La millonaria danza de guerra de Occidente
Gilberto Lopes
San José, 16 de diciembre de 2025
Guerra: la única misión
La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó el pasado 10 de diciembre, por 312 votos a 112, una autorización de gastos militares por 900 mil millones de dólares para el año fiscal 2026. Con cien mil millones suplementarios aprobados en la pasada primavera, el presupuesto suma más de un billón de dólares (trillion en inglés, billón –millón de millones– en español). Incluye 400 millones de dólares anuales para el suministro de armas a Ucrania en los próximos dos años.
Esto representa cerca de 40% del gasto militar mundial. Una suma récord, asombrosa, difícil de dimensionar. Es más, de lo que gastan juntos los nueve países que le siguen, incluyendo China y Rusia. Para un país cuya deuda hoy se acerca a los 37 billones de dólares (trillion en inglés), es un gasto extraordinario. En el año fiscal 2004 el presupuesto de defensa de los Estados Unidos fue de 850 mil millones de dólares, ligeramente inferior a los 880 mil millones en pago de intereses.
El nuevo presupuesto, que debe ser aprobado por el Senado, se alinea con las preocupaciones de Peter Hegseth, secretario de Guerra de la administración Trump, expuestas el pasado 30 de septiembre a más de 800 generales y almirantes, reunidos en la base de marines de Quantico, en Virginia.
Hegseth hizo un largo discurso. A partir de ahora –afirmó– “la única misión del recién restablecido Departamento de Guerra es librar la guerra”. En su opinión, el pacifismo ignora la naturaleza humana, es ingenuo y peligroso. Nacionalista cristiano de derecha, como el vicepresidente J.D. Vance, Hegseth ha escrito varios libros: contra la ideología woke, contra los islamistas, defendiendo la idea de que quienes aspiran a la paz deben prepararse para la guerra.
“Ustedes matan gente y destruyen cosas para ganarse la vida. No son políticamente correctos y no pertenecen necesariamente a la alta sociedad”. “¡Adelante, disparen, porque somos el Departamento de Guerra!”, arengó a los militares.
Para el presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara, el republicano Mike Rogers, Estados Unidos necesita una fuerza de combate lista, capaz y letal”. “Las amenazas a nuestra nación, especialmente las que provienen de China, son más complejas y desafiantes que en cualquier otro momento de los últimos 40 años”, dijo
Para Hegseth el escenario internacional se asemeja al de 1939. Pasaron muchas cosas en 1939, entre ellas el inicio de la II Guerra Mundial, con la invasión alemana de Polonia, el 1 de septiembre de ese año. ¿En eso estaría pensando Hegseth? ¿Estará pensando en otra guerra mundial?
Cinco semanas después del encuentro en Virginia, Hegseth se reunió, el viernes 7 de noviembre, en el National War College de Washington, con responsables del ejército y representantes de la industria de defensa, para explicitar nuevas normas con las que trabajarían: –No construimos para tiempos de paz. El sistema de contratación pública de defensa, tal como lo conocen, ha dejado de existir. Ahora es un sistema para la guerra.
En una mesa redonda celebrada en esas mismas fechas en el Foro Nacional de Defensa Reagan, el multimillonario Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, el principal banco norteamericano, discutió la nueva propuesta con Christopher Calio, director ejecutivo de Raytheon (RTX), una de las principales contratistas del Pentágono.
Somos una empresa bastante patriótica, dijo Dimon. Hemos decidido hacer al menos un 50% más en los próximos diez años en materia de seguridad. “Esto representa 1,5 billones, y luego diez mil millones de inversiones, una cantidad que podría aumentar fácilmente, para financiar las cadenas de suministro de los proveedores con los que Chris podría hacer negocios: si quiere duplicar o triplicar la producción de sus misiles, debe pedir a algunos de esos proveedores que dupliquen o tripliquen su producción”, afirmó.
El mundo ha experimentado grandes cambios, aseguró, destacando el crecimiento de China. Para Dimon, “tener el ejército más poderoso es la mejor manera de disuadir las malas acciones”.
Otra guerra
¿En qué guerra estarán pensando Hegseth, Dimon o los líderes europeos?
Para el secretario general de la OTAN, el holandés Mark Rutte, “somos el próximo objetivo de Rusia y ya estamos en peligro”.
Rutte habló en Berlín el 11 de diciembre, acompañado del canciller alemán, el demócrata cristiano Friedrich Merz. Estima que Rusia podría estar lista para emplear el uso de la fuerza militar contra la OTAN dentro de cinco años. Una guerra que, en su opinión, tendría “la misma magnitud que la guerra que sufrieron nuestros abuelos y bisabuelos”.
“El señor Rutte, al hacer declaraciones tan irresponsables, simplemente no entiende de qué está hablando«, respondió el portavoz presidencial ruso, Dimitri Peskov, añadiendo que en Rusia se conserva cuidadosamente la memoria de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y de lo que hizo para salvar a Europa del fascismo.
Una guerra contra Rusia dentro de cinco años es una afirmación que los servicios de inteligencia alemanes, franceses o ingleses, sus líderes políticos y militares han repetido, sin que se conozcan públicamente los argumentos en que basan esas estimaciones.
Merz, para quien vivimos “un punto de inflexión” en la política mundial, anunció que Alemania debe prepararse para la guerra y adelantó en seis años para 2029, el objetivo dedicar 3,5% del PIB a gastos militares, pese a la difícil situación económica por la que atraviesa su país.
En su opinión Putin aspiraría a reconstruir la Unión Soviética, para lo que se estaría preparando. Afirmaciones que las autoridades rusas han calificado de “una estupidez”.
Para la jefe de la inteligencia británica, Blaise Metreweli, una Rusia «agresiva, expansionista y revisionista» es una grave amenaza. En un discurso pronunciado el pasado lunes 15, amenazó: «Putin no debe tener ninguna duda; la presión que ejercemos en nombre de Ucrania se mantendrá».
Hegseth podría tener razón cuando compara la situación actual con la de 1939. Fue cuando Alemania inició su avance militar hacia el este, ocupando Polonia y preparándose para la mayor operación de la II Guerra Mundial: la invasión de la Unión Soviética.
El 22 de junio de 1941, 3,5 millones de sodados alemanes cruzaron la frontera de la URSS. En diciembre, algunas tropas estaban a solo 25 km de Moscú y Alemania ya planeaba la ocupación del inmenso territorio del país. Pero no ocurrió así. A partir de entonces, las cosas cambiaron. La resistencia rusa se fue transformando en una ofensiva que terminaría tres años después en Berlín.
¿De qué guerra hablamos?
Merz parece dispuesto a intentarlo de nuevo. Estima que no hay urgencia en un acuerdo de paz en Ucrania. Apuesta por sostener el régimen de Kiev con armas y dinero y aumentar la presión sobre Moscú. Por lo menos públicamente no descartan la idea de que Ucrania puede seguir resistiendo. O de que lo rusos no deben ganar la guerra.
“Todos sabemos que el destino de tu país es el destino de Europa”, dijo el canciller alemán a Zelenski el pasado 8 de diciembre, luego de una reunión en Londres con el presidente francés y el primer ministro británico.
idea similar es la del presidente francés, Emmanuel Macron, para quien Rusia está llevando a cabo una confrontación estratégica con los europeos. “Hemos financiado equipamiento para Ucrania, que está resistiendo, mientras la economía rusa está comenzando a sufrir por nuestras sanciones”, dijo Macron el pasado 8 de diciembre, aunque los resultados en el frente sugieren otra cosa, lo mismo que los indicadores de la economía rusa.
El 18 de noviembre el general Fabien Mandon, jefe del Estado Mayor de la Defensa de Francia se dirigió a un Congreso de alcaldes franceses. Los fue a convocar para la guerra. Según la información de que dispongo –afirmó el general– Rusia se está preparando para una confrontación con nuestros países en el horizonte de 2030.
Para el general francés, el peligro no es que los rusos desembarquen en Alsacia, sino que los franceses se vean obligados a actuar en defensa del flanco este de la OTAN. Por lo tanto –agregó– le he indicado a las fuerzas armadas que debemos “estar preparadas en tres o cuatro años”.
¿De qué información dispondrá el general? El presidente ruso he reiterado lo absurdo de esa afirmación. Ha ofrecido garantías por escrito de que no tiene ningún plan de atacar la OTAN. ¿Cuál sería el objetivo de un ataque de esa naturaleza? ¿Qué podría lograr el Kremlin con esa guerra que, naturalmente, sería nuclear?
Es difícil encontrar respuestas razonables para esas preguntas, alguna justificación para un ataque de esa naturaleza. No ha sido Rusia quien ha acercado sus tropas a las fronteras europeas. Ha sido Europa la que ha acercado las fuerzas de la OTAN a las fronteras rusas desde los años 90’s del siglo pasado, contrariando los arreglos negociados con las autoridades soviéticas al final de la Guerra Fría.
Alemania, que ya llevó el mundo a dos grandes guerras, parece dispuesta a intentar nuevamente lo que no pudo lograr en sus intentos anteriores. Cada vez que adopta nuevas medidas para su rearme y se prepara para la guerra contra Rusia ganan relieve las palabras del general indio-británico Lord Hastings Ismay, primer secretario general de la OTAN, cuando definió los objetivos de la organización: mantener los norteamericanos adentro, los rusos afuera y los alemanes abajo. Salvo mantener los rusos afuera, los otros objetivos parecen cada vez más difíciles de lograr.
Pero comparar esa guerra con la que sufrieron nuestros abuelos y bisabuelos –cuando no existían las armas atómicas–, como afirma el sucesor actual de Lord Ismay, es más que una ingenuidad. Una guerra como esa sería algo nunca visto y seguramente la última que viviría la humanidad.
Las advertencia de Moscú: los riesgos de un mundo unipolar
El febrero del 2007, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el presidente ruso advirtió sobre los riesgos que un mundo unipolar significaba para la seguridad de todos. Destacó que la expansión de la OTAN, que su presencia en las fronteras rusas, lejos de ofrecer una mayor seguridad para Europa, “representaba una seria provocación que reducía el nivel de confianza mutua”.
En febrero de 2014 se produjo el golpe en Ucrania que, con apoyo norteamericano y europeo, depuso al presidente Viktor Yanukovich y la acercó a la OTAN. A partir de entonces las relaciones entre el gobierno de Kiev y sus provincias orientales, de mayoría étnica rusas, se deterioraron hasta transformarse en un conflicto armado, mientras la posibilidad de la incorporación de Ucrania a la OTAN aumentaba la tensión con Rusia que, en marzo de ese año, luego del golpe de Estado, se había anexado la península de Crimea.
En 2014 y 2015 las partes involucradas negociaron los acuerdos de Minsk, para resolver ese conflicto, con la participación de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente francés, François Hollande. Negociaciones que luego los garantes europeos reconocieron nunca pretender cumplir. Se trataba apenas de ganar tiempo, mientras armaban a Ucrania para una guerra futura.
En octubre de ese mismo año 2014, Putin hizo otro importante discurso en el foro de Valdai. Habló de los riesgos de un mundo unipolar. Tener un solo centro de poder no hace más manejable el proceso global. Por el contrario –diría– la historia ha mostrado su incapacidad para enfrentar las amenazas reales.
Rusia ya estaba enfrentando las primeras sanciones, por la anexión de Crimea. “Algunos dicen que estamos dando la espalda a Europa, buscando nuevos socios, principalmente en Asia. Déjeme decirles que este no es, de ningún modo, el caso”.
Luego se refirió al desarrollo de conflictos violentos, con la participación directa o indirecta de las grandes potencias. Ucrania “es un ejemplo de esos conflictos, que afectan el balance internacional de poderes”, afirmó Putin. Hemos advertido de las graves consecuencias económicas que podría tener para Rusia la adhesión a la UE de Ucrania –de la que era el mayor socio comercial– y pidió una amplia discusión sobre el tema. “Nadie quiso oírnos, nadie quiso hablar. Simplemente nos dijeron: eso no es asunto suyo. Punto final”.
En septiembre del 2015 Putin viajó a Nueva York, para hablar en la Asamblea General de Naciones Unidas. Al defender la posición de su país ante los diversos escenarios de conflicto en el mundo, insistió en que no se trataba de ambición propia, “sino de reconocer que no era posible seguir tolerando el estado actual de las cosas en el mundo”.
Como en 1939
Desde su punto de vista el espíritu de la Guerra Fría seguía presente en el escenario internacional. Pese a la disolución del Pacto de Varsovia, que unía a los países de Europa del este bajo la conducción de la Unión Soviética, pese al colapso de la misma Unión Soviética, la OTAN seguía expandiendo su infraestructura militar. ¿Para qué?, se preguntó. “Tarde o temprano, esta lógica de confrontación terminará desencadenando una grave crisis geopolítica. Esto es exactamente lo que ocurrió en Ucrania, donde se aprovechó el descontento de la población con las autoridades para orquestar un golpe militar desde el exterior, lo que desató una guerra civil”.
Rusia todavía confiaba que los acuerdos de Minsk podrían lograr el fin del conflicto en las provincias ucranianas fronterizas, donde la confrontación armada costaba ya miles de vidas. Pero, como sabemos, no fue así. La tensión en esos territorios siguió aumentando, sin que prosperara ningún intento de negociación.
El diciembre del 2021, cuando Rusia ya concentraba tropas en la frontera, Putin y Biden hablaron por teléfono. Putin exigió el cumplimiento de los acuerdos de Minsk y que Ucrania no se incorporara a la OTAN. No hubo acuerdo. Quedaban pocas semanas para el inicio de la guerra.
Hace ya varios años que Europa cortó prácticamente todo tipo de contactos diplomáticos con Rusia. Con la OTAN transformada en el brazo armado de la UE, ninguna negociación logra prosperar, mientras Alemania (y sus socios europeos) apuestan por la derrota de Rusia. Pero las presiones para un acuerdo negociado aumentan. Parece difícil que ese conflicto pueda extender más allá del año que comenzará en pocas semanas.
Mientras tanto en Asia escalan peligrosas tensiones. El nuevo gobierno de Japón, al igual que Alemania, revisa las disposiciones de seguridad acordadas al final de la II Guerra Mundial.
No se puede descartar que Hegseth tenga razón. Como en 1939, las costuras de una camisa de fuerza impuesta a los derrotados de la I GM comenzaron a romperse, en la medida en que creían haber llegado su hora de rehacer la historia. E intentaron de nuevo invadir Rusia. El resultado fue una tragedia.
No se puede descartar que el resultado de un nuevo intento sea parecido. Pero podría ser mucho peor… Si queremos sobrevivir, el mundo civilizado tiene la obligación de hacer lo que pueda parar a estos salvajes.
FIN
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