Mariana

Luis Paulino Vargas Solís
CICDE-UNED

Murió el papa Benedicto XVI y también el “Rey” Pelé. Permítanme decirles que también falleció Mariana, de apellidos Delgado Morales. Ella no fue una superestrella del fútbol, ni la jefa de una poderosa organización de alcances mundiales como lo es la Iglesia Católica. Mucho más importante que eso, ella fue una mujer indígena bribri, del territorio de Salitre, que luchó por los derechos de su pueblo y, en especial, por el derecho a disponer de sus tierras, esas mismas tierras que le han sido usurpadas bajo la mirada cómplice del Estado costarricense. Pero, en especial, Mariana fue mi amiga personal, mi compañera en el Centro de Investigación en Cultura y Desarrollo (CICDE) de la UNED y uno de los más bellos, dulces y nobles seres humanos que he conocido en mi vida.

No preciso exactamente cuándo, pero presumo que ella entró a trabajar con nosotros hace unos 6 o 7 años. Tiempo antes, por ahí, creo, de 2012, y con el total apoyo de nuestro rector, don Luis Guillermo Carpio, habíamos logrado algo que nunca nadie había hecho en ninguna universidad pública (y posiblemente en ninguna otra institución pública): crear una categoría laboral especial, que permitiría contratar a personas indígenas carentes de títulos académicos, pero portadoras de un rico conocimiento de las tradiciones y de la cultura indígena, el cual resultaba de invaluable importancia para el trabajo de investigación que realizábamos desde el CICDE.

La cuestión es que, empezando aproximadamente en 2011, un equipo nuestro, liderado entonces por doña Xinia María Zúñiga Muñoz, había empezado a desarrollar una línea de investigación que se alejaba del énfasis tradicional en las expresiones culturales de los pueblos indígenas, para mirarlos y visibilizarlos en su faceta como actores sociopolíticos autónomos, beligerantes en la reivindicación de sus derechos y actuantes en el escenario político nacional e internacional.

Mariana se incorporó a ese equipo. Yo, que fui director del CICDE desde el 1° de septiembre de 2010 hasta finales de mayo de 2022, tuve el honor de ser quien, atendiendo la recomendación de doña Xinia, decidió su incorporación a nuestro equipo, a la par de otro gran luchador y líder indígena, mi amigo Pablo Sibar Sibar, indígena brörán del territorio de Térraba.

De hablar suave y pausado, doña Mariana tenía un aura de timidez y ternura que escondía un espíritu indómito y luchador. A lo largo del tiempo la vi crecer y empoderarse, y sin perder jamás esa forma siempre tersa y dulce de hablar y de comportarse, presencié como se levantaba con firmeza y coraje para reivindicar los derechos de su pueblo, en general, y los de las mujeres indígenas en particular.

Muchas veces me contó de la zozobra cotidiana de su comunidad y de su familia, bajo el acoso permanente de los finqueros blancos, con sus sucias tretas intimidatorias y sus amenazas reiteradas. Imposible olvidar cuando, con ojos aguados por el doloroso recuerdo, me contó la forma como uno de sus hijos fue brutalmente apaleado por los matones a sueldo de los finqueros.

Descansa en paz, querida amiga, la luz del amor que regalabas a cada paso que dabas, y tu ejemplo de lucha y perseverancia, te mantendrán viva por siempre, en la memoria de tu pueblo y en el corazón de quienes te conocimos.

Hay algo que guardo en mi corazón y que jamás podré olvidar: el cariño que doña Mariana me profesaba y los abrazos que me regaló. Cuántas veces me dijo: “don Luis, lo admiro mucho por sus luchas”. Yo la admiraba muchísimo más a ella por las suyas. Y las veces que me agradeció estar en el equipo del CICDE, cuando, en realidad, el agradecimiento estaba de sobra, porque sus merecimientos eran infinitamente más grandes y, en todo caso, de haber algún merito, éste correspondía a la UNED, no a mí.