“Me apesta la humanidad, huele a muerte”

Macv Chávez

Dedicado a mi buen y admirado amigo: Edwards Herrera Vega, a quien no me canso de admirar por su capacidad intelectual, pero sobre todo gran calidad humana, en el día en el que pasa a ser importante para los políticos: porque al fin podrá votar.

No sé qué hora saldrá el sol. El cielo está como la gente de estos tiempos, entre sombras, a oscuras. Al parecer la miseria nos ha consumido hasta el punto de incapacitarnos para razonar. El miedo a la muerte nos ha transformado en zombis de nuestros tiempos, en animales domesticados para luchar por la supervivencia y sobrevivir, según el poder de nuestras vidas. Nos han separado por manadas, entre oprimidos y opresores, por eso seguimos el patrón de conducta inculcada por los pastores del poder, hasta el punto de ser los Eichmann de la modernidad, porque simplemente acatamos órdenes sin ningún tipo de remordimiento, porque inconscientemente hemos renunciado a ser personas, a tener conciencia, a distinguir entre el bien y el mal, para saber elegir entre el bien y lo mejor como seres trascendentales que somos, y todo para andar matándonos los unos a los otros, solo por seguir las órdenes de los Hitler de la miseria y opresión.

Quizás más de uno piense que todo esto lo digo porque puede ser que haya seguido a los peores ejemplos de vida: Sócrates bebiendo la cicuta para defender sus ideas, al Dios que habitaba en él: la conciencia, cuya idea cambió la contemplación del hombre, yendo de su exterior al interior; Ortega preocupado por el ser del hombre: su dignidad y circunstancia; Marañón igualando a los ricos y pobres en su consultorio y atenciones; Heraud luchando por la dignidad de los otros, con gran conciencia de la vida y del ser, que no se aleja de la reflexión de Sartre, quien nos indicaría que el prójimo no solo es aquel que vemos, sino aquel que nos ve, aunque nosotros no lo veamos, dándonos a comprender la extensión humana del ser en sí mismo, de ese yo universal que nos vendría a hablar Unamuno y por el cual una sola persona vale más que toda la humanidad junta, aunque de nada sirve que todos sacrifiquen a una sola persona, porque es indispensable que todos aprendamos a sacrificarnos a sí mismos; y por eso hemos podido contemplar que, a pesar de tantos sacrificios de una sola persona, como los ya mencionados anteriormente, así como de Jesucristo, Buda, Einstein, Hawking, entre tantos otros que cambiaron la historia de la humanidad, cosa que conocemos o podemos revisar en la historia de las revoluciones armadas, como intelectuales, seguimos girando en el mismo estilo de vida, entre supervivientes y sobrevivientes, opresores y oprimidos, amos y esclavos, por más que los matices de la modernidad nos lo presenta diferente, solo por la evolución de la tecnología y el conocimiento del hombre, ese que todavía sigue siendo pobre de ser, y por eso vemos tantas injusticias sociales, y todo porque hasta ahora no hemos aprendido a trascender.

Hoy hemos llegado al punto de que vivir es ser un pobre diablo endiosado, uno que quiere ser lo que no es: un dios, un ser que decide sobre el origen y fin de la vida, y por eso vemos a flor de piel las prácticas hipócritas de la defensa de la vida que nos encierra como roedores que se aferran a la vida sin siquiera haber aprendido a vivir, sin siquiera haber aprendido a ser persona, a tener conciencia: conocimiento pleno del ser y hacer, de la naturaleza de sí mismo; y, por ende, hemos destruido nuestro exterior como también nuestro interior, y por eso es que el consumo del mundo nos pasa factura cada cierto tiempo, como lo hizo con la gripe española, que mató entre 20 y 50 millones de persona en dos años, en un mundo menos globalizado que la actualidad, cosa que me lleva a cuestionar la realidad que vivimos con el famoso Coronavirus, porque si realmente el virus fuera un castigo de la naturaleza -como lo habían dicho al principio del año pasado, porque provenía de un murciélago- ya hubiera arrasado con más de 100 o más millones de habitantes, porque la naturaleza es indolente cuando tiene que recuperar su equilibrio, y más con las rápidas conexiones que existen ahora entre los continentes, y si no, miremos a los fenómenos del niño, esos que nos demuestran que por más inteligente que sea el hombre nunca podrá someter a la naturaleza del todo, porque ella tarde o temprano recupera lo que es su suyo sin importarle si arrasa con pueblos enteros.

Hoy nos han inutilizado hasta refugiarnos en la hipócrita idea de salvar la vida de los nuestros y los otros, sin darnos cuenta de que nos han adiestrado para responder de esa forma, porque somos inútiles como personas en sí, porque finalmente está demostrado que no hemos aprendido a ser persona, pues no tenemos conciencia de nuestra propia existencia, y todo porque no hemos aprendido a vivir; y, por ende, no tenemos conciencia de que la muerte es lo único seguro que existe en la vida, de la que no nos escaparemos hagamos lo que hagamos, simplemente porque la vida en sí no nos pertenece, porque es de quien nos la destino, llamémoslo Dios o simplemente Vida, con mayúscula, o -ya si quieren- naturaleza, porque nadie sabe exactamente hasta cuándo va a vivir, salvo que se suicide y la tinke, porque muchas veces hasta el suicida se salva de su asesinato. Y por eso creo que, simplemente no hemos aprendido a vivir como personas, porque no hemos aprendido cuál es el proceso de la existencia, esa que quizás la conocemos por la fotosíntesis enseñada en las escuelas, a la que se reduce la mayoría de los seres humanos: los domesticados, los que nacen, crecen, sobreviven, se reproducen, joden y se dejan joder para volver a joder y finalmente mueren sin dejar absolutamente nada que trasciende; y por eso hasta ahora no se tiene las bases para una mejor sociedad, una sociedad más humana que animal, más digna para todos los hombres (varones y mujeres y todas las demás orientaciones o elecciones personales) cosa que ayudaría a mejorar indiscutiblemente a las siguientes generaciones, como seres trascendentales que somos; y todo gracias a que todavía no existe conciencia del ser, a pesar de tanta dizque evolución humana; razón por la cual la dignidad sigue estando por los suelos, donde los endiosados del mundo (los opresores) siguen gobernando a las masa, a los borregos que van al matadero de la sobrevivencia, donde dejan su existencia para que otros puedan vivir del sudor de su frente, mientras que los otros, los supervivientes, contemplan cómo la masa se pelea entre la masa para sobrevivir, para comer y “disfrutar” de su efímera existencia, asesinando o asaltando a lo bestia salvaje, mientras que los supervivientes lo hacen de forma más inteligente, solo pasteando a las ovejas, tal y como lo hicieron cuando incentivaron a las marchas contra el dictador más inútil de la historia, quien no tuvo ni una hora de gobierno y ya era dictador, hasta el punto de que renunció sin gobernar jamás, simplemente porque el puesto le quedó demasiado grande para su tan escasa capacidad racional, porque en el fondo no era un dictador, sino un completo inútil, el tonto más útil de la historia, diría una amiga que se ríe a morir del pobre, para no renegar.

Hoy esa masa hormonal que antes gritaba dictadura está dormida ante la descarada corrupción que afronta la realidad nacional, y mundial. Está callada ante la miseria de la vida diaria, y digo miseria porque no es posible que a pesar de tanto conocimiento desarrollado sobre el ser humano y la dignidad del hombre todavía sigan existiendo abismales diferencias entre las personas en las atenciones de sus necesidades básicas: educación, salud, alimentación, vivienda, seguridad, oportunidad laboral, donde el poder económico gira en manos de unos pobres diablos, de unos infelices de la vida en sí, de unos que se creen más inteligentes que otros, cuando en sí solo son miseria humana, simplemente porque también es gente: masa que no ha aprendido lo que es su ser en sí; y, por ende, su existencia humana es tan superficial como el hecho de vivir entre la ley de la selva: sobrevive el más pendejo y fuerte, por eso los gritos miserables de la gente gira entre derechos humanos que no existen y que nos endiosan insufriblemente, porque son capaces de matar a lo Eichmann: sin sentir el menor remordimiento, porque es gente que justifica la caridad con la lástima, sin darse cuenta de que están cayendo en más miseria humana, ante situaciones que en sí son realmente desagradables y repugnantes como la violación y ciertas malformaciones humanas que nos golpean fuertes sufrimientos de impotencia, simplemente porque no se puede dar calidad de vida a esas personas, ,porque se requiere mucho esfuerzo para darles lo mejor, esfuerzo que la humanidad máquina u hormonal no está dispuesta a hacer, porque ellos tienen la función del disfrute en modo superpoderoso, y por eso los sacrificios no son de sí mismo, solo de su cuerpo, y no porque no se pueda en sí, sino porque seguimos cayendo en la miserable vida del hambriento, ese que busca tener más y más simplemente porque es incapaz de llenar o saciar su sed, porque lo que busca el ser no está en las posesiones exteriores sino en las interiores, y por eso que todas las grandes revoluciones que cambian la historia termina fracasando: simplemente porque no vemos al ser en sí mismo; y, por eso, la mayor lucha del hombre está en lograr la igualdad de la dignidad con la equidad del ser en sí mismo, es decir, debemos comprender mejor las capacidades individuales del ser, y para ello es indispensable que las personas aprendan a descubrir quiénes son para poder saber cuál es su quehacer, porque por más que todos podamos hacer de todo, el ser no goza a plenitud con todo, es decir, no se sacia haciendo todo, porque simplemente goza o trasciende haciendo aquello que le permite elegir siempre entre el bien y lo mejor, es decir, entre lo digno para uno sin trasgredir a los otros, porque si recordamos nuestros derechos y deberes “empiezan cuando termina de uno y terminan cuando empieza de otro”, simplemente porque nadie es más ni menos de sí mismo, sino complementarios para el equilibrio de la vida y la dignidad, tan igual como lo es la naturaleza.

Pero esto es algo que no se ve en la práctica de la vida del ser humano, simplemente porque, a pesar de tanto conocimiento humano, todavía no hemos aprendido a ser personas; y, por ende, caemos en los vacíos existenciales gritando dignidad donde no existe, reclamando derechos que no existen, simplemente porque no conocemos realmente nuestro ser en sí, haciendo shows de borregos para sentir que somos diferentes, cayendo en sentimentalismos baratos, en frases de autoayuda que yo lo llamaría lástima, porque quieren ser tratados como si fueran infantes incapacitados para comprender la realidad humana, y todo porque realmente no somos más que masa, rebaño que se mueve al grito del pastor, ese pastor que nos controla y encierra para servirle a los suyos, hasta el punto de que no hacen repetir “quédate en casa” sin tener oportunidad a cuestionarla, menos a contemplar lo que implica vivir en sí, porque las ovejas solo deben obedecer y repetir lo que sus amos les ordenan, mismo guacamayos: que repiten todo lo poco que su amo le enseña, cosa que llega a hacerme asquear interminablemente a  los humanos de estos tiempos, que no son muy diferentes a los de otros, con tantas injusticias sociales que se observan en la vida diaria: políticos ladrones y mentirosos, obras de desarrollo miserables, porque no duran en el tiempo, sino en la necesidad de la corrupción, donde la explotación del hombre por el hombre sigue humillándonos los unos contra los otros, porque, si profundizamos en la vida diaria, nos encontramos en la normalización de frases paupérrimas del ser, como “si los políticos son ladrones y corruptos, qué puedes esperar del pueblo”, “pero los humanos son así”, como si hubieran aprendido a ser personas, a trascender, a ir más allá de sí mismos, a explorar su interior y ser, hasta el punto de que son gente, gente que terminan siendo hienas, hienas dispuestas a devorarse a su inocente presa, al cojudo que se deja estafar porque cree en el valor de la palabra, porque piensa que todos son como él, sin ver que la realidad es distinta: miserable, porque la gente también es igual de miserable y corrupta que sus pastores (los políticos), solo para no ser ellos la carne que llevan al matadero de la vida de opresión, y todo porque la realidad todavía nos hace vivir en el constante miedo de morir si no nos adecuamos al sistema, porque la honestidad y dignidad no es rentable ni sociable, porque vivimos en sociedades putrefactas, sociedades que apestan a miseria, que huelen a muerte, porque simplemente la masa ha muerto como ser individual, como persona, para ser masa, animal doméstico al adaptarse al sistema para poder sobrevivir, sobrevivir como un animal que se deja guiar por su pastor, ese mismo que le meterá el miedo a morir solo porque no ha aprendido a vivir, hasta lograr encerrarlo peor que a una rata de laboratorio, porque la rata no tiene la misma capacidad de razonar que nosotros, quienes podemos comprender mejor la realidad, mejor que los demás animales.

Penosamente la realidad es corrupta y miserable en la sociedad de la mayoría, esa mayoría desnaturalizada de su ser, robotizada y domesticada, acostumbrada a ver normal a la miseria, como parte de la vida diaria, solo porque no ha podido contemplar otra realidad, hasta el punto de olvidar que somos diferentes a los demás animales, por más que nos comportemos peor que ellos, como bestias extremadamente salvajes, y todo por estar incapacitados para razonar gracias a cojudos que se creen dioses, quienes finalmente nos dictan las normas de vida, porque ellos son los que viven pensando que si son astutos podrán escaparse de la muerte como Sísifo, solo que burlándonos de los unos y los otros, de los “inferiores a uno”, los más débiles; y no de los cojudos dioses de la vida diaria, de los miserables opresores, hasta ser unos revolucionarios hormonales como en tiempos donde todavía no se conocía la dignidad del hombre, donde el conocimiento del ser era tan pobre como el hombre del mito de la caverna, un cavernícola incapacitado para socializar,  porque simplemente nos dejamos guiar por los olores sexuales que unen a los unos con los otros para un mismo fin: sobrevivir, cuando deberían ser como los revolucionarios del Reddit: inteligentes, hasta el punto de poner en jaque a los lobos que gobiernan gran parte de la economía del mundo, simplemente porque no es tiempo de una revolución de armas, sino una donde la inteligencia sepa jaquear hasta matar a los reyes del mundo, porque es ahí donde se concentra la peste humana, esa que huele a muerte y comete grandes genocidios a lo Eichmann.

Pucallpa, 31 de enero de 2021 a las 15:16 horas.