano sobre política internacional–, expuesta en su libro “A World in Disarray”, publicado en 2017, que podemos traducir como “Un mundo desordenado”.

Haass –que, entre otros cargos, fue director del equipo de planificación política del Secretario de Estado Colin Powell, durante la primera administración de George W. Bush– analiza el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, al final de la Guerra Fría. Las cosas se complicaron desde el principio, afirma. Con los rusos derrotados en Afganistán –sus tropas abandonaron el país en febrero de 1989–, Estados Unidos contribuyó a “aumentar los problemas y a humillar” el país, dice Haass. Más importante todavía –agrega– fue la decisión de ampliar la OTAN en los años 90’s, bajo la administración Clinton. Una política que resultó ser “una de las más consistentes y controvertidas de la posguerra fría”.

Las consecuencias de esa decisión han sido analizadas desde los más diversos puntos de vista. Si la OTAN debe subsistir como un pacto militar y Estados Unidos seguir siendo un miembro activo –dijo el notable diplomático norteamericano George Kennan, fallecido en 2005– “yo esperaría que pudiéramos encontrar una manera de no darle el aspecto de una alianza orientada contra ningún país específico, sino más bien como expresión de un interés más duradero en la seguridad y la prosperidad de todos los países europeos de lo que es ahora”.

No ha ocurrido así. La OTAN se expandió hacia el este en diversas olas, de carácter cada vez más ofensivo, dirigidas contra Rusia, hasta que ese avance amenazó con llegar a sus fronteras con Ucrania.

Un mundo unipolar

El presidente ruso, Vladimir Putin, expresó reiteradamente su punto de vista sobre las consecuencias de esa decisión, que hoy son bien conocidas. Su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en 2007, es citado con frecuencia. Entonces el presidente ruso era invitado a esa conferencia. Hoy ya no lo es. Pero volver a ese discurso debería ayudarnos a encontrar una salida al laberinto en que estamos metidos.

Lo que está ocurriendo hoy –dijo entonces Putin– es el intento de introducir el concepto de un mundo unipolar. ¿Con que resultados? Con el abuso de la fuerza militar en las relaciones internacionales, con el desprecio por los principios básicos de la ley internacional, con un Estado -Estados Unidos– saltándose las fronteras nacionales, tratando de imponer un modelo económico, político, cultural. Esto es extremadamente peligroso. El resultado es que nadie se siente seguro, advirtió Putin.

La expansión de la OTAN hacia el este no tomó en cuenta la sugerencia de Kennan, que fue embajador en Rusia en 1952 (donde fue declarado “non grato” por Stalin). Tampoco los líderes políticos de Occidente, en Washington o en Europa, han oído las advertencias rusas sobre los límites de esos avances, ni considerado sus preocupaciones de seguridad. Concluida la Guerra Fría, no fue Moscú quien avanzó hacia el oeste, sino Occidente quien llevó sus tropas hasta las fronteras rusas. ¿Con qué fin?

Olga Khvostunova, del Programa Eurasia del Foreign Policy Research Institute, por ejemplo, se refirió a esas “líneas rojas” establecidas por el Kremlin, cuya violación supondría represalias masivas, incluyendo un ataque nuclear. Las miraba en menos. Khvostunova estimó –en un artículo publicado en septiembre pasado en Foreign Policy– que, a medida en que avanzaba la guerra, diversas “líneas rojas” se cruzaron “sin repercusiones significativas”.

Desde su perspectiva, parece que ni la invasión de Ucrania, en febrero del 2022, ni el uso del nuevo misil balístico hipersónico contra un complejo industrial en la ciudad de Dnepropetrovsk, luego de la utilización por Ucrania de los misiles occidentales para atacar territorio ruso, deben ser vistos como una respuesta a los nuevos avances de Occidente en el escenario de la guerra.

Los analistas del Institute for the Study of War (ISW) -una institución alineada con los intereses de Occidente– estiman que Putin trata de inflar artificialmente las expectativas sobre sus capacidades militares, destacando las características de su nuevo misil. Estiman que esa arma no es más que una adaptación del misil Kedr, que Rusia ha venido desarrollando desde 2018-2019 y no representa un recurso militar novedoso.

La balcanización de Europa

No es la opinión de líderes como el primer ministro polaco, Donald Tusk, una de las voces más agresivas contra Rusia en Europa, para quien “la amenaza de un conflicto global es realmente seria y real”. O para el canciller alemán, que habla de una “terrible escalada”.

Un artículo del diario español El País, del 22 de noviembre pasado –“La OTAN convoca una reunión urgente con las autoridades de Kiev tras el lanzamiento de un misil ruso de nueva generación”–, explica los acontecimientos como una escalada rusa.

Los rusos tienen una visión distinta. Afirman que los misiles estadounidenses, ingleses y franceses, que Ucrania comenzó a utilizar para atacar su territorio, no pueden ser usados sin la participación de personal militar occidental. “Los propios ucranianos no pueden hacer esto”, dijo el portavoz oficial del Kremlin, Dimitri Peskov. El uso del novedoso misil de alcance intermedio “no es una escalada, sino una respuesta a la escalada provocada por Occidente”, afirmó.

El 1 de diciembre Europa giró un poco más a la derecha, en opinión de la periodista Ella Joyner, de la agencia alemana DW. Ese día asumió una nueva Comisión Europea, encabezada nuevamente por la demócrata cristiana alemana Ursula von der Leyen, con la exprimera ministra estoniana, Kaja Kallas, a cargo de la política exterior y el exprimer ministro lituano, Andrius Kubilius, a cargo de defensa, ambos particularmente agresivos contra Rusia.

En su presentación ante el parlamento europeo –que también giró aún más a la derecha en las últimas elecciones– Kallas reiteró la importancia de la victoria de Ucrania y pidió sanciones contra China –que ve como un “rival sistémico”–, por su apoyo a Rusia. “China debe pagar por sus relaciones con Rusia”, afirmó.

Con poco menos de 1,4 millones de habitantes, cerca de 20% de la población de Estonia está en riego de pobreza, según estadísticas oficiales. El Producto Interno Bruto (PIB) cayó un 3% el año pasado. El país se ha mantenido en recesión en 2004 y las previsiones son de un débil crecimiento en los próximos años, como resultado de diversos factores, incluyendo la pérdida permanente de insumos baratos procedentes de Rusia.

En otra cartera clave de la nueva Comisión Europea, la de Defensa, creada expresamente para esta ocasión, el lituano Andrius Kubilius se caracteriza también por su posición particularmente agresiva frente a Rusia, que califica como un Estado patrocinador del terrorismo. Es partidario de incautar los cientos de miles de millones de dólares rusos congelados en Europa, una medida polémica, que otros países europeos ven con más cautela.

En una muestra del clima antirruso que prevalece en los países bálticos, a mediados de noviembre la estatal Radio y Televisión de Lituania (LRT) despidió al periodista Aigis Ramanauskas. Ramanauskas había sugerido matar a quienes ven películas rusas o escuchan música rusa en el país. En su opinión, era indispensable alejar a los niños de esas personas. Ante las reacciones provocadas, se explicó: «Esto es lo que quiero decir a nuestros rusoparlantes: –No, queridos conciudadanos, no insté a que los mataran. No se trataba de ustedes, aunque está claro que odio sinceramente lo que conocemos como ‘mundo ruso'».

Con la política exterior europea en manos de representantes del este europeo; con Inglaterra en franca decadencia, fuera de la Unión Europea; con Francia y Alemania sumergidos en una crisis política y económica, una inevitable tercermundización de Europa, con una derecha extrema controlando el parlamento y la Comisión, con una visión cada vez más provinciana de la política exterior, Europa es, nuevamente, una renovada amenaza para el mundo.

FIN

Cábalas y presunciones

Por Carlos Meneses Reyes

Pareciere que el gobierno progresista de Colombia, no previere la carga estadounidense contra la República Bolivariana. No se comprende una política internacional, exenta de diplomacia, que mantenga una posición pétrea, inmodificable, contraria a un complaciente resultado de solidaridad con el bravo pueblo. En momentos en que nuestro director de la política internacional goza de auge, manifiesta un contrasentido y de barrer bajo la alfombra, con relación a la suerte del nuevo gobierno en el país vecino. El bloque Chile, México, Brasil, Colombia, de compás de espera, mientras se definía el juego interno soberano de las autoridades del Estado de Derecho bolivariano, ante las acusaciones de “fraude”, en el resultado electoral, se fue desmoronando. Primero se rompe el eslabón derechista, pro imperio, de Chile. Luego la postura directa de Brasil de no aceptar una modificación de conducta del gobierno bolivariano, bajo consecuencias de efectos negativos. Y el ejercicio de México, deshace lo aparentemente compacto de una posición de fuerza para que el nuevo gobierno, en Venezuela, claudicara. Obvio que existe injerencia e irrespeto al soberano ejercicio interno de la institucionalidad del poder electoral constitucional bolivariano. Sus máximas autoridades se pronunciaron, con sendos actos administrativos de efecto erga omnes. Continua la pertinaz posición colombiana de imponer un derecho de petición de exhibición de las actas electorales (a puro micrófono, puesto que no existe petición formal de sujeto de derecho al respecto); pese al sobrado conocimiento del silencio administrativo negativo causado; con carácter de secreto de Estado, por predominar la seguridad y vigencia del Estado venezolano. Y surge la pregunta sobre qué haría el gobierno colombiano de obtener las originales de esas actas (¡?). Ese fijo e inflexible propósito, que no tiene asidero en el ejercicio diplomático comparado, deja mucho que desear a la suerte de la importante y fundamental relación con el país vecino.

En geopolítica operan son los hechos. Va para tarde el reconocimiento de Colombia, al nuevo gobierno de la República Bolivariana de Venezuela. Los analistas alternos dan por seguro el triunfo electoral de D. Trump. El juego o maniobra del gobierno colombiano, ya de por sí, con la elección de D. Trump, se verá entorpecido en su autonomía rectora y soberana, en torno a esas relaciones con el nuevo gobierno venezolano; Una vez, éste posesionado, se alienta la amenaza de una invasión militar a Venezuela y ello traería consigo el fin del proceso de terminación del conflicto armado interno en Colombia. De tal manera que, como simple comentarista de provincia, aliento al gobierno de inspiración popular colombiano, a tomar ya una decisión soberana de reconocimiento al acto electoral que favoreció al actual presidente N. Maduro. Elemental, todo opera por sustracción de materia.

Coletilla

El triunfo de la derecha oligárquica hegemónica contrainsurgente en la Convención del partido Liberal, al reelegir como jefe de esa colectividad al expresidente Gaviria, no está desligado de los factores externos e internos que rigen a la política colombiana. Moldean, en lo determinante, el proceso electoral presidencial que avecina en Colombia. Queda a prueba la consecuencia de los liberales de base, en comunión con el pueblo liberal de gaitanistas raso. En la historia de las ideas liberales en Colombia, no se había llegado tan cerca a competir contra el poder oligárquico, como en esta etapa, de contar con un gobierno progresista-liberal. No sea este el momento de “divisiones tácticas” en el liberalismo.

Sobre la regularización de la jurisdicción agraria

Rayos y centellas lanza la derecha militarista y latifundista contra el proyecto de reglamentación de la jurisdicción agraria y la presunción de veracidad agraria. Un aspecto del conflicto social en Colombia lo expresa el conflicto agrario, en torno a la inequitativa tenencia de la tierra y el predominio de los factores de poder, en el agro, que delimitan el ejercicio de los derechos del campesino colombiano, hoy sujeto de derechos. Esta investidura denota singularización y particularización en el desempeño individual de hacer valer sus derechos ante el poder omnímodo del latifundista y terrateniente. El derecho agrario está inmerso dentro de la categoría de los derechos sociales; tal como sucede con el derecho laboral. De tal manera que en este predomina el principio universal de in dubio pro operario, significando que el derecho laboral se concibe a favor de los derechos del trabajador y que en caso de duda, sobre la existencia o no de un contrato laboral, predomina el carácter de ser contrato laboral y no contrato de prestación de servicio y/o malhadadas figuras que distorsionan su carácter o esencia y que el predominio del neoliberalismo o capitalismo salvaje, lograron sepultar su figura, sobre la primacía de los efectos de contrato civil y/o de servicios.

Configura una conquista reivindicatoria el carácter de sujeto de derecho al campesinado y en paso a esa constitucionalidad, la creación de la jurisdicción agraria. Misma a la que cobija todas las presunciones de legalidad (como la de veracidad) y el deslinde de la concepción civilista, pétrea, y de desarreglo de la función social de la propiedad privada sobre la tierra, que implica obligaciones. Se asiste a un derecho agrario y a una función agraria especializada con influencia pro- campesinado. Tácticamente no se profundizó debate en el carácter de clase de su concepción; ante el comportamiento mayoritario de intereses terratenientes y latifundistas en la piara congresional. El vetusto código civil, de inspiración napoleónica, en cuanto respecta al mantenimiento del statu quo predominante en el agro colombiano, con respecto a la institución de la usucapión o modo de adquisición de la propiedad por el transcurso del tiempo, resultó ser un elemento de aplicación de la reforma agraria blanca narco paramilitar, que trajo consigo el despojo legal de millones de hectáreas a millones de campesinos desplazados por ese engendro contrainsurgente de la oligarquía colombiana y del imperio. La “presunción” de buena fe hizo carrera como fuente de consolidación de derechos producto de la violencia y el despojo y bastó un transcurso corto de lapso de tiempo para que el victimario predominara sobre el derecho de la víctima. Buena parte de ese acumulado de las mejores tierras detentadas por los terratenientes- como mal habidas- son ofrecidas “en venta”, cual frustrante ironía mordaz y cruel; para que, con fondos del presupuesto nacional, es decir, de todos los colombianos y colombianas, les sean compradas y pagadas y así retribuidas, en aplicación de una caricatura de reforma agraria; que en la práctica deja, cual letra muerta, el mandato constitucional de procedencia de la expropiación.

Valga destacar que a los operarios de la justicia agraria les impone la aplicación de la concepción pro campesinado y sea la construcción jurisprudencial, la que satisfaga la sed de justicia social contra el oprobio de la institucionalización de la barbarie narco paramilitar en el campo colombiano.

La táctica militar del caldero o embolsamiento

Germán Gorraiz López – Analista

La incursión ucraniana en Kursk es el mayor ataque contra territorio soberano ruso desde que se inició el conflicto militar con Ucrania pues un mínimo de 5.000 soldados ucranianos apoyados por tanques y vehículos blindados habrían invadido el óblast de Kursk alcanzando más de 10 km de profundidad.

El objetivo confeso de  dicha ofensiva sorpresa sería obligar al mando ruso a retirar tropas de otras zonas sensibles del frente del Donbás y ocupar la central nuclear cercana a la ciudad de Kurchatov para posteriormente consolidar las posiciones alcanzadas y utilizarlas como armas de presión en futuras negociaciones de paz. Sin embargo, dicha ofensiva no habría conseguido sus objetivos iniciales, pues asistimos al imparable avance ruso en el Donbás, al agravamiento de la crisis energética ucraniana causada por los ataques rusos y al incierto futuro de la ofensiva ucraniana sobre Kursk.

Así, el Ejército ruso estaría utilizando la táctica militar del «caldero o encirclement»,  que consiste en rodear la totalidad o una parte de una fuerza enemiga y cuyo paradigma sería la batalla de Dunquerque de 1940. Se trataría de una situación sumamente peligrosa para la fuerza embolsada porque no puede recibir suministros ni refuerzos y pueden ser sometidas a ataques desde distintos flancos, y dado que la retirada es inviable, deben optar por la rendición o morir en el intento.

Guerra psicológica, cognitiva y mediática: plan de desconocimiento de resultados electorales auspiciado por la CIA

Alejandro Pino*

Venezuela es uno de los países de América Latina, junto a Nicaragua y Cuba, por mencionar algunos, que han sido víctimas de la guerra psicológica, cognitiva y mediática emprendida por las grandes transnacionales de los medios de comunicación. Esta vez, la mediática internacional se dedicó a tergiversar los resultados electorales en Venezuela, alegando un “triunfo” para la oposición de este país. Dentro de este entramado plan, se encuentra una amplia red de canales, centros de investigación, encuestadoras, medios de periódicos y otros actores en el medio comunicativo que han influido en el desarrollo y fortalecimiento de esta narrativa hostil contra Venezuela.

Edison Research

El 28 de julio, durante las elecciones presidenciales en Venezuela, se viralizó gracias a algunas figuras que habían permanecido ajenas al proceso político venezolano como Elon Musk, un estudio elaborado por Edison Research como una de las principales encuestadoras y centros de investigación electoral, ligados a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. De acuerdo con su portal web, este centro de investigación opera como único proveedor de datos electorales para el National Election Pool, que se compone de los medios ABC News, CBS News, CNN y NBC News desde 2004, sumándose en 2020 la Agencia Reuters. Además, ha desarrollado encuestas a boca de urna (Exit Poll) para medir los resultados preelectorales en Azerbaiyán, Irak, México, la República de Georgia y Ucrania.

A las 6:00 pm cuando ya las urnas electorales estaban cerrando a nivel nacional, Edison Research emitió un estudio electoral, en el cual se mencionaron los resultados a “boca de urna” de estos comicios, dando como ganador al candidato de la extrema derecha venezolana, Edmundo González Urrutia, con el 65% de los votos totales, mientras que el candidato oficialista, Nicolás Maduro Moros, permanecía con el 30% de los votos, dejando solo el 1% a Benjamín Rousseau, Javier Bertucci y Antonio Ecarri. Claramente, estos datos se contraponen a los datos preliminares dados por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) el mismo 28 de julio en horas de la noche, donde otorgaban el triunfo a Nicolás Maduro Moros, con el 51,2% de los votos, mientras que González obtuvo el 44,2% y otros ocho candidatos de la oposición obtuvieron el 4,6% en conjunto.

A tan solo un par de horas de la publicación de este estudio, Leopoldo Lopez emitió su respaldo a los resultados de Edison Research a través de su cuenta en la red social X, donde lo secundó el dueño actual de la misma, Elon Musk, dando a conocer la supuesta victoria de Edmundo González Urrutia, con los datos suministrados por Edison Research, pero además, iniciando una campaña de desprestigio y odio contra el presidente reelecto Nicolás Maduro Moros.

De esta manera, los medios transnacionales promovieron el inicio de la campaña de desconocimiento del proceso electoral desarrollado en Venezuela mediante CNBC, propiedad de NBCUniversal y la Agencia Reuters, como miembros del National Election Pool, siguiendo los mismos pasos el Washington Post, New York Times y el Wall Street Journal, los cuales respaldaron y favorecieron al candidato Edmundo González y su jefa de campaña María Corina Machado.

Sin duda alguna, este complot y campaña de desconocimiento desarrollada durante el 28 y 29 de julio preparó la escena para el comunicado oficial emitido por el Secretario del Departamento de Estado, Antony Blinken, argumentando que “el procesamiento de esos votos y el anuncio de los resultados por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE) controlado por Maduro fueron profundamente defectuosos, lo que dio como resultado un resultado anunciado que no representa la voluntad del pueblo venezolano”, dando inicio a un desconocimiento formal por parte de Estados Unidos que seguirían los gobiernos de Argentina, Chile, Costa Rica, Perú, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

US Agency for Global Media

No es de extrañarse que esta campaña de tergiversación y desconocimiento tengan una mano financista e interesada para alcanzar objetivos claros como: 1) la declaración de fraude electoral; 2) el desconocimiento de la victoria de Nicolás Maduro, y 3) el establecimiento de una figura de gobierno paralelo como fue el caso de Juan Guaidó en 2019.

El 29 de julio, el medio de comunicación y organización mediática Wikileaks, a través de la red social X, declaró que Edison Research está vinculada a la CIA. Es importante destacar, que uno de los principales autores y promotor del estudio electoral fue Rob Farbman, vicepresidente ejecutivo de Edison Research, quien ha tenido un largo currículum como investigador y dirige el National Election Pool como consorcio de organizaciones de noticias para emitir información sobre encuestas y estudios estadísticos electorales en Estados Unidos. Farbman, además, gestiona un conjunto de proyectos de investigación internacional con especialización en Oriente Medio y África para clientes como la BBC, Voice of America, Middle East Broadcasting Networks y Radio Free Europe/Radio Liberty.

Estas redes de radiodifusión forman parte de la Agencia de Estados Unidos para los Medios Globales (US Agency for Global Media), la cual se estructura por la Voz de América (Voice of America), la Oficina de Radiodifusión de Cuba (Office of Cuba Broadcasting), Radio Europa Libre / Radio Libertad (Radio FreeEurope / Radio Liberty), Radio Asia Libre (Radio Free Asia), Redes de radiodifusión de Oriente Medio (Middle East Broadcasting Networks), Fondo de Tecnología Abierta (Open Technology Fund) y Fondo de Medios de Primera Línea (Frontline Media Fund).

Esta agencia está dirigida actualmente por Amanda Bennett, quien fue presidenta de las Voz de América y trabajó en otros medios como The Wall Street Journal, The Washington Post y Bloomberg News. Además dentro de su Junta Directiva se encuentra Jamie Fly, quien fue consejero de Asuntos Exteriores y de Seguridad Nacional del senador Marco Rubio; Michell Guida, fue subsecretaria de Estado para Asuntos Públicos Globales de 2018 a 2020 y, en 2019, Mike Pompeo (ex Director de la CIA) le delegó las autoridades del Subsecretario de Estado para Diplomacia Pública y Asuntos Públicos; así como el actual Secretario de Estado Antony Blinken, que a pesar de ya no pertenecer oficialmente como miembro, continúa siendo un gran cooperante y aportador a esta entidad.

La única misión de esta Agencia es informar, involucrar y conectar a personas de todo el mundo en apoyo de la “libertad y la democracia”. Pero la mayoría de veces se dedica a desinformar y distorsionar información mediante planes que promueven campañas mediáticas contra aquellos gobiernos o actores globales que se contraponen a los intereses estadounidenses.

Un artículo del New York Times de 1977 sobre la “Red mundial de propaganda creada por la CIA” desmembra la creación y funcionalidad de varias agencias de radiodifusión creadas por la CIA para servir a ciertos objetivos de la política exterior norteamericana. En el caso de Radio Free Europe como Radio Liberty fueron financiadas por sectores privados y por la CIA para la emisión de campañas propagandísticas contra la URSS. Free Cuba Radio fue fundada en 1960, justo un año después del triunfo de la Revolución Cubana, para fungir como principal enlace de comunicaciones para la invasión en Bahía de Cochinos. Por otra parte, Radio Free Asia fue creada para la transmisión de propaganda radial en la China continental, lanzada a través de globos de radiodifusión desde Taiwán, siendo detectadas y neutralizadas a tiempo por las tropas comunistas de Mao.

De esta manera, se puede observar cómo la CIA ha participado en la preparación, organización y ejecución sistemática de planes concretos a lo largo de los años para impulsar procesos propagandísticos que contribuyan al desarrollo de una campaña de desinformación para tergiversar la realidad y generar confusión en el pensamiento y acción de la población, convirtiéndose este en un mecanismo para engendrar odio, violencia y agresión contra aquellos gobiernos que no favorezcan a los intereses estadounidenses y desarrollar desestabilización y procurar un cambio en la orientación política de estas naciones mediante estallidos sociales y golpes de estado, tal como se intentó en la URSS, la República de Cuba, bajo el gobierno de Fidel Castro, la China comunista de Mao y, actualmente, contra la Revolución Bolivariana, liderada por Nicolás Maduro.

De esta manera se demuestra cómo la CIA se inmiscuye en las campañas mediáticas contra los gobiernos, a través de la Agencia de los Estados Unidos para los Medios Globales, como una agencia que a pesar de denominarse “independiente del gobierno de los Estados Unidos” es financiada por el mismo gobierno. De hecho, el 11 de marzo de 2024, esta Agencia emitió la solicitud de presupuesto para el año fiscal 2025 con un monto de 950 millones de dólares, que garantiza el funcionamiento de esta entidad.

No cabe duda, que este entramado mediático influye de manera indirecta en el pensamiento del Pueblo venezolana para generar incertidumbre, desconfianza, rabia y miedo que conlleven a acciones directas, a través de la construcción de prejuicios que muchas veces pueden tornarse violentos. Aún más si estas personas son dirigidas y financiadas por organizaciones o personas que promuevan la incitación al odio, amenazas y hechos violentos en el país.

*Alejandro Pino es estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Venezuela y la crisis de las elecciones del 2024

Carlos Delgado Rodríguez
2-8-2024

Carlos Delgado Rodríguez

El capitalismo mundial hoy está atravesado por profundas crisis: crisis ambiental, dificultades para convertir el dinero en capital, dificultades para convertir la fuerza de trabajo en mercancía, lo cual significa la creación de una población sobrante que ni siquiera puede ser explotada. Pero tal cosa no quiere decir que todo esto esté desembocando en procesos revolucionarios; no los hay de hecho. La derrota del campo popular (clases subalternas interesadas en la construcción de un nuevo orden que supere al capitalismo) desde hace décadas, ha sido acompañada por la disolución de las organizaciones políticas que se planteaban las transformaciones revolucionarias dentro del capitalismo; lo que aún queda está disperso y debilitado en cada país y en el campo internacional.

Lo que, si está sucediendo, ante nuestros ojos, como parte de la crisis del capitalismo sin procesos revolucionarios, es una reorganización del capitalismo mundial, que produce una gran fractura entre “oriente” y “occidente”. Estados Unidos al frente de occidente, como potencia hegemónica que no tiene ningún contrapeso en el G7, se enfrentan a dupla de China y Rusia más los BRICS (los BRICS son un grupo abigarrado que se articula para enfrentar la decadencia ya completamente palmaria del occidente hegemonizado por Estados Unidos, entre otras cosas). Esta lucha ha fracturado el capitalismo mundial, y se extiende por todas partes: Ucrania, Asia, África, Medio Oriente. El cuestionamiento al dominio imperial por potencias contra hegemónicas como Rusia y China se ha vuelto completamente explicito. La lucha es en el campo económico, militar, cultural y geopolítico.

China tiene un gran proyecto mundial para construir su propio entorno geoeconómico y se llama ruta de la Seda. Es la articulación de su propia área de influencia, que a su vez se acopla con otros procesos geoeconómicos en marcha promovidos en Asia Central, Medio oriente, Asia y África. Rusia acompaña este proceso y se vincula también directamente a la economía China. Este bloque se ha ido consolidando a partir del tenaz enfrentamiento de Rusia con Estados Unidos y la OTAN. China también ha sufrido el asedio del imperialismo en torno a Taiwán.

El imperio estadounidense no tiene nada que ofrecer, no hay ningún gran proyecto, no hay ninguna alternativa para articular el mundo capitalista en crisis, y menos aún su propia periferia. Gracias a esta debilidad de Estados Unidos, China ahora tiene una fuerte presencia en América Latina, incluso en países como Uruguay, Perú o Ecuador, gobernados por derechas que suelen ser incondicionales con los mandatos imperiales.

La estrategia imperial, como lo indican algunos analistas como Thierry Meyssan, es la estrategia del caos, que ha sido aplicada intensamente en lo que ellos denominan Medio Oriente. Tal cosa pasa por provocar un caos permanente que impida que los rivales y los países víctimas de estas acciones, puedan lograr alguna estabilidad. Siria, Irak, Afganistán son, entre otros, algunos ejemplos. Asimismo, Israel en Medio Oriente es el principal instrumento del imperio; los genocidas sionistas quieren hoy provocar una guerra total que involucre directamente a Estados Unidos contra Irán y cuyas consecuencias son imprevisibles.

Hoy el imperio no solo tiene al frente formidables adversarios (Rusia, China, Irán), sino que también profundas contradicciones internas. El estado profundo -esa estructura no visible y tampoco elegida “democráticamente”- es la que gobierna más allá de cualquier agenda partidaria. Ese estado profundo está exacerbando las contradicciones geopolíticas en aquellos lugares que considera relevantes para los intereses imperiales: Asia, África, América Latina. Mientras, por otra parte, ha reducido a Europa a una colonia sumida en un vasallaje total.

Venezuela

Desde que dio inicio el proceso bolivariano conducido inicialmente por Hugo Chávez, el imperialismo norteamericano intentó desestabilizar el proceso y sustituirlo por gobiernos vasallos como siempre lo ha hecho en América Latina. Se fue configurando también un discurso mediático contra Venezuela: Venezuela fue presentada como un modelo del mal, como una referencia de lo que no se debe hacer en ninguna parte. Esto el imperialismo siempre lo hace con sus enemigos. Esto ha llegado a un punto tal que no es necesario decir mucho contra Venezuela, lo único necesario es invocar su nombre, que se asocia con un modelo del mal. Chávez primero, Maduro después, son los jefes de ese modelo del mal que hay que extirpar. Las “masas”, la gente del común, no saben nada de Venezuela, pero no es necesario saber nada, puesto que es suficiente saber que Venezuela es un modelo del mal, con esto se obtiene un rechazo automático, que no está sujeto a ningún tipo de experiencia concreta, es un rechazo apriorístico que no está sujeto a ningún tipo de comprobación puesto que no es necesario hacerlo. Esa es la forma en que funcionan los procesos de modelación, manipulación y condicionamiento del pensamiento y la conducta, aplicados por los estrategas de la dominación.

Venezuela ha sido víctima de esto una y otra vez. Cuando hubo el golpe de estado en Honduras la gran prensa internacional no hizo mayor alboroto. No hubo un canciller gringo que le dijera a los golpistas que se tenían que ir. Los países aliados incondicionalmente de Estados Unidos guardaron silencio. Lo mismo ocurrió en Paraguay cuando echaron a Lugo. Igual pasó en Brasil con el golpe de estado que le dieron a la presidenta Vilma. Igual pasó con el golpe de estado en Perú. Esta ha sido la historia reciente.

El proceso bolivariano ha sido atacado de forma brutal por el imperio, de esto hay datos de sobra: el robo de Citgo, el robo de miles de millones de dólares que estaban en la banca de los Estados Unidos, los sabotajes, los bloqueos, el financiamiento de grupos de choque, normalmente procedentes del lumpen, que hacen un trabajo pagado. Las campañas interminables contra Venezuela. Trump lo expresó abiertamente: estuvimos a punto de derrotarlos y todo el petróleo hubiera sido nuestro.

En días atrás pude ver un video de Bukele refiriéndose a Nicolás Maduro. Decía que Maduro violaba los derechos humanos, que era un genocida, que era un dictador. Curiosamente, todo lo que dice Bukele de Maduro lo dicen sus adversarios políticos de él.

Los gobiernos bolivarianos han tratado de construir un proceso socialista en medio del asedio, y de una correlación de fuerzas francamente desfavorable. Como decía anteriormente, salvo Cuba y unos cuantos países más, las revoluciones no han sobrevivido luego de la década de 1990. Estamos en medio de una crisis capitalista sin revoluciones, y eso hay que tenerlo claro. Y no solo no hay revoluciones, sino que no existen las condiciones correspondientes para que estas sucedan, a pesar de lo terrible que es la vida para las mayorías sociales en el capitalismo actual. El factor subjetivo (el querer hacer una revolución), fundamental para cualquier revolución ha desaparecido. Hoy las grandes mayorías están sumidas en un sopor aletargante, tratando de resolver su insoportable vida cotidiana, y fascinadas con el consumo y el entretenimiento.

El proceso bolivariano asediado (y entender esto es fundamental) ha tenido una evolución cargada de contradicciones internas. Ha sido una lucha contra la parasitaria Oligarquías Venezolana, contra el imperialismo, contra sus propios errores, y contra un contexto internacional en el cual las revoluciones no existen, ni se toleran.

Hoy día este proceso mantiene una posición de tipo nacional, anti imperialista, y se pronuncia por la unidad latinoamericana. Internamente, se ha debatido en medio de una gran crisis económica que ha sido el resultado de errores propios, pero también de una política explicita de bloqueo y desestabilización impulsada sistemáticamente por Estados Unidos, apoyada por Europa y por varios países latinoamericanos, que han hecho lo imposible por tratar de derribar el gobierno bolivariano. Recuerdo cuando desde el lado de la frontera de Colombia el difunto presidente chileno y el presidente de Colombia, de aquel momento, le pedían al ejército de Venezuela que derrocara a Maduro, y al pueblo que se revelara. Ellos se fueron primero, cosas de la historia.

El Partido Socialista de Venezuela, al que pertenece Nicolás Maduro, es posiblemente el partido más grande de América Latina y uno de los más estructurados. Esto no dice necesariamente sobre su calidad, pero es sin lugar a dudas un instrumento poderoso, que la llamada oposición no tiene ni de lejos.

La oposición venezolana ha sido permanentemente un fiasco, y la corrupción y la ausencia de una visión estratégica de país la han acompañado siempre. Guaidó y María Corina, no han sido capaces de articular un discurso en el que se vislumbre alguna salida real y consistente para la crisis política inducida por el imperialismo norteamericano. Y resalto inducida: si, efectivamente, la crisis política de Venezuela no sería la misma ni a nivel local ni internacional sin la intervención de Estados Unidos, orquestando campaña mediática, tras campaña mediática contra Venezuela, manteniendo con millones de dólares a los políticos corruptos, serviles y apátridas como Guaidó o Machado, solo para citar a dos conocidos; financiando, como ahora mismo lo están haciendo, con millones de dólares, la desestabilización del gobierno Venezolano, sin tener de ninguna manera, una salida para el caos que están provocando. Esto es lo más terrible. La derrota, que tendría que pasar por una intervención militar de Estados Unidos, del gobierno venezolano, abriría un largo proceso de convulsiones sociales y guerra interna, y la destrucción completa de la economía venezolana. Esto no es una exageración, simplemente es el curso de los hechos conocidos que resultan de la intervención de Estados Unidos en donde sea.

También, hay quienes dicen que este gobierno de Maduro es represivo, bonapartista, burgués. Esto no son más que etiquetas que no están acompañadas del análisis concreto de los acontecimientos. Igualmente, cuando se habla de las masas que acompañan a la oposición ¿de qué masas estamos hablando? De las que acompañaron a Hitler, a Mussolini, a Milei en Argentina, a Shakira en el concierto del Estadio Nacional. Las masas son precisamente un conglomerado de gente que no adscribe ningún proyecto político específico. Y cuando suscriben un proyecto revolucionario dejan de ser masas para ser pueblo político, organizado, clasista, que aspira a una gran transformación social. Hoy día ese pueblo está con Maduro, a pesar de sus errores y debilidades, no con Guaidó, ni con María Corina, ni con el abuelito. Estos últimos son acompañados por un pueblo social (masa) que no es poseedor de ninguna conciencia política, ni siquiera nacional. No están ni siquiera dispuestos a defender los recursos estratégicos de Venezuela (que son muchos), porque son esa masa inconsciente que vive atrapada en la terrible alienación de la vida diaria. Que esas masas le fueron arrebatadas al Chavismo, en parte, esto puede ser cierto, pero tal explicación no hace más plausible la existencia de la oposición venezolana.

Hoy nuevamente todos los gobiernos de derecha de América Latina, las grandes cadenas de prensa internacional se vuelcan contra Maduro. Los mismos que reprimen y reproducen acríticamente el capitalismo dependiente; los mismos que siempre han puesto nuestros recursos y fuerza de trabajo al servicio de las grandes transnacionales de Estados Unidos. Nadie se plantea realmente verificar si hubo fraude o no; eso no importa, es irrelevante, el imperio y sus lacayos vienen nuevamente con todo para intentar destruir el proceso bolivariano, y hacerse con las grandes riquezas de Venezuela, y eliminar un incómodo gobierno que expresa una posición anti imperialista en el contexto latinoamericano, siempre considerado por los gringos como su patio trasero donde deben mandar ellos.

Hace unos días atrás el canciller de Estados Unidos decía que ya bastaba de seguir tolerando lo que pasa en Venezuela, y que hay que defender la democracia. Lo dice el representante del gobierno que está sosteniendo y alimentado el genocidio en Gaza. Que hoy sigue apoyando incondicionalmente al genocida y pirómano de Netanyahu, que está dispuesto a incendiar todo Oriente Medio sin tener tampoco una salida posible. Hoy el imperio se comporta demencialmente, y esa demencia y esa irracionalidad brutal también se descargan contra Venezuela.

Yo sí estoy con Maduro, sin vacilaciones. No porque crea que ahí hay una revolución perfecta. Simplemente reconozco gradaciones, y Venezuela con todas sus limitaciones es un estado de corte nacional, que defiende sus recursos estratégicos y aboga por la unidad latinoamericana, imprescindible para poder construir un futuro propio. Y todo esto sucede en un mundo en el cual hay una profunda crisis capitalista, pero sin revoluciones.