Alberto Salom Echeverría
(Capítulo del relato “los Estudiantes y el Aspirante a Dictador”)
Leopoldo e Ismael fueron severamente vapuleados, al parecer, por unos sicarios. Sus cuerpos quedaron tendidos en el suelo, en condiciones lamentables, en una acera de Barrio Cuba, donde ambos se dirigían a sus respectivas residencias.
En verdad, quedaron maltrechos, semi inconscientes y sangrando por diferentes partes del cuerpo, así como con varias quebraduras en sus extremidades y costillas. Policías en una radiopatrulla lograron divisarlos casi inmediatamente después de haber sido atacados, a pesar de la oscuridad de la noche. Con celeridad fueron llevados a emergencias del nosocomio que quedaba más cerca del barrio, es decir, al Hospital San Juan de Dios.
Los padres de los dos estudiantes se presentaron al servicio de emergencias del nosocomio, como dos o tres horas después del acontecimiento, en cuanto fueron localizados por las autoridades. Apenas lograron ver a sus hijos, porque estaban siendo atendidos por el personal de emergencias con gran presteza. No fue sino hasta el día siguiente que conversaron con ellos. Se encontraban en camas contiguas y estaban siendo dados de comer, más bien de beber ya que, no podían masticar y con costos podían levantar sus brazos para procurarse los alimentos.
La conversación no pudo prolongarse, porque Polo, no podía casi pronunciar palabra y tenía moretes en el rostro y en otras partes del cuerpo y, en cuanto a Ismael, en ese momento experimentaba dolor en sus costillas. Sus familiares, apenas se enteraron de algunos detalles de la manera como fueron agredidos; sus hijos manifestaron ignorar, igual que sus padres, el motivo de aquel ataque violento, aunque todos lo sospechaban. Los progenitores de los jóvenes se retiraron, no sin antes transmitirles la preocupación y solidaridad de sus compañeros.
Enseguida, se reunieron con el jefe del servicio de emergencias, quien los puso al tanto, meticulosamente acerca del estado de salud de sus hijos. Leopoldo tenía una herida en la frente, que hubo que coser con tres puntadas, presentaba los dos ojos amoratados, le habían quebrado el codo del brazo izquierdo, así como el dedo meñique y el cuarto dedo o anular de la mano izquierda. El muchacho tenía, además, dos costillas quebradas y, también se quejaba de contusiones en las piernas que le acarreaban un dolor punzante, como si hubiese sido golpeado con algún artefacto puntiagudo. Ismael tenía una costura de cinco puntadas arriba del pómulo izquierdo de su rostro, pero, lo conservaba intacto. Había perdido un diente en el incidente, en la parte superior y frontal de la boca y tenía la nariz quebrada. No obstante que Ismael era un joven fornido, parece haber sido vapuleado en sus brazos, en ambos bíceps, con una varilla de acero que daba la impresión de haber sido corrugada, como las varillas de construcción, porque las estrías quedaron señaladas en la musculatura de Ismael. Igual que Leopoldo, se le detectaron quebraduras en dos costillas y contusiones en el resto del cuerpo.
Por fortuna todos los daños que les fueron provocados a los muchachos eran tratables con buen pronóstico, pero no les darían la salida antes de una semana por lo menos, aunque serían trasladados a una sala de ortopedia al siguiente día; con lo cual sus familiares y amistades podrían tener acceso a ellos, pero, no más de dos personas por turno, de modo que tendrían que alternarse en la visita.
Los cuatro progenitores trabaron una amistad muy estrecha entre ellos, a raíz de este incidente de sus hijos; con anterioridad apenas si se conocían, pues solo se habían visto unas cuantas veces, en eventos de la escuela y del colegio, no obstante, lo cerca que vivían unos de otros y que sus hijos mantenían una relación tan cercana desde niños. Se estaban apoyando en todo sentido entre los cuatro, pero principalmente en el plano emocional.
Por la tarde se encaminaron al organismo encargado de la investigación del caso, para conversar con la persona que estaba dándole seguimiento, quien les había concedido una cita.
Llegaron puntualmente, el hombre los recibió de inmediato invitándoles a tomar asiento. Después de una breve presentación, el profesional de mediana edad, que se miraba diligente comenzó diciéndoles:
– Este es un asunto complejo, no deseo sobresaltarlos, pero, aunque tendemos a pensar que se trata de un sicariato, este caso es un poco atípico. Me explico. El sicariato supone un crimen a cambio de una paga, una remuneración económica. Los ejecutores son contratados, por lo que siempre hay uno o varios autores intelectuales del “crimen” que, son los que permanecen en la penumbra y a veces cuesta llegar a ellos. La literatura dice -prosiguió el profesional- que el sicariato constituye una red de relaciones sociales, que, como dije, va más allá de quienes protagonizan el “crimen”, en este caso el delito, pues por fortuna no ultimaron a sus hijos. Este hecho es una de las atipicidades que hace que este delito se aparte un poco de la característica del crimen por sicariato. Hoy en Costa Rica lo más frecuente es que ocurra una “vendetta” entre bandas que se cobran cuentas por el negocio de la droga. Es evidente que aquí no hay nada de eso. Entonces, nuestra investigación se centra en resolver la pregunta ¿por qué no los ultimaron, pudiendo haberlo hecho? La dilucidación de esta cuestión es importante, para obtener las pistas que nos lleven, no solo a los ejecutores del vandalismo, sino a los verdaderos autores intelectuales.
Las dos madres se soltaron a llorar y los padres se sostenían la cabeza con sus brazos, evidenciando así, involuntariamente su preocupación.
– Mantengamos la calma por favor, -les dijo el agente- sé que esto es duro para ustedes, pero vamos a necesitar de su apoyo, para dar con el móvil de la actuación de los asesinos y, a partir de ahí, si es posible, con los mismos asesinos. Necesito que ustedes me digan en qué están metidos sus hijos, más allá de los estudios universitarios en que están los dos, y, eso lo sabemos. ¿Qué hacen ellos cotidianamente? ¿En qué círculo de relaciones se mueven?
Intervino primero el papá de Leopoldo y explicó con detalle sus apreciaciones, como se los había solicitado el agente, acerca de la vida de su hijo en este último tiempo. A lo largo de la exposición, intervinieron también oportunamente los demás progenitores, acopiando datos e información valiosa para la investigación y respondiendo entre todos, las preguntas que les formuló el agente de investigación judicial. Los padres de Ismael completaron la información requerida brindando datos sobre los quehaceres de su hijo.
En cierta manera el esfuerzo que hicieron todos fue sobrehumano, dada la situación de sus hijos; sin embargo, por el otro lado, estaba de por medio la contribución que ellos podían proporcionar para favorecer la investigación encaminada a encontrar a los culpables y blindar a sus criaturas ante el peligro del sicariato. Después de la entrevista, tomaron un taxi hasta sus casas, sintiéndose exhaustos y bastante afligidos. El que estaba más entero parecía ser el padre de Polo, que se dedicó a levantarle el ánimo a los demás.
A partir de la información que acababa de recibir el agente, la investigación tomó un curso mucho más definido, pues estaba claro que el móvil del asalto contra los jóvenes estudiantes era político y tenía un propósito de amedrentamiento, tanto contra ellos dos, como contra el resto del grupo que acababa de consolidarse en las universidades para luchar contra la producción de hidrocarburos como fuente principal del calentamiento global. En Costa Rica, el gobierno había declarado su intención de explorar y luego explotar el petróleo y el gas natural, en caso de que los encontraran en el subsuelo en condiciones comercializables. El grupo de Polo se había pronunciado desde el principio completamente contrario a esta empresa. Por otra parte, en medio de esta situación, había salido a la luz pública la explotación por parte de un empresario cercano al gobierno, de terrenos en los bosques y humedales de Gandoca-Manzanillo, habiendo devastado ya una extensión importante de tierra en zona boscosa que estaba prohibido tocar.
Mientras tanto, en las universidades públicas, las amistades de Leopoldo e Ismael, profundamente conmovidos y enojados, procedieron a informar a los estudiantes de lo ocurrido y les convocaron a organizarse para iniciar una lucha contra el sicariato y los presuntos verdaderos culpables de la agresión, que era, al parecer, una empresa interesada en la exploración y explotación de los combustibles fósiles, la cual había sido expresamente denunciada por la nueva organización de lucha contra el cambio climático y el calentamiento global.
Natalia fue a visitar a Leopoldo e Ismael. Estaba consternada y con el corazón contrito. Saludó a Polo, con un beso delicado en la boca del paciente. Luego se volvió hacia la cama donde estaba Ismael, dándole un beso en la frente. Los encontró mejor y más animados respecto del estado de ánimo con el que sus suegros le habían contado que los habían visto el día anterior. De hecho, los dos convalecientes le externaron algunas palabras a Natalia, que la hizo sentir optimista; sin embargo, no se le quitó el nudo que tenía pegado en la garganta por el estado de los pacientes y, no pudo evitar que de sus ojos brotaran algunas lágrimas. Leopoldo en respuesta, le apretó la mano suavemente, en señal de amor. Se dedicó a atenderlos durante un buen rato, suministrándoles agua con pajilla, o bien, humedeciendo sus labios con hielo, ayudándoles a acomodarse en sus respectivas camas, subiéndoles o bajando el respaldar de las mismas, abrigándolos cuando se lo solicitaron, hasta que se le avisó que la visita había concluido. Aun así, prolongó la visita un rato más; hubiera deseado permanecer con ellos todo el día. Ante una segunda orden que recibió, besó a Leopoldo en la boca con la misma ternura y suavidad con la que lo había saludado y, de su amigo Ismael se despidió nuevamente con un beso en la frente y al instante se marchó, sin denotar la tristeza que la embargaba, pero estaba satisfecha al mismo tiempo.
Este relato continuará.
Compartido con SURCOS por el autor.