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Mientras mujeres y niñas mueren bajo los escombros en Gaza, la alcaldesa de San Ramón visita al estado que perpetra la masacre

No en nuestro nombre

Por Enid Cruz Ramírez
Trabajadora social, feminista y defensora de los derechos humanos de las mujeres

Mientras más de 38.000 personas han sido asesinadas en Gaza según cifras del Ministerio de Salud palestino, la mayoría mujeres, niños y niñas, duele, preocupa y ofende profundamente que figuras públicas de nuestro país, entre ellas la alcaldesa de San Ramón, realicen visitas oficiales al Estado de Israel. Este no es un viaje neutro, ni técnico, ni casual. Es una declaración política, en medio de una guerra genocida que ha sido condenada por organismos internacionales, redes de derechos humanos y millones de voces alrededor del mundo.

Desde octubre de 2023, Israel ha emprendido una ofensiva militar masiva sobre la Franja de Gaza que ha arrasado hospitales, escuelas, refugios y viviendas. La Corte Internacional de Justicia (CIJ), tras la denuncia presentada por Sudáfrica, ha advertido que existen fundamentos plausibles para investigar a Israel por genocidio. Organismos como Human Rights Watch, Amnistía Internacional, Naciones Unidas y el propio relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, han denunciado crímenes de guerra, castigo colectivo, desplazamiento forzado y un sistema de apartheid.

En este contexto devastador, ¿cómo puede una mujer en posición de liderazgo político como lo es la alcaldesa ramonense, justificar su presencia en un país que hoy encarna una de las peores violaciones al derecho internacional humanitario en la historia reciente?

Como activista feminista, como trabajadora social y como mujer ramonense, me siento en la obligación de alzar la voz. Esta visita no solo contradice los valores históricos de paz y neutralidad que ha defendido Costa Rica, sino que también ofende a quienes creemos en un feminismo comprometido con la vida, la dignidad y la justicia de todos los pueblos, no solo del nuestro.

Nos preguntamos:

  • ¿Qué significa para una mujer lideresa de lo local avalar con su presencia un régimen que bombardea a niñas mientras duermen?

  • ¿Qué clase de cooperación se puede construir desde la indiferencia ante el sufrimiento masivo?

  • ¿Cómo se puede hablar de derechos humanos en los discursos, mientras se estrechan manos manchadas de sangre?

Ser autoridad pública es más que administrar recursos. Es también representar principios. Y hoy, quienes defendemos los derechos humanos desde las comunidades, desde el territorio, desde el cuerpo y la voz de las mujeres, decimos con claridad: no se puede representar a San Ramón ni a Costa Rica desde la complicidad con el genocidio.

Este es un llamado urgente a la conciencia y a la memoria histórica. A quienes hoy viajan y sonríen entre banderas de guerra, les recordamos que los pueblos no olvidan. Que la historia juzga. Y que, en tiempos de barbarie, la neutralidad no es una opción ética.

No en nuestro nombre.
No en nombre de las mujeres que luchamos por la vida.
No en nombre de las comunidades que aún creemos en la paz con justicia.

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