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Etiqueta: Memo Acuña

La vida en otra parte

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“En Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang”. Así iniciaba su reflexión el filósofo costarricense Alexander Jiménez sobre el escenario migratorio costarricense de entonces. En realidad, esa frase era una cita extraída de la novela “Cruz de Olvido”, del escritor Carlos Cortés.

Esta obra de Jiménez, publicada en 2009 por Editorial Arlequín y llamada “La vida en otra parte. Migraciones y cambio cultural en Costa Rica”, daba cuenta de los entuertos que entonces se desarrollaban desde la institucionalidad y la sociedad costarricense para abordar los procesos migratorios regionales.

En otra de sus reflexiones, Jiménez había desarrollado la idea sobre esa noción de paraíso que era Costa Rica (nótese mi aclaración temporal), al que todos querían entrar y pocos deseaban abandonar. Esa razón idílica e idealizada de la patria pareciera haberse esfumado en los últimos años.

Ya no existe.

Ha terminado recién este domingo 22 de octubre, una cumbre presidencial más en materia migratoria regional. Ha concluido, como es ya costumbre, con dos lugares comunes en este tipo de encuentros: la ausencia de Estados Unidos como el principal Interlocutor en este tema y el reconocimiento, plasmado en una retórica declaración palaciega, de que se debe activar un mecanismo de acción regional conjunta que “ataque los determinantes estructurales que originan la migración”.

Ya muchas veces hemos observado esta expresión en declaraciones y expresiones de buena voluntad de este tipo. Nada ha cambiado. Absolutamente nada.

Al tiempo que la vergüenza por el gazapo presidencial costarricense-panameño de hace unos días en la zona de El Darién nos abandona para pensar en otras cosas, dialogamos con el texto de Jiménez para decir con él que claro, que en materia migratoria pasa y mucho en un país como Costa Rica.

Acostumbrados a sentir como demasiados lejanos los relatos sobre migraciones, desplazados y fronteras, los costarricenses debemos dejar de autoreferenciarnos como ese país idílico, el paraíso en la tierra, el destino preferido. Las estadísticas en materia social, educativa, económica son buenos termómetros que nos ubicarían en esa realidad que hoy somos.

El escritor mexicano Balam Rodrigo, a quien en días pasados tuvimos en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional reflexionando y poetizando sobre estos temas, contaba que en un trabajo de campo en la fronteriza localidad guatemalteca de Tecun Uman, concretamente en el Río Suchiate utilizado para cruzar a territorio mexicano, se habría llevado una sorpresa.

Tres personas jóvenes, a la vista cansadas y asustadas, se acercarían a él a solicitarle ayuda para cruzar el río hacia México, en una de las tantas balsas hechizas con neumáticos y madera. Al entablar conversación con los jóvenes se percató de algo distinto: no eran del norte de Centroamérica, eran costarricenses.

La realidad es algo que pasa mientras vivimos. Hoy esta sociedad nuestra se encuentra fracturada, apenas cohesionada por algunos rituales desgastados como la paz (la que dicho sea de paso este 2023 perdimos para siempre), la democracia, la integración.

El cansancio y agotamiento del proyecto social nos está pasando la factura y como ha dicho Alexander Jiménez en su texto, hay quienes se lanzan en la aventura de la migración para vivir la vida en otra parte. Hoy la violencia es una narrativa que también Costa Rica debería utilizar para referirse a las causas del fenómeno migratorio que le aqueja, como país expulsor en ciernes.

Solo espero que el atolondramiento gubernamental costarricense en la materia no lo haga subirse de nuevo a una tarima para ver pasar a sus propios compatriotas, que también hoy caminan como parte de los grupos que se marchan donde ya no les es posible vivir. Solo espero que la decencia y la dignidad acompañen a esas personas costarricenses que están saliendo silenciosamente del paraíso. Y que les vaya bien.

Como diría Balam Rodrigo en uno de sus textos:

HABLA OTTO RENE CASTILLO

“Vámonos patria a migrar: yo te acompaño”.

TOSHKUA

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

En lengua Pesh, hablada por las comunidades indígenas de Honduras, el sentido de esta palabra es devastador y absoluto para una región cuyas rupturas a todo nivel son continuas.

Significa “desaparecer” y en la realidad centroamericana actual adquiere una connotación aún más pertinente. Con ese nombre, ese significado, el Director Ludovik Bonleux realizó un documental de 80 minutos (2022) en el que cruza dos historias: la búsqueda incesante de Marco Antonio, el hijo de Doña Mary. Ella es una de las madres de la Caravana de familiares de migrantes centroamericanos desparecidos, que con más de 15 años de accionar, buscan a sus hijos e hijas en su tránsito por México, un territorio que al decir de Oscar Martínez, lo caminan y resisten los “migrantes que no importan” y el viaje de Francisco hacia el centro de la Mosquitia hondureña, motivado por la ida de sus hijos hacia Estados Unidos y también por la amenaza del extractivismo neoliberal que ha dispuesto arrasarlo todo, desde los lugares naturales sagrados para las comunidades originarias, hasta los cuerpos de los desahuciados.

En un momento del documental se observa una de las madres sostener un cartel con la pregunta ¿ Dónde están?. Las cifras no valen de mucho si de lo que hablamos es de personas con historias truncadas, biografías que un día desaparecieron sin dejar rastro y fueron disueltas (literalmente) por el poder de los Estados involucrados y la acción de actores de la industria migratoria, que ven en sus cuerpos una forma de obtener ganancias, como el narcotráfico y la venta de armas.

Algunas estimaciones, creo bastante conservadoras, hablan de 7.000 personas migrantes centroamericanas desparecidas al año. El número es conservador porque en la clandestinidad de las estrategias de movilidad, son mucho más las personas que salen un día sí y otro también a buscar “la vida en otra parte” como ha dicho con tino el filósofo costarricense Alexander Jiménez.

Al mismo tiempo que son escritas estas notas, se conoce del lucrativo negocio que significa para grupos criminales, el cruce irregular por fronteras al norte de la región, que producen ganancias de más 12.000 millones de dólares al año.

Quien no paga, no existe.

Quien no paga, desaparece.

Fuimos invitados a un Foro sobre este documental, organizado en el marco del Festival de Cine Colombia Migrante, desarrollado en San José, Costa Rica, en los primeros días de octubre. Su objetivo principal es visibilizar, difundir, apoyar y construir un espacio de memoria desde producciones cinematográficas y audiovisuales, que narran la complejidad de los fenómenos de la migración de las y los colombianos(as) al interior de su territorio y al exterior.

En la actividad y a la pregunta sobre la gestión gubernamental de los recientes procesos migratorios experimentados por Costa Rica, mi respuesta fue poco alentadora. No sólo los enfoques prevalecientes siguen abordando el tema desde la seguridad y la criminalización, sino que también las actitudes de quiénes toman decisiones al más alto nivel, están llenas de prejuicios y percepciones discriminatorias.

Convendría tratar de incidir en esos niveles de toma de decisiones, para buscar su mejor comprensión sobre el tema y el cambio en el paradigma de la gestión migratoria, hacia un definitivo reconocimiento de los derechos humanos de personas en contextos de movilidad.

¿Vamos al estadio?

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

No más terminado el partido en Estelí en el que el equipo local venció por la mínima diferencia al Deportivo Saprissa flamante campeón vigente del fútbol costarricense, se desató en redes sociales un discurso sobre el ridiculo internacional y el drama que significó el resultado. 

Hablamos de un país que se asume potencia en el concierto del fútbol mundial, ubicado en la actualidad en el lejano puesto 46 del ranking elaborado por la transnacional empresarial FIFA.

Hablamos de un país futbolero en el que su ambiente se ha salpicado por recientes casos de racismo y discriminación.  Hablamos de un país tomado por la violencia producida por los poderes fácticos en colusión con ciertos poderes políticos que le han abierto un espacio para que gestionen el país a su antojo.

Desde este escenario se produjeron esos comentarios de drama y crisis nacional. No era posible que el Real Estelí de Nicaragua triunfara sobre Deportivo Saprissa de Costa Rica. Era inaudito. Inadmisible. La identidad nacional una vez más se había visto amenazada.

Lo que realmente debe llamar la atención, drama futbolero y nacionalista con tintes de superioridad social y cultural aparte, es lo producido en los últimos días en discursos vertidos en redes sociales. 

La comunidad nicaragüense radicada en Costa Rica (responsable en buena medida del 12% del Producto Interno Bruto) ha sido invitada a asistir al juego de vuelta a realizarse en el Estadio Ricardo Saprissa.

Imagen tomada de sitio Yashin Digital

Una rápida observación en comentarios en redes sociales a esta invitación nos vuelve a traer la racialización en los discursos, el tinte xenofóbico en algunos comentarios que relacionan comunidades donde vive una buena cantidad de población nicaragüense con pobreza, delincuencia e inseguridad y la supuesta superioridad biológica del costarricense en relación con la población nicaragüense.

Durante tres años la empresa de monitoreo de discursos COES a solicitud del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) ha llamado la atención acerca de la distribución de discursos de odio contra las poblaciones migrantes en redes sociales.

El humor pasivo agresivo, la broma que racializa, la referencia a espacio y migración, son referentes permanentes que deben llamar la atención. La violencia simbólica puede pasar a la agresividad física en cualquier momento.  

El llamado al respeto a la diferencia debe ser política pública declarada para lograr una sociedad mejor dispuesta a la convivencia. Por el momento la tarea está pendiente.

Con la mecha corta

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Lo señalaron. Claramente. Tardó unos minutos en reaccionar y tomó la decisión de salir del estadio, o más bien lo invitaron a salir, que es lo que dicta el protocolo. Minutos antes había soltado un insulto racista hacia Pablo César Wanchope que todo el país escuchó.

Pese a que la acción correctiva está bien y es válida para trabajar el momento, al igual que el veto a una cancha hace unos días, pienso que esta epidemia inagotable de racismo, xenofobia, homofobia, discriminación y discursos de odio que estamos transitando, no se soluciona sacando a la gente, imponiéndole multa, vetando los estadios.

Considero que la acción debe ser más ejemplarizante. Así como a aquellos que infringen la ley de tránsito se les imponen multas y castigos con puntos y acciones formativas que deben cursar, a estas personas que un día sí y otro también se escudan tras un envalentonamiento patriarcal y agresivo, se les debiera invitar a recibir procesos de formación, hacer horas comunitarias, reparar el daño de alguna manera ahí sí, ejemplarizante.

En menos de una semana el país ha expuesto su mecha corta en materia sociocultural. Este aficionado que prefirió insultar a Wanchope por su color de piel, una diputada oficialista que sugiere comprar el número de homicidios registrados en el país (que ronda ya la cifra de 660) en lotería, como la gran gracia de humor pesado y chabacano y un ¿periodista? deportivo que invita en sus redes sociales al ataque y la provocación contra Joel Campbell, un jugador de fútbol que recién llegado al país luego de varios años en el exterior, empieza a sentir el ácido de la siempre lacónica Costa Rica bendita, amante de la paz y la democracia.

La mecha, si, es demasiado corta. El contrato social habrá expirado hace algunos años y las vías de integración horizontal se esfumaron incluso antes de la época pandémica. Por eso la violencia, por eso los poderes fácticos, por eso el insulto racista, por eso las muertes en carretera. Por eso estamos a minutos de pasar de las palabras, los insultos, las provocaciones, a los hechos.

Debemos detenernos. Exigirnos entrar en un reseteo de forma y fondo. Formarnos en educación intercultural, hacer válida desde la convivencia y el acto trascendental del respeto a las diferencias, la expresión de ese dichoso artículo 1 de nuestra Constitución Política, que por el momento no es más que una declaración de interés jurídico.

Debemos parar esto. Ya.

ARTÍCULO 1

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Las narrativas sobre la nación por estas fechas suelen llevar a la exaltación y la hipérbole. Es fácil caer en la tentación de sentirse parte de una comunidad imaginada, al decir de Benedict Anderson y entregarse a la parafernalia de la convocatoria sobre los valores que configuraron nuestra particular sociedad: igualitaria, labriega-sencilla, horizontal.

Cada tanto como decir 15 de setiembre una idea de patria se recrea, pero suelen aparecer resquicios que nos recuerdan que, pese a los históricos intentos políticos por igualarnos, igualiticos nunca hemos sido, como decía el politólogo Manuel Rojas Bolaños en su prólogo a la obra póstuma de Carlos Sojo Obando: “Igualiticos: la construcción social de la desigualdad en Costa Rica” (PNUD, 2010).

Entonces la diferencia debe ser gestionada, valorada, aprehendida.

En el ritual de la celebración patria en la provincia de Heredia, un nutrido grupo de estudiantes, docentes, administrativos y padres y madres de familia del Centro de Enseñanza Especial de Heredia (CEEH) encabezó el desfile.

Ataviados con ropajes patrios, instrumentos, sillas de ruedas y dispositivos para la movilidad, las y los estudiantes desfilaron 900 metros acompañados y acompañadas de sus maestras y maestros, sus tutoras. Los mismos 900 metros que recorrió Andrea junto con su maestra y acompañante, los caminó el joven de la Banda del Liceo local. Este es el verdadero sentido de la inclusión: en acciones como estas, que no solo son afirmativas sino reforzadoras de esa noción, se ganan las distintas poblaciones centímetros en sus luchas por el reconocimiento, la autonomía y la igualdad en la diferencia real y efectiva.

A su paso por el centro de la ciudad la histórica sirena de un emblemático comercio herediano les daba la bienvenida. Y el público aplaudía quizá pensando hacia adentro, muy adentro, en lo que se ha hecho como sociedad para proporcionar a estas poblaciones equitativas condiciones materiales, pedagógicas e infraestructurales y no seguirlas marginando en las acciones cotidianas, las prácticas sociales y las políticas públicas.

Mientras la delegación desfilaba con orgullo y alegría, a los costados de las calles, en las aceras, allí donde el público se apostaba y aplaudía frenético a su paso, empezaba uno de los mayores obstáculos para la integración de estas poblaciones: las barreras de acceso.

¿Ha pensado usted en cuán dificultosas son nuestras aceras para poblaciones con dispositivos de transporte, tales como las sillas de ruedas? Este es tan sólo uno de los indicadores que debemos trabajar más y más rápido como sociedad para equiparar los derechos de todas y todos, sin importar las diferencias.

No está de más recordar que las instalaciones del Centro de Enseñanza Especial son parte de esa vergonzosa lista de infraestructura educativa que debe ser intervenida con urgencia por el Estado ante su precaria situación, que limita la posibilidad de cumplimiento de toda la normativa nacional e internacional que Costa Rica ha firmado en materia de inclusividad.

En 2015 entró en vigencia la modificación al artículo No.1 de la Constitución Política que reconoce la pluralidad y la diversidad en el país. Durante su presentación en las actividades de conmemoración de Heredia, las y los estudiantes del CEEH materializaron el espíritu de esta normativa, al tiempo que visibilizaron desde la motivación y la alegría con que participaron, los desafíos que tenemos en nuestra sociedad para procurar una gestión real y efectiva de las diferencias.

Las fotografías son de la página en Facebook del Centro de Enseñanza Especial de Heredia (CEEH).

La sonrisa de Maritza

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Ese día estrenaban camisetas. En su hombro derecho lucia estampado con grandes letras blancas su nombre: Maritza. Su apellido: Matarrita. Me dice que antes de entrar al proyecto de producción de ostras pensaba dedicarse a otra actividad de la pesca artesanal, pero terminó involucrándose desde el principio en la ostricultura, una de las acciones productivas acompañadas por la siempre necesaria Universidad Nacional.

Es un medio lluvioso y cálido. A un lado del local destinado para la preparación y producción de ostras, conversamos con Maritza sobre su trabajo. “Trabajamos de 7 de la mañana a 4 de la tarde, pero a veces debemos quedarnos más tiempo. Tenemos que limpiar todo el lugar y los instrumentos que utilizamos para la manipulación de las ostras. Luego llego a mi casa a seguir trabajando: limpiar, cocinar, hacer el oficio”.

Bajo una lluvia pertinaz es casi medio día en Isla Venado, una de las Islas del Golfo de Nicoya donde la Universidad Nacional acompaña procesos productivos, económicos, ambientales, turísticos y le brinda a las mujeres y hombres herramientas para fortalecer sus capacidades. Lo hace desde su mandato claro como Universidad pública costarricense, pero además lo realiza como la Universidad Necesaria, líder en la extensión social en Costa Rica.

Precisamente acompañamos hace poco una gira académica de trabajo por dos días, organizada por la Vicerrectoría de Extensión de la UNA, en la que conocimos los distintos proyectos que atienden las necesidades de estas comunidades costeras.

Conversacion con Maritza Matarrita, mujer productora de ostras en Isla Venado. Fotografía producida por Ericka Vásquez, Decana del CIDE (UNA).

De hablar fuerte y con convicción, doña Maritza es una de las mujeres incluidas en acciones puntuales desarrolladas por el proyecto “Cuerpo: emoción, palabra, voz y movimiento”, desarrollado por la Escuela de Psicología, el Instituto de Estudios Sociales en Población y la Escuela de Danza, de la Universidad Nacional.

Pensada como acción para estimular la creatividad, contribuye al mismo tiempo a generar mecanismos de autocuidado en las personas, como doña Maritza: “una necesita relajarse de tanto trabajo y estrés – me dice- todavía tengo la bolita que Sofia y Natalia (académicas del proyecto) nos dejaron para hacer ejercicios de relajación; me han servido mucho”.

Mientras dice estas últimas palabras, la lluvia arrecia. Con sus compañeras del grupo han preparado una pequeña degustación de ostras para las personas participantes de la gira. Me pregunta si voy a probar y deja ir una sonrisa de satisfacción, la misma que seguramente la acompaña cuando ve el fruto de su trabajo cotidiano y el de sus compañeras.

Durante los dos días de visita a los distintos proyectos en Isla Venado, constatamos la cuantía de la Universidad Pública en estas comunidades. Abstraídos del furibundo ataque mediático y político a lo que hacemos pero sobre todo a lo que representamos para estas poblaciones, pudimos comprobar una vez más que como universidad vamos por el camino correcto y que las personas de estas zonas esperarán siempre la llegada de proyectos de investigación, extensión y docencia con los cuales fortalecerse para la vida. Por eso con igual pasión debemos defender el presupuesto constitucional asignado para nuestro quehacer.

El valor de estas acciones no es estrictamente económico, aunque sí urgente. Su verdadero aporte está en dejarle condiciones a Doña Maritza para que un buen día pueda reducir su doble jornada laboral y sentarse al fin a pensar en sí misma, sus sueños, sus esperanzas.

Reírse con la vida.

El sueño de Samuel

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

A sus once años, Samuel ha visto crecer flores como poemas en su cuarto. Ha escuchado decir amor en árabe, emoción en sirio, flor en japonés. Ha visto bajar origamis por las escalinatas del viejo teatro. Les ha prendido velas. Ha cantado contra las injusticias en una vieja noche vestida de joven esperanza, con marimba y flores de muchos colores. Ha cedido Luz y le ha ganado a la oscuridad.

Su pequeño cuarto ha sido sacudido por la intermitencia de todas las voces, todos los altares, todos los mapas congregados para buscar cartografiar la palabra.

Samuel es un fiel testigo de que la palabra cuando quiere, es. Nació unos años después que el poeta dijera sus versos primeros en una Xela gélida y austral. Eran los años intermedios de la década con que iniciaba este siglo. En Guatemala, se construía la esperanza luego de tiempos de dolor y duelo.

Eran otros dolores y duelos. Se prendía la luz primera, la primera lumbre, el barro primero.

Entonces decir quince años de poesía en un país como Guatemala, en una región como la centroamericana, es un acto contundente de amor. Decir poesía en contextos de disputa con el discurso conservador más regresivo, es una estrategia, una fuerza ilimitada, un músculo que palpita. Una llamada de atención al cumplimiento de derechos todavía ausentes, parciales, inconclusos. La poesía toda, donde se diga, es una permanente llamada de atención.

Desde esa idea, disputar con palabras las narrativas de violencia y exclusión, es ya de por sí un acto insurrecto. El papel de la poesía en un contexto así es ese: el de la insurrección. Por ello los quince años del Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango son un acto prolongado de amor y de insurrección por partes iguales.

Pienso en los migrantes en el albergue de tecun Uman, los futbolistas chivos con sus libros del festival, la reina y su baile del Tun y la Chirimía, todos ellos atravesados por el acto luminoso de la palabra y sus ritos. Me quedo en silencio con el profundo significado emancipatorio de decir algo artísticamente bello, al tiempo que el campo de mazorcas ondula y se postula como pintura.

Desde ese lugar de repuesta, la presente edición del festival reditúa su compromiso estético y político con la sociedad guatemalteca y Centroamericana, hablando de forma clara y contundente sobre las mujeres desparecidas, las mujeres que buscan y las mujeres que, como Ana María Rodas, dicen y permanecen. Esto se hace desde uno de los Festivales más emblemáticos de la región, quizás el único.

Tomado de la mano de su padre, Samuelito anuncia una nueva versión del festival para el año que viene.

En una región hermosa pero desigual y dolorosa, tener muchos Samuelitos tomados de la mano de la poesía y su insurrección absoluta, es disputársela a la violencia y el odio, la desigualdad y el conservadurismo.

Por ello también esta edición 15 del festival coloca sus manos como bocina para amplificar la búsqueda por las mujeres que se fueron, se perdieron, las que no están.

En tanto la región se dibuje como un lento y hermoso origami desprendido de las manos de Samuel, el Festival Internacional de Poesía de Quetzaltenango habrá cumplido su objetivo. Invitados estamos pues a desplegar los sueños, la palabra, la poesía, junto a los samueles que nos dibujan como ese pedazo de dulce que somos.

EL DESAFÍO DE REVERTIR LA VIOLENCIA EN COSTA RICA

Memo Acuña

Al momento de escribir esta columna el número de homicidios en Costa Rica ronda ya los 560 ( 27 de agosto de 2023) y las previsiones para el cierre del año pareciera se cumplirán sin problemas: más de 900 homicidios cerrarían esta temporada como la más violenta en la historia de la vida Republicana contemporánea.

En varias participaciones para medios locales se me ha solicitado que explique desde el punto de vista sociológico este hecho. Hemos insistido en el alto nivel de complejizacion de las estructuras criminales, su deslocalización y distribución en prácticamente todo el territorio nacional y la participación cada vez más frecuente de mujeres y jóvenes en estas organizaciones.

Ante ello, la respuesta institucional ha sido rebasada y su inacción resulta evidente.  Ante la desarticulación de una figura delictiva, aparecen 3 más asegurando su rápida reproducción. A esta velocidad de reciclaje de la organización criminal no hay estrategia de respuesta posible.

No al menos desde los enfoques de seguridad comúnmente utilizados.

A nuestro juicio, y esto también lo hemos dicho en los espacios mediáticos donde intervenimos, la alternativa no pasa por sacar más policías a la calle. No es desde un enfoque punitivo que se combate esta violencia, que a todas luces es estructural.

Obviamente la mejor política de seguridad de un país como Costa Rica es restarle peso a su modelo neoliberal y el aumento de la desigualdad de los últimos años.

Para nosotros el componente comunitario seguirá siendo fundamental, la restitución de los espacios públicos como lugares para la integración y la socialización y una participación más protagónica de las poblaciones.

La disputa a la violencia no es desde un lugar represivo. Nos parece que debemos potenciar otras formas de comunicarnos y expresarnos y para esto el arte resulta fundamental.

Debemos intentarlo como sociedad.

Entre Bibby Stockholm y la xenofobia: la vergüenza del mundo poscovid

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Como si no hubiese sido ya lacerante el escrutinio al que fueron sometidas cientos de miles de personas en condiciones de movilidad humana a nivel global durante la época pandémica, el mundo sigue esforzándose hasta el retorcimiento con acciones concretas y discursivas en contra de estas humanidades.

Entre julio y agosto los ejemplos han sido contundentes. Algunos lejanos, otros más cercanos a los contextos costarricenses.

El nombre Bibby Stockholm quizá no diga mucho para alguna gente por estos lares. Pero si ese enunciado se explica con una imagen extraña, llena de incertidumbre, como sacada de alguna trampa ficcional de cuento o novela, entonces adquiere otra dimensión.

Trataré de describirla.

Es una gran caja cuadrada de varios cientos de metros de extensión. Incrustada en algún lugar de los mares europeos como la noción moderna del Arca de Noé.

A simple vista parece un mal diseño de un crucero de turistas, de esos que un día sí y otro también bajan borrachos en puertos exóticos y se sacan fotografías hirientes con la pobreza y la desigualdad que el sistema neoliberal ha generado en casi todos los destinos paradisiacos del amor líquido, como llamó el sociólogo polaco-británico Zygmunt Bauman al turismo posmoderno alguna vez.

Pero esta caja no es ni por asomo ningún crucero del amor. Se trata de un proyecto más de esa Europa fortaleza, encargado por el gobierno británico para alojar allí, en el mar al sur de Inglaterra, cerca de 500 migrantes irregulares a la espera de la resolución de su estatus jurídico.

Es una cárcel flotante.

Se estima que en los próximos meses sean instalados más proyectos de este tipo, para “alivianar la carga social y económica que representan miles de migrantes en su intento de ingresar a esa Europa”, cada vez más conservadora y autoritaria.

Es una vergüenza compartir en la misma generación en la que estas ideas han sido puestas en funcionamiento. Da vergüenza y dolor.

Por otra parte, el ejemplo más cercano lo vemos en las calles costarricenses, donde de forma cotidiana se producen las actitudes de rechazo, sospecha y discriminación contra las migraciones en tránsito, sea de donde sea que vengan y éstas son traducen en discursos xenofóbicos vertidos en redes sociales y medios de comunicación.

Es esta una hora clave para la humanidad. Si nos logramos entender, habremos sido capaces de superar la pandemia del odio y la intolerancia. Habremos trascendido la vergüenza.

Pero si segregamos y rechazamos al otro, o lo desechamos fuera de nuestras fronteras como basura humana, los propios miedos y errores nos ganarán la partida. Seremos partícipes de la clausura de nuestra especie. Definitivamente.

Subjetividades políticas frente a la inacción: los estudiantes de secundaria en Costa Rica

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Lo sucedido en días recientes con los estudiantes de secundaria en Costa Rica debería llevarnos a la reflexión sobre la cultura política en transcurso.

En diferentes estudios de opinión se ha planteado la ausencia de horizonte futuro en las expectativas de las personas jóvenes costarricenses. Sus esperanzas no están puestas ni un proyecto país ni en suyo propio.

A esta incertidumbre debe agregarse la promesa de una vida de lujo y dinero fácil proveniente del narcotráfico, que ya ha extendido sus tentáculos en todos los espacios posibles de la realidad nacional.

No es casual entonces que esa promesa haya hecho decir recientemente a un joven estudiante en un ejercicio promovido por su profesor: “quiero ser un narco porque mi papá ahora tiene un carro y otras cosas que no tenía”.

Una revelación de esta naturaleza no es para nada aislada. Responde ciertamente a esa especie de sustitución de la política como sentido de organización de la vida (y obviamente como expresión orgánica de agrupamiento y colectivización) por estas nuevas formas de ingreso al Mercado, el consumo, la “igualdad” a través del reconocimiento y el poder.

Por eso las formas mediante las cuales los estudiantes de secundaria encararon al Presidente de la República durante una serie de manifestaciones para expresar sus necesidades en materia educativa, deben ser leídas en el contexto de subjetividades que están logrando romper la lógica de la inacción y la inmovilidad.

Recién salimos de una época compleja como lo fueron los dos años de aislamiento social producto de la pandemia. Todavía está por verse qué efectos tuvo esa individualización extrema en la cultura política nacional.

El movimiento estudiantil recién observado es por estas razones una respuesta no solo a sus deficientes condiciones educativas sino a su configuración en un sujeto político en vías de consolidarse.