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La vida en otra parte

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

“En Costa Rica no pasa nada desde el Big Bang”. Así iniciaba su reflexión el filósofo costarricense Alexander Jiménez sobre el escenario migratorio costarricense de entonces. En realidad, esa frase era una cita extraída de la novela “Cruz de Olvido”, del escritor Carlos Cortés.

Esta obra de Jiménez, publicada en 2009 por Editorial Arlequín y llamada “La vida en otra parte. Migraciones y cambio cultural en Costa Rica”, daba cuenta de los entuertos que entonces se desarrollaban desde la institucionalidad y la sociedad costarricense para abordar los procesos migratorios regionales.

En otra de sus reflexiones, Jiménez había desarrollado la idea sobre esa noción de paraíso que era Costa Rica (nótese mi aclaración temporal), al que todos querían entrar y pocos deseaban abandonar. Esa razón idílica e idealizada de la patria pareciera haberse esfumado en los últimos años.

Ya no existe.

Ha terminado recién este domingo 22 de octubre, una cumbre presidencial más en materia migratoria regional. Ha concluido, como es ya costumbre, con dos lugares comunes en este tipo de encuentros: la ausencia de Estados Unidos como el principal Interlocutor en este tema y el reconocimiento, plasmado en una retórica declaración palaciega, de que se debe activar un mecanismo de acción regional conjunta que “ataque los determinantes estructurales que originan la migración”.

Ya muchas veces hemos observado esta expresión en declaraciones y expresiones de buena voluntad de este tipo. Nada ha cambiado. Absolutamente nada.

Al tiempo que la vergüenza por el gazapo presidencial costarricense-panameño de hace unos días en la zona de El Darién nos abandona para pensar en otras cosas, dialogamos con el texto de Jiménez para decir con él que claro, que en materia migratoria pasa y mucho en un país como Costa Rica.

Acostumbrados a sentir como demasiados lejanos los relatos sobre migraciones, desplazados y fronteras, los costarricenses debemos dejar de autoreferenciarnos como ese país idílico, el paraíso en la tierra, el destino preferido. Las estadísticas en materia social, educativa, económica son buenos termómetros que nos ubicarían en esa realidad que hoy somos.

El escritor mexicano Balam Rodrigo, a quien en días pasados tuvimos en la Universidad de Costa Rica y en la Universidad Nacional reflexionando y poetizando sobre estos temas, contaba que en un trabajo de campo en la fronteriza localidad guatemalteca de Tecun Uman, concretamente en el Río Suchiate utilizado para cruzar a territorio mexicano, se habría llevado una sorpresa.

Tres personas jóvenes, a la vista cansadas y asustadas, se acercarían a él a solicitarle ayuda para cruzar el río hacia México, en una de las tantas balsas hechizas con neumáticos y madera. Al entablar conversación con los jóvenes se percató de algo distinto: no eran del norte de Centroamérica, eran costarricenses.

La realidad es algo que pasa mientras vivimos. Hoy esta sociedad nuestra se encuentra fracturada, apenas cohesionada por algunos rituales desgastados como la paz (la que dicho sea de paso este 2023 perdimos para siempre), la democracia, la integración.

El cansancio y agotamiento del proyecto social nos está pasando la factura y como ha dicho Alexander Jiménez en su texto, hay quienes se lanzan en la aventura de la migración para vivir la vida en otra parte. Hoy la violencia es una narrativa que también Costa Rica debería utilizar para referirse a las causas del fenómeno migratorio que le aqueja, como país expulsor en ciernes.

Solo espero que el atolondramiento gubernamental costarricense en la materia no lo haga subirse de nuevo a una tarima para ver pasar a sus propios compatriotas, que también hoy caminan como parte de los grupos que se marchan donde ya no les es posible vivir. Solo espero que la decencia y la dignidad acompañen a esas personas costarricenses que están saliendo silenciosamente del paraíso. Y que les vaya bien.

Como diría Balam Rodrigo en uno de sus textos:

HABLA OTTO RENE CASTILLO

“Vámonos patria a migrar: yo te acompaño”.

Alexander Jiménez, Memo Acuña, migración, violencia