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Etiqueta: izquierda política

Atisbando El Perú: “Latino América” para los “latinoamericanos”

Edgar Chacón

Edgar Chacón Morales

1 de febrero de 2023

Al sur del Río Bravo. Poder formal y poder real

Los “teóricos” “concepto-funcional-estructuralistas”, parsonianos y mertonianos algunos, apegados a su tradición coopto-populachera, efectista, sofismática, y fantochera, en función de una eficaz gestión de los intereses a los que adscriben, desde hace algún tiempo vienen utilizando dos términos: “Gobernanza”, (no es un concepto teórico), que debe ubicarse en el ámbito del análisis del poder formal y “Estado profundo” (tampoco es un concepto teórico), que debe ubicarse en el ámbito del análisis referido a lo que mejor ilustra lo que otros llamamos, “poder real” y sus expresiones. Ámbitos entrelazados en una relación dialéctica.

Poder formal, poder doméstico

“Derecha achorada”, “izquierda caviar“(Dina Boluarte), “Congreso golpista”, “prensa mermelera y mercenaria” (sirve a ambos poderes), son términos de consumo o análisis local, que se inscriben en el ámbito del poder formal. Acá podemos ubicar todo lo lamentable, que están haciendo los portadores de los poderes “montesquianos”, legislativo, ejecutivo y judicial: represión, matanza, mentira, encubrimiento, populismo, demagogia, entreguismo, ante ese “despertar del pueblo peruano”.

Sin detenerme en análisis previos, a continuación, cito las palabras de varias personas, ante el desenmascarado intento de la congresista Rut Luque Ibarra, en una “olla común”, en la plaza” Túpac Amaru”, de Cusco, haciendo demagogia. Esta congresista, quien votó a favor de la vacancia de Pedro Castillo, prácticamente fue echada y tuvo que “salir huyendo” del lugar:

“…a los provincianos no nos va a convencer con sacos de arroz y fideos…basta ya congresistas y Dina Boluarte, váyanse de una vez”, “…(RLI) ha traicionado la voluntad del pueblo peruano…que no venga a banderearse… yo no soy de izquierda, de derecha, de centro, soy ciudadana…el pueblo se financia…que no venga a aprovecharse… ha recibido sus coimas…” “…(Pedro Castillo) ha sido elegido por la voluntad del pueblo… en honor a la democracia…más de 8 millones votaron por el presidente Pedro Castillo Terrones, que está secuestrado de forma ilegal, por la ultra derecha, por los altos mandos militares, por ese congreso asesino, corrupto, que está vendiendo a nuestro Perú… se le vacó de forma ilegal, sin respetar las normas constitucionales… los repudiamos… el pueblo tiene amor a la patria, que le falta a esos congresistas, que son parte de esta dictadura de ultra derecha, militar… ella es ventrílocua de esos mandos… están persiguiendo a quien piense diferente… dicen que somos terroristas, pero no. Buscamos la democracia el respeto y la vida…los hechos han demostrado que ellos son los terroristas… Dina Boluarte ha superado a Jeanine Añes de Bolivia…”. (“Te cuento todo”).

Es evidente la claridad y decisión de las multitudes de Puno, Cusco, Apurímac, Arequipa, Cajamarca, Andahuaylas, Juliaca, Ayacucho, Huancabelica, Junín, Lima y demás, frente al poder real y el poder formal, que tiene instalado un remedo de sistema parlamentario y se ha dedicado a ejecutar un recurso ya muy trillado: Criminalizar el descontento, recurriendo a argumentos burdos como el terrorismo y el “narcotráfico”.

Poder real

La realidad y clase de lucha que enfrentamos los latinoamericanos. ¿Neoliberalismo? ¿Soberanía vs. Agenda globalista?

Coincidiendo en algunos aspectos con otras propuestas, El Dr. Máximo Grillo Anunciata, propone que Perú se encuentra en el escenario de una conspiración, un plan racista de la clase dominante, del que se puede decir que está determinado por los planes geopolíticos de las potencias hegemónicas, para exterminar la población.

En octubre de 2019, se llevó a cabo en Estados Unidos el “Evento 201”, financiado por Will Gates, en el que participaron Rockefeller, (algunos judíos sionistas como) Rotchild, Kissinger, Soros, la OMS, el FMI representado por Cristina Lagarde (también judía sionista), el BM. Dijeron que la tierra no estaba en condiciones de darle de comer a toda la población humana, que debe ser reducida al 15%. Eliminar al 85%.

En la reunión de Dabos, en Londres, respaldada por la corona inglesa, se afirmó lo mismo.

Bertrand Rusell, premio nobel, en su libro “La Sociedad Industrial”, ya había dicho lamentar que no se reduzca la población en América Latina y recomienda sembrar virus y bacterias en los ríos y lagunas, para disminuir las poblaciones nativas.

Para el 2,050 habría 11 mil millones de habitantes y los “recursos” no alcanzan para darles de comer. La solución para estos intereses es el exterminio.

En este mismo orden, el gobierno de Fujimori, enmarcado en esta geopolítica, hablaba del “excedente poblacional nocivo”: los provincianos, los serranos, los empobrecidos, población que debía reemplazarse con población japonesa (según planes existentes desde la II guerra mundial).

En el marco de esta situación, la realidad histórica del Perú muestra que están presentes indicadores sociales precarios: Mujeres con anemia crónica que dan a luz niños también con anemia crónica que, desde que nacen están en desventaja permanente. Se trata del 60% de los niños. Además, existen altos índices de tuberculosis, alcoholismo, bajos índices de educación. Todo esto provoca un muy bajo coeficiente de inteligencia.

Esto es causa de ser un país que tiene la salud y la educación pública abandonadas. La alimentación del pueblo está deteriorada.

En Perú, la producción agrícola no está para que los peruanos coman, está para exportar, para que ganen dinero las empresas exportadoras, exonerada de impuestos, y la actual Constitución lo permite. Las mineras no pagan impuestos, y el Estado tiene que reembolsarles sus gastos. También la Constitución lo permite.

Por otro lado, Héctor Béjar, primer canciller del gobierno del presidente Pedro Castillo, quería sacar al Perú del Grupo de Lima, para sacarlo de los planes de invasión a Venezuela. Por eso lo sacaron de la cancillería; habían reconocido a Guaydó y firmado un convenio con la embajadora norteamericana por 321 millones de dólares, para mantener a los inmigrantes venezolanos: aplicación del plan estratégico del Comando Sur de Estados Unidos.

El gran negocio es apoderarse de las enormes reservas del petróleo venezolano y darle un golpe a la economía china (Ya lo hicieron con Japón en la II Guerra mundial, porque los japoneses les habían arrebatado todo el mercado de las costas del Pacífico, impidiendo el desarrollo industrial de la costa oeste de Estados Unidos. Por esa razón, como parte de sus planes geopolíticos, el coronavirus y sus 5 sepas, que está patentado en Estados Unidos, fue transportado a Buján en octubre de 2019, en el marco de las Olimpiadas Militares Internacionales. En esas olimpiadas, el primer puesto lo sacó Rusia, Estados Unidos sacó el puesto 31, porque no mandó un equipo de atletas, sino un equipo de sicarios a sembrar el virus).

La política exterior del Perú, la dirige la embajadora de Estados Unidos, no hay soberanía y así, sabotean los intentos de reforma y mejora para el pueblo. En Perú, hay 14 bases militares norteamericanas: ¿para qué?

Debe haber soberanía. Hay que cambiar la Constitución, debe haber una reforma impositiva: la derecha no quiere pagar nada, no quiere ceder en nada, desprecia al pueblo.

Perú está siendo saqueado de la forma más cruel. Hay reformas, o hay guerra civil.

Estado de cosas en Perú; golpe de Estado en Bolivia; movimientos de desestabilización en Brasil; atentado contra Cristina Fernández; descontento con el presidente Petro; la soberanía y las democracias nacionales en estado de supervivencia; militares formados en Estados Unidos; derechas burdas; argumentos de financiación por el narcotráfico.

Elon Musk: “Daremos un golpe de Estado a quien queramos. Lidien con eso”. (Tremending-público)

“Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias, en nombre de la libertad”. Simón Bolívar, 5 de agosto de 1829.

Los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica)

Los países BRICS, por ahora se plantean como una opción multi polarista, frente al uni polarismo USA/OTAN.

Se ha dado en llamarlos BRICS/plus, debido a las intenciones de otros países, como Argentina e Irán, de participar en esta propuesta.

La lucha por la vida y por la paz

La paz es opción de sensatos e inteligentes; la guerra es recurso de egoístas, cobardes y opresores. Es hora de tener sabiduría y dignidad para emprender con estatura y firmeza, las luchas que deben darse. Queremos vivir en paz, pero lamentable: otros vendrán a hacernos la guerra.

Independientemente de análisis teóricos sobre derechas “achoradas”, “bolsonaristas”, congreso golpista; agenda globalista, geopolítica, soberanismo, líderes e intereses mundiales; chinos, rusos, estadounidenses; demócratas o republicanos. Es imprescindible tener la claridad: El capital no tiene patria, solidaridad, compromiso con la democracia, sino oficinas, centros de operaciones y grupos serviles locales, a los que más les interesa dónde realizan sus intereses egoístas y no tanto velar por el bienestar del país en el que nacieron.

Más allá de las democracias de unos y las libertades de otros; de la mano invisible del mercado, invento pérfido cubierto bajo un guante, para favorecer a unos y maltratar a otros, el momento demanda una posición crítica, propositiva y constructiva, por la vida y por la paz.

La unidad de sectores y poblaciones es urgente. Además, es pertinente evitar los medios de distracción, desinformación y embrutecimiento colectivo, iniciando con modas, noticias, artes y deportes.

Constitución Política Vs. Directrices del Banco Mundial

Una opción irrenunciable, que debe tomarse y ser fortalecida, es defender y aplicar lo que las Constituciones nacionales establecen en todos los órdenes y oponerse con esta base, al Banco Mundial y sus directrices.

Todo oponente, individual o colectivo, se ve invencible, antes de verlo con claridad y tomar la decisión de enfrentarlo.

Es hora de reconocer nuestros poderes y convocarlos.

UCR, Voz experta: Las elecciones en Brasil y la presencia electoral de los grupos evangélicos

M. Sc. Alberto Rojas Rojas, Académico de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

El triunfo de Luis Inácio Lula da Silva en el gigante sudamericano contó con la ayuda de amplios sectores empobrecidos, tradicionalmente asociados al conservadurismo del presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro.

El pasado 30 de octubre, el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, Luis Inácio Lula da Silvasuperó su propia marca de votos recibidos anteriormente y se convirtió en el presidente más votado en la historia del país. El petista fue electo por tercera vez presidente de Brasil con 60 345 999 votos (50,99 % de los sufragios válidos), contra Jair Bolsonaro, quien obtuvo 58 205 354 votos (49,1 % de los votos válidos), según datos del Tribunal Superior Electoral de Brasil (TSE).

Estas elecciones del 2022 no tienen precedentes en la historia brasileña, no solo por la mínima diferencia de votos entre los dos candidatos, sino porque fue considerada por los analistas políticos como una disputa entre dos formas antagónicas de concebir la sociedad, la democracia y el Estado brasileño. Los resultados satisfactorios para Lula no esconden una división política y social en el país sudamericano, ni tampoco que el nuevo presidente heredará un país dividido y con una parte significativa de su población armada, ya que hubo un aumento del porte de armas durante el gobierno de Bolsonaro.

Algunas preguntas que surgen ante este peculiar escenario político tienen un matiz religioso. ¿Por qué Bolsonaro tiene la simpatía y la mayoría de los votos entre los evangélicos, aunque sea un promotor del armamento de la población y asuma discursos discriminatorios y actitudes violentas? ¿Cómo se explica la victoria de Lula, definida por los votos recibidos en la región Nordeste, la más pobre del país?

El voto y la moral

En Brasil los grupos evangélicos son diversos y heterogéneos, y sus inclinaciones políticas también lo son. Existen personas evangélicas en casi todo el espectro político de Brasil. Sus preferencias electorales pueden variar de una elección a otra y no se comportan “en masa” a partir de su identidad religiosa. Dicho esto, es importante hacer algunas acotaciones.

Más que un voto evangélico existe un voto moral conservador, que aglutina a un número significativo de personas votantes evangélicas, pero también católicas y de otras confesiones.

Ahora, cuando las lealtades cambian de una elección a otra, las simpatías, las antipatías, las creencias asentadas por la religión o la cultura, las emociones y lo que la persona juzgue como bueno o malo de una candidatura o una agrupación, juegan más que los programas y las propuestas. La moral y los valores se convirtieron en un área de lucha para ganar y asegurar votos. Quienes tienen el poder simbólico para influir en la moral, se convierten en piezas que se deben ganar como asociados. Así, los liderazgos religiosos son aliados fundamentales que hay que acercar y en esta perspectiva, sobre todo, los pastores evangélicos son los socios por excelencia, ya que representan y lideran a los grupos religiosos que más crecen y se expanden en Brasil. Además, los pastores tienen mayor influencia en las decisiones de su feligresía.

Esta tendencia coincide con el creciente interés de líderes evangélicos de participar en política electoral y llegar a influir en los gobiernos del Estado, en la legislación de los países y en la política pública, a partir de una doctrina neopentecostal de amplia difusión entre agrupaciones evangélicas que plantea que los líderes y los valores cristianos (con acuerdo a la interpretación neopentecostal) deben orientar a las naciones.

En este contexto, Bolsonaro logró acaparar el favor de un amplio e influyente sector de liderazgo evangélico. Lo mismo había logrado Lula en las dos elecciones anteriores en que ganó la presidencia. Este hecho contribuyó para que Bolsonaro recibiera a su favor un voto moral conservador de muchas personas electoras que provenían del mundo evangélico. Al respecto, es ilustrativo indicar que cuando se cruzan datos del censo del 2010 en Brasil con los votos obtenidos por municipio en la primera vuelta electoral en las recientes elecciones de octubre, Bolsonaro obtuvo más votos en los municipios de más presencia evangélica; mientras que en los municipios de mayor número de personas católicas, Lula fue el ganador.

Ahora bien, muchas personas evangélicas votaron por Lula, aunque no hayan todavía datos fuertes para cuantificarlo en su debida proporción.

Lo que sí es cierto, es que lo moral y lo religioso son aspectos que han tomado una significativa relevancia en las elecciones actuales en países de América Latina, en contextos donde se establecen alianzas entre sectores políticos conservadores de derecha y sectores conservadores religiosos, sobre todo, de extracción evangélica. Estas alianzas funcionan mientras haya en la agenda y la política pública temas y acciones que se asocian a la forma en que personas conciben el alcance de la moral y la religión.

Códigos religiosos al servicio de objetivos políticos

Existe una nueva derecha que ha aprendido a reproducir el “performance” adecuado para atraer las preferencias electorales de quienes, de por sí, son personas conservadoras en temas de frontera simbólica y que, además, tienen mucho que cobrar a los políticos y partidos que les han sumido en la pobreza, o bien, han puesto en peligro su estatus social. Así, se estructura y desarrolla una trama en donde líderes políticos son ungidos y abrazados por pastores y apóstoles que aseguran que esos nuevos liderazgos asumen en sus programas y acciones lo que Dios quiere para la nación.

A su vez, los líderes políticos, a voz en cuello en plazas públicas, medios y redes, pronuncian discursos transversalizados por mensajes religiosos y asumen las posiciones corporales, los tonos de voz y la gestualidad necesaria para traspasar y ser aceptados por los códigos religiosos de su audiencia evangélica. En Brasil el lema de campaña de Bolsonaro fue “Dios sobre todo, Brasil sobre toda la gente” y el lema fue acompañado de abundantes oraciones, participación en rituales y plegarías difundidas a través de sus redes sociales y las de sus hijos.

Sin embargo, no todos los conservadores morales son de derecha, no todos los evangélicos son conservadores, no todos los evangélicos son pobres ni todos los pobres son evangélicos ni en todo tipo de elección y región se juegan temas con un marcado carácter moral. Lo religioso conservador tiene sus límites y sus alianzas políticas con la derecha también. Cuando en una campaña los temas de agenda pública y política no tienen un marcado énfasis moral, los religiosos políticos y sus alianzas pierden la plataforma que los sostiene.

Esta situación fue clara en el Noreste brasileño. Los programas sociales de los gobiernos anteriores de Lula todavía siguen en la memoria y en las conquistas alcanzadas por la gente del Nordeste. Sobre todo, en esta región, la grave crisis económica que vive Brasil, el alto desempleo, el hambre y las muertes durante pandemia agrandadas por la ineficiencia del gobierno bolsonarista, fueron decisivas para que Luis Inácio Lula da Silva venciera las elecciones en esta región y por medio de esta, en Brasil. También hay que decirlo, en el nordeste, los evangélicos conservadores no son tan significativos como en otras regiones.

 

M. Sc. Alberto Rojas Rojas
Académico de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

Dra. Cecilia Leme Garcez
Académica de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional

Marilena Chauí: La tarea del nuevo gobierno brasileño será enorme, difícil, y exige un punto de vista común de la izquierda en aspectos esenciales

Gilberto Lopes, en São Paulo

Convencida de que fue golpe el impeachment contra la presidente Dilma Rousseff, de que el proyecto “Ponte para el Futuro” –una ambiciosa propuesta neoliberal– impulsada por el entonces vicepresidente, Michel Temer, era un regreso al pasado, de que la operación Lava Jato buscaba destruir y entregar la petrolera brasileña Petrobras a intereses privados extranjeros, Marilena Chauí (filósofa, miembro fundadora del Partido de los Trabajadores – PT), analiza las perspectivas de un probable nuevo gobierno de Lula y advierte que se necesitará una visión común de la izquierda para enfrentar lo que considera las “dificultades gigantescas” de ese gobierno. Habrá que “rehacer el país”, afirma.

Lo que sigue es una versión editada de una entrevista realizada con Marilena Chauí, en São Paulo, el 15 de septiembre pasado.

Gilberto Lopes – Su diagnóstico es que Brasil sufrió un desmantelamiento institucional en los últimos cinco años y que la próxima disputa política será un test para la izquierda. ¿Cuál será la tarea de esa izquierda?

Marilena Chauí – Hay una visión ideologizada y, por tanto, ilusoria, de que la pluralidad de la izquierda representa una crisis. Yo pienso que, al contrario, la multiplicidad enriquece la concepción de la izquierda. Sin borrar las diferencias, ni pretender una falsa unidad, la reunión periódica de la izquierda, en determinadas circunstancias, es esencial. Hay momentos en que un sector se paraliza y otros actúan. De repente el PT se paraliza, pero eso es compensado por innovaciones del PSOL (Partido Socialismo y Libertad, aliado del PT en estas elecciones).

He insistido en que, por lo menos en el primer año de gobierno, tiene que haber un acuerdo, una perspectiva común, porque el gobierno va a enfrentar una dificultad gigantesca. Va a tener que rehacer el país.

Hay 33 millones de desempleados en Brasil, 30 millones de personas pasando hambre.

No hay como pensar en un plan económico y de reestructuración si la izquierda no trabaja en conjunto. Porque la oposición que enfrentará, tanto de la derecha como del centro, va a ser gigantesca. La tarea es enorme, difícil, lenta, y exige que la izquierda encuentre sus puntos en común.

GL – Ud. habla de tres o cuatro puntos comunes de una izquierda diversa. ¿Cuáles son esos puntos comunes?

MC – Hará falta recuperar una propuesta contra la economía neoliberal. Hay que recuperar el papel del fondo público y dirigirlo a atender los derechos sociales. El fondo público tiene que asumir nuevamente su papel de garantizar esos derechos.

Un segundo punto es retomar lo que fue una característica muy importante del primer gobierno de Lula: las conferencias nacionales. El PSOL las llama consulta continua a las bases. Hay que retomar, de forma más intensa, esas conferencias nacionales. El Poder Ejecutivo y una parte del Legislativo deben estar en contacto permanente con las demandas sociales.

Un tercer punto común es la idea de una reconfiguración del Legislativo. No se si tendrá éxito, ni si será posible, pero es necesario promover una reforma política, desde el inicio.

Un cuarto punto es el lugar destacado de la educación, retomar la educación y desmontar lo que trajo Olavo de Carvalho (un astrólogo, filósofo conservador, partidario de las teorías de conspiración, muy influyente en el gobierno de Jair Bolsonaro). No hubo siquiera un ministro de Educación en este gobierno que se salvara. No intervinieron contra la docencia, pero no hubo financiamiento para investigaciones, se desarmaron las universidades técnicas, un proyecto muy caro a la presidente Dilma.

Un quinto punto es la cuestión de género. No me parecía posible, en Brasil, el machismo exhibido en las formas más perversas como en estos últimos cinco años. No se trata solo del machismo, sino de la sexualidad, del género, de las mujeres. Conversé mucho con la gente del PSOL y con Luiza Erundina (exalcaldesa de São Paulo) y creo que si hay alguien capaz de unir a la izquierda, esa figura es ella (Chauí fue Secretaria Municipal de Cultura durante la administración de Erundina, entre 1989 y 1992).

GL – En su opinión, una burguesía nacional, carente de proyecto de nación, ha actuado de manera irresponsable. Bolsonaro no era el incompetente incontrolable para una extrema derecha que tiene una agenda. Era su punta de lanza. Es difícil vislumbrar la agenda de esa extrema derecha. Era fácil, cuando era anticomunista. Pero, ¿qué es ahora?

MC – Me lo he preguntado con frecuencia. La agenda anticomunista se vació y se subieron a la agenda Trump, que también se vació.

El desarme de esas dos perspectivas hizo que la extrema derecha se encaminara en dirección al totalitarismo (no al fascismo), mediante las iglesias evangélicas, que desarticulan la clase trabajadora, se apropian del precariado e impiden la organización de la base social.

Ese es el proyecto: impedir la organización de la base social, de la clase trabajadora. Ese era el programa de la “Escuela sin partido”, de Olavo de Carvalho.

Al mismo tiempo, la trayectoria política va a contemplar una amenaza permanente contra el gobierno, de intervención del legislativo y de amenaza cotidiana de golpe. Tengo miedo de lo que pueda pasar entre octubre o noviembre (fechas del primer turno o del segundo, si hubiera) y el 1 de enero (cuando asume el nuevo presidente). No solo por la posibilidad de un golpe, sino también del asesinato de Lula. Hay muchos voluntarios dispuestos a eso.

GL – ¿Qué representaría, en su opinión, una victoria de Lula en este escenario?

MC – Es la única posibilidad que tenemos de rehacer el país. Por un lado representa una exigencia social y política de encontrar una barrera para la extrema derecha y para las formas más perversas del neoliberalismo.

Yo veo a Lula como un estadista. Representa la percepción de Brasil en América Latina y en el mundo; de nuestro papel, que aparece con la creación del Mercosur y se desarrolla con nuestra presencia en grupos como el G-20 y el G-8, en nuestra política externa de afirmación y no de subordinación.

En términos populares, es la esperanza del retorno de los derechos sociales, de recomposición de la economía y de la educación, que se necesita reformar de arriba abajo.

Lula va a tener que negociar mucho. No por casualidad lleva como candidato a vicepresidente a Geraldo Alckmin (un político del que estuvo distanciado). Lo veo capaz de percibir cuales son las negociaciones que garantizarán derechos a su base social. No se trata de una negociación para mantenerse en el poder, sino de definir cuáles son las exigencias básicas que deben ser negociadas. Lula es capaz de hacer eso.

GL – Hoy, ya clara la naturaleza política perversa de la Lava Jato, considerada en algún momento como un ejemplo de la lucha contra la corrupción en Brasil, ¿cuál es su evaluación de ese proyecto?

MC – En ningún momento le atribuí cualquier seriedad a la Lava Jato. Fui contra ese proyecto desde el primer instante, cuando todavía aparecía como algo honesto. Nunca dejé de relacionar el surgimiento del proyecto con las dificultades de la economía en el gobierno de Dilma. Había dificultades en el manejo de la economía, con el cambio de ministros, mientras la Lava Jato funcionaba. Dilma es una mujer de principios, que no negocia. No se desconocía, en el país, el antagonismo entre ella y el vicepresidente Temer. Ella lo toleró, pero no lo dejaba participar en nada del gobierno.

La Lava Jato me recordaba la figura de Carlos Lacerda (un líder de la derecha en Brasil que, en 1950, dijo, refiriéndose a una nueva candidatura de Vargas: –El señor Vargas, senador, no debe ser candidato a la presidencia. Candidato, no debe elegirse. Electo, no debe asumir. Si asume, debemos promover una revolución para impedirlo gobernar. Lacerda fue uno de los responsables de crear el clima político que llevó al suicidio de Vargas, en agosto de 1954).

Analicé la Lava Jato como una operación del Departamento de Estado norteamericano. La vi como una operación política, lo que luego quedó en evidencia total. El hecho de que su objetivo fuera la petrolera brasileña Petrobras (sabemos lo que eso quiere decir), deja claro lo que había detrás.

Investigué algo sobre la formación y el trabajo de los principales promotores de la Lava Jato. Ninguno de ellos era representante de lo que había de excelente en el mundo jurídico brasileño. Eran inexistentes.

GL – Ud. dice que las fuerzas armadas de 2022 no son las fuerzas armada de 1964 (año en que dieron un golpe militar). Que ellas perdieron su compromiso con la formación nacional. ¿Cómo explicar esa diferencia?

MC – Cuando se considera el golpe de 1964 es claro que ocurre bajo el paraguas de la Alianza para el Progreso, de la política del Departamento de Estado de los Estados Unidos y del gobierno Kennedy. Militares brasileños, educados en Estados Unidos, trajeron la idea de que Cuba era una amenaza, vinieron con un proyecto, luego adaptado a la realidad brasileña.

Había, en el gobierno, gente bien formada, informada, con proyectos. No es lo que tenemos ahora. Al inicio del gobierno militar de Castelo Branco (1964) y en el período final de la dictadura, con el general Golbery do Couto e Silva, ellos tenían una idea de lo que era el Brasil, de lo que debía ser América Latina y de lo que debían hacer. La respuesta armada de la izquierda al gobierno militar provocó algo no previsto: el Acto Institucional número 5 (que renovó las medidas represivas, en 1968). Después de ese acto tienen que reelaborar el proyecto. Eso es lo que hace Golbery.

Hoy tenemos, en la activa, unas fuerzas armadas tradicionales, pero no se ve un proyecto nacional. Del lado del Ejecutivo tenemos simplemente una apropiación económica de los recursos del Estado. Bolsonaro cooptó, en el Poder Ejecutivo, a un sector de las fuerzas armadas. Hay casi diez mil militares en el gobierno. Por primera vez los militares se vieron en una posición de poder sobre el mundo civil y, mediante una corrupción sin fin, la posibilidad de hacerse realmente ricos.

Si hay golpe de Estado, los responsables serán los integrantes de ese grupo, que se encaramó en el poder del Estado y que no quiere perder los privilegios que consiguieron.

FIN

Imagen: https://lobosuelto.com

Izquierda o derecha en América Latina

Evo Morales, José Mujica, Vilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa, expresidentes de Bolivia, Uruguay, Brasil, Argentina y Ecuador respectivamente. Imagen: www.meer.com

¿Se mueve el péndulo político latinoamericano?

Vladimir de la Cruz

América Latina, desde 1990 hasta hoy, ha venido recuperando el desarrollo democrático luego de la época de las dictaduras que cerraron el ciclo de las repercusiones de la Guerra Fría. Políticamente, se ha movido de manera pendular de un extremo a otro, de la derecha a la izquierda con distintas expresiones y manifestaciones de gobiernos, de la izquierda a la derecha y de nuevo la izquierda.

Podemos entender en general lo qué es la derecha. La izquierda latinoamericana, desde el ejercicio de gobiernos, es más heterogénea. En ella hay más matices de expresión. Fuera de los gobiernos, la izquierda es muy diversa, dispersa, desunida, y con muchos visos de sectarismo de lo que dentro de esa izquierda se valora qué es ser de izquierda hoy en América Latina y en cada país, y sin una clara orientación estratégica, como mayoritariamente tenían, en general, los partidos que se consideraban de izquierda antes de 1990.

La caída de la Unión Soviética, de los países socialistas europeos que formaban parte del Pacto de Varsovia, y con ello la desintegración del Sistema Mundial Socialista, como se esbozaba en el contexto de la Guerra Fría, entre 1945 y 1991, coincidió en tiempo histórico con la desaparición de los regímenes militares, autoritarios y dictaduras militares que gobernaron especialmente en países suramericanos. La represión causada durante las dictaduras tuvo un gran impacto en el debilitamiento de las izquierdas políticamente organizadas como existían antes de los regímenes militares. La superación de estos gobiernos transitoriamente avanzó manteniendo en algunos de ellos restricciones políticas, particularmente contra partidos comunistas o identificados con el marxismo leninismo, y las izquierdas socialistas clásicas.

A esto se agregó el nuevo contexto de las relaciones internacionales, la globalización, el impulso de los Tratados de Libre Comercio, el surgimiento de los Estados Unidos como el líder político de esta época, Rusia avanzando dentro del capitalismo mundial, y la República Popular China convirtiéndose en la principal potencia y economía comercial del mundo.

En todo el continente solo la Revolución Cubana se ha mantenido, desde su origen, 1959, como una revolución socialista así declarada, en 1961, y así establecida en la Constitución Política de 1976. La particularidad de su sistema político ha hecho que los enemigos del socialismo, en todas sus formas, adversen constantemente su régimen político, su gobierno, ignoren su sistema político electoral, tratando de compararlo con los sistemas político electorales imperantes en el resto de los países latinoamericanos, para poder desde esta perspectiva disminuir su presencia continental, igualándola a los gobiernos dictatoriales que ha habido en América Latina, y para distinguirla de los países que hacen descansar su modelo democrático en los sistema electorales, con participación de partidos políticos y posibilidades de alternancia de sus gobernantes. En Cuba recientemente, luego de la muerte de Fidel Castro, se ha impulsado, por el mismo Raúl Castro, una reforma constitucional mediante la cual ningún gobernante puede estar más de ocho años en el poder. El mismo Raúl Castro renunció a esa posibilidad, y hoy Cuba tiene un nuevo gobernante surgido de esta decisión, Miguel Díaz Canel. De este modo, a la vuelta de los próximos 4 u 8 años, cuando se nombre un nuevo presidente de Cuba, el argumento del continuismo en el poder, como tema, se acabará en tanto en una buena parte de los países latinoamericanos los presidentes pueden reelegirse al menos una vez, exceptuándose de esta situación Venezuela y Nicaragua, países que no son socialistas en su modelo económico ni político, donde la reelección es prácticamente abierta, ilimitada.

Después de la Revolución Cubana solo el ascenso de la Unidad Popular en Chile, en 1970, con el Dr. Salvador Allende, derrocado en setiembre de 1973, abrió las posibilidades de avanzar al socialismo, por una vía pacífica de la revolución, la vía electoral. El golpe de estado contra Allende impulsó la vía armada para la toma del poder en algunos países, y para derrotar dictaduras, siendo Colombia el país que más guerrillas y resistencia de este tipo mantuvo, hasta la firma de los Acuerdos de Paz.

Ningún país, ni pueblo, de América Latina ha podido desarrollar un proceso consolidado semejante al cubano, por la vía de las armas o por medios electorales, en todo este tiempo. En Nicaragua, en 1979 triunfó la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que no era una guerrilla marxista leninista ni se proponía el establecimiento del socialismo, y se acomodó, por el contexto político a desempeñarse dentro de los cánones democráticos republicano. Los acuerdos de paz en Centroamérica crearon las condiciones para la incorporación de los movimientos guerrilleros a la vida política. No casualmente el Frente Farabundo Martí, otro de los importantes movimientos guerrilleros existentes en Centroamérica, llegó a gobernar El Salvador, con Salvador Sánchez Cerén desde el 2014 hasta el 2019. Ni con el Frente Sandinista ni con el Frente Farabundo Martí se desarrollaron modelos socialistas de economía ni de organización política del Estado. Tampoco en Venezuela ha sucedido. Solo hay en estos países desarrollo capitalista y de relaciones capitalistas de producción. Ni siquiera hay un planteamiento como el de China, un poder político comunista, o socialista y dos economías, una socialista y otra de mercado, o capitalista.

En los países cuyos gobiernos levantaron, por un breve tiempo, las banderas del llamado Socialismo Siglo XXI, y de los partidos de esos países, que forman parte del Foro de Sao Paulo, tampoco pudieron impulsar modelos económicos o políticos socialistas.

Cuba nunca abrazó como propia la bandera del Socialismo Siglo XXI, que surgió en la Venezuela de Hugo Chávez. Rafael Correa, presidente de Ecuador desde el 2007 hasta el 2017 impulsó su llamada Revolución Ciudadana, abrazando en el discurso el concepto de Socialismo Siglo XXI. Evo Morales en Bolivia, desde el 2006 hasta el 2019, desde su Revolución Pluriétnica y Pluricultural, también abrazó en el discurso el concepto del Socialismo Siglo XXI.

Con la muerte de Hugo Chávez, presidente de Venezuela desde 1999 hasta el 2013, tanto Correa como Morales, abandonaron el discurso del Socialismo Siglo XXI y volvieron a sus originales conceptos Revolución Ciudadana y Revolución Pluriétnica y Pluricultural. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua de manera continua desde el 2007 tampoco levantó la bandera del Socialismo Siglo XXI.

Heinz Dieterich Steffan, el esposo de Marta Harnecker, periodista y escritora marxista, muy reconocida en Latinoamérica, residentes ambos en la Habana, México, y en Venezuela, fue el desarrollador de la idea del Socialismo Siglo XXI, como un nuevo proyecto histórico. Asesor en este campo de Hugo Chávez, rompió con él en el 2008 señalando que nada de eso se estaba desarrollando en Venezuela. Chávez mantuvo su discurso hasta su muerte. Nicolás Maduro, que sucedió a Chávez mantuvo esta bandera que ya ha bajado de la asta.

Durante el período de gobierno de Hugo Chávez él logró destacarse como el líder más importante de Suramérica, con gran proyección internacional, por sus posturas nacionalistas y antiimperialistas. En su entorno, Ernesto Kirchner, que gobernó Argentina desde el 2003 hasta el 2007, sucediéndole su esposa Cristina Fernández, ambos surgidos del peronismo, a la presidencia desde el 2007 hasta el 2015, actual vicepresidenta de Argentina, hicieron yunta con Hugo Chávez, apoyando lo proyectos políticos regionales que impulsó Chávez. En Perú, Allan García, presidente desde el 2006 al 2011, no abrazó el proyecto Socialismo Siglo XXI ni el bolivarianismo impulsado por Chávez. Ni el presidente Alejandro Toledo, 2001-2006, tampoco lo hizo. Tampoco lo hizo Ollanta Humala, 2011-2016. Perú ha sido un país en profunda crisis política, desde el 2000 hasta hoy ha tenido 7 presidentes. El actual presidente, Pedro Castillo, con solo un año de gobierno enfrenta juicios para una posible destitución.

Este proceso de destituciones presidenciales en Latinoamérica ha sustituido los tradicionales golpes de estado del período de la Guerra Fría. En lugar del golpe militar se acude a argucias constitucionales y legales, lo que se ha venido denominando golpes de estado blandos. Así se impulsaron los golpes contra Manuel Zelaya en Honduras en el 2008, contra Fernando Lugo en Paraguay, en el 2012, y contra Vilma Rousseff, en Brasil en el 2016. Desde 1992 hasta el 2016 se destituyeron o se interrumpieron 15 mandatos presidenciales en América Latina, en nueve países.

Estos golpes de estado blandos fueron para detener o debilitar proyectos políticos progresistas, algunos de ellos vinculados al desarrollo político que impulsaba regionalmente Hugo Chávez. Proyectos para frenar el ALCA, el Área de Libre Comercio de la Américas y en su lugar impulsar el ALBA, la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, con un nuevo Tratado de Libre Comercio, haciendo énfasis en la autodeterminación, independencia e identidad de nuestros pueblos. El Proyecto de Petrocaribe, que reúne a Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, Nicaragua, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Venezuela, orientado a apoyar a los países del Caribe, en una alianza petrolera. El Proyecto de UNASUR, de la Unión de Naciones Suramericanas, como una organización intergubernamental, de la que participaron Argentina, Bolivia; Brasil; Chile; Colombia; Ecuador; Guyana; Paraguay; Perú; Suriname; Uruguay y Venezuela. Con UNASU se impulsó el Banco Sur y Petrosur.

Entre otros, el proyecto más ambicioso fue la creación de La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, como un mecanismo intergubernamental de diálogo y concertación política, que excluye a Estados Unidos y Canadá. En cierta forma fue el intento de sustituir a la OEA, a la Organización de Estados Americanos. Estos proyectos hoy están muy débiles, sin el apoyo que durante los gobiernos de Hugo Chávez tenían, entre otras razones por el alto precio que llegó a alcanzar el petróleo.

Políticamente, el siglo XXI en América Latina surgieron una serie de partidos y líderes considerados de izquierda que triunfaron electoralmente, especialmente, en Suramérica. Así, en 1999 Hugo Chávez, en Venezuela; en el 2003, Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil; Néstor Kirchner, en el 2003, en Argentina luego de la crisis política de 2001; Tabaré Vázquez, en 2004, en Uruguay con el apoyo del Frente Amplio-Encuentro Progresista-Nueva Mayoría; Michelle Bachelet en Chile; Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador En esta primera década también Martín Torrijos en Panamá y el retorno de Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua en el 2006.

En este mismo período los restantes países de América Latina frente a estos gobiernos se apreciaban como conservadores. El desarrollo político, de la segunda década de este siglo, impulsó cambios en la mayoría de esos países que se vieron como un movimiento pendular de regreso al conservadurismo y derechismo político.

Del mismo modo, la política latinoamericana se ha movido, recientemente, hacia el progresismo o la izquierda, en su sentido amplio, con el ascenso presidencial en Argentina, de Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández, en México con Andrés Manuel López Obrador, en Honduras con Xiomara Castro, en Perú con Pedro Castillo, en Bolivia con Luis Arce, en Chile con Gabriel Boric y más particularmente con la llegada a la presidencia de Colombia de Gustavo Petro, junto a Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela. Otros gobernantes que contribuyen esta idea progresista son Luis Rodolfo Abinader de República Dominicana, Nayib Bukele de el Salvador. Aunque Bukele es un híbrido en su apreciación valorativa, tanto se le ve de la derecha como de la izquierda. Por su parte, el lado conservador se expresa por los presidentes de Guatemala, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Brasil y Uruguay, después de haber tenido a José Mujica.

De la izquierda continental el más destacado, para este momento histórico, es para mí, Gustavo Petro, el presidente recién electo de Colombia. De su gobierno y su desempeño, si lo dejan gobernar, puede llegarse a convertir en el líder más importante de las corrientes de la izquierda política latinoamericana, de esta década, y su modelo de enfrentar los graves problemas de la economía y del desarrollo de Colombia, que persisten en el resto de los países, pueden marcar sendas y nuevos caminos políticos, de amplios sectores, para unitariamente, superar los atrasos y cadenas que en la economía y en lo social pesan sobre las grandes masas de población y de trabajadores, urbanos y del campo de América Latina.

 

Publicado en https://www.meer.com/es/70330-izquierda-o-derecha-en-america-l
Compartido con SURCOS por el autor.

La vieja y la nueva derecha en la Torre de Babel

COLUMNA LIBERTARIOS Y LIBERTICIDAS (14).
Tercera época.

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense.

La descomposición absoluta que muestra el sistema político y social imperante en este cambio de siglo, tanto como la inopia y la estulticia reinantes en materia de pensamiento y acción alcanzan también a la llamada derecha, o las derechas más diversas de nuestros países latinoamericanos, pues sucede que mientras sus pensadores y líderes más destacados han abandonado el escenario histórico sin que aparezca, por ningún lado, una generación de relevo que esté a la altura de los nuevos desafíos históricos, de suyo muy complejos.

Por otra parte, las derechas de raíz oligárquica, tan propias de esta parte del mundo sólo mostraron, a lo largo del siglo anterior, una vocación democrática de la boca para afuera, dado que consideran que sólo cuando ganan ellos no hay fraude electoral, por lo que han acudido a los golpes militares para desplazar a la izquierda y a la centroizquierda del poder, especialmente en los casos de los odiados peronismo argentino y varguismo brasileño (el de Getulio Vargas y sus seguidores Juscelino Kubitschek y Joao Goulart, que gobernaron después de su dramático deceso, ocurrido en 1954), más recientemente han acudido a los golpes parlamentarios y a los juicios políticos fraudulentos como cuando desplazaron del gobierno a la presidenta brasileña, Djilma Roussef, a mediados de 2016, acudiendo para ello a un montaje típicamente mafioso.

También en ese sector, de tendencia conservadora, y defensor en apariencia de un statu quo tan poco transparente e inescrutable, tanto que quienes lo componen no logran siquiera definirlo, dada su desesperación por liquidar el “estado social de derecho”, surgido al concluir la Segunda Guerra Mundial y preconizado por los Figueres Ferrer, Perón, Getulio Vargas, Árbenz, Batle y otros, dentro de un período que encarnó una disminución  importante de la pobreza, la miseria extrema y abrió enormes oportunidades de ascenso social a una población que hace un siglo carecía de ellas en países como Costa Rica, Uruguay, Argentina y Chile, acudiendo al fomento de la inversión pública y la redistribución del ingreso, por la vía de unas políticas que fomentaban los salarios crecientes y fortalecimiento del mercado interno, a la manera keynesiana-rooseveltiana.

Se puede decir que hoy nos encontramos con que el despliegue de una cierta dimensión sociológica, como aquella de la que nos hablaba don Alberto Cañas Escalante (1920-2014), hace ya algún tiempo, la que cobra plena vigencia en estos primeros años de la tercera década del nuevo siglo: la gradería de sol asaltó la cancha y una ruidosa chusma invadió la conducción política, especialmente en el campo de las llamadas derechas, en especial las de los falsos liberales y los falsos cristianos.

En vez de nutrir sus filas con lo que podríamos calificar como una intelectualidad propia del “antiguo régimen” han acudido a los remanentes de una vieja oligarquía, formados por gentes cada vez más incultas y obsesionadas con visiones meramente tecnocráticas de la realidad, en un extraño panorama que se vino desplegando una vez concluida la guerra fría entre los bloques encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética, un hecho que para ciertos intelectuales de Washington marcaría el fin de la historia (Fukuyama, dixit) con la derrota del socialismo-comunismo no sólo en su versión soviética, china o trotskistizante, sino incluso en cuanto al fin paulatino de la socialdemocracia, cuyos partidos más representativos tanto en Europa como en América Latina se fueron corriendo hacia la derecha, con lo que dejaron abandonado a su suerte el estado social de derecho o welfare state, del que renegaron para adoptar los dogmas de un novísimo neoliberalismo, que como sabemos de liberal tiene muy poco. Los herederos de la socialdemocracia regional (PLN de Costa Rica incluido) perdieron su esencia aunque no quieren soltar la etiqueta, o franquicia electoral a la que han quedado reducidos, los beneficios que obtienen de ella les resultan muy apetecibles.

Más bien, en medio de ese arrebato neoliberal del cambio de siglo nos hemos encontrado con una chusma como la del fujimorismo en el caso del Perú, o la masa de falsos cristianos (neopentecostales) seguidores de Jair Bolsonaro en Brasil, hoy dedicado a acabar con los bosques de la Amazonía y las conquistas sociales de los trabajadores, campesinos e indígenas, pues esas son unas gentes que han empobrecido hasta límites insospechados y hasta ensombrecido los  escasos debates parlamentarios que todavía suelen darse en esos otros países. Es un populismo (en el mal sentido del término) inculto y vociferante que ha terminado por darle un marcado tono plebeyo a las filas de una ultraderecha emergente, desconcertada ante de los desafíos de sus contrapartes de una izquierda muy diversa. Tanto el fujimorismo como los restos del aprismo (el APRA un viejo partido histórico peruano que marcó la pauta de las aspiraciones de una izquierda democrática, durante la primera parte de los años treinta, pero que topó con una brutal oligarquía que les respondió fusilando a seis mil de los suyos en las ruinas de Chan Chan en el norte peruano, cuando se había consagrado a la organización reivindicativa de los trabajadores azucareros del departamento de La Libertad, es un partido que desde entonces ha venido girando, cada vez más hacia la derecha y hacia las prácticas gangsteriles) se han convertido en un puñado de grupos violentos, vociferantes que amenazan a un tímido intento de transformación social, como el emprendido por el profesor Pedro Castillo Terrones para revertir treinta años de saqueo de la economía nacional por parte de una mafia neoliberal.

Algunas damas de esa plebe derechista y reaccionaria, tales como cierta Patricia Chirinos, hija de un militante aprista y ligada a las prácticas mafiosas en el puerto de El Callao, contiguo a la metrópoli limeña y entrada desde el Pacífico, no sólo se han dedicado a satanizar y denostar a los políticos serranos de izquierda como Vladimir Cerrón, Guido Bellido y Pedro Castillo que le ganaron las elecciones generales del mes de junio pasado a las élites limeñas, encabezadas por la hija del dictador Alberto Fujimori, sino que ahora dicha señora pide el derrocamiento o vacancia del presidente Pedro Castillo…resultaba intolerable para esta gente, tan rancia como inculta, en el sentido más amplio del término, el sólo hecho de que el hijo de una mujer quechua, que sólo habla esa lengua ancestral de los Andes como Guido Bellido, se desempeñara como Primer Ministro y diera un mensaje en ese idioma tan importante en el Parlamento, o que un profesor primario de Cajamarca, cuya madre habla un castellano con ingredientes de la sintaxis del quechua de esa región, diciendo por ejemplo: “Yo soy su mamá de Pedro Castillo” los ha puesto a delirar, pues para la estrecha y autista visión de las élites (plebe fujimorista incluida) de la capital peruana esto es imposible de aceptar, ni siquiera en términos abstractos. Así están las cosas en estos países que formaron parte del imperio colonial español o del portugués (para el caso de Brasil) durante tres siglos. La derecha tampoco ha tomado nota de los desafíos del presente cambio de siglo.

Páginas que transcurren entre dos siglos

Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y escritor costarricense

El autor del texto de este libro, al que intentaré referirme con sincera admiración y sentido crítico, para presentarle a los potenciales lectores, mis impresiones e incluso opiniones, a partir de una primera lectura de sus 367 páginas, la que acabo de concluir (en realidad fue hace ya mucho más tiempo) es un alajuelense o alajueleño apasionado, incluso vehemente y tenaz en sus ejecutorias, pero también pícaro y risueño como algunos otros que he conocido en el transcurso de mí ya no tan corta vida, tales como en los casos de José Néstor Mourelo Aguilar y su padre José Néstor Mourelo y Vila, gallego nacido en Santiago de Cuba, Carlos Luis Fallas, Fernando Durán Ayanegui, Guillermo Villegas Hoffmeister, el economista Carvajal –no acude su nombre a mi memoria, aunque no olvido nuestras conversaciones en el Parque de Alajuela, en San José y hasta en Santiago de Chile-, José Joaquín Meléndez y muchos otros. Tal vez de ahí, pero también del interés que el texto suscitó en mis adentros es que asumo esta tarea, la que les advierto no puede sustituir la lectura de sus páginas, por parte de quienes quieran vivir una experiencia enriquecedora en sus vidas.

Bajo el título ENTRE SIGLOS Entrearenas Ediciones San José Costa Rica 2019, Sergio Erick Ardón Ramírez, una figura pública y un profesional de larga trayectoria en este país nos presenta un universo que va mucho más allá de unas memorias políticas o de vida, en ruta hacia una Alajuela de ensueños y recuerdos que ya no existe más.

A partir de una lectura inicial, casi de un tirón, a manera de vistazo o clin d´oeil del extenso texto tan esperado me atrevo a afirmar que corresponde a un género literario más híbrido que lo yo había esperado cuando se anunció su publicación, más bien comprende al despliegue de al menos tres géneros literarios, los que secuencialmente hacen más fascinante y amena su lectura.

No es strictu sensu un libro de memorias políticas, el autor no pretende semejante cosa, más bien llamó a la segunda parte «Relatos de viajes y pensamiento político» la que contiene unas elaboradas y evocadoras reflexiones acerca del MRP o Movimiento Revolucionario del Pueblo (¿MRP Qué éramos?), el movimiento político al que consagró un buen tramo de su vida, las que estaban haciendo falta para valorar ese período tan importante y complejo de la historia social y política de hace pocas décadas. Es también un intento de ofrecernos una panorámica acerca de la que llama «izquierda» múltiple y variopinta, esa de las gentes que asumiendo ciertos principios universalistas y humanistas » somos a veces, sin saberlo, gentes de izquierda» (p.336), las luchas sociales de los trabajadores cañeros y muchos otros o los entretelones de los combates, encrucijadas o circunstancias del conflicto armado centroamericano, en el período de los años setenta y ochenta del siglo pasado, cuando Sergio apoyó a Carlos Fonseca Amador, a German Pomares y a otros revolucionarios de entonces, de los que narra en detalles algunos hechos relevantes compartidos.

Siento que conforme avancé en la lectura me fui dando cuenta de que sus páginas se convierten también, en una memoria política inacabada aún de su intensa y larga trayectoria (me hace pensar en las Antimemorias de André Malraux) en ese campo de acción y de luchas, un género literario y ensayístico que hace mucha falta en este país, una Costa Rica que estamos perdiendo ante la ofensiva totalitaria del pensamiento único neoliberal/neoconservador.

Su apelación a los valores democráticos, y a la justicia social como elementos esenciales de un programa o propuesta política, resulta ser un referente inevitable para la lucha en que están empeñadas las fuerzas progresistas no sólo de Costa Rica, sino del resto de los países de la región, todo a partir del pensamiento y la acción inspiradas en la trayectoria de José Martí y otros libertadores.

Pero, al ser también un libro con relatos amenos y llenos de ricas imágenes sobre viajes, cuya lectura concluye con los contrastantes paisajes y peripecias de Sergio con Camilo y Cipriano, hijos suyos por la Amazonía, lo convierte en un volumen triplemente híbrido: biográfico, político y relativo a desplazamientos continuos por los más diversos puntos del planeta, con reflexiones únicas que asumen dimensiones universales, las que hacen viajar al lector también hacia las dimensiones más insospechadas.

La manera tierna y cuidadosa como narra los innumerables avatares de su familia, a lo largo del siglo anterior, dentro de la historia de su amada ciudad natal de Alajuela, es enriquecedora y a ratos nostálgica al plantearnos la dinámica y contradictoria vida de su padre: “De Carrucho, porque en Alajuela, y un poco más allá, nadie sabe o supo, quien fue Carlos Luis Ardón, pero a Carrucho sí lo conocieron los viejos, y de él han oído hablar los jóvenes” (p.15) un hombre que vivió intensamente, asumió los más disímiles desafíos y tuvo contradictorios momentos en una larga relación con su inquieto e innovador hijo, la que se fue reelaborando conforme pasaba el tiempo. En cada encrucijada del camino, tanto el autor como sus padres, Carrucho y su madre Lucía Ramírez que mantuvieron una larga relación amorosa y conmovedora, a veces llena de tropiezos y desencuentros, desde que se conocieron en San Joaquín de Flores, se nos muestran apasionados. Las peripecias y contradictorias vivencias y condicionamientos sociales que experimentaron las mujeres de su familia en el transcurso de un largo período están relatadas, de una manera tal que el lector se siente transportado en el tiempo a una Alajuela que no escapaba a las influencias conservadoras y clericales de ese período, en una ciudad que a pesar de ello estaba experimentando grandes transformaciones, dejando de ser una aldea, cuando el autor nació, durante el año de 1936.

Nos habla también de las peripecias de su desplazamiento al exterior como estudiante de Arquitectura en el Instituto Tecnológico de Georgia, dentro de lo que resultó decisivo para su formación y para arribar a un profundo replanteamiento de su visión de mundo, la que había empezado en su temprana infancia a partir de sus observaciones del entorno social y familiar, sobre todo como resultado de un breve interregno europeo. Lo imagino en aquel viaje desde Nueva York hasta Europa que tan bien nos relata, en la cubierta de aquel barco que llevaría primero a una España todavía Franquista y después a Italia en Milán, de donde tuvo que regresar a los EEUU el espacio tiempo en el que concluyó la primera fase de su formación profesional, después volvería a Europa para seguir estudios de urbanismo y bellas artes en París.

Quien rompiendo el protocolo, cuando era diputado a la Asamblea Legislativa, se atrevió a interrumpir al presidente estadounidense Ronald Reagan en el Teatro Nacional de Costa Rica, el 4 de diciembre de 1982, nos ofrece innumerables testimonios de su larga y fructífera existencia. Invito a los lectores a adentrarse en las páginas de su libro.

Fragmentación y Desunión de la Derecha Venezolana

Lic. José A. Amesty R.
02-noviembre-2021

El presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela, Pedro Calzadilla, anunció que las elecciones regionales y municipales de gobernadores, alcaldes, legisladores y concejales, se realizarán el próximo domingo 21 de noviembre de 2021.

Inmediatamente, los principales partidos de oposición de Venezuela anunciaron su participación en las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre 21, rompiendo tres años de boicot y llamados a la abstención por falta de garantías.

Más recientemente, el gobierno de Venezuela se estuvo reuniendo en México, con una de las nueve fracciones de la derecha, estrechamente vinculada al gobierno estadounidense. Un acuerdo puede abrir las compuertas para volver a la política centrada en la gente y que la política de los políticos deje de hegemonizar la cotidianidad de los y las venezolanas. También para ver la realidad, de la oposición venezolana de verdaderamente sí participarán en las próximas elecciones de noviembre 21-2021.

Sin duda alguna, por decir algo, las oposiciones venezolanas, no tienen iniciativa propia, cada vez más desprestigiadas, quizás por su doble discurso y doble moral, y un verbo radical.

Pero veamos una descripción breve y caracterización de la derecha venezolana, según el escritor Luis Bonilla, en su artículo, “Venezuela, hacia una nueva aproximación geopolítica”, para determinar su rol y posibilidad de triunfo en las elecciones, así como su pertinencia en el amplio espectro político venezolano.

La Primera de las oposiciones, es la conformada por los factores reunidos en México, cercanos a las fracciones políticas originales de Primero Justicia (Borges-Capriles), Voluntad Popular (Leopoldo López-Guaidó), Nuevo Tiempo (Manuel Rosales) y Acción Democrática (Allup).

Se trata de partidos que han sido intervenidos por la vía judicial y cuyas autoridades han sido designadas ad hoc; de hecho, uno de los puntos de negociación es la devolución de las siglas, cuentas y propiedades de esos partidos. A esta derecha se la denomina “G-4”.

En su mayoría (salvo AD), son expresiones políticas renovadas de los intereses de la vieja burguesía cuarta republicana. Su agenda está profundamente vinculada a la relación de sus intereses de clase con el capital trasnacional; procuran la integración armónica entre capital nacional y capital trasnacional, una tarea que ha tenido dificultades desde los ochenta. Ante el nuevo reparto geopolítico en el mundo buscan controlar el Estado (o una fracción de él) para capturar la renta producto de la exacerbación extractivista que le ha asignado el capital a la región en el marco de la cuarta revolución industrial y del consumo de bienes importados. Es un sector sin proyecto productivo capitalista alternativo al extractivismo.

La Segunda es una derecha empresarial, que actúa como su propia representación ya que no confía en las mediaciones políticas que pretenden representarla. Su cara más visible es Lorenzo Mendoza, quien no descarta ser una opción presidencial.

La Tercera aparece conformada por la llamada Alianza Democrática, que reúne a Avanzada Progresista (Henry Falcón) y los llamados “alacranes” (autoridades designadas por la intervención judicial de partidos) de Acción Democrática (Bernabé), Primero Justicia (Primero Venezuela), Voluntad Popular, COPEI, Venezuela Unida, Movimiento ecológico de Venezuela, Unidad Visión Venezuela, Compromiso País, Bandera Roja, UPP89, Opina, Soluciones (Claudio Fermín), Movimiento Republicano, NVIPA, Prociudadanos, MAS, Min-Unidad, Alianza Centro.

Este grupo de la derecha es el que más acuerdos y negociaciones parciales con el gobierno ha realizado; por ello, son considerados por el G-4 como una derecha relacionada al gobierno.

En la Cuarta están los factores más radicales (María Corina Machado, Antonio Ledezma y Andrés Velásquez), quienes promueven la aplicación del TIAR y la invasión norteamericana.

Están prácticamente aislados después del abandono del republicanismo en la Casa Blanca.

La Quinta es la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), liderada por el Partido Comunista, y de la cual hacen parte una larga lista de exintegrantes de partidos que fueron intervenidos, como el PPT (Patria Para Todos) y Tupamaros, pero también el Partido REDES, Izquierda Unida, Nuevo Camino Revolucionario (NCR) y una pléyade de organizaciones locales y regionales que acompañaron hasta hace poco al gobierno de Maduro.

Es una disidencia por izquierda, es decir, que busca empalmar con el mundo del trabajo. Desde su conformación, la APR no ha podido mostrar capacidad de movilización ni de articulación de su discurso con la izquierda latinoamericana, razón por la cual no ha construido fuerza real para ser factor a favor del mundo del trabajo en la negociación.

La Sexta derecha, viene conformada por los factores académicos e intelectuales que se estructuran alrededor de la Plataforma en Defensa de la Constitución (PDC) y Pensamiento Crítico. Se suele aludir a ella como “chavismo disidente”, aunque no representan a todas las expresiones de este grupo. Este grupo no tiene capacidad alguna de movilización que les habilite para ser tomados en cuenta en una negociación.

La Séptima reúne a sectores de la izquierda que articulan desde el movimiento social ecológico, indígena, feminista y educacional en defensa a los dirigentes obreros presos, de la comunicación alternativa, entre otros. Este sector, aunque desarticulado en el presente, es el más dinámico y creativo. Una convergencia de sus fuerzas pueden ser factor determinante en la habilitación de una opción política con presencia real en los territorios. Pero hasta ahora no se ven signos claros en ese sentido.

Un punto aparte es lo que ocurrió en las recientes elecciones del PSUV, donde emergieron nuevos liderazgos locales y regionales (muchos de ellos alimentados por las Comunas) que en algunos casos fue respetada su elección y en otros invalidada. El movimiento de las Comunas puede significar un despertar del espíritu constituyente.

La Octava es la izquierda radical trotskista, muy débil. Después de haber producido un reagrupamiento significativo a comienzos del siglo XXI, se fracturaron a raíz de la valoración del gobierno de Chávez. En la actualidad, en el caso de Marea Socialista y el PSL vienen acompañando luchas puntuales, pero con profundas debilidades para insertarse en movimientos de masas; no han logrado construir un polo de referencia. En el caso de LUCHAS, escisión de Marea Socialista, su labor se ha centrado en la propaganda, con precaria inserción en la lucha social.

La Novena derecha es muy marginal: una derecha fundamentalista y ultraconservadora, liderada por el exministro de planificación de Chávez, Felipe Pérez Martí, que pareciera ser en el mediano plazo el germen de una derecha al estilo de Trump o Le Pen, con el añadido del mesianismo religioso.

Estas oposiciones-derechas, aliadas del capitalismo neoliberal, y cuyas elites han hecho lo imposible por destruir la iniciativa del gobierno revolucionario, quien plantea una ruta distinta al mencionado capitalismo neoliberal.

De allí que las negociaciones en México, ya destruidas, buscaban eliminar la violencia política auspiciada desde el exterior y había esperanzas que se conjure la violencia como opción política, se retomara la normalidad de la institucionalidad democrática y se levanten las criminales sanciones económicas, que solo han servido para causar sufrimiento al pueblo, y nutrir el discurso acerca del fracaso del camino socialista.

Pero esperar algo de estas derechas en Venezuela, es como pedirle peras a un olmo, algo imposible.

Algo sobre las próximas elecciones

Óscar Madrigal

En estos días conversaba o simplemente “peloteaba” con algunos amigos sobre las próximas elecciones. Reúno de manera esquemática mis opiniones:

1-. A Figueres con los votos obtenidos en la convención del PLN no le alcanza para ganar en primer vuelta. El resultado que obtuvo fue inferior al de Álvarez Desanti hace cuatro años y con ello no logró llegar ni siquiera a segunda ronda. La salida de Rolando Araya debilita aún más su candidatura.

La gente visible que rodea a Figueres, o son los mismos de siempre que no están en capacidad de producir ningún cambio, o igual o peores de neoliberales que el actual equipo económico gubernamental.

2-. La derecha ortodoxa o más ultra se muestra muy fragmentada por intereses personales y usufructo del erario público. Están Linet, Piza, Chávez, Eli, movimiento libertario, el grupo de Natalia Díaz y algunos más. A menos que una fuerza externa los obligue a unirse irán sin fuerza determinante a las elecciones.

3-. Los neopentecostales se encuentran divididos lo que los irá a neutralizar. Si bien Avendaño y su grupo manejarán la deuda política, Fabricio cuenta con el apoyo del poder mediático y financiero de las iglesias internacionales que son muy poderosas. La división les restará toda posibilidad.

4-. La influencia del PAC dependerá de quién sea el candidato o candidata. Si es la preferida del presidente Alvarado, Carolina Hidalgo, se hundirá; si eligen a Welmer podrían tratar de recomponerse con algún sector del llamado progresismo. Sin embargo, el desgaste del PAC por un gobierno entregado al PUSC y PNL, por su traición a los sectores sociales y los escándalos de corrupción, lo ponen en una situación electoral con poco futuro.

5-. Las fuerzas sociales populares deben llenar el vacío que quedará en el centro izquierda del espectro político electoral. La disputa principal será por llenar ese hueco.

José María Villalta es el candidato mejor posicionado en las encuestas que representa la alternativa popular. Villalta es como candidato mucho más que el Frente Amplio y así debería ser; tal vez una de sus debilidades sea el partido, pero su candidatura debería trascenderlo. Para ello debe lanzar casi que de inmediato su candidatura y presentarla junto a muchas otras fuerzas y movimientos populares.

La izquierda debe entender que para estas elecciones sus intereses se unen en la candidatura presidencial del candidato que esté mejor posicionado electoralmente y que, además, reúna condiciones de honestidad, valentía y compromiso y cambio verdadero. La unidad de la izquierda no se limita a ella; eso sería miope políticamente. La unidad de la izquierda tiene sentido si aglutina a su alrededor a las fuerzas populares de amplios sectores que deseen una transformación del injusto sistema tributario y defensa del Estado de Bienestar, en primer lugar, a los trabajadores y trabajadoras y pequeños y medianos productores del campo y la ciudad.

Hasta el momento quien puede reunir esas condiciones y características es el diputado Villalta. Su candidatura debería ser la del pueblo contra los grandes poderes económicos, financieros y mediáticos del país.

6-. Todo parece indicar que habrá segunda vuelta para elegir el presidente. En estas circunstancias los candidatos que pasen a una segunda ronda podrían hacerlo obteniendo alrededor de un 20% de los votos. Con un gran trabajo, inteligente y tesonero, la candidatura del polo popular podría colarse a la segunda vuelta y disputar por primera vez la presidencia de la república.

Las condiciones pueden estar dadas.

La geopolítica regional y los extravíos de alguna gente

Rogelio Cedeño Castro

Dando una muestra de sensatez, de sentido de lo que es la realpolitik (muchos imaginaron repúblicas y principados que jamás existieron, como decía Nicolás de Maquiavelo) y hasta de lo que es el instinto de conservación, la señora Keiko Fujimori, la candidata presidencial de la ultraderecha peruana ha dicho, hace pocas horas, mientras lleva adelante sus planes para deslegitimar el triunfo electoral del profesor Pedro Castillo (y de ser posible impedir también su proclamación), que el Perú es una nación importante y decisiva en términos de la geopolítica y la geoestrategia político-militar del Pacífico sudamericano, un territorio que hay que controlar: Es así como Keiko Fujimori, a medida que se le van cayendo sus falsas denuncias de fraude ante los organismos electorales, dice que su lucha no es sólo contra Pedro Castillo y Perú Libre, sino contra la izquierda internacional y el mentado “comunismo” de los que ella, siempre tan democrática y tan generosa, quiere proteger al Perú, cueste lo que cueste.

Es por eso que sus personeros han continuado haciendo falsas denuncias de fraude electoral, y pidiendo la anulación de actas electorales, para retrasar la proclamación del nuevo presidente y mientras tanto -por así decirlo- se preparan, de manera sigilosa, para introducir reformas constitucionales en el parlamento que controlan, pues con ellas harán imposible la tarea del nuevo gobierno, al que esperaban derribar o “bancar” como se acostumbra a decir en ese país, si es que este llega a instalarse el próximo 28 de julio. De previo, al igual que hicieron con Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, y el mismo Alberto Fujimori, en 1990, la oligarquía llamará al profesor Pedro Castillo para imponerle su hoja de ruta, diciéndole lo que tendrá que hacer en su mandato de cinco años. Ya hemos visto como terminaron esos presidentes peruanos tan obedientes al establishment.

Mientras esto sucede, en las latitudes que están al sur de la línea ecuatorial, en el paralelo diez norte de esa demarcación geográfica, tan imaginaria como esencial, buena parte de la izquierda local apuesta por la sustitución del gobierno de Nicaragua (según algunos de sus voceros Daniel Ortega parece ser el único dictador que existe en la región, es el abominable dictador), para poner en su lugar a otro gobernante o “dictador” más dócil a los EEUU, con la ingenua creencia de que así van a restablecer los principios originarios de aquella revolución sandinista que el viento se llevó, al igual que la llevada a cabo por los liberales nicaragüenses en 1893.

Desconociendo la geopolítica, dentro de lo que constituye un dato imposible de ignorar, la izquierda no puede, so pena de cometer un suicidio, adoptar la agenda geopolítica de Washington y de Luis Almagro, el secretario general de la OEA, quien ya ha pedido para el día martes 15 de junio, una sesión del organismo para sancionar al gobierno de Nicaragua, todo ello mientras el gobierno de Bolivia ha instruido a su nuevo embajador ante la OEA para que pida la destitución de Luis Almagro de su alto cargo regional, dada su intervención decisiva en el golpe de estado de noviembre de 2019, con el que derrocaron al entonces presidente boliviano Evo Morales Ayma, bajo falsas acusaciones de fraude electoral. Por este camino, los líderes y voceros de cierta izquierda regional terminarán pidiendo la libertad de la golpista Yanine Áñez, a pesar de los crímenes de lesa humanidad que ésta llevó a cabo, durante los once meses que duró su “mandato”.

Con independencia de lo que pensemos del gobierno de Nicaragua, de sí nos agrada o no, nos parece que aquí hay algo que no cuadra, las cuentas no cierran, pues como dice un viejo dicho por ahí: aquí hay gato encerrado, una sospecha que aumenta cuando observamos el silencio de alguna gente frente a la sanguinaria represión que lleva a cabo el régimen uribista contra el pueblo colombiano. La señora Keiko Fujimori nos demuestra que sabe en lo que está, no hay duda de que tiene un agudo sentido de la geopolítica y de la oportunidad, algo de lo que parece carecer buena parte de la izquierda regional. La gran pregunta sigue siendo: ¿Qué es lo que está en juego en nuestra área continental, vista como todo?

El triunfo de los que siempre perdieron

Por Sinesio López

Pese a que los organismos electorales no han proclamado aún su triunfo electoral, Pedro Castillo ya ha obtenido un triunfo político espectacular por varias razones.

Primero, por lo que representa: a los que siempre perdieron en la historia del Perú, a los ninguneados, a los excluidos, a los explotados, a los oprimidos, a los discriminados, a los de debajo de todas las sangres.

En segundo lugar, por el momento en el que triunfa. Este año celebramos el bicentenario de nuestra independencia. Fue una conquista de los criollos con el apoyo extranjero, pese a la oposición de la aristocracia criolla limeña. El triunfo político y electoral de Castillo celebra esta gesta, pero reivindica también el heroísmo de los grandes movimientos indígenas y mestizos (de 1814) que entregaron su vida para conquistar la independencia. Este fue un proceso en el que intervinieron todas las sangres que componen hoy la nación. Ha llegado la hora de acabar con la herencia colonial.

En tercer lugar, por los adversarios a los que derrota. A la señora K Fujimori, quien no tiene CV sino prontuario. A los poderes fácticos que, con sus millones, han sostenido esta costosa campaña de la señora KF. A los conservadores y a los fascistas. A la mayoría de los medios (radio, tv, prensa concentrada) que se alinearon con KF, eliminando el pluralismo informativo y desatando una de las guerras más sucias de la historia electoral. Pese a que la competencia electoral ha sido brutalmente injusta, ha triunfado Castillo.

En cuarto lugar, por lo que significa la victoria. Han triunfado los sectores sociales que quieren un gran cambio; los que buscan la justicia que siempre les fue negada; los que anhelan el bienestar al que nunca pudieron acceder; los que quieren una democracia que no sólo sea de procedimientos sino de contenidos sociales; los que buscan construir un «NOSOTROS» en el que todos nos reconozcamos como una sola nación plural y pluricultural, acabando con el racismo, la discriminación y el machismo; los que buscan construir un Estado capaz de defender el bien común, de desplegar políticas públicas y de distribuir bienes públicos a toda la población y en todo el territorio por igual, contribuyendo a la formación de una comunidad política nacional; a los que quieren un desarrollo armónico y democrático de todas las regiones, defendiendo el medio ambiente, la biodiversidad y la multiculturalidad.

En quinto lugar, porque es la PRIMERA VEZ QUE TRIUNFA LA IZQUIERDA A NIVEL NACIONAL, que se unifica, pese a su diversidad ideológica, para lograr un gobierno exitoso. A medida que se fortalezca la unidad, se va a contar con mucho apoyo ciudadano, con un sólido programa de gobierno y con equipos técnicos muy calificados.

Que todos los dioses la ayuden.