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Etiqueta: Memo Acuña

Continuo caminar

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

A menos de 20 días para la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, las caravanas de personas migrantes han empezado a formarse de nuevo, tal vez como último recurso antes que empiece la anunciada política antiinmigrante a ser implementada en las primeras directivas que tomará en sus primeras horas de mandato.

Ni tan siquiera se habían apagado los fuegos artificiales despidiendo 2024 y dando la bienvenida a este incierto 2025, cuando se anunció la conformación de un numeroso grupo de personas migrantes provenientes de Guatemala, El Salvador, Venezuela, Ecuador, principalmente.

Para muchas de estas personas el destino final es la frontera entre México y Estados Unidos, para intentar cruzarla.

Pero también se reconoce la dificultad que implica el cruce y la estancia en Estados Unidos, frente a la implementación de una línea de política migratoria más dura, cuando el republicano asuma la presidencia. Ya hemos dicho que nos parece una línea más dura, dado que la administración demócrata que termina ha sido una de las más castigadoras contra las personas migrantes, en particular las de origen centroamericano.

Estos primeros grupos conformados salen del sur de México, concretamente Tapachula, escenario de una escalada de violencia en medio de la cual las personas migrantes han quedado atrapadas, sin otra posibilidad más que emprender el viaje.

A seis años del inicio de estas formas inéditas de movilización humana (grupos, colectivos, visibles en carreteras y fronteras internacionales en Centroamérica y México) su continuación se explica por la permanencia de las condiciones expulsoras en los países desde donde se originan: violencias, inequidad, desigualdad, pobreza, desempleo.

México aguarda por un posible aumento de personas devueltas o deportada al iniciar la administración Trump.

Esto desencadenará sin duda la intensificación del riesgo y la vulnerabilidad, que han producido ya 120.000 personas migrantes desaparecidas en ese territorio federal 2010 y un número aún no confirmado que ronda 7.500 personas migrantes fallecidas en los últimos diez años.

Antes estos hechos, el continuo caminar se convierte en estrategia, recurso y respuesta desde las mismas personas migrantes para tener al menos una pequeña esperanza de contar con un futuro mejor que su complejo presente.

Aguardemos por la suerte de este grupo que salió recientemente de Tapachula y esperemos más grupos a lo largo de este mes, antes que Donald Trump jure como el presidente #45 de la historia estadounidense.

Tocar fondo

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Una publicación de un querido amigo guatemalteco hacía la comparación del comportamiento del entorno en las finales de fútbol tanto en su país como en Costa Rica. Se refería a las celebraciones que sin violencia se desarrollaron en el estadio Mario Camposeco, sede del equipo Xelajú, flamante campeón con su sétima copa obtenida.

Mientras tanto, colocaba una imagen de los bochornosos actos ocurridos a gran escala en la final del fútbol costarricense recientemente desarrollada.

En respuesta a su post, algunos comentarios se apresuraron a recordar cuánto sentimiento de superioridad hemos mostrado los costarricenses a lo largo de la historia, tal vez por el desarrollo institucional que fuera fortaleza durante décadas, tal vez por la ausencia de ejército, tal vez por la construcción idílica y fantasiosa del eje democracia-paz-estabilidad.

Quisiera detenerme en el segundo de los enunciados.

Hasta hace poco, la narrativa de paz como emblema se sostenía. Y era sostenida e impulsada por los grupos hegemónicos a quienes les interesaba diseminar esa noción fantasiosa de la horizontalidad en las relaciones sociales, la ausencia de conflictos bélicos a la usanza centroamericana, la posibilidad de los pactos sociales y las transiciones políticas sin mucho desorden y con un alto control social.

Esta narrativa era diseminada sin problemas por los diferentes estratos y grupos sociales. Había un proyecto en el que La paz narrativa y La Paz en la práctica eran valores universales en una sociedad como la costarricense.

Esto ha cambiado porque las reglas del juego sociopolítico han cambiado. A los grupos hegemónicos no les interesa ya sostener esa premisa tan identitaria de un proyecto que fue asumido por el colectivo de una forma pasivo-agresiva.

Los intereses de esos grupos no están en el país. Y sus interlocutores ya no son los voceros de los partidos políticos.

Más de 112 grupos criminales operan en Costa Rica y son ellos los que controlan los territorios, las agencias individuales, las microeconomías familiares de quienes han sido excluidos por un sistema económico y político que por más de 40 años ha avasallado al ser humano y su esencia.

Las reglas del juego democrático son otras. Otra la interfaz que dibuja un escenario quebrantado, vulnerable, a punto de tocar fondo si no es que ya.

Quiero hacer aquí una precisión y una disculpa conceptual. Durante muchos años en mi ejercicio sociológico utilicé la expresión “Costa Rica se está centroamericanizando” para hacer referencia al aumento de la violencia y la desigualdad, dos ideas precursoras con las que alguna vez se construyó eso que llamábamos los académicos “la excepcionalidad costarricense”.

Es decir, en ausencia de violencia y siendo uno de los países con menos desigualdad a nivel regional, podríamos ver por encima de los hombros a nuestros vecinos. Y si, con tono de superioridad, racismo y burla.

Qué daño nos hizo la idea de la excepcionalidad. Porque si para afuera lo éramos, hacia adentro el germen de la violencia y la ruptura de la convivencia y la igualdad imaginada, empezaba a cristalizar un nuevo proyecto social basado en la competencia, el individualismo y la construcción de un enemigo social interno, que ha erosionado nuestras formas más básicas de coexistencia comunitaria.

Acabamos de pasar una semana de terror en esta materia. El bochorno sin comparación vivido en el Estadio Alejandro Morera Soto debe ser leído en una clave más amplia. Si la base material está quebrada, la dimensión sociocultural está aniquilada. Ya no sabemos cómo divertirnos ni a nivel subjetivo ni colectivo. No sabemos respetarnos. No sabemos convivir.

Si para pasarla bien debemos acudir a la violencia contra el otro; si para divertirnos debemos asistir a la muerte de dos caballos en un desfile de caballistas, es porque inexorablemente hemos tocado fondo.

Trato de encontrar una fecha significativa en la cual podamos colocar un diálogo nacional para revertir esto.

Se me ocurre 2025: el primer cuarto de siglo de una época absolutamente disruptiva. Aprovechar este momento porque del fondo no salimos si no apalabramos en la enfermedad social, económica y cultural en la que nos hemos convertido.

¿Labriegos? ¿Sencillos?

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Escena 1

Dos conductores acaban de tener un percance con sus vehículos. Los dos se bajan al mismo tiempo a observar los daños. Es una tarde de un tránsito pesado en la ciudad capital. El de adelante increpa al otro por haberle golpeado el carro. El de atrás se exalta pues afirma que el otro frenó de frente. Hasta allí todo más o menos bien. Hasta que el enojo y la ira toman el escenario de la violencia física. El de adelante, exaltado e iracundo saca de su vehículo un bate de béisbol (pero de los que no dicen Tony Armas) y se dirige directamente hacia el otro conductor para descargar contra él la furia y la ira del momento. El segundo huye entre los vehículos estacionados en una gran presa vespertina. El iracundo al ver que su persecución no fructifica, la emprende contra el vehículo de su perseguido hasta dejarlo irreconocible.

Esta escena no ocurrió recientemente pero sí ha pasado en las carreteras costarricenses. Es ya una escena común.

Escena 2

Una pareja de personas adultas mayores se dispone a cruzar una calle y se devuelven. De un vehículo, un conductor los increpa por su indecisión. Minutos después la pareja se encuentra con el conductor en una acera y el señor adulto mayor le consulta por su indisposición. Sin mediar palabra el conductor tumba de un golpe al señor y lo vapulea en el suelo. Esta escena al contrario de la primera pasó en vía pública. Pasó en Orotina, cantón ubicado cerca de la zona del Pacífico costarricense. Lamentablemente el señor vapuleado, falleció.

Escena 3

Recientemente, Al finalizar un juego de la primera división costarricense, se formó una verdadera batalla campal. Golpes, gritos, ofensas iban y venían entre jugadores y miembros de los cuerpos técnicos. Pero lo que realmente sobresalió de esa trifulca fue una llave de artes marciales que un jugador aplicó sobre el cuello de un miembro del cuerpo técnico contrario. Se la aplicó una primera vez y cuando todo parecía haber sido controlado, salió en franca carrera a buscar de nuevo a su presa para aplicarle una segunda llave. El asunto no pasó a más. Pero pudo haber sido peor. Quedó grabado no solo en la transmisión televisiva, sino en la memoria reciente como uno de los más bochornosos actos de violencia deportiva vistos en la Costa Rica contemporánea.

El eje común de las tres escenas comentadas dibuja masculinidades iracundas y desenfrenadas, una incapacidad oral y material para dirimir conflictos y una ausencia total de control de las emociones. En la segunda escena el escaso manejo del enojo produjo un lamentable fallecimiento.

Si hay algo urgente que debe hacerse ya es declarar este flagelo como un problema de salud pública que deberá ser abordado desde una política de contención de las frustraciones, regresar a la oralidad como práctica y la conversación como herramienta.

Esto si es urgente.

La exaltación por el muro

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

En varias de nuestras columnas a lo largo de los años hemos reseñado la reflexión impulsada por la intelectual estadounidense Wendy Brown sobre los estados amurallados.

Publicado inicialmente en 2010, su trabajo “Estados amurallados, soberanías en declive” constituye una de las mayores contribuciones analíticas sobre la construcción de muros fronterizos a nivel global y su significado semiótico y simbólico.

Es un trabajo que dicho sea de paso no ha perdido vigencia y resulta útil para interpretar acontecimientos actuales que tienen como tema central la fortificación de las fronteras, en particular en países con una larga tradición como receptores de población migrante.

Recordemos acaso dos o tres ideas centrales desarrolladas por Brown en su análisis.

La primera: los muros fronterizos representan una expresión del debilitamiento de la soberanía estatal, el declive de su funcionamiento. Ante esta condición, el muro expresa una forma de poder material y simbólico.

La segunda, la constatación de que los muros y las vallas fronterizas son expresión de una tensión entre los Estados-nación y agentes transnacionales que son concebidos como amenazas. Entre estos agentes sobresalen las subjetividades en contextos de movilidad, contra quienes pesa el largo y profundo poder de los estados.

Una tercera idea en la propuesta de Brown plantea que con la construcción de muros los estados ganan popularidad al demostrar un poder de protección y garantía de seguridad ante las amenazas externas. Generan procesos de separación, segregación y segmentación.

Estás tres ideas plateadas por la intelectual, condensan la conferencia de prensa realizada hace unos días por el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump.

En su primera comparecencia luego de resultar ganador en las últimas elecciones presidenciales en aquel país, Trump dedicó varios minutos a reafirmar una de las promesas que lo hicieron vencedor en la contienda: retomará la construcción del muro fronterizo en aquellas secciones entre México y Estados Unidos donde esté incompleto y para ello destinará millones de dólares. Con esta acción, plantea, se detendrá la “amenaza criminal de quienes intentan entrar a Estados Unidos de forma irregular”.

La exaltación performativa y discursiva de este personaje resulta consecuente con el valor simbólico y material de un muro que ha cobrado cientos de miles de vidas humanas. A este muro vertical debe sumarse las acciones en tierra de agrupaciones antiinmigrantes que tienen como objetivo principal “cazar personas que se muevan a través de la frontera”.

Al asumir la presidencia en enero de 2025, Donald Trump deberá confirmar con hechos sus promesas de campaña. Una de sus primeras Directivas será sin lugar a dudas la de la deportación masiva y el aumento de los controles fronterizos en los que el muro resulta personaje principal.

Estamos a las puertas de una nueva ola epidémica contra las subjetividades migrantes regionales. Alertamos sus consecuencias para nuestros países, sus procesos sociales y culturales y la construcción de ciudadanías que al igual que las soberanías, muestran un franco declive y debilitamiento.

Que la vida humana y la dignidad imperen ante la locura y sinrazón de iba política migratoria abusiva y securitaria.

Matarán a las personas, pero no a sus ideas

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Al interpretar su hermosa canción “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”, el salsero panameño Rubén Blades recuerda siempre el destino de los defensores de derechos humanos que han sido asesinados en el contexto latinoamericano.

“Podrán matar a las personas pero nunca a sus ideas”, dice Blades mientras la historia del asesinato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero va desarrollándose en un ritmo sentido:

“Antonio cayo, ostia en mano y sin saber por qué
Andrés se murió a su lado sin conocer a Pelé
Y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez
Estaba el Cristo de palo pegado a la pared
Y nunca se supo el criminal quién fue
Del Padre Antonio y su monaguillo Andrés”.

El 7 de diciembre de 1994 fueron asesinados en Costa Rica Jaime, María del Mar y Oscar. Líderes ambientalistas de entonces libraban una férrea batalla contra los intereses privados y sus socios en el Estado costarricense.

A finales de ese año se lograría detener la acción de la Ston Forestal, que intentaba implantar sus intereses forestales, madereros y de tráfico de drogas en el sur del país, una región rica por su biodiversidad.

Seis meses después fue hallado otro ecologista y poeta muerto en circunstancias aún no aclaradas. David Maradiaga, el Rey David como lo llamábamos en el mundo poético costarricense y centroamericano, también fue asesinado.

Una semana antes de su muerte coincidiríamos en un viaje desde Heredia hacia la Universidad de Costa Rica. Allí me contaría lo contentos que estaban quiénes habían quedado de la lucha contra la transnacional forestal. Pero también me revelaría su miedo, un miedo preciso y latente que pude ver en sus ojos: “me andan siguiendo para matarme”, me diría.

Una semana después abriría el periódico y confirmaría el hecho: lo mataron.

Treinta años después la vigencia de las ideas de estos cuatro defensores de la vida permanece y se hace fuerte. La narrativa sobre el paraíso ambientalista y ecológico que acompaña a Costa Rica en los foros internacionales, se desvanece ante la impunidad que persiste en estos cuatro asesinatos.

Recordemos que la fragilidad de los defensores de la vida en Costa Rica y la región continúa: Jairo, Bertha, Sergio, Jerhy. Los mataron, pero sus ideales y luchas continúan presentes.

En otras columnas recientes hemos hablado de la memoria como recurso contra el olvido. Que las ideas de justicia y dignidad que marcaron la vida y obra de estos héroes no se vayan nunca de nuestras reflexiones.

Quisiera terminar este ejercicio de recuerdo con uno de los textos más hermosos que ha parido la poesía centroamericana, justamente en la palabra de David, mi querido David:

Animal Lluvioso

Soy un andante en el dédalo del tiempo
animal lluvioso
que agarra la palabra y la blande frente al hastío
Vivo en medio de estos montes
ni dichoso ni infeliz
en cruel comercio de gases con mis vecinos de piedra
Tengo las manos del jardín
deshechas por flores muertas
una estación de trenes en el encierro
un desordenado cuarto en armonía con el caos
Tengo una plantacalamar
que me abraza y me oscurece y me libera
La hierba azucarada y la cena de bengalas
para golondrinas y tortugas
Tengo Baúles abiertos
Bocanadas de clarín
que arrinconan a los belcebúes de la casa
Pongo a crecer el vuelo y asesino el muro
Grito para me oigan en épocas dobladas como bodoques
y puestas como cuñas en los resquicios del tiempo
Amo a las mujeres pintadas en rotos almagestos
Idolatro sextantes herrumbrados
astrolabios y pirámides
Busco arcángeles para sembrar sobre baldosas cotidianas
Manos para dejar en ruinas la ruina
Gallos para matar la muerte
Animal lluvioso me declaro
seguro del sol
que un día nacerá
de mis pálidas gotas

Anudar la memoria

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Es uno de los títulos que trabajé en los últimos años a nivel de poesía. Tiene una dedicatoria absoluta: recordar lo efímeros que somos en esta vida, evocar, cantar, sonreír. Eso. Está dedicado a mi padre y su actual condición. Absolutamente presente aquí y en su pasado.

Sin embargo, he tomado prestada esa frase para referir lo que me produjo la conversación con el dramaturgo cubano Ulises Rodríguez Febles, director de un emblemático proyecto llamado Casa de la memoria escénica, con registro en Matanzas, Cuba.

Impulsor de una tarea titánica de recopilación de material histórico sobre la escena teatral en su provincia, nos contaba con pasión cómo su familia fue determinante para crear el hábito de la lectura y luego la pasión por el teatro y la investigación escénica.

Con Ulises esperamos en 2025 empujar varios proyectos personales y colectivos para ir preparando poco a poco nuestro regreso a los escenarios, unos de esos viejos amores que nunca se olvidan.

Un actor se prepara entonces.

A raíz de esta conversación sostenida en nuestro espacio semanal sobre arte y cultura que producimos en streaming y distribuimos en diversas plataformas, fue inevitable no devolverme en el tempo y recuperar mi propia memoria como espectador del buen teatro costarricense de los años setenta, cuando niño y aún en mi adolescencia.

Fui testigo de grandes producciones teatrales que aún rememoro.

La Sala de la Compañía Nacional de Teatro cerca de Avenida Segunda albergó montajes hermosos como Murámonos Federico, de Joaquín Gutiérrez. Recuerdo con lucidez la escenografía móvil de dicho montaje.

Aún me parece estar observando la vieja carpa moverse, instalada en las inmediaciones del Parque Morazán, en San José. Allí vi la puesta en escena de “El Gran Tividabo”, obra escrita por el dramaturgo costarricense Antonio Iglesias sobre la influencia de la televisión en los comportamientos violentos.

Eran los tiempos de la teoría de la aguja hipodérmica en comunicación y esa obra reflejaba un claro análisis al respecto. El Teatro Carpa se encargó entonces de su realización.

Ni que decir de la monumental puesta en escena de Galileo Galilei, De Bertolt Brecht, por parte del Grupo de Teatro Castella (GRUTEACAS) en nuestro querido teatro, patrimonio cultural del país.

Los fastuosos vestuarios de época confeccionados por la vestuarista de siempre Doña Alma Cortés dejaron en mí una profunda fascinación.

Estoy convencido que un proyecto como el que Ulises impulsa en Matanzas nos hace mucha falta por acá.

Si mi conversación con el activó mis registros de la memoria escénica, no me imagino lo que sería impulsar un proceso que albergue la recuperación de esa historia en un país como Costa Rica.

Intentaré dar los pasos necesarios para ello. Solo me hace falta amor, motivación y pulsión por el teatro. Ya los tengo.

A ello, pues.

Honrar la vida

Discurso de graduación Facultad de Ciencias Sociales Universidad Nacional (noviembre 2024)

Por Memo Acuña

Cerramos un año relevante para la Facultad de Ciencias Sociales, al celebrar nuestros primeros 50 años de vida, aportando al desarrollo de la sociedad costarricense en su conjunto. Por eso, esta graduación es muy significativa toda vez que ustedes serán recordados, queridos y queridas estudiantes, como la generación que acompañó a nuestra Facultad en esa hermosa celebración.

En marzo anterior, al iniciar con una clase inaugural la programación de actividades que nos acompañaría a lo largo del año, nuestra querida Arlette Pichardo nos recordaba el valor de la alegría como motivación constante en un mundo vertiginoso, lleno de cambios y desafíos en el que las Ciencias Sociales son absolutamente pertinentes, indispensables, necesarias.

Hoy, la alegría se manifiesta en la culminación de un esfuerzo que deberá recordarse siempre y será la emoción que guie su caminar en su vida personal, familiar y laboral. Eso, la alegría de permanecer y transcurrir.

Debo permitirme en este día, en este acto significativo, hacer un reconocimiento a las familias de quienes están hoy aquí recogiendo el fruto de su esfuerzo. Son ustedes, ese núcleo importante, los que sostienen el afán y el maravilloso acto de transitar en el conocimiento y la formación. Mi admiración profunda y sincera.

Para hacer este homenaje, tanto a ustedes graduandos y graduandas como a sus familias y amigos, quisiera convocar de manera muy especial a Sandra Mihanovich. Tal vez ese nombre no les diga mucho, pero si les cuento que es la autora de esa hermosa canción “honrar la vida”, ya sabrán el significado que para mí tiene hablar con su letra, utilizarla también para hacer un sencillo pero sencillo homenaje a quienes en este momento no están con nosotros por alguna razón.

Su energía, su paz, su esfuerzo rondan también esta sala a la que hoy acudimos con entusiasmo. Para ellos, ellas, mi pensamiento, mi abrazo.

Dice la autora que “eso de durar y transcurrir, no da derecho a presumir, porque no es lo mismo que vivir, honrar la vida”. La vida se honra en cada acto de nobleza, en cada acción dignificante, en cada gesto de humildad.

Con este título en sus manos, el primer mandato que quiero solicitarles es que sus acciones sean ejemplo de nobleza, dignidad y sobre todo y ante todo, humildad. Sean humildes para transitar, permanecer, honrar la vida.

Continúa Mihanovich diciéndonos: “Hay tantas maneras de no ser, tanta conciencia sin saber adormecida”. A lo largo de todos estos años de estudio, ustedes queridos graduandos, queridas graduandas, fueron construyendo una memoria, un ritual de la constancia, pero sobre todo un hacer consciente del mundo que les tocó vivir.

Por eso, la segunda solicitud que les hago es que continúen siendo a través de una actitud vigilante, despierta, cuestionadora.

“Merecer la vida no es callar y consentir tantas injusticias repetidas, es una virtud es dignidad y es la actitud de identidad más definida” nos advierte Sandra. Si. Eso es. No es desde el silencio que construiremos una mejor sociedad.

Esta solicitud es quizá la más aguda que les formulo. Vivimos tiempos difíciles, en los que hemos visto el flagelo de la violencia campear sin control; este año, como ningún otro, el narcotráfico y el crimen organizado nos han arrebatado a niños y niñas que quizá nunca regresen al sistema educativo. La desigualdad y la pobreza permean el proyecto de sociedad que somos.

Por eso, persistir en hacer notar la injusticia es un acto de resistencia. Les solicito entonces su voz, su acompañamiento: en silencio nunca más. Eso, queridos y queridas graduandos y graduandas, es, definitivamente un acto de amor, un acto para seguir honrando la vida.

Hoy, al salir con su título ya en sus manos y al salir a esta sociedad que les necesita con urgencia, piensen en la hermosa circunstancia, el gran privilegio que les hizo ingresar a esta universidad, permanecer, persistir, nunca darse por derrotados y derrotadas. Ese es el principal valor de un acto como el de hoy: la resistencia, permanencia y logro.

Estimadas y estimados señores que nos acompañan hoy en este auditorio. Este año las graduaciones de nuestra facultad serán especiales porque coinciden en tiempo y espacio con las celebraciones de los 50 años. Celebramos entonces.

Celebramos que nuestra Facultad gradúa 606 nuevos profesionales en distintos campos de las Ciencias Sociales. No debemos olvidar que desde las Ciencias Sociales se acompaña los desafíos que nos impone la sociedad costarricense y que ustedes hoy asumen al convertirse en los nuevos profesionales que le entregamos a nuestro querido país.

Por ello, como lo hemos dicho reiteradamente, salgan y contribuyan con su trabajo y su forma de ver la vida, a construir una nueva arquitectura de país, que es tan urgente en estos momentos. Pero en particular, permanezcan, perduren, persistan: honren la vida.

De mi parte y de parte del señor vicedecano: ¡Felicidades y muchos éxitos!

El merengue típico como expresión de la resistencia cultural de un pueblo

Por Memo Acuña

Esta vez mi observación es completamente participante. Estoy, vivo, siento en mi cuerpo el sonido penetrante de un acordeón que acompaña el ritmo de un merengue típico. Es eso. Por eso es típico. Porque el acordeón lo vuelve así junto con la tambora, el güiro, el bajo y la conga.

Noe Zayas, poeta y gestor cultural dominicano me explica incluso la relación entre este ritmo y el ballenato colombiano. Entonces pienso en el alto valor cultural y social de los bailes en los cuerpos de sus pueblos.

En una columna anterior hablábamos de la resistencia cultural que representa el swing criollo para el costarricense.

Ahora me tocó observar y sentir en la piel esa historia. El merengue inscribe su origen en la segunda mitad del siglo XIX.

Pero el merengue criollo o “Apambichao” surge durante la ocupación estadounidense en la isla entre 1916 y 1924. Otra vez Noe me señala que en ese periodo el merengue se usaba como instrumento de denuncia y elevar la voz de los excluidos.

Pienso que sentir y luchar entonces son la misma cosa. Aún resuena el acordeón en mi pecho. Con ese sonido y la cadencia de las gentes dominicanas me quedo, me recargo.

Ya no se prohíbe bailar swing

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

En 2003 la productora audiovisual costarricense Gabriela Hernández sacó a la luz el hermoso documental “se prohíbe bailar swing”, en el que reflejó cuan extendida está la cultura de ese baile en Costa Rica, particularmente en los salones de la ciudad capital. Sin embargo, no siempre hubo una actitud permisiva a ese ritmo, por considerarlo proveniente de sectores populares y de actividades vinculadas con el trabajo sexual, en el caso de las mujeres.

Las elites se referían a este baile como vulgar y pachuco. En el lacónico San José de la década de los años setenta, en muchos salones de baile podía leerse el rótulo con la inscripción “se prohíbe bailar swing”, casi con el mismo mandato de aquellas otras prohibiciones a las escenas amorosas, que circulaban en otro tipo de negocios.

Afortunadamente, en el caso del swing, la prohibición pasó a un extendido gusto por su aprendizaje y su práctica en muchos lugares del país. Academias de baile, investigaciones llevadas a cabo por Ligia Torijano por más de 25 años y su declaratoria como patrimonio Cultural Inmaterial, en el año 2011, han contribuido a su difusión y a que se conciba como una muestra de la cultura y la identidad costarricense.

El viernes 25 de octubre fue estrenado el documental “Buscando el swing. Un viaje por los territorios donde nació la cumbia” llevado a cabo por el cantante Rialengo y el productor y músico Pedro Víquez, ambos costarricenses. Se adentraron por diez territorios colombianos explorando los orígenes de la cumbia y su relación con procesos sociohistóricos y culturales. así como su relación con el swing criollo costarricense.

Una relación directa entre ambos ritmos es su expresión popular, su apropiación por sectores sociales relacionados con las dinámicas de los pueblos. Cuando este documental sea exhibido de forma masiva, recomiendo verlo en clave de producto cultural y una manera de comprender la forma como nuestros sectores populares armonizan y recrean sus distintas formas de transformar el mundo.

SAUDADES

Por Memo Acuña
Sociólogo y escritor costarricense

Es una tarde soleada en la frontera. A mis pies las aguas del imponente Suchiate y su musicalidad líquida. Observo el incesante paso de las gentes, de un extremo a otro. Viajo, como ellos, en una balsa enllantada desde el lado guatemalteco al mexicano, con queridos poetas de aquí y de allá. Y leemos poesía. Ahí mismo. Sobre las aguas del Río que divide dos países, dos historias, cientos de miles de biografías.

Tan solo unos meses después, la apacibilidad de la tarde soleada en la frontera se convertiría en drama, al atestiguar el paso emergente del caminar centroamericano. Un caminar que aún no cesa, huyendo de la violencia, la necropolítica estatal, la desigualdad que campea absolutamente por toda la región.

Pienso en esa lectura que hicimos aquella tarde. En lo que el arte me ha permitido sentir y transformar. A qué sitios maravillosos me ha llevado, reconocer sus misterios de expresión, exilio de pieles, geografía interminable.

Gracias por eso.

Ahora estoy, me transporto a una clase de piano, repasando el viejo método azul en mis manos. Huelo el piano. Me recuerda las viejas casas de los cuentacuentos. Sus teclas son hileras de un largo telar que serpentea, como el Mar Caribe agitado. Oigo sus acordes. Es el final de los setentas. Del cielo cae estrellita con violín. Una pintura rupestre como las manos estampadas en las cavernas, nace en pincel, y nace en cualquier pared de la fábrica de sueños. Guillén songorocosongoneando. A lo lejos un tren va de Limón a San José, de Limón a San José….

Abro con esfuerzo el viejo telón del teatro y descubro Peter Pan y su estela volando por la inmensidad de todos los cielos. Todos azules. Lo siento volando en mis manos. Oigo voces marcando movimientos, saxofones que lloran, zapatillas de ballet se deslizan suavemente. Siento los grandes reflectores abrazar las auroras. El centrofoward murió al amanecer.

Me contengo ante el dolor de quienes vienen del sur y del centro de las Américas y ven en nosotros humanidad, solidaridad, dignidad. Nos cantan tiernamente su lucha. El viejo teatro los acoge con ternura. Los arrulla. El arte nos convida.

Gracias por eso.

Veo a Andreas Sarty abjurar de su maestro. Galileo y la centralidad del beso. Ambos se movieron con sus grandes vestuarios, por la sencillez del proscenio en La Sabana.

Gracias infinitas al arte por eso.

Pongo mis manos en las del escultor y su barro. Erigirá corazones, almas, rostros de una época amada y turbulenta. Yo construiré metáforas. Camino. Me encuentro al maestro que me da un libro de Julio Verne en las manos de mis padres. . “Va a ser escritor”, les dice.

Abro ese libro en medio de las aguas inquietas del Suchiate. Hasta allí me llevó el arte, mi inquietud de niño, mi ideal. Continúo el camino. Creyendo, creando, creciendo.

Gracias profundas al arte por todo eso.

He sido caminante también. Como la primera voz poética que escuché en aquellos años al lado de mi precursora en las letras. Me enseñó a Machado. Y lo que decía: “se hace camino al andar”. Y sigo caminando.

He sido un alma en permanente construcción, con el cincel del arte siempre presente. Soy sociólogo, pero ante todo y contra todo, Artista. Porque ese ADN se lleva en la piel y para siempre. Como el más feroz de los tatuajes. Porque los textos, los acordes de las flautas dulces, el más comprometido jazz de los setenta, no se olvidan.

Gracias, gracias, gracias por todo eso.

Entiendo al arte en su dimensión expresiva, creadora y transformadora. tengo fe ciega en su potencial. Porque este siglo será del arte, o no será. Sino que lo diga doña Ramona, mujer migrante nicaragüense a la que una tarde escuché decir de memoria un poema de Ernesto Cardenal, bajo el cielo empedrado del asentamiento Guararí, en Heredia.

Gracias, de nuevo arte, por permitirme estar allí en ese instante, como ahora.

Es 1980. Estoy sentado del lado derecho del teatro. Con pantalones cortos pero con las ganas de comerme el mundo, largas e intactas. Alegre en la vida. Del lado izquierdo cantan la segunda voz. Quiero cantar con todos y se me infla el pecho. Seguiremos cantando para encontrar al búho constructor de fantasías, allí, en el lejano bosque más hermoso de la historia.

Salud y larga vida a nuestras almas, siempre libres.

Gracias por estar.

Por el arte.

Siempre libres.

Gracias por eso.