A poco más de un mes, el régimen Boluarte – Otárola ya carga en sus espaldas el horror de decenas de muertos, cerca de 50 víctimas. Todos eran gente del pueblo que protestaban contra la criminalización de sus luchas y el golpe de Estado en el Perú. Se trata, no cabe dudas, de un gobierno criminal con ansias de poder que se ha interesado más en proteger la “propiedad”, desproteger la vida de sus ciudadanos y escalar la represión a nivel de masacre y genocidio.
Convencidos de que “la paz brota de la justicia” lamentamos mucho el proceder de las principales iglesias cristianas en esta coyuntura. Desde el campo católico como del evangélico, recientes pronunciamientos tienen en común equiparar a las víctimas y a sus agresores, como un enfrentamiento entre iguales. Incauta o premeditadamente han utilizado la figura de Caín y Abel cuando en realidad se trata de David y su honda resistiendo a Goliat y su mortal armadura. Del pueblo de “Israel” huyendo del todopoderoso Faraón. De Jesús y su látigo contra los mercaderes del templo. Del Perú profundo luchando por dignidad y justicia frente a los intereses de las transnacionales, la oligarquía y las élites de la sociedad peruana.
La explícita determinación del Premier Alberto Otárola, real comandante de las fatales decisiones del gobierno, en complicidad con Dina Boluarte, apuntan clara e insensiblemente que nuestros hermanos y hermanas seguirán recibiendo balas, palos y gases como respuesta a sus justos reclamos. Esta situación hace apremiante que bases y cúpulas de las iglesias, católica y evangélicas, abandonen la comodidad camaleónica de una supuesta “neutralidad” y denuncien proféticamente en nombre de Dios el carácter terrorista, asesino e ilegítimo del actual régimen. Desde el sur va creciendo y extendiéndose cada vez más el clamor popular que exige a los líderes religiosos delaten con todas sus letras el régimen Boluarte – Otárola, sin el inaceptable y vergonzoso argumento de que “debemos apoyarlos a pesar de sus excesos”.
El criminal gigante no debe permanecer en pie; en este momento, su furia ya muestra su flaqueza. Desde la espiritualidad, las prácticas pastorales y los compromisos con los más excluidos y pobres de la tierra, urge que Obispos, Pastores, liderazgo y comunidades cristianan opten por la vida y no por la muerte, tomen partido, como lo manda el Evangelio, al lado de los más débiles. Porque nuestras luchas van “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo”.
Colectivo Ecuménico por el Perú – CEP
“Defended al débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso” (Salmo 82:3).