Cacao “de oro” para la Caja
Dr. Freddy Pacheco León
Aunque sucede en Costa Rica y muchos hablan de ello, no le prestamos la merecida atención. Se trata de la relación directa, entre el aumento significativo de la población de adultos mayores, y el gran sufrimiento que provocan las inevitables enfermedades sin atender debidamente, que aquejan a dicha población. Se vive a nivel familiar, pero no socializamos suficientemente sus penas y angustias. Y es que, aunque la vejez no es una enfermedad, con ella emergen dolencias que sorprenden a los que las sufren y con frecuencia, les dificultan severamente su calidad de vida, en momentos en que ansían gozar de una vejez placentera, o por lo menos, sin grandes preocupaciones.
Situación que se desdeña, pese a que los Ciudadanos de Oro muestran un porcentaje relativo mayor, en la deforme «pirámide» de población costarricense, donde los jóvenes, cada vez más escasos, han de aportar, de sus ingresos salariales y otros, los montos financieros necesarios que garanticen la salud de los actuales regímenes de pensiones, y los del futuro que ellos tienen como parte de sus merecidas expectativas.
Dentro de ese contexto, muchos adultos mayores son, injustamente considerados, una carga para hijos y demás parientes, quienes eventualmente, como sucede en innumerable cantidad de casos, poco a poco optan por abandonarlos, porque “ellos se la juegan bien solitos” y “están mejor que nosotros pues no les falta el arroz y los frijoles”.
Más allá de los casos individuales, lo que como sociedad verificamos, es que los adultos mayores, necesitan de un cada vez más urgente y especializado servicio de salud, que generalmente no se satisface plenamente en los centros de salud de las comunidades, como los más de mil Ebais dedicados a la atención primaria por casi todo el país. Es conocido que en dichos Ebais de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), más del 65% de las personas que acuden a ellos, son mayores de 65 años, porcentaje que aumentará inevitable, pues en muy pocos años la población de costarricenses mayores de 65 años, superará ampliamente el millón de habitantes.
Y si fijamos la mirada en centros de salud superiores, como los hospitales, vemos que los espacios en emergencias, consulta externa y en salón, son ocupados mayoritariamente, por nuestros abuelitos y abuelitas, quienes, pese al esmero y cariño con que generalmente les acogen los profesionales en salud, las condiciones que se les ofrece, adolecen de muchas limitaciones. Se trata de hospitales diseñados, casi sin excepción, para atender una población de menor edad, con necesidades diferentes a las que tienen los pacientes de la tercera edad, que esperan, por ejemplo, camas de menor altura, cierta privacidad, atención especializada de parte de asistentes, enfermeros y médicos, preferiblemente capacitados para atender casos de geriatría, lo anterior sumado al diseño de las áreas de duchas y servicios sanitarios, por ejemplo, acorde a su edad y capacidad de movilidad. En resumen, hospitales donde algunos viejitos con enfermedades graves, y hasta terminales, no sean necesaria y literalmente, amarrados a sus camas, porque la escasez de recursos humanos, entre otros, así lo determina. Eso, mis amigos, aunque duele en el alma, sucede frecuentemente.
Así, además de otros problemas financieros y de administración, igualmente de atención urgente, se enfrenta la benemérita Caja a insoslayables problemas, que terminan por afectar a venerables ancianos, que buscan un oportuno alivio a sus enfermedades, sin tener que sufrir la angustia inhumana de las llamadas «listas de espera», causa de días de insomnio y sufrimiento que inevitablemente se comparten con sus familiares. Incontables noches y días se van sumando para quienes son conscientes, que cada día sin esa o aquella cirugía, sin aquel examen, sin aquella cita con un especialista, sin aquel resultado de un ultrasonido realizado semanas atrás, sin aquella cama de hospital para su tratamiento urgente, etcétera, es un día más de incertidumbre, que le acerca inexorablemente, hacia un desenlace que él piensa será fatal. “Listas de espera” programadas desde la fría e impersonal administración, donde también son los médicos y otro personal de salud, los que las sufren íntimamente, pues son los que conocen al paciente mejor que nadie, y saben de la urgencia que está de por medio, sin poder hacer mayor cosa por él. Son muy escasos los recursos humanos y materiales, y la insuficiencia de recursos financieros son determinantes.
Quizá por cierto comportamiento pasivo del costarricense, hay quienes parecen acostumbrarse a ser rechazados para una atención médica. Algunos simplemente callan, ocultan su pena y aplican equivocadamente, el refrán de «al mal tiempo buena cara», cuando quizá lo que corresponde, es luchar, luchar por sus derechos, para que esa gran obra sanitaria de los reformadores sociales de Costa Rica, eventualmente no se convierta en un hecho histórico, nostálgico, del que se hable en el futuro.
Por ello, no ha de esperarse para que nuestras autoridades de la Caja, promuevan el diseño y estructuración de un sistema hospitalario acorde con la nueva realidad, donde, en las principales regiones del país, se ofrezca centros de atención primaria, con secciones dedicadas a la atención particularizada de los Ciudadanos de Oro. Donde se les brinde las especiales respuestas que merecen, independientemente de su nivel social y económico. Sistema hospitalario que tendría, en todos los hospitales existentes, anexos o secciones dedicados a tan venerable población. Asimismo, según lo determinarían los especialistas encargados de tan magno proyecto, la construcción de otros hospitales geriátricos, hijos del prestigioso “Blanco Cervantes”, que sería la punta de lanza de ese movimiento, quizá acompañados de centros de especialidades médicas orientados a dicha población meta, acorde con los avances científicos y tecnológicos que nos ofrece la ciencia moderna.
Pero, estarán algunos preguntándose con razón: ¿Cómo hacer chocolate sin cacao?
Pues mis amigos, resulta que, a diferencia de otros proyectos irrealizables desde que se anuncian, para el del sistema hospitalario que nos ocupa, sí tenemos el cacao “de oro” que se necesita para ese chocolate. Hablamos del oro que está en el subsuelo de una remota, degradada ambientalmente, despoblada y pequeña área de nuestro país, que no alcanza un kilómetro cuadrado, menor al tamaño del parque de La Sabana. Sitio donde una vez, se otorgó una concesión a una empresa extranjera para que explotara el oro nuestro que se encuentra en su subsuelo. Hablamos pues, de la mina sin explotar industrialmente todavía, de Crucitas.
Al contrario de minas de oro en países hermanos latinoamericanos, como Chile, Perú y México, con extracciones superiores a las 100 toneladas anuales, el oro propiedad de todos los costarricenses que se encuentra en Crucitas, se explotaría a razón de tres toneladas al año, según lo había dispuesto la empresa canadiense que perdió la concesión. Así, a ese ritmo de extracción razonable, de bajo impacto, la exportación de ese rico mineral, derivaría en beneficios económicos que, para nuestro pequeño país, serían altamente significativos, estimados en más de $180 millones anuales, que, al muy bajo cambio del dólar con respecto al colón, que insiste en mantener artificialmente el Banco Central, corresponde a C.96.000 millones anuales, que aumentará en cuanto el tipo de cambio alcance la normalidad.
Se trata de cifras reales, estimadas en un yacimiento que todo el mundo (¡especialmente los que se lo están robando hoy día!) conocen dónde está. Oro que, de no explotarse para una causa de tanto sentido social, eventualmente lo veríamos salir del país, para beneficio exclusivo de los concesionarios que se aprovecharían para su propio beneficio de él, como habría sucedido hace unos años. Oro que siempre ha sido nuestro y no puede dejar de serlo, pues es un bien «demanial», perteneciente al Estado costarricense.
Como hemos indicado (esperamos que con suficiente claridad), no hablamos de uno o varios hospitales, sino de UN SISTEMA HOSPITALARIO, que identificamos como “HOSPITAL DEL ORO!, a desarrollarse de la mano de la muy valiosa infraestructura que exhibe la CCSS. En un sistema como el que imaginamos, por ejemplo, también se habrá de considerar facilidades para familiares que, desde regiones alejadas, han de estar acompañando a sus abuelitos internados, como en aquellos momentos en que, como hoy, no queda más que amarrarlos por falta de quien los cuide.
¡Y algo muy importante a considerar, que igualmente habría de ser valorado, por la Junta Directiva de la Caja!, lo es el predecible beneficio colateral que obtendría la CCSS, al dedicar esa fuente extraordinaria de recursos para atender exclusivamente a las personas de la tercera edad. De ejecutarse el proyecto, las hoy interminables “listas de espera” que, como consecuencia de la escasez financiera provocan desazón y dolor en miles de pacientes y sus familiares, también se verían disminuidas, conforme más y más adultos mayores vayan siendo atendidos en el sistema hospitalario diseñado para ellos. Así, en cierto tiempo, alrededor del 65% de las citas médicas, los espacios, equipos, medicamentos, exámenes de laboratorio, consulta externa, emergencias, cirugías, etcétera, que hoy son compartidos con los Ciudadanos de Oro, se irían liberando, y por ende, la Caja contaría con mucho mejores condiciones sanitarias para el cumplimiento de su cristiana labor. ¡Todos salimos ganando y se mitigaría el creciente problema matizado de dolor humano, resumido en la expresión “listas de espera”!
¿Y por qué no pensar en la grandiosa oportunidad de dejar un legado histórico de inmensas repercusiones para los costarricenses, comparable quizá, al iniciado por los tres grandes reformadores sociales de la Costa Rica de los años 40? Si “Querer es poder”, confiamos en que se pueda hacer realidad la propuesta del “HOSPITAL DEL ORO”, siempre y cuando prive la comprensión y una buena actitud, en quienes tienen en sus manos esa decisión política. Misma que no requiere de modificación alguna al Código de Minería, pues la prohibición agregada en forma unánime durante el gobierno de doña Laura Chinchilla, lo es para el otorgamiento de concesiones para explotación minera, obviamente, a persona físicas y jurídicas privadas. El mismo Estado costarricense, por definición, no es afectado por esa prohibición.
Finalmente, hemos confirmado, que no existe ningún otro país en el mundo, donde la riqueza mineral de su subsuelo, perteneciente a toda la comunidad como bien demanial, se dedique a la atención sanitaria de sus “Ciudadanos de Oro”, de los que más lo necesitan y, más importante, de los que lo merecen. ¿Acaso podría pretenderse un mejor aprovechamiento de la riqueza de ese oro localizado en Crucitas, antes de que, por azar político, se le asigne otro destino nada beneficioso para Costa Rica?
¡Unamos pues voluntades! para hacer realidad el formidable sistema hospitalario llamado “HOSPITAL DEL ORO” que, obviamente, se desarrollaría con estricto cumplimiento, de las particularidades ambientales que conlleva un proyecto de minería como el que habremos de hacer realidad para los costarricenses. Proyecto que consideramos, urgente, razonable, único, y más importante, posible, si nos proponemos a hacer algo grande y de gran impacto social positivo.
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