¿Descarga o Renuncia Cultural?

Macv Chávez

Anoche –o esta madrugada– escuchaba una entrevista donde el caricaturista ucayalino Carlos Cavero le decía al entrevistador: “Soy pucallpino, aunque me dicen que no parezco de aquí, porque no tengo el dejo”, y me quedé reflexionando en ese “no pareces de aquí” que la gente lanza a cada instante, simplemente por la apariencia o por el sonido de la voz, debido a que el frasco que envuelve el ser tiene genes de algún lugar del mundo o porque uno migró durante un tiempo a otra parte, pues esa es la realidad de los pueblos en estos tiempos: hay una mezcla extraordinaria de genes (al menos en el aspecto físico, ojalá fuera en el mental y en mayoría).

Ahora recuerdo que este vicio del “no pareces de aquí” quizás se deba a que cuando uno era pequeño existía la pésima costumbre de decir o enseñar que los de Pucallpa o Ucayali eran los Shipibos, Cocamas, Chamas (este último término es bastante despectivo, vamos, un insulto)  y algunos otros nombres más que no recuerdo, pero que usaban para decir que eran los oriundo de esta zona de la selva, como si los otros fueran de otra ciudad o del extranjero, algo que quizás lo hacían solo para sentirse diferentes, de otro abolengo, de otro nivel, de otra raza, de otra casta, puesto que a los nativos de la zona se les trataba con cierta discriminación o racismo, porque penosamente todavía somos un país racista, incluso hasta ahora, aunque menos que antes o quizás de otras maneras; y creo que esa es una de las razones que ha llevado a la gente a tratar de conservar lo suyo de tal forma que ha primado el regionalismo como disco rayado, algo con el que también suelen aplicar el racismo, cosa que lo he vivido como dizque escritor, puesto que al no parecer ni pensar ni escribir regionalismo sigo siendo considerado como uno de Lima, solo porque he vivido la mayor parte de mi vida allá, cosa que me parece ridículo, pero bueno, trato de comprender, al mismo tiempo que intento contribuir con el desarrollo cultural de la ciudad, aunque a veces tengo unas profundas ganas de tirar la toalla y decir “no puedo más”, porque es cansado intentar hacer cosas y vivir esta silenciosa o ciega discriminación, fuera de la penosa corrupción que se ha implantado en el mundo de la cultura también.

En el último año he podido observar con más fuerza la virtud de este regionalismo, cosa que no considero malo, porque la identidad y la conservación cultural es imprescindible para el desarrollo de un lugar, solo que no de forma extrema ni paupérrima, puesto que los tiempos modernos apuntan hacia un desarrollo socioeconómico y sociocultural orientado a la globalización del individuo, porque es ahí donde encontramos las falencias del sistema de vida, de la salud, educación, trabajo, seguridad, alimentación, conservación de la cultura y del patrimonio, de la justicia social, de la dignidad del ser humano, de los deberes y derechos humanos, de la explotación del hombre por el hombre, entre tantos otros temas que debemos mejorar para equilibrar la balanza de una vida digna, acorde a la evolución del hombre de estos tiempos, tanto en ciencia, tecnología, conocimiento y pensamiento de y sobre la humanidad, sin encontrarnos con todas esas injusticias o desigualdades sociales que hacen larga las brechas entre unos y otros, colocándonos en niveles de vida de supervivencia y sobrevivencia, donde el ser humano lucha a diario para no dejarse oprimir por nadie pero sin dejar de oprimir a los otros, o simplemente siendo oprimidos pero luchando para que cese la opresión algún día, sobre todo cuando se alcance ese estatus social que permite tener la vida digna anhelada, una vida que no debería ser anhelada sino parte del sistema de vida de las ciudades o pueblos de estos tiempos, puesto que se supone que ya no vivimos en tiempos cavernícolas ni de cazadores y muchos menos en eras imperialistas, razón por la cual no tiene ningún sentido que seamos una humanidad tan paupérrima a pesar de tanta evolución sobre el saber humano, pero como finalmente no sabemos nada, puesto que solo tenemos conocimiento de las cosas, de las ideas de dignidad y de los derechos humanos, no comprendemos el valor del deber, por ende, seguimos en los mismos tiempos cavernícolas o cazadores, donde el vivo o pillo somete o aniquila al otro para la satisfacción de sus instintivos deseos humanos o de animales racionales, mismos animales domesticados.

Hace unos días, una joven amiga me consultaba por algunos personajes del mundo cultural de las letras de la ciudad, a sugerencia de otras personas y comentario mío, así que con la honestidad que corresponde al ser le di mi apreciación sobre cada uno de ellos, descartando a algunos, como también cursando la invitación a uno que otro, donde un sorprendente sujeto me pregunta cualquier otra cosa menos sobre la invitación, pensando solo en la vanidad de sentirse o querer sentirse grande y famoso, me imagino, porque su respuesta fue más ególatra que cultural, razón por la cual le contesté de forma sutil, como quien diciendo camufladamente que su respuesta era irrelevante y que debía contestar si iba a participar o no, porque los demás están sumándose a esta gran iniciativa que es digna de apoyar, y simplemente me dejó en visto, pero como quería, bueno, necesitaba una respuesta para dar fe de que es como es, solo le dejé escrito que confirmara su participación, aunque en sí quería decirle: “Ya no, ahí nomás, gracias.”, pero quedé esperando su respuesta, algo que dio al día siguiente por la tarde o noche creo, aduciendo que ya tenía otros compromisos, pretexto que nace de su tan venerado ego, acompañado de su paupérrima soberbia, evidentemente, de no haber sido por el deseo de esta amiga, jamás le hubiera cursado la invitación, porque ya conozco esa vanidad que me da lástima.

Debo confesar que este es el comportamiento natural en las gentes del mundo cultural, pero no en cualquiera, sino en los que se creen grandes sin siquiera serlo, cosa que me conduce a recordar la pregunta del otro fundador de Los Malditos Puéticos: “¿Habrá algún día en Pucallpa un Borges, Cortázar, entre otros? Dudo que eso pase, por diversas razones, los mayores ya han cumplido una etapa y están casi de salida, pues ya alcanzaron su máximo nivel, son buenos unos que otros, algunos han hecho grandes acciones culturales y se agradece y admira dicha labor, aunque con sus limitaciones, otros simplemente se han colado a lo que ellos hicieron para darse renombre y fama de dizque escritor, otros simplemente se metieron a ese mundo para creerse algo que jamás serán, y otros simplemente se perdieron porque no vieron futuro más bonito que el hambre, y finalmente están los que simplemente se fueron porque vieron que no tenían talento, al menos felicito a estos últimos por darse cuenta de ello, eso es de admirar y por encima de los que se cargan de vanidad solo por tener varios libros publicados y darse de esos “grandes escritores”, cuando solo son un escritor más.

Causa pena ver esta soberbia en el mundo cultural, pero más lástima me causa ver a profesionales descarados, cínicos y miserables, con un bajo nivel de conciencia y humanidad, con una paupérrima visión de la vida, con un orgullo tan falso como las promesas políticas, sobre todo a los que terminaron obteniendo su título en una universidad nacional, beneficiándose del sudor de los otros, de esos pobres a los que no tienen consideración una vez que tienen el cartón de la mediocridad, ese cartón que les hace dueños del derecho para mí y no para los otros, por ende, se convierten en seres inconscientes que no retribuyen nada al pueblo que les mantuvo la carrera con el pago directo e indirecto de sus impuestos, y algunos son más descarados todavía, porque se convierten en trabajadores del estados hasta saquearlo, es decir, gustan de seguir siendo mantenidos por los impuestos del pueblo, y encima envían a sus hijos a las universidades públicas con el mismo pensamiento con el que ellos asistieron, cosa que es penoso ver, y por eso la inconsciencia humana es la que está destruyendo nuestras sociedades, porque la inconsciencia mina profundamente en el ser hasta hacer crecer la deshumanización del hombre, y por ello celebro con alegría cuando encuentro un profesional que tiene conciencia social, casi imposible en estos tiempos, porque la mayoría se ha materializado hasta dejarse envolver por el individualismo de la mediocridad, esa que apunta solo a la dignidad de mi vida y no de la persona en sí  misma.

De seguro, hasta aquí, más de uno ya se ha rasgado las vestiduras sin dejar de inflarse el pecho con grandeza de nada, tildando a uno de resentido, como tantas otras veces ya lo hicieron, sin comprender que lo que tengo es rabia, impotencia y una absoluta decepción por su humanidad, esa que vendría a ser una insulto a la inteligencia, aunque más a la sabiduría, porque el saber nos incita e invita a vivir en conciencia y la conciencia no es ególatra, y por ende si un profesional de universidad estatal no llega a comprender que gracias al sudor del pueblo tiene la oportunidad de gozar del privilegio que es estudiar en una universidad gratuitamente en un país, donde todavía la dignidad humana está en modo de sobrevivencia, está perdido, fuera de sí, lejos de toda razón y evolución humana, porque todavía sigue siendo un animal domesticado, uno que vive luchando por tener una vida mejor que los otros, solo para sobrevivir, porque penosamente, aunque parezca una idea descabellada, estudiar en una universidad pública es un privilegio, puesto que no todos lo pueden hacer; y existen diversas razones por la que grandes talentos intelectuales se ven imposibilitados de hacerse una carrera profesional, pero principalmente es porque una carrera implica destinar tiempo libre a los estudios, sobre todo cuando en la mayoría de las universidades nacionales los horarios académicos son de día, donde la mayoría termina viéndose imposibilitado de postular porque tiene el deber y obligación de trabajar para subsistir, quedando de ese modo fuera del beneficio universitario.

Por otro lado, tampoco hay que sentirse menos porque no se pueda ir a la universidad, puesto que en nuestro país no habría razón de soberbia ni orgullo al obtener un título en una universidad pública, puesto que la mayoría de universidades cuentan con un bajo nivel intelectual en la plana docente, y por lo tanto también en la estudiantil, donde son muy pocos los destacados, y destacar entre desventajados es una muestra clara de que el nivel académico de uno es un espejismo, una falsa soberbia, tan igual como la del escritor que se cree dios cuando no es más que uno más del montón, porque el buen profesional, el que destaca de verdad suele tener esa conciencia social que tanta falta nos hace en estos tiempos, puesto que un profesional con conciencia social comprenderá que su logro es producto del esfuerzo de muchos otros, esos otros que le permiten gozar del beneficio de una universidad pública, porque sin impuestos que permitan destinar dinero a las universidades no existirían universidades públicas, por ende, estos profesionales, si de verdad se hacen profesionales, deberían tener en consideración la responsabilidad social que tienen sus vidas, aportando de alguna forma al desarrollo sociocultural de la nación, para que los otros también puedan contar con una vida digna, es decir, deberían salir de sus burbujas de superiores, porque a lo más que son inferiores, puesto que -como más o menos diría Ramón Pérez de Ayala.: “un profesional que no es más que un profesional es bien poca cosa”.

Por estas razones, muestro mi profundo respeto y admiración a aquella señorita que, siendo tan joven y no beneficiaria de una universidad pública, hoy viene organizando una actividad cultural para la conservación de los espacios culturales, porque comprende que las artes son las que han conservado la sensibilidad humana en el tiempo, esa sensibilidad que nos ha permitido luchar por los derechos humanos, por la salud, la educación, el trabajo, la seguridad, entre tantos otros beneficios que gozamos gracias a la lucha de otros, y que no sabemos agradecer, simplemente porque no tenemos conciencia ni razón de ser, menos de hacer. Y por eso celebro con gran alegría y aliento esta iniciativa cultural que organiza tan joven mujer, así como también felicito a todos aquellos que directa o indirectamente se suman a dicha iniciativa, una que debe ir en aumento, porque la única forma de mejorar las sociedades es a través de un pueblo culto, por ello invito a que los grupos socioculturales se unan para alcanzar mejores resultados, así como también para que los jóvenes talentos del arte y la cultura salgan de sus cuevas a la acción, tanto para hacer obras en beneficio de los pueblos como también la presión sociocultural que se necesita alcanzar para que las autoridades competentes dejen de menospreciar la importancia de la cultura en el desarrollo de los pueblos, para que así una labor cultural deje de ser un martirio, un sueño de algunos suicidas amantes del arte y la cultura, los que muchas veces tienen que luchar contra viento y marea, incluso contra los fuertes golpes que da la vida y la sociedad a cada persona que busca aportar culturalmente, tal y cual ahora lo hace esta señorita de la Cruzada Cultual Amazónica, que a pesar de sus limitaciones personales no deja de pensar en los otros, quienes también son dignos de los beneficios que la vida le dio, admirable labor que celebro con alegría, esperando que no sea la emoción de un momento, sino la acción constante de una ser consciente que ama la vida y por ende también a los otros.

Finalmente, invito a la gente a que deje de andar con actitudes mediocres, esas que oscilan desde esos comentarios que dicen que el arte no te da de comer, que la cultura es para morirse de hambre, entre otros desmoralizadores del estómago, aquellos que muchas veces suelen venir camuflados con un “te felicito por tu labor”, pero que, sin embargo, no es más que mediocridad de vida, porque no mueven ni un dedo ni aportan nada para que las actividades culturales tomen mayor valor y protagonismo en la ciudad, porque esas actitudes no hacen nada más que mostrar la mediocridad y egoísmo en el que vive esa persona, puesto que son palabras vacías, palabras que no vienen con acción, porque mucha de esa gente cuando se le comparte alguna iniciativa cultural, cuando se le pide alguna colaboración, cuando se le invoca a compartir en sus redes sociales el trabajo que uno u otro artista realiza no hacen nada, pues no comparten ni promueven el desarrollo sociocultural de su pueblo ni de sus artistas y promotores culturales, simplemente porque no es la fiesta de fin de semana, ni la chela artesanal que está de moda, cortando el nivel de acción que podría alcanzar una actividad cultural o artista o escritor, con tan solo un simple compartir, con tan solo un grano de arena, uno que muchas veces no supera ni a una chela, pero que contribuye más que una cerveza y más que la mismas empresas que los borreguizan con la política y el alcohol. Pienso que no es nada difícil ni trabajoso compartir un trabajo artístico, un libro, una actividad cultural en nuestras redes sociales, para que los que vean o visiten nuestras redes sociales puedan enterarse de alguna forma que hay gente que intenta contribuir al desarrollo cultural de la sociedad y que necesita manos para hacer de esa obra una que marque historia y un cambio en el pensamiento y actuar de la sociedad en la que vivimos, en esa sociedad que hoy comparte un sinfín de estupideces y cosas absurdas solo para reírse desde el vacío existencial en el que vive.


Pucallpa, 15 de septiembre de 2022 a las 11:21 horas