Skip to main content

Etiqueta: exilio

Los países que llevamos dentro

Presentación de libro “Geografías de la nostalgia” del escritor
costarricense Minor Arias Uva, Casa Bukowsky ediciones 2024
en el Colegio Universitario de Cartago, Costa Rica.
17 de setiembre de 2024

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Al leer a Minor, resulta inevitable no pensar en el contexto actual de las movilidades humanas.

A las puertas de una posible solución electoral republicana en Estados Unidos encabezada por el siempre polémico, fanático y flemático Donald Trump, su campaña ha vuelto a colocar la migración y los migrantes (cierto tipo de migrantes, valga decirlo) en un lugar lleno de epítetos, insultos y promesas de nuevos endurecimientos en las políticas migratorias. Eso que al grueso del electorado con tintes nacionalistas tiende a alegrarle la tarde.

Entonces reflexiono sobre el sujeto migrante histórico, homínido y el actual en su acto de sobrevivencia. No distan mucho uno del otro. Lo que los distancia es apenas un segundo en el desarrollo de la humanidad.

Resulta difícil no pensar en ese contexto que viene.

En el que estamos atravesando ya con los tránsitos que vemos en nuestra región provenientes del sur. Luego de cruzar el inexpugnable Tapón del Darién en frontera entre Colombia y Panamá, lo que vemos a diario en nuestras calles centroamericanas son guerreros sobrevivientes, pulsiones, afectos, historias, vínculos, raíces vueltas camino.

Minor Arias Uva nos ha puesto en nuestras manos un libro-testimonio en el que raíces-memorias-olores-historias atraviesan transversalmente todos los textos que componen las dos partes de su “geografías de la nostalgia”, publicado a inicios de 2024 por el quijotesco proyecto literario panhispanico Casa Bukowsky, impulsado por el poeta y gestor cultural chileno Ivo Maldonado.

En este libro la migración adquiere nombres, paisajes, recuerdos, esperanzas, caras, cuerpos. Fuego y frontera enlazan las dos dimensiones narrativas poéticas a través de las cuales Minor va trazando un bordado de afecto y de ternura, un logro realmente significativo cuando se decide hablar sobre un tema doloroso que ha partido en dos muchas historias individuales y colectivas en nuestras sociedades.

Resulta imposible no ubicarse emocionalmente en el sentido cuando al inicio, para despejar la posible incógnita de la amargura, declara:

“Me iré mañana con todo el peligro de los muros,
Con una deuda asfixiando mis sueños.

Me iré en la noche
Para no escuchar el llanto de los niños.

Ella me abraza desde su poder y angustia.
Me enjuago la boca con aguadulce para besarla.

Aquella luz es mi casa”.

Hablar de la migración (la histórica, la de los primeros seres humanos sobre la tierra, la contemporánea, la regional) desde el relato amoroso y cierto con que el autor sucede al tema, solo confirma su estatura y su bagaje por estos sitios poéticos que suelen ser duros, cobijados por la ira, el enojo y la frustración vueltas imágenes.

Por ello, con el permiso del poeta a quien estimo y admiro por su don de humanidad siempre impregnado en el abrazo fuerte con que suele recibirnos, me atrevería a colocar este “Geografías de la nostalgia”’ junto a un conjunto de textos poéticos contemporáneos que abordan la migración desde la región que somos.

Por allí asoman el Libro Centroamericano de los muertos, de Balam Rodrigo, Despatriados de Chary Gumeta, Ropa Americana, de Dennis Ávila y Red Border, de Armando Salgado. También un número especial de la Revista Digital Salvadoreña El Escarabajo publicada en 2022 llamada “Vámonos Patria a Migrar, yo te acompaño” en la que se incluyeron varios autores desde la poesía y la reflexión sobre la movilidad en el contexto regional.

Aquí y desde ahora, Geografías de la nostalgia deberá ser nombrado junto con esos abordajes escritos con el corazón. Tan solo un registro de la importancia de este libro nos revela su verdadera dimensión:

Cavilaciones desde el exilio

Mi acento es mi antorcha.
Saben de dónde vengo.
Se han acostumbrado a mi poesía
Abundante de hilachas
Raíces expuestas sosteniendo la piedra.

Vuelvo al aroma de los guayabales,
A las manzanas de agua tapizando la hojarasca,
A la jugosidad de una guanábana.
Al café,
A los pejibayes
Y la abuela dejando las cordilleras para llegar a mi nacimiento.

Puedo regresar,
pero ya no tengo piernas para morir
en aquella montaña.

La vejez me llegó como un torbellino.

Leyendo a Minor, me resulta imposible no hacer intertextos con cuatro propuestas de mi autoría: déjennos pasar, la niña con globo, la fugitiva y estos tiempos Fermina, escrita en Tegucigalpa el 11 de marzo de 2020 cuando el mundo entró en una nueva fase civilizatoria sin retorno.

Estos vínculos poéticos con Minor, me dicen que no estoy equivocado y que sigo el mismo cordón umbilical hacia la ternura con la que trabaja el poeta en este ejercicio que hoy nombramos.

Quisiera, antes de entregarles mis apuntes finales, hablar de esos países que todos y todas llevamos dentro. Algunos son amplios, anchos, otros apenas una franja de tierra, de sangre, de memoria.

La memoria al igual que la nostalgia son recursos por medio de los cuales los migrantes persisten al olvido, permanecen en el recuerdo.

En un trabajo al que acudo constantemente cuando el tema de la nostalgia en la migración me interpela (el país al que nunca se llega, 2004), el sociólogo argelino Abdelmalek Sayad había anotado ya esa funcionalidad de la nostalgia como motor y bujía que pone a funcionar el migrante en un territorio físico y emocional que no es el suyo.

Dice entonces Sayad:

“El exilio es ese momento en que el ser humano experimenta, a menudo de manera dolorosa, un apego casi carnal por el territorio (país, suelo natal, patria) y por el grupo (familia, parentela, comunidad, nación) de que proviene.

Ese espacio, que nos configura y que a la vez configuramos a nuestra medida, es también el de la nostalgia: el mal del retorno. La palabra enuncia a la vez la causa y el remedio.

Llevada por la ilusión de que el remedio (el regreso) bastará para curar el mal suprimiendo la causa (el exilio), la nostalgia pone en marcha una patética labor de memorización, de reminiscencia, de imaginación. Los lugares elegidos a tal efecto se convierten en objetos de auténtica veneración, y el espacio y el tiempo se sitúan en un mismo plano, haciendo creer que la abolición de uno entraña la del otro”.

La propuesta de Minor Arias Uva es entonces colocar a la nostalgia en ese lugar empírico que todos llevamos dentro: ese país que construimos y que nos construye permanentemente.

A entrar en el sin pasaporte, sin frontera, sin dolor pero con la historia en nuestros pies y nuestros corazones. Porque el libro de Minor es un corazón que palpita en movimiento.

Memo Acuña González
Cartago
17 de setiembre de 2024

Foro: “Retos de Costa Rica como país de acogida del exilio nicaragüense”

El martes 2 de julio al ser las 6:00 p.m. se llevará a cabo el foro “Retos de Costa Rica como país de acogida del exilio nicaragüense”, mismo que contará con la participación en la mesa principal las organizaciones: Red de Mujeres Pinoleras, Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, Servicio Jesuita para Migrantes “Costa Rica” y el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional – CEJIL.

Esta actividad se desarrollará en Paraninfo UNED, ubicada en Sabanilla. Y contará con transmisión por Onda UNED.

El cupo es limitado, necesita confirmar la asistencia en el formulario en línea.

https://forms.gle/kZHUFZW5wAU6UHG6A

Un país bajo la piel

Por Memo Acuña (Sociólogo y escritor costarricense)

El inicio de la época contemporánea de las movilidades humanas debe ser ubicado justamente hace diez años cuando el mundo observaba horrorizado el naufragio de una embarcación con más de 500 migrantes provenientes de Eritrea, Somalia y Ghana y que salió de Libia rumbo a Italia.

La fecha del 3 de octubre y el nombre Lampedusa marcan de alguna manera el comienzo de una época de horror fabricada por la gubernamentalidad migratoria global contra los cuerpos de las personas migrantes.

Entre Lampedusa y Ciudad Juarez han pasado cientos de miles de historias de drama y sufrimiento de personas que han fallado intentando cumplir el proyecto de tener un futuro mejor. En esta última ciudad, la necropolítica migratoria mexicana se encargó de calcinar, dejar morir al mejor estilo agambiano, a más de 40 personas migrantes “aseguradas” en un centro de gobierno estatal. Ocurrió el 28 de marzo reciente y las implicaciones de la apatía y la deshumanización institucional mexicana coludida con el sector empresarial privado apenas si empiezan a conocerse.

Hace apenas tres días una nota periodística informaba de la detención de 15 personas costarricenses en la frontera entre México y Estados Unidos cuando intentaban cruzarla. La estadística, apenas perceptible en la realidad centroamericana, muestra sin embargo la acuciante finalización de un proyecto costarricense basado en la integración horizontal y la fortaleza institucional.

El término de esta comunidad imaginada está produciendo poco a poco fisuras sociales que encuentran en la migración una estrategia de salvación y sobrevivencia. Fueron 15 esta vez, pero el conteo agregado ya empieza a mostrar cifras significativas desde una realidad golpeada por un autoritarismo de baja intensidad, la violencia estructural y la desigualdad galopante.

En un emotivo encuentro de música y poesía realizado el 30 de abril, los artistas nicaragüenses Luis Enrique Mejía Godoy y Gioconda Belli ofrecieron en San José un momento de reflexión, vibración y memoria.

Hablaron del exilio como ese país al que nunca se llega, al decir de Abdelmalek Sayad. El exilio como una posibilidad de reconstrucción de la historia personal, la piedra de Sísifo vista como una posibilidad de volver a levantarse una y otra vez. Hablaron de pieles que llevan países, como los migrantes de Lampedusa, los de Ciudad Juarez, los cientos de miles de exiliados y solicitantes de refugio en Costa Rica desde abril de 2018.

En tanto el orden global siga fabricando cuerpos exiliados, reducidos a la nada, su piel mostrará las marcas de países que empiezan a disolverse en la geografía. Para ellos la música y la música existirán para salvarlos.

Líder campesina nicaragüense comparte sus impresiones sobre crisis en Nicaragua

Doña Francisca Ramírez, una de las líderes campesinas más relevantes del movimiento anti canal en Nicaragua, tomó la decisión recientemente de trasladarse a Costa Rica evadiendo amenazas y acciones represivas del régimen de Daniel Ortega.

Doña Francisca se establecerá en nuestro país y desarrollará aquí una nueva fase de su lucha política, esta vez desde el exilio. Tiene interés de compartir sus impresiones sobre la crisis en Nicaragua y de relatar los retos en el futuro próximo.

 

*Imagen tomada de Doña Francisca Ramírez- Oficial

Enviado por Carlos Sandoval.

Suscríbase a SURCOS Digital:

https://surcosdigital.com/suscribirse/

Recuento de una ida…a Colombia

Recuento de una ida…a Colombia

Por Carlos Meneses Reyes

Había preparado los pasos a seguir, antes de abordar el avión San José- Panamá- Bogotá. De previo, las constancias actualizadas de 32 sedes de la Fiscalía General de Colombia y del Certificado nacional policial, de no haber existido, ni existir, proceso judicial en mi contra, en ningún momento.

Revoloteaban en mi memoria las anotaciones de la fatídica policía política- DAS- colombiana; en la que a los opositores políticos de plaza pública los signaban de colaboradores de las guerrillas; cuando no de miembros activos “de café” de las mismas y la posición de izquierda significaba la fuente de información a las Convivir Uribeñas y a los nacientes grupos paramilitares, en una fase de “lavada de cara” a las fuerzas armadas institucionales del estado colombiano, conforme a la aplicación del experimento antisubversivo de la guerra sucia narco-paramilitar.

Había salido en el mes de julio de 1994 del aeropuerto El Dorado, vía al exilio. Retornaba, el primer día del mismo mes, veinte años después. El colega y defensor de presos políticos, Dr. Eduardo Umaña Mendoza, me había alertado de pasos de animal grande en mi contra y recomendado salir “por unos meses” de Colombia. Tan abanderado y convencido de la causa política popular, alentaba de los peligros que corríamos los demás y su fe de servicio jamás concibió que fuera asesinado por los esbirros estatales en su propia oficina de abogado, en Bogotá.

En principio, efectivos de civil de la policía política me impedían el acceso a abordar el avión, que por circunstancias del destino estaba atrasado, por haber presentado una falla en acarreo de un avión de carga en la pista habilitada para mi vuelo. Esa circunstancia facilitó dos efectos: una, impedir que pudiera perder el vuelo y no abordar, ante lo cual quedaría en el área internacional sin destino fijo; debiendo regresar a la entrada de la terminal área expuesto a la detención arbitraria o al desaparecimiento físico. Otro, dilatar la acción encubierta de los cuerpos represivos policiales, quienes como abejorros zumban a mí al alrededor y por entre las frágiles paredes divisorias alentaban expresiones como las de “…cayó un pajarito…”. “…que dizque va a dictar una conferencia en el exterior…”. “…el Dr. López ordena que no debe salir…”. La odisea a que fui expuesto no concluyó al abordar el avión, puesto que la última carta de inteligencia policial fue acudir a una “aeromoza” con uniforme de la Aerocivil, quien abordó el avión de una y me requirió le presentara mi pasaporte. Más tardó ella en tenerlo en su mano que la reacción de la malicia indígena de mis ancestros arrebatárselo, saliendo la actora pies en polvorosa del avión. Así de accidentada fue mi salida desde Bogotá a Costa Rica. Ya en el aeropuerto Juan Santamaría me esperaba la compañera Donhelia, viuda de Martin Caballero, ex militante del M- 19, que había sido asesinado por el ejército colombiano en San Martin – Cesar y era protegida por el Instituto Interamericano de Derechos Humanos(IIDH).

DE LA LLEGADA. Tan indescriptible como impresionante asomar desde la ventanilla del avión y observar el piélago verde, inmenso, de la Sabana de Bogotá. Absorto recordaba pasaje en el piso 19 desde la oficina del Dr. Ciro Quiroz M. cuando describía la belleza del paisaje aún no tan entretejida de la selva de cemento actual y él exclamaba: “Imagínate cual sería la impresión de Gonzalo Jiménez de Quezada, cuando desde lo alto de los cerros descubrió ese mar verde de la Sabana de Bacatá”.

Para mí, pisar tierra colombiana, significó un nuevo descubrimiento. Pisaba fuerte y fijo para creerlo. El limitado terminal aéreo de antaño, daba paso a la exigencia del monstruo urbanístico que es la ciudad de Bogotá. Mis puntos de referencia cardinales de norte a sur resultaron ineficientes para ubicarme. Asombrado detenía me sobre las soluciones de vivienda multifamiliares; donde antes había potreros y existían humedales. Majestosos puentes viales y retorcidos puentes peatonales. Todo cambiado. Me perdí. Ya no la conocía. Acudí al mapa y al croquis actualizado, cual novel turista. Sabía que era de esa tierra. Perplejo miraba los semblantes de sus habitantes. Sentía que era mi gente. Palpaba mi nacionalidad. Pese a conocer de pie a pá la Historia de Colombia; de no perder ni un día, análisis acerca de su situación política y el conflicto armado, experimenté la realidad de no manejar los dígitos de la moneda nacional y a las primeras de cambio me tumbaron algunos pesos… pero ya estaba de nuevo en Colombia!.

La motivación de mi regreso y visita a Colombia, fue esencialmente personal y familiar. En el desgaje de los idos reseñaba en crónicas y correspondencia familiar, la muerte de tíos, primos, parientes, amigos, colegas. Ya llegada la tercera edad, cómo no reunirme con mis hermanos y hermanas. Conocer y tratar a mis nietos. Saber de un yerno del que solo veía por fotografías. Conocer sus familias; de donde vendrían. Y lo logré, sin importar el por qué. Cómo se pasan dos semanas de agrado.

Tan solo me reuní con dos de mis amigos del alma. Como para que quedara “entre nosotros doce…” lo de mi visita; la cual se fue extendiendo como noticia, rumor, especulación y encanto.

Pues obvio que me ubico entre los que no conocemos la inmensa geografía colombiana. Por eso destiné una semana a conocer las tierras del Huila. Fui recibido en bienvenida por la familia de un yerno. Recorrí los municipios y al sur, al sur, conocí el Cerro del Pacandé- pirámide natural recubierta de vegetal, de concentrados secretos y reclamos subversivos- rememorando la musicalidad de Silvia y Villalba. Con ojo atento y visor ausculté la opinión popular. Pasé en fechas de festejos sanjuaneros y en estrofas y versos populares resaltaba la inquietud por la defenestración a la naturaleza de las megas represas como las del Quimbo.”El Quimbo resultó un cheque chimbo”, pregonaban. La picaresca popular no asimilaba como era que el señor alcalde de Garzón, suspendía dos conciertos populares con artistas nacionales y orquestas internacionales presentes; además de impedir el desfile de más de quinientos caballistas inscritos “por el peligro que representaba una peste porcina…”.Algo debía pasar por sus alrededores para tal decisión pública; aunado a ello la presencia de patrullas militares, desplazando a la inexistente policía cívica en Colombia. A una pregunta capciosa mía acerca de cuál era el nivel de corrupción en ese municipio, un desperezado vecino me respondió: “cero, por que los del Monte lo controlan todo”. Así comprendí que ya estaba de nuevo en Colombia.

Se sabe cuando se sale de un país; no cuando se regresa. Recuento la dicotomía del ido vuelto y el vuelto ido. Nada dialectico. Resulta un suceso lineal vivido. Logré descargar el costal de penas y recuerdos. Cuantos miles más de compatriotas, podrán o se atreverán a hacerlo. ¡Todo está por dárselo!

 

San José, Costa Rica, 20 de julio de 2014.

Foto tomada en Museo Casa Botero, Bogotá.

Enviado a SURCOS por el autor.