Un cuento muy en serio

Alberto Salom Echeverría

Me tomo muy en serio la vida. Se sufre bastante, pero a la vez se disfruta. La rectoría de la UNA me vino a una buena edad, en el 2015 comenzó un trabajo arduo, cansado cada día, pero intensamente satisfactorio. Forjamos un equipo unido fuerte, hermoso. Primero junto a Luz Emilia Flores un emporio de talento y rectitud. Un segundo tiempo junto a Ana María Hernández, inteligente mujer, poseedora de un empuje y entusiasmo contagiosos.

Había de todo, planificamos la ruta lo mejor que pudimos, empalmando con los equipos institucionales de Juan Miguel.

Pero, no obstante, siempre surgían imprevistos. Una vez, recibí jubiloso a un equipo de académicas de Estados Unidos; una rectora -como se me dijo- y dos colaboradoras. El encuentro me interesaba especialmente para tratar de abrirle oportunidad a los estudiantes de intercambio y conseguir becas de posgrado, así como otras opciones académicas para el profesorado.

Todo se preparó meticulosamente, como siempre, siguiendo el estricto protocolo, que llegué a entender, pero con el que nunca simpaticé mucho, dada mi manera de ser tan desenfadada. Una tacita de café para cada una de las honorables académicas, un tostelito apenas, que normalmente lo costeábamos con nuestros recursos personales. Todo muy bien presentado. Y, como siempre hacíamos, un pequeño obsequio, nada suntuoso, pero digno de ser recordado, con el que la UNA galardonaba a sus invitados especiales. Eran tres obsequios, naturalmente un poco más significativo para la rectora que para sus dos colaboradoras. Ese era parte del protocolo.

Comenzó la reunión que, procuré que fuera afectuosa. Noté que las invitadas habían simpatizado conmigo, lo que me hizo sentir alegre porque, según mi criterio eso quería decir que estaba “parlando” más o menos bien mi rústico inglés.

Tres regalos, tres académicas y una buena conversación. Me sentía exultante en verdad.

A los treinta minutos de amena conversación, entró a la sala imprevistamente, una cuarta académica, otra rectora de feria. Perdí la tranquilidad por completo, porque la imprevisión nos descoyuntó totalmente lo planeado.

La saludé lo más amablemente que pude, procurando que no se me notara la preocupación que tenía, pues desde que la facultativa ingresó a la sala de reuniones, no solo hubo que correr con una taza más para el café y otro tostelito que, sabrá Dios de donde salió, sino que a mí me entró una obsesión de contar, unas veces en español, y otras en inglés, un, dos, tres regalos; one, two, three, four academic persons. My God.

No hubo manera de que me cuadrara la aritmética para ajustar regalos con académicas; hasta que, ¡oh Dios mío que alivio!!! entró Anabellita la secretaria, siempre atenta en estas cosas, y puso otro regalo que, hizo ajustar la aritmética como por arte de magia, lo que bajó simultáneamente mi ansiedad que, a esas alturas me había provocado palpitaciones aceleradas.

Ya calmado, platicamos un rato más en muy buen ambiente. Llegó el momento del intercambio de regalos. Yo, desde luego ya tranquilo empecé con la repartidera de nuestros obsequios: “this gift is from National University for you” le dije a la primera rectora, seguí luego con las dos colaboradoras. Enseguida procedí a entregar el último regalo a la rectora recién llegada, la verdad sentí un poco de pena porque la caja era bastante más grande que la envoltura del obsequio para la primera rectora. Sin embargo, no tenía opción había que entregar el obsequio. Entonces volví a repetir: “and, this is our gift for you”. No acababa yo de aproximarme hacia la autoridad, cuando ella, un poco sorprendida se sobresaltó y me dijo casi gritando: “oh no, no, no this is my gift for you”. Me recorrió un frío de la cabeza a los pies, en cuanto me percaté que el nuevo obsequio no era de nuestra parte, sino de ella para mí.  Quise que la tierra me tragara, pero opté por disculparme y salir en estampida de la sala, buscando denodadamente un regalo para la rectora que se había demorado. Apenas pude salir de aquella situación embarazosa. La suerte me acompañó esta vez y cada persona salió con su debido recuerdo de la UNA.