Skip to main content

Etiqueta: Rusia

El mundo tal como es (III-final)

Gilberto Lopes

San José, 5 de diciembre del 2024

Componer el mundo por la fuerza

La Guerra Fría nos dejó lecciones útiles para la interpretación de los conflictos internacionales. El de entonces y el de ahora tienen una característica común: tratan, ambos, del fin de una época, marcada por una confrontación de las grandes potencias.

El final de la Guerra Fría estuvo marcado por la reafirmación de la potencia dominante, los Estados Unidos, que había salido fortalecido de la II Guerra Mundial. Fue la reafirmación del mundo capitalista cuyos recursos superaban en mucho las capacidades del mundo soviético cuyas debilidades económicas decidieron su derrota.

Es una historia que está contada de forma convincente en un libro al que ya he hecho referencia otras veces: The triumph of broken promises, de Fritz Bartel. Fue el último gran triunfo del capitalismo y de su potencia más desarrollada: los Estados Unidos. Con su triunfo en la Guerra Fría se transformó en la única gran potencia mundial.

El texto de Bartel nos sugiere una clave de este proceso: la política de la FED, de aumentar las tasas de interés hasta niveles inimaginables entonces, permitió inundar Estados Unidos de recursos. Fue un factor decisivo para derrotar un mundo soviético no solo cada vez más endeudado, sino expuesto a la debilidad de un orden económico sustentado en la energía barata que les suministraba la Unión Soviética. Pero ese éxito fue también la clave del descenso, expresado hoy en una deuda imparable, que consume cada vez más recursos de una potencia en declive: 3.000 millones de dólares diarios en intereses.

Entre el final de la Guerra Fría y el escenario internacional actual lo que ha ocurrido es que la potencia ganadora había llegado a la cúspide de su poder. Desde ahí, y desde entonces, ha venido bajando por el otro lado de la ladera.

Fueron las condiciones internas de cada país la clave para el desenlace de la Guerra Fría. Y no se corre gran riesgo en afirmar que lo serán también en el desenlace de la confrontación actual (a menos que lleguemos a una inimaginable guerra nuclear).

Como dijo Rush Doshi, director de la Iniciativa sobre Estrategia China en el Council on Foreign Relations y subdirector para los asuntos de China y Taiwán en el Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Biden, algunas de las cuestiones más urgentes para la definición de la política hacia China son de orden doméstico, base de la fortaleza norteamericana. “Pero los fundamentos de esa fortaleza se han atrofiado, especialmente desde el fin de la Guerra Fría”, agregó, en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, el 29 de noviembre.

Naturalmente, la Unión Soviética no era una gran potencia capitalista, ni tenía condiciones de enfrentar con éxito a los Estados Unidos. Su capacidad militar fue fundamental para la derrota alemana en la II Guerra Mundial y esto ayudó a enturbiar la naturaleza del conflicto entre las grandes potencias durante la Guerra Fría, a hacer pensar que eran dos potencias con capacidades parecidas. El resultado mostró que no lo eran.

Pero el énfasis en la capacidad militar nubla también la visión de quienes sugieren que Washington puede replicar lo ocurrido entonces para enfrentar los desafíos actuales. No ven el escenario interno, ni la importancia de la capacidad económica en el desenlace de la Guerra Fría. Piensan que con la amenaza militar (peace through strength) pueden repetir la hazaña que atribuyen a las agresivas políticas del entonces presidente Ronald Reagan. Una ilusión que recorre también el patético balance de Josep Borrell, de sus cinco años a cargo de la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, para quien le queda todavía mucho trabajo por hacer “para hablar eficazmente el lenguaje del poder”.

“Si Europa no logra unirse en este momento de cambios tormentosos, no tendrá una segunda oportunidad”, dice el líder de los verdes alemanes y exministro de relaciones exteriores (1998-2005), Joschka Fisher. Su única opción, agregó, es “transformarse en un poder militar capaz de proteger sus intereses y garantizar la paz y el orden en el escenario mundial. La alternativa es la fragmentación, la impotencia y la irrelevancia”.

El peligro es, naturalmente, que lo intenten. Toda apuesta a un triunfo militar en el escenario actual peca de ingenuidad o mala fe, pues todos sabemos que una guerra, con las capacidades nucleares modernas, significará una derrota para todos.

Hoy el escenario de la confrontación es distinto al de la Guerra Fría en un aspecto fundamental. Se trata de la decadencia de la que ha sido la cabeza del orden capitalista mundial y el resurgimiento de antiguas potencias, una historia que tiene en el académico y diplomático singapurense, Kishore Mahbubani, uno de sus principales estudiosos, entre otros, en su libro “El nuevo hemisferio asiático”.

Entre las potencias que resurgen, evidentemente la más importante es China. Pero cuando una potencia como Estados Unidos ha extendido su influencia por todo el mundo de una forma no conocida anteriormente, con su economía capitalista (de creciente concentración de la propiedad privada) y con la ideología liberal que la ha sustentado (fundamento de prácticamente todas las dictaduras, especialmente en América Latina), su decadencia no puede ocurrir sin confrontaciones diversas, en los más variados escenarios en los que ha estado presente.

En particular, en Asia, sede de la potencia que surge, y en Europa, la retaguardia de la verdadera guerra –entre EEUU-China–, donde los intereses de Washington están intermediados por sus aliados en una confrontación con Rusia.

En todo caso el más poderoso, Alemania, ya no está en condiciones de amenazar a ninguna otra potencia, como ha hecho en dos guerras mundiales. Con costo le ha alcanzado por exprimir los recursos de una Europa que ve su influencia en el mundo cada vez más reducida.

Doshi resume los diferentes escenarios de las tensiones en Asia, donde la fortaleza de Estados Unidos deriva de una amplia red de alianzas. Para detener la agresión en el estrecho de Taiwán, o en el mar del Sur de China, Trump deberá sostener las que ya ha construido Biden: Aukus, orientada a proveer a Australia de submarinos de capacidades nucleares; Quad, conformada por Estados Unidos, Australia, India y Japón; y otras iniciativas, de la que participan, entre otros, Corea del Sur, Filipinas y Papúa Nueva Guinea.

Distintos son los escenarios en África y América Latina. En África, la dominación fue colonial, ejercida de manera brutal por las potencias europeas. En América Latina, la dominación norteamericana fue prácticamente total, vinculada a las clases dominantes de los países de la región. De modo que las luchas políticas en esos dos continentes, en esta fase de transición, están condicionadas por las características de la dominación a que han estado sometidas.

Arreglar la casa

La idea se repite de forma reiterada en los análisis de los más variados analistas norteamericanos. Ya citamos a Doshi, cuando afirma que son el arreglo de cuestiones domésticas lo más urgente para la definición de la política hacia China.

También lo trata Robert C. O’Brien, exasesor de Seguridad Nacional (2019-2021), en el primer gobierno de Trump, en un artículo sobre su política exterior, sobre la de “paz basada en la fortaleza”.

En los años 90’s del siglo pasado (o sea, al terminar la Guerra Fría), el mundo parecía alistarse para el segundo siglo norteamericano. Pero las cosas no se han desarrollado así. Las expectativas surgidas entonces contrastan con la realidad de hoy, dice O’Brian: “China se transformó en un formidable adversario militar y económico”. Con Estados Unidos atrapado en “un pantano de debilidades y fracasos”, O’Brian apuesta por una restauración de las capacidades norteamericanas, que le permita seguir siendo “el mejor lugar del mundo para invertir, innovar y hacer negocios”.

Nos recuerda que Trump inició una política de desacoplamiento de la economía norteamericana de la china, elevando los aranceles sobre aproximadamente la mitad de las exportaciones chinas a Estados Unidos. Ahora –afirma– “es el momento de presionar aún más, con un arancel del 60% sobre los productos chinos”.

Por otro lado, propone renovar el arsenal norteamericano. Se lamenta de que la marina tiene hoy menos de 300 barcos, comparados con los 592 que tenía durante la administración Reagan; que el proyecto de desarrollar misiles hipersónicos fue desfinanciado durante la administración Obama.

Pero estos cambios fundamentales deben tomar en cuenta los niveles de la deuda, y la necesidad de reducir el déficit fiscal. “¿Puede Estados Unidos resurgir con una nación dividida, donde las encuestas indican que una amplia mayoría de ciudadanos cree que el país va por el camino equivocado?”, se pregunta.

No hay una respuesta para esta pregunta. Hay muchas. Para el diario francés Le Monde, el camino que Trump deberá recorrer en este segunda mandato es radicalmente distinto al que el país ha recorrido desde el fin de la II Guerra Mundial. “Es el fin de la era norteamericana, la de una superpotencia comprometida con el mundo, ansiosa de mostrase a sí misma como un modelo democrático”.

A Le Monde le preocupa, como es natural, el destino de Europa en ese nuevo mundo. Presiente en fin de la era norteamericana, de una superpotencia comprometida con el mundo. Es una forma de ver las cosas. Pero no es la única. Quizás no es solo Estados Unidos el que ha cambiado sino, principalmente, el mundo. Un cambio que obliga también a Washington cambiar. Lo obliga a buscar nuevas formas de adaptarse.

Las propuestas hechas por Trump son, de cierta forma, un intento original, como explica Branko Milanovic en su artículo “The ideology of Donald J. Trump”. Para Trump –dice Milanovic– Estados Unidos es una nación rica y poderosa, pero no una “nación indispensable”, como le gustaba decir a la exSecretaria de Estado, Madelaine Albright. Es una visión distinta, pero sus propuestas no despiertan certezas, sino renovadas inquietudes.

FIN

El mundo tal como es (II-III)

Gilberto Lopes

San José, 3 de diciembre del 2024

El genocidio como política

“El genocidio como supresión colonial” es el título del sobrecogedor informe de Francesca Albanese, relatora especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados. Fue presentado a la Asamblea General el pasado 28 de octubre.

Al día siguiente se volvía a hablar de genocidio en la Asamblea General, que inició su debate sobre el impacto del bloqueo que Estados Unidos mantiene desde hace más de seis décadas contra Cuba. Era la 32ª vez que se votaba sobre el tema.

Para el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, el bloqueo económico, financiero y comercial de Estados Unidos contra su país califica como otro genocidio.

Estados conoce perfectamente que viola la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional con esas medidas que, según el gobierno cubano, representó pérdidas por 5.056,8 millones de dólares, solo entre marzo de 2023 y febrero de 2024.

La destrucción del enemigo

George Kennan (1904-2005), notable diplomático norteamericano, fue un escritor prolífico. En “Around the Cragged Hill”, un libro sobre su visión personal de la filosofía y la política trata de diversos aspectos del mundo en que le tocó vivir. Entre ellos la relación entre la política exterior y los militares.

Ahí discute la idea de destrucción total del enemigo, objetivo de la guerra para los militares. La destrucción por sí misma, afirma Kennan, no está de acuerdo con esa idea. Piensa que el objetivo de la guerra debe ser otro. No se trata de provocar la máxima destrucción del enemigo, sino de cambiar sus políticas, su forma de pensar.

Si ese es el objetivo, no se trata de provocar el máximo daño, sino el mínimo. “Todos vivimos en el mismo mundo; y si el objetivo de la guerra no es el genocidio (¿y quién, el Occidente, puede concebir que ese sea el objetivo?, se pregunta), entonces el propósito de cualquier conflicto militar es no tanto destruir militarmente el enemigo, sino cambiar su actitud”.

Occidente después de Kennan (o la miseria humana como política)

Kennan fue el artífice de la política de contención de la Unión Soviética, en un famoso artículo –The Sources of Soviet Conducts– publicado en julio de 1947, con el seudónimo de “X”.

Fue ciertamente su mayor éxito como diplomático. Tuvo mucho menos suerte después, cuando empezó a revisar sus puntos de vista con respecto a la URSS, a la OTAN, a Ucrania o a la relación de los países bálticos con Rusia. Se lamenta, en su libro, del poco caso que le hicieron, pese a los muchos reconocimientos que recibió.

“Occidente” no está dispuesto a oír las recomendaciones de Kennan. Su visión sobre “Occidente” y el genocidio luce hoy ingenua.

“El genocidio debe considerarse un componente esencial y decisivo del objetivo de Israel de colonizar completamente la tierra palestina expulsando el mayor número posible de palestinos” … ”dentro de un proceso de expansión territorial y depuración étnica que ha durado décadas y cuyo objetivo ha sido aniquilar la presencia palestina en Palestina”, afirma Albanese en su informe sobre la situación en Gaza.

No se puede leer el informe (por lo menos yo no puedo) sin una mezcla de sensaciones que terminan por resumirse en una profunda indignación contra los niveles de miseria humana que ha alcanzado el gobierno de Israel y que el informe de Albanese expone con lucidez y coraje.

“…la conducta general de Israel tras el 7 de octubre ha provocado graves daños psicológicos a todos los palestinos, tanto a las víctimas directas como a los que son testigos desde el exilio.

“El objetivo general es humillar y degradar a los palestinos en su conjunto.

“Se desnuda a prisioneros y se los tortura cruelmente en masa; los cuerpos de adultos y niños se amontonan y descomponen en la calle; los supervivientes se ven obligados a comer alimentos para animales y hierba y a beber agua de mar, o incluso aguas residuales; se ha mutilado a miles de personas, incluidos niños pequeños que se quedaron sin extremidades incluso antes de aprender a gatear; se destruyen hogares y se viola la vida íntima; y no queda absolutamente nada a lo que regresar”.

No se trata de política reciente, sino de una sistemática. “La inquietante frecuencia y crueldad de las matanzas de personas, cuya condición de civiles es conocida, son representativas de la naturaleza sistemática de una intención de destruir. A Hind Rajab, de seis años, lo mataron de 355 disparos después de pasar horas pidiendo ayuda; Muhammed Bhar, que tenía síndrome de Down, murió como consecuencia de un ataque con perros; Atta Ibrahim Al-Muqaid, un anciano sordo, fue ejecutado en su casa, de lo que luego se jactaron en los medios sociales su asesino y otros soldados; varios bebés prematuros fueron abandonados deliberadamente en la unidad de cuidados intensivos del hospital Al -Nasr, donde sufrieron una muerte lenta y sus restos se descompusieron…”

Historias difíciles de imaginar. Estamos lejos del sueño de Kennan, o de una guerra de legítima defensa, de una lucha antiterrorista con la que el gobierno israelita pretende justificar el genocidio. “Está bien establecido que Israel no puede invocar la legítima defensa contra la población que está bajo su ocupación. La potencia ocupante debe proteger, no atacar, al pueblo ocupado”, dice el informe.

El ejército israelí ha transformado Gaza en un lugar inhabitable para el ser humano. “Cuando la polvareda se asiente en Gaza, se conocerá el verdadero alcance del horror vivido por los palestinos”, dice Albanese. Me parece justo que entonces algún otro general obligue a los ciudadanos de Israel a ver la destrucción causada por su ejército en Palestina. Como hace unos 60 años otro general obligó a una población alemana a ver la que su ejército había causado a los judíos.

Cada vez más a la derecha

Nadie puede decir que no sabía lo que está pasando. Y que ya se anunciaba después de los resultados de las elecciones del 1 de noviembre de 2022 y la conformación del nuevo gobierno israelí, el más extremista encabezado por Benjamin Netanyahu, acusado de genocidio por la Corte Penal Internacional.

Un informe de Naciones Unidas, publicado el 20 de septiembre pasado, denunciaba lo que calificó de un “éxodo sin paralelo en años recientes” en Cisjordania, donde los colonos israelíes expulsaban de sus tierras, con violencia, a los palestinos. En un editorial del 5 de octubre, el diario Haaretz denunciaba que en Cisjordania “el gobierno de Netanyahu estaba violando la ley”.

El objetivo de la ampliación de los asentamientos, considerados ilegales por la ley internacional y por la misma ley israelí, es parte de una política prioritaria para el actual gobierno, orientada a la ocupación permanente de Cisjordania, o a su anexión.

Aliado a los ultraortodoxos y al nacionalismo religioso, dos hombres representan con particular saña la orientación extremista del nuevo gobierno.

Residente en Givat Haavot, colonia enclavada en el corazón de Hebrón, Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional, “es un activista impenitente que multiplica las provocaciones pavoneándose por los barrios árabes de Jerusalén este y apareciendo junto a las milicias de autodefensa judías”, afirma Alain Dieckhoff, director de investigación del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), la institución de investigación científica más importante de Francia.

El otro es Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso. “Su vida está totalmente identificada con la colonización judía”, dice Dieckhoff. Nombrado ministro de Hacienda, con competencias específicas en la administración civil de Cisjordania, se ha encargado de promover la expansión de los asentamientos judíos en tierras palestina.

Estados parias

Conocidos los resultados de las últimas elecciones, el presidente norteamericano, Joe Biden, llamó a Netanyahu, para decirle que su compromiso con Israel era “incuestionable”. –¡Felicitaciones amigo!, le dijo.

Como ya lo señalamos, al día siguiente de la presentación del informe de Albanese sobre Palestina, la Asamblea General analizó las consecuencias del bloqueo norteamericano a Cuba.

Para la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) la política de sanciones de Estados Unidos obstaculiza el desarrollo cubano y perjudica el bienestar de su población. La CELAC rechazó la aplicación de leyes y medidas contrarias al derecho internacional adoptadas por Washington, como la ley Helms-Burton, incluidos sus efectos extraterritoriales, así como a la creciente persecución de las transacciones financieras internacionales de Cuba.

El representante permanente de la delegación mexicana ante la ONU, Héctor Vasconcelos y el ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, se expresaron contra el embargo. Vieira pidió a Estados Unidos sacar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo y fomentar un diálogo constructivo, basado en el respeto mutuo y la no injerencia.

El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, calificó de genocidio ese bloqueo económico. Del 18 al 23 de octubre Cuba sufrió un apagón que afectó todo el país. Los hospitales funcionaron en condiciones de emergencia, las escuelas y universidades suspendieron sus clases, la economía se detuvo.

La causa primaria de la falla del sistema eléctrico nacional fue la carencia de combustible que afectó la generación, asociada al estado precario de las plantas. «Ambas consecuencias directas de las medidas extremas de guerra económica aplicadas por el Gobierno estadounidense desde 2019», específicamente diseñadas para impedir los suministros de combustibles y de partes y piezas para sus plantas”, agregó el canciller cubano.

La Corte Penal Internacional reconoció como genocidio la política de tierra arrasada que Israel ha impuesto en Gaza. Crimen que, de acuerdo con el canciller cubano, comete también Estados Unidos con su política de bloqueo a su país. El 30 de octubre la Asamblea General condenó esa violación de la Carta de Naciones Unidas por Estados Unidos, por 187 votos a dos. Nada de eso será acatado por el actual gobierno norteamericano, ni por el que lo sustituirá a partir de enero próximo. Tampoco cesará el genocidio en Gaza, ni la ocupación de Cisjordania, ni habrá respeto por la ley internacional.

No es extraño entonces que los dos países –Estados Unidos e Israel– hayan votado juntos –y solos– contra la condena al bloqueo norteamericano, con desprecio por la voluntad unánime del mundo.

FIN

El mundo tal como es (I-III)

Gilberto Lopes

San José, 1 de diciembre del 2024

Las guerras y las deudas

Con la deuda mundial acercándose a los cien billones (trillion en inglés) de dólares, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda a los gobiernos reducir el déficit y prever nuevas reservas para hacer frente a la crisis que seguramente vendrá, probablemente más pronto de lo que nos imaginamos, advirtió el mes pasado su directora, Kristalina Georgieva.

Las cifras dieron pie a diversas reflexiones. David Dodwell, director ejecutivo del Hong Kong-APEC Trade Policy Study Group, destacó que, en Washington, ven con preocupación como, por primera vez, el servicio de la deuda superará el presupuesto militar: 870 mil millones de dólares, frente a 822 mil millones. Con una deuda de más de 36 billones de dólares, solo en intereses Estados Unidos paga alrededor de 3.000 millones diarios.

Impresionantes también son los datos sobre las consecuencias económicas de la guerra israelí en Gaza: los daños en infraestructura son estimados por organismos financieros internacionales en 18,5 mil millones de dólares. Limpiar 37 millones de toneladas de escombros puede tomar 14 años (o más), mientras que restaurar la economía tomará siete décadas.

En medio de la tragedia humana, de los cerca más de 40 mil muertos, mujeres y niños la mayoría, la economía de Gaza se hundirá un 14% este año, comparado con el año pasado. En todo el territorio palestino ocupado la economía se desplomará un 35%.

La otra guerra, en Ucrania, ha hecho que los gastos militares del país aumenten hasta representar 37% del Producto Interno Bruto (PIB) y un 58% de los gastos del gobierno. En Rusia esos gastos representan casi 6% y 16% respectivamente.

Con las tensiones aumentando en prácticamente todo el mundo, los gastos de la OTAN alcanzaron, el año pasado, 1,34 billones de dólares, de los cuales más de dos tercios corresponden a Estados Unidos. Representaron 55% de los gastos militares mundiales, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estocolmo de investigaciones sobre la Paz (SIPRI).

El desorden del mundo

Para ilustrar ese mundo quizás nos sirva la idea de Richard Haass, expresidente del Council on Foreign Relations –un prestigioso think thank norteamericano sobre política internacional–, expuesta en su libro “A World in Disarray”, publicado en 2017, que podemos traducir como “Un mundo desordenado”.

Haass –que, entre otros cargos, fue director del equipo de planificación política del Secretario de Estado Colin Powell, durante la primera administración de George W. Bush– analiza el deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, al final de la Guerra Fría. Las cosas se complicaron desde el principio, afirma. Con los rusos derrotados en Afganistán –sus tropas abandonaron el país en febrero de 1989–, Estados Unidos contribuyó a “aumentar los problemas y a humillar” el país, dice Haass. Más importante todavía –agrega– fue la decisión de ampliar la OTAN en los años 90’s, bajo la administración Clinton. Una política que resultó ser “una de las más consistentes y controvertidas de la posguerra fría”.

Las consecuencias de esa decisión han sido analizadas desde los más diversos puntos de vista. Si la OTAN debe subsistir como un pacto militar y Estados Unidos seguir siendo un miembro activo –dijo el notable diplomático norteamericano George Kennan, fallecido en 2005– “yo esperaría que pudiéramos encontrar una manera de no darle el aspecto de una alianza orientada contra ningún país específico, sino más bien como expresión de un interés más duradero en la seguridad y la prosperidad de todos los países europeos de lo que es ahora”.

No ha ocurrido así. La OTAN se expandió hacia el este en diversas olas, de carácter cada vez más ofensivo, dirigidas contra Rusia, hasta que ese avance amenazó con llegar a sus fronteras con Ucrania.

Un mundo unipolar

El presidente ruso, Vladimir Putin, expresó reiteradamente su punto de vista sobre las consecuencias de esa decisión, que hoy son bien conocidas. Su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en 2007, es citado con frecuencia. Entonces el presidente ruso era invitado a esa conferencia. Hoy ya no lo es. Pero volver a ese discurso debería ayudarnos a encontrar una salida al laberinto en que estamos metidos.

Lo que está ocurriendo hoy –dijo entonces Putin– es el intento de introducir el concepto de un mundo unipolar. ¿Con que resultados? Con el abuso de la fuerza militar en las relaciones internacionales, con el desprecio por los principios básicos de la ley internacional, con un Estado -Estados Unidos– saltándose las fronteras nacionales, tratando de imponer un modelo económico, político, cultural. Esto es extremadamente peligroso. El resultado es que nadie se siente seguro, advirtió Putin.

La expansión de la OTAN hacia el este no tomó en cuenta la sugerencia de Kennan, que fue embajador en Rusia en 1952 (donde fue declarado “non grato” por Stalin). Tampoco los líderes políticos de Occidente, en Washington o en Europa, han oído las advertencias rusas sobre los límites de esos avances, ni considerado sus preocupaciones de seguridad. Concluida la Guerra Fría, no fue Moscú quien avanzó hacia el oeste, sino Occidente quien llevó sus tropas hasta las fronteras rusas. ¿Con qué fin?

Olga Khvostunova, del Programa Eurasia del Foreign Policy Research Institute, por ejemplo, se refirió a esas “líneas rojas” establecidas por el Kremlin, cuya violación supondría represalias masivas, incluyendo un ataque nuclear. Las miraba en menos. Khvostunova estimó –en un artículo publicado en septiembre pasado en Foreign Policy– que, a medida en que avanzaba la guerra, diversas “líneas rojas” se cruzaron “sin repercusiones significativas”.

Desde su perspectiva, parece que ni la invasión de Ucrania, en febrero del 2022, ni el uso del nuevo misil balístico hipersónico contra un complejo industrial en la ciudad de Dnepropetrovsk, luego de la utilización por Ucrania de los misiles occidentales para atacar territorio ruso, deben ser vistos como una respuesta a los nuevos avances de Occidente en el escenario de la guerra.

Los analistas del Institute for the Study of War (ISW) -una institución alineada con los intereses de Occidente– estiman que Putin trata de inflar artificialmente las expectativas sobre sus capacidades militares, destacando las características de su nuevo misil. Estiman que esa arma no es más que una adaptación del misil Kedr, que Rusia ha venido desarrollando desde 2018-2019 y no representa un recurso militar novedoso.

La balcanización de Europa

No es la opinión de líderes como el primer ministro polaco, Donald Tusk, una de las voces más agresivas contra Rusia en Europa, para quien “la amenaza de un conflicto global es realmente seria y real”. O para el canciller alemán, que habla de una “terrible escalada”.

Un artículo del diario español El País, del 22 de noviembre pasado –“La OTAN convoca una reunión urgente con las autoridades de Kiev tras el lanzamiento de un misil ruso de nueva generación”–, explica los acontecimientos como una escalada rusa.

Los rusos tienen una visión distinta. Afirman que los misiles estadounidenses, ingleses y franceses, que Ucrania comenzó a utilizar para atacar su territorio, no pueden ser usados sin la participación de personal militar occidental. “Los propios ucranianos no pueden hacer esto”, dijo el portavoz oficial del Kremlin, Dimitri Peskov. El uso del novedoso misil de alcance intermedio “no es una escalada, sino una respuesta a la escalada provocada por Occidente”, afirmó.

El 1 de diciembre Europa giró un poco más a la derecha, en opinión de la periodista Ella Joyner, de la agencia alemana DW. Ese día asumió una nueva Comisión Europea, encabezada nuevamente por la demócrata cristiana alemana Ursula von der Leyen, con la exprimera ministra estoniana, Kaja Kallas, a cargo de la política exterior y el exprimer ministro lituano, Andrius Kubilius, a cargo de defensa, ambos particularmente agresivos contra Rusia.

En su presentación ante el parlamento europeo –que también giró aún más a la derecha en las últimas elecciones– Kallas reiteró la importancia de la victoria de Ucrania y pidió sanciones contra China –que ve como un “rival sistémico”–, por su apoyo a Rusia. “China debe pagar por sus relaciones con Rusia”, afirmó.

Con poco menos de 1,4 millones de habitantes, cerca de 20% de la población de Estonia está en riego de pobreza, según estadísticas oficiales. El Producto Interno Bruto (PIB) cayó un 3% el año pasado. El país se ha mantenido en recesión en 2004 y las previsiones son de un débil crecimiento en los próximos años, como resultado de diversos factores, incluyendo la pérdida permanente de insumos baratos procedentes de Rusia.

En otra cartera clave de la nueva Comisión Europea, la de Defensa, creada expresamente para esta ocasión, el lituano Andrius Kubilius se caracteriza también por su posición particularmente agresiva frente a Rusia, que califica como un Estado patrocinador del terrorismo. Es partidario de incautar los cientos de miles de millones de dólares rusos congelados en Europa, una medida polémica, que otros países europeos ven con más cautela.

En una muestra del clima antirruso que prevalece en los países bálticos, a mediados de noviembre la estatal Radio y Televisión de Lituania (LRT) despidió al periodista Aigis Ramanauskas. Ramanauskas había sugerido matar a quienes ven películas rusas o escuchan música rusa en el país. En su opinión, era indispensable alejar a los niños de esas personas. Ante las reacciones provocadas, se explicó: «Esto es lo que quiero decir a nuestros rusoparlantes: –No, queridos conciudadanos, no insté a que los mataran. No se trataba de ustedes, aunque está claro que odio sinceramente lo que conocemos como ‘mundo ruso'».

Con la política exterior europea en manos de representantes del este europeo; con Inglaterra en franca decadencia, fuera de la Unión Europea; con Francia y Alemania sumergidos en una crisis política y económica, una inevitable tercermundización de Europa, con una derecha extrema controlando el parlamento y la Comisión, con una visión cada vez más provinciana de la política exterior, Europa es, nuevamente, una renovada amenaza para el mundo.

FIN

Estados Unidos invierte en guerras y no en su pueblo

Martín Rodríguez Espinoza

El sistema de defensa aérea de EE. UU., THAAD, (defensa área de alta altitud – un sistema diseñado para interceptar misiles balísticos de gran altitud y largo alcance), tiene un costo multimillonario, y la producción no es rápida y es limitada, solo 12 unidades al año.

Los misiles estratégicos SM-3 utilizados por el sistema THAAD, incluye seis lanzadores, 48 misiles interceptores SM-3 y una estación de radar, además requiere de 95 operadores.

¿Saben cuál es el costo de estas armas de destrucción masiva de EE. UU.?

Según datos de los expertos, el costo se estima entre $1.000 y $1.800 millones de dólares. El costo de un solo misil interceptor se estima en 13 millones de dólares; un equipo completo de 48 misiles cuesta 625 millones de dólares.

Y eso es sólo por esas armas, sumen tanques, aviones y otras armas.

¿Saben cuántos pobres hay en EE. UU.?

Según datos oficiales la pobreza en Estados Unidos ha aumentado, según los últimos datos de la Oficina del Censo, a 37,9 millones de personas que viven en la pobreza en el país de la libertad. Y de estos, aproximadamente 15,3 millones son niños, lo que significa que uno de cada cinco niños vive bajo el nivel de seguridad alimentaria.

La tasa de pobreza en Estados Unidos es del 17,8%, significativamente más alta que el promedio del 10,7% en comparación con otras 25 naciones.

Con un salario mínimo federal de USD7,25 por hora, es extremadamente difícil sobrevivir con un solo empleo, lo que obliga a 8,4 millones de estadounidenses a recurrir a dos trabajos o más, para llegar a fin de mes.

En la emblemática ciudad de Nueva York, la ciudad más rica del país, los niveles de pobreza son alarmantes. Con una población de 8,4 millones, aproximadamente 2.265.000 personas enfrentan dificultades alimentarias, incluidos 673.000 niños.

Cuando dicen que EE. UU. hace guerras e invasiones para «defender la libertad y la democracia», que no es cierto, lo hace para saquear los recursos de otras naciones, el producto de ese robo planetario no es para «su pueblo» es para mantener a las élites de multimillonarios.

La guerra que fomenta EEUU contra Rusia en territorio de Ucrania es una guerra por los recursos naturales del territorio ruso, luego iría por China.

EEUU es el estado terrorista #1 del mundo, y no le importa acabar con pueblos enteros, un ejemplo es el pueblo del Estado Palestino, porque Israel no es nada sin ese apoyo armamentístico de EEUU, pero el gobierno sionista es un brazo terrorista más, que utiliza para alcanzar su fines hegemónicos del planeta.

Rusia abre convocatoria de becas para el año académico 2025-2026

La Embajada de Rusia en Costa Rica está invitando a participar en una charla informativa sobre el Programa de Becas del Gobierno Ruso para el período académico 2025-2026. El evento se llevará a cabo el jueves 24 de octubre a las 2:00 p.m. en el Auditorio «Plaza de la Autonomía» ubicado en la Universidad de Costa Rica, sede de San Pedro. 

Durante la charla, se brindará información sobre las oportunidades de estudio en Rusia, así como detalles importantes para los estudiantes interesados en una experiencia de intercambio en ese país. La actividad está dirigida a estudiantes universitarios y el público en general.

El nacimiento de un nuevo mundo: La Guerra Fría no ha terminado, ni lo hará de forma pacífica

Gilberto Lopes, en San José
3 de octubre de 2024

Un triunfo completo

El canciller Helmut Kohl y sus aliados en el gobierno de George W. Bush habían logrado todo lo que querían: una unificación rápida y pacífica de Alemania, la promesa de la retirada de las fuerzas armadas soviéticas y la incorporación de la Alemania unificada a la OTAN. Su victoria parecía completa. El balance global del poder se inclinaba pacíficamente a favor de Occidente. Eran los años 90’s del siglo pasado.

El asesor de Seguridad Nacional de Bush, Brent Scowcroft, escribió al presidente a principios de año. Le advertía que el cambio se transformaría en nada si Washington no encontraba la manera de perpetuar su poder en el continente.1

Estados Unidos no quería desaprovechar la situación. Mientras el proceso de unificación de Alemania se aceleraba, también se intensificaban los esfuerzos norteamericanos para asegurar su posición en Europa y su papel en la OTAN.

La Guerra Fría está terminando –dijo Scowcroft– y, cuando termine, “la OTAN y la posición de Estados Unidos en Europa deben seguir siendo el instrumento vital para la paz y estabilidad que heredamos de nuestros predecesores”.

Fue entonces cuando el Secretario de Estado, James Baker, le aseguró a Gorbachov que la OTAN ya no sería una amenaza militar para la Unión Soviética, que se transformaría en una organización de carácter político, mucho más que militar. Gorbachov le respondió que la ampliación de la OTAN hacia el este seguía siendo inaceptable.

Dependientes en lo económico, ocupados militarmente desde el final de la II Guerra Mundial, los países de Europa del este, enfrentados en los años 80’s a las dificultades de la URSS para seguirles suministrando el petróleo subsidiado con el que financiaban sus importaciones, incapaces de pagar sus cuentas, fueron cayendo en manos de los organismos financieros internacionales. Luego, liberados de la ocupación soviética, disuelto el Pacto de Varsovia, se incorporaron paulatinamente en las estructuras del viejo enemigo, la OTAN.

Cuenta por cobrar

No ocurrió lo mismo con Rusia. Kohl había dejado claro que cualquier movida en dirección a la unificación alemana podía ocurrir conjuntamente con esfuerzos para superar la división de Europa, para construir algo así como lo sugerido por Gorbachov cuando habló de una “casa común europea”.

Kohl le dijo a Bush que dada la situación financiera de la URSS, el tema de la incorporación de Alemania a la OTAN era un asunto de “efectivo”. Que Alemania Federal asumiera los compromisos de la RDA con Moscú, pero ahora pagados con marcos. O sea, de cuánto Alemania estaba dispuesta a aportar para que las tropas soviéticas se retirasen y Moscú aceptara su incorporación a la OTAN.

Scowcroft sugirió que pagar 20 mil millones de dólares para asegurar el final de la Guerra Fría en los términos de Washington era un buen negocio.

Pero en Washington, acostumbrados a imponer drásticas reformas económicas a los países endeudados (incluyendo los de Europa del este) la idea no los convencía del todo. Exigían reformas económicas también en la URSS, a las que Gorbachov se resistía. Un proyecto que incluía la privatización de las principales empresas estatales rusas, con la progresiva expansión de los principios neoliberales a todo el mundo. Una cuenta que (por lo menos hasta ahora), no han podido terminar de cobrar, pese a los avances hechos en los corruptos años de gobierno de Boris Yeltsin (1991 y 1999).

País de inmensos recursos, poderoso ganador de la II Guerra Mundial, Rusia pudo resistir a la ofensiva de un Occidente que, al final, tampoco se sintió atraído por la “casa común” sugerida por Gorbachov.

Lo cierto es que la naturaleza política del conflicto desarrollado después de la II Guerra Mundial, del Occidente capitalista frente al socialismo soviético, ocultó su dimensión geopolítica, que emergió con más claridad una vez resuelto lo primero.

Después de un período de transición caótico, disuelta la Unión Soviética, Rusia fue recuperando un lugar en el mundo. En vez de la “casa común europea”, la opción de Occidente (de Estados Unidos y la OTAN) fue la de tratar de cercarla, de avanzar las fronteras de la OTAN hacía el este, sin oír ninguna de las muchas advertencias de que eso era inaceptable para Rusia. Los resultados están a la vista y se desarrollan ante nuestros ojos. Sin que Occidente oiga las advertencias de Moscú sobre las dramáticas consecuencias del intento de derrotar militarmente una potencia nuclear.

Otras circunstancias

Un Gorbachov debilitado había dicho, en otras circunstancias, que el avance de la OTAN hacia el este era inaceptable para la URSS. 35 años después la situación es otra y las consecuencias de los errores de cálculo de Occidente están a la vista.

La Alemania victoriosa de hace tan solo 35 años contrasta con su situación hoy, como evidencia el análisis económico del grupo financiero QNB.

Ejemplo de alta productividad, la economía alemana fue el motor de la europea después de la II Guerra Mundial y de la unificación del país. Fue cuando Kohl impuso a Gorbachov las condiciones para la retirada soviética de Alemania.

Hoy, la economía alemana es señalada como la “enferma de Europa”. Las previsiones son de que crezca un 0,9% anual para el período 2022-2026, muy inferior al ya débil crecimiento de 2% de antes de la pandemia de Covid. Desde su pico, en 2017, la producción industrial ha acumulado una caída de 16%. Unos resultados decepcionantes para una economía que, además de las tendencias negativas del sector industrial, enfrenta importantes obstáculos derivados de las infraestructuras inadecuadas y la pérdida de competitividad, como destaca el informe de QNB.

Por su parte, el triunfo en Washington en la Guerra Fría se cimentó en la política financiera adoptada por el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, durante la administración Reagan. Una política de choque que quebró miles de empresas. Pero los altos intereses inundaron Estados Unidos de nuevos capitales, base de un endeudamiento que es hoy un cáncer que hace metástasis.

El último acto de la Guerra Fría, que entonces se pensó haberse desarrollado en 1990, en realidad se desarrolla ante nuestros ojos. Los dos principales ganadores de entonces –Estados Unidos y Alemania– son hoy dos gigantes con pies de barro, que enfrentan un mundo muy distinto al que derrotaron hace 35 años.

Aunque Moscú no ha confirmado esa noticias, el 1 de octubre el diario alemán Die Zeit anunciaba que el canciller Olaf Scholz quería hablar por teléfono con el presidente ruso antes de la cumbre del G-20, prevista para mediados de noviembre en Brasil, interesado en apoyar una iniciativa diplomática para poner fin a la guerra.

Quizás nada ilustre más claramente el cambio de escenario que la naturaleza de las conversaciones entre Helmut Kohl y Gorbachov en 1990 –cuando los regímenes del este europeo se desmoronaban y la misma Unión Soviética se deshacía–, y la de las eventuales conversaciones actuales, entre Scholz y Putin.

La línea roja

Las dos partes tienen objetivos distintos en este conflicto: Rusia trata de garantizar un entorno seguro, que estima amenazado por una incorporación de Ucrania a la OTAN. No está peleando a miles de kilómetros de su territorio, sino en su frontera.

Esto me parece un elemento esencial para analizar la situación. Especialmente cuando los sectores más agresivos de Occidente afirman que un triunfo en Ucrania solo sería el inicio de nuevas conquistas. Una expectativa imposible de sustentar en el escenario actual, ya sea el político o el militar.

La única “línea roja” entre Occidente –específicamente entre Washington y Moscú– es algo que obligue a una de las partes a escalar drásticamente el conflicto, estimó Sergey Poletaev, un analista especializado en política exterior rusa, en un artículo publicado la página rusa RT el pasado 30 de septiembre.

Para la subsecretaria de Defensa para Asuntos de Seguridad Internacional de los Estados Unidos, Celeste Wallander, un triunfo de Rusia en Ucrania pondría en duda la posición global de Estados Unidos.

Para la exprimera ministra de Estonia, Kaja Kallas –representante de las posiciones antirusas más extremas y que sustituirá al español Josep Borrel como encargada de la política exterior de la Comisión Europea–, “los ucranianos no luchan solo por su libertad y su integridad territorial. Luchan por la libertad de Europa. Si los rusos triunfan vendrán por más, porque nada los detendrá”.

Para el exprimer ministro británico, Boris Johson, que tuvo un papel decisivo en rechazar cualquier acuerdo de paz antes de que estallara la guerra, “Occidente obtiene grandes beneficios de la guerra de Ucrania”. “Kiev está luchando por nuestros intereses, a un costo relativamente pequeño”, agregó. Un costo que supera ya los 200 mil millones de dólares, que economías como la británica, o la francesa, o la misma norteamericana, profundamente endeudadas, solo pueden sufragar al costo de profundizar esos desequilibrios.

Como dijo el exSecretario de Estado de la administración Trump, Mike Pompeo, la expectativa es que, si logran derrotar a Moscú, Estados Unidos debería convencer a los rusos de unírseles para enfrentar juntos a China.

No parece una expectativa realista. El presidente ruso anunció, en septiembre, su nueva doctrina sobre el uso de armas nucleares. “Nos reservamos el derecho a utilizar armas nucleares en caso de agresión contra Rusia y Bielorrusia. Las armas nucleares pueden utilizarse si un enemigo supone una amenaza crítica para la soberanía de cualquiera de los dos Estados, aun mediante el uso de armas convencionales”.

Mientras Occidente sueña con incorporar, finalmente, Rusia a su mundo y completar así una obra que parecía terminada con el fin de la Guerra Fría, eso resulta hoy una aspiración que luce del todo imposible.

Sin embargo, considerando las capacidades militares en juego, no se puede descartar que el resultado termine siendo –ahora sí– una solución definitiva…

Corresponde al resto del mundo hacer los esfuerzos necesarios para evitar esa locura.

___________________________________________________

NOTA

1 Detalles de estas historias están contadas en el notable libro de Fritz Bartel, The triunph of broken promises. Harvard University Press, 2022.

¡Si! Estamos de acuerdo

José Luis Callaci

Estamos de acuerdo, con los que afirman, una vez sí y otra también: que Rusia posee una arma secreta poderosa. De acuerdo con los que lo hacen con el claro propósito de amedrentar y hacer creer que los rusos son gente peligrosa.

Coincidimos en que si existe esa poderosa arma, pero es el alma del pueblo ruso, la de un incomparable estoicismo y una permanente disposición a proteger, sin límites de sacrificios lo que le pertenece: Su Patria.

Así ha sido siempre a lo largo de la historia, al enfrentarse a múltiples invasiones y a todos los agresores que intentaron, y vanamente siguen haciéndolo, poner al pueblo ruso de rodillas.

Esa arma es indestructible.

La táctica militar del caldero o embolsamiento

Germán Gorraiz López – Analista

La incursión ucraniana en Kursk es el mayor ataque contra territorio soberano ruso desde que se inició el conflicto militar con Ucrania pues un mínimo de 5.000 soldados ucranianos apoyados por tanques y vehículos blindados habrían invadido el óblast de Kursk alcanzando más de 10 km de profundidad.

El objetivo confeso de  dicha ofensiva sorpresa sería obligar al mando ruso a retirar tropas de otras zonas sensibles del frente del Donbás y ocupar la central nuclear cercana a la ciudad de Kurchatov para posteriormente consolidar las posiciones alcanzadas y utilizarlas como armas de presión en futuras negociaciones de paz. Sin embargo, dicha ofensiva no habría conseguido sus objetivos iniciales, pues asistimos al imparable avance ruso en el Donbás, al agravamiento de la crisis energética ucraniana causada por los ataques rusos y al incierto futuro de la ofensiva ucraniana sobre Kursk.

Así, el Ejército ruso estaría utilizando la táctica militar del «caldero o encirclement»,  que consiste en rodear la totalidad o una parte de una fuerza enemiga y cuyo paradigma sería la batalla de Dunquerque de 1940. Se trataría de una situación sumamente peligrosa para la fuerza embolsada porque no puede recibir suministros ni refuerzos y pueden ser sometidas a ataques desde distintos flancos, y dado que la retirada es inviable, deben optar por la rendición o morir en el intento.

Revanchismo: el peligroso sustantivo que Alemania y Japón susurran cada vez más alto

Félix Madariaga Leiva

Félix Madariaga Leiva
Periodista

Sigue aumentando la preocupación internacional ante el conflicto que desde hace más de dos años enfrentan la Federación Rusa y Ucrania, una “guerra” construida a tablero desde occidente con la clara intención de derrocar o al menos debilitar el gobierno de Vladimir Putin. Muy tarde Ucrania se dio cuenta de haber caído en una trampa al decidir enfrentarlos. Estados Unidos estaba usando al extenso y estratégico país de Europa Oriental como carne de cañón contra Rusia. Lástima lo tardío de su reacción porque ni Estados Unidos ni Europa han sido los aliados que esperaban; el fallido intento de Estados Unidos de integrar a Ucrania en la OTAN no tenía otro objetivo que rodear a Rusia con bases militares, apuntando hacia Moscú misiles nucleares para no dar a Rusia tiempo de reacción ante un ataque. Estados Unidos nunca aceptaría la instalación de bases de un adversario tan cercanas a su territorio. Claramente para ellos sería un acto hostil, pero como ya hemos visto en innumerables ocasiones, la política norteamericana aplica para el resto del mundo la ley del embudo.

Es evidente que Chile no está cerca ni participa en primera persona, miles de kilómetros nos separan de ese conflicto bélico, que ilusamente pensamos -que al no alcanzar nuestras fronteras- no nos afectará. Sin embargo, sabemos que este conflicto podría escalar aún más con el involucramiento activo de actores como Alemania y Japón – aliados estratégicos de la OTAN; el primero miembro activo de la organización desde 1955 y el segundo que aunque no es parte de ella, es un aliado clave y se relaciona a través de acuerdos y programas personalizados; ambos países en una carrera armamentista sin precedentes, ambos países con políticas revanchistas.

De hecho, en diciembre de 2024 el primer ministro japonés Fumio Kishida anunció que su país duplicaría el gasto militar durante los próximos 5 años, dotándose de medios de defensa y aumentando sus capacidades para la guerra cibernética debido a la amenaza que suponen China y Corea del Norte; y en junio de 2022, Alemania informaba la histórica decisión adoptada ante el conflicto ruso-ucraniano que tras modificar las reglas de exportación de armas, aprobó también el mayor gasto para el departamento de Defensa de los últimos 83 años.

En diciembre de 2023 Japón exhibió su poderío militar y tecnológico. Reconocidos mundialmente por su excelencia en electrónica y tecnologías avanzadas, Japón no se está quedando atrás en el campo militar. Apoyado por su principal aliado Estados Unidos, está fortaleciendo su arsenal en respuesta a las crecientes tensiones con China, especialmente en torno a las Islas Senkaku y el Mar de la China Meridional. Cabe señalar que el ministro de Transformación Digital japonés Taro Kono, destacó el prototipo de un Caza (avión de Combate) de sexta generación llamado FX o F3 que fue ideado para estar una generación por delante del F35 (EEUU) y ser un rival superior para los Cazas chinos y rusos.

Las 5 armas militares más poderosas de Japón incluyen el Caza Mitsubishi F2, el avanzado Submarino Diesel-Eléctrico Clase Soryu, el Caza F-15J, el innovador Caza de Sexta Generación FX y el impresionante Buque Multipropósito Clase Izumo. Japón se está preparando para cualquier eventualidad, destacando su compromiso de comprar hasta 147 aeronaves F-35 y producir su primer portaaviones desde la Segunda Guerra Mundial.

Es innegable su gran desarrollo tecnológico, pero no son autosuficientes, dependen del armamento que les pueda proveer Estados Unidos, y en ese sentido, ya se sabe históricamente como proceden, dan apoyo hasta que no les conviene, como lo afirmaba claramente el expresidente John Quincy Adams a principios del siglo XX, «Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes«; de hecho, de su actual aliado recibieron 2 bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, cuyas consecuencias el país del sol naciente aún las sigue pagando.

También vale la pena preguntarse si Alemania va en camino a convertirse en una potencia militar. Desde el inicio del conflicto ucraniano debate sobre sus necesidades y responsabilidades en cuestiones de defensa. El país ha decidido aumentar fuertemente el presupuesto para el área y ha aprobado de forma especial un fondo de 100 mil millones de euros  para modernizar su ejército y cumplir el objetivo de la OTAN, es decir, destinar el 2% del PIB a gastos de defensa. Pero Alemania tiene un problema no menor, que es la escasez de personal (tropas militares) y trabajadores calificados para la construcción de armas, como lo señala Katarina Engberg, Delegada de Defensa de Suecia ante la OTAN. Lo que percibimos es un gran esfuerzo en fabricar armamento y conseguir soldados para la guerra, aun cuando lo más civilizado sería buscar acuerdos entre las naciones de tal manera que se asegure la paz.

¿Y dónde está el problema?

Desde el inicio del conflicto ruso-ucraniano, la OTAN entregó su apoyo a uno de los involucrados en la catástrofe. La inclusión activa de Alemania y Japón podría llevar el conflicto a un nivel aún mayor y desatar incluso una nueva guerra mundial, con la que sí todos nos veríamos afectados directamente. Como ejemplo, en junio de este año Ucrania y Japón firmaron un acuerdo de seguridad y cooperación para los próximos 10 años, en el que el país nipón se compromete a un financiamiento de hasta USD 12.000 millones, para el apoyo a largo plazo en ámbitos de seguridad y defensa, ayuda humanitaria, recuperación y reconstrucción de Ucrania.

Por otra parte, recientemente la OTAN inauguró en Alemania un centro de mando para Ucrania, el centro de Wiesbaden, desde donde se planificará y coordinará la asistencia de seguridad a Kiev. La base contará con unos 700 efectivos de países aliados de la OTAN y socios seleccionados.

Creemos que no son datos casuales, creemos que es deber de todos aquellos que desean vivir en sociedades democráticas, justas y equitativas defender la paz y buscar soluciones que no signifiquen la destrucción y la humillación de un país y sus habitantes. Independiente del lado en que nos encuentre este conflicto, de las razones que se esgriman, de las explicaciones y las justificaciones, creemos sobre todo en el derecho a vivir en paz. La superioridad militar de algunos países es un retroceso para el frágil equilibrio mundial, si el objetivo de Alemania y Japón es convertirse en potencias militares, no es por autodefensa, es la clara señal de un revanchismo que no se ha extinguido, sólo dormía esperando una excusa para despertar.

Fuentes:

https://actualidad.rt.com/actualidad/508436-pistorius-alemania-japon-realizar-ejercicios

El doble rasero USA-Americano

José Luis Callaci
Colectivo Amistad con Rusia

José Luis Callaci

De manera sorpresiva Richard Grenell, uno de los principales asesores del expresidente estadounidense Donald Trump, acaba de proponer la creación de zonas autónomas en Ucrania (?).

Ante tal sugerencia la respuesta de la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajarova es contundente y lapidaria. En ella le pregunta al citado asesor dónde estaba él cuando precisamente en las largas negociaciones que duraron ocho años y durante los Acuerdos de Minsk, fue Rusia la que apoyó ante la comunidad internacional la creación en Ucrania de una Federación de autonomías y darle así una finalización al conflicto. Así existe en España, en el Reino Unido y en otros países, y así, se garantizaría la integridad del país.

Pero los planes eran otros. Luego del Golpe de Estado del Maidán en el 2014, que potenció en el poder a ultranacionalistas nazis matriculados con los planes agresivos de la Alianza Militar de la OTAN, era seguir rodeando a Rusia con bases militares y armas ofensivas, amenazando con ello la seguridad del gigante euroasiático.

Se cruzó así la advertida Línea Roja mientras se agredía con actos genocidas a la población rusa en el extenso territorio del sureste de Ucrania conocido como el Donbás en el que habitan millones de rusos. En su respuesta la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia también le recuerda al señor Grenell que cuando él era Embajador de Estados Unidos en Alemania le pidió a los alemanes que abandonaran la construcción del gasoducto Nord Stream, interfiriendo gravemente en los asuntos internos de Rusia y Alemania.

Ahora todo se les ha dado vuelta. Los alemanes tienen serios problemas de abastecimiento de combustible y su economía se encuentra tambaleando. El pueblo ucraniano sufriendo lo que pudo ser evitado.

El doble rasero de siempre, de los que quieren seguir sintiéndose dueños del planeta, y a sangre y fuego tratar de someter a pueblos y naciones que no les practican genuflexiones.