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Costa Rica: un país saludable y amigable

Álvaro Vega Sánchez

Convertirnos en uno de los países más saludables y amigables de América Latina es una apuesta atrevida, pero viable. Hemos probado, en década pasadas, que esa aspiración no es ninguna quimera. Nuestros visionarios líderes políticos, sociales y religiosos crearon el cimiento legal e institucional que apuntaba a esa meta.

Por una parte, desde la década de 1940, se creó una legislación de avanzada en materia de salud pública universal y la respectiva institucionalidad, que le brindó el soporte requerido para alcanzar logros encomiables en materia de salud. Una institución como la Caja Costarricense del Seguro Social, que ha sabido brindar servicios universales de calidad, así como una institución de educación superior pública, la Universidad de Costa Rica, que ha preparado a médicos y trabajadores de la salud al más alto nivel profesional, ético y humanista. Las altas calificaciones de los médicos graduados en esta institución, es una prueba contundente de los niveles de profesionalización y competencia alcanzados hasta hoy.

Por otra parte, en el marco de la Junta Fundadora de la Segunda República, se elevó a rango constitucional la abolición del ejército en 1949, y Costa Rica se convirtió así en el primer país desmilitarizado de América Latina y el segundo en el mundo. Asimismo, Costa Rica es la sede de la Universidad para la Paz, creada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1980. También se estableció la Ley de Neutralidad en 1986. Y el país fue protagonista en la solución del conflicto bélico en Centroamérica en las décadas de 1980-1990.

Cabe destacar también, que el país tiene una trayectoria de solidaridad y hospitalidad con inmigrantes, por motivos políticos y económicos, de muchos países suramericanos y centroamericanos, particularmente con una amplia población que ha emigrado del país vecino Nicaragua. En este aspecto, ha contribuido significativamente a propiciar una convivencia pacífica, inclusiva y afectiva de alcance continental.

Y en materia de cuido y protección de la naturaleza desde hace rato nos convertimos en uno de los países más amigables con la madre tierra, lo que nos ha deparado reconocimientos internacionales. Somos un país “ecológicamente rico”, y esa riqueza la hemos convertido en patrimonio de la humanidad. También visionarios estadistas costarricenses y visitantes extranjeros que hicieron de nuestro país su casa, más bien su jardín, nos han legado el país del 25% de su territorio convertido en áreas protegidas, como parques nacionales.

Hoy, cuando la violencia se intensifica en sus diversas manifestaciones: violencia económica, simbólica, ecológica, política, criminal y social, así como los conflictos bélicos en diversas regiones del mundo, sería un acierto que nuestro pequeño país pudiera levantar la bandera de la convivencia amistosa, pacífica y saludable. Un faro de esperanza en tiempos donde los muros del odio, la avaricia y la frivolidad nos conducen a sociedades violentas, desiguales, insalubres e insostenibles.

A ver si los candidatos y candidatas a presidente para el próximo período de gobierno (2026-2030) asumen este desafío y se comprometen a fortalecer y actualizar la legislación y la institucionalidad en materia de salud y de seguridad públicas, y la promoción de una verdadera cultura de paz, que nos convierta en el mediano plazo en uno de los países más amigables y saludables de América Latina.

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