La sociedad y el pueblo deben ser exigentes para recuperar una función pública basada en valores
José Luis Pacheco Murillo
Cómo han ido cambiando la vivencia de los valores morales y espirituales. Antes, era motivo de orgullo el comportarse de manera tal que quienes nos conocían tenían confianza en nuestro actuar y desempeño en las acciones que desarrollábamos. Había un deseo de hacer las cosas dentro del marco de la honradez y la transparencia y en caso de fallar ante eso, no solamente éramos castigados, sino que además se nos obligaba a reparar el error, ya sea con una acción correctiva o con una solicitud de disculpas y perdón y con el propósito de no volver a hacerlo. Eso implicaba una vergüenza que nos llevaba a un retiro temporal de la cotidianeidad y a un silencio respetuoso a la hora de asumir el castigo.
Hoy al parecer todo eso quedó atrás. Hoy vemos cómo son acusadas muchas personas de cometer acciones que riñen con esos valores morales y espirituales y es como si nada pasara. Al contrario, como que se sienten empoderadas ante esas acusaciones y no hacen nada por reparar el daño moral que no solamente a él o ella afecta, sino que nos afecta a todos.
El solo hecho de ser señalado como partícipe de una acción que significaba salirse de lo moral, de lo honrado y transparente era motivo de renuncia a seguir detentando un cargo o de pretender aspirar a alguno.
Hoy las cosas son diferentes. No importa tener acusaciones ante el Ministerio Público y la Fiscalía, no importa tener fecha para un juicio penal en el que puede salir con condena incluso de cárcel. No hay ni renuncia y menos vergüenza.
Hoy escuchamos cómo el expresidente Trump y el presidente Biden se apropiaron indebidamente de documentos de Estado y secretos, acciones que llevaron al ministro de Justicia a nombrar fiscales especiales para que investiguen esas acciones. Hoy sabemos que la organización empresarial de Trump evadió el pago de millones de dólares al fisco y amparándose en la quinta enmienda de la constitución se abstuvo de responder. Sin embargo, en ambos casos, en lugar de responder ante esas actuaciones con renuncias y con el dejar de aspirar, están pretendiendo presentarse como candidatos a la próxima elección presidencial. Una verdadera vergüenza para un pueblo que debe escoger entre personas cuestionadas.
Por nuestros lares no andamos muy lejos, muchos de los que hoy están con situaciones de denuncias y procesos penales en lugar de hacerse a un lado manifiestan deseos de aspirar a nuevos cargos para los cuales el manejo de los bienes públicos requiere de transparencia y honestidad.
Dios quiera que, de alguna manera, la sociedad y el pueblo puedan ser más exigentes con quienes evidencien esas actuaciones transgresoras de la moral y la espiritualidad y les castigue con el rechazo de sus pretensiones.