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Etiqueta: Augusto Pinochet

Información desclasificada sobre la DINA: «una fuerza policial tipo Gestapo» en Chile

El 18 de junio de 1974, el registro oficial de la dictadura militar chilena publicó el Decreto 521 sobre la creación de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta responsable de algunos de los crímenes de derechos humanos más emblemáticos del régimen. Para conmemorar el 50º aniversario de la creación oficial de la DINA se publica una colección curada de documentos desclasificados de la CIA, la DEA, el FBI y el Departamento de Estado, junto con registros chilenos clave, que reflejan la historia de las horribles atrocidades contra los derechos humanos y los crímenes terroristas de la DINA.

El decreto firmado por el general Augusto Pinochet y otros miembros de la junta militar estableció oficialmente la DINA con el «propósito de producir requerimientos de recolección de inteligencia para la formulación de políticas, planes y adopción de medidas requeridas para la seguridad y el desarrollo del país», pero la medida también incluía tres artículos secretos que facultaban a la DINA a operar como una fuerza de policía secreta para vigilar, arrestar, encarcelar y eliminar a cualquier persona considerada opositora al régimen. El nuevo decreto dio «bendición legal/oficial a una organización que ya está plenamente activa», informó el agregado de Defensa de Estados Unidos a Washington. Otros miembros del ejército chileno consideraron la orden de la junta como «los cimientos sobre los que se construirá una fuerza policial tipo Gestapo».

La DINA fue creada como una organización militar fuera de la cadena de mando militar, reportando directamente a Pinochet como jefe de la junta. Como decían los artículos secretos del decreto, la nueva Dirección de Inteligencia Nacional era la «continuación de la Comisión DINA» creada en noviembre de 1973, sólo ocho semanas después del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Para cuando se inauguró oficialmente, la DINA ya era la fuerza de seguridad más temida de Chile, si no de toda América Latina. «Hay tres fuentes de poder en Chile», le informó un oficial de inteligencia chileno a un agregado militar estadounidense a principios de 1974: «Pinochet, Dios y la DINA».

Como principal organismo del aparato represivo del régimen, la DINA se hizo tristemente célebre por sus centros secretos de tortura, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas de cientos de civiles y actos de terrorismo internacional. La siniestra fuerza de la policía secreta, según un informe especial del Senado basado en documentos aún clasificados de la CIA, llegó a tener 3.800 oficiales, operativos y personal administrativo —la cifra está mal escrita en el informe como 38.000— con un presupuesto anual de 27 millones de dólares. Según ese estudio, la DINA «se estableció como un brazo de la presidencia, bajo el control directo del presidente Pinochet». El director de la DINA, coronel Manuel Contreras, según la Agencia de Inteligencia de Defensa de Estados Unidos, «ha reportado y recibido órdenes únicamente del presidente Pinochet».

A medida que expandía sus operaciones, DINA también recibió apoyo organizativo de la CIA. En febrero de 1974, Pinochet pidió personalmente al subdirector de la CIA, Vernon Walters, que ayudara a la DINA en su «período formativo». Walters organizó un almuerzo para Contreras en la sede de la CIA en Langley, Virginia, a principios de marzo de 1974. A mediados de 1975, la CIA incluyó brevemente al director de la DINA en su nómina como un activo pagado.

Obtenido de una página de la Universidad George Washington.

Compartido con SURCOS por Gerardo Hernández Naranjo.

En los 50 años del golpe de Estado contra el gobierno de la Unidad Popular: parecía que había una derecha democrática…

Gilberto Lopes

Septiembre del 2023, en Santiago

Parecía que la había: una derecha democrática. “Pero era porque tenían el control, el poder de veto”. “Cuando vieron que la democracia podría permitir a otros tomar el control, entonces estuvieron contra la democracia”, dijo Fernando Atria.

Estoy otra vez sentado con Atria, abogado constitucionalista, exconstituyente, en su casa, en Santiago, en una conversación que se prolonga ya por seis años. El mismo hilo conductor de siempre.

La forma política chilena caducó el 18 de octubre del 2019, cuando estallaron las enormes protestas por un aumento del transporte público, que luego se transformaron en un verdadero estallido social, me dijo en mayo del 21, cuando integraba la Asamblea Constituyente.

Tres años antes, cuando aspiró, sin éxito, a una curul en la Cámara de Diputados –y Sebastián Piñera lograba su segundo mandato presidencial– me habló de un cambio de época en la política chilena, desde las protestas del 2011. Percibía el país sometido a una forma de gobierno incapaz de producir las transformaciones significativas que le hacían falta.

Una crisis sin solución

–Hace seis años, en 2017, me dijo Ud. que había un “cambio de época” en la política chilena. Pero que las demandas de impugnación del modelo neoliberal no podían ser satisfechas sin una nueva constitución. Se avanzó en esa dirección, pero creo que poca gente se imaginó que llegaríamos al punto actual, con el proceso constituyente en manos del pinochetismo. ¿Qué sigue?, le pregunté, en vísperas de las conmemoraciones de los 50 años del golpe contra la Unidad Popular, cuando la elaboración de una nueva propuesta de constitución entraba en su fase final.

“Sigo creyendo que Chile necesita una transformación y que la constitución lo impide”, dijo Atria. “Esta situación, lo que produjo fue una progresiva deslegitimación, hasta que estalló el proceso. Solo entonces se abrió la posibilidad de una transformación de verdad. Esa posibilidad fracasó y no se va a realizar ahora. Una de las razones es porque llegó demasiado tarde. La crisis va a quedar sin solución”.

En un Consejo Constitucional de 50 miembros, la derecha tiene una amplia mayoría. Solo los republicanos, de José Antonio Kast, tienen 22 representantes, a los que se suman los seis de la UDI y cinco de Renovación Nacional-Evopoli. A partir del 16 de septiembre han venido votando (y aprobando) prácticamente todas las reformas que el grupo ha hecho al texto más consensuado que un Comité de Expertos había preparado.

“Quienes controlan la mayoría en ese proceso están convirtiendo su proyecto de Constitución en una fuente de odio sectario y mezquindad”, dijo el 21 de septiembre pasado el rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Álvaro Ramis. “Lo que se ve en el Consejo es un pantano en el que se revuelcan personajes mediocres”.

Al final, el 17 de diciembre, los chilenos deberán acudir de nuevo a las urnas para aprobar o rechazar el texto que les presenten, cuya radicalidad ha empezado a crear incomodidad en sectores de la misma derecha.

A 50 años del golpe

–Visto a 50 años de distancia del golpe, pareciera que Chile necesita retomar el rumbo de reformas interrumpido por la dictadura. La hija de Allende, la senadora Isabel Allende, reivindicó la obra de su padre y el programa de la Unidad Popular en su discurso del 11 de septiembre. La derecha respondió a ese programa con un golpe, que lo ha puesto entre paréntesis durante estos 50 años. ¿No le parece que hace falta retomar ese hilo político?, le pregunté a Atria al iniciar nuestra conversa.

“Sí, desde luego. Hay que retomar el hilo. Continuar la construcción de ese Estado social es lo que Chile necesita”, me dijo. Pero no es el 12 de septiembre del 73, agregó. El programa de Allende, la experiencia de la UP, hay que verlos en el contexto del desarrollo chileno en el siglo XX. En la década de los 60, en el gobierno de Frei (64-70), hubo un intento por redefinir el rol de la propiedad, la presencia del Estado de la economía. Eso tiene que ver con la propiedad como una forma de redistribuir el poder y fue explícito en el caso de la reforma agraria”.

La senadora Isabel Allende, hija de Salvador Alende, recordó ese proceso histórico al hablar en La Moneda, el 11 de septiembre.

“Mi padre transitó todo Chile, recorrió en más de la mitad de su vida el país, desde la cordillera y los valles al mar, desde el desierto hasta los hielos patagónicos. Representó en el Congreso al norte, centro y sur como diputado y senador; y en sus cuatro campañas presidenciales escuchó las voces de miles de personas e instó a la construcción de movimientos sociales amplios, diversos, plurales”.

“En esos años, el 60% de las familias percibía el 17% de los ingresos del país, mientras que 2% de las familias controlaba el 46% del ingreso nacional. La mortalidad infantil superaba los 200 fallecidos antes de un año por cada mil nacidos vivos, la pobreza era brutal y, por supuesto, multidimensional”.

El gobierno de la Unidad Popular recogió su pensamiento, recordó. “Más allá de sus dificultades y errores, redistribuyó la renta, aumentó significativamente el sueldo mínimo, las pensiones, democratizó el crédito, nacionalizó las principales riquezas naturales del país, profundizó la reforma agraria, combatió la desnutrición, abrió espacios de participación para la toma de decisiones, duplicó el descanso postnatal, estableció igual salario para hombres y mujeres que trabajaran en el Estado, incrementó las becas y programas especiales para trabajadores y para mujeres en las universidades, promovió la cultura, la lectura, desarrolló la medicina social, le dio un par de zapatos a todos los niños que no los tuvieran, entre muchos otros logros”.

Lo que sucedió en Chile en aquellos años, dijo Isabel Alende, “pasó a ser parte de la historia de vida de millones de ciudadanos que se sintieron interpelados y se movilizaron de muchas formas, inspirados por Allende”.

Hoy esa derecha busca tergiversar los hechos para culpar a la UP y al Presidente Allende del golpe de Estado. Pero los verdaderos responsables –agregó– “fueron quienes quebraron la institucionalidad, bombardearon este palacio, persiguieron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a miles de chilenos. Y, sin duda, quienes los ampararon políticamente y guardaron silencio cómplice ante las atrocidades que el país vivía”.

Democracia y derechos humanos

La historia nos muestra que estos 50 años de la historia de Chile han sido 50 años de lucha por retomar un hilo que el golpe de Estado cortó. Una lucha que no se interrumpió nunca, ni siquiera cuando las condiciones eran las más dramáticas y todo parecía imposible.

Lo había dicho Allende: “No se detienen los procesos sociales ni con la represión, ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. A ese camino me parece que hacían referencia Atria e Isabel Allende.

Boric prefirió hablar de democracia y derechos humanos. No es que a Atria y a la senadora Allende el tema no les importara. Pero el abordaje es distinto.

Le pregunté a Atria si la reivindicación del presidente de promover los derechos humanos “sin anteponer ideología alguna” no lo termina alineando con una política conservadora que ha sido el fundamento de la violación de esos derechos, en Chile y en América Latina. Aliado, además, a lo más conservador en la región. ¿Es ese el camino para la defensa de los derechos humanos?, pregunté.

Se toma un tiempo piensay me dice: Sí y no… “No creo que una política internacional pueda definirse por el tema de la incondicionalidad de los derechos humanos. Pero, con independencia de al lado de quien termine Boric, hay un valor en la idea de la incondicionalidad de los derechos humanos”.

Se toma un tiempo nuevamente… “Latinoamérica necesita tener una izquierda cuyo compromiso democrático sea fundacional. Que permita compensar el daño que a la izquierda latinoamericana ha causado la situación de Venezuela y Nicaragua”.

Y agrega: “Pero en política no es indiferente el lado donde uno termina.

En su política orientada a constituir una izquierda latinoamericana, el gobierno no ha tenido el empuje que yo esperaba”.

Hay que leer los discursos de Boric: el del 11 de septiembre, el de Naciones Unidas, y el de la OEA, al inaugurar la puerta Salvador Allende. “La democracia es el único camino para avanzar hacia una sociedad más justa y humana y es, por lo tanto, un fin en sí mismo”, dice Boric. Se trata de “una construcción continua, es una historia de nunca acabar”.

Es difícil encontrar asidero en la historia para afirmaciones como esas. La misma indefinición del concepto de “democracia” permite sus más variados usos. En una reciente reunión de la derecha más rancia, latinoamericana y española, celebrada en Argentina, se decía que la “democracia” es el único sistema “capaz de garantizar la libertad, el progreso, la justicia y la sustentabilidad”.

Casi al mismo tiempo se reunían en Roma, el pasado 20 de septiembre, más de 140 académicos de 15 países en un seminario chino-europeo sobre derechos humanos con el título de “Modernización y Diversidad de los Derechos Humanos entre civilizaciones”.

Boric habla “a las nuevas generaciones, a las que crecieron o nacieron en democracia y que, por lo tanto, la dan por hecho”. ¿Qué les dice? Dice que los problemas de la democracia siempre deben resolverse con más democracia y nunca con menos. Que “los derechos humanos son una base ética e irrenunciable elección política”, que no tienen color político, que deben ser promovidos y defendidos en todo tiempo y en todo lugar, que su condena debe ser clara, “sin importar cuál sea el color del gobierno que los vulnere”. Asegura que no pretende “entregar recetas ni dar lecciones nadie”.

Naturalmente, nada de eso es posible. ¿Qué va a hacer si Estados Unidos no hace ningún caso a sus exigencias de que ponga fin a las ilegales sanciones a países como Venezuela y Cuba (a la que tiene sometida a drásticas medidas hace más de 60 años, condenadas prácticamente por la unanimidad de la Asamblea General de Naciones Unidas)? ¿Puede hacer algo? ¿Irá por el mundo repitiendo su condena? Apunta particularmente al gobierno de Nicaragua. Antes lo había hecho con el de Venezuela. ¿Tratará por igual las violaciones a los derechos humanos de los Estados Unidos (que ni siquiera es miembro de los organismos interamericanos de derechos humanos, como la Convención o la Corte) y las que denuncia en otros países?

Nada de eso tiene sentido. No es posible tratar el tema de los derechos humanos (si se pretende avanzar en algún sentido) sin considerar circunstancias políticas, el escenario histórico. O sea, transformar los principios en políticas activas e inteligentes para avanzar en la solución de los problemas. Esa capacidad de aplicar los conceptos generales a las situaciones concretas es una cualidad escasa, indispensable para cualquier político.

Al final, Boric termina entregando recetas y dando lecciones. Termina alineado con lo más conservador de Latinoamérica, sin poder resolver un desafío al que se enfrenta cualquiera que pretenda hacer política: transformar los principios generales (en los que están de acuerdo un vasto espectro, de derecha y de izquierda), en aplicación práctica de esos conceptos. Ha renunciado a esa tarea. Le basta con un concepto general, una idea que nos hace recordar la introducción de Atria: Parecía que había una derecha democrática. Pero era porque tenían el control, el poder de veto.

Rechazo de la derecha

Consecuente con esa visión, Boric persigue un alineamiento político que se ha revelado imposible en Chile. A sus intentos unitarios, la derecha replicó leyendo nuevamente en el congreso la polémica resolución del 22 de agosto de 1973, en la que sentaron las bases para el golpe de septiembre, desatando una respuesta airada de los parlamentarios que representan, de algún modo, lo que puede considerarse como fuerzas cercanas al proyecto de Allende. En su texto, la derecha responsabiliza a Allende de la ruptura institucional, como justificativa para el golpe.

Hace tan solo un mes, en agosto pasado, el general Ricardo Martínez, excomandante del ejército, publicó un texto modesto y polémico, de 140 páginas, titulado “Un ejército de todos”, de notable importancia política. Ahí redefine el papel del ejército en escenarios políticos turbulentos, entre ellos el del período de la Unidad Popular. En los últimos 50 años, afirmó, “una sucesión de hechos relevantes involucró al Ejército”. Pero ninguno tuvo más importancia para la vida de la nación y para sus ciudadanos que “el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, en el que asumió el comandante en Jefe del Ejército como presidente de la junta de gobierno”.

El general Martínez reivindica el papel de dos de sus antecesores en el mando del Ejército, los dos asesinados por conspiraciones civiles y militares de la derecha: el general René Schneider (en cuyo asesinato –asegura– participaron civiles y militares en servicio activo, con el apoyo de la CIA), y el del general Carlos Prats, antecesor de Pinochet en el mando del Ejército. Asesinato de Prats y su esposa, en septiembre de 1974, en Buenos Aires, donde había buscado refugio después del golpe. Un crimen “cobarde, cruel y repudiable”, dice el general Martínez, “una vergüenza institucional”.

No es posible extenderme aquí en las reflexiones de un libro lleno de lecciones, que me parce mucho más útil para aplicar una política de derechos humanos al caso de Chile que la reiterada reivindicación de una idea, sin asidero en el análisis de lo concreto. Pienso, por ejemplo, que, si Boric hubiese invitado al general Martínez a acompañarlo en La Moneda, en el acto del cincuentenario del golpe, habría enviado un mensaje de unidad mucho más lúcido y potente a los ciudadanos que su discurso reiterado de consignas.

“Se ha intentado invertir las responsabilidades sobre la tragedia que vivimos todos durante los largos 17 años más oscuros de nuestra historia”, denunció en su discurso la senadora Allende. “Los verdaderos responsables fueron quienes quebraron la institucionalidad, bombardearon este palacio, persiguieron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a miles de chilenos”, afirmó.

Ese escenario político dejó claro que la consigna del “nunca más” –repetida hasta el cansancio– no es más que un deseo, pero que no le da a los chilenos orientación alguna para conseguirlo. Para lograrlo solo hay dos caminos: o se renuncia a todo cambio significativo en el país, para que esa derecha no se sienta amenazada; o se crea la fuerza política necesaria para promover esos cambios, sin que otro golpe pueda evitarlo. Pero la consigna, vacía de contenido político, contribuye poco –o nada– al logro de lo que aspira. Lo mismo que una concepción vaga de la democracia no deja orientación alguna para una población ávida por conquistarla.

Quizás todo esto tenga mucho que ver con las dificultades para celebrar los 50 años del golpe de Estado, sin que ningún objetivo político –sustituidos por los buenos deseos del presidente– haya convocado a la población a retomar el sendereo perdido.

Una puerta errada

La celebración del cincuentenario coincidió con la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, hacia donde el presidente chileno viajó una semana después.

Ahí reiteró su discurso:

los problemas de la democracia se resuelven con más democracia; los derechos humanos no tienen color político… Criticó las sanciones que Washington impone a Cuba y Venezuela. No habló de las aplicadas contra Nicaragua.

Pero el acto final del cincuentenario estaba aún pendiente. Se celebró en la sede de la OEA, en Washington.

Boric destacó, en su página de “X”, que la OEA había nombrado su puerta principal en homenaje al expresidente Salvador Allende, junto a 32 países que se adhirieron a esta decisión”. Y posó, dándole la mano, al secretario general de la OEA, bajo un hermoso tapiz con la imagen del presidente Allende.

50 años después, la idea de transformar la imagen de Allende en una puerta en la OEA me parece infeliz… Es inevitable comparar con otra puerta –tan recordada en estos días–, la de Morandé 80, por donde fue sacado el cuerpo del presidente Salvador Allende.

La imagen de esa puerta (que Pinochet mandó clausurar), llenó de recuerdos –y de lecciones­– a los chilenos.

¿Qué lección nos deja la puerta Salvador Allende de la OEA, inaugurada por un secretario general comprometido con el golpe de Estado en Bolivia, en una institución cuyo desprestigio no puede ser mayor en América Latina?

La OEA no merece esa puerta, ni Allende ese escarnio.

La gran conspiración

Óscar Madrigal

Oscar Madrigal

El 15 de setiembre de 1970 en una reunión de 15 minutos, entre las 3:25 y las 3:40 de la tarde, el presidente Richard Nixon ordenó a la CIA que iniciara una intervención en Chile para impedir que llegase al poder y se mantuviese en él, el presidente electo Salvador Allende. En ese encuentro en la Casa Blanca estaban presente Henry Kissinger, John Mitchell, fiscal general, y Richard Helms director de la CIA. Las órdenes fueron explícitas de promover un golpe de estado.

Kissinger se convirtió en el principal arquitecto de las políticas de desestabilización del gobierno de Allende.

“Allende fue elegido legítimamente, el primer gobierno marxista que ha llegado al poder a través de elecciones libres” señaló el propio Kissinger a Nixon en un memorando decisivo, de carácter confidencial/delicado, fechado el 5 de noviembre de 1970, explicando por qué Estados Unidos no podía permitir que tuviera éxito la pionera “vía pacífica” de Allende a favor del cambio. “Cuenta con legitimidad a los ojos de los chilenos y de la mayor parte del mundo; no hay nada que podamos hacer para negarle esa legitimidad o alegar que no la tiene”. Pero, si Allende generaba un ejemplo exitoso de gobernabilidad, “la propagación imitativa de fenómenos similares en todos lados”, argüía Kissinger “afectaría a su vez de manera significativa el equilibrio mundial y nuestra posición dentro de él”. El gobierno de la Unidad Popular de Allende representaba un peligro para Estado Unidos, advertía, porque “su efecto en tanto “modelo” puede resultar insidioso”. Ese modelo, pues, debía ser destruido”.

Los dos párrafos anteriores son básicamente del libro “Pinochet desclasificado. Los archivos secretos de Estado Unidos sobre Chile”, del escritor estadounidense Peter Kornbluh.

En 2003 el entonces Secretario de Estado de EEUU, Colin Powell ante una pregunta respecto a la validez moral de la intervención estadounidense en Chile decía:

“No es un capítulo de la historia de Estados Unidos del que estemos precisamente orgullosos”.

Sin embargo, esos capítulos no han dejado de seguir escribiéndose. El mismo Powell lo hizo con Irak, Afganistán y muchos otros países.

Dicen que existieron discrepancias entre los militares sobre la duración que debían mantenerse en el poder. Para algunos debía ser una medida que terminara con el gobierno de Allende y al cabo de un año se volviera a las elecciones; otros en cambio, entre ellos Pinochet, pensaban en un periodo más largo. La política de Nixon y Kissinger alentó un gobierno dictatorial y genocida por un largo tiempo como al final resultó. El propósito fue no solo acabar con toda la izquierda, sino tomar a Chile como campo de experimentación de las políticas de los Chicago Boys.

Pinochet, además, fue promotor del Plan Cóndor con el apoyo de los gobiernos gringos. El Plan proponía a las otras dictaduras genocidas del Cono Sur, eliminar a sus opositores en el exterior. Así fue como Pinochet personalmente ordenó el asesinato de Carlos Prats, exjefe del ejército chileno, en Buenos Aires y de Orlando Letelier, ex ministro de Allende en la misma capital de EEUU, Washington, dentro de los casos más sonados.

Actualmente no existe ninguna duda de la participación del gobierno de Estado Unidos en el derrocamiento de Salvador Allende.

La experiencia que queda es que la política de los gobiernos estadounidenses es de injerencia en los asuntos internos de los países, en especial de América Latina. La política exterior gringa es de irrespeto a la autodeterminación de los países, de la soberanía nacional, en gran o menor medida, de forma abierta o encubierta, pero siempre está presente.

Los gobiernos democráticos y las fuerzas de izquierda y democráticas deben considerar esta influencia por definición. Hasta dónde llegue depende de varias condiciones, pero siempre estará ahí. Alguna vez se le oyó decir a Kissinger: “Nosotros establecemos los límites de la diversidad”.

Antes de la medianoche del 16 de octubre de 1998, dos agentes de Scotland Yard penetraron una clínica privada, desarmaron a los guardaespaldas privados, impusieron 8 policías ante la puerta de la habitación y le leyeron una orden de Interpol de detención al convaleciente Augusto Pinochet. Después se le abrieron procesos judiciales por genocida, torturador y asesino. Una declaración forense de Demencia Senil, lo salvó de la cárcel.

50 años del golpe militar de Chile de 1973: Estados Unidos desclasifica documentos secretos

Foto extraida de esta nota de prensa de El Pais (España) Titulada «La reunión privada entre Kissinger y Pinochet: «Queremos ayudarlo: simpatizamos con lo que están tratando de hacer aquí» (25/05/2023) elaborada con ocasión de los 100 años de Henry Kissinger y la desclasificación de nuevos documentos sobre Chile en Estados Unidos.

Nicolas Boeglin, Profesor de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica (UCR). Contacto: nboeglin@gmail.com

En los días previos a la conmemoración de los 50 años del golpe de estado militar en Chile de 1973, Estados Unidos ha decidido oficialmente desclasificar documentos mantenidos en reserva desde cinco decenios: véase nota de The Progressive Magazine y nota de RFI.

Se trata de nuevos documentos que vienen a añadirse a muchos otros liberados en años pasados por algunas administraciones norteamericanas, y registrados en este sitio de la Universidad George Washington: se trata de un extenso programa de investigación dedicado a Chile – que no se limita únicamente a la desclasificación de documentos norteamericanos – y que cuenta con este enlace con abundante información.

Documentos aún sensibles, 50 años después

Si bien la prensa internacional ha puesto de relieve las razones por las que este golpe de estado de 1973 estremeció a América Latina y a la comunidad internacional en general (véase por ejemplo, esta nota de la BBC cuya lectura recomendamos), el involucramiento de Estados Unidos ampliamente documentado desde entonces es un aspecto que merecería ser añadido (por ejemplo a los cuatro puntos mencionados en el precitado artículo de la BBC).

No está de más referir a este documento manuscrito de 1970 en el que se autoriza a derrocar al futuro Presidente de Chile si llegara a tomar el poder (véase enlace cuando se desclasificó en el 2020, en el que se indica que: «Fifty years after it was written, Helm’s cryptic memorandum of conversation with Nixon remains the only known record of a U.S. president ordering the covert overthrow of a democratically elected leader abroad» ).

En esta otra nota se lee que la más reciente desclasificación de documentos por parte de Estados Unidos en agosto del 2023 obedeció a solicitudes expresas realizadas por las actuales autoridades de Chile:

«After withholding this document in its entirety for decades, the CIA finally released the September 11, 1973, PDB today in response to a formal petition from the Chilean government of Gabriel Boric for still secret records as the 50th anniversary of the coup approaches. The CIA also partially declassified a second PDB, dated September 8, 1973, which erroneously informed President Nixon that there was “no evidence of a coordinated tri-service coup plan” in Chile and said that “should hotheads in the navy act in the belief they will automatically receive support from the other services, they could find themselves isolated.”

The two PDBs are among the most historically iconic of missing records on the September 11, 1973, military coup because they contained information that went to President Nixon as a military takeover that he and his top advisor Henry Kissinger had encouraged for three years came to fruition«.

Para información de nuestros estimables lectores, las dos precitadas citas refieren al texto en inglés que se lee, elaborado por el programa de investigación sobre documentos desclasificados de la Universidad George Washington, que analiza cada uno de los documentos liberados en los últimos años por parte de Estados Unidos.

La entrega de documentos oficiales ante el derecho a la verdad: luces y sombras

Desde la perspectiva del derecho internacional público, cabe precisar que no existe obligación alguna para un Estado de liberar documentos de la reserva en la que los mantiene al considerarlos «sensibles«. Cada Estado dispone de un sistema nacional de archivos con informes internos, datos y registros de diversa índole: sus máximas autoridades son las que deciden, si son documentos confidenciales, mantenerlos fuera del alcance del público o bien revelar su existencia.

Es así como Panamá debió esperar que se cumplieran los 30 años desde la invasión norteamericana de 1989 para que Estados Unidos aceptase finalmente liberar una gran cantidad de documentos clasificados (véase nota de El Pais – España).

En otros casos, documentos e informes policiales son «encontrados«, como los denominados «archivos del terror» descubiertos gracias a informantes en una casa en la localidad de Lambaré en Paraguay en diciembre de 1992 (véase publicación de la Corte Suprema de Justicia paraguaya e interesante video del momento en el que un juez paraguayo ingresa a la vivienda para verificar la presencia de dichos archivos e incautarlos).

Los documentos encontrados en Paraguay permitieron documentar una gran cantidad de causas en distintas partes del Cono Sur. También permitió a la justicia italiana condenar el 8 de julio del 2021 a 14 personas por la muerte de 43 personas, víctimas del Plan Condor (a saber 6 italo-argentinas, 4 italo-chilenas, 13 italo-paraguayas y 20 uruguayas): véase nota en italiano de la ONG italiana CILD. De igual manera en el 2010, la justicia francesa condenó a los responsables de la desaparición de cuatro ciudadanos franceses en Chile (véase nota de Le Monde del 18/12/2010).

Volviendo al caso de Chile, es de saludar la voluntad férrea de sus actuales autoridades de obtener la liberación de documentos clasificados por parte de la actual administración norteamericana.

Cabe precisar que en materia de «soft law«, la resolución E/CN.4/RES/2005/66 de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas – hoy denominada «Consejo de Derechos Humanos» – adoptada por consenso en el 2005, a iniciativa de Argentina (su texto está disponible en la red), y titulada «El derecho a la verdad» se limita únicamente a indicar que:

«5. Alienta a los Estados a que presten a los Estados interesados la asistencia necesaria al respecto«.

La ausencia de obligación jurídica entre dos Estados de entregar información que posee uno a otro, relacionada a violaciones de derechos humanos cometidas en el pasado, en nada impide que tengamos una dinámica totalmente distinta cuando nos interesamos a los tribunales nacionales e internacionales de cara a la implementación del derecho a la verdad. En este caso, son los colectivos de víctimas y de familiares y asociaciones de derechos humanos los que han hecho valer ante sus propias autoridades o bien ante los tribunales nacionales (y si estos fallaron en su contra, en los tribunales internacionales) este derecho que asiste a toda víctima de exacciones cometidas en el pasado por autoridades estatales (sea en su contra o en contra de alguno o varios de sus seres queridos).

Al respecto, un muy completo informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el Derecho a la Verdad, publicado en el 2014 (véase texto) detalla los alcances del derecho a la verdad en el sistema interamericano de protección de los derechos humanos. La larga lista de casos conocidos por la Corte Interamericana de Derechos Humanos que figura al final de este artículo del 2008 titulado «El derecho a la verdad en situaciones de post-conflicto bélico de carácter no internacional» da una idea de las pautas que ha venido fijando al respecto la jurisprudencia del juez interamericano, y ello desde sus primeras sentencias contra Honduras a finales de los años 80.

Es de notar que los significativos avances observados en América Latina en materia de derecho a la verdad siguen sin lograr permear al sistema judicial en España: la primera exhumación del cuerpo de una víctima del franquismo ordenada por la justicia se logró en el 2016 gracias a una solicitud proveniente de … la justicia argentina (Nota 1).

Las actuales autoridades chilenas: más decididas que sus antecesoras

A diferencia de su antecesor al cargo, el Presidente actual de Chile se ha mostrado mucho más exigente en cuanto a la búsqueda de la verdad a partir de lo ocurrido el 11 de setiembre de 1973 en Chile.

El pasado 30 de agosto, se firmó en Chile un Decreto para lanzar un nuevo Plan Nacional de Búsqueda de los aún miles de ciudadanos chilenos que aparecen en listas de personas desaparecidas en Chile (véase comunicado oficial). Desde el 2013, un informe del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas sobre Chile así lo recomendaba (véase informe). El 22 de diciembre del 2017, de manera bastante tardía y finalizando su segundo mandato, una primera iniciativa había sido lanzada por la entonces Presidenta de Chile (véase nota de France24).

Incluso en su cuarto informe (1989) el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la situación en materia de derechos humanos en Chile, el costarricense Fernando Volio Jiménez, refería a la importante labor que esperaba a la sociedad chilena con relación a conocer el paradero de las víctimas de desaparición forzada (véase enlace a informe) (Nota 2).

Este reportaje de The Guardian del 2019 titulado «Where are they?: families search for Chile´s disappeared prisoners» (véase enlace) detalla de una manera muy completa el drama de familias chilenas ante la falta de información sobre lo sucedido a sus seres queridos y la falta de voluntad política que significó la llegada en marzo del 2018 del Presidente Piñera en lo que respecta a la búsqueda de personas desaparecidas en Chile.

La Operación Cóndor ante el derecho a la verdad: la respuesta del juez interamericano ante la poca (in?) capacidad de la justicia nacional

Otra trágica iniciativa para América Latina como lo fue el denominado «Plan Condor«, que involucró no solamente a Chile (y a Estados Unidos), constituye un ámbito en el que aún quedan muchos documentos por desclasificarse en Estados Unidos: este informe del CELS (una reconocida ONG de Argentina) explica cómo funcionó a partir de 1975 entre los Estados del Cono Sur este plan coordinado tendiente a borrar el efecto protector que significa para una persona que se siente amenazada cruzar una frontera.

Cabe recordar que fue tan solo en el 2016 que el Plan Cóndor fue objeto de una primera decisión condenatoria por parte de la justicia penal argentina, con respecto a altos mandos militares argentinos, varios de ellos nonagenarios al momento de escuchar la sentencia (Nota 3).

Al 2023, los sistemas judiciales en el Cono Sur siguen tramitando causas de víctimas y de familiares de víctimas: en este enlace se registran algunas de las acciones legales ante tribunales nacionales relacionadas al Plan Condor.

Ante la resistencia de algunos jueces a nivel nacional para investigar y sancionar hechos relacionados al Plan Cóndor, el sistema interamericano de protección de los derechos humanos ha ofrecido (y sigue ofreciendo) a las víctimas una posibilidad de obtener justicia.

En esta importante sentencia del juez interamericano del 2011 (caso Gelman vs. Uruguay) se lee que:

«51. El plan Cóndor operaba en tres grandes áreas, a saber, primero, en las actividades de vigilancia política de disidentes exiliados o refugiados; segundo, en la operación de acciones encubiertas de contra-insurgencia, en las cuales el papel de los actores era completamente confidencial y, tercero, en acciones conjuntas de exterminio, dirigidas a grupos, o individuos específicos, para lo cual se conformaban equipos especiales de asesinos que operaban dentro y fuera de las fronteras de sus países, incluso en Estados Unidos y Europa.

  1. Esta operación fue muy sofisticada y organizada, contaba con entrenamientos constantes, sistemas de comunicación avanzados, centros de inteligencia y planificación estratégica, así como con un sistema paralelo de prisiones clandestinas y centros de tortura con el propósito de recibir a los prisioneros extranjeros detenidos en el marco de la Operación Cóndor«.

En la sentencia dictaminada contra Argentina 10 años después, en septiembre del 2021 (caso familia Julien Grisonas vs. Argentina), la Corte Interamericana de Derechos Humanos indicó que el «plan criminal interestal» amerita un esfuerzo coordinado de sus integrantes, al precisar que:

«288. En congruencia con las solicitudes efectuadas, la Corte dispone que el Estado argentino, en el plazo de un año contado a partir de la notificación de este fallo y por las vías que considere adecuadas, haga las gestiones pertinentes para convocar a los otros Estados que habrían tenido intervención en la ejecución de los hechos del caso: la República Oriental del Uruguay y la República de Chile, y, en general, en el contexto de la “Operación Cóndor”, es decir, la República Federativa de Brasil, el Estado Plurinacional de Bolivia, la República del Paraguay y la República del Perú, a efecto de conformar un grupo de trabajo que coordine los esfuerzos posibles para llevar adelante las tareas de investigación, extradición, enjuiciamiento y, en su caso, sanción de los responsables de los graves crímenes cometidos en el marco del referido plan criminal interestatal. Dicha coordinación deberá reflejarse en un plan de trabajo común entre las autoridades competentes, según la materia de que se trate, ejecutado en observancia del marco jurídico nacional e internacional aplicable, y con auxilio de los mecanismos de cooperación internacional y asistencia mutua. Así, el trabajo coordinado entre autoridades de los distintos Estados habrá de emprender esfuerzos conjuntos para el esclarecimiento de lo ocurrido durante la “Operación Cóndor”, como escenario en el que fueron perpetradas sistemáticas violaciones a los derechos humanos, incluidas las que damnificaron a las víctimas del presente caso«.

A modo de conclusión

Pese a los 50 años que nos separan de aquel fatídico día para Chile y para el mundo que significó el 11 de setiembre de 1973, aún muchas preguntas persisten en el tiempo: desde ya Estados Unidos podría útilmente aclararlas, liberando todos los documentos clasificados que aún posee en sus archivos secretos con respecto a lo ocurrido en Chile.

Para las víctimas chilenas y sus familiares que siguen persiguiendo la verdad a través del tiempo, y buscan conocer el destino de sus seres queridos, desde Chile o desde afuera, su extenuante combate es ejemplar: ha inspirado, inspira y seguirá inspirando, estamos seguros de ello, a muchas familias y a varias generaciones de América Latina y del mundo en su exigencia de verdad y de justicia.

– – Notas – –

Nota 1: Véase al respecto BOEGLIN N., «JusticiA con A de Ascensión: a propósito de la exhumación de una fosa española a solicitud de una jueza de Argentina«, Revista de Pensamiento Penal, 2016. Texto disponible aquí.

Nota 2: Sobre las estrechas relaciones existentes entre el derecho a la verdad y las víctimas de desaparición forzada, véase la obra FERRER MAC-GREGOR E. & GONGORA MAAS J.J., Desaparición forzada de personas y derecho a la verdad en el sistema interamericano de derechos humanos, UNAM/IIJ/CNDH, México 2019. Texto integral disponible aquí.

Nota 3: Véase al respecto BOEGLIN N., «Plan Condor: la justicia argentina se pronuncia«, sitio jurídico de DerechoalDia, edición del 6/06/2016, texto disponible aquí.

50 años del golpe de estado en Chile 1973 – 2023

José Joaquín Meléndez González

El triunfo de Salvador Allende en Chile con la Unidad Popular, la alianza en el Congreso de la Democracia Cristiana para la ratificación de Presidente, no obstante la división de ese partido y la esperanza de un pueblo, llega a la Presidencia de la República de Chile, Salvador Allende. Ese triunfo en América despierta nuevas esperanzas en la juventud, aspiraciones de la clase trabajadora y los pueblos con ansias libertarias, se unían nuevamente en un horizonte de sueños, cantos, arte y realidades socialistas. Obviamente, por otra parte, se conocía la reacción reservada de la derecha recalcitrante y conservadora.

Los resultados empiezan a emerger, las reformas sociales evidentes como la nacionalización del cobre que se encontraba en manos de compañías estadounidenses, la cooperativización de empresas privadas, el mejoramiento de las condiciones laborales, salariales y alianzas con los sindicatos; la reforma agraria. Su popularidad alcanza cifras muy significativas expresadas con el triunfo en las elecciones parlamentarias y luego en 1973 las municipales. La euforia generalizada lanza la voz hacia el PODER POPULAR. La juventud cantaría en las calles: ¡El pueblo unido jamás será vencido!, canto que se extendía cruzando fronteras y sobrepasando los ANDES, llegando como el aire a todo América.

Aparecerán luego las reacciones de la ultra derecha, la CIA, el gobierno de los Estados Unido a tejer la desestabilización del gobierno con medidas económicas y financieras, el desabastecimiento de bienes y servicios, la inflación galopante, se había producido el asesinato del General, René Schneider, el ascenso como jefe del Estado mayor del ejército de Carlos Prats y su época del Tanquetazo quien renunciara posteriormente, luego, con el consentimiento de Allende el ascenso al Estado Mayor como Jefe del Ejército, el General Augusto Pinochet. La Cofradía Náutica del Pacífico Astral inicia en secreto la planificación el Golpe de Estado, la marcha de las cacerolas vacías, la huelga de los transportistas, la huelga de los mineros, colegios médicos. El terrorismo ante la destrucción de las torres eléctricas y puentes, la reacción a la reforma educativa, la transformación bancaria. Todo ello fue caldo de cultivo y excusa hacia el Golpe de estado y el asesinato de Salvador Allende en el Palacio de La Moneda.

El golpe de estado perpetrado por Augusto Pinochet se consolida el 11 de setiembre de 1973 y con ello la persecución, muerte, asesinatos, torturas, desaparecido, disolución del congreso, los campos de concentración, las migraciones a todos los confines de la Tierra.

Costa Rica se constituye en un territorio de asilados, de estadía y tránsito.

Como dirigente del Sindicato de Educadores Costarricenses, SEC, me tocó vivir la triste experiencia de tantos y tantos chilenos. Puedo dar testimonio de la ayudar a chilenos en búsqueda de trabajo como diagramadores en centros especializados, imprentas, empresas comerciales, en la Universidad Nacional, UNA y en el Ministerio de Educación. Particularmente hospedé en mi casa a Alberto Vidaurrázaga Henríquez, quien llegó destrozado por las torturas, las uñas levantadas, no hablaba, no quería ni salir a la sala, a su hermano se lo habían matado, su madre impotente magistrada. Alberto, medianamente restablecido, lo integramos como educador en Boca de Parismina, bajo nombramiento de Fernando Volio Jiménez quien sabía de los sucesos en Chile pues había visitado ese país y enfrentado a Pinochet como Miembro de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos. También hospedé en mi casa al Senador, César Godoy Urrutia del Partido Comunista, quien había sido diputado, educador, dirigente del gremio de los educadores en Argentina, periodista; le acompañaba su señora esposa María Herrera Ferrado. Al Senador Godoy le hospedé en paso de muerte, como consecuencia de las torturas causando el cierre de la uretra cuya infección trascendía a su cuerpo durante el viaje a Costa Rica, por las torturas le habían trancado la orina, sus dolores y espasmos eran espantosos. Logré la ayuda del Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáenz que lo visitara, le internara en el Hospital Calderón Guardia y fuera atendido de inmediato por el Dr. Salas quien lo intervino con una sonda y le aliviara de su intenso dolor. Con medicamentos y el cuidado de su señora se fue recuperando no obstante su avanzada edad. Decide trasladarse a México donde vive por largo tiempo, sin embargo, su sueño fue regresar a Chile donde fallece el 1 de diciembre de 1985, bajo el gobierno de Pinochet.

También vivimos la experiencia con nuestro amigo compañero y fundador del SEC, Rogelio Cedeño Castro, quien por estudios y compartir con el pueblo chileno la experiencia socialista, fuera agredido, confinado al campo de concentración del estadio de Santiago luego expulsado hacia Costa Rica con su señora esposa chilena Luz María de la Cruz Redon bajo condiciones deplorables, así recibido en el Aeropuerto Juan Santamaría.

Los dirigentes nacionales del Continente agrupados en la Organización Regional Interamericana de Trabajadores; ORIT, realizamos un encuentro en Santiago de Chile apoyando el Referéndum del SÍ y del NO respecto si continuaba o no Pinochet en el Poder. Asimismo, el apoyo al Secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, Manuel Bustos exigiendo su liberación, quien había sido sentenciado a 10 años de cárcel y su destierro. El apoyo lo representamos en la gran manifestación masiva, la cual fue reprimida por las fuerzas militares y carabineros con garrote y dispersada usando la “chompipa” la cual lanzaba agua fétida y gas lacrimógena. El pueblo ganó el referéndum y Pinochet sale derrotado ante el sufragio popular.

Estos 50 años nos han de servir para reflexionar, porque las aspiraciones de libertad, paz, desarrollo, democracia, trabajo y justicia siguen palpitando en nuestros corazones en el continente hasta el triunfo final, pese a las posturas dictatoriales de presidentes y fuerzas militares.

San José, Costa Rica, 9 septiembre 2023

Fiesta en el infierno el 10 de diciembre del 2006

Isabel Ducca D.

El 28 de julio de 1999 fue una fecha extraordinaria en la vida del diablo. Ese día Juan Pablo II afirmó que el infierno no existía. El demonio, como había estado tan ocupado, desde hacía tantos siglos, en repartir latigazos, avivar calderas o mantener helados ciertos círculos, no supo qué hacer. La orden le llegó tan de improviso que no le quedó más que sentarse a cavilar sobre aquella nada en que se le había convertido el infierno. Sus subalternos pedían explicaciones y él no sabía qué responder. Les dio a todos vacaciones mientras se despejaban los nublados de su mente y los citó para algún día incierto.

Decidió irse a dar una vuelta por Roma para ver qué explicaciones obtenía. Tenía tanto tiempo de no andar por estos rumbos que hasta le pareció buena idea esa clausura del infierno y ese descanso. No se lo tomó a mal. Con el mejor de los ánimos, se lanzó a su nueva aventura.

No había terminado de llegar a la plaza de San Pedro cuando se llevó su primera gran sorpresa. Se abrió paso entre una multitud de mujeres para observar qué sucedía. Había una gran hoguera en media plaza y aquellas mujeres gritaban: “¡Nunca más una torturada!”, al momento del grito lanzaban al fuego una sotana con el nombre de algún inquisidor. Ahí figuraron: el papa Adriano VI, Alonso de Salazar, Bernardo Gui, el papa Alejandro II, el papa Paulo IV, Konrad von Marburg, Pedro de Arbués, Roberto Belarmino, Tomás de Torquemada; hasta sotanas con el nombre de Calvino y Lutero desfilaron ante sus ojos. Cuando vio que lanzaban al fuego un ejemplar de El martillo de las brujas, se interesó `por el asunto; como pudo le robó a una mujer un ejemplar cuando estaba a punto de lanzarlo a la hoguera.

Se fue a un rincón y empezó a leerlo. Esa edición contaba con un prólogo en el cual explicaban lo sucedido y cómo la cacería de brujas había servido a los grandes intereses económicos para empobrecer el campesinado, arrebatar tierras comunales y engrandecer las riquezas del Vaticano y de otros reinos.

No sabía qué hacer ni qué decir. Suspendió la visita a Juan Pablo II y siguió a las mujeres. Por casualidad, se fue detrás de unas mujeres latinoamericanas que se dirigían a un foro donde las Madres de la Plaza de Mayo iban a exponer sus veinte años de lucha. Ahí escuchó hablar del Plan Cóndor, Richard Nixon, Henry Kissinger, Rafael Videla, Augusto Pinochet, dictadura de los militares y un gran etc. Por su parte, las centroamericanas dieron su versión de la guerra de baja intensidad emprendida por Ronald Reagan y demás desastres como empobrecimiento, persecución, desapariciones, matanzas, aldeas quemadas y otro gran etc.

El diablo no sabía por dónde empezar a ordenar aquel rompecabezas. Sin embargo, llegó a una primera conclusión. Desde que el imperio romano se había cristianizado, él había estado a las órdenes de los señores de la dominación, de los Señores de la Muerte. Él debía estudiar y aprender mucho de lo que sucedía en este mundo, pues se había limitado a ejecutar castigos y recibir órdenes; había sido su burócrata. Por lo que estaba escuchando y observando, se había dedicado a castigar a las víctimas. Encima de que habían sido explotadas, castigadas, torturadas, violadas en este mundo, llegaban al infierno a recibir castigos por pensar y sentir diferentes o simplemente por ser humanos con dignidad.

En América Latina, se enteró de todo lo que había sucedido desde 1492, cuando desembarcó Colón y los misioneros empezaron a repartir torturas y castigos en su nombre. Después de eso, ya no tuvo dudas: “Estos desalmados, mis hijos más auténticos, han renegado hasta de mí. Han venido creando infiernos aquí en la tierra y me lo han ocultado. Llevan mi sello. ¡Ahora sabrán quién soy!”.

Cuando en abril del 2007, Benedicto XVI afirmó que el infierno sí existía el diablo no dijo nada. No se reunió con nadie. Ya él había su quehacer desde mucho antes. Había enviado a todos sus diablos a recabar información con nombres, fechas, datos, crímenes de todos los que crean verdaderos infiernos en este mundo. Se había encontrado un viejo archivo guardado con mucho esmero en el Hades, donde se enteró que el verdadero rol de Satanás había sido el de acusador frente al juicio divino. Pero no le dio importancia. Las fiestas seguirían como siempre que recibían a un gran criminal. Pero esta vez, se había asegurado de que ninguno se le escaparía. En plena agonía del que lleva la marca diablo, están del más allá asegurándose que se lo llevan derechito.

Por esa razón, cuando Augusto Pinochet murió en diciembre del 2006 el demonio ya lo reconocía con su marca. Él no podía dejar escapar a un perverso de esa estatura. Cuando estuvo frente al demonio y este lo empezó a condecorar, los diablillos a aplaudir y a decirle una y mil lisonjas, se puso furioso, gritó que él no se merecía estar ahí, que él era un verdadero salvador y padre de los chilenos, que los había salvado del demonio del comunismo.

El demonio se esperaba esa respuesta. Ya sabía, porque lo había escuchado andando por aquí, que los victimarios se sienten como dioses; no son, según ellos, culpables de nada y no quieren saber nada de los efectos depredadores de sus acciones. Por esa razón, a quienes no se reconocen como creadores de infiernos terrenales, les da su propio veneno.

Ahí está Pinochet sentado en una sala vacía, en medio la nada, escuchando los testimonios de todas las personas que fueron torturadas, de quienes tuvieron que salir huyendo de Chile para salvar su vida, de todas las madres que perdieron a sus hijos e hijas, de toda la niñez que creció con hambre y con miedo, de todas las personas que mandó matar, sufrir o explotar de alguna forma. Para no multiplicar los padecimientos de las víctimas, solo se escuchan sus voces. Ellas fueron liberadas de cualquier infierno, pues al demonio no le interesan las víctimas, se sintió rebajado. Él quiere victimarios tan auténticos como él.

Cada genocida, escuchará por toda la eternidad las voces de sus víctimas hasta que se reconozca con la marca de la perversidad.

A los cincuenta años del golpe militar contra el pueblo chileno, no debemos olvidar nunca lo que genocidas como Augusto Pinochet o Henry Kissinger hicieron.

¡En nombre de sus víctimas, prohibido olvidar!

Imagen: https://nuso.org

Boric (Boboric): los bandazos y vaivenes del «merluzo»

Mg. José A. Amesty Rivera

Gabriel Boric Font, presidente de la República de Chile, desde el 11 de marzo de 2022, del partido Apruebo Dignidad, ganó la presidencia con el 83,03% de los votos escrutados, obteniendo el 55,52%.

Este hecho tuvo signos de alegría, triunfo e incertidumbre por parte del pueblo chileno; primero, por derrotar a su oponente de ultraderecha pinochetista, José Antonio Kast. Pero de dudas, porque los candidatos de centro izquierda en Chile, han dado cambios, un ejemplo inobjetable fue la actitud de la presidenta Bachelet, en su gestión de gobierno, aparentemente de izquierda o socialista. Segundo, porque Boric, dio unas declaraciones ambiguas en relación al presidente Nicolás Maduro, diciendo que en Venezuela se violan los Derechos Humanos. Entonces habría que esperar el desarrollo de los acontecimientos, luego de sus primeros días de gobierno supuesto de izquierda.

Parece ser cierto, que aquel triunfo de Gabriel Boric, dio un portazo a la continuidad de los gobiernos de derecha en el país, aunque esto habría que refrendarse en los primeros años de gestion política, y cerró el ciclo del pinochetismo, con un duro golpe al fascismo.

La historia nos devela hechos inconcebibles para el pueblo chileno, ante un vaivén, unos bandazos del presidente Boric, que nos recuerda sus actitudes durante su campaña electoral, post electoral, y durante su gestion, veamos:

Desde su triunfo en Chile, se vienen especulando, por lo menos tres suposiciones en torno a su gestión del gobierno venidero.

La primera, es de esperanza, deseando un gobierno de ayuda para los sectores más necesitados; segundo, es de los que están esperando que iniciara su gobierno para «ver»; tercero, los que no veían en Boric, nada de lo prometido por él, sino más bien, una especie de gestión socialdemócrata, y cuarto, otros, vieron en él los rasgos de un disfrazado fascismo pinochetista.

También, algunos señalaron que, al menos perdió la derecha neoliberal en Chile, expresada en el gobierno de Sebastián Piñera, reivindicándose la larga lucha de años en Chile buscando bienestar para todos los sectores de la sociedad, y el legado de Salvador Allende; y otros tuvieron dudas sobre la destrucción de la Constitución de Pinochet y una posible instauración de una Constituyente.

En este mar de supuestos, dudas y argumentaciones, deseamos presentar algunas consideraciones. En este sentido, primero, veamos que ha sido Chile en estos últimos años.

No es cierto que Chile siempre haya sido una especie de barómetro para Latinoamérica, catalogándola como la panacea en el logro de reivindicaciones económicas, cuando la realidad ha sido la implementación de políticas neoliberales.

Y así, según el escritor Omar Rafael García Lazo, el neoliberalismo llegó a América Latina de la mano de Pinochet. Desde entonces, Chile se consolidó como un gran aliado de Estados Unidos y el mejor ejemplo de democracia y crecimiento económico sostenido, obviamente, sin mirar los efectos sociales «colaterales».

Durante décadas, Chile fue acumulando una deuda social, que amenazó con estallar en varias ocasiones, desde la revuelta de octubre 2018, y en el 2019, se produjo una masiva protesta que estremeció los cimientos neoliberales del país.

En los últimos años, se dirime un pulso entre las fuerzas progresistas y la derecha, que tuvo su primera señal de cambio en las grandes protestas sociales que derivaron en la elección e instalación de una Asamblea Constituyente, comicios en los que la derecha tradicional, no obtuvo un buen resultado, mientras que sectores independientes, progresistas y de izquierda lograron la mayoría de constituyentes.

Sin embargo, nada aún está definido. La dictadura, el terror consustancial y la exclusión provocada por el neoliberalismo, profundizaron la enajenación y el hastío en una sociedad cada vez más fragmentada.

El plebiscito que resultó de la crisis social con vistas a aprobar la Constituyente, solo movilizó al 50 % del electorado, a pesar del movimiento que generó la crisis social e institucional que atraviesa ese país. Aunque fue una participación y una votación históricas, en lo adelante la indiferencia podría favorecer los esfuerzos de la derecha radical.

Segundo, veamos quién es Gabriel Boric, según su actuar y decir.

Afirmamos que Gabriel Boric, no es un bastión de la izquierda latinoamericana. Veamos algunos datos.

  • Boric firmó, durante la «Concertación» hacia la Constituyente, las condiciones de la misma, denominada Constituyente amarrada, ya que hubo y hay muchos condicionamientos para que se establezca en el país.
  • Boric, desde los tiempos como diputado, fue acusado de tener doble moral, ya que acusaba a Colombia de violación de Derechos Humanos, y no volvía a ver a su propio país.
  • También, se le ha criticado por estar alineado a las políticas de USA, incluso utilizando el mismo discurso de Trump.
  • En algún momento Boric, se atrevió a hablar de la «dictadura en Cuba», cuando algunos de sus predecesores presidentes como Lagos, Bachelet (supuestos de izquierda), ninguno lo hizo.
  • En algún momento se definió como socialdemócrata.
  • En su primer discurso como ganador de las elecciones, habló de ir «poco a poco» en su gestión de gobierno y posibles cambios, como para no incomodar a la oligarquía chilena.
  • Cuando ocurrió el Golpe en Bolivia, enmudeció y no dijo nada al respecto.
  • Su programa de gobierno, en nada se parece al de Allende, cuando algunos se atreven a verlo como un Allende.
  • Lo fuerte de Chile es la minería, y en ningún momento se ha mencionado la nacionalización, por parte del presidente electo Boric.
  • Una de sus últimas perlas, es que se ha conocido que el espacio político de la «Concertación», quien Boric firmo, apoyo y estuvo al frente de ella, fue financiada por la NED estadounidense, y que la organización «espacio público» también recibió fondos de ella, estando allí un familiar cercano de Boric.

Hay dudas y vacilaciones sobre las posturas de Boric, en la primera y segunda vuelta electoral, en aquel momento:

En la primera vuelta, Boric se alió con un grupo heterogéneo formado por el Partido Comunista, el Frente Amplio (compuesto por diversos partidos y movimientos de izquierda con excepción del Partido Socialista) y una variedad de grupos ambientalistas, feministas y LGBTQ.

Pero en la segunda vuelta, Boric amplió todavía más esta coalición con el agregado de los socialistas, el centroizquierdista Partido por la Democracia, los democristianos y algunas organizaciones centristas. Cabe pues hacerse la misma pregunta que el politólogo chileno Patricio Navia: ¿cuál de las dos alianzas gobernará, y en qué plataforma se basará el gobierno de Boric?

Boric moderó (juega a la moderación) sus posturas en la segunda vuelta, cuando pasó de culpar a la coalición política que gobernó el milagro económico de Chile, la «Concertación», a buscar el apoyo de sus expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La plataforma de la segunda vuelta todavía era muy reformista e incluía muchas de las promesas originales modificadas, pero ya no era tan radical.

Ante aquellos y estos datos reveladores, tanto los chilenos/as, como los latinoamericanos/as de izquierda, nos estamos llevando una decepción con Boric. Hemos dicho, que ojalá no ocurra así, pero los datos son abrumadores y cuantiosos.

Además, es significativo que los sectores de la derecha latinoamericana y global, piensan que Gabriel Boric, gobernaría no como un típico gobierno de izquierda latinoamericano, sino más bien como un socialdemócrata europeo, a la manera de Felipe González, el primer presidente socialista español, tras el retorno de la democracia a su país en los setenta. Y desean que Ojalá no así sea; por el bien de Chile y por el de Latinoamérica.

Recientemente, durante la realización de la Cumbre de presidentes de América del Sur, celebrada en Brasil, el presidente chileno señalo: «que dar la bienvenida al venezolano (Nicolas Maduro Moros, presidente de la república bolivariana de Venezuela) no significa un cheque en blanco ni olvidar. Nos alegra que Venezuela retorne a las instancias multilaterales, eso, sin embargo, no puede significar meter debajo de la alfombra principios importantes para nosotros». Boric ha contado a la prensa que respetuosamente ha expresado su discrepancia con algunas de las palabras pronunciadas la víspera por Lula. «La situación de los derechos humanos no es una construcción narrativa, es una realidad seria», ha recalcado. Mientras, para Boric el respeto a los derechos humanos, es innegociable sea del color que sea el gobernante que los viola.

Boric, luego de señalar que hay una crisis de DD. HH en Venezuela, vista por el mismo en los miles de migrantes venezolanos en su país, inmediatamente reconoce que, si existe y es real, el bloqueo de EEUU hacia Venezuela. Evidenciamos el vaivén del que hemos escrito antes, demasiada moderación y querer estar bien con ambos bandos.

Así mismo, Boric parece no conocer u olvidar que, los migrantes, por un lado, fueron y son todavía pagados por ONGS de derecha para proyectarlos hacia afuera y demostrar una crisis en Venezuela. Por otro lado, la crisis es alimentada por el bloqueo que él reconoce existe.  

Por supuesto, si existe una crisis reflejada en escases de alimentos, medicinas y otros rubros esenciales para el pueblo venezolano, pero, producto de más de 900 medidas coercitivas unilaterales contra la nación venezolana. En fin, sobre esto hay mucha tinta que corre, pero se olvida, se desconoce y se obvia, como es el caso de Boric.

Finalmente, deseamos hacer mención de las palabras del primer vice presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela PSUV, Diosdado Cabello Rondón, quien, ante las declaraciones del presidente chileno en Brasilia, señala que:

  • Diosdado Cabello afirma que Boric «es un bobo» y actúa como el «borracho impertinente» de la fiesta.
  • El político venezolano dijo que el mandatario chileno «trabaja para el imperialismo», que tiene «malas intenciones» y que «traicionó» a su pueblo.
  • Indicó que el presidente de Chile, Gabriel Boric «es un bobo» y que es igual al «borracho impertinente» que aparece en las fiestas para llamar la atención y dañarlas.
  • «Boboric, el bobo mayor. En las fiestas siempre hay un borracho impertinente, Boboric es el borracho impertinente, es un bobo con malas intenciones, es un bobo que fue a faltarle el respeto, primero al presidente Lula y al pueblo brasileño.
  • «Ya no es necesario que la gente diga que él trabaja para los gringos, ya es evidente que trabaja para los gringos, es un presidente disfrazado, que los grupos económicos financieros pusieron para que el pueblo no dijera nada. Hoy gobierna para las élites, y se atribuye ser de izquierda, es el disfraz que tiene puesto».
  • Cabello comentó que a Boric «se le olvidó cómo llegó a la Presidencia» de Chile y que los chilenos confiaron en él para lograr un cambio en el país. Cuando estaba el expresidente Sebastián Piñera comenzaron los disturbios por las tarifas del metro, Boric «acompañó» las protestas, agregó.
  • Sin embargo, tras asumir la jefatura de Estado, dijo Cabello, Boric «traicionó» a esa misma gente que acompañó en las manifestaciones y sobre el exmandatario no dice nada. «Ahora ni con el pétalo de una rosa toca a Piñera», dijo.
  • «Bobo eres y bobo te quedaste, y serás el bobo de la partida, el bobo de la fiesta. En Chile le dicen ‘merluzo’ (un coloquialismo que según la RAE significa «hombre bobo o tonto»), el pueblo lo define así, el gafo gobernando para las élites y se olvida del pueblo», agregó el dirigente revolucionario venezolano.
  • Con su declaración en Brasilia, comentó Cabello, Boric «quedó en evidencia que es un bobo, alguien que no le importa para nada la unidad de los pueblos del Sur, que trabaja para el imperialismo, es funcionario del imperialismo y todo lo que hace es para que lo evalúen allá en el Norte, porque no le importa ese pueblo que lo eligió».

Reiteramos, es un presidente blandengue, dando bandazos en su gestion política interna y externa, con tambaleos en su actuar y decir, por eso es el hombre tonto o bobo, el merluzo de América Latina.

Los dos 11 de septiembre (1973 y 2001): ni perdón ni olvido

Los dos 11 de septiembre (1973 y 2001) - ni perdón ni olvido

David Morera Herrera

Mucho se ha escrito sobre el 11 de septiembre. Particularmente, acerca del horror que significó el atentado que, mediante aviones kamikazes, destruyó las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. Ocurrió el 11 de septiembre del 2011.

Este acto bestial se lo atribuyó el supuesto islamista saudí Osama Bin Laden (supuestamente muerto, aunque su cuerpo no aparece) y su organización AL Qaeda. Esta oscura organización, emparentada con los talibanes afganos, fue fabricada en sus orígenes por la archimillonaria oligarquía saudita, la CIA y el MOSSAD, instrumentalizando la resistencia a la ocupación soviética de Afganistán en los ochenta. Contó con la promoción y el amplio financiamiento de las madrasas fundamentalistas como centros de reclutamiento y adoctrinamiento.

Más allá de lo que se pueda inferir o especular, lo cierto es que los atentados al WTC le sirvieron como anillo al dedo al ex presidente texano (y magnate petrolero), Bush Junior para desplegar la ofensiva de los halcones del Pentágono (“blood for oil”). Algo parecido a lo que ahora hace Obama sirviéndose de ISIS, que el propio Snowden, ex agente de la Seguridad Nacional norteamericana, ha filtrado como otro Frankenstein imperialista, para justificar una nueva escalada guerrerista y desviar la atención sobre el genocidio de Israel en Gaza.

Pues hoy, es justo recordar otro 11 de septiembre, tan trágico o más, que el del 2001. En la punta austral de nuestra América, Chile jamás se olvida.

Otro 11 de septiembre, en el año 1973, se produjo el golpe militar contra el Gobierno electo de la Unidad Popular, encabezada por Salvador Allende. El golpe fue liderado por el General Augusto Pinochet, supuesto militar constitucionalista de confianza de Allende. El golpe fue promovido por la CIA, como parte de su estrategia de contrainsurgencia en el Cono Sur (Plan Cóndor), que llevó a la instalación de las dictaduras de seguridad nacional en Chile, Argentina, Brasil, Uruguay. El golpe fue diseñado por el sionista Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, mano derecha del presidente Richard Nixon, así como fue alentado con todo por las corporaciones mineras como la Anaconda Minning Company y la corporación ITT, en represalia por las nacionalizaciones del cobre y las telecomunicaciones, implementadas por el gobierno de la UP. Asimismo contó con la complacencia de la oligarquía del Partido Nacional, y desde luego el concurso de los paramilitares de la ultraderecha fascista de “Patria y Libertad”, así como con la venia o complicidad por omisión -eso sí, más disimulada y circunspecta- de la Democracia Cristiana encabezada por Eduardo Frei padre.

El saldo trágico: más de 30 000 detenidos- desaparecidos; sucumbió la flor y nata del activismo del movimiento obrero, estudiantil, popular, mapuche, del arte y la intelectualidad de izquierda. Entre ellos destaca el gran cantautor Víctor Jara, encontrado desfigurado en un predio cerca del río Mapocho el 15 de septiembre.

La mañana del 11 de septiembre, Víctor Jara acudió disciplinadamente al llamado del Partido Comunista para defender el campus de la Universidad de Chile en Santiago. Como Víctor, salieron miles de trabajadores, mujeres y jóvenes desarmados o con armas livianas, a poner el pecho frente a la bestia fascista. Víctor fue torturado espantosamente, y al negarse a delatar a sus camaradas, fue ejecutado, en algún oscuro rincón del Estadio de Chile, que se usó como campo de concentración, tortura y muerte.

Mucho se debatió y se movilizó la izquierda latinoamericana y mundial en esos tiempos aciagos. El proyecto del Partido Comunista chileno, expresado en la formulación de Luis Corvalán: “la vía pacífica al socialismo”, fue hecho añicos por la barbarie fascista.

Producido el golpe, tampoco pudo resistir mucho la organización guevarista, por su débil implantación en la clase obrera y sus métodos ultraizquierdistas. Me refiero al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que criticaba con razón la confianza de Allende y el gobierno de la UP en las instituciones y el ejército burgués. Ante la consigna de la UP inmortalizada por Quilapayún: “el pueblo unido jamás será vencido”, la izquierda más radical postulaba otra consigna: “el pueblo armado, jamás será aplastado”.

Muchas y muchos de las y los fundadores del trotskismo costarricense a mediados de los setenta, entre ellos las y los camaradas Manuel Sandoval, Olga Carrillo, Pablo Hernández, Héctor Monestel, Allen Cordero, siendo muy jóvenes, ante esa terrible lección de la lucha de clases, llegaron a la conclusión de tomar un camino distinto al callejón sin salida del estalinismo. De hecho, no por casualidad, la Liga Comunista Internacionalista (LCI), antecesora del PRT, fue fundada el 11 de septiembre de 1976 en un acto en la UCR en el tercer aniversario del golpe de Pinochet.

Por mi parte, yo termine de aprender a leer y escribir en Santiago. Mi madre y mi padre, militantes comunistas costarricenses a la sazón, nos llevaron a vivir a Santiago, donde permanecimos de 1970 a 1973.

Uno de mis recuerdos más vívidos de infancia es la escena de una tarde de paseo, en la que, repentinamente, los carabineros armados de imponentes guanacos[2], dispersaron violentamente una manifestación. Mi madre Rosalila, con el vientre rebosante en el que florecía mi hermana menor: Margarita, y mi padre Oscar, nos tomaron fuertemente de las manos a Gabriel (5 años), a Oscar (3 años) y a mí (7 años), para huir de los gases lacrimógenos y los chorros de agua que lanzaban al pavimento a la gente. Aun me veo, con la familia nuclear entera, corriendo a todo pulmón por callejuelas desconocidas.

También recuerdo el primer tankazo (el ensayo del golpe), y el miedo en los ojos de mis compañeras y compañeros de escuela, al ver a los milicos registrando con bayonetas las micros escolares en que viajábamos hacia nuestras casas, con un Santiago en alarma constante. Recuerdo también las evidencias del desabastecimiento en la alacena, por efecto del acaparamiento patronal.

Pero lo que recuerdo con más fuerza e impacto, es la vez que por primera vez, con mis ojos de niño, vi a mi padre llorar. Era una noche cualquiera en la casa de Ñuñoa, en la calle Agustín Vigorena. En la pantalla de TV blanco y negro de la sala, Allende daba uno de sus últimos discursos, desde luego, meses antes de asumir personal y heroicamente la defensa del Palacio de La Moneda, atacado con furia por tierra y por aire, con bombas y metralla a granel.

Allende, hasta donde puedo recordar, suplicaba al Ejército y a la oligarquía conspiradora respeto a la Constitución. Se respiraba un ambiente de derrota inminente. La crónica de una muerte anunciada. Y entonces, un poco avergonzado ante mi mirada inquisitiva, pude ver correr lagrimones en las mejillas aceitunadas de mi padre. Luego, yo mismo entiendo -y lloró aún- por las mismas razones y sinrazones.

Estos eran los últimos momentos de la Unidad Popular, aproximándose su trágico desenlace. Dichosamente mi padre tuvo el instinto de vida para apurar los requisitos académicos de la especialidad en endocrinología que cursó, y regresamos a San José Costa Rica, un mes exacto antes del infame golpe, con mi hermana Margarita con menos de un año de nacida.

Por último, agrego que, pese a mi precoz niñez, mi vida ha estado marcada por la tragedia chilena. Pero no para lamentarse como letanía, sino para preparar la revancha de los pueblos y la clase trabajadora ante un capitalismo cada vez más degradado y degradante. Porque el color de la sangre jamás se olvida, Chile y América Latina, tarde o temprano, reivindicarán a Víctor Jara, y tantas y tantos héroes anónimos del bravío pueblo de Caupolicán, Angelita Huenuman y O’ Higgins.

El terror y la muerte no han podido doblegarnos. Estoy seguro.

 

[1]Escuelas de fundamentalismo islámico, de donde salieron los talibanes, en la línea del archireaccionario, patriarcal y homofóbico salafismo saudita.

[2]Chilenismo que refiere a un vehículo blindado policial que dispara chorros de agua a alta presión.

 

Enviado a SURCOS Digital por el autor.

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