Israel, Gaza y la Doctrina Dahiya
Germán Gorraiz López. Analista
Tras la Guerra de los Seis Días (1967), el puzzle geoestratégico de Oriente Medio-Próximo se completó con la instauración de regímenes autocráticos y pro-occidentales en los países circundantes a Israel ( Libia, Siria, Jordania, Egipto, Arabia Saudí, Irak e Irán), quedando los palestinos confinados en el gueto de Cisjordania, convertida en un mero protectorado de Israel mientras la Franja de Gaza quedó aislada por un Muro que ha degenerado en una profunda crisis humanitaria entre sus más de dos millones de habitantes.
Netanyahu y Hamas
El término Hamás hace referencia al acrónimo de «Movimiento de Resistencia Islámica» y surgió en 1987 dirigido por el imán Ahmed Yassin para crear un Estado Islámico que abarcara Jerusalén, Gaza y Cisjordania y enfrentado abiertamente al líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, partidario de un estado laico.
Desde un principio, Hamás fue amamantado y teledirigido por el Mosad israelí al tiempo que financiado por los sucesivos Gobiernos judíos. El periodista israelí Amnon Abramovich culpó en televisión a Netanyahu por «hacer la vista gorda ante Hamás en busca de sus propios logros políticos hasta que la ola lo ha sobrepasado, tratando ahora de contrarrestarla».
En efecto, según el diario judío Haaretz, en 2019 el actual primer ministro israelí expresó ante los miembros de la Knéset de su partido que «favorecer a la banda terrorista suponía un torpedo a la creación de un potencial Estado palestino en el futuro». Igualmente, añadió que «el que quiera bloquear la creación de un estado Palestino debe apoyar el crecimiento de Hamás y transferir dinero a Hamás. Es parte de nuestra estrategia: aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Cisjordania», lo cual vino a corroborar las sospechas de que Hamás era un engendro de Israel teledirigido por el Mosad.
Netanyahu y la Doctrina Dahiya
Aprovechando los presuntos agujeros de seguridad en la Defensa Israelí provocados por el cisma entre los reservistas y Netanyahu, el brazo armado del grupo islamista Hamas, lanzó la mayor ofensiva militar desde el 2007 con la infiltración de decenas de sus miembros en localidades israelíes y el lanzamiento de miles de proyectiles contra amplias zonas, incluyendo Tel Aviv y Jerusalén, con el resultado de 1400 víctimas israelíes y la toma por Hamas de 220 rehenes.
La sociedad israelí entró en shock al constatar la ineficacia de la Cúpula de Hierro que se vio colapsada por el lanzamiento al unísono de cientos de misiles y por la crudeza de las imágenes de la muerte de cientos de participantes en el festival de «Tribe of Nova» que se celebraba cerca del kibutz Reim y difundidas por el Gobierno de Netanyahu para provocar en la sociedad israelí la petición unánime de castigo
Así, Netanyahu, sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán, aprovechó la ocasión para declarar el Estado de Guerra (defensa de la seguridad de Israel) y desencadenar una demoledora ofensiva en la Franja de Gaza que le otorgara un incremento de la popularidad perdida por su fallida reforma legal y le permitiera obviar el proceso judicial en el que está acusado de soborno, fraude y abuso de confianza.
Para ello, el Tzahal implementó la llamada Doctrina Dahiya, llamada así por el suburbio chíita de Beirut que fue arrasado por la aviación israelí como castigo por la derrota de Israel ante Hizbula. La Doctrina Dahiya es una doctrina militar formulada por el general israelí Gadi Eizenkot y sería «una guerra asimétrica en las zonas urbanas mediante el uso de la fuerza desproporcionada en represalia contra las zonas civiles utilizadas como base para los ataques como elemento disuasorio».
Así, toda la infraestructura básica, escuelas, mezquitas, hospitales y el 50% de los edificios de Gaza habrían sido arrasados por los bombardeos sistemáticos de la aviación israelíes, con el resultado de cerca de 15000 víctimas civiles palestinas, (6000 de ellos serían niños) y varios miles más enterrados entre los escombros y como efecto colateral una nueva nakba en la que 1,5 millones de palestinos se verán obligados a abandonar una Gaza convertida en un amasijo de escombros y restos humanos que imposibilitará el retorno de la población gazatí desplazada.
Palestina y el efecto Underdog
El efecto Bandwagon u opinión de la mayoría provoca un rechazo posterior y despierta una simpatía por la opción minoritaria que se conoce como «efecto Underdog o perro apaleado», término usado por primera vez en 1859 y que consiste en que «el individuo se inclinaría por la opción política menos valorada (perro apaleado), ya que la considera injustamente atacada o menospreciada».
Así, el castigo asimétrico de Israel sobre la Franja de Gaza, habría desencadenado una ola de apoyo mundial a la población civil gazatí masacrada por Israel. Si a ello, le añadimos que la opinión pública israelí estaría ya haciendo responsable a Netanyahu del estrepitoso fallo de seguridad israelí al menospreciar las informaciones egipcias que 10 días antes avisaron de que Hamas preparaba una gran ofensiva, se podría incrementar la ya importante desafección del pueblo israelí respecto al Gobierno de Netanyahu.
El diario Haaretz se habría convertido en el adalid de la defensa de los valores democráticos y en una editorial del 8 de octubre acusó directamente a Netanyahu de ser «el responsable de esta guerra entre Israel y Gaza», por lo que el Gobierno Netanyahu le habría impuesto un castigo financiero. Asimismo, según una encuesta de The Jerusalem Post, el 80% de los encuestados afirman que «el Gobierno es el principal responsable de la infiltración de los milicianos palestinos» y un 56% opina que «Netanyahu debería dimitir al acabar la guerra actual».
En consecuencia, la desafección de la sociedad israelí respecto a Netanyahu debido a su nefasta gestión de la crisis con Hamas podría provocar la dimisión de su Gobierno y la posterior convocatoria de nuevas elecciones que faciliten la conformación de un nuevo Gobierno de Salvación, cuya tarea primordial sería reeditar los Acuerdos de Oslo que posibiliten la coexistencia pacífica de Dos pueblos en Dos Estados, no siendo descartable un posterior proceso penal contra Netanyahu que significaría su condena definitiva al ostracismo político.