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Etiqueta: pequeña producción

La crónica de una muerte anunciada que algunos nos resistimos a aceptar

Carlos Soto

Unos 44 años atrás por iniciativa de productores conscientes de la contaminación de los pesticidas para ellos, sus familias y el ambiente, además de los altos costos de los insumos de síntesis química; la cooperación internacional y algunas ONG nacionales, nos dimos a la tarea de promover la agricultura orgánica en el país.

Al 2023, el MAG reportó poco más de 10.000 ha. bajo producción orgánica en el país, en contraste con las 348.000 ha. de cultivos convencionales; es decir un 2,9% del total de superficie bajo cultivo.

No obstante, cabe aclarar que el área orgánica está dedicada principalmente a productos de exportación (café, banano, piña, azúcar, entre otros), reduciendo aún más el área destinada para el mercado nacional, propósito principal de los pequeños productores del país, y sobre cuyo esfuerzo y sacrificio de nuevo, se montaron y aprovecharon las grandes empresas exportadoras, que nunca participaron, aportando tiempo y/o dinero, en las negociaciones con el gobierno, para crear la ley del 2007, iniciativa de productores, con el apoyo de la cooperación internacional, las ONG y diputados de la Asamblea Legislativa del momento, de la cual hoy usufructúan.

Así las cosas, queda claro el manifiesto desinterés en la promoción de la agricultura orgánica de los diferentes gobiernos, que al parecer tiene su remate final con el de turno.

Esta afirmación, tiene su evidencia en que 35 años después de la aprobación de la ley de agricultura orgánica, el MAG no había creado aún el «Departamento de Fomento a la Producción Orgánica» (DFPAO), responsable de su implementación; lo que claramente confirma el desinterés de los gobiernos por hacer cumplir la ley y de los diputados por su fiscalización.

Sobre el desmeritamiento histórico que ha sufrido la agricultura orgánica en el país, tenemos algunos señalamientos:

– Ser una actividad productiva inducida inicialmente por pequeños productores, y no por grandes productores o el gobierno.

– Falta de control político de la sociedad civil, productores (por falta de recursos que les otorgue capacidad) y diputados, para el cumplimento de la ley.

– El haber observado la agricultura orgánica como una agricultura donde se sustituyen insumos convencionales por orgánicos, y el productor controla (es el centro) de todo el proceso productivo; y no como una agricultura ecológica, donde el productor más bien es parte del proceso productivo.

– El enfrentamiento de los pequeños productores orgánicos en desigualdad de condiciones, con un sistema político – económico dominante de la economía nacional, que privilegia la importación, elaboración y utilización de agroquímicos, así como el monocultivo de productos convencionales y la exportación.

– La generación de un círculo vicioso limitada oferta – limitado consumo – limitada oferta, que obstaculiza el crecimiento y desarrollo de los mercados nacionales.

– La comercialización en el mercado nacional de productos orgánicos con un mayor costo que los convencionales, sobre la premisa de algunos productores de sus altos costos de producción, en contraposición de quienes los adversan, señalando más bien sus bajos costos.

– La visión negativa que en los últimos tiempos han tomado para los consumidores los productos orgánicos (acceso a ellos), en el mercado nacional, quiénes por su limitada oferta y altos precios, los consideran productos «gourmet».

– Nuestra educación, cultura y promoción alimentaria, dependiente de la producción, dieta y estilo de vida importada de otros países, dominada por comidas rápidas de baja calidad y limitada diversificación.

– Altos costos de certificación de tercera parte para el mercado nacional; y falta de promoción, apoyo e implementación del Estado, de la certificación participativa para este mercado.

– Falta de información y educación al consumidor nacional sobre la importancia y beneficios de la producción orgánica.

– Salida del país de la cooperación internacional, aliado económico de la gestión de la agricultura orgánica nacional.

– Existencia de una escuela de agricultura orgánica (CNEAO) para pequeños productores del INA en la Chinchilla de Cartago, con 28 años de creación, graduando cientos de estudiantes de todo el país, de los cuáles se desconoce la aplicación de los conocimientos adquiridos en su experiencia productiva.

– La confusión generada en los consumidores, a los que el mercado nacional les ofrece una oferta distorsionada de productos orgánicos, bajo calificativos como: producidos de manera natural, sostenible, en equilibrio con el ambiente, sin agroquímicos, como productos eco y/o ecológicos, etc.

Probablemente existan más señalamientos de los aquí anotados, que han limitado el desarrollo de la agricultura orgánica en el país; no obstante, éstos nos llevan a plantear que quizá parte de la solución para que la agricultura orgánica no se quede sin apoyo Estatal, implicará un movimiento social de productores, organizaciones de la sociedad civil y otros actores vinculados e interesados en la actividad, que busquen y establezcan alianzas y sinergias con entidades de defensa de los intereses de los ciudadanos y diputados de la Asamblea Legislativa, interesados, proclives o sensibles al tema, tal que sean ellos los que se encarguen no solo de llamar a cuentas al gobierno, sino también de salvaguardar el contenido de la ley y su ejecución, dejando para el futuro los mecanismos de control viables, factibles y sostenibles, para garantizar que la ley nunca más vuelva a estar en peligro de ser manipulada, de quedar sin efecto, o de desaparecer.

Imagen: https://agroecologa.org

Efectos de la pandemia sobre la producción agrícola para el mercado interno

German Masís

El Ministerio de Agricultura y Ganadería estimó recientemente que la pandemia ha afectado la producción agrícola destinada al consumo interno en un monto cercano a ¢1.322 millones, luego de consultas hechas a los productores por los funcionarios de las oficinas regionales.

Ubicando la afectación por cultivo, señala que el mango, ha tenido una pérdida estimada de ¢350 millones, le siguen el plátano con ¢269,5 millones; la zanahoria con ¢250 millones; la leche con ¢156,8 millones; la cebolla y el ajo con ¢76 millones; y el queso con ¢ 63 millones.

También se encontraron pérdidas importantes en fresas, frutas, guayaba y otras hortalizas, además en empresas que producen para el Programa de Abastecimiento Institucional (PAI), que en el sector de cárnicos reportan ¢194 millones y en el de pollo y huevo, por ¢121 millones, para un total de ¢315 millones. (LN, Economía,17-4-20)

Esta afectación se debe principalmente a variaciones en la demanda y a cambios en las cadenas de distribución debido a las medidas de restricción que impone la pandemia, dijo el Ministro de Agricultura. (CRHoy,17-4-20)

No obstante, frente a la valoración de las pérdidas en actividades dirigidas al mercado interno, la principal preocupación debe ser profundizar en los efectos en los sistemas de producción de la agricultura familiar y en las alternativas que los pequeños productores y microempresarios están desarrollando para reestablecer la producción y el comercio agroalimentario.

Es oportuno recordar que en nuestro país hay más de 50 mil fincas ligadas a la agricultura familiar, que representan el 55% de las fincas dedicadas a la actividad agropecuaria (RedCostarricensedeAgriculturaFamiliar,2017) y que hay cerca de 76 mil productores por cuenta propia y microempresarios agrícolas (FAO,2011, p.12) que son los que garantizan la producción de alimentos y la seguridad alimentaria del país.

Así mismo, que estas unidades de producción familiar, aportan, el 85% de la producción de frijol, el 80% de la cebolla, el 75% de la de yuca, el 70% de la papa, el 70% de la de café, el 55% de la de leche y el 40% de la carne, siendo la principal y a veces única fuente de empleo e ingresos de la población rural. (Masís, G. 2018, p.229)

La importancia de este sector en el abastecimiento alimentario, torna urgente la implementación de estrategias para enfrentar la disminución de la demanda de productos y la reducción de los ingresos de las familias rurales.

En ese sentido, es satisfactorio conocer que los agricultores están impulsando acciones como el fortalecimiento de las rutas urbanas de comercio, el comercio virtual, la creación de nuevos espacios y ferias, pero también la reprogramación de las cosechas, la disminución de insumos y la articulación con otros productores para generar soluciones conjuntas a los efectos de la emergencia.

¿Por qué seguir viviendo/luchando en medio de esta pandemia?

Jorge Luis Hernández Cascante

Una razón para todos/as es la necesidad de rehacer, recuperar nuestra economía y muy en particular nuestras agriculturas.

En estos días nos invitan a sembrar y comer lo que se siembra.

Suena bonito. Pero uno es decirlo y otro es hacerlo, quizás sea algo romántico, en este país volcado al consumo venido del exterior.

Otra opinión puede tener el productor, con su esfuerzo diario, sudor y semilla; implora a lo Alto, para poder seguir produciendo.

Más de 4 décadas sin respaldo de gobiernos y aún las y los agricultores, nos demuestran cada día su capacidad de llenar los mercados, con vegetales y carnes de todo tipo.

Hoy esperan lealtad de quien consume: que prefiera producto nacional. Entonces:

  • Que le ayuden en el acceso directo para que su producto no se encarezca en manos de intermediarios.
  • Que le apoyen para que el sistema financiero no le amarre con sus deudas.
  • Que en este tiempo de crisis por fin haya reciprocidad de apoyo, así como (ellos los productores) nos apoyan, con el aporte de comida.

En mi caso soy parte de esa cultura campesina que se pierde en el tiempo.

Mis padres mis maestros.

Nuestra finquita, un espacio de producción orgánica, espiritualidad y convivencia.

Acá el bosque y sus árboles, la Ermita, la casa de madera, biblioteca, la casa donde vivimos, las áreas de producción (incluye la huerta de plantas medicinales y la de hortaliza), las semillas y almácigos, la cocina, el vivero, el laberinto, el río.

Administradores de esta tierra, para la familia, ¡a su servicio!

¡Seguimos!