Vladimir de la Cruz
Estamos a 14 meses del día de las elecciones del 2022. El proceso electoral está en marcha, independientemente de si así lo ven, o lo consideran, los diversos actores políticos, de los distintos partidos políticos existentes hoy, con representación parlamentaria, y de gobierno, y de aquellos que no teniendo esa representación aspiran a ella.
En esta perspectiva está el escenario de los partidos políticos y del Gobierno.
Los partidos están entrando, por este motivo, en remolinos de agitación interna que descubren sus debilidades y falencias. Sus dirigentes visibles o reconocidos como tales conspiran en su interior empeorando sus propias situaciones, y agudizando sus divisiones, y su imagen pública.
Los partidos políticos tradicionales se comen, en su interior, en las tendencias populistas y ultra democratistas de sus propias organizaciones, que han alimentado desde hace años con los perjuicios políticos que son evidentes.
El signo más evidente es la tendencia a que los próximos candidatos a diputados los escojan desde las asambleas cantonales y provinciales. Quienes así actúan critican que diputados nacidos en una provincia puedan ser candidatos por otra. Estos críticos ni siquiera conocen que los diputados son electos “por la nación”, y eso permite que cualquier ciudadano pueda ser electo por cualquiera de las provincias aunque no viva en ellas, como sí se exige para los puestos cantonales.
En el caso del Partido Liberación Nacional, Johnny Araya y Antonio Álvarez, que valoran sus posibles candidaturas, maniobran en este sentido. De continuar en ese sendero van a terminar de hundir al Partido Liberación Nacional, sin posibilidad de llevarlo siquiera a una posible segunda ronda en el 2022, en caso de que llegare a darse.
Las Asambleas Nacionales, y los Comités Políticos, deben ser los que propongan y escojan ante las Asambleas Nacionales sus candidatos nacionales. Se garantiza de esa manera una mejor posible elección de calidad de candidatos. La municipalización de los partidos va a resultar peor que la provincialización que ya han hecho de los Partidos Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana. Si el candidato presidencial debe escoger algunos puestos esa es otra discusión. En estos partidos funcionó bien. El Partido Acción Ciudadana, con la tradición liberacionista de sus principales dirigentes y fundadores así establecieron el mecanismo de elección de candidatos.
En la Unidad Social Cristiana el asunto es peor. Desde la Asamblea Legislativa se están escogiendo los posibles sucesores cantonales con aspiración diputadil.
El Gobierno ya lleva dos años y medio en ejercicio del Poder Ejecutivo, y para los ciudadanos ha pasado como si se tuviera agua en las manos.
Los Ministerios importantes, y algunas instituciones, visibles a todos los ciudadanos, con impacto de solución de problemas importantes, como son los de Obras Públicas, el de Salud, y la Caja Costarricense del Seguro Social, los han relegado a un segundo plano, más por la destacada imagen de sus funcionarios que por mal funcionamiento de ellos, porque hay asesores presidenciales que no permiten que nadie del Gobierno sobresalga más que el Presidente. Pero, si el Presidente es mal percibido en encuestas, y no así sus funcionarios inmediatos de ministerios e instituciones, ¿por qué bajar a esos funcionarios del pedestal que se les reconoce y que beneficia a la imagen del Gobierno y a la del mismo Presidente? Igual sucede con la Primera Dama. Pareciera que hay un empeño de rodear al Presidente de una mala aureola, y de funcionarios de bajo perfil. Error garrafal.
Si el Presidente, por culpa de esos asesores, no tiene buena relación comunicacional con sus Ministros, no es una falla de los Ministros, es del Presidente. El Ministro de la Presidencia debe ser la voz del Presidente, y sus brazos si es necesario, pero lo tiene mudo, con bozal más que con mascarilla, y aislado del Presidente, hasta por varios días. Hablan de que hay que cambiar a este Ministro, y hasta nombres suenan, pero ¿para qué cambiarlo, si al que lo sustituya lo van a tener igual? Es peor la imagen que se produce. Ya hay voces, algo sediciosas, que sugieren poner un nuevo Ministro de la Presidencia que sustituya al Presidente, y lo relegue a un segundo plano. Esto así en sencillo, es un Golpe de Estado, un acto totalmente sedicioso, están tratando de hacer del Presidente un Presidente de adorno, como existen algunos reyes y reinas en Europa.
Se habla de la necesidad de cambiar al Ministro de Comunicación. En esto estoy totalmente de acuerdo. Esta es una de las fallas más importantes que tiene el Gobierno. El Ministro de Comunicación debe ser un cuadro político en su figura, que aborde la comunicación con orientación política. Se rumora que hay una posible sustituta, que para mí es como si quisieran sentar al Presidente en una bolsa de clavos.
El Presidente está ante la opinión pública, ante los observadores políticos, y sobre todo ante los actores políticos y sociales, con una imagen deslegitimada, irrespetada, de la que hay una bula constante, pero no perdida del todo. ¿Se puede recuperar? Es posible, pero hay que hacer una labor de ingeniería política profunda a su alrededor, si quiere llegar a buen puerto con buen aire.
A ningún costarricense, a ningún ciudadano preocupado por el país y su futuro, a ningún elector, puede interesarle que el país vaya a la baja, que la Asamblea Legislativa se integre con peores diputados, incultos, ignorantes, comprometidos con intereses económicos o empresariales de sus regiones, cantones, puertos o provincias y hasta con posibilidad de apoyo del narco dinero. A ningún ciudadano le puede interesar ni gustar que se elijan personas con pocos atestados y capacidad para asumir los puestos de elección popular.
Si queremos un país mejor, mejor conducido, hay que hacer un esfuerzo por elegir de mejor manera los representantes populares, y de conformidad al sistema que tenemos, que no se ha podido modificar, tenemos que presionar a los partidos políticos para que busquen el método y el sistema de escogencia de sus candidatos con la mayor calidad posible, sin que sea la chusma política, que gravita en el interior de los partidos políticos los que se impongan bajo las banderas populistas y ultra democratistas que hoy corren por casi todos los partidos políticos.