ELLIOT

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

Una vez más como tantas temporadas de fin y principio de año, Estados Unidos ha sufrido los embates de un invierno arrasador que se agudiza conforme los impactos del cambio climático se hacen más evidentes.

Miles de vuelos cancelados, carreteras interestatales clausuradas, personas heridas, atrapadas y fallecidas, es el saldo de un conteo que aún no termina.

El enfoque con el que se analicen estas coyunturas debe hacer conciencia en la necesidad de buscar un equilibrio en la coexistencia entre el hombre y su ambiente. Uno de los mitos que justamente trajo la pandemia es que debido a la inactividad, la clausura y el confinamiento de millones de seres humanos, la ecología buscaría cómo restablecerse, los animales regresarían a su hábitat cotidiano y el canto de los pájaros se escucharía aún más claro en todo el planeta.

Ahora sabemos que esta fue solo una esperanza y que el hombre (en plural y masculino) sigue dominando a su antojo el planeta, llevándolo a los últimos cinco minutos de su historia, al decir de Leonardo Boff.

El estilo de consumo depredador, la inconsciencia rampante y la práctica de dominarlo todo con violencia y saña, ha llevado una vez más a la humanidad y particularmente a una sociedad como la estadounidense, a sus extremos.

Por eso no son de extrañar las declaraciones de una funcionaria de un gobierno estatal de aquel país, que palabras más palabra menos dijo “estamos en guerra contra la naturaleza” al referirse del recuento que ha dejado la tormenta Elliot a su paso.

Nada más cierto, pero al mismo tiempo más expresivo de una matriz sociocultural predominante que le hace creer a ciertas sociedades que todo lo que le circunda es un potencial enemigo, naturaleza incluida y que la única manera de dominarla es destruyéndola.

Hoy es Elliot el “enemigo” potencial que se ha esmerado en recordarle a la sociedad estadounidense lo pequeña y frágil que es. Sin embargo, el enemigo de la naturaleza realmente está entre nosotros.

Revirtamos sus impactos y acciones aniquiladoras antes que sea demasiado tarde y el último segundo de vida se instale sobre el planeta. La guerra en todos sus extremos debe ser desterrada. Empecemos por sacarla de nuestros pensamientos. Ahora.